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Camino sin retorno (1 de 4)

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Mi nombre es Luis, soy de contextura fina, bastante delgado, pero de buena presencia. A continuación les relataré mis experiencias de la época de estudiante.

Cuando termine mi enseñanza media (con 19 años), postulé a la universidad y quedé en una facultad de provincia, en el sur de mi país. Mis padres tenían que costear mis estudios y un lugar donde residir. Ambos eran profesores y tenía otros dos hermanos estudiando, por lo cual no disponían del dinero suficiente para que pudiera habitar en una elegante residencial. Mi padre me acompañó a buscar algo dentro de su presupuesto. Encontramos una pensión de casa de familia, que sin ser estupenda, contaba con las comodidades mínimas, un dormitorio con dos camas a mi disposición y un baño compartido.

En la casa vivía un matrimonio y sus tres hijos. Arrendaban la habitación porque necesitaban una entrada de dinero extra. Ambos eran jubilados y la señora estaba enferma y no le alcanzaba para costear sus gastos médicos. Los tres hijos compartían una recámara al lado de la mía. Los hermanos aún vivían en casa de sus padres, ninguno trabajaba, sólo el mayor (Adrián) se desempeñaba esporádicamente como reponedor en un supermercado. El hermano del medio (Miguel), estaba recién llegado del servicio militar, y el menor (Juan), acababa de terminar sus estudios y estaba buscando trabajo. Todos eran bastante atractivos. En esa época yo me consideraba heterosexual, había tenido mis romances con algunas compañeras del colegio, aunque sin mayor trascendencia. No puedo negar que me sentía atraído por algunos cuates del mismo sexo, pero en esa época negaba cualquier posibilidad al respecto.

Mis días transcurrían en la facultad, y la mayor parte del tiempo la dedicaba a mis estudios.

Ya finalizando el primer semestre de mi carrera, el último día de exámenes, había aprobado todas mis asignaturas, llegué a casa al anochecer, algo mareado por algunas copas demás después de salir a celebrar con algunos compañeros de universidad. No soy bueno para tomar tragos, sin embargo, era la finalización de un semestre de arduo estudio.

Al llegar a casa, los tres hermanos estaban celebrando el cumpleaños del menor. La celebración consistía en bastante licor y una porción de papas fritas y me invitaron a participar. Al principio me negué, ellos insistieron, y como no tenía que ir a la universidad hasta dentro de tres semanas, decidí finalmente acompañarlos. Me comentaron que sus padres habían viajado a la Capital ya que a su madre la operaban y estarían fuera por aproximadamente un mes, así que se habían quedado a cargo de la casa. La conversación al principio trataba de temas cotidianos, hasta que se llegó a lo que siempre sale en reuniones de hombres "sexo". Cada uno contaba sus experiencias, algunas divertidas de relaciones con muchachas, y Miguel, que venía de hacer el Servicio Militar, contaba sus aventuras de día domingo, de salida del cuartel con mujeres de vida fácil. Le consulté como hacían los reclutas estando tanto tiempo compartiendo sólo con hombres. Ahí me contó que habitualmente se masturbaba, al principio solo, luego en grupos, y que incluso, a veces se llegaba a mantener relaciones sexuales entre ellos, eso si, siempre muy discretos. No era muy bien visto en la milicia las relaciones homosexuales, pero de que pasaba, pasaba. Esta revelación, lejos de provocarme rechazo, me estimulaba, sentía como me crecía el miembro mientras relataba sus experiencias en la milicia. Juan se percató de mi interés en el relato de su hermano y comenzó a molestarme "miren al amiguito, como se pone cuando Miguel cuenta las aventuras del cuartel, no será que estamos compartiendo con una mujercita", decía mientras apretaba su paquete, jajaja, reían los otros. A mi eso me sonrojó y molestó, y decidí retirarme a mi habitación.

Me acosté y traté de dormir, pero no era fácil con el ruido, las risas y los gritos de los hermanos que continuaban tomando en el salón. Debe haber pasado un tiempo, cuando siento que alguien entra a mi dormitorio. Era Miguel, tropieza con un mueble y enciende la luz, venía bastante pasado a tragos. Se disculpa y me pide si puede compartir la pieza con él, ya que su hermano mayor estaba en el dormitorio de los padres y el menor, como consecuencia de tanto alcohol, había vomitado las camas de su dormitorio. Yo le digo que no se preocupe, que se acueste en la otra cama, que no había problema.

Comienza a desnudarse y pude advertir que tenía un buen físico, sin muchos vellos y bastante musculoso, seguramente de los dos años de estar en la milicia. Quedó sólo con un bóxer que apretaba sus nalgas y resaltaba su abultada entrepiernas. Se notaba bastante bien dotado. Apagó la luz y se recostó sobre la cama. Al rato, siento ruidos, eran leves quejidos y pude observar en la penumbra que Miguel estaba de espaldas y se masturbaba lentamente. Podía distinguir su miembro erecto que tendría aproximadamente 20 cm.

Se paró y se acercó a mi cama. Yo me hacía el dormido y en ese momento me entró la preocupación de distinguir a un hombre desnudo con su erección parado al lado de mi cama. Me tocó el hombro para despertarme a lo cual reaccioné, y me dice "me di cuenta que te gustaron mis relatos del cuartel y hace bastante tiempo que no he tenido relaciones, así que era hora de descargar". Yo le dije que "como se le ocurría, que no era homosexual y que por ningún motivo aceptaría esa situación", a lo cual reacciona y se abalanza sobre mi. Debo reconocer que era mucho más fuerte que yo y me sometió con mucha facilidad "te tendré por las buenas o por las malas, tú decides", yo intentaba gritar, pero me puso sus interiores en la boca y me tenía sujeto de tal forma que no podía moverme. El repetía "te gustará, entrégate, lo he hecho con otros hombres y resulta agradable, por las buenas o por las malas". Se puso sobre mi y pude sentir su miembro en contacto con el mío.

Esta situación comenzó a excitarme, y creo que él también se dio cuenta de que mi sexo comenzaba a reaccionar "mira como te estás poniendo, te está gustando" y comenzó a friccionar su cuerpo sobre el mío. Debo reconocer que si me estaba gustando, sentir el calor de su cuerpo, el sabor de sus interiores en mi boca, y ese aroma a alcohol mezclado con sexo. Finalmente asentí con la cabeza y retiró sus bóxer de mi boca "está bien, haré lo que tu me pidas, pero no me hagas daño", aflojó un poco la presión sobre mi y me dijo "no te preocupes, conozco la forma. Primero quiero que me mames la polla y luego veremos", y presionó mi cabeza en dirección a su miembro. Yo trataba de resistirme, pero él era más fuerte. Su polla estaba cerca de mi boca y pude apreciar su olor, que más que desagradarme me gustaba "cuida de no morderme o si no te muelo a palos". Supuse que las amenazas eran ciertas, así que introduje su miembro y comenzó un movimiento de mete y saca. Al principio sentí asco y nauseas, y el repetía "te gustará, toma tu tiempo, que rico la mamas, tu boca está calientita".

La verdad que ya me estaba gustando y fui yo quien empezó a tomar la iniciativa "eso, mi putita, lámeme suave", yo sentía como su polla alcanzaba mi garganta y la retiraba y langueteaba su glande. Se retiró y me dio un beso suave en la boca, mientras acariciaba mi torso y estimulaba mis tetillas, las cuales estaban erectas por la fricción. Nunca había besado a un hombre y sinceramente me estaba gustando. "Ahora te quiero dar por el trasero". "No eso si que no, yo no soy maricón" y el decía "estás en un camino sin retorno, si te gustó lo anterior, esto te llevará a las nubes". Me colocó de espaldas, él sobre mi. Pude sentir como acariciaba mis nalgas y hurgueteaba en mi agujero "pero que agujerito mas fino, y delicado tienes, primero te dolerá y después te gustará" e introdujo primero un dedo y luego dos y tres. "Por favor, no me hagas daño, eso duele", "calla y disfruta" me decía mientras seguía manoseándome. No se en que momento, del dolor pasé al goce, primero gemía de dolor y luego mis gemidos eran de placer y él lo notaba "viste como te está gustando".

Retiraba sus dedos y les agregaba saliva, y volvía a introducirlos "sólo te estoy preparando para que recibas mi polla". A esa altura yo ya estaba deseoso de que me ensartara y me sorprendí como empezaba a moverme para recibir sus dedos, cada vez más adentro, "ya estás listo". Se colocó detrás mío y puso la almohada bajo mi vientre. Yo ya estaba entregado y deseoso de ser penetrado. No voy a negar que el dolor inicial fue como que desgarraran mis entrañas, e intenté retirarme, pero poco a poco se fue transformando en gusto y placer infinito, más cuando Miguel acariciaba mi polla, que estaba tan dura como la que sentía en mi interior masajeando mi próstata. Lo que más me excitaba eran sus palabras "oh, que gusto, serás mi putita de ahora en adelante, ya te entregasteis y serás solo mío, ah ah ah", gemía hasta que pude sentir su eyaculación y como mis intestinos se llenaban de su leche. Yo estaba gozando como nunca, tanto que incluso eyaculé sin siquiera tocarme. Se retiró de mi y me besó tiernamente. Quedamos ambos agotados y nos dormimos abrazados. Ya sabía que esto era un camino sin retorno, que tendría implicaciones en mi vida de ahora en adelante, pero estaba feliz, algo en mi se había liberado, era otra persona, pude reconocerme, ser yo mismo.

En mis próximas historias les comentaré mi otras experiencias con la familia y mis relaciones futuras.

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