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Recien casada en apuros (3 de 3)

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Han pasado dos semanas desde que la familia de Luz (padres y esposo) ha recibido las nuevas fotos con su pancita incipiente.

El amor de su familia es tan grande que más allá del rechazo primario a verla embarazada (quizas por pensarla siendo cogida por tantos), la sensación final es alegría por verla viva.

La vergüenza y el temor de que algo le pase, ha hecho que ninguno radique la denuncia sobre su desaparición. Solamente padres, esposo y sus dos chicos saben la verdad (aunque éstos dos últimos no saben nada de las fotos, sólo que ha sido secuestrada y está bien). Para los demás han inventado una historia que tiene que ver con un desequilibrio mental de ella que la llevó a escapar y desaparecer.

 

Dónde estás Luz?

Aunque parezca mentira, lejos de su casa familiar, Luz, la rubia "radiante" que alguna vez usara su pantalón blanco de hilo, era hoy una semi-esclava, vestida con un batón gris, gastado y sin algún botón.

No obstante haber entrado en su tercer mes de gestación, la blonda muchacha conservaba todo su estilo sensual. La pancita le asomaba justo allí donde le faltaba uno de los botones de su vestido, y eso la hacía más apetecible.

La desaparición de las náuseas le había hecho retomar el hábito de las mamadas nocturnas. Dependiendo del cansancio de los 5 delincuentes (dado que ahora se había sumado Mocho al elenco estable), Luz se chupaba 3 ó 4 pijas por noche, tragando sin problema las correspondientes descargas.

Durante el día, estaba a disposición de quien la cuidara, y éste tenía el derecho de cogerla hasta donde le dieran las ganas, pero sin lastimarla.

Todas las noches, Luz dormía ahora sin esposas, dado que los perros afuera, y su estado de gravidez, le impedían poder escapar en la oscuridad de la noche.

Cada vez que cerraba sus ojos, se acordaba de sus hijos, y lloraba en silencio, esperando poder parir rápidamente para quedar libre de esa pesadilla.

 

Preferencias.

Platero era sin dudas "el novio oficial" de Luz. Era quien más se la cogía y casi el único que lo hacía por su concha.

Era común que día por medio, Platero llegara a medio día o cerca de la siesta y la colocara a ella en posición misionera, le desabrochaba el vestido y le sacaba la bombacha solamente de una pierna. Se le colocaba delante y la penetraba suavemente, tomándola del vientre, como si quisiera acariciarla a ella y a su bebé al mismo tiempo.

Ella ya se había acostumbrado a semejante miembro, y dado que el coito era lo más parecido a una relación sexual matrimonial, ella se dejaba llenar la matriz tranquilamente. Apenas Platero le descargaba la leche, éste se retiraba de la pieza y ella se sentaba con sus piernas abiertas para hacer bajar el semen y limpiándose con un trapo se colocaba de nuevo la bombacha.

 

"Al cuarto mes… le pesa en el vientre".

Eso dice la canción de Joan Manuel Serrat, y debería ser cierto porque a partir del cuarto mes, la condición sexual de Luz cambió. Un poco más pesada que antes, no podía hacer muchas cosas, ni de limpieza, ni con su cuerpo.

Solamente era culeada por el Mudo, quien dado que era doctor, sabía plenamente qué tocar del cuerpo de la rubia para que esta comenzara a dudar entre sentirse violada y "sentir".

No por nada, el Mudo, cuando tenía que cuidarla, le hacía una enema por la mañana para cogerla a la hora de la siesta. Con ello no sólo ganaba más lugar, sino que ella lo recibía más liberada de gases y excrementos, lo que hacía para ambos más placentera la relación. Estos "cuidados" eran agradecidos con Luz con una tibia mirada de que demostraba ese sentimiento.

Antes de cogerla por el culo –colocándola como una perrita-, el Mudo le metía dos dedos en la vagina (con las yemas de sus dedos para abajo y le acariciaba suavemente la parte inferior interna. Allí se encuentran todas las terminaciones nerviosas de la vagina; y la rubia (muy a pesar de ella) comenzaba a calentarse, aunque nunca demostró absolutamente estar sintiendo nada cuando fue violada.

El Mudo sabía que tarde o temprano, Luz terminaría acabando en un tremendo orgasmo, pero que parecía estar reservándoselo para Platero.

Éste por su parte, comenzó a cogerla como una perrita en 4 patas para no aplastar su panza de 4 y medios meses.

 

La última sesión de fotos de Luz publicadas por la Banda.

A los 5 meses y medio, la panza de Luz era preciosamente curvada. Sin estrías (pese a sus 38 años y sus 2 embarazos anteriores) ni cicatrices.

Sus pechos habían crecido poco, pero lo suficiente como para que las aureolas y unos hermosos pezones color marrón oscuro coronaran esos dos montes redondos dignos de la más hermosa mamada de tetas que uno podía querer.

La concha esta vez, se la afeito el propio Platero.

Y las fotos, quizás fueron las más sensuales jamás sacadas.

A Luz se la seguía viendo triste, pero su cuerpo demostraba otra cosa. Una belleza jamás vista en una mujer de su edad.

Sólo hubo un par de fotos de 3 cogíendose a la rubia. (Mocho tomaba las fotos y Garrafa se hizo hasta dos pajas seguidas de la calentura que le daba verla a ella así y a tres tipos cambiando de agujeros constantemente.

Pero solamente Platero y el Mudo le acabaron adentro en esa sesión, cada uno, en su agujero predilecto. Cuando estaba a punto de explotarle en la boca, y ella comenzó a sentir un poco de líquido seminal –previo a la gran descarga-, Luz se quitó la pija de Milonga de su boca, aduciendo una arcada.

Éste terminó descargando la leche sobre la manta, porque Platero le pidio que no le acabe encima de ella.

 

Algunas despedidas.

Garrafa y Milonga fueron los responsables, junto con el Mudo de llevar a un locutorio a 300 kilómetros de allí, las fotos y subirlas a Internet.

A la salida del locutorio, Garrafa y Milonga le plantearon al mudo dejar la banda, dado que veían que Platero tenía casi dominada a la víctima para él y ellos no querían terminar como el Púa. Por otra parte, sólo vivían de lo que robaban por ahí, y que esto si era un secuestro, terminaría mal o ellos sin plata.

Se despidieron del Mudo, le entregaron la cámara y todo el material y marcharon hacia en norte.

En el fondo de su corazón, el Mudo no era un tipo violento. La vida le había llevado a fracasar como médico y a cumplir una condena que le había hecho vivir al margen de la ley. Salvo por todas las violaciones anteriores (alguna de las cuales él tenía mucho que ver aportando material médico), el Mudo era un tipo que no quería hablar de su pasado.

La ida de Garrafa y Milonga le hizo repensar si no era hora ya de reiniciar su vida, pero esta vez bien al Sur, en la Patagonia Argentina, donde nadie le conociera, pero, un médico en esos pueblos siempre es bien recibido.

Lo pensó una y otra vez, y pasados más de 30 días, se lo hizo conocer a Platero.

Éste le dio un gran abrazo, y le dijo -"Ojalá alguien escribiera nuestras historias de desvirgues y roturas de culo, no?".

El "mudo" le contestó: -"quien te dice, por ahí algún día escribo mis memorias y me hago famoso, pero quedate tranquilo que a vos el nombre te lo cambio por el de ‘maní’". Y los dos rieron dándose un abrazo y deseándose suerte.

Antes de irse a caballo, el mudo reculó y le dice a Platero: -"decime solamente una cosa… vos la querés a la rubia esa ¿no?"

Platero no contestaba y su sonrisa se había transformado en cara de póker.

El mudo continuó: -"porque si la querés, dejala ir, ella tiene hijos, no es como las otras. Aunque vos no la escuches, por la noche llora y nunca tuvo un orgasmo con ninguno de nosotros."

El caballo comenzó a caminar y a los veinte metros, el mudo volvió a dirigirse a Platero con un solo grito: "Pensalo!"

 

La despedida de Luz.

Cuando llegó a la pieza, Mocho se quejaba que Luz no había querido coger con él, pero que como estaba prohibido pegarle, él no la tocó.

"Hiciste bien, Mocho… hiciste bien: por ella… y también por vos." –comentó Platero y agregó: "Hoy volvemos a dormir en el dormitorio de la casa principal, pero vos Mocho quedate acá… al fin y al cabo sos el puestero no?"

Y al Mocho casi le sale un "Sí mi patrón" del alma. Y bajando la vista, supo que nunca más tocaría el cuerpo de esa mujer.

Una vez en la casa grande, Platero dejó que Luz se bañara y cuando ésta salió de la tina, se encontró con en delicado vestido verde, similar al batón que tenía, pero éste era nuevo y tenía todos los botones.

Luz no supo interpretar las intenciones de Platero y le dijo por primera vez en tantos meses y los gritos: "Hasta cuando voy a ser tu puta cautiva?" "Hasta cuando voy a seguir tragando noche tras noche la leche de todos tus amigos?"

Llorando, y tirada desnuda en la cama, lo miró a los ojos casi suplicando: "qué querés hacer conmigo y con mi hijo"?

"Nuestro hijo" –dijo Platero.

Ella asintió llorando desde la cama. Como diciendo: "sí, sé que vos sos el padre porque en mi primera ovulación nunca nadie me llenó la vagina, solamente vos".

Platero se acercó a la cama y acariciándole la cabeza, le dijo: "es mi hijo, pero se irá con vos… para eso es el vestido. Volvé con tu familia antes que quiera tenerte cautiva para siempre."

La desesperación de Luz ante esas palabras le hizo vestirse en menos de un minuto, olvidando cambiarse al menos la mugrosa bombacha que llevaba ya varios días de semen seco acumulado.

Ella se ató el pelo, y se puso lo más linda que podía estar. Platero la llevó a caballo lentamente hacia la salida del campo y de allí a la Ruta provincial vieja.

Platero la dejó al borde de la ruta donde sabía que en media hora más o menos pasaría algún ómnibus que la llevara a la Capital. También le dejó algo de dinero (robado obviamente) para que pudiera pagarse el boleto.

Y Platero, desapareció del horizonte poco a poco con su caballo, yendo en dirección al campo, donde se despediría para siempre de Mocho, dejándole otro poco de dinero y un "gracias por los servicios prestados".

Nunca nadie más supo de Platero.

 

El regreso de Luz.

La desesperación por volver a casa no le hizo esperar el ómnibus y paró al primer camionero que pasaba por la ruta en dirección a Capital.

Luz le pidió por favor que necesitaba estar rápido con su familia y que había sido asaltada (sin darle más detalles).

A los 10 minutos de viaje, ella le preguntó al camionero en qué lugar se encontraban. "Esquina de Crotto" –le respondió él- "falta todavía para donde vos vas".

Ella se desvivía en querer pagarle el pasaje y hasta le entregó todo el dinero que llevaba", pero el camionero le dijo, "mirá rubia, hace rato que no se me sube una como vos al camión y que no me hecho un buen polvo. Qué te parece si te cambio el pasaje por un rato atrás conmigo?".

Luz, indignada, le dijo –"me tomás como una puta vulgar"?

"Nooooo, mi hijita, no. Vulgar no. Ya te dije que hace rato que una putita fina como vos no sube al camión"- le espetó el camionero.

"Y cómo sabés si soy puta? ¿qué sabés vos de mi vida?", contestó ella echándose a llorar.

"Fácil: por el olor a leche que tenés encima… y me parece no sé por qué que fueron varios los que te llenaron ‘la panza con huesitos’, o no?".

Luz se quebró nuevamente, y llorando le contó la historia real. El martirio de sus ya 7 meses.

A la media hora de llanto y relato, el camionero paró en un lugar semiabandonado y le hizo una oferta: "mirá, si ya te cogieron tanto, por un polvo más no te vas a morir, no? Yo no te estoy forzando –que te quede claro- sólo es un intercambio. Vos no podés denunciarme aunque venga la policía, porque no te voy a pegar, ni a maltratar, sólo quiero ver qué se siente al cogerse a una embarazada."

Le llevaron 5 minutos a Luz tomar una decisión.

"OK, pero sólo una vez, y me acabás por el culo, no por la concha".

El camionero, con una sonrisa (mostrando que le faltaban varios dientes) le dice casi al oído -"pasá para atrás y tirate allí en el asiento cama, abrite el vestido y sacate la bombacha solo de una pierna… dale… apurate que desde que subiste estoy al palo".

Luz terminó poniéndose de la misma forma en la que Platero la cogía últimamente. Flexionó sus piernas y permitió que la verga del camionero le penetrara totalmente hasta los huevos.

Éste le había puesto una almohada justo en la cola para levantarla más y dejar más accesible la adorable flor que ahora parecía su ano.

Solamente fueron menos de dos minutos, cuando ella comenzó a sentir que la matriz se contraía y le traía molestias al principio y dolores fuertes después.

Esto calentaba más al camionero, pero ella le obligó a sacar la pija y ponérsela en el culo para acabar.

Las contracciones siguieron, pero ahora con menor intensidad. Y más allá de que nuestro transportista le lanzó una andanada de semen de al menos cuatro chorros… ella sintió que con las últimas palpitaciones de la pija de él en su recto, también se iban las últimas contracciones uterinas.

Los dos se bajaron del camión; él, para limpiarse la pija que le había quedado con algún recuerdo fecal. Y Ella, para cagar todo lo posible, desde los excrementos que tenía de hacía un día atrás, hasta la última gota de leche del hijo de puta que era en teoría su salvación.

Se terminó limpiando el culo con la bombacha y la lanzó bien lejos. Como lanzando lejos toda la historia que había vivido.

 

La llegada a casa.

El camionero la dejó en una Estación de servicio que servía de "parada" para pasajeros, y devolviéndole la plata que ésta le había dado, le dijo: "decí que no tengo un mango, porque por el polvo que te eché te tendría que llevar por toda América gratis".

Ella –ya desde abajo del camión- le sonrió sarcásticamente, mezcla de agradecimiento por el piropo y mezcla de odio por haber tenido que dejarse llenar nuevamente el culo por un desconocido.

45 minutos más tarde, estaba a menos de 15 minutos de su casa, viajando como cualquier otro pasajero que retornaba de vacaciones o de un fin de semana largo; sólo que ella retornaba de un infierno, del cual traía como recuerdo una criatura en su vientre.

Con una mano temblorosa tocó el timbre de su casa, y puso la otra arriba de su pronunciada panza de 7 meses. Temblaba como una hoja imaginando quién sería la primera persona a la que viera.

Y la puerta se abrió, y los ojos de Luz se llenaron de lágrimas al verla a Sofía su hija, que abrió displicentemente creyendo que era el delivery de la pizza que habían encargado.

Un grito de "Mamá", fue suficiente para Rolando (su otro hijo) y Alberto (su esposo) corrieran a la puerta a abrazarla.

Alberto y Luz se abrazaron largamente, llorando. Un llanto que se extendió al menos por cinco minutos, mientras los chicos saltaban de felicidad al ver a su madre de vuelta.

Alberto y Luz. Cada uno en esos minutos lloró en silencio su pena.

Él, porque sabía que si la amaba realmente a ella, debería vivir de allí en más con el ejemplo de la violación de ella de lo que sería su humillación.

Ella, porque dentro de su vientre lleva una criatura que sabía había sido concebida con amor.

Ambos sabían, que si querían sobrellevar esto, deberían dejar de lado su orgullo y hacer pocas preguntas.

 

Meses después (final).

El bebé nació a término -según las cuentas maternas- y fue un varón al cual le pusieron "Juan", puesto que durante el noveno mes, Luz se limitó a leer "Platero y Yo" y convenció a todos que la dulzura del escritor era lo que ella quería ver en su hijo.

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