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¿A qué sabe ese caramelo?

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No esperaba que Adriana, mi esposa, me recibiera en ese estado de excitación. No es demasiado frecuente en ella. Pero me propuso un juego interesante, a pesar de todo: una rica felación, allí mismo en el sofá, y en aquel preciso instante. Cuando llego a casa esto no es normal y menos que se decida a chupármela, aunque si se esmera, Adriana lo sabe hacer de maravilla. Lo único malo es que ella no podía ni quería esperar y yo presentaba un grave problema. Debía ir al baño y limpiar mi polla con esponja y jabón, pero ella no me dejaba. Me empujó sobre el sofá, se desnudó para quedarse en ropa interior y hacerlo más excitante y bajó con sus dedos la cremallera de mi pantalón.

Mi problema era acuciante y todo podía acabar en catástrofe. Quise inventar una excusa para ir al baño, por ejemplo que me estaba meando, pero ella me lo prohibió.

Apenas una hora antes estuve follando con otra mujer, Raquel para concretar más, la mejor amiga de mi mujer, y no estuvimos haciendo cualquier cosa, me refiero a que hicimos un anal. Nos encontramos casualmente en unos grandes almacenes comprando regalos del día de los enamorados para nuestras respectivas parejas. Tomamos un café y como hacía tiempo que andábamos detrás el uno del otro decidimos lanzarnos. Ella me dijo que me esperaba cinco minutos después en el lavabo de señoras, pues ella es así, de excitarse en sitios públicos; mas no rehusé. Entonces hice lo acordado y entré en aquellos enormes aseos temeroso de que otras mujeres me viesen, pero no fue así. Escuché el gemido de alguien que aprieta cuando defeca. Sin duda era Raquel, pude reconocer sus zapatos bajo la puerta del compartimiento del w.c. Abrí sigilosamente y la vi allí haciendo sus necesidades. Olía a mierda, pero estaba loco por aquella mujer. Estaba dispuesto a montármelo con ella allí mismo a pesar de que el hedor parecía el de una hipopótamo que acaba de vaciar sus intestinos. La chica se levantó, me besó en los labios y a continuación me dio la espalda. Saqué mi polla toda tiesa y busqué su vagina. Sin embargo ella se negó a que la penetrase, aduciendo que tenía la regla y que le daba escrúpulo que le penetrara el coño. Me dijo que por el ano. Reparé en que no se lo había limpiado con papel higiénico y así se lo expuse. ¿Te da asco cariño? Negué con la cabeza pues todos los días no se tenía la oportunidad de echar un polvo con Raquel.

Me fui a casa como en una nube. Fue fantástico, tanto que ni siquiera reparé en lavarme el glande y la verga toda. Por eso cuando Adriana se inclinó sobre mi polla, antes de metérsela en la boca, dijo que olía raro. Solo pude objetar que llevaba todo el día trabajando y podía olerme a sudor. Adriana es un sol, se la tragó entera y esa fue la segunda alegría del día. Cuando acabé de correrme en su boca me miro sonriente a los ojos y me dijo:

- Si no fuera porque siempre me has dicho que no te gusta el sexo anal habría jurado que hoy le has dado a alguien por el culo.

- Otro día probaré por primera vez contigo cariño –pensé para mis adentros.

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