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Enamorado de mi vecino

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Jamás olvidaré el día que se mudaron los nuevos vecinos. Ese día me levante mas temprano de lo debido, tal vez fastidiado porque había tenido una tremenda discusión con Romina, que era mi novia desde hacia tres años.

Con los chicos del grupo de música la pasábamos siempre bien, y acordábamos en los horarios, con ellos jamás sentí presión ni desilusión, sin embargo con Romina era diferente, siempre poniendo problema ante ello. Si no la dejaba era por el tiempo compartido, porque a pesar de todo me había acostumbrado a ella, mas ahora se que nunca la ame. Muchas veces me sentí cobarde al no decirle que ya no quería estar con ella, pero por el tiempo de estar juntos me daba pena. Nunca concebí que me sintiera satisfecho con ella, en todos los aspectos, incluyendo también en la parte sexual. A mi parecer no era la persona que buscaba. Como amante, nunca fue abierta a las locuras, a darme sorpresas, o vestirse sexy y seducirme. Su presencia por momentos me agradaba, pero no entendía que mi libertad también era importante, consideraba realmente que me cortaba las alas.

Tocando mi guitarra, escuche hablar a mi hermano José, referente a la casa que era de los Solano, se había vendido a unos extranjeros que venían a vivir en ella. Mas de eso no puse interés en lo que se comentaba. Seguía en mi habitación ubicada en el segundo piso cuando vi pasar los camiones con la gente que serian los nuevos vecinos. Entraba y salía gente con muebles y cosas, asunto que llamaba la atención a todo el barrio.

Ya al atardecer mis padres acordaron en ir a darles la bienvenida a los nuevos vecinos. Por mi parte no me quería mover, estaba molesto con lo que había ocurrido con Romina, pero algo me dijo que tenía que ir a visitar a esa gente.

Llegando allí, abrió la puerta una mujer espectacular, de cabellos cortos y rubios, alta, blanca, de ojos azules y un cuerpo que nublaba la mente. Se le acerco el marido, un hombre con rasgos más oscuros que ella, se notaba que era una pareja bastante joven. Ambos sonrieron cuando de pronto mi madre rompió el hielo:

―Nosotros somos los vecinos del frente, mi esposo, mis hijos y yo le damos la bienvenida.

Ella muy simpática respondió:

―Disculpen el desorden, pero por favor, adelante.

Con un acento que me timbraba en los oídos nos hizo pasar a la casa donde vivieron amigos de la infancia, aun así sentía que el ambiente era diferente, con unos preciosos cuadros bien colocados, el olor a pintura fresca en la pared con una combinación de colores de muy buen gusto, todo tenía armonía. De pronto algo me llamó la atención: Había una batería que estaba envuelta en sus estuches y unas guitarras que estaban apoyadas en la pared.

―¿Quién tocaba?―Les pregunte muy sorprendido por mi afición a la música.

―¡Toda la familia!― Me respondió con toda amabilidad el esposo.

―¿Hay más miembros en la familia?―Preguntó mi madre.

―Somos argentinos, hemos venido a este país porque queríamos cambiar de ambiente. Soy maestra de música y mi esposo de baile. Tenemos tres hijos; dos nenas, una de 4 años, la otra de 6 y un varón de 17 años. –Nos informo la bella mujer.

Continuamos con la charla, el esposo comentaba a mi padre y a mí que le fascinaba la guitarra, las flautas y las quenas, que eran su pasión, hablábamos de música y arte mientras las mujeres discutían como poner en orden las cosas cuando, sin aviso alguno, escuchamos abrir la puerta. Jamás en mi vida me sorprendió tanto la belleza de un hombre como la del hijo mayor de ambos, pero que más se podía esperar era un don heredado de la belleza de sus progenitores. De pronto sus padres lo llamaron y el explico que quería ir a su cuarto.

―Tenemos visita amor― Exclamo la madre.

Fue entonces que cambio su expresión en el rostro. Algo irónico pero alegre a la vez, dijo un ―"Tanto gusto"― y se metió a su cuarto.

Rato después salió de su habitación con paso fijo y determinado, pero con la mirada baja. Era rubio como su madre, pero con una piel mucho más oscura,
como si fuera la perfecta mezcla del color de los padres y un cuerpo que se veía muy bien cuidado para sus 18 añitos. Tenía todo lo que un adolescente debe tener y mucho más pero lo que me saco de cuadro fue la ternura y humildad que mostraba, dejando atónito a quien lo miraba. Cuando estuvo cerca de mí se clavaron nuestras miradas, nunca había visto el mar de tan cerca, unos ojos azules preciosos, que parecían penetrar hasta el fondo de mi alma. Note la cara de babienta de mi hermana, y la de envidia de mis hermanos, al ver tremendo ángel.

―Hijo mío, estos son nuestros vecinos― Comento el padre.

―Aaah que gusto― Respondió él y saludo a mí familia dándonos la mano
a nosotros los hombres y un beso en la mejilla a mi madre y hermana.

Cuando llego a mi lado, pude sentir su aroma, inocente pero excitante y no se si se fijo en mi tímida voz en ese instante.

―Hola me llamo Carlos, ¿que tal?

―Mucho gusto, soy Anselmo―.

Me dio su mano tan delgada, suave y calida, jamás había sentido una piel así, hermosa y tierna, era como tener seda en la palma de mis manos.

De pronto Anselmo rompió el silencio mientras decía:

―Me retiro, un gusto, siempre serán bienvenidos. Quiero poner en orden mis cosas, más que nada la batería―. Fue cuando me sorprendió su comentario.

―¿Eres tu quien toca la batería?― Le interrogué.

―Así es, toco la batería desde pequeño― Me confesó con ese acento que me excitaba y que no se porque razón pero me hacia palpitar el corazón.

Le pregunte si necesitaba ayuda, solo por ser cordial, para mi gran sorpresa me dijo que si y me lo agradeció. Durante lo que quedaba de la tarde mis padres se ofrecieron a ayudar a los nuevos vecinos, ellos encantados y agradecidos, aceptaron. Para mi estar ayudando a Anselmo parecía hipnotizarme de tal manera que me había olvidado la cita que tenía con los chicos para ensayar.

Mientras ayudaba preguntó que si me gustaba la música,
fue cuando abrió mi confianza y le dije de mis gustos, que tocaba en un grupo. Comprendí que prestaba mucho interés en las cosas que le comentaba y por lo mismo seguimos dialogando. Me dijo que en la argentina tocaba con un grupo de amigos, y que era conocido por la gente. Para mi fue fantástico saber que le gustaba el mismo estilo de música que a mi. Hablamos por buen rato mientras íbamos arreglando sus cosas poniendo todo en orden. De pronto subió la madre para ofrecernos comida y bebidas. –Si gracias vieja― respondió ―Espero no se te haya olvidado no traerme carne o algo así―La madre sonriendo le aseguro que era comida de conejos y que no tenia porque temer. Cuando se fue del cuarto, le pregunte que si era vegetariano, me contesto que si, que no comía carnes rojas y tantas cosas que el cuerpo podía estar sin ellas. Algo más que compartíamos, además que le gustaba la lectura, hacer deportes, bailar y que quería ser médico veterinario. Me asombraban sus palabras era tan seguro, tan joven y maduro a la vez para cavilar. Cientos y cientos de discos me llamaron la atención, escuchamos algunos, muchos que no conocía, más sorprendido aun por tener ambos gustos tan parecidos.

La entretenida charla se corto cuando llego uno de mis hermanos avisándome que ya se estaban retirando, que era tarde y que los vecinos necesitaban descansar de tan largo viaje. Me pare de donde estábamos sentados y me despedí.

―Parece que tienes que descansar―. Creo que lo dije porque no quería irme.

―Por mi no te preocupes, ¿Qué tal si tocamos algún día?― Su respuesta me hizo latir el corazón a mil y no pude evitar ser tan evidente de las ganas que tenía de volver a verlo.

―¿Que tal si tocamos mañana?―

―¡Mañana!, me parece genial― Contesto sonriendo.

Llegue a casa con la imagen de ese chiquillo. Su olor lo sentía impregnado en mis ropas, al tocar mis manos, parecía sentir su piel. De pronto empecé a interrogarme: ¿Acaso me atrae? No podía explicarme por qué, ¿Pero tan rápido? ¡Ese chico me llamó la atención desde que lo vi! Había generado una gran confusión con respecto a mis gustos sexuales que me resultaba alarmante. Me remonté a algunos años atrás cuando sentí algo especial por un compañero de la escuela pero creí que era una confusión propia de la adolescencia, además con el tiempo lo supere, porque así lo concebí. Mi confusión era tan grande que trate de buscarle explicación al motivo de mi desorden ―¡Quizá se deba a la bronca con Romina, si eso es!, A veces se comporta tan mal que por momentos me hace olvidarla y pensar en puras tonterías― Estaba algo excitado y quería buscar a mi novia para darle una buena follada para que de una vez por todas deje de pensar en mariconadas.

Sin darme cuenta, de mi habitación podía ver a la habitación de Anselmo, aún no había cortinas, solo una sabana que cubría un poco la ventana. Se encendió una luz, y pude ver su silueta. Mi curiosidad me llamo a la ventana y apague la luz de mi cuarto. El corazón me palpitaba, pero también sentí palpitar mi sexo, sentí ganas de tenerlo cerca una vez más, pero esta vez, abrazándolo, besándolo, acariciándolo, dándole placer con mi cuerpo y mis labios. Sin pensar, desabroche mi pantalón mientras veía su silueta, el como se desvestía lentamente, y yo acariciaba mi verga que parecía querer explotar. En las sombras podía ver su cuerpo tan bien formado y hermoso. Me alucinaba su piel que al imaginarme verla daban ganas de enterrarle los dientes, sentía un placer jamás antes vivido a pesar de haber tenido sexo con Romina y otras mujeres antes de ella. Tenia mi verga tan parada, tan erecta que estaba tan extasiado por lo que apreciaba que no me fije cuando y como sucedió. Apreté un poco más mi polla y me dio un calambre en la barriga que jamás había sentido. Sacudí mi sexo y sin temor ninguno gemía con ganas, como si mis manos fueran esos hermosos labios. Mi lujuria me hacia alucinar que le arrancaba su ropa y le hacia el amor, sintiendo mi piel con su piel. Cuando más me lo imaginaba, mi verga palpitaba en mi mano. No sacaba mi mirada de su silueta perfecta y mientras se agachaba, me figuraba como se sentiría tener ese cuerpo atrapado en mis brazos y yo sacudiéndolo por detrás. De pronto noté que mis fluidos se venían y con ambas manos sacudí más rápido, sintiendo de la cabeza a los pies como me retorcía de placer. Cuando estuve a punto solté de mi boca su nombre ¡Anselmo!, ¡Anselmo! Aaah. Mi leche salió disparada con fuerzas, tanto así que pensé jamás acabaría manchando mi barriga y alucinando que aquél angelito me la estaba chupando. Al secarme el semen de mi cuerpo me di cuenta que apagaba la luz. Me acosté sin dejar de pensar en el. Me acordaba en su sonrisa, en sus labios, en su aroma, en todo lo que teníamos en común por compartir y en mañana.

Al día siguiente, me despertó el maldito teléfono, era Luciano, el bajista de la banda, preguntando algo preocupado que diablos me había pasado que no aparecí. Fue entonces que le explique que ocupe mí tiempo en otras cosas importantes sin dar más explicaciones y razones. Él no preguntó más entendió y acepto lo dicho. Regrese a la cama y lo primero que se me vino a la mente fue Anselmo!!!!. Aquél angelito con el que soñé toda la noche, que es mi vecino y que de la noche a la mañana y sin una razón lógica se había convertido en mi más anhelante deseo. De pronto el maldito teléfono sonó sacándome de mis pensamientos otra vez. Esta vez era Romina la que llamaba y con una voz desesperada diciendo que necesitaba hablar conmigo urgentemente.

Nos encontramos en el parque cerca de su casa. Al verla no me emocione, ni mucho menos pensé que su compañía era agradable. Todo lo contrario, sentí que perdía mi tiempo al estar allí.

―¿Qué sucede? Se breve hoy voy a estar muy ocupado. –Le dije muy determinado.

―Sospecho que estoy embarazada―Su voz sonó muy triste y a mí me cayó como un trueno. En ese momento sentí que me habían quitado el aire. ―¿Qué pensar?, ¿Qué hacer?, ¿Qué decir?― Nada se me vino a la mente. Sólo un simple:

―¿Qué, pero como?― Ella empezó a lagrimear.

―Romina, sabes que no estamos preparados para ser padres. No puedo decir que estoy contento, porque no lo estoy, confié en que te cuidabas y si no hubiera sido así, sin problemas yo me hubiera cuidado pero creí en tu palabra.

―¿Por qué me culpas de eso, si ambos lo somos? Además yo tampoco me siento preparada para tener un bebé―. Me confesó hecho un mar de lágrimas.

Siempre me han culpado de ser frio, demasiado honesto para decir las cosas,
no se fingir ante la realidad, me cuesta, prefiero herir con la verdad que hacer daño de por vida con una mentira.


―Por lo mismo, no es cuestión de aceptar y querer, a pesar de las cosas que yo pueda pensar y decir que hagas, el cuerpo es tuyo, y aunque diga que no, tienes el derecho a decidir lo que quieras. Yo tendré que apoyarte y asumir mi responsabilidad―. Obligado la abracé y le pedí que pensara bien las cosas.

Como un ser sin vida regrese a mi casa. Al llegar tome mi guitarra y pensé en la situación. De pronto vi que Anselmo salía de su casa, quise saber donde iba y me di cuenta que cruzaba la calle y se dirigía a la mía. ―¡Dios mío, que no me vea con esta cara de desencantado que va a pensar???―Corriendo entre
al baño y me mojé la cara mientras oí el timbre sonar, pareciera que el corazón se me saldría por la boca. –Carloooooooosss― Mi hermana llamó a gritos ―¡Te buscan! Me seque rápidamente y salí casi volando por las escaleras hasta encontrarme nuevamente con esa mirada cálida y que parecía traer el mar. Me sonrió y dijo:

―Hola Carlos te vengo a buscar!

―¿A mí?― Le contesté con una cara de bobo sorprendido. Algo preocupado me preguntó:

―¿Acaso olvidaste que acordamos para tocar hoy?, ¿Vengo muy temprano, o simplemente no queres? Si no queres, lo dejamos para otro día y esta.

―No seas tonto, vamos que tengo ganas de oír como tocas―. Él me contestó con tanta determinación y un tono en su voz medio pícara.

―¿A quien tratas de tonto? El único tonto aquí sos vos ""―. Me dijo riéndose medio malulo.

―¡Ay dios mío trágame tierra, un mocoso determinado y un tanto ácido con sus comentarios―. Pensaba en mis adentros.

Su forma de ser tenía un encanto singular, no como todas las personas que había conocido, que al decirles algo se morían de la risa o se quedaban calladas. Este adolescente demostraba ternura, una belleza interna y para que hablar de la externa……Sus piernas eran altas, morenas, un marcado cuerpo y unas nalgas que eran arrechantemente apetecibles. Tenía una mirada profunda, que si no sacaba mi mirada me iba a poner a hervir y me lo comería a besos.

Entramos a su casa, ya había muchas cosas en orden.

―Mis viejos no están así que entremos sin temor a hacer ruido― Esa confesión hizo que en automático se pare mi miembro.

Le pregunte si sabía tocar algo más que la batería. Me contesto que sí algo de guitarra, algo de piano y que además si le pedían que cantara, cantaba también. Imaginando esa voz con ese dejo de argentino que me alocaba le pedí de favor que cantara algo. Practicando la letra de la canción, le acompañe con la guitarra. Al escucharlo como cantaba, no pude seguir tocando, me asombro de tal manera que quede con la boca abierta. Me gustaba como cerraba sus ojos y creía en cada palabra que salía de su boca con tonos perfectos. Deseaba comerme sus labios, sin sacar mi mirada de encima de su cuerpo, de apreciar la manera como se movía. Fue cuando deje la guitarra de lado y me acerque donde el. A pesar de que tenía miedo al rechazo lo atraje a mi cuerpo y le dije al oído:

―Sigue cantando y bailamos―. Abrió sus ojos y me sonrió algo nervioso, pero aceptó. Le puse sus manos atrás en mi cuello y siguió cantando y mientras lo acercaba a mi, sentía calor en mi cuerpo por tener su cuerpo tan cerca del mío, su aliento cantándome al oído, los movimientos de su cuerpo, eran realmente celestial.

Jamás antes había tenido a un hombre tan junto a mí, pero tan bello ejemplar en mis brazos me hizo olvidar la situación. Su cabello rubio y algo crecido olía tan bien. Para mi felicidad, empezó a acariciar con sus dedos mis cabellos en la nuca y sin darme cuenta, se me acerco aun más, sintiendo esta vez su pecho pegado al mío. Podía sentir mis manos en su perfecta espalda y mi afortunado corazón latiendo tan fuerte. Él se acercaba mucho más, presionando su cuerpo de tal manera que pude sentir su verga semi―erecta y yo no pude aguantar en mí el deseo de poseerlo, estaba sin control. Mi verga sin vergüenza alguna estaba como un mástil. Su aroma me atontaba, su voz me embrujaba, no quería abrir los ojos. No note que ya no cantaba, aun así su voz seguía en mi mente, mientras él, buscando mi mirada me pregunto:

―¿Qué tal te pareció Carlos?―Le quedé mirando y solo atiné a decirle:

―Me encanta―. Mientras lo alucinaba mío poniendo una cara de deseo contenido.

―Carlos no me mires así que me estás asustando.

―Es que cantas tan bien que quisiera saber como saben esos labios de donde salen tan extraordinarias interpretaciones―.

Fue cuando sin timidez alguna me dijo:

―No he besado a nadie aún, ni hombre ni mujer. Pero el día que lo haga, lo haré por amor, por estar enamorado y no por calentura―. Y pensé: ―¿Lo dirá por impresionarme o lo dice sinceramente?

―¿Estás bien, cierto?―Lo dijo muy determinante.

―No, no estoy bien, siento quemarme interiormente porque quiero besarte y no me dejas.

―¿Siempre obtenes lo que queres o que?

Me acerque sin decir nada y junte su cuerpo al mío. Me regalo un suspiro y con ese suspiro despertó el hambre en mi nuevamente. Tomé su cara, delicadamente pero decidido, junte sus labios con los míos y puse en ellos su primer beso y el a mí me puso vida. De pronto separo sus labios de los míos y me dio un gran empujón que fui a caer al costado de la batería.

―Creo que no me has entendido, quiero que te vayas y no vuelvas a hacerlo nunca más, retirate por favor―. Sin decir nada salí de su casa.

Me dio risa la situación, a la vez temor . Temor por no volver a verlo y risa por su temperamento.

Desfilaron los días y ni siquiera lo vi por la ventana, por mas que mi mirada lo buscaba, no lograba encontrarlo. ―¿Dónde estará?―No sacaba de mi mente a ese chiquillo, por más que trataba. Él jueguito del "niño difícil" me estaba volviendo loco, a pesar de estar a unos cuantos pasos de mí . Por otro lado había resuelto no tener más sexo con Romina (en realidad era puro pretexto), haciéndoselo saber debido a su embarazo y por más que le molesto la idea, tuvo que aceptarlo. Así poco a poco se fue acabando las migajas de amor que sentía por Romina. Era conciente que tenia que comentar el estado de ella con mi familia porque tarde o temprano se enterarían literalmente de "la situación embarazosa".

Pasaron más de dos semanas, y no veía a mi angelito ni de asomo por la ventana. Eso me preocupaba mas que enterarme como se encontraba la futura madre de un ser que realmente no deseaba pero que tenia que aceptar. Lo tenía tan dentro de mi mente que hasta del grupo y de la música me olvide ―¿Estaré enamorado ?―me preguntaba mil veces sorprendido de mi mismo . Pero me convencí que realmente lo estaba tenia la sensación de ser mi primer gran amor y daba razón por primera vez lo que era estar enamorado. Lo extrañaba y me gustaba extrañarlo, me daban más ganas de verlo y era un convencido de que tenia la libertad de amarlo porque así yo lo deseaba, no era un amor fingido, era hermoso, un amor libre . Mientras mas lo extrañaba, más lo deseaba, más lo necesitaba, mas lo quería tener ..Y más buscaba el placer en mi piel.

Estaba sentado fuera de la casa haciendo ciertos arreglos con unas letras que habíamos hecho con los chicos, cuando escucho el ruido de una moto. ―¡Era él, Anselmo! ¡Mi Dios, mi ángel ha vuelto!―Me pare, arroje lo que tenia en las manos y me dirigí hacia él. Vestía muy deportivamente. ¡Mi Dios que bello es! ¿Estará todavía molesto conmigo?¿Me atrevo? ¡Si, si lo he extrañado tanto que debo verlo, aunque me regale desprecios!―Me acerque y quede mirando a esos ojos azules que me mataban y me resucitaban al mismo tiempo.

―¡Carlos que sorpresa! ¿Cómo estas?―Me dijo como si nada, como si me hubiera visto un día antes.

―¿Dónde estabas?―Le interrogué.

―Necesitaba estar a solas, pensar y la mejor manera de encontrar respuestas es en silencio, lo mejor es estar solo. Por lo mismo, me fui a acampar cerca y estuve allí, hasta que encontré la paz que necesitaba.

―¡Te estaba extrañando!―Le dije con una voz algo tímida.

―¿A mí?¿Por qué?―Me respondió escuetamente.

―¿Es que no puedo extrañarte?.

―Si queres, cuestión tuya.

―¿Estas aun molesto?.

―¿Por qué he de estar molesta ?.

―Por lo que paso entre los dos.

―¿Qué paso, se puede saber lo que pasó?. ¡Que yo sepa no ha pasado nada!


La frialdad con la que contestaba me dejó atónito y sin palabras. Para colmo se despidió y se marcho.

Los días siguieron su rumbo, pero decidí no molestar más a Anselmo, cuando de pronto un día lo veo en casa conversando con mi hermano José y sus amigos. Me llenó de rabia aquella situación, me entraron celos, unos celos que no podía controlar, nunca fui celoso antes, pero esta vez me entraba ganas de preguntarle lo que pretendía, pero calle. Con ellos se presentaba calido y sonriente mientras a mí ni me determinaba Lo miré con rabia ―¡Sabe que lo quiero, que me gusta, que estoy enamorado!. ¡Dios mío!, ¿Tendré que pagar por los errores cometidos?. Romina ya no existía en mis pensamientos, ni en mi corazón solo existía él, mi vecino de 17 años. Sin pensar en la diferencia de edad de los dos (4 años), lo imaginaba solo mío, no podía tolerar verlo abrazarse con mi hermano, tal vez debería de comprender que ellos eran casi de la misma edad y que se sentía más a gusto con ellos por lo mismo, pero mi amor por él me cegaba. Con paso fijo, entre a mi habitación, sin siquiera pedir permiso, me encerré en mi habitación y me eche a llorar . Con angustia, deseos, amor, tantos sentimientos encontrados, me quede dormido.

Al día siguiente, me lo encontré yendo a la casa de Romina, sin mirarlo y sin decirle una palabra camine. De pronto se me cruza y me dice:

―¿Acaso no saludas?.

―Es que no te vi, disculpa que tal―Le respondí con voz desinteresada.

―A vos algo te pasa ¿cierto?.

―A mí nada ¿Por qué?.

―Porque te noto distinto, te noto lejos de aquí.

―Estás equivocado yo estoy bien, son cosas tuyas.

―Bueno, así sea, espero estés bien, pero si es algo me lo comentas. Espero me consideres tu amigo.

―¿amigo?― Pensé ―Más que amigo, ¡Te amo tonto!, ¡Cómo no te das cuenta de eso!― Seguía hablando en mi interior.

―No te preocupes Anselmo, eres mi brother y ..

―Hablemos Carlos― Me dijo deteniendo mis pensamientos con ese acento cálido de argentino.

Entonces empecé a contarle de mis cosas, hasta que toque el tema de Romina, pensé que le molestaría, pero escuchaba sin siquiera reaccionar. Constantemente le decía ""¿Entiendes ?, como asegurándole de que las cosas que le confiaba no era por que yo así las deseaba . De pronto me hizo callar y empezó a decirme cosas que me dejaron helado:

―Sabes algo, ya sabia lo que pasaba entre tu novia y tú. Desde el día que me habías besado no he dejado de pensar en ti. Me retiré unos días de casa para meditar, porque temía a lo que sentía y porque nunca había sentido algo tan fuerte, pero a pesar de que somos hombres y que temo a lo que venga, me había decidido a amarte. Por otro lado me daba miedo que solo me utilices para satisfacer tus deseos sexuales y luego me dejes, sin embargo decidí buscarte. Cuando volví, pregunte por ti. Tu hermano me atendió y me comentó sobre tu situación con Romina. Eso me molestó mucho, pero desde ese día me hice amigo de tu hermano, llegando a tener mucha confianza con él. Pero además lo hacia por saber de ti.

Noté como se agitaba su voz y se quebraba en su inmensa seguridad, se volteo para no verle su rostro. Entonces me di cuenta que lloraba.

―Por favor quiero que te vayas.

―No me pidas eso yo quiero quedarme contigo.

―Por favor vete, no quiero que me veas así.

―Anselmo quiero abrazarte.

―Por favor vete, vete lejos. Porque venis a mi vida ahora? y con la situación que estas viviendo.

Me estaba matando con lo que decía, me acerque arriesgando que me rechazara y que los vecinos nos miren. Lo abracé fuerte tan fuerte que se rindió en mis brazos y hecho a llorar. Me dijo que mejor me olvidara de lo nuestro y que tomara mi responsabilidad con Romina y la criatura.

―No Anselmo, yo me haré cargo del bebé pero con Romina no hay nada, murió hace mucho tiempo. Lo que siento por ti me asombra y me asusta tanto como a ti, no es algo que yo he decidido o he provocado solo se dio.

―¿Carlos y si esa criatura no es tuya?―Me dejo la mente en blanco con su pregunta.

―No creo, ella solo a estado conmigo, no es que la defienda pero estoy completamente seguro de que ese niño es mío.

―Ahora que se da la situación y vos estas seguro de que es tuyo toma responsabilidad―Me dejo congelado de tal manera que no se como se me volvió a escapar.

Anselmo seguía frecuentando la casa buscando siempre a mi hermano José, aunque pensaba que había más que amistad decidí no molestarlo más. Con él salían a fiestas, a comprar, o simplemente se juntaban para compartir.

Luego al comenzar las clases, se hizo de más amigos, y olvido que existía . Yo como siempre, lo miraba de mi habitación, lo lloraba, y recordaba y por más que deseaba decirle lo que sentía, no me arriesgaba, por sus respuestas, que tenia que tomar responsabilidad por algo que nunca deseaba, pero tenia que aceptar.

(10,00)