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De niña a mujer: ¡Follarás cuando yo quiera!

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Marzo de 2.009

 

Terminó el verano y con él comenzó un nuevo curso. Este año me propuse comenzar con muchas ganas, pero también me impuse nuevos retos. Además de estudiar, me apetecía ganar dinero, depender menos o nada de mis padres. Hablé con el gerente de la inmobiliaria donde trabajé antes del verano algunos días a la semana, y quería hacerlo más en serio. Él me conocía bien y sabía que me lo tomaba muy en serio y que iba a saco con los clientes. Me ofreció trabajar todos los días en horario de tarde, eso sí, a comisión. Esto me permitió ganar lo suficiente para el alquiler (no era muy alto pues mi madre consiguió un buen precio), gastos habituales de la casa, comer, salir y de más: No precisaba demasiado, luego me fui adaptando.

En los meses que transcurrieron hasta marzo varias cosas habían cambiado: María y Tomás estaban en ese punto entre si “lo dejamos o no”, mi madre tenía novio pues cada uno vivía en su casa y me surgieron bastantes amigos y amigas. Tuve también un par de novietes, de no más de un mes cada uno, pero la cosa no cuajó y simplemente seguimos siendo amigos. Esto no quitaba que de vez en cuando nos diéramos una alegría al cuerpo. En realidad sexo no me faltaba, con cierta asiduidad tenía a María, Sonia, Tomás o cualquiera de estos dos novietes. Al menos un par de veces por semana me bastaban. Era poco teniendo en cuenta que cuando vivía con Pablo era todos los días, incluso varias veces al día. Pero bueno, me mantenía contenta y satisfecha.

Este mes de marzo me sentía muy animada pues faltaba poco para terminar el invierno y eso para mí era muy buena noticia: Odiaba y odio el frío. Un día vino mi madre a casa a tomar algo y charlar, como hacía siempre que pasaba cerca de casa. Me resultó raro; era sábado por la tarde y ese día no solía salir a nada que la hiciera pasar por casa de casualidad. Como siempre teníamos poco que contar pues todos los días hablábamos por teléfono. Pero esta tarde si había tema de conversación y al parecer importante según mi madre. Después de un rato charlando comienza a soltar la bomba.

-Tengo algo que decirte y quiero que lo sepas. Lo prefiero pues, antes o después, terminaras haciéndolo –comienza a decirme de forma intrigante y tratando de buscar la forma de continuar.

-¿Qué pasa mamá? ¿Es algo malo tuyo o de papá? –Pregunto con cierto mal estar en el cuerpo por la respuesta que me dé.

-No hija, no es eso. Pero sí es algo que me preocupa. –Vuelve a decir sin decir nada. Comienzo a impacientarme…

-Sea lo que sea toma aire y lo sueltas… ¿O esperas a que me corte las venas? – le digo tratando de bromear para quitarle presión.

-Pues verás Luz –Comienza a explicar, y cuando me llama Luz ¡Mal vamos!- resulta que ayer estuve en casa de Paula y me dejó muy intranquila. En toda la noche no he pegado ojo- continúa acrecentando mis ganas de estrangularla por lo mal que lo estoy pasando con tanto secretito.

-¡Venga, o lo sueltas o me pongo a estudiar! –Sentencio para obligarla a seguir.

-Pues te decía… Que ayer estuve con Paula, en su casa, y me dijo que Pablo tenía novia y que está embarazada –Me suelta la bomba y yo pensando que mejor se hubiera callado (Paula es la madre de Pablo, mi ex).

-Puessss… ¿Qué quieres que diga? Es libre de hacer o salir lo que quiera y con quien quiera, para mí terminó todo –contesto sin saber muy bien como me siento- ¿Y qué tal les va? –Pregunto para quitar un poco de hierro al tema.

Pues bien: Durante un buen rato me cuenta que Paula está muy preocupada porque va a tener una nieta, de una chica a la que apenas conoce y de un hijo del que se siente muy “Decepcionada”, según palabras de mi madre. Esto me deja tocas y sigo indagando. Finalmente me confiesa que está decepcionada por lo que me hizo su hijo.

Estas palabras me dejan muy preocupada y pensativa. Conozco a Paula hace muchos años, incluso antes de conocer a su hijo, y siempre fue como una segunda madre y más desde que salía y vivía con él. Toda la noche y el domingo entero me siento muy triste, pues me apena que una persona tan buena sufra de esa forma. Decido ir a visitarla el lunes, después del trabajo.

Al llegar a su casa está ella sola, pues su marido está de viaje por negocios. Se queda sorprendida al verme pero se alegra, como siempre que he ido. Durante un rato hablamos como si nada ocurriera. Pasado ese rato suelto mi bomba.

-¡Felicidades!, ya me ha dicho mi madre que vas a ser abuela. –Comienzo a decir en plan festivo.

-¡Ya tenía que soltar tu madre la lengua! ¡Nunca sabe estar callada! –Responde con tono malhumorado y con cierta vergüenza.

-¿A caso pensabas que nunca me enteraría? ¡Mejor que lo sepa por ella! –Respondo haciéndola ver que mi madre ha sido práctica, y leal a las dos.

-Tienes razón hija, toda la razón, pero… Es que no sabes la maldición que me cayó con estos hijos que tengo. –me explica muy afligida y avergonzada por lo que me hizo Pablo.

-Mira Paula, tienes que olvidar y perdonar. Piensa que es tu hijo y que siempre fue un buen hijo. Cometió un error, no te digo que no, pero tampoco es el fin del mundo. Conmigo también fue muy bueno y me hizo feliz, pero la vida es así y los jóvenes continuamente nos equivocamos. –en este momento la cojo de las manos y nos enfrentamos, para mirarnos mejor a los ojos. Ella permanece con la mirada baja pero finalmente me mira y continúo- yo por mi parte hace ya meses que lo perdoné del todo. Me costó pero lo hice. Pensé que no fue algo agradable, pero me consoló pensar que simplemente me había herido moralmente. No hubo daño físico ni intención de humillarme: Si les hubiese salido bien yo nunca lo hubiera sabido y todos tan felices. Reconozco que disfruté, engañada, pero eso no me hizo sentir mal, ni sucia por fuera. Más bien vi rotas mis ilusiones y esperanzas al pensar que ya no podría confiar en él.

-Hija, no sé cómo puedes tener ese corazón tan generoso –me dice y comienza a llorar.

-Venga, no llores, está todo bien, tienes que olvidar y perdonar… más ahora, que deberías estar feliz porque vas a ser abuela. –la digo mientras la abrazo para consolarla. No evito derramar alguna lágrima, pero ya no siento dolor por él, solo tristeza por ella. A los jóvenes nos cuesta menos olvidar puesto que continuamente vamos cambiando de opinión o de ideas. Pero los padres son diferentes y más las madres, además de cargar con sus errores sienten como suyos los de los hijos, eso es algo que ni la ciencia ni la tecnología podrán resolver nunca.

Tras unos minutos se calma y deja de llorar. Le dedico una sonrisa y se seca las lágrimas. Toma un poco de agua para reponer la que ha derramado por los ojos y nos damos un beso en la mejilla.

-Escucha Paula, te diré como conseguí perdonar y tratar de olvidar. Pensé que lo pasado no se puede corregir ni borrar y que hay que afrontarlo y superarlo. Mis amigos, mi madre y los estudios me han ayudado mucho a sentirme bien conmigo misma. He aprendido de todo aquello y ahora tengo una nueva vida llena de ilusiones, pero también de recelos. Esto me hace sentir más fuerte y segura. Finalmente pensé, un buen día, que todo tenía que quedar enterrado y más que nada, mi anterior yo. Por ello escribí un texto en el que simulaba mi entierro (Quien quiera leerlo lo he publicado en la categoría Confesiones. Aires de Cambio: “Llueve sobre el cementerio”), pero no el del cuerpo, sino el del alma de esa niña que vivió feliz y también sufrió. Esto me hizo sentir mejor y muy liberada. Cuando me siento melancólica lo leo y me siento viva de nuevo y sigo con ilusión. –Le explico para que entienda, del todo, que no quiero tan solo convencerla, sino que sepa que yo misma lo estoy- tu deberías hacer algo parecido, desahogarte y perdonar. Salvo aquel error nada tienes que reprocharle, ahora comienza una nueva vida, con una chica y una hija en camino. Si se quieren, estoy segura de que serán felices, pues los errores que tenía que cometer ya los cumplió y queda ese fondo bueno que siempre ha tenido. ¡Hazlo por mí, por ti y por esa niña que vendrá y que no tiene culpa alguna!- termino por decirla, conteniendo las lágrimas y respirando aire después de haber hablado aguantando la respiración. .

-¡Gracias hija, no sabes el peso que me quitas de encima! Te haré caso, trataré de verlo como tú me dices –me responde y nos fundimos en un abrazo muy prolongado y emotivo.

Finalmente noto que se relaja y que deja de respirar con fatiga. Ella queda tranquila y yo más: dar este paso ha sido difícil para mí, pero finalmente me ha sacado del corazón cualquier resquicio de amargura y tristeza. Sabiendo que Pablo está bien y que comienza una nueva vida me alegro mucho y deseo que tenga toda la felicidad del mundo.

-Me tengo que ir Paula. No olvides todo lo que te he dicho y cuando quieras me llamas, a la hora que sea, sabes el número de mi móvil. –Le digo mientras me pongo en pie y me dispongo a marchar.-Da recuerdos y un beso a Manolo (su marido) de mi parte. También dile todo lo que te he dicho y que también olvide y perdone. Otro día llamo antes de venir y si estáis los dos os hago una visita.

-¡Gracias hija, espero que también seas feliz! Ven cuando quieras, esta es tu casa. –responde dándome un beso.

-Puedes estar segura de que lo soy e intentaré serlo siempre. Sabes que nunca me doy por vencida. Transmite a tu hijo y a su novia mis mejores deseos de felicidad y que por mí todo queda perdonado. -Termino por sentenciar y me marcho.

Cuando salgo a la calle me siento aliviada y muy feliz. ¡Por fin noto que lo que me oprimía el pecho ha desaparecido! Siento la necesidad de compartir esta sensación con alguien y comienzo a llamar a mis amigos y amigas para invitarles a cenar en casa y pasar un rato entre amigos. Estoy segura de que no faltará nadie, pues les vendrá bien dejar de estudiar un rato y distraerse.

Toda la semana me siento muy contenta y segura de mi misma. En el trabajo me ha ido bien y he conseguido cerrar un par de contratos de alquiler. Esto me proporciona un dinerito para salir de fiesta el fin de semana. El viernes llamo a María por teléfono y propongo salir de marcha por la noche, solo chicas. Después, si a alguna le sonríe la suerte y liga, pues que se dé una alegría al cuerpo.

Llega el viernes por la tarde y todas nos reuníos en mi casa para merendar algo y después ir de cachondeo. Sobre las diez salimos y comenzamos a recorrer todas las tabernas del casco antiguo: De vino en vino, de cerveza en cerveza… ¡De taberna en taberna!  Cuando ya estamos bastante contentas decidimos ir a un disco-pub a bailar un poco ya que los viernes las discotecas están prácticamente vacías.

Al llegar a la entrada no puedo evitar fijarme en los típicos “Ganaderos”, que están pendientes del “Ganaó” que llega, para ver a cuál de las “Reses” se quieren llevar a “Pastar” o lo que es lo mismo, ¡Ligones! Lejos de echarles una mirada de “Res Brava”, me dan pena y les decido una sugerente sonrisa. ¡Quiero divertirme y nada ni nadie me lo va a impedir!

Nada más entrar veo como el resto del rebaño sale en estampida hacia el cuarto de baño… Sin duda el vino y la cerveza aprietan con fuerza la vejiga. Somos en total cinco chicas, pero ellas cuatro parecen un rebaño completo a tenor de cómo van apartando a los demás. Como también tengo ganas las sigo, pensando que da igual lo que corra, cuando llegue habrá una cola de narices y tendré que esperar igual que ellas.

Pasan 10 minutos y seguimos en la cola del baño. ¡Con la vergüenza que me da!

-Claudia, tengo una idea. No me aguanto más y estoy… me voy… estoy que me voy –Digo a una de mis amigas- Vamos a entrar en el servicio de los chicos que estoy segura de que está vacío- continuo diciendo y buscando una cómplice.

Abro la puerta un poco y miro. No parece haber nadie. Entro y miro en los tres compartimentos y tampoco hay nadie, ¡Tenemos vía libre!

-Claudia, ¡chist! ¡chist! ¡Claudia! –Chisteo a mi amiga para llamar su atención-. No hay nadie-, le digo cuando mira.

-¿¡QUÉ NO HAY NADIEEEEE!? –Pregunta y afirma Sonia al tiempo que las cuatro se arrancan en estampida contra mí, metiéndome dentro a base de embestidas.

Decidimos hacer guardia en la puerta dos de nosotras, para impedir el paso a los chicos que quieran entrar y que las otras tres descarguen. Después hacen guardia las que hayan terminado. Al terminar nos vamos a la barra a pedir algo más fuerte que vino o cerveza. Yo me pido un Martini blanco, que me chifla y me da mucha marcha, sin hielo para que me entone más. Servidas y pagado nos dirigimos a unas butacas que hay cerca de la pista de baile o al menos lo parece. Dejamos en las butacas la ropa de abrigo y los bolsos y comenzamos a charlar mientras contorneamos las caderas al son de la música. Este viernes está menos animado de lo normal pero al menos hay chicos monos.

Sin hacernos de rogar, comienzan a acercarse los primeros valientes a probar suerte. Como pienso que hemos sido prácticamente las últimas en llegar, estos vienen porque las demás les han dado calabazas y les digo a mis amigas que los despachen pronto, yo ni me molesto. Ellas al verlos no se hacen rogar y bajan el dedo pulgar que es nuestra señal secreta (Al estilo del público en los circos romanos).

Tengo tantas ganas de ligar que me desespero al no ver ningún chico de mi gusto. Hace algo más de una hora que llegamos y voy por el tercer Martini, como esto siga así tendremos que emigrar a otro lugar. Decido pedirme le cuarto copazo y me voy a la barra. Sonia e Irene me encargan que las pida algo y me dan la pasta justa para pagar: Cuando vamos juntas, solemos poner una cantidad cada una, y una de nosotras lleva el total, “Un bote común” que llamamos.

Cuando regreso con las consumiciones, reparo en que hay un chico bastante mono apoyado en una columna, mirando a mis amigas. Me coloco tras él para intentar averiguar a cuál de ellas mira, siguiendo su línea visual. Me parece que es a Irene a quien mira, pero no estoy segura. Voy con ellas, les entrego sus consumiciones, cojo mi bolso y acto seguido me excuso diciendo que voy al baño, ¡Por tercera vez!

Me acerco al chico poniéndome al otro lado de la columna. -¡Joder que bueno está!- Pienso poniendo ojos de loba y mordiéndome un labio: Señal de que me gusta.

-¡OYEEEE! –le grito para que me escuche por encima de la música.

Me mira y encoje los hombros como preguntando ¿Qué quieres? Me lo quedo mirando y por si es mudo me acerco a él rodeando la columna. Una vez a su lado le repito el ¡Oyeee! Esta vez más flojo por si le reviento los tímpanos. Ahora parece que si he captado su atención del todo.

-¿Qué quieres? –Me pregunta haciéndome una radiografía del cuerpo entero, de arriba abajo.

-¿Te gusta mi amiga? –pregunto sin especificar una en concreto.

-¿Qué amiga? No entiendo –responde haciéndose el loco.

-¡Síii. La morenitaaaaa! La del pantalón rojo –le doy más detalles.

-No miro a nadie en concreto, tampoco a la de rojo –responde disimulando muy mal.

-Pues que sepassss que tiene noviooooo –le digo para ver por donde sale- es quellll de alliiii –le vuelvo a informar gritando un poco y apuntando con el dedo a un grupo de tres chicos que hay en el otro lado, a unos cuatro metros de mis amigas. No creo que se dé cuenta de que miento pero por si acaso.

-¿En serio me lo dices? ¿Es el novio de la de rojo? ¿Cuál de ellos? –me interroga con una batería de preguntas.

-¡PUES PARA NO FIJARTE EN ELLA TE INTERESA MUCHOOOOO! –Le grito para que me oiga bien y le quede claro que le he descubierto-. Tiene un culo cojonudo pero no será para ti, lo sientoooooo –le digo para que lo tenga claro.

Parece que he tenido suerte, ese chico no es el novio de Irene, pero es lo mismo, su novio es otro y por tanto tengo vía libre.

-¡Pues es una lástimaaaaa! Pero buenoooo, yo también tengo buen culoooo –Le digo un poco fuerte y me marcho hacia mis amigas, caminando muy despacio y moviendo el trasero todo lo que la decencia y la ceñida falda me permiten. Cuando llego con ellas me da un arrebato y le toco bien el culo a Irene, para que el vea lo que no va a tener. Me pongo junto a María y le doy un beso en los morros, suave pero significativo. Miro hacía él y observo que no ha perdido detalle. Finalmente le doy una palmadita a mi amiga en el trasero, para rematarlo y que sufra.

Nos animamos y comenzamos a bailar en el centro de la pista de baile. Hay más gente pero no demasiada, lo que nos permite desmadrarnos un poco y hacer el bobo. Entre María, Irene y yo formamos una especie de trío de baile y nos dedicamos caricias, besos y miradas muy sutiles pero significativas. Yo no pierdo oportunidad para menear bien el culo y agacharme frente a mis amigas, en plan perra en celo, todo lo que puedo: la falda de cuero negro tan ajustada que llega casi hasta las rodillas apenas me deja hacer más.

En esto estoy cuando me giro al compás de la música y puedo ver que el chico está hablando con una chica morena muy animadamente, mirándome de reojo.

-¿Quién es esa zorra? ¿De dónde coño ha salido? –me pregunto en un repentino ataque de celos sin sentido para mí. Rezo para que no sea su novia.

Tras cinco minutos hablando y riendo veo que ella se separa de él con dos besos castos. Decido seguirla pues parece que va al servicio. Al llegar está esperando en la cola y me pongo tras ella.

-¡Hola, soy Luz! –me presento.

-¡Hola! –responde el saludo con cara de sorpresa. Se debe imaginar que quiero ligar con ella.

-¿Es tu novio el chico con el que hablabas ahora, el morenito que estaba apoyado en la columna? –Pregunto directamente para que tenga claro que no voy a por ella.

-¡Jajajajaja! ¿Raúl? No, no es mi novio. Es el hermano de una buena amiga. –Responde aliviada al ver que mi interés no es por ella.

-¡Gracias! perdona por abordarte de esta manera, era solo curiosidad –trato de no mostrar demasiado interés.

-Si te gusta te lo puedo presentar, es un chico muy way, está muy bueno pero no es mi tipo. –trata de vendérmelo discretamente.

Le explico que ya hemos hablado y le confirmo que sí, que más que gustarme me produce morbo y curiosidad. Me cuenta que es un buen chico y que tanto él como su hermana, a la que conoce mejor, son de una buena y respetable familia. Añade que no tiene novia desde hace más de cinco meses. Todo esto me tranquiliza bastante y me motiva más: Saber que es buen chico me da confianza por si terminamos en mi casa, no me gusta llevar a cualquiera. Tras un rato hablándome de él nos despedimos y quedamos como amigas, ¡Me cae bien a pesar de no ser mi tipo!

Cuando regreso me sitúo a su izquierda, mirando a mis amigas, sin decir nada, solo miro. El nota mi presencia y me mira, también sin decir nada. A los pocos minutos…

-¡O sea, qué te llamas Raúl! –le digo cuando ya no lo espera.

-¿Cómo sabes mi nombre? –Pregunta intrigado y sorprendido.

-Me lo ha dicho un pajarito –respondo y me voy de nuevo con mis amigas, repitiendo el pase de modelos de antes.

Desde ese momento el tío no deja de mirarme. María me informa de esta circunstancia.

-Luz, eses tío de la columna no deja de comerte con la mirada.

-lo sé, he estado hablando con él hace un rato. Está tan bueno que creo que me lo quiero follar. –Respondo viciosa y cada vez más caliente con la idea. -Sabes que ese tipo de tío que me gusta: morenito, pelo cuidado, de mi estatura, con buen cuerpo pero sin rastros de músculo y… además es guapito.- Termino de confirmar que realmente me gusta.

Tras estas palabras con María le miro y con el dedo le hago gestos para que venga a bailar con nosotras. Obedece y le presento a mis amigas. Al saludar a Irene no muestra demasiado interés y eso me alegra por dentro y por fuera.

Comienza a bailar con nosotras y parece sentirse cómodo y alegre. Después de un tiempo bailando no he dejado de contornearme delante a él e incluso insinuarme rozando mi culo con el suyo. Noto como los pezones se me marcan en el fino jersey de algodón pues: Con el tamaño de mis tetas no necesito usar siempre sujetador.

-Antes, cuando miraba a Irene, no lo hacía por nada en especial, simplemente me llamó la atención. De haber estado tú con ellas me hubiera fijado en ti –dice sin dejar de bailar y acercándose a mi oído tanto que noto el calor que sale de su boca.

-¿En serio? ¡Pues siento no haber estado! Seguramente llegaste cuando fui al baño- Respondo sin creérmelo. Pero después de todo ahora sí muestra interés y eso es lo importante.

A estas alturas, mis cuatro amigas son conscientes de que me gusta y de que no descansaré hasta tenerlo entre las piernas. A medida que me voy encendiendo me pongo más provocativa. Él corresponde a mis provocaciones y se muestra receptivo; realmente lo tengo donde yo quiero.

Decido ir a la barra a tomar algo, mis amigas no quieren nada más. Lo tomo de la mano y le pido que me acompañe. Él me sigue y pide lo mismo que yo. Este gesto me gusta, pues supone para mí una señal de que quiere complacerme mostrando los mismos gustos que yo. Mientras hablamos, apoyados en la barra, no dejo de alucinar con lo bien que se expresa y lo inteligente que parece: no en vano estudia dirección de empresas, según me ha dicho. Esto concuerda con la información que me proporcionó su amiga.

-¡Quiero comerte la boca! –le digo sin haber dado señales de indiferencia. – ¿Te apetece? –le pregunto por preguntar. No me hace falta esperar su respuesta pues me lanzo contra él y comienzo a devorarla sin pudor. Él me corresponde y pienso que tiene bastante práctica ¡Me está gustando mucho!

Tras unos instantes seguimos charlando con más naturalidad y confianza. Parece más relajado y yo más segura aun. De vez en cuando nos besamos o morreamos en función de las ganas del momento. Aun así el parece algo tenso.

-¿Te gustaría follarme? –le pregunto sin pensarlo y sin que lo espere.

-¿Cómo dices? ¿Me estas tomando el pelo? ¡Ya sé, esto es una broma que me queréis gastar! –El pobre no se puede creer que la suerte le sonría. –Nooo, no te conozco de nada.- añade y parece convencido de que es un engaño.

-¡OK, tú te lo pierdes! –le sentencio y me marcho con mi Martini, dejándolo con un par de narices.

Cuando llego junto a mis amigas veo que ha vuelto al punto de partida, a la solitaria y aburrida columna. Sigue mirándome fijamente, posiblemente buscando un gesto o algo que confirme sus sospechas y quedar tranquilo. Después de unos quince minutos nada cambia y el pobre sigue pensativo. Le cuento a María lo sucedido y ella comienza a reír como si de un chiste se tratara. Me llama loca, pervertida y todo tipo de calificativos de forma amistosa.

Recojo el bolso y me voy de nuevo al baño (no sé ni cuantas veces van ya). De camino le pido al camarero que me dé un vaso de tubo limpio y sigo hacia es aseo. De regreso paso a su lado y me detengo, le digo hola de nuevo y le entrego el vaso.

-¡Toma, es un regalo! –le digo con cierto aire de intriga- eso negro que hay dentro del vaso, son mis bragas. Yo ya he recorrido la mitad del camino, de ti depende recorrer la otra mitad- le vuelvo a decir y me marcho a la pista para seguir bailando.

El pobre Raúl no deja de mirar las bragas dentro del vaso. Posiblemente no las quiere sacar y llamar la atención: ¿Qué pensaría cualquiera que lo viera en mitad del bar con unas braguitas de encaje negro en las manos? Seguramente lo tomarían por lo que no es.

Tras no demasiado tiempo se acerca de nuevo, me toma del antebrazo con suavidad, hace que me gire hacia él y me dice:

-¿Vas en serio? ¡Mira que no me gusta que se rían de mí! –su voz es firme y segura, parece serio pero tiene un brillo especial en los ojos. Parece estar ansioso porque le diga lo que él quiere oír.

-Yo nunca bromeo con estas cosas –Respondo con seguridad y lo vuelvo a morrear delante de mis amigas y de todo el mundo. Comenzamos a bailar muy apretados y veo que mis amigas me indican conformidad levantando el dedo pulgar.

Me aprieta contra él, bastante más seguro, y me oprime los pechos contra el suyo, sin dejar de comernos la boca. Finalmente seguimos bailando y de vez en cuando me acerco y le como los morros cuanto que quiero, hasta que me falta el aire. Aprovechando la cercanía de unos de estos prolongados besos, bajo la mano derecha desde su cintura y la pongo en el paquete. Noto que está muy duro y excitado. Lo tengo donde quiero.

-¿Estas decido ya a follarme o aun lo tienes que penar? –vuelvo a insistir en su oído y después le como el lóbulo de la oreja.

-¡Siiiiii! ¡Me muero por estar contigo! ¿En serio no llevas bragas? –me pregunta y noto que ya no las tiene en las manos. Las debe de haber guardado en el bolsillo del pantalón.

-Pues vamos al servicio de las chicas, estará menos concurrido. –le ordeno y nos vamos después de informar a las chicas de mis intenciones. Ellas me sonríen felices por el cambio que he experimentado en los últimos meses. Las miro y parecen felices. Eso me hace feliz a mí, pues pienso en todo lo que han pasado por mi ¿culpa?

Cuando llegamos al servicio de caballeros hay tres meones frente a la pared y sin prestar atención nos metemos en uno de los compartimientos para aguas mayores. Cerramos el cerrojo y tenemos suerte, pues está totalmente cerrado, sin espacio entre la puerta y el suelo. Los meones deben pensar que vamos a esnifar cocaína o a fumar un porro. No me importa, ¡Por fin le tengo donde quiero!

Nos besamos frenéticamente, sin preliminares. No dejo de recorrer su cuerpo con las manos y él me corresponde de igual modo. Me está devorando la boca y eso me enciende muchísimo. Vuelvo a palpar su paquete y noto que sigue sin bajar la erección. Lo tiene tan duro que necesita un poco de relajación. Le abro los botones de la camisa y devoro su pecho con los labios, sin dejar de manosearlo. Noto que tiembla un poco por el corte o por la excitación, no estoy segura. Me levanto y lo beso de nuevo, con más deseo. El busca mis pechos y los aprieta con frenesí: sin duda está muy excitado.

-¿Quieres comprobar que no te mentía con lo de las braguitas? –Le invito a asegurarse de que no mentía.

Me sube la falda lo suficiente para meter la mano por debajo y se asegura del todo. Ahora parece convencido y se entrega a darme placer en la entrepierna. No parece muy hábil pero lo suficiente para arrancarme gemidos complacientes de satisfacción. Mientras, yo le bajo la cremallera y saco la verga. No la puedo ver pues tengo los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared, ligeramente echada hacia atrás. Pero puedo percibir que está muy bien de tamaño y la comienzo a pajear con ganas.

Apenas llevamos cinco minutos de preliminares y ya tengo ganas de sentirla dentro de mí. Pero antes debo lubricarla un poco con saliva. Retiro su mano del coño y me agacho para tenerla frente a la cara. En esa posición le doy unos besitos previos y me la trago hasta dónde puedo. Comienzo a acariciarla y proporcionarle una felación a conciencia. El me agarra del pelo y comienza a gemir y suspirar. Noto como su instrumento se dilata y contrae casi de forma imperceptible. Pienso que es el momento y me levanto.

-¡Vamos Raúl, ponte un condón y fóllame! –suplico al tiempo que me subo la falda y pongo el pie derecho sobre la taza del WC. Me abro todo lo que puedo para dejar el coño bien abierto y que entre con facilidad.

Noto que se queda pensativo y duda, esto me hace pensar pero…

-Lo siento, pero no llevo un condón permanentemente en el bolsillo. Pero estoy sano, no tengo cosas raras. Si tu Tomás la píldora no hay problemas… ¿No? –me dice bajándome del cielo a los infiernos. No puedo creer que haya topado con el único chico joven del mundo que no tiene un condón en la cartera o el bolsillo. Me siento mal, muy mal, pero por otro lado su excusa me hace pensar bien de él; no es uno de tantos que salen con intención de follar a la mínima ocasión.

-¡No pasa nada, otra vez será! –le digo con cara seria y algo jodida. No lo estoy del todo pues en el bolso tengo una cajita de seis. Pero decido jugar un poco con él y ver hasta donde es capaz de llegar por mí. –Si eres capaz de conseguir uno volvemos y terminamos lo que hemos empezado- le digo para intentar alegrar la carita que se le ha quedado.

Responde afirmativamente y salimos; no me apetece quedarme allí sola, esperando sin saber si lo conseguirá. Me quedo fuera de la puerta del servicio esperando. A los cinco minutos viene con rostro feliz y con algo en la mano, agitándolo como si fuera una bandera. Me lo entrega y lo miro bien. Me dice que se lo ha dado un amigo.

-¡Joderrrrrrrrrr! Está claro que esta no es mi noche –le digo con gesto contrariado.

-¿Qué pasa? ¿Qué tiene de raro? –pregunta desdibujando su amplia sonrisa.

-¡Mira, es estriado! –le respondo mostrando donde lo pone en el envoltorio. Le explico que los estriados suelen perder con facilidad la capa lubricante y que a muchas chicas les produce irritación en la entrada de la vagina: entre ellas a mí.

El intenta insistir en que será rápido y que no habrá problema de que eso ocurra.

-Hagamos una cosa… como me has demostrado que eres un chico formal y que has mostrado interés por mí, propongo que vayamos a mi casa, allí estaremos más cómodos y lo más importante, tengo condones extrafinos que hacen que no se note que lo tienes puesto. Para los dos será como follar a pelo. –le digo para consolarlo y satisfecha por su forma de actuar en todo momento.

-Pero si tampoco es para tanto, si los venden no pueden ser tan malos. –intenta insistir, desesperado por bajar el calentón que le quiere explotar la polla.

-No insistas, por favor, si te he dicho esto es porque estoy segura y no pienso discutirlo. ¡Si quieres follar lo haremos cuándo y cómo yo quiera! ¡Es lo que hay! –le replico con voz firme y segura.

Acepta después de pedirme disculpas y yo las acepto dándole un beso. Vamos junto a mis amigas y me dirijo a Irene.

-Nena, me voy con Raúl a casa. Te dejo las llaves del coche y nos vamos en un taxi. Tú llevas a María, Sonia y Rebeca en mi coche. Si tomáis cada una un taxi os saldrá por un ojo de la cara.

-De acuerdo amiga, ¡Pasadlo bien! –me responde con una amplía sonrisa y un beso.

Me despido de todas con besos, abrazos y sonrisas de complicidad. Todas me desean suerte y que disfrute lo que pueda. Sin duda se sienten felices por mí y seguras del todo de que mi vida anterior ha quedado en el más absoluto olvido.

Al salir, él se despide de sus amigos. Pienso que se los podríamos presentar a mis amigas y lo mismo alguna triunfaba como yo. Pero no quiero perder tiempo y no me entretengo en que me los presente. Ellos se miran de forma diferente a mis amigas; para los chicos es todo un triunfo que uno de ellos vaya a “mojar” como suelen decir.

De camino a casa apenas nos hablamos, solo nos miramos con lascivia durante los diez minutos que tardamos en llegar. Subimos en el ascensor y seguimos sin decir anda, solo nos miramos. Al entrar en casa enciendo las luces y me voy corriendo al baño, estoy que no me aguanto.

-¡SI QUIERES IR AL BAÑO HAY UNO A TU IZQUIERDA! –le grito mientras descargo líquidos. El aso que le he indicado es uno supletorio, donde tengo los artilugios de limpieza. Pero para hacerlo de pie está presentable.

Cuando termino, salgo y me quedo esperando en la esquina del pasillo que conduce al dormitorio; con la pierna derecha levantada y flexionada, apoyando el pie descalzo en la pared. Escucho como baja la tapa del inodoro y tira de la cadena.

-Al menos es un chico bien educado –pienso esbozando una sonrisa complaciente.

Sale y le invito a venir hacia mí, con los brazos extendidos. El se acerca y volvemos a besarnos, manosearnos y finalmente comernos la cara.

-¡Vuelve a mojarme el coño de nuevo! Se me ha quedado reseco después de tanto tiempo. –le ordeno mimosa y viciosa al tiempo.

Él me levanta la falda de nuevo y comienza a estimularme el clítoris. Bajo la pierna derecha y pongo la izquierda en la posición que tenía su hermana gemela. De esta forma facilito que trabaje mejor con su mano derecha. Mientras lo hace no deja de besarme el cuello y morderme la oreja con suavidad y decisión. Pasados unos minutos estoy a punto de caramelo y le guio cogidos de la mano al dormitorio.

Al entrar le sugiero que se desnude y ponga cómodo. Mientras, yo conecto el Iphone en el equipo de música y selecciono la lista de reproducción del grupo “The Sounds”. Este grupo me encanta y me excita mucho, casi siempre que puedo lo reproduzco al tener sexo.

Cuando he termino, él está sentado en el borde de la cama, algo cortado y desnudo por completo. Puedo ver con sorpresa el tamaño de su pene: No es demasiado grande pero tiene un tamaño más que aceptable.

-¡Túmbate en la cama y no pierdas detalle! –le pido con sensualidad, a media voz. El obedece y me mira expectante.

Comienzo a bailar al ritmo de la música, pasando las manos por las caderas, por el estómago, por los pechos. Me suelto la pinza que sujeta el pelo en una especie de cola de caballo. Cuando lo consigo, lo agito para que tome un volumen considerable: me encanta seducir moviéndolo de un lado a otro mientras bailo. Giro el torso por la cintura, y con ambas manos, voy bajando la cremallera de la falda. Cuando termino, comienzo a subir el delgado jersey: Primero descubro el estómago, mostrando el pequeño arete que tengo en el ombligo y después mi menuditas tetas que hace rato tienen los pezones erizados. Finalmente termino por sacarlo por la cabeza, arrastrando el pelo con él para que caiga de golpe al quedar libre.

-¿Te gusta? –Le pregunto, pudiendo observar que ya tiene abrazada la polla con la mano derecha y la masajea delicadamente.

-¡Me encanta como lo haces! –Responde sin duda complacido y ansioso.

Desabrocho el botón de la falda situado encima de la cremallera y responsable de que ésta no haya caído todavía. Sigo bailando y con el movimiento termina por caer a mis pies. Salto por encima de ella y la retiro con el pie. Continúo bailando de forma sensual: Sin duda esta música ayuda mucho a sentirme sexy. Tanto es así que le dedico un par de minutos a mis calientes pechos y a sus botoncitos que luchan por salir disparados y estrellarse contra la pared de enfrente. Finalmente me acerco a la cama y pido a Raúl que me baje las braguitas. Me coloco de espaldas para que tenga el culo bien a la vista; deseo que al despojarme de la última prenda que cubre mi sexualidad, lo toque, acaricie, bese o haga lo que quiera. Las baja hasta las rodillas para que yo deje que caigan moviendo levemente las piernas.

-¡Tienes un culo precioso Luz! ¡Me encanta! –me dice excitado de forma educada y nada guarrona.  Sin duda se ve que es un chico bien educado y correcto. Ya llegará el momento en que se tenga que poner más brusco.

-No me lo digas a mí, demuéstraselo a él. –Le indico muy sugerente.

Coloca sus manos en mis caderas y comienza a deleitarme las nalgas con los labios. Lo hace muy despacito y con suavidad, como intentando recrearse. Esto me gusta y se lo demuestro con pequeños gemidos.

-¡Ummmmmm! Me gusta la delicadeza con que lo haces… No pares. –le pido muy acaramelada mientras intento seguir la música con las caderas, muy despacito.

Mientras recorre el culo con los labios desliza la mano derecha desde la cadera y busca el coño. Al hacerlo acaricia la estrecha cresta que decora el pubis y me arranca otro gemido de la boca. Cuando encuentra la cueva que ansia ser explorada por sus dedos, se abre camino entre los labios y consigue meter dos dedos hasta los nudillos. Se detiene y comienza a jugar con ellos dentro. Estoy tan lubricada que se manejan con soltura.

Pero quiero más y le pido que se tumbe en la cama, con la cabeza al borde de ésta. Cuando lo hace abro las piernas y me coloco sobre su cara, de espadas a él. Le muestro lo que tiene encima y desciendo hasta alcanzar su boca. Él sabe lo que quiero y no me defrauda: Durante unos minutos me lo come como hace semanas que no me lo hacían, agarrándome de los muslos y arrebatando suspiros y gemidos a mis labios.

-Te estás portando, ahora vas a saber cómo es Luz cuando está agradecida. ¡Túmbate! –le digo resuelta a proporcionarle una buen mamada.

Sin que cambie de postura me coloco sobre él, con una rodilla a cada costado. Calculo la distancia para llegar con la boca a la verga y reculo para acomodarme. El coño queda encima de su cara, pero quiero que quede a cierta altura, que no llegue a él con la boca: Cuando hago una felación no me gusta que nada me distraiga y de esa forma entregarme al 100%.

Comienzo a besarla simplemente depositando los labios sobre la punta del glande. Con la mano derecha acaricio el tronco y la deslizo desde los testículos hasta que choca con mi boca, una y otra vez. Me deleito unos segundos justo hasta que lance el primer gemido, en ese momento estará plenamente receptivo y excitado para soportar lo que viene después.

-¡Ummmmm! –Finalmente termina por lanzarlo y sé que es el momento.

Apoyo la polla contra el vientre y dejo el camino libre para acceder a las pelotas peludas y redondas. Me entrego durante un rato mientras acaricio el tronco y el glande con la mano. Los gemidos aumentan y eso es otra señal de que debo avanzar hacia zonas más placenteras. Hay chicos a los que no les gusta que jueguen con sus pelotas pero a Raúl parece encantarle.

Comienzo a besar el glande y noto como la primera gota de fluido de Cowper o preseminal emerge de la uretra.

-¡Sin duda tiene que tener un calentón del quince! –pienso agradecida por semejante piropo- pero tengo que conseguir que se excite a tope, de esa forma, cuando llegue mi momento, se entregara sin remisión y hará que vea las estrellas- sigo pensando mientras la engullo todo lo que puedo.

Comienzo a acelerar las entradas y salidas deteniéndome en el glande al salir, durante un par de segundos, para de nuevo tragarla lo que puedo sin provocarme arcadas. Creo que es hora de que se muestre agradecido y me despido del caramelo con una par de buenas succiones en el glande.

Me levanto y saco del cajón de la mesita de noche una cajita de condones extrafinos, estos sin duda son ideales (los recomiendo). Le pido que se tumbe a lo largo de la cama, boca arriba. Él obedece sin dejar de mirarme a los ojos. Parece como hipnotizado y eso es bueno: Ahora follará como quiero que lo haga. Me pongo de rodillas abarcando sus caderas y me siento sobre los muslos, mirándole a los ojos, esos ojos deseosos de verme cabalgar sobre él.

-Raúl... ¿Cuántas eyaculaciones eres capaz de tener en un sesión de sexo? –Le pregunto para hacer mis planes en función de su respuesta.

-Máximo tres, pero en muy contadas ocasiones. Contigo sería capaz de garantizarte dos. ¡Me has puesto que no veas! –Responde sin esperar la pregunta.

-¡Perfecto! Con dos me harías muy feliz, no pido más. –Respondo complacida- entonces, puedes correrte ahora, lo antes que quieras y aguantes. Después, con calma, haremos que esto no baje y podamos seguir el tiempo que el cuerpo aguante. Me has gustado y quiero que disfrutemos al máximo.- añado tratando de motivarlo.

-Tú también me gustas un montón Luz, sabes muy bien como llevar tu ritmo. Haremos lo que tú quieras, estoy seguro que disfrutaré tanto como tú. –termina por decir sumiso y entregado.

Rompo el envoltorio del preservativo y lo saco. Lo deposito sobre su vientre y me sitúo sobre su miembro, necesito estimularme un poco más. Lo tomo con la mano derecha y lo apunto a la zona vaginal. Con lentitud voy frotando el glande por toda la zona, deslizándolo en la dirección que marca el coño. Acelero a medida que el placer me llega y el cuerpo vuelve a retomar el ritmo de la música. Esto sí que es placer, noto que mis entrañas lubrican de nuevo y por tanto estoy preparada para todo. Me vuelvo a sentar en sus muslos y con calma voy desenrollando el condón en la verga que está a punto de abrirse camino dentro de mí. Raúl mira expectante, no ve el momento de explorarme y conquistarme.

Cuando ya está perfectamente vestido el falo, me incorporo de nuevo y me lo voy introduciendo muy lentamente, notando como el ariete se va abriendo camino, apartando las paredes vaginales a su paso. Cuando siento los testículos pegados al culo entiendo que ya no entra más. Me inclino un poco hacía él y apoyo las manos en su pecho, tomo aire y comienzo a cabalgar cada vez más aprisa.

A los pocos segundos el ritmo es muy veloz y las menuditas tetas no dejan de balancearse sobre él. Le miro con los ojos entrecerrados y susurro que los acaricie.

-¡Siii, sii, cómo me gusta tu polla Raúl! ¡No sabes cómo necesitaba algo así! ¡Córrete cuándo quierassss! –le digo suplicando entre jadeos y respirando con ansia.

No tarda demasiado en llegarme el primer orgasmo cuando siento que el coño se contrae, abrazando la verga con fuerza. El calor aumenta en esa zona y las hormigas recorren la zona comprendida entre las caderas. Me quedo como paralizada y me falta el aliento. Cuando termino de orgasmar vuelvo a recobrar el ritmo y me dedico a conseguir que él se corra también. No tardo demasiado y noto como, desde debajo de mi cuerpo, da enérgicos golpes de cadera contra mí, chocando cuando desciendo en el miembro.

-¡Qué gustoooooooo! ¡Me encantaaaa!-grita el pobre desesperado por haberlo conseguido.

Durante unos instantes seguimos con un ritmo más lento para extraer hasta la última gota de semen. Cuando ha quedado calmado del todo cierra los ojos, como recreándose. Me levanto un poco para que la polla salga y con cuidado le quito el preservativo, procurando que no caiga una sola gota. Finalmente la limpio por completo con la mano.

-¿Te apetece un yogurt? -Le pregunto para romper un poco el hielo. –después seguimos, a ver si cumples tu palabra de aguantar un segundo asalto. –prosigo recordándole su promesa.

Me responde que si y voy a la cocina. Hago un nudo en el preservativo y lo tiro al cubo de la basura. Me lavo las manos en la apila de fregar, cojo cuatro yogures de la nevera, dos cucharillas de café y vuelvo al dormitorio, después de pasar por el baño.

Cuando regreso él está semi sentado, con la espalda recostada contra el cabecero. Me siento a su lado y comenzamos a tomar los yogures.

-Dime una cosa… alguna vez has tenido sexo anal con una chica –puntualizo lo de la chica para que no piense cosas raras.

-Dos veces con la misma chica. Una argentina con la que salí un par de semanas. La cosa no funcionó y lo dejamos. –me explica dando más detalles de los que necesito. Pero es bueno que se abra, eso es señal de que se siente cómodo.

-Y dime ¿Cómo lo hicisteis? ¿Te gustó? –le pregunto con la intención de mantener una charla erótica que lo mantenga concentrado en el sexo. He mirado su plátano y está algo decaído.

-Pues sí, me gustó mucho, era mi primera vez y cuando ella me lo propuso me puse tan caliente que me corrí al poco de encularla. Respecto a cómo lo hicimos es algo complicado de explicar. –contesta dejándome a medias.

-Venga, más o menos, tampoco hace falta que me hagas un dibujo. –intento que se abra y me dé más información: Me intriga saber cuál es esa postura tan compleja.

-Pues la primera vez ella se tumbó boca arriba, levantando las piernas y el culo todo lo que pudo, y en la posición del misionero, más o menos, se la metí. Para mi resultó muy cansado pero aguante. –Me explica con todo lujo de detalles-. La segunda vez ella se puso en el…

-¡Calla, calla! No me lo digas, mejor me lo demuestras luego… ¿Quieres? –le interrumpo para tener más morbo no sabiendo con qué me sorprenderá

Seguimos charlando de sexo un rato, mientras fumo un cigarrillo. Mientras lo hacemos intento que eso suba con la mano derecha, ya creo que hemos descansado demasiado. Para conseguirlo del todo y que recobre todo su esplendor le propongo algo. Coloco las dos pequeñas almohadas, una encima de la otra, me tumbo y apoyo la coronilla en ellas, dejando la cabeza inclinada hacia delante. Después le pido que se siente sobre mi pecho y la aproxime a mi boca. En esa posición está casi tiesa y dura, le falta un empujoncito.

-Ahora fóllame la boca, como si fuera el coño. –le ordeno mientras la abro.

Así lo hace y la va metiendo hasta que le ordeno parar apretándole la nalga. En esa posición tan sugerente, comienza a salir y entrar al ritmo que él cree conveniente. En algunas envestidas siento que me asfixio pero resisto, no quiero distraerlo y que pierda concentración. Cuando ha recobrado todo su esplendor le indico que se retire y al hacerlo le ordeno que se ponga entre las piernas. Tomo otro condón y se lo doy para que se lo ponga. Lo hace y espera la siguiente instrucción.

-Ahora quiero que me folles el culo como lo hiciste con la argentina, el tiempo que aguantes, sin cansarte. –le pido mientras saco del cajón de la mesita un tubo de crema lubricante super deslizante y se lo doy. –ahora quiero que pongas bastante en la entrada y metas un poco con el dedo, apenas la falange. Después untas en el condón, hasta la mitad sería suficiente.

Levanto las piernas lo que puedo y con ellas el trasero, agarrándome con las manos detrás de las rodillas. Tras cumplir mis indicaciones coloca la el glande en el ano y se va abriendo camino con calma, haciendo que sienta cada centímetro. No es demasiado gruesa y por tano no me duele nada, a pesar de que hace algunas semanas que no tengo una dentro. Cuando ha entrado del todo comienza a salir y entrar acelerando el ritmo y arrancándome los primeros síntomas de placer. Ahora sí que esta dura y lista para otro asalto.

Durante unos cinco minutos me ha castigado por detrás y comienza a mostrar síntomas de fatiga. Le pido que pare y se retire.

-Ahora, veamos cual es esa postura que tanto te gustó. –le pido excitada e impaciente.

-¡Vale! Colócate en la posición que antes te dije, en el borde de la cama. –según me va indicando le obedezco- tienes que quedar haciendo un ángulo recto. –Lo hago- Bien, cuando la tenga dentro tienes que darme las manos, echando los brazos hacia atrás y con las palmas hacia arriba.

Vuelve a embadurnar el ano y su miembro, a pesar de quedar restos de crema. Me sorprende que lo haya hecho sin decírselo. Apunta y va entrando con más facilidad que antes, esta vez igual de despacio pero sin pausas. Una vez dentro del todo me recuerda que le tengo que dar las manos y así lo hago. En esta posición tan sugerente y algo incomoda para mí, comienza a follar con más violencia, al tiempo que tira de mí. Siento que me va a arrancar los brazos. Tras un par de minutos la posición no me resulta tan incómoda y comienzo a disfrutar de lo lindo. No deja de tirar de mí al tiempo que la clava en mis entrañas para volver a salir.

En esta posición estoy francamente cómoda y él parece que también: Está con las piernas abiertas y flexionadas para colocarse a la altura deseada.

-Me encanta esta postura, mira la sorpresa que tenías guardada. Dame caña que estoy gozando de lo lindo –le aliento totalmente fuera de mí por la excitación, entre jadeos -¡SIIIIIIII! ¡DAME BIEN FUERTE! – comienzo a lanzar gritos de placer extremo.

Se anima y prosigue con las embestidas, llevamos como diez minutos y tiene aun aguante; sin duda está cumpliendo con las expectativas. Finalmente consigo el segundo orgasmo y no paro de gritar de gusto y dicha. ¡Qué buena es esta postura! –Pienso convencida de su eficacia y nivel de excitación-. A pesar de que el cuerpo me exige relajación tras el orgasmo no puedo hacerlo, pues en este momento él es el que manda y dirige: Me gusta sentirme dominada de esta forma tan salvaje.

Puedo sentir como las gotas de sudor que manan de su piel saltan sobre mi culo y se mezclan con el mío en cada embestida. Es agotador pero me encanta, ¡Definitivamente me fascina! Prosigue un poco más hasta que dice basta. Exhausto se detiene, el pobre no aguanta más y sale de mí. Se pone en pie y yo también, me acerco a su boca y lo beso con mucho agradecimiento. Él me corresponde casi sin poder respirar y jadeando.

-¡Ha sido una de las mejores folladas de mi vida! -Le digo confirmando mi agradecimiento y satisfacción.

-¡Gracias Luz! Tienes un culo espectacular y verlo desde arriba, en esa posición, es una pasada. –responde con palabras que me hacen sentir muy bien. Desde luego es un chico estupendo.

-Ahora túmbate en la cama y deja que yo haga el trabajo, aun me debes otro chorrito de leche –le digo muy cariñosa. Se quita el condón y lo ata. Abro la pequeña papelera que tengo tras la mesita, pisando el pulsador con el pie y le pido que lo deposite dentro. Después se tumba en la cama y yo me siento sobre él. Esta vez no pierdo tiempo en limpiar los restos de semen y rápidamente le pongo otro preservativo, me siento sobre él y la vuelvo a tragar en la “boca vaginal”.

-Cuando te vayas a correr me lo dices ¿OK? –le pido sin saber si me atiende pues parece perdido.

Asiente con la cabeza y comienzo a cabalgar con ganas y sin detenerme hasta que lo consiga. Mientras subo y bajo contraigo la vagina para simular, un poco, la presión del agujerito donde estuvo hace escasos minutos. Tras cinco minutos me viene el tercer y último orgasmo de la noche. Menos intenso, pero casi tan placentero como los anteriores. Tras terminar, recobro el ritmo para lograr el objetivo que me he marcado: Conseguir que se corra de nuevo.

A los pocos minutos noto que comienza a dar señales de vida y que respira más aprisa ,me hace gestos con la boca y por fin pronuncia las palabras que he estado esperando.

-¡ME CORRROOOOOOOOOO! ¡SIIII! ¡QUE BUENOOOO!

Sin perder tiempo me salgo de él, le retiro la capucha y le tomo el pene con las manos y pajeo con ganas, esperando el chorro que me hará feliz. Veo que tarda en venir y pienso que se le puede haber cortado. La meto en la boca sin dejar de masturbarle cuando, a escasos diez segundos, siento que me la inunda con una primera descarga, la saco, dejo que salga el semen entre mis labios y sigo pajeando con calma, llegando a deslizar la piel hasta envolver el glande por completo, una y otra vez, con la cara pegada a él y disfruto al ver cómo va saliendo. De vez en cuando dirijo los ojos hacía su cara y me siento feliz al verle mover la cabeza de un lado a otro, con los ojos cerrados y jadeando complacido.

Cuando ha salido el último espermatozoide trago la verga y le dedico unas mamadas. Termino succionando el glande y con un par de besos. No me ha importado hacerlo pues... Total, ya me ha manchado la boca con el primer chorro y por tanto no hay problema. Cuando termino me tumbo junto a él y espero a que este más calmado.

Me levanto y voy al baño tras pedirle que no se mueva.  Me enjuago la boca, me lavo la zona íntima y regreso con un rollo de papel higiénico y un frasquito de jabón liquido para limpiar el charco de esperma. Cuando creo que está aseado enciendo un cigarrillo y me quedo junto a él, sin decir nada. Él no fuma pero me dijo en el bar que no le importa que los demás lo hagan. No suelo fumar en el cuarto, pero después de follar es lo único que me relaja rápidamente. A pesar de estar en mi casa no me gusta incomodar a los invitados. Menos si son tan fogosos como Raúl.

-Raúl, ¿Cuántos años tienes? –Le pregunto al caer en la cuenta de que no me lo ha dicho ni yo a él… al menos que recuerde.

-23 cumplí hace tres meses. ¿Y tú? –Me responde prácticamente repuesto del cansancio.

-Yo cumplo 21 en algo menos de tres meses. –Contesto pensando que apenas me saca dos años. No puedo evitar esbozar una sonrisa.

Permanecemos charlando hasta cerca de las cinco de la madrugada, conociéndonos un poco más. Tras unos diez minutos desde que nos dimos las buenas noches me dice…

-Luz, ¿No vas a apagar la luz?

-No Raúl, tengo la costumbre de dormir con una suave luz siempre. –le contesto con seguridad.

-Pero así gastas luz tontamente y no podrás dormir bien. –me responde con excusas. Lo que realmente le molesta es que, a él, le costará dormir.

-Desde hace un tiempo tengo por costumbre practicar sexo y dormir con la luz encendida. No me preguntes el por qué. Es una manía que cogí y no es discutible. –le respondo con autoridad y resuelta a no ceder, ni siquiera por él. (Desde lo sucedido con Pablo, y hasta el día en que escribo este relato, no la he apagado ni una sola vez. No es miedo, ni nada por el estilo, simplemente he aprendido que cuando dispongo de los cinco sentidos, al 100%, me siento más segura y tranquila).

Así nos quedamos dormidos. Por la mañana me despierto antes que él, sobre las doce. Me pego una ducha, me cepillo el pelo y me pongo ropa de estar por casa. Voy a la cocina a empezar a ser persona tomando un café y un poco de fruta: El sexo da un hambre feroz. Lavo los platos y vasos de la merienda del día anterior con las chicas y me pongo a leer como 10 o 12 mensajes que tengo en el teléfono. Todos son de ellas… del tipo:” ¿Qué tal anoche?”, “¿La tiene grande?”, “¿Te ha hecho ver las estrellas?”, “¿Para cuándo la boda? Otros del tipo: “Está muy feo dejar colgadas a las amigas”, “Cuando te canses de él me lo pasas”… esto consigue arrancarme una sonrisa y me siento feliz hasta…

-LUUUZ, HUELO A CAFÉEE… ¡TRAEME UNOOOOOOOO! –Son los gritos de Raúl desde el dormitorio.

-¡Sin duda le ha tenido que escuchar hasta su PUTA MADRE! –pienso al tiempo que echo humo por la orejas. Me dirijo hacia el dormitorio.

-¿Dónde han quedado los buenos modales de ayer? ¿Los has perdido al darte cuenta que anoche follaste? Si quieres café, te levantas y te lo sirves y tomas en la cocina o en el salón, donde prefieras. Pero bajo ningún concepto te pienses que soy tu criada. –Le digo con mucha firmeza para que sepa que no está en su casa ni yo a sus órdenes.

-¡Joder que humor tienes por las mañanas! –me responde sarcásticamente.

-Mira, bonito de cara, estaba ¡De puta madre!, sonriendo y feliz, hasta que el burro del barrio se ha despertado rebuznado. Si al menos lo hubieras pedido por favor… puede que te lo hubiera traído y respondido de mejor manera, pero ni eso te enseñaron en casa. –le respondo con cara de pocos amigos y regreso a la cocina por no darle una patada donde yo sé.

Al rato viene a la cocina, se prepara una taza de café y se sienta a la mesa, frente a mí. No dice nada, espera a verme calmada. Cuando ha terminado se levanta y pone la taza sucia en la pila de lavar. Pienso que ha tenido en cuenta mis palabras y se muestra educado y con respeto, se acerca a mí y me besa en la mejilla.

-Venga, perdóname, he sido un idiota. Vamos a la cama y hacemos las paces con un polvo. –Me dice, y entonces me hace saltar.

-Creo que no has escuchado lo que te he dicho antes. Pero grábate esto bien en el cerebro y en la punta del nabo… ¡FOLLARAS CUANDO YO QUIERA! ¿Lo has entendido? ¡Ahora ve al baño y te pegas una ducha, que hueles a tigre!

-De acuerdo, perdóname, soy un patán y lo siento. Te prometo que no volverá a suceder –me responde intentando ser más educado.

-Mira Raúl, no suelo tener mal genio si no me buscan y se comportan conmigo con el mismo respeto que yo lo hago. Menos en mi casa. Ahora pégate una ducha y te calmas. Yo intentaré calmarme también. –Respondo intentando sofocar el incendio dialectico. No lo conozco, ni él a mí, y es lógico chocar al principio.-si eres capaz de no mostrarte impertinente ni chulo hasta después de comer… igual me pienso lo de tomarnos un buen postre como el de anoche. –termino de hablar y se va a duchar, sin decir nada.

Yo mientras preparo algo de comer y arreglo un poco la casa: no me gusta que nadie la vea desordenada ni sucia. Después de comer veo que se ha portado bien y nos reconciliamos. A la noche quedo con mi pandilla y se la presento a Raúl. Tras una larga noche de fiesta, todos me hablan maravillas de él y eso me indica que les ha caído bien y que lo de la mañana solo ha sido un lamentable incidente. Esa noche volvemos a dormir juntos y el domingo lo dedicamos a conocernos mejor.

A la semana de conocernos siento que, realmente, la mala impresión que me dio la primera mañana fue un simple espejismo. Después de hablar una tarde entera, acordamos salir juntos y ver que tal nos va. Eso sí, cada uno en su casa: Él con sus padres y yo solita que de momento estoy muy bien. Eso no quita que terminemos en casa todos los días follando como animales, pero después cada oveja a su redil. De momento no quiero que se quede a dormir, salvo los fines de semana, no quiero que esto empiece a parecer una pareja (de momento).

 

 

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