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Cinco animadoras para un mal partido _ cap. 14

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----- CAPÍTULO 14 -----

 

Conforme pasaban los días iba poco a poco moviéndome mejor. La infección remitía, sólo me dolían los puntos, y mi estado de salud física se reponía; otra cosa era el anímico.

Me estaba volviendo a levantar de la cama cuando Ana, que había venido a verme otra tarde de martes, me preguntó si iba al servicio. Le dije que no (tragando saliva y algo colorado, la verdad).

—¿Te apetece dar un paseo?

—Sí, a eso iba —le dije.

—Bien, pues vamos. Así pronto podrás volver a casa —y rauda se levantó risueña a sujetarme—. Con cuidado, no te vayas a marear.

—Ya, como que si me mareo me cogerás al vuelo… —dije bromeando.

—Pues no, por eso. El golpe te lo llevas, pero luego llamo al timbre —me dijo riendo.

—Anda, ninfa de los bosques gallegos, ¿me llevas esto? —dije refiriéndome a las bolsas que seguía teniendo por vía intravenosa.

—Jajaja, vamos, una ninfa que no veas.

—¿No hay bosques verdes por tu tierra?

—Sí.

—Pues ya está. En Cádiz sólo hay sol.

—Trae, vamos con cuidado.

Estuvimos paseando por el pasillo ancho fuera del ala de habitaciones, en donde había máquinas expendedoras. Al pararnos delante de una la gallega se compró una chocolatina, de esas con tofe.

—Mmm, ¡qué rico! —me decía tratando de darme envidia—. Tú no puedes comer.

—Ya… qué graciosa. Porquería de comida la de los enfermos… —sentencié resignado.

—Ah, pero precisamente por eso, porque estás malito —y me picaba alargándome la chocolatina para luego llevársela a su boca mientras se reía.

Yo me olisqueé un poco; llevaba días sin una ducha.

—Creo que va siendo hora de que me duche, ya puedo moverme más o menos…

—Sí, te vendría bien —decía torciendo la nariz y asintiendo—. Aunque de todos modos, hueles a hospital.

—Sí. Pero bueno…

—¿Y puedes ducharte ya?

—Yo creo que sí.

—Digo, si no hay problema por la operación.

—El médico me dijo el otro día que no… Que podía ir moviéndome poco a poco y eso, y sí, darme ya un poco con el agua y tal. Lo que no puedo es tirarme de lleno a una piscina —bromeé mientras ella se reía.

—Claro. Bueno, pues ahora cuando volvamos te ayudo a ducharte.

—¿Eh?

—O puedo avisar a una enfermera cincuentona con cara de perro —me decía la jodía echándose a reír.

Yo no sabía cómo me metía en esos líos, y es que lo cierto es que necesitaba una ducha, tanto como que estando aún «enchufado» no me era tan sencillo por mi cuenta. Y mientras me devanaba los sesos con ello llegamos a la habitación y nos encontramos con Ioana, que había vuelto para coger cosas del piso y decidió pasarse. Nos saludó y me dio dos besos.

—Hola, como no vi a nadie pensé que igual te habrías escapado —decía mientras se reía.

—Poco le falta, está deseando que me lo lleve a casa ya, ¿verdad? —añadió Ana guiñándome un ojo.

—Sí… porque como ducharse en casa, en ningún sitio.

—¿Te has duchado? —me preguntó la rumana.

—No, iba a hacerlo ahora… pero…

—¿Y puedes?

—Claro.

—¿Te vas luego o ya te quedas? —le preguntó la gallega.

—Me quedo esta noche, maniana me iré de aquí a la estación.

—¿Qué tal está tu madre? —le preguntó Ana, adelantándose a mí.

—Mejor, ia está sólo en observación.

—No hace falta que te quedes, de verdad… Os agradezco mucho que vengáis a verme, pero no es necesario que os jodáis la espalda en ese sillón de mierda. Las noches me duermo y punto, no me pasa nada.

—Ya, pero si te levantas al baño o algo, ¿qué? —me argumentó la gallega—. O si tienes que cogerte la botella, no te imagino retorciéndote en la cama.

—En serio…

—Que no, a caiar y punto. Tú déjame a mí —me dijo poniendo su dedo entre mis labios Ioana.

No me gustaba que se fastidiaran tanto por mí, y sabía lo chungo que era para un acompañante pasar la noche en un hospital, pero no había manera… Me sentía un poco como Charlie con sus ángeles.

Ana se me acercó mientras Ioana iba al baño, y bajando el tono me preguntó:

—Si quieres puedes ducharte mañana… Vendré más pronto —me dijo sonriendo.

Yo me quedé mirando sus ojos, tan bonitos, y luego le dije que no se preocupe, y que gracias por todo. Dándome un fuerte beso en la mejilla se despidió de mí mientras contemplaba ese buen culo salir de la habitación.

—Venga, ¿qué necesitas? Ah, ¿tendré que aguantarte las bolsas, no? —me preguntó la rumana al salir.

—Pues…

—Venga anda, que sólo es una ducha. ¿O quieres que iame a una enfermera?

—Tú también no… —dije alzando los ojos mientras ella se partía de risa.

Como la ducha tiene una mampara, me daba cierta intimidad, pero como esta sólo cubre la mitad de la ducha, era más bien poca. Avisamos a la enfermera para que me cerrara la vía, y poder quitarme la camisa del pijama al menos, pero al parecer no. Lo que tenía puesto tenía que seguir, y nos dijo de llevarnos la «araña» con cuidado. Pero era un jaleo, y Ioana concluyó con que ella me aguantaba las bolsas, y me quitaría la camisa sin sacarla de la mano derecha, y listo.

—No pasa nada, ia le aiudo y se lo aguanto —le dijo a la enfermera.

—¿Eres su novia?

—… sí —respondió tras un segundo y luego sonrió.

—Vale, bueno, si necesitáis algo llamad.

—Gracias.

Cuando salió de la habitación fruncí el ceño mirando a la rumana.

—¿Qué? Era la mejor forma de quitárnosla de encima sin entrar en explicaciones —decía riéndose.

El corte vino cuando tuvo que ayudarme a quitarme los pantalones, y los bóxers… Lo hizo de espaldas a mí, pero aun así me sentía algo turbado. Tanta violación de mi intimidad con desconocidos no era algo a lo que estaba habituado.

Con la camisa hice eso, me la quité sin sacarla de la muñeca derecha y sacando el brazo hacia fuera de la ducha y la mampara ella lo sujetó junto a las bolsas. Con cuidado me fui duchando mientras me quejaba de lo difícil que era hacer eso, en ducha ajena, tan pequeña, y con la mano izquierda. Ella se reía y un poco con malicia y riéndose me decía si quería que me echara una mano.

Al final me ayudó a vestirme, poniéndome ropa limpia (salvo la parte superior del pijama de hospital, que tuve que ponerme la misma). Y cuando me subió los pantalones me dio un cachete en el culo riéndose mientras me decía que ya podía compensárselo con algún masaje cuando estuviera en casa.

 

Al día siguiente estuve solo cuando Ioana se marchó, me dios dos besos y un abrazo y se fue temprano a la estación. Justo a la hora de comer vino Marta, que había salido del curro y decidió pasarse a verme de camino al piso. Se quedó un rato, y tuve que comerme la comida (por mi propio bien…), y estuvo alegre de que ya pudiera moverme más o menos, a ver si volvía pronto a casa con ellas, que decía tenían algo para mí.

Después me quedé solo, y estaba leyendo el libro que me había regalado Ioana cuando Ana llegó. Como ya os dije no es que fuera un mal libro, pero era de esos positivos y alegres que mediante el razonamiento tratan de levantarle a uno el ánimo; pero sin llegar a ser un pastiche de libro de autoayuda barato de esos.

—Qué, ¿es bueno? —preguntó la gallega mientras entraba y dejaba sus cosas.

—Si es buen libro, la verdad… —y es que en otras circunstancias hasta me habría dado prisa en leerlo. Ahora sólo lo había cogido para echarle otro ojo rápido a falta de tele, que decidí no contratarla porque como ya os dije tampoco la veo mucho. Además, las chicas tampoco veían los pocos canales que cogía la tele del hospital; si no estábamos charlando o jugando a las cartas, estaban con el móvil.

Estuvimos hablando, pero Ana, que sabía que no era el momento de tratar de animarme tocando el tema de Sara y demás… lo hizo por otros derroteros. Buscaba animarme haciéndome reír, contándome qué tal le había ido el día, sus peleillas con Marta, etc. Luego indagando sobre ella, me contó cómo avanzaba con la flauta, los planes que tenía, que tal vez tendría que irse a otro país el día de mañana porque en España no se valora bien a los músicos ni se puede avanzar mucho en ese campo…

Tras un rato charlando me dispuse a levantarme para ir al baño. Esa mañana la enfermera me había cambiado las bolsas y la vía, y ya no necesitaba medicamentos ni cosas raras, sólo calmantes para el dolor que me los ponían cada X horas. Ahora tenía la vía en la mano izquierda, así que no habría problema, pero Ana no se tardó mucho en mostrar su complacencia en ayudarme.

—Ven que te ayudo.

—No, si…

—Anda, no seas bobo. Total, ya tendrás más confianza, ¿no?

La situación no era como la otra vez… pues además, como sólo tenía la bolsa del calmante, podríamos haber esperado a que esta se terminara, llamar a la enfermera para que se llevara la bolsa, y ya ir tranquilamente, solito e inalámbrico, al baño. Pero Ana parecía no estar dispuesta, y su insistencia me era perturbadora.

Al entrar se sucedió como la otra vez, ella me sujetó la bolsa, pasando los tubos por detrás de mí, y colocándose esta vez a mi derecha. En realidad no me hacía falta más, pues tenía la diestra para poder sujetarme la manguera

—Déjame… Así —fue rauda a ayudar a bajarme un poco los bóxers y me sujetó el pene, con su derecha.

Yo di un pequeño resoplido; ya poco a poco mi cuerpo se iba encontrando mejor, y lejos de la mente las necesidades fisiológicas son eso… (y no lo decía por orinar). Así que no podía concentrarme.

—Venga, relájate —dijo riéndose con dulzura—. Como la otra vez… ¿va? —y me echó el prepucio hacia atrás.

Yo trataba de desviar mi mente hacia otro mundo, universo o dimensión… y me costó bastante esta vez llegar a relajarme. Cuando terminé de mear me sonrió, y mientras yo me la sacudía cogió una toallita húmeda para limpiarme.

—Espera, ahora te ayudo a subirte eso —y se lavaba las manos mientras yo estaba ahí con la picha algo morcillona fuera.

No era necesario, podía subirme los bóxers y guardármela yo solito… Pero la situación parecía superarme un poco. Mientras ella se lavaba las manos me miraba de lado, concretamente hacia mi miembro.

Entonces se vino hacia mí (yo temblaba como un flan), y con cierto disimulo me rozó el pene mientras me daba un beso en la mejilla. Entonces me lo cogió de lleno, con toda la mano, mientras yo me quedaba en blanco. Sólo me funcionó el cerebro para pasárseme por la cabeza la gilipollez de «vaya, la flautista está tocándome la flauta»; cosa que no detuvo el empalme que empezó a notarse en mi polla.

Ella seguía a escasos centímetros de mí, mientras ahora suavemente subía y bajaba su mano por mi miembro. Fue ella la que habló:

—¿Te ayudo… a subirte los bóxers? —me dijo con tono muy sensual.

—Sí… o sea…

—¿Sí?

—Es… pera… —sólo pude dejarme llevar.

Ella siguió haciéndome la paja, acelerando poco a poco el ritmo. Cuando la tenía empalmada del todo procedió a agacharse. Como Ana es tan alta como yo estaba a buena altura, y mientras yo le acariciaba el pelo con mi diestra, ella dejó la bolsa del calmante sobre el retrete, para pasar a concentrarse con sus dos manos en mí.

—Mm… vaya. Veo que estás mejor —decía viendo ahora totalmente empalmada mi polla a escasa distancia de su cara—. Me alegro Adri —dijo guiñándome un ojo—. Pero bueno, ¿te importa si te cuido?

—No…

Y se introdujo mi sexo en su boca, sacándolo únicamente para pasar su lengua por mi capullo haciéndome resoplar; qué bien la comía la gallega, joder. Mira que la situación, el momento, etc., no eran los más adecuados, no obstante fue la mamada más morbosa que me hicieron hasta entonces.

Yo la sujetaba por su pelo moreno, mientras la guiaba en el movimiento, que falta no hacía… porque ella solita bien que se las gastaba. De vez en cuando me miraba a los ojos, se la sacaba y se relamía con su lengua.

—¿Te gusta cómo te cuido?

—Sí… —la respuesta era obvia.

—¿Soy buena enfermera? —preguntaba risueña, sacando la lengua y mirándome.

—La mejor…

Cuando no pude más ella lo notó, pues busqué apretar su cabeza contra mí con más ganas. Al estallar me mostró su cara, con la boca abierta y la lengua fuera esperando recibir mi esperma, que salió disparado por toda su cara. Uno de los disparos se fue a una de sus cejas, y cerró ese ojo mientras no se perdía detalle de los demás lefazos que la cubrían. Muchos hacia su lengua, la cual no hizo asco alguno y se los tragó con lascivia.

Yo me quedé temblando, recuperando el aire, mientras ella se limpiaba con las toallitas húmedas y me sonreía. Luego me ayudó a colocarme la ropa, me dio un beso con lengua en los labios, y salimos hacia la habitación.

Joder… cómo se las gasta la gallega. Buen «solo de flauta».

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