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L.I.

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¿En qué momento y bajo que circunstancias puede alguien dejar que el instinto domine lo racional? ¿Qué es lo peor que puede desatar un acto inconsciente?

Son las preguntas que Lila se hace al escuchar el rechinar de la cama, el consecuente gemido ahogado de un orgasmo y la mancha en la sábana. No es la primera vez que sucede, en la pieza contigua él se masturbaba para apaciguar un deseo que se despierta casi todas las noches. Lila no puede evitar escucharlo aunque trata en vano de no prestar atención, no puede evitar que el corazón se acelere como tampoco puede evitar mojarse y desearlo. Sigue recostada en la cama escuchando esos sonidos que se han vuelto tan comunes, la fricción de la piel mezclada con el lubricante y la tosca respiración. Se muerde el labio y deja aflorar la fantasía que preparó para la ocasión. Moja sus dedos y los lleva de a poco a su entrepierna. Cierra los ojos e imagina, porque la imaginación es el mejor lugar para esconder los pensamientos, por más perversos que sean, por más prohibidos y repugnantes, allí serán parte de nosotros y de nadie más.

Ambos se encuentran frente a frente, son ellos pero a la vez no lo son, se puede sentir en el aire y en su sonrisa pícara. Lila se acerca y desabrocha el cinturón, los pantalones junto con el calzoncillo caen al piso sin oponer resistencia alguna. Con su mano rodea el pene erecto y lo aprieta fuerte, sólo ella tiene derecho de hacerlo. Siente el calor y la rugosidad de las venas. Le tiemblan las piernas y le cuesta mantener la respiración tranquila, se siente muy excitada. Deja escapar un suspiro que es el pie inicial de un acto indeleble. Así comienza a masturbarlo, desnudando al glande para luego encerrarlo en su palma.
- Goza, no pienses en nada más - le dice cuando en realidad esas palabras son para ella misma.

Indecente, sucia, siente mezcla de sensaciones que no van a irse fácilmente, pero todo lo que siente no hace otra cosa más que impulsarla a seguir su mórbido acto, es claro que lo prohibido le da placer, su meta es dejar a SU hombre satisfecho. Aprieta sus pezones, comienza a besarlo apasionadamente, estruja sus senos contra su piel. Las palabras se acumulan en su boca y las deja salir.

- Quiero que me des tu leche... te la voy a sacar toda, toda para mí...

Comienza a agacharse hasta quedar frente a frente con el objeto que despierta su lujuria. El pene se alza apuntando a su rostro, buscando atraerla para ser atrapado. Sin apresurarse apoya los labios en el glande y siente ya el sabor salado que lo caracteriza. Lo besa gentilmente, abre su boca y la cierra a su alrededor, nota como en ese momento se contrae, como la cadera instintivamente se mueve un poco hacia atrás por la fuerte sensación. Toma su cola y lo lleva más dentro en su garganta. Juega con su lengua por sobre el glande, lo estimula, lo aprieta y lo rodea. Comienza a saborear el el néctar que va emanando a medida que lo mama, mientras acaricia sus testículos y le regala una mirada cómplice sin dejar de darle placer. Al poco tiempo se entrega de lleno a la sensación que le causa su hermana en rol de loca amante.

- Me viene, me viene, no me puedo aguantar más! - dice.

- Está bien, mirame y dejate llevar - contesta.

- ah... acabo... aahhhh... - dice entrecortadamente.

- Así... así... síiiii!

Lila nota el orgasmo y no puede evitar clavar su mirada en el preciso momento en que el semen brota contra su rostro. Aquel pene escupiendo leche caliente para ella, su merecido premio que la cubre, no quita ojo hasta que lo ve descargarse por completo. La imagen final la encanta, los pantalones arrugados a los pies, el piso salpicado con gotas de esperma, el pene contraído en su mano y su rostro pintado de un viscoso color.

Se contiene para no hacer ruido, frota intensamente la entrada de su vagina y su clítoris, sosteniendo la imagen en su mente. Un poco más y ya llegará... sólo un poco más... ¡que delicia!

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