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Todo sencillo (1 de 5)

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- ¡Menudo gilipollas! No sabes la que me montó en el viaje.

- Pero no me negarás que está bueno –recalcó Nica, con su sonrisa pícara típica.

- A ver, uno no es ciego –contesté yo- para no verlo, aunque los tíos eviten emitir cierta opinión.

El tema volvía a ser el de Saúl y lo estupendamente bien que me cayó en el viaje con los de clase hace unas semanas. Sí, me gusta la ironía. Resulta que tía que conoce a Saúl lo menciona. ¡Que sí, que está bueno, pero que sigue sorprendiéndome cómo ha podido acabar en la universidad con esa nuez por cerebro! Por suerte conozco a Nica de casi toda la vida. No estudiamos lo mismo: ella tiraba más por Publicidad y yo por la investigación científica. Pero del instituto ella sabe lo que me jode remarcar y allá va, a picarme.

- De todas formas –continué yo-, mira, que no me mola Saúl por mucho que te lo propongas. Una persona sin conversación, por mucho sexo que desees, es muy patética. Además, que yo de lo que te hablaba es sobre lo que dijo tu amiga, Yaiza, de que si es gay. Con la que me montó en el viaje lo dudo mucho.

- ¿Qué pasó en el viaje?

De repente apareció Álvaro y su siamesa, esa con la que llevaba desde hace tres meses y de la que se tendrá que quitar con espátula cuando por fin decida acabar con ella. Al fin podíamos empezar la comida en la hierba de la facultad, pues había éramos los tres que habíamos quedado. Más una.

- Venga, cuenta, que no me has contado las movidas –dijo Álvaro.

- Es lo que tiene... –Nica lanzó una mirada asesina a Siamesa. Nunca se habían llevado bien. Parecía una tonta más.

- ¿Perdona? –Siamesa preguntó. Parecía que la guerra comenzaba de nuevo. Era la hora de intervenir:

- Nada, Álvaro, que Yaiza vio una foto en la que estábamos Nica, mis amigos de la facultad y yo una vez que quedamos...

- ¿Y por qué yo no estaba? –interrumpió Álvaro.

- Ehmm... bueno, yo te llamé al móvil y le recordé a Siamesa que te lo dijera –contestó Nica.

- ¡Me llamo Bea! –¡oh, Dios, vaya voz tan bonita que tiene Siamesa!

Me empecé a reír, y todos me miraron con cara de interrogancia.

- Nada, mi irónica imaginación atacando de nuevo –expliqué.

- Bueno, Gael, ¿y qué pasaba con Yaiza? –preguntó Álvaro.

- Pues que le pareció guapo Saúl y quería saber si es gay o no. Ya sabes: Yaiza cazando.

Nica me dio un golpe con el pie que casi hace que tire mi bocadillo al césped. Mientras Álvaro y servidor reíamos.

- Y lo que le decía a Nica es que yo creo que no es gay por la que me montó cuando estuvimos en Canarias –reanudé yo.

- Pero, si es tu amigo, ¿no deberías saberlo? –qué ingenuo que es Álvaro. Como si el supiera que a mí no sólo me van las tías.

- ¡Qué perdido que andas con mi vida! –comenté.

- Yo sé por qué –Nica volvió a emitir una mirada asesina en dirección a Siamesa, que no se dio cuenta al estar mirándose las uñas.

- Básicamente –dije- no tenemos nada de relación. Estamos en el mismo grupo de amigos en la facultad y de hecho de los pocos que fuimos a Canarias de viaje él también fue, pero no precisamos hablarnos. Por eso de que nos caemos mal el uno al otro.

Continué con la historia del viaje. Resulta que en albergue en el que estuvimos había dos inglesas que terminaron uniéndose a nosotros en las fiestas. Se llamaban Lauren y Mia, y sus cuatro tetas eran casi más grandes que todo mi cuerpo. Era imposible no mirarles a las tetas, hecho reconocido por todas las chicas que vinieron al viaje. Única tara: eran tirando a gorditas. A mí realmente no me interesaban en el plano sexual. Hacía poco que Susana y yo habíamos cortado, y las inglesas no me ponían lo suficiente como para dejar todo a un lado y follármelas. Eso sí, majas eran un rato. Las tías no tenían ni puta idea de español, pero habían decidido quedarse en Tenerife durante un mes. “Turismo”, decían; “já”, pensaba yo. Curioso es que de los tíos solteros y disponibles que fuimos al viaje, yo era el único con posibilidad de hablar con ellas. El resto tenia un inglés patético. Acabé llevándome muy bien con ellas, hablando de cualquier cosa. Pero Saúl cada vez estaba más arisco conmigo. Era insoportable. Resulta que el imbécil quería ligárselas, a lo que su inglés favorecía mucho (¡bendita ironía!). Al principio tanto él como Luis y Nelo me usaban como traductor. He aquí mi honestidad que lo hacía perfecto. Pero había veces que Lauren quería hablar conmigo, por lo que yo no tenía que traducir nada. Saúl se mosqueaba, creía que nos metíamos con él (como si fuera el centro del universo) e intentaba por todos los medios hablar con Lauren en su inglés sin mi ayuda y sin contar que estaba interrumpiendo nuestra conversación. El pobre finalmente me dio pena. “Já”, pienso ahora. Era más bien que no soportaba más su actitud, y si un polvo le calmaba pues genial. Hablé con Mia para intentar liar a Lauren y a Saúl, y lo que saqué en claro es que esas cuatro pedazo tetas se encantaban entre ellas, y que las inglesas eran más lesbianas que yo religioso.

Álvaro, Nica y Siamesa se descojonaban, yo también hasta que Siamesa propulsó un trozo de tortilla ensalivado con su risa. Qué puto asco. Me levanté para quitarme eso de encima y porque “tenía clase de nuevo”.

- Te acompaño a tu facultad –comentó Nica-, así me dices qué contarle a Yaiza.

- ¿Quién es Yaiza? –preguntó Siamesa. Nica y yo nos miramos diciéndonos “esta tía es estúpida perdida”. Directamente la ignoramos.

- Ya nos veremos la siguiente vez que quedemos –fui a chocarle la mano a Álvaro.

- Que vaya bien, Gael. Chao, Nica.

Comenzamos a caminar Nica y yo. Cómo no ella retornó a Saúl. Joder, tengo que buscarla un novio buenorro. Pero la verdad es que, quitando su insuficiencia mental, Saúl tenía su punto. Era un morenazo, con ojos azul celeste... ¡Qué va! Morenazo sí, de hecho su pelo era negro y molaba, y su piel tostadita. Sus ojos eran marrones de toda la vida. Su boca tenía algo de carnosilla, pero sin pasarse. Se podría decir que sus rasgos independientemente no eran nada, pero en conjunto lo hacían un bombón. En Canarias le vi el cuerpo y tenía buen culo (tapado por bañador marcapaquete), paquete sugerente, buenas piernas y un torso atlético de estos delgados pero marcados en los sitios perfectos. Es lo que tiene nadar...

Yo, sin embargo, soy bajito y del montón. La verdad es que soy guapete, pero de esos guapetes del montón. Me explico: mi cara es bonita, con unos labios carnosos que a mucha gente les encanta morder, ojos normales pero expresivos, sonrisa bonita (benditos brackets en la adolescencia). Mi pelo según me apetece, o más bien, según le apetece a él mismo por las mañanas, porque no me apetece peinarme para ir a la universidad, como si fuera a ligar. Soy delgado, con algo de tripa, pero mucho mejor que mi pasado esquelético, y tengo un culo bastante apetecible. Vale, es mi debilidad. Me encanta mi culo. Siempre que me pruebo un pantalón tiene que hacerme buen culo, da lo mismo si es ancho o no. Los escasos tíos con los que he estado se han vuelto locos por mi culo. Las tías no, pero con ellas no cumplo con el culo. Jajaja. Podría dar la impresión de que soy un fucker, pero para nada. Soy muy tímido a la hora de ligar, me cuesta mucho. A Susana me la presentó una amiga de una amiga, y ella básicamente me ligó a mí. Pero tengo las cosas claras con mis gustos, algo de lo que me siento orgulloso. Por lo menos la indecisión no me ciega.

No sé ni de qué estaba hablando con Nica, pero no me gustó nada ir justo por esa acera justo en ese día justo en ese momento.

- ¡Anda, Gael! ¿Tú por aquí? ¡Cuánto tiempo!

Ese tío me plantó dos besos sin poder evitarlo. Le brillaban los ojos. Mierda.

- Hola, Ricardo –contesté yo, intentando ocultar mi desgana.

Nica estaba flipando. Esto quizás fuera de lo poco que ella no supiera. Me imagino que no le daría importancia a que yo salude a un tío por la calle que ella no conoce, pero es que me había plantado dos besos. Un tío. Dos besos. Eso en la era que vivimos y en la ciudad donde vivimos tiene un significado.

- La última vez no me susurrabas eso –recalcó el rubio de Ricardo. Nica seguía lanzando miradas como si fuera un partido de tenis, entre nosotros dos.

- Ehm... esta es Nica –¡maldita cabeza! ¿Ahora me fallas y la única cosa que se te ocurre para cambiar de tema es esto?

- Hola –ni dos besos ni hostias le dio Ricardo a Nica. La presa era yo, ella no le interesaba-. Entonces al final se te dio darme el número, ¿no?

Ricardo no ocultaba su sonrisa. No era algo positivo. Mierda. Mierda, mierda, mierda. ¿Él estudia por aquí? Mierda.

- Bueno, Gael, yo me tengo que ir, que tengo que recoger a Rober al cole –la traidora escapó y me dio un beso en la mejilla-. Encantada –se dirigió a Ricardo, pero rápidamente huyó.

Tras un minuto de esos que todo el mundo se queda en silencio menos los pájaros, los coches, el claxon del autobús, la gente del campus y demás, esperando a que Nica desapareciera de escena, Ricardo tuvo la osadía de comezar a acercarse a mí. Yo reaccioné caminando hacia atrás. Pero él seguía. ¡Hey, no hay nada mejor que se te bloquee todo el cuerpo en una situación de emergencia! Estúpido yo. Y llegué a la pared.

- Gatito, si sólo quiero hablar contigo –y su sonrisa permanecía-, porque te fuiste de mi cama demasiado pronto.

Sus manos se apoyaron a cada lado de mi hombro. Si antes tenía escapatoria, ahora obviamente no.

- Acepto que no quieras hablar, pero ¿no te hace darle a la lengua? –se refería a un beso de esos poco tiernos-.

Ya notaba su respiración. Y no me gustaba temblar.

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