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Mi adolescencia: Capítulo 20

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Por si fuera poco, aquel mes de Mayo, no solo tuve que lidiar con las miradas de Edu, sino que también Rafa me complicó un poco más la vida. Porque si con Edu eran solo sus miradas, con Rafa eran sus palabras, pues más de una vez los fines de semana se acercaba a mí (siempre de modo sutil, disimulado e imperceptible para los demás) para susurrarme frases del tipo: “oye, ¿no te apetece volver a quedar algún día?”, “oye, ¿por qué no repetirlo otra vez”, “Se hará con tus reglas y tus límites, siempre con tus reglas, como tu quieras”. Siempre fui muy tajante con este tema y siempre le di no categóricos. Eso no le desanimó, porque siguió insistiendo de forma continua. Por lo menos Rafa era honesto y sincero, y no el cobarde y débil de Edu. Pero no quería nada con ellos. Absolutamente nada. Desde hacía un año, prácticamente al poco de cumplir los 16, mi vida se había convertido en un desmadre descontrolado por culpa tanto de Rafa como de Edu. Por ello ahora quería templar un poco las cosas y no desmelenar más el asunto.

Por lo que todo fue desarrollándose más o menos con sencillez. Esquivando las significativas y suplicante miradas de Edu y obviando todos los comentarios de Rafa. Traté de no pensar más en ellos dos y abrirme a nuevas experiencias mucho más gratificantes de lo que ellos me podrían proporcionar. Cierto que con Rafa quizás estaba siendo injusta, pues al fin y al cabo fui yo quien le arrastró a estos juegos de las fantasías y, dentro de lo que cabe, se mostró siempre correcto dentro de los límites (salvo la última vez, claro). Pero no quería complicarme más la existencia y sí realmente necesitaba algún affaire ya me lo proporcionaría otro chico. Al fin y al cabo, candidatos y pretendientes nunca me faltaban. Por lo que era ya de madurar un poco más y olvidarme del estúpido enamoramiento hacía Edu y mis juegos fantasiosos con Rafa. Un mundo se abría ante mí a mis adolescentes 17 años y el Verano se presentaba muy interesante y estimulante.

Y, ciertamente, el Verano fue inolvidable en muchísimos aspectos de mucho reír y disfrutar en acampadas, fiestas o incluso de vacaciones en la playa todos juntos. Eso sí, en cuanto a mi vida sentimental y sensual fue intencionadamente nulo. No quise en ningún momento tontear con nadie ni arriesgarme a tener una relación, aunque fuese una sola noche, con ningún chico. ¿Tenía miedo a que me hiciesen daño emocional o sentimentalmente? Es posible que sí, pero cobardemente preferí no arriesgar y solo disfrutar con los amigos y amigas. En muchos aspectos fue un Verano estupendo y genial. Nos divertimos muchísimos e hicimos mogollón de cosas todos los de la pandilla. No paramos ni por un segundo. Todo diversión, cachondeo, fiestas, playa, piscina, deporte, juegos, etcétera. Una pura gozada. Pero ¿era una pura gozada del todo? Pues no, no del todo. Algo muy dentro de mí no me dejaba satisfecha y feliz del todo. Y es que en plena adolescencia, con la pubertad ebullendo sin control, no se es dichosa del todo si no se tiene algún escarceo o aventurilla por muy tonta que fuese. De hecho, todas mis amigas, tarde o temprano, empezaron a tener sus historias mientras yo permanecía impasible a todos los chicos que me entraban.

En determinado momento en Agosto me llegué a plantear muy seriamente: “Pero, no seas tonta, enróllate con el chico más guapo y que esté más bueno. Disfruta el momento y aprovéchalo como hace todo el mundo. Olvídate de todas tus gilipolleces con Edu y Rafa y vive el Verano como hace todo el mundo". En esos momentos eché de menos a Carlo, era el candidato ideal, no por ser el chico más guapo, elegante y que estaba más bueno de todos los que conocí, sino que me gustó mucho realmente el día que me enrollé con él unos meses antes. Pero claro, ¿a saber dónde se encontraba Carlo del cual no sabía ni tan siquiera su móvil? Por lo que me tuve que decantar por otra opción menos deseable pero también apetecible. El elegido fue un chaval que conocí un viernes. Y, aunque no me gustó que le vi entrando a toda clase de chicas, incluso a algunas de nuestra pandilla, no podía negar que estaba muy bueno y que era un candidato perfecto para saciar ese poso de insatisfacción que crecía dentro de mí desde que pasó todo lo de Edu y Rafa. Se llamaba Juanan y simplemente tuve que dejar que me tirara los tejos y seguirle la corriente.

El rollo con Juanan desde luego no pasó a los anales de la historia pues fue un simple morreo rápido y apresurado en el que se limitó sobre todo a acariciarme el culo sin parar en una esquina de la discoteca. No tuvo mucha delicadeza ni esmero, todo fue, eso sí, muy pasional y con mucha ansia, pero sin el menor toque personal en el modo de hacerlo, casi como con rutina. A mí no me gustó. Me defraudó y tampoco para él debió ser muy memorable pues tras el frenético y libidinoso rollete estuvimos poco tiempo más juntos. A los 5 minutos de terminar de morrearnos ya estábamos cada uno hablando con nuestras correspondientes pandillas. Vamos, un rollete muy pasional pero totalmente impersonal y vacuo de sentimientos/emociones. Pero claro, tampoco le puedes pedir a un tío que acabas de conocer esa misma noche la misma entrega emocional, sentimental y sexual que demostraron Edu y Rafa en su día. Por lo que este rollete veraniego solo sirvió para demostrar a todas mis amigas/amigos de la pandilla que podía seguir enrollándose con quien quisiera. Fue más por ego que por deseo sexual, realmente.

El Verano siguió desarrollándose con relativa tranquilidad y sin novedades. Prácticamente desde Abril pocas emociones había habido en mi vida y yo misma me sometía de forma disciplina y diligente a un régimen absoluto de rollos sentimentales, una abstinencia total salvo el impersonal rollo con Juanan. Mi corazón lo necesitaba. Edu me hizo mucho daño sentimentalmente y Rafa sobrepasó muchos los límites como para darle más oportunidades, por lo que un descanso total de sentimientos, emociones y experiencias vendría bien a mi alocadas hormonas de los 17 años. Y, aunque a lo largo de los últimos meses, nunca cesaron los intentos tanto de Edu como de Rafa de tener algo, siempre me negué y no entré en sus juegos. Pero a finales de Agosto una jugarreta del destino me haría replantearme ciertas cosas.

Yo, que siempre he sido muy previsora, planificadora y que lo suelo venir todo, no sé cómo no me di cuenta que ese fin de semana apenas había gente para salir, pues la mayoría de la gente estaba de vacaciones con sus respectivas familias o se habían ido a fiestas de ciertos pueblos donde tenían otros amigos o familiares. No sé cómo no reparé en que ese fin de semana apenas estábamos solo cuatro gatos para salir. Quizás sí que reparé, pero solo subconscientemente, y, como siempre, mi subconsciente es más listo y astuto que yo misma no dejó que me diese cuenta de ello. El hecho es que para el botellón nos juntamos solo 5 personas: Edu, Graciela, Rafa, Jennifer y yo. Eso era como estar en familia. Eso era muy peligroso para mis sentimientos y emociones. El estar así tantas horas tan cerca tanto de Edu como de Rafa fue una jugarreta del destino, y no sabía si estaba preparada para afrontar semejante casualidad. Pero, haciendo acopio de arrojo y valentía, decidí obviar la situación y pasármelo bien.

Y, hasta cierto punto, todo fue sobre ruedas. Pues el botellón, a pesar de ser tan pocos en la pandilla aquella noche, resultó ameno, agradable, divertido, entretenido y hasta genial. No quise pensar en ningún momento en mis historias con Edu, a pesar de que más de una mirada melancólica y significativa hacía mí se le escapó, y en mis historias con Rafa, el cual disimuló perfectamente en su papel de que nunca ha habido nada entre nosotros, con la discreción, responsabilidad y secretismo que siempre le caracterizó. Incluso hasta Graciela me cayó bien en algunos de sus comentarios y estuvimos en algunos momentos, de manera agradable, hablando solo entre nosotras de temas triviales de un sábado noche. El problema detonó cuando el botellón terminó y nos fuimos a un bar a bailar y tomar alguna otra cosa. Ese fue el momento oportuno aprovechado por Rafa. Debo reconocer que, aunque sus indirectas para volver a quedar para lo de las fantasías nunca habían cesado durante todo el Verano (a pesar de mis continuas negativas una y otra vez), Rafa llevaba ya un tiempo sin dar el coñazo con ello. Como si lo hubiese asumido que no volveríamos a quedar y siendo ya un simple amigo más de la pandilla.

El problema fue que, como de costumbre, consiguió descolocarme en un momento que estábamos los dos solos en la barra del bar. Por una parte me cabreaba muchísimo cómo solo con unas simples frases conseguía descolocarme, desconcentrarme o alterarme, pero, por otro lado, he de reconocer que me encantaba seguir sintiéndome tan deseada y anhelada por él. Básicamente se limitó a decir con su característico estilo de susurros: “Debo reconocerte que me encanta siempre como vistes durante todo el año. Pero en Verano con esas camisetas de tirantes, esos tops, esos shorts tan monos o esos vestiditos que llevas me vuelves más loco que nunca”. Iba a decir yo algo pero me interrumpió para seguir hablando él: “Y es que, sin que tú probablemente te des cuenta, llevas siempre la elegancia dentro de ti y todo te queda de maravilla. No es solo que tengas un cuerpo de puta madre sino que sabes vestir mejor que nadie en el mundo”. Este monólogo que se marcó me dejó anonadada. No iba a ser tan tonta de caer rendida en sus brazos por haber cogido el camino fácil del rollo fetichista, pero no podía negar que siempre me encantó en Rafa lo mucho que le gustaba mi forma de vestir y cómo eso le ponía más que ninguna otra cosa. El tío supo como captar mi atención y cómo hacer que le diese vueltas a la cabeza a todo lo que me dijo.

Por lo menos fui lo suficientemente inteligente para que esa noche no me dejase seducir y sucumbir por sus historias fetichistas. Pasé de sus historias y seguimos los cinco pasándonoslo muy bien toda la noche. En cierto momento, cuando Edu se puso en exceso romanticón con Graciela, me dio un poco de bajón y tuve ganas de utilizar a Rafa para dar celos a Edu ante sus narices. Estuve a punto de hacerlo. Enrollarme con Rafa bestialmente ante los ojos de Edu y así demostrarle, una vez más, lo muy niñato e inmaduro que era no sabiendo ni pudiendo cortar con Graciela. Pero no lo hice, me contuve. Por supuesto que hubiera sido toda una lección ante Edu, pero por otra parte no me daba la gana de que se desvelase públicamente todo lo mío con Rafa que habíamos mantenido en secreto durante tantísimos y tantísimos meses. Quería que siguiese siendo nuestra historia. Nuestro secreto. Y que todo nuestro historial de fantasías siguiera siendo extremadamente privado y confidencial. Por lo que, en un nuevo acto de madurez sorprendente para tener solo 17 años, no escogí el camino fácil y simplemente seguimos todos disfrutando la noche.

Si aquel sábado fue peculiar, no menos emocionante iba a ser el domingo, pues una serie de hechos se iban a desarrollar que iban a acabar con mi abstinencia emocional/sentimental/sexual que me había impuesto a mi misma. ¿Y quién sino el mismísimo Rafa iba a ser el causante detonante de ello? Todo empezó con un simple SMS que solo me ponía: “¿Te apetece venirte esta tarde a las 7 al bar de mi tío?”. Le contesté con un anodino “ok”, aunque no sabía de si quería quedar o no. No me lo pensé mucho. Supongo que el rollo fetichista de la noche anterior había activado alguna neurona en mi cabeza y eso me motivó para quedar, ya fuese por curiosidad o por lo que fuera. El hecho es que hacía meses que no quedábamos, muchísimos y ya prácticamente ni me acordaba de las tormentosas y fascinantes fantasías que habíamos realizado Rafa y yo en meses anteriores. Todas esas fantasías las veía como algo lejano, muy lejano, como si hubiesen pasado años en vez de meses, y era un recuerdo vago de mi memoria. Me había concienciado y esforzado tanto, a lo largo de los últimos meses, por olvidar todo lo ocurrido tanto con Rafa como con Edu que apenas recordaba ya nada de todos aquellos momentos memorables.

Por lo que llegaron las 7 de la tarde y me presenté a la puerta del bar. Rafa desde un primer momento se lo curró con esmeró pues nada más verme comentó: “caray, estas preciosa con ese vestido de Verano, estás muy guapa y elegante, que guapa te queda”. Yo misma era consciente de que me quedaba bien y que estaba guapa, pero aún así siempre se agradece los piropos y halagos de los demás, y para estas cosas Rafa era todo un maestro. Estuvimos tomando algo en el bar mientras hablamos de temas triviales y de cosas de la noche anterior. En ningún momento intentó tirarme los tejos, ni insinuar nada ni proponer ningún tipo de fantasía. Estuvo comedido, correcto y tranquilo. Casi parecía un Rafa muy distinto al Rafa fogoso, desatado y pasional de las otras veces. Aunque no se lo dije, agradecí su comportamiento porque no me apetecía nada entrar a discutir temas sobre quedar para fantasías y esas cosas. A pesar de llevar ya muchos meses alejada de estos rollos e historias, aún no estaba curada del todo y necesitaba más tiempo de tranquilidad y de no pensar en ello.

Después del bar, Rafa se quedó un rato hablando en la puerta con su tío. Yo no pude escuchar bien la conversación pues justo en ese momento me había llamado Jessica al móvil para contarme unas historias. De repente me di cuenta que estaba mintiendo a Jessica, pues le comenté que estaba con mis padres en vez de con Rafa y que en ese momento no sabía ni podría quedar más tarde con ella. ¿Por qué la mentí? Pues no sé, ni idea, a saber. No era mi intención hacerlo. Solo sé que me salió así. De todos modos no le di la mayor importancia, era solo una mentira tonta. Solo una mentira para así cimentar más mi historia de que entre Rafa y yo nunca había ninguna clase de relación especial y que prácticamente éramos unos desconocidos el uno para el otro. Cuando colgué el móvil Rafa estaba contento y entusiasmado, con mucha ilusión, no hacía más que agitar unas llaves que antes no tenía sus manos. Antes de que yo dijera nada me soltó: “Te voy a enseñar el pedazo gimnasio que se ha montado mi tío aquí al lado, es una pasada, es profesional a tope, yo pronto me vendré aquí a darme caña, porque le ha quedado guapísimo”.

Ciertamente el gimnasio estaba muy cerca del bar. Era una especie de almacén reconvertido en gimnasio amateur, pero vamos, en mi opinión no era nada del otro mundo: una bici estática, unas pesas, unos potros y poco más. Para ser amateur no estaba mal, pero vamos, que distaba una barbaridad de cualquier gimnasio profesional. No entendía el porqué del entusiasmo de Rafa por dicho gimnasio, a mí me pareció bastante normalito y simplón. Supongo que estas cosas a los chicos siempre les gustan más y se ilusionan más. Lo que si debo reconocer que era llamativo y destacable es que en una pared había colocado inmensos espejos que llegaban del suelo al techo. Eso era bonito. Eso era elegante y le daba un toque de distinción al gimnasio. Lo de los espejos era un acierto y eso sí que me gustó. Rafa enseguida se cercioró que me gustaba ese detalle, pues me pilló mirándome en uno de esos espejos de cuerpo entero. Sin el menor disimulo ni indecisión me agarró por detrás de la cintura y me dio un beso en la mejilla al mismo tiempo que decía: “seguro que hasta tú misma te sorprendes de lo guapísima que eres y de lo preciosa que estás con este vestido”. No supe qué decir. Me sentí un poco incómoda y violenta por sus comentarios, pero lo cierto es que me gustó que me alegrara el oído con semejantes piropos y también me gustó la dulzura y ternura del beso en la mejilla. Por lo que solo supe responder con una imprecisa sonrisa a su cariñoso gesto.

No solo mi tenue sonrisa consiguió disuadirle y desmotivarle, sino que no dejó a abrazarse a mí por detrás y siguió besando mi mejilla de forma tontorrona. Los besos se fueron turnando de mi mejilla a mi cuello, y noté su entrepierna demasiado pegada a mi trasero. ¿Por qué no reaccioné en ese momento? No lo sé ¿Sería que yo misma estaba deseando que pasara esto y no me daba cuenta? ¿Sería que mi dichoso subconsciente me estaba pidiendo a gritos volver a gozar con las fantasías fetichistas de Rafa aunque yo no fuese consciente de ello? ¿Sería que tras tantos meses de parón, salvo el simplón e impersonal morreo con Juanan, mis hormonas adolescentes estaban pidiendo volver a experimentar toda clase de sensaciones, aventuras, fantasías y affaires con Rafa? No lo sé. Ni idea. Si de mí dependiera estaba segura de que no quería volver a tener nada con él, pero claro, es lo malo de tener un subconsciente más perverso e inteligente que una misma. Además, el espabilado de Rafa siguió comiéndome el oído con cosas como: “El resto del año no hay ninguna chica que vista mejor que tú, siempre tan clásica, pija y elegante, pero en Verano es que están aún mejor, más sublime, con esos tops, camisetas de tirantes, shorts o con vestiditos tan guays como el que llevas hoy. Cuántas veces me he imaginado a lo largo de todo el verano el poder acariciarte a través de uno de estos vestiditos que tanto me ponen. Me vuelves loco y lo sabes”. No, no lo sabía, pero con la pasión que expulsaba sus palabras no me quedaba ninguna duda de lo mucho que le ponía el rollo fetichista de los vestiditos y ropa veraniega.

(9,60)