Nuevos relatos publicados: 6

Mi adolescencia: Capítulo 22

  • 18
  • 8.182
  • 8,89 (9 Val.)
  • 0

Mi silenció desesperó más a Rafa. Le puso más nervioso e irascible. Finalmente con calma me preguntó: “¿qué es lo que quieres? ¿qué es realmente lo que quieres?”. Solo supe encogerme de hombros y no dije nada. Estaba confusa y aunque sabía que le estaba frustrando no sabía cómo reaccionar ni qué decir. Lo mejor sería irnos ya y olvidar todo lo que había pasado esa tarde. Ya otro día nos lo tomaríamos con más calma y quizás estaría yo más predispuesta para avanzar más. Le dije: “mira, déjalo, ya otro día quedamos, ahora quiero irme”. Rafa me echó una mirada impersonal y se apartó de mi camino, dando a entender que me largara por la puerta y que no le importaba. Tenía el orgullo herido. Eso se notaba claramente. No me gustaba hacerle daño ni jugar con él, pero yo necesitaba más tiempo, y él debía llegar a entenderlo. Por lo que me fui hacía la puerta dispuesta a irme. Justo cuando estaba a punto de abrir, de hecho ya la tenía medio abierta, pero él me lo impidió. Volvió a cerrar la puerta. Me miró a los ojos. Esperaba que de un momento a otro empezase a hablar a soltarte uno de sus habituales monólogos para convencerme. Pero no fue así, o para ser exactos, no fue concretamente así. 

Pues lo que hizo fue abalanzarse sobre mi cuello y empezar a comérmelo con chupetones repletos de pasión y deseo. Y ahí sí que empezó a hablar sin parar diciendo cosas como: “¿te acuerdas del día que jugamos en el chalet al escondite y corríamos por todos lados escapando de mí todo el rato de un lado a otro sin parar? ¿te acuerdas lo morboso y excitante que fue? Pues ese día estabas preciosa, con aquella camisa mía y esos vaqueros. Pensé que nunca te podría desear más que aquel día. Pues estaba equivocado. Porque ahora mismo con esta camiseta y estos shorts te deseo más que nunca y necesito tenerte más que nunca. Tu ropa siempre me vuelve loco y todo te queda tan bien que solo sueño con acariciar y jugar con tu ropa”. Estaba tan atenta y flipada por el largo discurso de Rafa que no me di cuenta que llevaba ya un buen rato acariciándome los pechos por encima de la camiseta al mismo tiempo que me daba besos sin parar. Era increíble lo mucho que me conocía. Era increíble como Rafa me conocía más que yo a mi misma y que sabía justo en cada momento lo que necesitaba oír para camelarme. ¿Me molestó que utilizase esos trucos fetichistas tan manidos? Pues no sé, no mucho, pues con ello excitó mi mente y eso fue justo lo que necesitaba para relajarme. Por lo que le dejé seguir, siempre y cuando siguiera siendo una fantasía light. 

No podía determinar cuánto tiempo estuvo acariciándome y besándome. Solo sé que cumplió su promesa de ser todo light pues en ningún momento dejo de tocarme por encima de la camiseta. Debía reconocer que, tanto ahora como en el pasado, Rafa era un tío legal que casi siempre se atenía a las normas y reglas que yo imponía. Al cabo de un rato así lo dejamos y ya nos fuimos para casa. Yo pude notar perfectamente su erección en el pantalón, aunque lo miré de forma tan discreta y sutil que seguro que no se dio cuenta. Por supuesto quedamos para el día siguiente. Y llegó el día siguiente, y fue un día importante, aunque no del todo relacionado con Rafa. Pues me encontraba yo arreglándome ante el espejo como media hora antes de quedar con él, decidiendo que me ponía, y teniendo en cuenta que me había hablado que tanto le ponía los shorts blancos pues me decanté por ellos. Tras deliberar un poco me puse una camiseta de tirantes azul oscuro con esos short blancos. Mis pensamientos estaban centrados y monopolizados por lo ocurrido los dos días anteriores con él cuando de repente una llamada al móvil de Jennifer me despertó de dichos pensamientos. La noticia de Jennifer no se hizo esperar: “¿Sabes que Graciela y Edu han cortado? Que fuerte. Quién lo iba a decir”. Evidentemente no lo sabía.

Me quedé en estado de shock, totalmente anonada y descolocada, no me lo esperaba en absoluto. Solo acerté a preguntar: “¿Y quién ha cortado? ¿Él o ella?” a lo que ella respondió con un frustrante “ni idea”. Estaba deseando colgar a Jennifer, no porque hubiera quedado con Rafa, sino para poner en orden mi cabeza y asimilar todo el bombardeo de pensamientos y emociones que me estaban hostigando. Por fin conseguí colgarla y me senté en la cama. Eran tantas las preguntas que me estaba cuestionando: “¿Habría sido él el que por fin dio el gran paso?” ¿Por fin había dejado de ser un cobarde y un niñato irresponsable asumiendo, en un acto de madurez, que no quería estar con ella?”, “Por fin se atrevería a pedírmelo sin rodeos ni historias y empezar a ser una pareja normal después de tantos años y movidas desde los 14 años?”. Aunque por otro lado me asolaba una duda: “¿Habrá sido Graciela la que ha cortado?”, “¿Cuál habrá sido el motivo después de tantos meses de aparente, solo aparente, felicidad?”. Fuese lo que fuese lo que estaba claro es que Edu volvía a ser libre. Volvía a estar disponible y eso me produjo una gran ansiedad y expectación. Habían pasado ya muchos meses desde que perdimos la virginidad el uno con el otro, ¿qué pasaría ahora? ¿qué nos esperaba? Yo desde entonces, salvo por el tema con Rafa y el tonto escarceo con Juanan, le había sido fiel. 

Los minutos iban pasando y yo no me movía de la cama. Estaba petrificada. En esos momentos, aunque suene duro y cruel decirlo, Rafa me importaba un bledo. ¿Debería llamar al móvil a Edu? ¿Debería yo dar el primer paso?. Y, de repente, al hacerme estas dos preguntas me salió una rabia contenida de orgullo herido que me hizo explotar. Me dije: “Pero, qué coño voy a llamarle yo a este imbécil que se ha comportado siempre con un niñato inmaduro e irresponsable”, “qué coño voy a dar yo el primer paso después de la humillación a la que me sometió de no cortar con Graciela después de perder la virginidad conmigo”, “qué demonios iba yo a rebajarme a ni siquiera mandarle un SMS después del lamentable y patético espectáculo que me había dado todos esos meses esquivando cobardemente mis miradas y no asumiendo ninguna responsabilidad”. Cuanto más lo pensaba más me llenaba de ira. Cuanto más recordaba más me crispaba y, sobre todo, cuanto más vueltas le daba más ganas me daban de mandarle a la mierda y no volver a saber nada de él. Es más, estaba deseando que se pusiera en contacto conmigo para mandarle a la mierda y que así supiera que tuvo su oportunidad y que la desaprovecho por ser un patético mierda inmaduro. 

Ha sido uno de los momentos de mayor lucidez de toda mi vida. Lo vi todo tan claro que no dude ni por un segundo. ¿Qué Edu desde los 14 años era mi gran amor platónico, fetichista y obsesión? Pues sí, pero ya me daba igual. Yo ya tenía 17 años y medio y nunca como en ese momento me sentí más madura, adulta, sensata y con las ideas más claras. No caería en la bajeza de darle ninguna otra oportunidad. Nunca. Mi orgullo estaba herido. Me hizo aquel día de Abril mucho daño por lo que niñato que fue. Y ahora desde luego lo iba a tener muy difícil el conseguir algo de mí. Por no decir imposible. En medio de todo ese rencor, furia, resentimiento y malos recuerdos me levanté por fin de la cama y salí disparada a la calle. Tenía mucha agresividad interna dentro de mí. Tenía mucha energía negativa que necesitaba descargar. Tenía un mogollón incontrolable de emociones, sentimientos y sensaciones acumulados dentro de mí que me hacían estallar. Me dirigí corriendo al gimnasio del tío de Rafa. Él estaba allí esperándome en la puerta con cara de cabreo, pues llegue por lo menos más de 15 minutos tardes. Pero el cabreo le duró poco, pues antes de que abriera la boca para decir cualquier cosa yo me abalancé a sus brazos y le empecé a besar.

La cara de Rafa era de un desconcierto y un pasmo asombroso. Estaba flipado y totalmente descolocado por mi personal reacción. Él nunca supo el porqué de mi comportamiento aquella tarde, y no creo que le importase mucho, yo solo sé que tenía que descargar toda la ira contenida que tenía dentro de mí y que quería desprenderla. ¿Y con quién mejor que con Rafa? ¿Quién más que Rafa se lo había ganado y quién más que él se lo había currado desde siempre? Se podría decir que fue por venganza, resentimiento o despecho, pero yo creo que fue mucho más allá de ello, porque lo que necesitaba con urgencia era olvidarme del todo de Edu y para ello Rafa siempre había sido el mejor antídoto. Un antídoto infalible. 

Todo se desarrolló a gran velocidad. De hecho, desde cierto punto de vista fue muy divertido y gracioso, pues Rafa era incapaz de abrir la puerta del gimnasio porque yo no le dejaba de besar y abrazar. Lo cual le ponía todavía más nervioso, pues la ansiedad por abrir la dichosa puerta se había convertido en su primera prioridad. Finalmente, tras un gran esfuerzo de destreza consiguió que entráramos dentro. Yo era una persona totalmente diferente a la de los dos días anteriores. El notición de Edu me había alterado hormonalmente y tenía dentro de mí un volcán que no sabía cómo apagar. Por lo que solo me dejé llevar por mi instinto, lo cual, sin duda, Rafa agradeció. Los besos entre ambos no cesaron ni por una décima de segundo, ya fuesen en la boca, en la mejilla o en el cuello, fueron continuos y apasionados. Yo me acerqué a su oído y le susurré: “Entonces ¿estos son los shorts blancos que tanto te gustan y tanto te ponen?” Él no respondió, al menos no respondió con palabras, pero si con acciones pues intensificó sus besos y caricias en mi espalda. Yo seguí caldeando el ambiente al decir: “Hay que ver el efecto que tienen unos simples pantaloncitos blancos, jajajaja”. Eso era justo lo que necesitaba para motivarse más y arrancar todo lo que llevaba dentro, pues me apretó el culo con ambas manos, con fuerza, con firmeza y, sin darme tiempo a respirar, me alzó en alto apoyándome contra una pared. 

Cierto que Rafa tenía ya 19 años y era mucho más fuerte y alto que yo, pero aún así me sorprendió esa demostración de fuerza dejándose llevar por la adrenalina y alzándome por el culo. Me tenía sujeta contra la pared y empezó a besar mis pechos por encima de la camiseta. Empezó a murmurar para sí mismo: “umm, imposible decidirme qué camiseta de tirantes me gusta más, si la violeta de ayer, o esta azul, estás preciosa con cualquiera”. No paraba de comerme los pechos y de susurrar cosas que ya no llegué a entender porque las decía apenas sin vocalizar. Es increíble la fuerza de sus brazos de tenerme cogida así contra la pared durante tantos minutos. Comprendo que el subidón de adrenalina, pasión y deseo le proporcionase una considerable fuerza momentánea, pero por lo menos habían pasado ya 3 minutos así y seguía manteniéndome alzaba agarrada por el culo. Cuando ya no pudo soportar más me soltó pero los besos sobre mis pechos no cesaron. Estaba sudando, agotado y muy nervioso, totalmente alterado. En un arranque violento se apartó de mí un par de metros y se quitó su camiseta, tirándola muy lejos. No me extrañaba que tuviese esa necesidad, pues estaba sudando de verdad.

Podría asegurar que en esos momentos tuve hasta un poco de miedo, porque su mirada era de todo menos humana. Era una mirada animal, visceral y repleta de deseo. Me plantee que sí quería pararle los pies ese era el mejor momento, que no debía demorarlo ni un momento más. Pero no me dio tiempo a reaccionar ni a decir nada, pues enseguida me abrazó por detrás y siguió masajeándome los pechos por encima de la camiseta al mismo tiempo que repetía sin parar: “umm, muchísimas gracias por haberte vestido con estos shorts y esta camiseta, umm, muchísimas gracias”. Yo permanecí todo ese tiempo en un mar de dudas, pues estaba disfrutando (aunque no sé si tanto como él) pero al mismo tiempo me planteaba una y otra vez que tenía que pararle ya los pies. Conocía lo suficiente a Rafa para saber que si no le paraba los pies en ese momento acabaría deseando que este affaire pasional fuese a más y por lo tanto dejase de ser tan light. 

Por lo que de forma algo brusca me separé de él. Rafa me miró totalmente desconcertado y con cara de cabreo y malestar. Me gritó alto: “pero tía, ¿de qué coño vas? Vale ya de jueguecitos”. Nunca antes me había gritado así ni hablado de esa manera. Yo, en un tono conciliador, traté de hacerle comprender las razones de mi reacción tan brusca. Intentar hacerle comprender que quería que estas aventurillas siguieran siendo light y que no se desmadrasen en exceso. Pero no tuve oportunidad para poder explicarme y argumentar mis razones. Pues Rafa me soltó un cortante: “Mira tía, paso de tus historias, paso de tus cambios bruscos de humor, bien sabe Dios que he tenido toda la paciencia del mundo contigo y me he portado contigo mejor que con nadie, pero ya estoy harto de que me calientes así de forma tan brutal para cortarme así. Esto es inhumano y no lo aguanto más”. Me quedé yo totalmente cortada y hasta avergonzada. No podía negar que tenía razón en todo lo que decía. En todo. Pero ni yo misma sabía la razón de porque quería que siguiese siendo todo tan light. 

Cierto que tenía ya 17 años y hacía más de 4 meses que había perdido la virginidad. No había ningún motivo aparente ni razonable para seguir comportándome tan distante, fría y estrecha con Rafa. Todos los chicos y chicas de nuestra edad ya empezaban a tener relaciones y era lo más habitual y normal del mundo. Sin embargo cuánto más disfrutaba yo era provocando esa ansiedad, ese deseo, ese anhelo y ese impulso sexual en Rafa. Lo que menos me interesaba era el acto sexual en sí. Por supuesto que cuando hice el amor, 4 meses atrás, con Edu disfruté muchísimo y me encantó. Pero no tenía todavía la necesidad de tener que volver a repetirlo. Rafa me gustaba, es cierto, y siempre se había portado conmigo de forma fenomenal atajando siempre todas las reglas y normas de mis fantasías. Sé que le hice sufrir mucho sexualmente hablando. Sé que le empalmé un mogollón de veces y que en cierta manera jugué con él y su sexualidad. Pero, sin embargo, a pesar de saber que él tenía razón en todo no quería ceder en el tema de que todo siguiese siendo light. Ya habría tiempo en el futuro de que no lo fuese pero por ahora me gustaba esa sensación de deseo no consumado y de tensión sexual no resuelta.

Aquella tarde, dado que Rafa se negó a que le pudiese dar una explicación (de todos modos ninguna explicación que hubiese tratado de dar hubiese resultado convincente del todo), nos acabamos yendo enfadados del gimnasio de su tío. Yo me sentía mal y aquella misma tarde ya en casa empecé a plantearme ciertas cosas. ¿No sería todo esto una estratagema de mi subconsciente para reservarme solo para Edu ahora que de nuevo estaba libre y sin novia? No lo creía, pues aunque tenía muy claro que Edu siempre sería el núcleo de todas mis obsesiones sentimentales/sexuales no tenía ningún interés por tener nada con él. Me hizo mucho daño en el pasado y aun no estaba preparada para intentar algo. Pero ¿qué pasaría si fuese él quien lo intensase y se volcase en tener una relación seria y formal conmigo? ¿le rechazaría igualmente? ¿sería tan tonta por orgullo (o por lo que sea) de pasar de él aún a sabiendas que solo él me completaba totalmente? No sabía. En cierta manera me sentía como una estúpida, como una payasa. Rafa tenía razón en todo lo que me gritó. Por culpa de mis estúpidas neuras estaba haciendo mucho daño (al menos sexualmente) a Rafa y él no se lo merecía. Al fin y al cabo siempre se había portado conmigo mucho mejor que Edu. Eso era muchos puntos a su favor. Y de repente lo vi todo tan claro que hice algo inaudito en mí. 

Casi sin darme tiempo a pensármelo dos veces le mandé a Rafa, de forma muy espontánea e impulsiva, un SMS que decía más o menos algo así como: “lo siento mucho, no se volverá a repetir, ¿quieres que quedemos mañana?”. Esperaba que me respondiera al segundo, pero bien que se tomo su tiempo porque me quedé tontamente mirando el móvil para ver si llegaba su respuesta. Estaba claro que estaba resentido y harto de mi conducta y de que nuestros encuentros nunca fuesen a más. Quizás pensaba que solo lo hacía para un nuevo encuentro light y no dejarle de nuevo avanzar. No sé. Solo sé que tardó una eternidad en responderme. Cuando ya estaba a punto de olvidarme del tema (habrían pasado por lo menos 35 minutos) recibí por fin un escueto SMS suyo: “Está bien. Ya mañana te llamo”. Dicho SMS me hizo sonreír. No sé porqué exactamente sonreí. No es que me hiciese feliz salirme con la mía y que de nuevo se hiciese lo que yo quería, sino que realmente me complacía volver a quedar con él. De repente me paré en seco y reflexioné sobre esto: ¿no me estaría realmente colando por Rafa después de tantísimos meses? Sería toda una ironía si fuese cierto, aunque cosas más raras se han visto. 

Lo cierto es que la situación no podía ser más kafkiana e incoherente. Pues, por una parte, estaba Edu que acababa de cortar con Graciela y con quien pudiera estar en cuanto yo quisiese. Edu siempre me dejó claro que tras hacer el amor en Abril si no estábamos juntos era por su cobardía, inmadurez, niñatez y falta de responsabilidad para cortar con Graciela. Ahora que por fin habían roto (aún sabía sin saber quién dio el paso para romper, aunque algo me decía que el niñato de Edu no hubiera sido tan valiente como para eso) tenía carta blanca para retomar lo mío con Edu y así confirmar de una vez si podíamos ser esa pareja idílica que yo me planteaba desde los 14 años o, si por el contrario, no teníamos ningún futuro juntos. Pero por otra parte, estaba el tema de Rafa, que durante meses y meses había sido una fuente continua de complacerme y que nunca me había exigido nada a cambio y salvo contadas ocasiones se había excedido de los límites light de la fantasía. Apreciaba a Rafa. En ese momento valoraba y apreciaba a Rafa más que nunca. Se lo había currado muchísimo y fue un compañero excepcional en el tema este de las fantasías tanto en el aspecto de respetar las normas y límites, como en el tema de mantenerlo todo en el más estricto de los secretos y que nunca nadie lo supiera.

(8,89)