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Ocurrió, pero se me fue de las manos. - 03

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Pasaban varios días del encuentro con Lucia y el señor, todos mis pensamientos iban en la misma dirección. No paraba de recordar la tarde tan maravillosa que pase con ellos, ya no tenía los remordimientos del principio y, me gustaba cerrar los ojos y recordar los dos polvos que me hecho el señor. Recuerdo que los primeros días tenía aun molestias en el ano, pero fueron viniendo a menos con el uso de crema proctológica. Ahora solo había recuerdos morbosos, y quería que Lucia llamara para concertar una nueva cita, y volver a vivir dichas sensaciones.

Era jueves y desde el viernes de la semana anterior no había noticias de Lucia, estaba un poco desesperado y sin más premura cogí el móvil y llame a Lucia.

―Si diga,……. hola Carla, no había reconocido tu número. – contesto

―Que tal Lucia, ¿hace días que no sé nada de ti?, ¿tienes algún problema? – comenté

―No cariño, he estado liada arreglando cosas, y por eso no he contactado contigo. Intuyo que quieres que nos veamos, ¿no?

―Acertaste, me gustaría volver a verte cuanto antes, y a tu amigo el señor también. – conteste

―Ya te dije que lo ibas a pasar estupendamente, me alegro que desees un nuevo encuentro. Déjame unos días, y concierto una cita  para estar con él, ¿te parece bien? – respondió

―Estupendo, espero tu llamada. Un beso, adiós Lucia. –  y colgué

Había que esperar, solo deseaba que no se alargara demasiado. Al día siguiente, poco después del almuerzo sonaba el móvil, era Lucia, ¡hola ...... , que tal,¡ el otro día no te vi en el gimnasio, - conteste, ¿Qué se casa Juan?, no me lo esperaba, ¿y nos invita a la despedida?. – seguía la conversación a Lucia.

―Veré si puedo ir,  te llamo y te respondo, saludos……. – colgué.

―¿Quién se casa? – pregunto mi mujer

―Uno que conozco del gimnasio, y al parecer a invitado a todo el grupo a su despedida este sábado. – respondí

―¿Vas a ir? – No sé, ¿tú qué harías?  –  Ve, seguro que te divertirás.

―Pues si no te importa, lo voy a llamar para quedar. – conteste

Luis, cuenta conmigo. ¿Quedamos en tu casa?, ¿sobre las ocho de la tarde?, de acuerdo, nos vemos el sábado. – colgué con una sonrisa en mi interior.

Al día siguiente sobre el mediodía, llame a Lucia, para concretar mejor lo del sábado.

―Lucia, te llamo para que pongas al día de lo de mañana sábado. –

―Te cuento Carla, mañana el señor nos invita a una fiesta, que se celebra en un club privado. Solo asisten hetéreos y travestis como nosotras, y todo con la máxima discreción. – continuo hablando  –

―Si asistimos, él nos regala los vestidos para la fiesta, pero hay que confirmárselo para que se encargue de tenerlos mañana en casa, ¿qué te parece la idea? – termino a la espera de mi respuesta.

―No sé, me gusta y a la vez me da un poco de miedo, no es lo mismo que estar en tu casa, donde hay mutua confianza. – son demasiadas cosas en poco tiempo y me cuesta asumirlas. – comente.

―Venga Carla, anímate, sé que es tu primera vez que saldrás a la calle, pero algún día hay que tomar la decisión de seguir o terminar lo que has empezado. – Te dejo y lo piensas, llama dentro de diez minutos con tu decisión, para comunicárselo al señor. – colgó

Quede pensativo por las palabras de Lucia, (seguir o terminar) había que decidirse. Quería ir y conocer gente que al igual que Lucia y yo, tenía las mismas fantasías y gustos en cuestión de sexo, pero también habría hombres como el señor, que nos conocerían y podrían reconocernos después en la vida diaria………… me estaba haciendo un lio. Ni yo mismo sabía lo que quería, buscaba excusas sin motivo que lo único que hacían, eran ponerme la cabeza loca.

No terminaba por tomar ninguna decisión, pasaban los minutos y no llamaba a Lucia, ni para confirmar, ni tampoco para retirarme. Pensaba y pensaba……… venga anímate…. me decía a mí mismo. Atrévete y da el paso, que seguro lo pasaras estupendo…….

―Lucia, que sí, que vamos a la fiesta. – le dije nervioso.

―Me alegro Carla, no te arrepentirás. Mañana te espero en casa sobre las ocho, un beso y te dejo, que llamo ahora al señor para confirmárselo. – colgó con voz de euforia.

Sobre las siete de la tarde del sábado, comencé a vestirme para ir a la (despedida de soltero). Treinta minutos más tarde me despedía de mi mujer.

―¿Qué te diviertas cariño? –  besándome mientras me decía adiós.

―A la vuelta te cuento, un beso. –

Cogí el coche y me dirigí a la ciudad en busca de Lucia. Estaba igual de nervioso que el primer día, solo pensaba en no tener que arrepentirme de nada, a la vuelta de la fiesta.

Llame al interfono y Lucia abrió la puerta, dentro del ascensor me decía a mí mismo, que tranquilo que todo saldría bien. Toque el timbre y apareció Lucia con una pequeña bata, se notaba que estaba arreglándose.

―Un beso cariño, me alegra verte de nuevo. – dijo al verme

―Yo también me alegro Lucia. – conteste besándola

―Bien, vallamos al salón de belleza que hay mucho que hacer. –

―Por cierto tengo que presentarte a Gema, ella será la encargada de que estemos radiante para la fiesta. – dijo señalando a una mujer.

―¿No habíamos hablado nada sobre terceras personas? – repliqué

―No te preocupes, Gema es de confianza además de discreta,…ella y yo hemos tenido encuentros varias veces, y todo ha ido de maravilla. – decía para tranquilizarme.

―Entiendo tus temores pero quédate tranquilo, estoy acostumbrada a este tipo de situaciones, y para mí solo es un trabajo por el que me pagan. – hablo Gema.

―Me anima vuestro apoyo, pero tenéis que comprender que para mí esto me está desbordando, y de forma demasiado rápida. – dije

―Gema volvió a tomar la palabra. – Veamos, este es mi trabajo, y me da igual hacerlo con una mujer, que con un hombre que le gusta travestirse. Yo solo soy esteticien, y me gusta lo que hago y suelo hacerlo bastante bien, te garantizo que puedes contar con mi total discreción.

―Y si te dejas en mis manos, puedes asegurar que ni tú mismo te reconocerás, y al final me lo agradecerás. – finalizo su discurso.

―Venga Carla, libera tus prejuicios y ponte en manos de gema. – Lucia

―De acuerdo, espero que todo salga bien y tenga un final feliz, - Gema, en tus manos estoy. – dije todo decidido

―Me alegra tu decisión, a partir de ahora para mí, eres una fémina ¿de acuerdo Carla? – hablo Gema de mí en femenino.

―De acuerdo Gema, dime que tengo que hacer. –

―De momento desnúdate y túmbate en la camilla, para aplicarte la crema depilatoria. – contesto

En unos segundos estaba postrada sobre la camilla y Gema estaba aplicándome una crema aceitosa por todo el cuerpo, cuando la untaba en la zona anal y genital, no podía por menos tener atisbos de excitación. Ella percatándose de la situación, me decía que no había problema, que era normal excitarse ante tanto manoseo.

Terminada conmigo, repitió el trabajo con Lucia. Me indico que debía permanecer de pie durante cinco minutos para que la crema se impregnara en la piel y su efecto fuera más efectivo. Terminada con Lucia, las dos hablábamos sobre la fiesta, y sobre como seria. Pasado el tiempo de espera, Gema nos mandó a la ducha y colocándose unos guantes de fibra natural, comenzó a quitarnos la crema de nuestros cuerpos.

Terminada su tarea, nos duchamos y en ese momento, sentí una sensación nueva en mi cuerpo. El agua resbalaba de forma muy diferente sobre mi cuerpo totalmente depilado, por primera vez. Me encantaba acariciarme con mis manos y sentir un nuevo tacto en mi cuerpo, hasta ahora desconocido para mí.

―¿Te gusta la sensación que da la depilación? – preguntaba Gema.

―Es fabulosa, ahora entiendo a las mujeres que saben sufrir, para estar guapas.

―Acercaros que os voy a untar un aceite para evitar la irritación de la piel y a la vez la tengáis más brillante y suave. – Gema

De nuevo las manos de Gema, nos acariciaba todo el cuerpo y volvió a tocar la zona genital. La excitación era mayor que antes, la suavidad de sus manos y el estar totalmente depilada ayudaban a aumentar el tamaño de mi pene.

―Al final vamos a tener que hacer algo para evitar tanta excitación en esta zona. – dijo mirando mi polla.

―No lo puedo remediar Gema, llevo unos días sin sexo y con tanto manoseo estoy que estallo. – conteste

―No te apures ahora mismo, le voy a dar una solución a tanta excitación. – fue a su neceser y trajo una crema que se aplicó en las manos y posteriormente a toda mi zona genital.

―¡Que fría esta la crema!, así cualquiera le quita a una las ganas de sexo. – dije dirigiendo la mirada a los ojos de la mujer.

―¡De eso trata!, de quitarte las ganas de empalmarte. – esto es para evitar el celo y así no te empalmaras, y podrás lucir mucho mejor tu feminidad. – dijo

Terminada conmigo, hizo lo mismo con Lucia. También se quejaba de lo fría que estaba la dichosa crema, pero no había más remedio que aguantarse, si queríamos parecer lo más femeninas posible.

Acabado el tema de las cremas, nos indicó que debíamos darnos un par de lavativas para limpiarnos el interior del ano. Acto seguido estamos las dos en la ducha y con la manguera adaptada para dicho menester, comenzamos  a limpiar las interioridades de nuestros culitos. Estaba claro que en la fiesta, lo más probable es que hubiera sexo y había que estar preparadas.

―Bueno chicas, sentaros aquí que llego la hora de ponerse guapa,…… ahora vas ver lo que te decía al principio Carla. –

Empezó conmigo, dándome unos retoques en las cejas quitando pelos para estilizarlas. A continuación me puso base de maquillaje por todo el rostro y continuó con sombra de ojos y delineando los mismos. Luego las pestañas, de una cajita extrajo unas pestañas postizas que  fue colocando sobre las mías, primero un ojo y luego otro, un rizado y a continuación la máscara. Color en las mejillas y para finalizar lápiz labial de color fresa, yo no tenía ningún espejo delante para ver mi transformación, había que esperar al final.  Finalizado con mi rostro, me cogió la mano izquierda y comenzó la manicura, luego la  derecha.  Abrió una pequeña caja y de forma lenta y hábil, empezó a colocarme unas preciosas uñas postizas. Me dejo secándome el pegamento de las uñas y mientras hizo con Lucia lo mismo que conmigo.

Tampoco atinaba a ver como estaba quedando el rostro de mi amiga, aunque ella una vez terminado su trabajo la miro, y asintió de forma positiva.

Volvió conmigo y finalizo su trabajo en mis manos, pintándome las uñas de un intenso rojo fuego. Ese trabajo estaba al alcance de mi vista y comprobé la belleza de su trabajo en mis manos. Las miraba y no daba crédito al cambio de estas, nunca he tenido las manos feas, pero tampoco esperaba que me sorprendiera tanto el verme mis manos pintadas, era la perfección y el color tan sensual lo que me atraía de tal cambio.

―Están preciosas, Gema. – dije

―Gracias Carla, sabía que te gustaría y me alegro. – Gema

Mientras me complacía absorta con mis uñas, Gema paso a hacer lo mismo con Lucia. A ella el color elegido fue un rosa chicle, pero una vez terminadas, estaban tan bonitas y espectaculares como las mías.

Gema nos indicó que nos tumbásemos en las camillas y se acercó a nosotras con un par de cajas de las que extrajo dos pares de pechos de silicona, había dos tallas y Gema eligió para mí la mayor de ellas.

―Este tamaño te viene mejor a ti. – dijo

―Tú mandas, eres la profesional y no pongo pegas después de lo visto. – conteste.

Cogió un bote de la caja y aplico su contenido en la base de ambos pechos, luego paso a colocármelos y presiono los mismos sobre mi cuerpo. Mientras hacía esto le pregunte, como y cuando podría quitármelos.

―Para quitártelos, tienes que untar esta crema sobre sus bordes hasta llegar al centro del pecho. – contesto

―Pero debes hacerlo muy despacio para evitar desgarros en tu piel, y además, deben haber transcurrido un mínimo de 24 horas desde su implante, o sea mañana a las ocho de la tarde, puedes hacer dicha operación. – termino su consejo.

No contaba yo con ese hándicap, mi intención era estar a esas horas en casa con mi mujer, para evitar problemas.

―Quédate cinco minutos acostada sin moverte, para que se fije el pecho a tu cuerpo. – Gema

―De acuerdo. – asentí

Ahora tocaba el turno de Lucia, con ella la misma operación y el mismo consejo, aunque no creo que tuviera ninguna prisa, en querer quitárselos al día siguiente como era mi caso.

Antes de levantarnos, Gema se puso a maquillar las zonas del borde del implante, para dar más realidad a los mismos y que no se notara donde comenzaba el pecho artificial.

―En pie, señoritas. – dijo en voz alta

Nos levantamos de la camilla y otra experiencia nueva volvía a vivir. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, el peso de las mamas me hizo arquear la espalda y Gema se acercó por detrás y tiro de mis hombros hacia atrás, para colocarme en posición recta.

―Vamos Carla, no me dirás que no puedes soportar un poco de peso sobre tu cuerpo. Tan solo son 400 gramos cada una y para tu cuerpo y edad es la medida ideal. – comentó

―Si no me quejo, es que tenerlas por primera vez, me hace sentir una sensación rara. – Además, tendré que acostumbrarme a ellas, y sobre todo caminar con un peso extra por vez primera. – contesté

Lucia no se quejaba, se la veía feliz y se puso enseguida a caminar por el piso, estaba claro que no era su primera vez con ellas puestas. Yo miraba las mías y empecé a seguir a Lucia y caminar con mis prótesis, mi cara de felicidad reflejaba mi estado de ánimo. Yo estaba impaciente por poder mirarme a un espejo y comprobar los cambios que habían aparecido en mi cuerpo desde que Gema me cogió en sus manos.

―Chicas, hay que comenzar a vestirse aún nos queda trabajo por hacer. – Gema

Gema acerco dos cajas en las que se venía escrito el nombre de nosotras, abrió la  de Lucia y apareció la lencería más fina y sensual que jamás vieron mis ojos. Medias de cristal negras, bragas transparentes y con adornos de corazones de color rosa a juego con un corset cuyo tacto era suave y de una belleza sin igual. Lucia, no cabía de gozo, sus ojos ya de por si bellos y realzados con el maquillaje, parecían salirse de sus orbitas.

―¿Te gusta Carla? – pregunto con nerviosismo

―No solo me gusta, me encanta, y vas a estar fabulosa. – contesté

Una vez colocadas las medias y las bragas por parte de Lucia, Gema se dispuso a colocarle el corset. Se colocó detrás de ella y comenzó el juego con las cuerdas del mismo, estiraba de una, luego otra y así hasta tener a Lucia con una cintura de avispa y un realce del pecho fabuloso. Para finalizar unió las ligas del corset con las medias y termino de ponerlas  rectas.

Bellísima, Lucia estaba esplendida y ahora era mi turno.

―Y ahora, te toca a ti Carla. – Gema.

Abrió la caja con mi nombre y cuando dispuso su contenido sobre la cama, casi me caigo del asombro. Yo no era novata en temas de lencería, siempre le compraba a mi mujer la que a mí me apetecía, y luego me ponía cuando ella se ausentaba por varias horas de la casa. Pero lo que veían mis ojos era un nivel que jamás podría imaginar tener para mí. Al igual que Lucia, el conjunto se componía de tres piezas, medias, bragas y corset, pero aunque este mal decirlo, el mío superaba al de mi amiga.

Era lujo lo que había frente a mis ojos, color marfil, como si estuviera predispuesto para una novia. El encaje de las prendas, el tacto y su belleza, deducían que aquellas prendas eran de alta costura.

 Me quede sin palabras, las piernas me temblaban de los nervios y solo deseaba tenerlas sobre mi cuerpo.

―¡Guau…..! –  exclamo Lucia

―Joder que belleza. – Gema

―Vamos Carla, ya estamos tardando en verte con esta maravilla en tu cuerpo. – comento Gema

Me temblaban las manos mientras colocaba las medias sobre mis piernas, Gema tuvo que terminar de ponerlas bien. Cogí el tanga y se deslizo sobre las medias hasta llegar a su posición natural. Todo perfecto, la crema que unto Gema en mis genitales, había hecho su efecto y el tanga cubría a la perfección mis zonas íntimas. Era el turno de Gema con el corset, lo coloco en su sitio y una vez detrás de mí, comenzó el ritual de los cordones del mismo. Mi cuerpo comenzaba a estrecharse y en particular la cintura, mis pechos se elevaban y lucían mejor su tamaño. Unió las medias con el liguero del corset y listo.

Gema no dio tiempo a admirarnos mucho, acababa de traer los tacones para terminar con el vestuario. Para Lucia de color negro con algo de plataforma y 12 centímetros de altura, el zapato adornaba su empeine, con encaje transparente y adornos de cristal. Sencillamente fabuloso, una vez colocado en el pie de mi amiga, se podía admirar la belleza de los mismos.

La segunda se abrió, y para seguir con el juego de mi lencería, el color era marfil, plataforma y también 12 centímetros de alto. Todo el zapato estaba adornado de encaje, ese efecto hacia que con las medias mis pies lucieran más sensuales. Me puse de pie y ahora si me veía como una autentica mujer, los tacones eran mi debilidad. Siempre pensaba que una mujer sin tacones es menos mujer, o menos femenina.

―Y ahora a vestirse chicas, voy por vuestros trajes. – Gema

De nuevo dos cajas con la identificación del nombre, se abrió primero la de Lucia y apareció como por arte de magia, un vestido largo de color azul oscuro, lo adornaban cristales de arriba abajo en sentido de espiral. Gema ayudo a Lucia a colocárselo, su forma entallada así lo requería. Cerró su cremallera apenas visible, y una diosa llamada Lucia, apareció entre nosotras.

Gema termino de sacar de la caja una peluca color caoba y con mucho cuidado, la coloco sobre la cabeza. El pelo llegaba a los hombros y su forma ondulada era perfecta para el rostro y el vestido de Lucia.

―No tengo palabras Lucia, es impresionante como te veo. – dije

―Gracias cariño, ahora es tu turno. – Lucia

Las manos de Gema, sostenían una maravilla de vestido. También era largo y de talle estrecho, adornado igualmente con cristales celestes claro distribuidos de forma esporádica, ¿color?, blanco por supuesto.

La ayuda de Gema era vital, costo bajarlo hasta el final. Su entallado se adhería mi cuerpo, lucia delante un pronunciado escote, que al llevar corset ajustado, hacían ver mis pechos de manera generosa. La espalda descubierta para poder lucir el maravilloso corset que portaba. Faltaba la peluca.

Gema cogió la mía y se dispuso a colocármela, era más corta que la anterior, apenas llegaba al cuello, pelo lacio con las puntas hacia el interior del cuello, y de un color negro intenso.

―Te queda genial a tu cara, estas guapísima con ella. – Lucia

―Gracias cielo, pero estoy loca por tener un espejo donde mirarme. –

―Yo estoy igual que tú, quiero un espejo yá. – contestó

―Todo a su tiempo señoritas, vallamos al vestidor para ver el trabajo terminado, y espero que os guste. – Gema

Caminamos con paso nervioso hasta llegar a la otra habitación, Lucia disponía de un inmenso espejo, tenía la altura de nosotras en tacones y de ancho casi metro y medio, seguramente provendría de algún probador profesional.

No daba crédito a lo que estaba viendo enfrente mía, era Carla, y sin ningún rasgo masculino por ninguna parte. Casi hecho a llorar, me miraba y solo veía a una mujer, esa en la que siempre soñaba parecerme, pero mucho más hermosa de lo que pudiera imaginar.

Eran años queriendo cumplir mi fantasía y ahora lo estaba contemplando. En esos instantes no me acordaba de nadie, ni siquiera de mi mujer, (bueno algo sí, ella moriría de envidia al verme) solo quería disfrutar del momento.

Como decía Gema que estaba a mi lado, estábamos delante de una novia. El señor había elegido todos los detalles, para que pudiera verme como tal y lo había conseguido. Por supuesto la ayuda de Gema fue fundamental para poder lucir de esa manera.

―¿Qué me dices ahora, Carla?. – pregunto Gema

―Gracias cielo, eres fabulosa con tus manos, tenías razón al asegurarme que no quedaría defraudada, un beso. – Carla

Nos acercamos las mejillas para no estropear su obra, a la vez que la abrazaba. Mientras tanto Lucia no paraba de dar vueltas con su vestido delante del espejo, estaba radiante y el vestido era un guante en su piel. El color azul le daba un aire distinguido y ella sabía lucirlo, podría decirse que sería mi acompañante  como dama de honor en mi boda.

Esta mal decirlo, pero yo destacaba más, con mi supuesto vestido de novia. Al mismo había que sumarle lo bien que quedaban los pechos, con el ajuste perfecto del corset. La talla era la correcta para mí, y con el maquillaje posterior a su colocación, aparentaban que eran naturales, su tacto era casi idéntico, como cuando manoseaba los de mi mujer.

―Bueno chicas, solo nos falta decorar el tremendo trabajo, y para eso tenéis aquí, la mejor bisutería del mercado. – dijo Gema señalando a la mesa.

Sin poder elegir, Gema cogió un collar de cristales blancos de Swarovski con pendientes y pulsera a juego. Me coloco el collar y cuando se dispuso a ponerme los pendientes, salió a la luz que mis orejas carecían de agujeros. Ella los cambio por otro par de clip, pero su rostro reflejaba el enfado por no poderme poner los primeros, que por cierto eran más elegantes.

―Por esta vez pase, pero la próxima vez que nos veamos, te garantizo que te colocare los de agujeros. – dijo alzando la voz.

―Lo siento Gema, me hubiera gustado ponerme esos – dije señalándolos – ¿pero como voy a explicar en casa, si llego con las orejas perforadas? – respondí

―Hoy día es muy normal que los hombres lleven piercing, búscate cualquier excusa. – dijo en tono disgustada

―Bueno veré que puedo hacer, para que no sospeche mi mujer. – 

Con Lucia no hubo ningún problema, se colocó una gargantilla de cristales negros a juego con pendientes y varias pulseras. Le quedaba todo a la perfección, y ella sabía lucirlo.

Volvimos al espejo y el espectáculo aumento de valor, ahora no imagino a ningún hombre que nos pudiera rechazar. Sobre el cristal se reflejaban dos  bellezas, que nadie podría imaginar que dos horas antes, lucían aspecto varonil, sobre todo yo.

Llegue a la casa con muchas dudas y miedos, pero ahora solo pensaba en lucir mi vestido y todo mi cuerpo, transformado de forma bella por las manos de la amiga Gema, y los hermosos regalos del señor.

No paraba de caminar por la casa, a la par que me hacía a los tacones y al vestido entallado, también quería dar rienda suelta a mi felicidad. Gema nos hizo el ultimo regalo antes de despedirse, un pequeño bolso en cuyo interior había todo lo necesario para adecentar el maquillaje en caso de necesidad.

―Chicas ha sido un placer, espero veros pronto y deseo que paséis una velada estupenda. – decía mientras abría la puerta marchándose.

Lucia y yo, le tirábamos besos con la mano, sonriéndole al mismo tiempo. Ya solo cabía esperar el momento en que el señor viniera a recogernos y marcharnos con él para lucirnos y disfrutar en la fiesta.

Acababan de dar las diez en el reloj del salón.

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