Nuevos relatos publicados: 12

Mis primeras experiencias en la milicia (1 de 2)

  • 10
  • 10.553
  • 8,80 (5 Val.)
  • 0

Cuenta la historia de unos primos que ingresan a la milicia y de cómo se ven inmersos en algo nunca previsto……

"Reclutas,… han llegado a esta base donde comenzarán su instrucción militar que les servirá en su desarrollo como hombres de bien, y se les entregarán las bases para forjarse un futuro próspero. No sólo aprenderán a utilizar las armas, sino a formarse como verdaderos hombres, que sirven a su patria y a sus familias"

Con estas palabras fuimos recibidos mis primos y yo en el regimiento, muy orgullosos de ingresar al servicio militar, que por nuestra decisión era voluntario. Desde niños, en el campo, nuestros juegos infantiles siempre se enfocaban a enfrentamientos de guerra, desde peleas griegas, hasta lo imaginable en guerras actuales.

Mis primos quedaron huérfanos a la edad de dos años. Sus padres murieron en un accidente en la capital y fueron entregados en custodia a nuestros abuelos maternos en el campo. Mi caso no fue muy diferente. Nunca conocí a mi padre biológico y a la edad de cuatro años, mi madre entabló una relación con un su jefe en el trabajo, y nos fuimos a vivir a su casa. Al poco tiempo, fue enviado en comisión de servicio al exterior. Se fue con mi madre, y me dejaron también con mis abuelos en el campo, por un tiempo, hasta que se establecieran en su nueva casa. Nunca más supe de ellos. Años siguientes, un pariente me comentó que la pareja de mi madre le había puesto como condición que si quería seguir con él, deberían empezar de cero, y yo literalmente sobraba. No es la idea juzgar a mi madre. Incluso no tengo rencor. Su presencia fue muy bien sustituida por el cariño de mis abuelos. En resumen, me crié con mis primos.

Cuando cumplimos los 18 años, con mucho entusiasmo fuimos al cantón de reclutamiento. Siempre asumimos la carrera militar como seguro para el futuro laboral, por lo cual, aspirábamos a continuar carrera en la escuela de suboficiales.

Desde un principio destacamos por sobre los otros reclutas. Los tres, pero principalmente los mellizos Ariel y Luis, estábamos muy bien preparados físicamente, producto de las labores del campo. Los mellizos tienen muy buena presencia física, con un rostro moreno anguloso, una altura de 1,80 metros y bastante musculosos. Yo, Jorge, en cambio, soy un poco más pequeño y no he desarrollado tanta musculatura como mis primos, pero igual me considero atractivo, aunque opacado por mis primos, quienes siempre eran objeto de comentarios del sexo opuesto, cuando asistíamos a algún baile de la comarca, o viajábamos al pueblo cercano. Desde niños nos llevábamos muy bien, compartíamos el juego, y luego las labores agrícolas, eso sí, con las discusiones y rencillas propias de los hermanos. Dormíamos en el mismo dormitorio, cada uno en su cama. Los veía frecuentemente desnudos, lo que me provocaba una sana envidia, al ver sus cuerpos muy bien formados, con sus atributos sexuales bastante más prominentes que el mío. A partir de nuestra adolescencia, el tema sexual brotaba por cada uno de nuestros poros. A los quince años, nuestro abuelo nos llevó a conocer un prostíbulo en el pueblo, práctica común en el campo, y desde esa época nuestra actividad sexual estaba centrada en las prostitutas y una que otra mocita que vivía en los campos vecinos. Ariel era el que tenía más ligue, y siempre se jactaba de sus conquistas amorosas.

Después de estar un mes en el regimiento, algo comenzó a cambiar entre nosotros. Ariel fue asignado a un destacamento del cual no había mucha información, sin embargo, sólo los elegidos formaban parte de él, y nadie hasta ese momento había ingresado con tan poco tiempo de permanencia en el regimiento. "Es un destacamento que prepara a los mejores para comando" comentaban algunos, por lo cual felicitamos al primo por ese logro. A partir de eso, no lo veíamos casi nunca. Luis y yo seguimos con la cotidianeidad del Servicio militar. Pasó más de un mes y coincidimos con Ariel en un día de franco. Estaba distinto, deprimido, como alejado de todo y de todos. Por más que le preguntamos en qué consistía su instrucción, sólo comentaba que era de mucha exigencia física y mental, y que incluso recibía un dinero extra que les enviaba a los abuelos. Ya no compartía con nosotros con la alegría de siempre. Eso nos preocupó a Luis y a mí, pero no hicimos mayor comentario.

Fue un tiempo después que estábamos en un fin de semana de Franco, cuando decidimos con Luis y otros dos reclutas viajar al pueblo siguiente. Serían como las 20:00 horas, estando en un local central tomando unos tragos, cuando divisamos a Ariel junto a otro recluta y al Sargento del destacamento de Ariel. Estaban vestidos con un atuendo muy extraño para ellos. Ariel y el otro recluta andaban sólo con una chaqueta de mezclilla que al parecer era un par de tallas menos que la de ellos, donde se divisaba claramente sus pectorales y un abdomen muy bien definido, unos vaqueros muy apretados, que reflejaban un prominente paquete, unas botas vaqueras y en el bolsillo trasero una remera blanca. Luis salió del local y los llamó. Ellos se percataron de su presencia y apresuradamente abordaron un auto rojo. El sargento no subió con ellos, y se dirigió a donde estábamos nosotros.

―Y Uds, que hacen aquí …. Nos dijo en tono bastante molesto…

―Mi sargento, estamos de franco y vinimos al pueblo a relajarnos, nada más…Pero ¿qué pasó con nuestros camaradas?..consultó Luis

―Ellos están en un entrenamiento secreto, así que Uds., por ningún motivo deben hacer algún comentario en la base, so pena de enfrentar problemas bastante graves, de los cuales se pueden arrepentir

Nos quedamos bastante extrañados y cada uno de nosotros especuló de qué trataría ese "entrenamiento secreto" al que eran sometidos los reclutas del destacamento, sin embargo, nadie imaginó el verdadero entrenamiento…..

Un tiempo después, ya de madrugada, ingresó el Sargento del destacamento de Ariel y comunicó a todo el dormitorio que los reclutas Luis, Jorge, Andrés y Juan, serían asignados a otro regimiento, por órdenes superiores, y que en ese instante estaríamos bajo sus órdenes…. Algo raro pasaba, yo lo intuía.

Fuimos conducidos a un móvil y nos llevaron en la noche a un sector fuera del regimiento. Nos ordenaron desembarcar y nos condujeron a una especie de gimnasio. Todo estaba oscuro.

―Reclutas…A partir de este momento Uds., han ingresado a un destacamento donde aprenderán nuevas tácticas para desenvolverse en el campo de entrenamiento. Cada uno de Uds., será asignado a un compañero del pelotón, con experiencia, quien los guiará en todo momento….

Se prendieron las luces y frente a cada uno de nosotros estaba un recluta con vestimenta negra, con la cara cubierta. Sólo se distinguían sus ojos.

―Cada uno compartirá el cuarto del recluta que se encuentra frente a Uds., y comenzarán desde este momento su instrucción.

Nos llevaron a un recinto con varios dormitorios individuales donde había dos camarotes y un velador. Cada dormitorio tenía un baño pequeño, con una ducha, un lavamanos y un retrete. Me ordenaron entrar a uno de ellos, y tras de mi ingresó el recluta asignado. A partir de este momento, todo lo que tenía previsto tomó un giro inesperado……..

―Ahora estás bajo mis órdenes y deberás pasar algunas pruebas de iniciación. No se está permitido que me dirijas la palabra a no ser que yo te lo ordene. Por lo pronto, debes utilizar esta máscara, la cual sólo retiraras cuando yo no esté presente. Deberás desnudarte y tomar un baño. Cuando hayas terminado de bañarte, me esperaras con la máscara puesta y recibirás instrucciones.

Me entregó una capucha negra con orificios para respirar y una toalla.

Procedí según lo ordenado, tratando de asimilar de qué se trataba todo esto. Igual estaba estimulado, imaginando que era uno de los elegidos para formar parte del destacamento de elite, por lo cual estaba dispuesto a seguir toda las órdenes de mi instructor, al fin y al cabo, a mi me gustaba la vida militar y siempre respeté la jerarquía o los rangos superiores asignados.

Cuando terminé de ducharme, fui al dormitorio y no encontré ropa alguna, sólo la máscara sobre una de las camas. Sentí pasos que se acercaban al dormitorio, así que rápidamente me puse la capucha y quedé cubierto sólo con la toalla a la cintura en posición firme. Sentí abrir la puerta y los pasos se acercaron a mí. Sentía la respiración de alguien al frente muy cercano a mí. Me retiró la toalla y me sentí muy incómodo, e inconscientemente cubrí con mis manos mis genitales…

―¡Posición firme, recluta!…….

En esa posición mis partes íntimas quedaron expuestas.

―La primera instrucción es poner a prueba su capacidad de recibir órdenes, aunque atenten contra lo que más le duela……..incluso su dignidad. Un buen integrante de este destacamento debe respetar por sobre todo a sus superiores, por lo tanto, soldado, le ordeno que se vuelva de espaldas……

Me volteé y quedé de espaldas al instructor.

―Debe permanecer en posición firme, sin hablar y aceptar sumisamente todo lo que suceda….

Sentí que el instructor se colocó tras de mi y comenzó a tocarme suavemente los glúteos.

―Por favor mi instructor….

―Silencio recluta, no está autorizado a hablar...

Sus manos recorrieron mis glúteos y luego las piernas, lentamente acarició mi espalda y pude sentir su respiración en mi cuello.

―Veo que está en forma soldado…Ahora acuéstese en su cama boca abajo.

Seguí su instrucción, se dispuso sobre mí y sin mayores preámbulos, aplicó una especie de crema en mi ano e inmediatamente me violó, con fuerza, desgarrando, yo en mi posición me encontraba indefenso, no podía moverme y me sentí ultrajado. Comenzó el ejercicio del mete y saca, sin decir palabra, sólo sentía su jadeo y mis gemidos de dolor. Mi cuerpo comenzó a experimentar sensaciones nunca antes vividas. El sentirme sometido significó impotencia y dolor, pero de alguna forma me estimuló sexualmente, más aún sentir ese órgano explorando en mi interior, rozando la próstata, dio paso a un extraño placer. No podía creer lo que estaba sucediendo, era literalmente violado por un hombre……y me estaba gustando…….No entendía que estaba pasando conmigo. Terminé totalmente entregado a mi violador, de la resistencia inicial, pasé lentamente a la entrega total, llegó un momento en que mi cuerpo buscaba la profundidad de la verga de mi instructor, y mis gemidos de dolor estaban cambiando a gemidos de placer. Incluso me corrí sin proponérmelo, y deduzco que las contracciones de mi ano al momento de mi corrida, dieron pie a que mi instructor vaciara en mi interior cantidades de semen que calentaban mis entrañas. Sentí su gemido de placer al momento de acabar y se quedó sobe mí unos instantes. Yo en ese momento no sabía como reaccionar, no entendía que había sucedido, sólo que lo había gozado……..Fue grande………

Continuará…

(8,80)