Atravieso los largos pasillo de las instalaciones, siempre atestadas de gentes corriendo de una lado a otro, con algo qué hacer, ocupadÃsimas, asà es siempre la fábrica. Yo también tengo algo qué hacer, algo muy importante, que no puedo posponer por nada de este mundo. No le puedo quedar mal a Mister Ko.
Avanzó y saludo a mis viejos amigos, que de lejos me ven pasar muertos de la envidia. Ahora ya tenÃa un mejor puesto, con mejor sueldo y prestaciones, pero haciendo algo completamente distinto a lo que ellos suponen. Mejor asÃ, mejor que ni se lo imaginen. Y mientras camino, siento la delgada tirita de la tanga metérseme en lo más profundo de mi intimidad, aquel roce erótico, dulce, suave, delicioso.
―Buenos dÃas VÃctor.
―Buenos dÃas Rosita. – saludo a la secretaria de la gerencia y entro a la oficina de mi jefe.
―Buenos dÃas Vicky.
―Buenos dÃas… amo… – todavÃa me cuesta hasta decirlo, no me logro acostumbrar, y sé que eso lo deleita.
―¿Buena noche?
―Si amo, muy buena noche… dormà como un oso en invierno.
―Bien, bien… ropa en baño.
―Gracia Mister Ko.
Como verán aun posee un español un poco más que elemental, y es que existe una diferencia considerable entre el coreano y el castellano. Ingreso a su baño privado, una habitación ancha y lujosa, con un cómodo excusado, una amplia ducha al fondo con 2 regaderas. A la izquierda, y frente al trono, un amplio armario, lleno con ropa de baño, mudas de ropa para mi amo, y mi propio atuendo, el atuendo que a el le gusta para mi.
Ese dÃa quiere que me ponga un collar de cuero negro, de perro, con calvos platinados. Sobre mi varonil pecho peludo… voy a tratar de describirlo, discúlpenme si no lo logro pero no es mi fuerte ser muy minucioso. Se tratan de 2 tiras de cuero, negras y con tachones metálicos, que pasan sobre mi pecho hasta unirse a un grueso cinturón, en mi cintura. A la altura de mis tetillas ambas tiras se unen por medio de una un poco más delgada. Por atrás, del cinturón sale una larga tira que se une a una más que le da la vuelta a mi tórax, uniéndose a la pequeña tira anterior. En ese punto, la tira de mi espalda se divide en 2, que al pasar a mi pecho se convierten en las 2 tiras iniciales.
Abajo, un curioso pantalón, que más bien parecen chaparreras de vaquero. De cuero negro también, se ciñen a mis piernas como guantes, pero no cubren mis genitales, que van expuestos al igual que mi redondo, turgente y jugoso trasero peludo. Cada manga de las chaparreras se abrochan al cinturón mediante hebillas metálicas.
Me quedo un momento mirándome en el espejo de cuerpo entero que mi amo tiene en el baño, no me reconozco, apenas puedo ver en mi aquel hombre de familia, fiel y amante de mi esposa, convertido en menos que una puta. Pero reconozco que me excita verme asÃ, me caliente no sé por qué. Mi metro con 80 cm, imponente, poderosamente musculado y cubierto de una fina pero abundante capa de vello me da un aspecto de macho mexicano. Pero esa ropa me convierte en un oso gay, de esos que salen en el internet y que si alguien lo viera caminando en la calle vestido normalmente, jamás sospecharÃa tal cosa de el.
Mi pene empieza a reaccionar, bien, asà le gusta a mi amo que salga. Lo tomó con una mano y lo empiezo a frotar, despacio, sin prisas, pensando en el largo y duro pene de mi señor, venoso, enrojecido siempre. Me excito recordando las tremendas cogidas que me da, como me pone en 4 patas sobre el suelo, sujetándome de mi correa como si de una perra en celo se tratara. Su durÃsimo pene horadándome las entrañas y el enloquecido detrás de mi, penetrándome con furia, diciéndome palabras en coreano que no entiendo.
Otras veces me coloca boca arriba y se mete en medio de mis piernas, no sé si esa posición me gusta más, asà me siento de su propiedad, más todavÃa, me siento sometido como una mujer, con mi pene enrojecido, de respetables 19 cm y gordo como un salchichón rebotando de un lugar a otro.
Y yo cubierto de sudor, desesperado por poder acabar, por beberme los jugos de mi amo. Si fui bueno con el me dejará tomarse su semen, o lo depositará dentro de mis entrañas. Si no, simplemente eyaculará en cualquier lugar de mi cuerpo. En el peor de los casos sobre el suelo, eso es solo cuando hice algo muy reprobable para un esclavo insignificante como yo.
Pero no, casi siempre logró que me lo regale en la boca, o que lo deje entre mis intestinos. Es increÃble, a mis 40 años, con una niña de 14 ya y un hogar formado, caer enloquecido en los brazos de otro hombre.
Ya tengo la verga bien parada, puedo ver claramente las venas surcando toda la longitud de mi arma de guerra, puedo ver el glande enrojecido, grueso, con forma de hongo, veo las primeras gotas lubricantes asomarse por el meato. Debo parar de sobármela o llegaré al clÃmax, algo imperdonable para mi amo, yo no puedo acabar a menos que el me autorice. Entonces tomó de una pequeña cajita un delgado cincho de cuero, lo colocó alrededor de la base de mi pene y testÃculos y la aprieto fuerte. Mis gordos huevos quedan apretados dentro de su bolsita, y las venas de mi paloma se marcan todavÃa más. Mister Ko insiste en que me ponga siempre eso para retrasar mi orgasmo todo cuanto el quiera. Además le gusta tenerme con la verga bien parada, siempre lista… aunque no entiendo para qué, pues yo soy totalmente pasivo en sus manos.
Finalmente me pongo unas botas de cuero y ya, estoy listo parta salir. Entonces toco 3 veces a la puerta, si está acompañado Mister Ko no me constará y me deberé quedar adentro hasta nuevo aviso, de lo contrario me invitará a salir.
―SalÃ… Salà Vicky… – me dice y le obedezco, Rosita está allà presente, naturalmente ella también es esclava del Señor Ko – Muy bien Vicky, muy bien… muy linda, muy linda. – desde el principio Mister Ko me bautizó como Vicky, supongo que como una medida de dominio sobre mi persona, disminuyéndome relativamente por medio de un apodo.
Procedo entonces a hacer lo cotidiano, me arrodillo y comienzo a avanzar en 4 patas por toda la sala. Mi paso es cadencioso, lento, sin prisa, meneando las caderas a cada paso. Llevo la cabeza en alto, la espalda arqueada hacia atrás de manera de sacar el culo y dejarlo respingón. Mis piernas permanecen separadas no menos de 30 o 35 cm en las rodillas, asà mi pene queda completamente visible para cualquiera, lo mismo mi ano. Mi amo se excita mucho con verme asÃ, le encanta la forma con la que mi largo y duro miembro cuelga hacia el suelo, acompañado de mis testÃculos morenos. Y la forma con la que mis nalgas se cierras y se abren a cada paso también lo vuelven loco, dice que tengo el ano más delicioso que ha probado en su vida, el más cerradito y apretado de todos. Claro, me siento muy halagado por ello.
Doy una vuelta por todo el salón, exhibiéndome como a mi amo le gusta que lo haga. Luego me dirijo hacia el centro, poniéndome boca arriba allÃ, sujetándome las piernas en alto, mostrando el culo en toso su esplendor si es que algún detalle quedó oculto antes.
―Buena perra, buena perra… Rosa, vestite… – Rosita entra al baño para ponerse la ropa que de antemano, el Señor Ko le ha dejado lista – Vicky… chupame la verga. – hay lagunas palabras y frases que mi amo si dice en perfecto español, como esta por ejemplo.
Vuelvo a avanzar en 4 patas hasta darle la vuelta a su escritorio, un mueble grande y muy amplio, cerrado por el frente, de manera que es imposible ver lo que ocurre debajo. ¡Cuántas veces el señor Ko no ha atendido alguna reunión importante o a alguna otra persona mientras yo me encontraba arrodillado bajo su escritorio, devorándole ávidamente la verga. }
Hice lo que tantas veces habÃa hecho antes, me metà debajo de su escritorio y me puse a mamarle la verga, esa verga dura, de no menos de 17 cm y medianamente gruesa, pero muy venosa y de un intenso rojo sangre. La tomé con los labios y empecé a besarla con pasión, luego la fui introduciendo lentamente hasta tener la mitad adentro. Asà me puse a succionar con fuerza, pero siempre despacio, me encanta sentir su sabor y su textura sobre mi lengua, pero me gusta más prolongar ese gozo mÃo, y el suyo, claro está. Debo agregar que no utilizo las manos, asà le gusta más a mi señor.
Mi amo me recompensa cuando me esmero en darle placer, y no trato simplemente hacerlo terminar rápido. Además, asà lo dejo ardiendo y cuando llega el turno de mi ano, literalmente me lo parte en 2.
Rosa salió cuando yo ya habÃa tomado un ritmo constante de mete y saca, succionando constantemente y acariciando toda la longitud de su falo con la lengua. Mister Ko me ordena salir de allà abajo y ponerme de pié, muy a mi pesar lo hago, me encanta sentirme su perro faldero. Rosita está espectacular, ese dÃa nuestro amo eligió un atuendo de baby doll para ella, color verde menta y de encajes, transparente, por lo que dejaba ver los aros en sus pezones y obligo. Además la prenda era notoriamente una o dos tallas menor a la que ella necesita, por lo que sus enormes senos morenos quedaban muy comprimidos y amenazaban con saltarse de la prenda.
En manos y tobillos llevaba muñequeras y tobilleras de cuero (respectivamente), rojas, con aros para poder colocarle cadenas o candados. Y al cuelo un collar de perra del mismo color, con una larga correa verde de tela sintética. Y al igual que yo se paseó por toda la habitación, exhibiéndose, mostrándose como la perra que era.
―Rosa… llave a puerta. – Rosa comprendió de inmediato y se dirigió a la puerta, asegurándola con llave.
Mister Ko se puso de pié y se desnudó lentamente, su cuerpo de 1.70 poseÃa una musculatura bien marcada, sin asomo de grasa, como Bruce Lee. Su pene bien erecto desafiaba las leyes de la gravedad, flotando como un mástil sobre un par de testÃculos depilados, de hecho, todo el cuerpo del amo estaba siempre perfectamente depilado.
Con un ademán nos ordenó arrodillarnos ara rendirle pleitesÃa a su enhiesto falo. Pronto Rosa y yo nos hallábamos peleando por su glande, competÃamos por ver quién se lo metÃa más al fondo, quien lo capturaba con os labios, quien le daba más placer. Claro, pasados unos minutos nos coordinamos a la perfección, pues esas competencias solos estorbaban en el placer que le debÃamos rendir a nuestro señor. Entonces mientras yo succionaba con deleite esa verga amada, ella le lamÃa os huevos o el culo. Y cuando ella se la chupaba con ese ritmo frenético y desesperado que siempre tuvo, yo tomaba su lugar ene sus testÃculos y ano, asà no dejábamos ningún rincón de ese cuerpo impresionante sin lamer.
―Vicky, cogerte a Rosa…
―Si Mister Ko.
Coloqué a Rosa sobre la mesa de centro, de la salita que mi amo tiene frente a su escritorio. Mister Ko me pasó 4 cadenas cortas, de unos 45 cm, con sendos aros en las puntas, y 8 candados pequeños también. Aseguré las 4 cadenas a las 4 patitas de la mesa, luego la jalé a ella, que mientras tanto seguÃa mamándole la verga al amo, y la use boca arriba sobre el mueble. Enganché con los 4 candados restantes los extremos de las caderas a sus tobilleras y muñequeras, dejándola en una muy incómoda posición, con la cabeza colgando, los brazos encogidos y las piernas apoyándose en el suelo, pero muy cerca de la mesita.
Me situé en medio de sus piernas, Rosa ya se encontraba chorreando jugos copiosamente hacia el suelo. Apunté mi poderosos palo hacia su entrada y la traspasé sin la menos delicadeza, tal y como le gusta a Mister Ko. A pesar de la lubricación, Rosa no estaba lista todavÃa para recibirme, y lo dio a conocer con un fuerte y largo gemido, suerte que la puerta es gruesa y no deja salir os sonidos con facilidad.
La tomé con fuerza de las caderas y comencé a embestirla con furia, abusando de mi fuerza bruta la elevé, dejando sus brazos y piernas forzadas por acción de las cadenas. Ella quedó no más que como un monigote relleno de trapos. No importaba, de todas maneras ella ya estaba acostumbrada, de hecho, le encanta ser tratada de esa forma. Y lo más importante de todo, esos eran los deseos de nuestro señor.
―¡¡¡AAAAHHHH!!! ¡¡¡AAAAHHHH!!! ¡¡¡AAAAHHHH!!!… ¡¡¡UUUUMMMMMHHHH!!! – gemÃa ella, a cada nueva embestida mÃa.
Su cabeza colgante se mecÃa como un péndulo colgado de cadenas de un lado a otro, su larga melena se estremecÃa a cada nueva arremetida a su desprotegido sexo, todas sus carnes se estremecÃan cada vez que las golpeaba con las caderas, era un espectáculos de ver. Pronto nuestros cuerpo estuvieron cubiertos de sudor, los gruesos goterones caÃan de nuestra piel y se precipitaban al suelo. Y el Señor Ko no perdÃa detalle de esta casi violación.
―¡Suficiente! – rugió el amo, paré de inmediato.
Coloqué a mi compañera esclava sobre la mesa esperando nuevas instrucciones. Mister Ko sacó entonces un enorme dildo vibrador de plástico, a baterÃas, con la superficie cubierta de pequeñas bolitas y de no menos de 20 cm de largo y unos 5 de diámetro. Estaba unido a un cinturón de cuero, con forma de tanga, que seguramente le colocarÃa a Rosa. Efectivamente, pronto Rosa se encontró con ese aparato colocado y listo para entrar en acción.
―Vicky, montalo. – me ordenó el señor Ko.
Como se trataba de mi ano, mi señor me dejó clocarme un poco de vaselina, apenas o estrictamente indispensable solo para que esa cosa no me fuera a desgarra. De inmediato me monté sobre mi amiga y empecé a bajar sobre esa cosa. ¡Dios mÃo, necesitaba más lubricante! Pero no, no le iba a quedar mal a mi amo y me tenÃa que aguantar.
Sentà cada bolita de esa superficie entrar en mi interior, cada una de ellas hasta que, por fin, sentà la calidez de la piel mojada de mi compañera de esclavitud sobre mis nalgas. Entonces empecé a subir y a bajar, cada vez un poco más rápido y fuerte, hasta que terminé ensartándomela como un salvaje, rebotando con fuerza de arriba hacia abajo, al compás de mis aullidos de macho sometido.
Por su parte, el amo corrió un poco la tira de la tanga de su perra―secretaria y se la comenzó a coger donde minutos antes estaba taladrando yo. Si bien menos dotado que yo, su pene alcanzaba una dureza muy alta y entraba como un rÃgido palo de madera.
―¡¡¡AAAGGGHH!!! ¡¡¡AAAGGGHH!!! ¡¡¡AAAGGGHH!!!… ¡¡¡UUUUMMMMMGGGGHH!!! – gemÃa ella cada vez que su señor la penetraba con furia.
―¡¡¡UUMMHH!!! ¡¡¡UUMMHH!!! ¡¡¡UUMMHH!!!… ¡¡¡¡AAARRRRGGHHHH!!!! – gruñÃa yo como un animal encadenada cada vez que esa verga artificial me partÃa en dos.
Mister Ko me tomó de los hombros, obligándome a bajar y subir con más fuerza, aquello era tremendo, sentÃa que esa cosa me quemaba las entrañas, que me iba a desgarrar por completo. Pero no importaba, no importa, nosotros solo estábamos allà para satisfacer a nuestro amo, y para nada más, solo somos objetos para su placer, de los que el puede disponer a voluntad sin que le digamos nada nunca. Y lo más extraño de todo… nos gusta serlo, por o menos yo ya no puedo casi ni recordar como era mi vida cuando yo la manejaba, cuando era el dueño de mi destino.
Me cogió asà por un buen rato, más bien nos cogió asà a los 2. Yo por más caliente que pudiera estar no podÃa alcanzar el clÃmax, me coloqué muy ceñido el pequeño cincho de cuero. Bajo la mirada para ver mi pene, esta casi morado, casi podrÃa decir que me está suplicando dejarlo llegar al orgasmo.
A diferencia de mi, Rosa si tiene un orgasmo tras otro, a ella no le pone restricciones en cuanto a su placer. Al amo le excita mucho verla enloquecida de placer, por eso, mientras más goce la perra, más goza nuestro señor… que se le revienten los sesos de tanto sexo.
Ese dÃa, Mister Ko tenÃa una reunión sumamente importante, asà que no se podÃa dar el lujo de cogerse por demasiado tiempo a sus 2 putos favoritos. Se salió de Rosa y me hizo ponerme de pié, sacándome para mi alivio y tristeza ese aparato que me estaba torturando.
―¡Quitarte cinchó! – me ordenó y yo obedecÃa de inmediato.
Me hizo darme la vuelta, instintivamente incliné mi cuerpo dejándole mi culo a su entera disposición. Separó mis nalgas peludos y carnosas, me pegó 2 fuertes azotes en el culo y me penetró con fuerza. ¡Qué rico! Es cierto que su pene no es tan grande como lo era el dildo, pero su dureza y calidez lo hacen mil veces mejor.
Me sujeta con fuerza de las caderas mientras me coge como un animal desbocado, todo mi cuerpo se estremece ante cada nueva acometida. Pasados un par de minutos estira la mano y me agarra la verga, comenzando a sobármela duro. En menos de 30 segundo me fui dando tremendos rugidos de placer, derramé todo el contenido de mis adoloridos huevos sobre la cara y boca ávidamente abierta de Rosa, que no iba a desperdiciar ni una sola gota de mi semilla. Esa es otra regla que tenemos que observar atentamente, nunca desperdiciar nada de semen, claro, a menos que nuestras órdenes sean otras, pues la voluntad del amo está sobre cualquier mandato.
Casi al momento el Señor Ko también acaba, pero el dentro mÃo. No sé, tal vez se escuche estúpido pero me hizo sentir especial. No solo porque me hubiese regalado su esperma en mi interior, sino porque lo hizo casi acompasado conmigo, me siento honrado.
Se quedó quieto por unos momentos, sintiendo como su pene se ponÃa flácido y pequeño adentro de mi. Luego me lo sacó, dejándome esa sensación de vacÃo en mi interior, pero con sus tibios espermatozoides nadando libremente en el interior de mis intestinos.
Y para cerrar con broche de oro aquel encuentro, me arrodillé a lado de Rosa y comencé a lamer golosamente mi propia esperma sobre su rostro. Luego compartimos el semen en un beso largo y mojado. Al final nos separamos y la liberé, ella se metió al baño de inmediato para asearse y yo me quedé parado al lado de mi amo, que ya habÃa salido del servicio. Yo estaba cubierto de sudor, y mi rostro brillaba por semen que aun tenÃa embarrado. Mi amo me veÃa complacido.
Rosa salió del baño.
―Mi amo, le recuerdo la reunión que tiene con los inversionistas de Seúl.
―Si, si… yo recuerdo… ve si vino ya…
―Si mi amo. – Rosa le hizo una reverencia y salió de la oficina, casi inmediatamente llamó por el intercomunicador – La señora Hortensia ya llegó con las niñas Mister Ko.
―¡Qué bueno, que pase!
Inmediatamente entró Hortensia, seguida por las 2 preciosas niñas. Las 3 le hicieron una reverencia al amo y se dirigieron de inmediato al baño. Yo le dirigà una humilde mirada, el comprendió, y con un además me dio permiso para acercarme a las esclavas.
―Amor… buenos dÃas. – le dije a Hortensia.
―Buenos dÃas mi vida… ¿atendiste bien al amo?
―Lo mejor que pude… y ustedes espero que se esmeren también.
―¡Ay papi, nosotras siempre luchamos por dejarlo bien servido! – me dijo mi hija mayor.
―Además, cuando tiene visitas de sus socios coreanos, nos esmeramos más, – agregó mi hija menor – no sea que nuestro señor quede mal frente a sus amigos.
Luego solo vi a mi familia meterse adentro del baño, mi esposa dirigiéndome una cálida mirada amorosa, mis nenas igual. Si, mi vida ya no es igual a como era antes, ya no lo es.
Gran Jaguar