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El cálido viento del Este 05: Alberto me inspira…

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 El sol no es que caliente, es que achicharra, abro mis ojos, algo hace cosquillas en mi nariz. Es Idoia que juega con una paja intentado meterla en ellas.

-Vamos a comer que Ramoni habrá preparado la comida y mi tía estará impaciente. -se inclina y besa mi cara muy cerca de la comisura de mi boca y huelo su aliento que huele a galleta de canela.

-Parece que tú ya has comido algo, hueles a canela.

-Ese chico nuevo, creo que se llama Alberto, nos ha repartido unas galletas que contenían canela y estaban riquísimas. ¿Te has fijado en su pierna? Qué pena con lo guapísimo que es.

Tira de mi mano para levantarme y le acompaño en su juego, corriendo por la ladera para arriba, jugando para ver si la cojo antes de llegar a casa.

Esa tarde y dos días más, mañana y tarde, bajo a la piscina, tomo el sol, hablo con David, juego a las cartas con Idoia y sus amigos, observo a lo lejos a Alberto y me baño cuando él abandona la piscina, muchas veces está solo tumbado en su toalla extendida sobre la hierba y otras veces juega con algún niño pequeño que se ríen con él y deja oír su cantarina risa alguna vez. Me gusta mucho su risa y su cara aparece de vez en cuando, sin saber el por qué, en mi memoria.

He ido en bicicleta hasta el río y más allá, en la báscula no había nadie. Fidel debe acudir cuando le avisan y como es de lo poco que tengo a mano que me guste, vagabundeo con la bicicleta, esperando tener la suerte de encontrarle.

Al día siguiente bajo a la piscina un poco tarde. Alberto está jugando con Idoia y otros chavales y niños, parecen todos ellos divertirse de lo lindo. Debo pasar a su lado para llegar a la piscina, cuando llego donde están ellos Idoia me hace señas para que me aproxime y atiendo su llamada. Una niña pequeña, como de cuatro años, acaricia la pierna anquilosada de Alberto, pasando su manita por ella, sin darle importancia alguna.

-Iker, mira, este es Alberto, es nuevo, ha venido este año por primera vez y vive en nuestra misma calle en la ciudad.  –Idoia me facilita información que no le he pedido.

-¡Ah!, ¿sí?, nunca te he visto por allí.   –me dirijo a Alberto y luego a mi prima- Alberto y yo ya nos conocemos y creo que nos hemos conocido con el paso cambiado.  –me pongo rojo por la inconveniencia que acabo de proferir. La risa de Alberto me indica que no lo ha tomado a mal, pero yo me pongo más rojo aún.

-Perdona Alberto, cada vez que nos encontramos tengo que estar pidiéndote perdón por algo.

-No importa, no tiene transcendencia, ¿te vas a bañar ahora?

-Sí, a eso voy.

-Acércame la muleta, te acompaño, si no te importa y no te molesto.  –alcanzo su muleta que yace en el césped y se la alargo.

-No me molestas, la piscina es de todos y cualquiera se puede bañar cuando lo desee.  –viene a mi lado.

-Lo decía por que llevas varios días que me rehúyes y vas solamente al gua cuando yo salgo.

-¡Baa!, no me hagas caso, soy un poco tonto y a veces hago tonterías como en esas ocasiones.  –cómo consigue sacarme los colores-, parece que ha quedado satisfecho con la respuesta estúpida que le doy.

-Entonces nadaremos juntos pero sin competir, no quiero que me hagas trampas.  –ahora el que suelta la carcajada soy yo. 

Nadamos varios largos, Alberto procura ir siempre a mi lado sin forzarme, adaptándose a mi velocidad y mi ritmo; nada como si fuera un delfín, suavemente como si el agua le acariciara resbalando como aceite por su piel. Luego nos sentamos como el otro día y comenzamos a hablar.

-Va a resultar que somos vecinos y no hemos llegado a conocernos, ¿en qué número de la calle vives tú?  -comienzo la conversación.

-El número es el 156 pero la casa se llama Santa Ana, está hacia la mitad de la calle. –habla y juega con sus piernas en el agua, puede mover su pierna atrofiada.

-Pero en esa casa no viven sus dueños desde hace algún tiempo.  –recuerdo haber visto en el jardín a unos señores muy ancianos hace mucho tiempo.

-Solamente hace un año que vivimos allí, la casa es de mis abuelos, ahora vivimos con ellos. –sus uñas arañan el borde de la piscina.

-Veo que puedes mover tu pierna mala.  –ríe sofocado y los zafiros que tiene en el rostro me miran fijos.

-En realidad puedo andar sin muchos problemas, cuando me visto llevo un arnés, ahora para bañarme no lo puedo usar, por eso utilizo la muleta. No estoy tan mal como puedes ver.

-¿Qué estas estudiando?, ¿en qué curso vas?  -la charla languidece y busco otros temas para hablar.

-Este año comenzaré primero de bachiller.

-Yo tenía que haber comenzado el año pasado, empezaré este año y ha sido un milagro que haya aprobado todo. Entonces tienes 16 años.

-Quince, solamente tengo quince años.  –mira la lámina de agua como si sintiera vergüenza.

-¿Vas adelantado un curso?, debes ser un chico listo, yo no lo soy, este es el primer año que he aprobado todo y no he dejado nada suspendido.

-Creo que si eres listo, yo te veo inteligente, será que no trabajas bastante.  –no hace falta que me esfuerce mucho, se que lleva razón, en lo que dice de que no trabajo lo suficiente.

Lo estoy pasando estupendamente hablando con Alberto, la mañana se pasa rápido.

-¿Quieres que nademos unos largos más para luego ir a comer?  -me lo dice como suplicando y no me puedo negar, me dejo resbalar dentro del agua, le ofrezco mi mano y la rechaza, se impulsa y está nadando a gran velocidad, le observo hasta que llega al final, desde allí me hace señas para vaya hasta él.

Durante la comida estoy ensimismado, pensando en no sé que, en la bonita cara de Alberto, en los rizos de su pelo, en sus rojos labios, en los zafiros de tono cielo, empiezo a pensar que me estoy volviendo loco, un chico que ni me interesa y recreando como es.

-Iker, Iker.  –Idoia toca mi brazo y me empuja- Parece que estas dormido o soñando despierto y no comes.

-He desayudo mucho y aun estoy lleno.  –intento justificarme ante ellas.

-Tu prima tiene razón.  –tercia Ramoni y mi madre que me mira fijamente, asiente con su cabeza.

-Te has hecho amigo de Alberto, os he visto mucho tiempo hablando y nadando. –Idoia aprieta suave mi brazo.

-¡Va!, no hay amigos con los que hablar.  –intento quitarle importancia para que me deje en paz.

-Yo creo que es un chico muy simpático, y guapo lo es a rabiar, si tuviera bien su pierna, sería ideal, es más guapo que tú, todas las chicas lo dicen y alguna hasta se ha enamorado de él.  – Idoia se pone roja y Laura interrumpe nuestra conversación y la que mantiene con Ramoni.

-Iker tienes que hacerme un favor, esta tarde llegará el perito de la compañía de seguros, tiene que ver una mancha que ha surgido en el techo de la cocina en la casa de tus tíos, los vecinos de arriba han tenido un escape de agua. ¿Irás a esperarle para que valore los daños?

-Ya voy yo, yo iré.  –Idoia irrumpe en la conversación- Iré con Iker para esperar al perito yo también.

-No, ni hablar, tú y yo iremos a la piscina, vete a saber la que podríais organizar vosotros en aquella casa.

-Mamá lo mismo que podemos hacer aquí, ¿no te parece?

Está decidido, tengo que estar allí para esperar a que llegue el perito, y hacía allí me dirijo después de comer y lavarme la boca. Mis tíos viven en uno de los  tres edificios de tres alturas que hay en la urbanización, haciendo como una U muy abierta, en el segundo piso. Abro el portal y comienzo a subir las escaleras, llego a la segunda planta y escucho pasos de alguien que baja del tercero, desciende saltando.  Es Malder, el primo de Fidel que vive encima de mis tíos, los que han causado la inundación al parecer. Malder es como de mi edad, año más o año menos, más bajo que yo, rubio oscuro y siempre lleva el pelo muy bien recortado y peinado a raya, tiene cara de chica con un cuerpo muy bonito de anchas espaldas y cintura y culo estrechos, pero el culo es, como dice Fidel, una maravilla. Lleva un pantalón que le llega a las rodillas, ajustado todo él,  un polo de cuello de pico pegado a su cuerpo como si fuera una segunda piel. Diría que tiene las piernas un poco zambas y sin un pelo, como si se las depilara.

Se detiene en el rellano que es muy largo y me mira con descaro, le devuelvo la mirada, él me estudia y yo hago otro tanto, se pone un poco rojo y baja su mirada, va a pasar sin saludar.

-¡Hola!, Malder.  –suspende su andar y se queda agarrando la barandilla del descansillo, luego se vuelve.

-Y tú, ¿qué haces aquí?, tu familia no ha venido aún.  –me reconoce, sabe quién soy.

-Voy a esperar a un perito que viene a valorar una avería que le habéis hecho a mis tíos.

Vuelve sobre sus pasos y se coloca a mi altura. Esboza una irónica sonrisa.

-Eso a ti y a mí no nos importa, ¿cuándo viene tu primo Mikel?  -deduzco que a este chaval le gusta mi primo porque amigo de él no lo es.

-Vendrán a primeros de Julio, pero si necesitas algo aquí tienes a su primo.  –el chaval ríe con sorna pero rojo como un tomate, su pálido cutis tiende a ponerse de color.

-No sé si tú tendrás lo que tiene tu primo.  –mira mi paquete con descaro, es una lástima que en ese momento la tenga floja.

-Eso lo podemos comprobar en un segundo.  –sujeto su mano y la llevo a mi bulto, no se corta y tienta agarrando mi polla y apretando.

-Ahora está descansando, pero si estás un minuto ahí veras en lo que se convierte.  –Malder mira su reloj de muñeca grande y aparatoso.

-¿Tienes llaves de la casa?  –las muestro en mi mano y tintineo con ellas en sus narices.

-Vamos a ver lo que tienes escondido.

Me tiembla la mano para meter la llave en la cerradura y me cuesta abrir la puerta. Malder me empuja hacia dentro cuando la entrada está expedita, cierra la puerta con un pie empujándola con fuerza. Su brazo izquierdo se cuelga de mi cuello y me obliga a bajar mi cabeza y busca ansioso mis labios y los une con fuerza a los suyos, su mano derecha no abandona mi paquete que masajea y aprieta sin parar.

Después de un largo beso que me sabe delicioso, levanta ni polo y comienza a besar y lamer mis tetillas y se humilla ante mí poniéndose de rodillas, besando mi bulto a través del pantalón, ahora mi polla está empezando a cobrar vida a velocidades de vértigo. Retira el cinturón blanco que traigo puesto y baja mis pantalones, acaricia con las palmas de su mano mis pantorrillas que empiezan a estar cubiertas de vello y pone su mejilla pegada al paquete de mi verga. Lame con dedicación la cabeza de mi polla que transparenta su silueta a través de la tela y empapa su saliva en ella, Sus manos acarician mi ombligo y tira de los vellos que surgen de él, al fin eleva su mirada, está como en trance y va bajando lentamente mi boxer hasta que mi verga sale disparada y golpea con violencia en su rostro.

Sujeta mi polla con su mano derecha y se queda mirándola un momento, luego aproxima su lengua y limpia el hilo de precum que la brota, la da lametones suaves desde la punta a la base mojándomela toda. Se pone de pie, sigue sujetando mi virilidad con su mano, me mira.

-Tienes una maravilla de polla,  cuando tengas la edad de tu primo va a ser más larga y más gorda.  –lame sus labios con su lengua y luego se acerca para pasarla por los míos, tienen el sabor de mi verga y se los chupo

Lo que me dice me enciende, le abrazo por la cintura, beso sus labios con furia y meto mi lengua lo más profundo que llego, él responde entusiasmado, pero no suelta mi polla y le retiro su mano para ir quitando su ropa y dejarlo desnudo a mi lado. Como su madre le trajo al mundo le arrastro cogiéndole de la mano a la habitación más próxima, la de mi primo Mikel, le llevo hasta la cama y le indico que se ponga de rodillas, abro sus nalgas, y muestra su culo sin pelos, limpio y suave, sabe lo que quiero y con sus manos ayuda a abrir sus cachetes tirando fuerte de ellos, mi rostro se entierra entre sus nalgas y mi lengua intenta abrirse camino en el cerrado y fruncido ojete, huele a limpio y sabe a la crema que se debe haber aplicado, al cabo de un rato sabe a él...

Mientras le chupo el ano, sujeto sus huevos, juego con ellos y los aplasto para sujetarlos junto con la base de su rabo. Tiene un rabo muy bonito, como el de Julio en tamaño y sin su curvatura que me vuelve loco. Paso un rato sin dejar de comerle el culo y de meterle los dedos, me coloco arrodillado tras él, escupo en mi polla y reparto la saliva embadurnándola, la enfilo a la entrada de su ano, en el camino me la sujeta él y la coloca justo en su entrada. Emite suaves quejidos y consigue hablar.

-Ahora, empuja ya, fuerte, dámela.

-Te la voy a meter chaval, si te hago daño avisa para que pare.  –no responde con palabras, su cabeza se mueve en un gesto que no se si significa que ha entendido o que le importa una mierda, pero que se la meta ya.

Tiro hacia mí de sus caderas y le meto la mitad, se escucha un hondo suspiro, creo que le he podido hacer daño y paro, empuja su cuerpo hacia atrás, él mismo va enterrando mi verga en su culo, se la come en un suspiro y llega al final, allí vuelve a suspirar.

-¡Qué rico, que rico está!  -hinca su cabeza en la cama y lleva sus manos para agarrar mis pantorrillas y apretarlas hacia él para que le meta más, es imposible, mis huevos hacen de tope en la entrada de su culo, al cabo de un momento comienza a mover sus caderas en círculos, rotándolas para hacerme ver la estrellas del gusto que me da y sin soltar mis pantorrillas se saca y se mete mi verga, se autofolla el solito y aprieta más hacia atrás.

-Dame, dame fuerte, ahora métela hasta el fondo, sí.

Me elevo sobre mis pies y quedo encima de él, su culo apunta al techo y me voy dejando caer iniciando unas entradas profundas que remato con el peso de mi cuerpo, empujando más y más, así estamos unos minutos, sudando a mares los dos. Parece un ovillo enroscado sobre sí mismo, su polla cae justo encima de su cara y al empujarme para entrar, al doblarle el espinazo, casi puede mamar de ella.

-Me voy a correr, me corroooo.  –los trallazos de leche que salen de su verga caen en su boca directos y me hinco totalmente en él, convulsionado y temblando descargo lo que llevo guardando durante tres  días. Nuestras miradas se cruzan y notamos la locura mutua. Se desenrosca y deja caer su cuerpo y caigo sin salir de él, juega con los anillos de su culo expulsando mi polla de su interior, se la vuelvo a meter y así varias veces más, tiene una sonrisa placentera en sus labios.

-Te gusta lo que te hago, ¿eh?  -me dice regocijado al verme jugar su juego.

-Malder, tienes un culo divino, mejor dicho, todo tu estás my bien, no me importaría volver a follarte otro día.  –se ríe complacido.

-Eres directo y conciso, me gusta tu estilo.

-Si nos conocemos y nos gustamos, ¿para qué andar con subterfugios?

Quedamos un rato tendidos en la cama, recuperando la respiración y contemplándonos, resulta ahora más guapo, agradable y tierno ya que acaricia mis tetillas con sus manos primero y luego con sus labios y su lengua.

-Me dijo tu primo Fidel que estabas para comerte y creo que se quedó corto, está mucho mejor de lo que me dijo.

-¿Eso te ha dicho Fidel? De verdad me ha encantado esta polla que tienes.  –la coge con su mano sin importarle que este llena de mi leche- prefiero que me folles tu a que lo haga tu primo Mikel, es un bruto y no se preocupa más que de su satisfacción, también me gusta más tu verga que la de Fidel, eres mejor en todo, ya te lo habrán dicho otros.

Acaricia con su mano mi cara. Yo callo, ante sus elogios no hay nada que decir, me encanta y satisface el que la gente con la que follo me considere un buen amante, pero tampoco es para ir presumiendo de ello.

¿Volverá a haber otra vez?  -me mira esperando una respuesta que no tarda en llegar.

-Las que tú quieras, yo siempre estaré dispuesto, cuando queramos.  –mira su reloj de pulsera como antes en el descansillo.

-Ahora debo irme, voy a lavarme un poco, mancharé los pantalones con la cantidad de leche que me has metido, no hace falta que vengas, las casas son gemelas y se dónde encontrar un baño. Cuando termina de limpiarse pasa por delante de la puerta, se detiene.

-Ten cuidado con mi primo Fidel.  –sigue su camino por el pasillo sin más.

Me quedo tumbado en la cama de mi primo y oigo cerrarse con un portazo la puerta.  Malder no está nada mal pero no se qué tiene que oponer a las pollas de Fidel y de Mikel, a mi me parecen las dos divinas, de las medidas que me gustan y son dos machos en celo cada vez que me la meten. Dejo de pensar cuando escucho el timbre de la puerta, me había olvidado del perito de la compañía de seguros.

Me visto como puedo y corro para abrir la puerta de la escalera.  Un hombre como de unos 35 años, de pelo muy negro, con barba muy recortada, moreno de piel; su cara no es muy interesante pero tiene un cuerpo muy bien puesto, él lo sabe, va embutido en un pantalón oscuro que se le ciñe para insinuarlo todo. Me mira con sorpresa. Mi aspecto no debe resultar normal, con mi pelo revuelto, la ropa puesta de cualquier manera, descalzo; puede imaginarse lo que quiera y acertará. Le dirijo a la cocina y saca fotografías de la mancha, me dice lo que va a hacer y que no entiendo nada. No me hubiera importado insinuarme y probar lo que podía suceder, pero al hombre se le ve con prisas y nervioso y abandono mis ideas. Quedamos en que en unos días llamarán los pintores y nos despedimos así. Seguro que ambos nos quedamos con las ganas, yo seguro, y por él pondría la mano en el fuego a que también.

Volví a casa, aún era pronto y recogí mi toalla, me puse un bañador y me dirigí a la piscina, antes tuve que pasar la inspección de Ramoni.

Laura estaba hablando con unas señoras acostadas en sus tumbonas, cerca de las piscinas estaba un grupo entre los que estaban mi prima Idoia y Alberto. Me acerqué donde estaba Laura para informarla de lo que me había dicho el perito y luego me dirigí conde estaba el grupo de mi prima y de Alberto.

Es un grupo heterogéneo desde niños pequeños hasta de mi edad, creo que yo era el mayor de todos. Esto cambiaría cuando los demás veraneantes se fueran incorporando. Me senté cerca de ellos, los mayores estaban jugando a las cartas y me dedique a observarles. Alberto gira su cabeza y me brinda una hermosa sonrisa, Idoia al ver su gesto también se gira pero vuelve su atención a las cartas, parece interesada en el juego.

Cierro mis ojos que antes miraban al cielo, pienso en lo que acaba de suceder en la casa de mis tíos con Malder, lo cierto es que no tengo solución, un buen culo y un buen bulto pueden lograr volverme loco. Me adormilo y vuelvo a despertar, me sorprendo pensando en la rojos labios de Alberto, intentando adivinar a lo que deben saber, como serían de cálidos, la suavidad de su textura, y me hago una pregunta: ¿cómo besaría Alberto?  -¡joder!, rechazo mis pensamientos, estoy pensando hasta en aprovecharme de un inválido. Me giro de costado para observar su perfil y me parece maravilloso, de vez en cuando sus zafiros se fijan mí.

-Iker, Iker.  –es Idoia quien me llama. Me debo haber quedado dormido.

-Despierta que no haces más que dormir, vamos a salir después de cenar, para dar una vuelta por el pueblo, cuando el calor haya bajado, Laura no me va a dejar salir pero si vienes tú no pondrá pegas.

Está arrodillada a mi lado, con sus manos en posición de orar, pidiéndome sin palabras que la acompañe. No tengo otra cosa mejor que hacer.

-Vale no me lo pidas, yo también saldré a dar una vuelta.  –La alegría de Idoia es tremenda, pero al girar mi cabeza y encontrar los zafiros fijos en mí, me doy cuenta de que hay alguien más que se alegra de mi decisión.

Alberto busca su muleta e Idoia se la alcanza,  se pone de pie.

-Voy a realizar unos ejercicios para ir a vestirme antes de salir. ¿Vienes a darte un baño Iker?

No me hago de rogar, de un salto recobro la vertical y estoy a su lado, esperando para caminar hacia la piscina. Me sorprende la alegría que siento porque se ha dirigido a mí, no lo había hecho en todo el tiempo en que había estado allí.

Deja su muleta apoyada en la barandilla de la escalera, en el borde del agua.

-Vamos. Los dos a la vez, sin competición.  –nos lanzamos al agua y nadamos sin parar varias vueltas, retrasa su velocidad cuando ve que me quedo atrás y cada vez más, mis ojos atraídos como por un imán, buscan los suyos y los encuentra como si a él le sucediera lo mismo y no pudiéramos parar de mirarnos.

Llegamos al final y yo respiro agitado, cansado de nadar. Apoyados en el borde, sumergidos los cuerpos en el agua nos miramos y me pierdo en el interior de su mirada, en esos labios, que sin saber el por qué, me gustaría besar.

Cuando salimos de casa, después de cenar y convencer a Laura entre los dos, para que nos permita salir y después de escucharla, el que Idoia debe cuidar de mí y yo de ella estamos en el silencio de la calle.

El cálido viento del Este sigue soplando muy suave y, aunque caliente, logra refrescar los cuerpos, vamos los dos hasta la puerta del jardín de la casa de Alberto, no nos atrevemos a llamar y esperamos sin decir nada ante la puerta. Cuando se abre aparece Alberto con una señora a su lado. Va vestido con pantalón largo, no lleva su muleta, parece diferente.

Alberto nos la presenta como su madre y después de saludarnos.

-Por favor, chicos, cuidad de Alberto.  –este la mira muerto de vergüenza.

-Mamá, ¡por favor!, que soy mayor, ya se cuidar de mi.

-Bueno tú eres mayor pero mejor es que te cuiden, ¿lo haréis chicos?  -Idoia y yo asentimos con la cabeza.

Emprendemos la marcha, solo se le nota, lo de la pierna, en que cojea ligeramente y que al andar emite algún ligero sonido metálico.

Cuando llegamos al frontón, en los bancos que hay delante, debajo de los castaños, hay un par de grupos de chicos y nos dirigimos allí. Hay alguno que conocemos Idoia o yo y empezamos a hablar con ellos. Alberto atiende lo que decimos sin intervenir, el resto de los chicos le miran y le tenemos que presentar como nuevo que es.

Un rato después el grupo se ha disgregado, unos juegan a cogerse, otros a saltar, otros caminan observando las terrazas de los bares y compran chucherías para comer. Alberto y yo nos sentamos en un banco, permanecemos en silencio mirando el ir y venir del resto y el movimiento de la plaza.

-¡Gracias!  -ha sido Alberto el que me da las gracias.

-Gracias, ¿por qué?

-Por acompañarme, si no hubierais venido a buscarme no me hubieran permitido salir, llevaba un rato impaciente creyendo que no ibais a ir en mi  búsqueda.  –vuelve a quedarse en silencio y mira con curiosidad el ir y venir de la gente.

-Nunca había salido de noche, ni visto un espectáculo así y es bonito, ahora con el fresco, ver a las personas pasear, hablando entre ellas y también es hermoso que tú y yo estemos hablando aquí, ¿no te parece?

Me deja un poco asombrado, nunca había pensado que esto fuera tan importante para alguien y a él, al parecer, se lo parece, no le respondo, no sabría que decirle, en todo caso le hubiera dicho que si, que me parecía bonito estar allí a su lado, como estábamos, pero no se lo dije.

-¿Damos un paseo para buscar a Idoia?  Esa es mi respuesta y mi contestación.

Caminamos entre las mesas de las terrazas, las mesas están todas ocupadas, aprovechando la frescura de la noche.

-¡Iker!, espera.  –me vuelvo, es Fidel con algunos chicos de su edad supongo que amigos suyos. Se acerca donde nos encontramos, pasa su brazo por mis hombros.

-Mira, que bien que te he encontrado, precisamente les había hablado a algunos amigos de ti,  -señala al grupo de amigos que están unos pasos alejados- podíamos ir a un sitio y pasar un rato, ya que te han empezado a dejar salir.  –hace un gesto señalándose el bulto de su polla, la señal no pasa desapercibida para Alberto.

-No puedo hoy, ya ves, estoy con este amigo y mi prima, tengo que volver con ellos para casa, lo dejamos para otro momento.   -no me esperaba que Alberto interviniera.

-Por mí no te preocupes, si lo deseas puedo acompañar a Idoia a vuestra casa y tu puedes quedarte con tus amigos.

-Ni hablar, he quedado con tu madre en que te cuidaría y es mi labor hasta que vuelvas a tu casa.  –respondo rápido y con tono algo molesto por su inoportuna intervención, no me hubiera molestado haber ido con Fidel y sus amigos en otro momento, hubiera ido encantado, pero de alguna forma me sentía responsable de él; al tener este pensamiento una duda penetró en mi mente: (me sentía responsable, o no quería separarme de él).

-¿Y quién éste amiguito tuyo que no conozco?  -no necesito responder, es el mismo Alberto el que se presenta.

-Me llamo Alberto, vivo al lado de Iker. –le extiende su mano y Fidel se la toma y está un momento largo, más de lo normal, sosteniéndosela.

-Vaya con los amigos de Iker, se los sabe buscar guapos,  -mira descaradamente a Alberto que tiene la cara roja-  como tú.  –parece estar pensando en algo.

-Podíamos quedar un día y también podías venir tú, te lo pasarías bien, ya te habrá contado Iker como lo pasamos.  –Fidel se está pasando al proponerle el quedar a Alberto.

-Es mejor que él no venga, no sabe de nuestras diversiones e igual no le llegan a gustar.  –esperaba que Fidel cogiera la indirecta y en su lugar.

-Pues mejor, así va aprendiendo a pasarlo bien en el pueblo, ¿no te gustaría ver como  lo pasamos de bien aquí?

-Sí, sí que me gustaría, si Iker me lleva por mi encantado. –le miro asombrado, vaya problemas que me estoy buscando.

-Venga, vamos dentro del bar que os invito a un refresco que otra cosa no tomaréis. –luego se dirige a sus amigos- ¡Eh!, vosotros, vamos a entrar aquí. - y cogiéndonos a cada uno de un brazo nos dirige al interior.

Pide las bebidas para todos, para Alberto y para mí un refresco, al ofrecérselo sujeta de nuevo su mano y se aproxima a él, roza descaradamente su bulto con la cadera de Alberto, este se da cuenta de la maniobra y se pone rojo retirándose un paso.

A lo largo del rato que estamos en el bar Fidel intenta acercamientos hacia Alberto que este torpemente evita, pero no muestra el desagrado que la atención que le presta le produce, alguno de sus amigos nos ojean como si fuéramos mercancía para estrenar;  llega el momento en que intervengo para despedirnos.

-Nos tenemos que marchar, en casa van a salir a buscarnos y tenemos que recoger a mi prima.

Fidel se acerca para hablarme sin que los demás lo oigan.

-Tráete un día al chaval a la báscula, ¿no lo querrás para ti solo? Tiene un culo que ya me la pone tiesa con solo mirárselo y esos labios la deben chupar de maravilla.  –me sorprende  observar que me molesta lo que dice Fidel sobre el culo y los labios de Alberto.

-Bien, ya se verá, ahora tenemos prisa.  –nos despedimos y salimos para buscar a Idoia, no hay mucho que buscar, está en la misma puerta del bar mirándonos curiosa.

Caminamos lentamente hacia nuestra urbanización, está pegando al pueblo, muy cerca, no hay problemas para llegar.

-Iker, ¿de qué conoces a ese chico?, le he visto algunas veces con mi hermano Mikel el año pasado.

-¿Conocerle?,  de nada, estuve el otro día hablando con él solamente.

Cuando llegamos ante la puerta de nuestro jardín nos detuvimos.

-Voy a acompañar a Alberto hasta su casa y ahora vuelvo, tú puedes entrar. –me dirigía a Idoia, en aquel momento me llevé otra sorpresa, ésta se abrazó a Alberto y le dio un beso en cada mejilla, luego abrió la puerta del jardín y desapareció.

Era una docena de metros los que separaban ambas puerta, ralentizábamos nuestro caminar, lo hacíamos más lento para alargar el momento, como si no quisiéramos separarnos.

-No debiste aceptar la invitación de Fidel, esas reuniones no son para ti.  –mi tono es un poco brusco, Alberto deja de andar y me mira.

-¿Por qué no?, si tu vas yo puedo ir contigo, ¿o no quieres que te acompañe?  -a la luz de la farola veo la angustia y la pena en su mirada.

-¡Joder!  Alberto, ¿tú que eres un chico de quince años o un niño de siete?, no te das cuenta de nada.

Enfadado me doy la vuelta y emprendo el camino contrario, hacia mi casa.

-Espera Iker, por favor, espera.  –se ha puesto nervioso y acelera su paso caminando hacia mí, está a punto de caer al suelo. Llega a mi lado y me abraza, y me oprime contra él y eleva su cara y deposita un beso en mi mejilla.

-Por favor Iker, por favor,  no te vayas enfadado.  -luego se retira rápido y trastabillando al caminar se aleja hasta abrir la puerta de su jardín y desaparecer en las sobras de los setos.

Me quedo quieto, asombrado, con mi mano en mi mejilla, justo donde me ha besado, que me parece que me quema, que siento abrasado el lugar donde ha depositado sus labios, como si me hubiera marcado con un hierro al rojo vivo y así permanezco un rato.

No termino de entender mis sentimientos, por un lado, si no hubiera estado con Idoia y Alberto me hubiera marchado con Fidel y sus amigos, sabiendo muy bien a lo que iba, a ser follado por todos o por algunos de ellos, o darles yo por el culo, lo que fuera, y lo estaba deseando. Por otro lado me daba rabia el que Fidel llegara a verle guapo a Alberto, a desearle, y el que quisiera que le llevara para que se lo follaran entre ellos o conmigo incluido, me imbuía de rabia el cerebro y me daban ganas de darle de leches a Fidel aunque luego él me pusiera la cara como un mapa de colores.

El viernes llegó papá, venía exuberante de alegría para abrazar a su familia, a mamá la dio diez vueltas abrazándola, y un beso de morrazo que Idoia me miraba a mí y yo a ella y nos poníamos rojos, luego llego el turno de Idoia que se lleva de cine con Asier, y menos el morreo, le hizo de todo, y por último, me llegó el turno a mí que me llamo su campeón y que estaba guapísimo con el moreno que había pillado, y me agarró por el culo para frotar su polla con la mía en un abrazo intensísimo.  ¡Ay!, papá, no tienes remedio.

El fin de semana lo pasé bien, papá estaba con Laura en su habitación haciendo lo que fuera, o estaba conmigo para hacerme correr en bici lo que no había hecho en toda la semana. Pasamos por delante de la báscula municipal, estaba Fidel en la puerta, me reconoció y me envió un saludo con la mano que correspondí, luego seguimos hasta el río y lo seguimos y dos horas después, cuando volvimos a pasar Fidel se había marchado.

A la vuelta nos duchamos y fuimos a darnos un baño, parecíamos amigos, nos íbamos a tirar en la parte menos profunda, en el otro extremo estaba Alberto sentado en el borde, noté la tristeza de su mirada y nadamos hacia él, cuando llegamos me sujeté en el borde, a su lado, papá llegó dos brazadas detrás de mí y cuando fijo su vista y retiro el agua de su rostro.

-Papá, mira este es Alberto, un amigo.  –luego dirigiéndome a Alberto.

-Él es mi padre, Asier.  –al principio se miraron los dos, papá paso su vista rápidamente sobre él sin detener sus ojos sobre su pierna tullida sonriéndole abiertamente.

-¿Y qué haces ahí chaval?, haciendo el zángano, venga a nadar que el deporte es sano.

Tiro de su pierna sana hasta hacerle caer en el agua y luego los dos, riendo y atragantándose, comenzaron a nadar hacia el otro extremo. Yo les miraba y, en ese momento, quise a Asier, a mi padre, como nunca le había querido, comencé a nadar para alcanzarles.

Esa tarde noche tuve otra agradable sorpresa. Teníamos barbacoa en nuestro jardín, con algunos invitados, que conocíamos, que eran vecinos de siempre, que habían venido para el fin de semana y la sorpresa, los padres de Alberto y él, Ramoni había entablado amistad con su madre y había hablado con Laura del detalle social de invitarles, y claro le dijo a mamá que eran vecinos de la ciudad, que vivían en la finca Santa Ana y eso fue suficiente, mamá ya conocía a la familia de toda su vida; a mí me daba igual, lo importante lo sorprendente era tener a Alberto a mi lado aunque fueran unos minutos.

La barbacoa resultó magnífica, papá se hizo cargo del asado, le ayudaban otros, trajeron bebidas, pasteles, todos los invitados traían algo que luego sobraría y se tiraría. Para muchos era un fin de semana, para otros el inicio de vacaciones para todos la libertad del trabajo y unos días de disfrute.

Alberto había venido con pantalón corto, sin su muleta, enseñando el arnés que le soportaba, no sabía cómo pero presentía, creí ver un mensaje en querer mostrarse como era, sin taparse, si su pierna estaba mal, pues así debíamos aceptarle.

En un momento de la fiesta me pidió que le mostrara un aseo, tenía que orinar, le llevé al que estaba en la zona de la cocina, estaba ocupado y le ofrecí el de mi habitación, cuando subimos echó un rápido vistazo y se metió rápido al baño, parece que le urgía hacer sus necesidades. Cuando volvió yo estaba escuchando música tumbado en la cama y él se quedó de pié mirando algunos CDs que había traído conmigo.

-¿Te gusta Adele?, según veo tienes mucha música de ella.

-Si me gusta, me encanta.

-Yo toco la batería sabes.

Suelto una carcajada, me hizo gracia lo que me decía.  –se acercó a la cama, yo continuaba riendo, se tira encima de mí, su arnés rechina, me propina puñetazos en el pecho.

-No te rías, no tiene gracia.  –parecía furioso y sus labios rojos, rojos, se me antojaban y en un impulso irresistible elevo mi cara para encontrarlos y fundirlos con los míos en un beso.

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