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ELLA NUNCA DICE NO: IRLANDA

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Por aquellos años antes de la transición, que un niño aprendiera inglés solo tenía un camino: enviarlo a Irlanda, la católica Irlanda, un lugar mucho mas seguro para la moral y buenas costumbres que la pérfida Albión. Yo había escogido el idioma de Shakespeare en la EGB, y allí me facturaron en un intercambio familiar, a las afueras de Dublín. Si mi padres pensaban que aquello era la fortaleza donde estaría a salvo de las perversiones del mundo se equivocaron de medio a medio. Fui a parar a una familia hiperliberal:  Patrick, el amo de la casa, católico solo nominal, era un librepensador catedrático de ética. Mary, su esposa, sí que era más religiosa, pero defensora furibunda del concilio Vaticano II, con todo lo que ello conllevaba. Tenía una librería en Dublín, hablaba perfectamente español, y enseguida congeniamos. Nora, la hija menor de aproximadamente mi edad, era una pasota consentida con la que nunca conecté. Sí lo hice con Miky, su hermano mayor de 18 años, estudiante de bellas artes, un pelirrojo desgarbado pero que me pareció superatractivo. Desde el principio noté que me miraba mucho. Yo ya había dado ese estirón que nos hace medio mujeres y lo veía normal. Además, porqué negarlo, yo también lo miraba mucho a él.

Salíamos a menudo a los pubs para jóvenes, lo acompañaba al campo a pintar acuarelas, a jugar al tenis. Un día que estábamos solos en el jardín de la casa me propuso posar para él.

-  (Really, Miky? Would you like me to pose for you?) Contesté con indisimulado entusiasmo.

- (Yes, Jara. I’d like to paint you... Mmmm, naked, of course.)

¿Desnuda? - pensé - Me encantaría pero...

- (No, Miky. I can´t, I´m sorry)

- (You can´t or you wont? It´s a sketch, not a pornographic portrait) - me dijo visiblemente molesto.

- (No, Miky. It´s not about that, but no).

Y salí corriendo hacia la casa, me encerré en mi habitación y me puse a llorar.

Esa noche no quise salir. Estaba sentada en la mecedora del porche bastante tristona cuando se acercó Mary.

- Yara (así me llamaba), me ha dicho Miky que te has enfadado con él porque te ha propuesto posar desnuda. ¿Es cierto, o hay algo más ?

- no Mary, no es así. No me he enfadado, de veras.

- entonces, qué te pasa? No posas y ya está.

- es que me encantaría hacerlo, pero no puedo.

- ¿porqué, si puede saberse?

Rompí en llanto.

- porque voy sin depilar. Tengo vello en las axilas- contesté entre hipos.

A Mary casi le da un ataque de risa. Puso su mano sobre mi espalda.

- venga Yara, no llores. Como habrás comprobado, ni Nora ni yo las llevamos depiladas. Es algo a lo qué no damos importancia. Anda, ve al pub y dile a Miky que lo has pensado mejor.

No se qué  poder de convencimiento tenía esa mujer que se me pasó el sofoco. Me levanté, le di un beso en la frente, y salí disparada a buscar a Miky. Estaba en la barra con dos chicas amigas nuestras. Al verme entrar tan radiante puso una sonrisa de oreja a oreja.

- (Hi, Miky)

- (Hi, Jara. ¿ Have you ever thought it better, eh? About comming, I mean)

- (Both. Order me a coke)

No se si lo hizo a propósito, si fueron las casualidades de la vida o qué, pero la tarde que fui su modelo estábamos solos él y yo, solos en toda la casa. Sus padres estaban en Dublín a ver a unos amigos para cenar, y Nora pasaba el weekend en el norte. Subimos a la buhardilla, donde tenía una especie de estudio. Una mesa muy baja con un mantel verde hacía las veces de catafalco. Sin esperar sus indicaciones me desvestí del todo.

- (What do I do?

Me miró, y no precisamente como un artista mira a su modelo, pero se repuso. No impidió que  me diera cuenta, pero se dio cuenta que me había dado cuenta. Bueno, seguiríamos así y acabaría pasando lo que tuviera que pasar, pero estábamos allí por algo.

- (Have a sit up there, sideways. I will draw your profile. All right?

- (How? Like these?)

Se acercó a mi. Extendió mi pierna cogiéndome por la rodilla.

- no quiero que se vea el.... No sé como se dice. Ah sí: el vello púbico. A ver.

Volvió a tocarme, esta vez el muslo. Sus dedos se acercaron peligrosamente a la cara interior tan sensible, uuuy.

- (Like these, like these. It´s ok. Perfect. Now, your arms)

Yo estaba acojonada viva, si vale la expresión. Me sentía tan acalorada, con ese comezón que me comía las entrañas, que no sabia lo que decía. Entre que no hablaba bien español, ni yo inglés, y con mis pezones negros de la excitación. ¿ No os he contado que mis pezones se tornan más oscuros según me sube la temperatura? Pues ya lo sabéis. Miky me agarró el brazo y lo levantó, poniendo mi mano en mi nuca. ¿No querías caldo? Pues dos tazas. Toda mi axila, con su vello mojado del sudor que me caía encima desde que me había sentado en la tarima, bien a la vista, y mis tetas de punta. Joder, ¿qué más quedaba? Me acabó de arreglar mis cabellos a su gusto y me ladeó un poco la cabeza.

- (Ok, Jara. Are you uncomfortable?)

-(No, no... I´m fine –I lied)    - mentí.

Durante una media hora que a mí se me hizo eterna, Miky estuvo dando trazos con el carboncillo en el papel del caballete. Canturreaba. Estaba contento. Se le veía relajado. En cambio yo estaba más que tensa, estaba contracturada y transpirando a mares, pero él parecía no darse cuenta. Estos hombres...

- (Lets rest. Jara, don´t you think so?)

Joder si me parecía. Y el muy cabrón por primera vez desde que pisé la isla me miraba como hubiera querido que lo hiciera mucho antes. O sea, que no sabia como y donde ponerme. Más que pezones tenía dos tizones negros y abultados. El sudor me caía por la frente, entre los pechos, muslos, uff. Tenía todos los pelos húmedos, y cuando digo todos son todos. Me senté en el borde de la mesa ladeada, intentando ocultarme de su mirada más que lasciva.

- (Jara, are you feeling hot? You are sweating)

Tenía que recordármelo el pelirrojo.

- (Come on, Miky. Lets continue –I answered) - contesté

Y de nuevo colocación, toqueteo, roces y demás. Y yo sudando y caliente como una burra.

Más de media hora despues.

- (Jara, I believe that this is ok. Come to see what seems to you)

Por fin- pensé. Acabó la tortura. Me bajé y, desnuda como estaba   me puse tras él, que continuaba sentado en el taburete giratorio. Apoyé mis manos en sus hombros y vi su obra. Me asombró. Estaba perfecta. Me había sacado tal cual, y destacando esos pelillos con unos trazos apenas insinuados. Había valido la pena todo todo. Me agache, y al hacerlo le puse mis tetas en su nuca. Le susurré al oído.

- (Is perfect, Miky. I love it)

Él continuaba dando mínimos repasos con el difumino, aquí y allá. Estaba extasiada viéndole hacer.  Entonces vi el bulto del pantalón. En la pernera izquierda había algo nuevo, grande, increíblemente grande. Nunca había reparado en el tamaño de su pene, así que estaba más caliente que yo.

Aquello podía durar horas si tenía que esperar a que se decidiera, dándole al dibujito, así que le di la vuelta al taburete, me senté sobre sus piernas y me tiré como una loba a comerle la boca. Al momento ya estábamos tirados sobre la tela verde. Miky me manoseaba toda como si fuera la primera vez que estaba con una chica. Yo esperando que sacara su pene y me lo hundiera hasta la garganta, a ver si perdía el virgo de una vez, pero él iba a lo suyo, así que volví a tomar la iniciativa.

- (Miky, take off your pants)

Se quedó un poco asombrado de que se lo pidiera, pero no tuve que insistir. Cuando lo vi por poco me da algo. Eso no cabía de ninguna de las maneras, pero tenía que intentarlo. Él estaba paralizado, sin saber para donde pegar. A esas alturas ya me había dado cuenta que aquello era cosa mía o de nadie,  y yo no tenía ni puta idea de como hacerlo.

- (Come, Miky. Get on top of me when I spread my legs.)

Muy confundido me confesó - (Jara, I had never done this before)

- (Me neither, but do as I said)

Confié en qué esa cosa acabaría entrando,  bien o mal, pero entraría. El caso era como. Me tumbé de espaldas con los muslos bien abiertos. Él se puso encima aplastándome y haciéndome daño porque yo estaba sobre duro. Le pedí que se apoyara en sus codos. Yo misma lo intenté encajar hasta que más o menos estaba en  posición. No podía esperar a que acertara, así que se la agarré y la puse donde debería entrar. Estaba durísima. Sin esperar a que yo le indicara dio un empujón pero se fue por un lado. Yo tenía la vagina con mucho liquido y estaba tan excitada que aquello tenía que entrar como fuera. Al tercer intento, esperando ahora sí, a mi señal, dio un violento empellón y su cabeza penetró lo suficiente para desvirgarme. Sentí un pelín de dolor, como si apenas me cortara con un cuchillo, que se convirtió en escozor cuando embistió más.

- (Yes, Miky. Like these, go on)

De forma increíble, ese gigantesco pene siguió entrando más y más  a cada golpe de pelvis. Me sentía prieta, oprimida por dentro. Y cuando empezó a resultarme placentero ese vaivén, plaff. Miky se quedó rígido, se puso a temblar, dijo ayyyyy, y... descargó dentro de mi barriga a borbotones, litros de leche caliente. Tres espasmos y cayó sobre mí fulminado. Me tocó aguantarlo un buen rato con mi comezón intacta hasta que, hasta eso se desplomó. Pues si eso era correrse como decían mis amigos de veraneo, vaya gracia. Cuando por fin se incorporó y sacó su salchicha de mi pobre vagina, la tela se puso perdida de liquido viscoso. Además vi con rabia que había sangrado, o sea, encima había que limpiar de todo el desaguisado. 

Lo único bueno de esa triste primera vez fue el precioso retrato al carboncillo que, hasta la desustanciada Nora alabó sin reservas. Era más que evidente que se trataba de Jara, la españolita. Yo, mis tetas, mis muslos y mis ricitos axilares, bien a la vista. Por supuesto Miky lo enseñó a medio pueblo, y todo el mundo me miraba cuando entraba en lo sitios de costumbre, así que dejé de ir con él y me quedaba en casa.

La víspera de mi partida era sábado. Nora, para variar, se había ido de weekend con una amiga. Después de desayunar, Miky se marchó con su grupo de acuarelistas y no volvería hasta bien entrada la tarde. Me había invitado pero decliné. Mary partió a la librería y no volvería hasta el almuerzo. Patrick se marchaba con bicicleta al pueblo a comprar la prensa. Yo estaba todavía con la camiseta larga que hacía de pijama, sentada tristona en el porche. Cuando él salió del garaje y me vio tan sola me propuso acompañarle con la bici de Mary. ¿Porqué no? Total eran 5 km. Le dije que esperara un segundo para ponerme unas zapatillas, y partimos. Hacía un día espléndido y mucho calor, pero en esas latitudes nunca se sabe, y cuando estábamos de vuelta nos cayó un chaparrón de mil pares de narices. Llegamos completamente chopados. Entramos en el garaje a dejar las bicis y caí en la cuenta de que era una precursora de lo que más tarde se conoció como concurso de camisetas mojadas. Me había cambiado de zapatillas pero había obviado ponerme el suje, así que mis pechos estaban ahí, bien a la vista. Patrick me miró, los miró. Yo los miré y lo miré. Él me miraba. Yo lo miraba. Vino hacia mi. No se qué fue antes, si él tomar la camiseta o yo levantar los brazos para ponérselo fácil. Cuando iba a bajarlos me sostuvo el derecho en alto, se inclinó, y me besó suavemente la axila. Mis pezones ya habían pasado en segundos del rosa al negro azabache, y no tardaron mucho en ser objeto de esos besos delicados del catedrático de ética. No fue tan suave el que recibió mi boca, con su lengua haciendo malabarismos con una novata como yo. Sus manos acariciaban mis costados y mi espalda mojadas, y se introducían bajo el elástico de mis bragas buscando mis nalgas. Estaba rendida.

- (Come)

Me llevó a un camastro en un rincón. Tiró lo que había encima y me sentó. Se arrodilló frente a mi y me quitó las bragas. Me dejó en calcetines. Abrió mis piernas y se hundió entre ellas. Joder, por poco me muero allí mismo. Cuando a una chica de 14 años le hacen eso, como el experto Patrick hizo conmigo , queda marcada para siempre. Doy fe. Recorrió con su lengua primorosa todo lo situado entre mis dos henchidos labios , desde el ano hasta el punto más alto del vello púbico Acarició después cada sitio donde yo me estremecía y gemía. Con sus manos agarrándome los glúteos, los elevaba o aflojaba según el lugar que convertía en su objetivo. De mi entrepierna se lanzaban señales que alcanzaban todo mi cuerpo, que temblaba, gemía, se ahogaba en el placer, presa de sensaciones nunca imaginadas. Y empezaron los espasmos en oleadas, primero suaves, luego aceleradas. Una extraña sensación de que nada podía pararlo ya. Sacudí violentamente la pelvis y... llegó la explosión, el desparrame, la cima y el éxtasis final. El primer orgasmo me sacudió hasta los cimientos, más por lo novedoso que por lo intenso.

Patrick no se separó de mi, pero no siguió atacando. Me daba una tregua. Mientras yo estaba conmocionada e inerte, me besaba suavemente los muslos, el pubis, el vientre, cuidando los sitios más sensible que necesitaban reposo. Con tanta caricia mi cuerpo aletargado fue volviendo a la vida, y él, hombre sabio, lo percibió de inmediato. Y de nuevo me besó donde antes más quería. Ya estaba de nuevo preparada para cualquier cosa que quisiera hacerme. Paró. Se levantó y me tendió a lo largo.

- (Spread your legs)

Iba a follarme.

Se tendió sobre mí. Yo tenía los brazos abiertos y flexionados hacia arriba. Me besó los pechos el cuello, los lóbulos. Todo lo hizo despacio. Yo me iba poniendo más enervada y más ansiosa de que me clavara su pene. Quería repetir y saber de una vez qué se sentía.

Él estaba apoyado en su codo izquierdo, y con su mano derecha asió su polla, y guiado por su pulgar, introdujo el glande entre mis labios hinchados, justo donde se encuentra la cavidad. Estaba tan lubricada que penetró sin dificultad. Patrick lo hizo entrar sin violencia, muy despacio, gozando del momento, repitiendo el suave balanceo. Yo me sentí tan plena, tan deseada, tan gozosa que no hacia otra cosa que gemir con cada envite. Era una extraña plenitud, muy distinta al sentir su lengua en mi vulva.

- (Jara, touch yourself while I do it)

Me desconcertó.

- (Touch myself? How?)

Comprendió que yo era muy novata. No era la primera vez, claro, pero estaba muy pez. Sacó el miembro de mi cuevita. Se incorporó. En ese momento sentí una gran frustración pero él me tranquilizó.

- (Wait, it’s ok. Close your thighs a bit)

Entonces pasó sus piernas sobre las mías, a horcajadas. Tomó mis muslos y los abrió a tope, haciendo elevar mi vulva. Flexionó sus rodillas tirando su pene atrás, poniéndolo para taladrarme de nuevo desde arriba. Lo introdujo entero y volvió al juego de sacarlo y meterlo. En esa posición toda la verga me rozaba donde se juntan los labios, y a cada vaivén me invadía un mar de gusto. Al tercer o cuarto embate ya jadeaba tanto o más que cuando me besaba. Todo mi abdomen, nalgas, muslos, se llenaban de placer. No lo podría resistir mucho tiempo. Patrick no tenía prisa, y yo no quería que aquello acabara nunca, pero no tardó en aparecer esa sensación de que venia lo inevitable. Y mis entrañas volvieron a estallar con sincopados golpes de  placer. No sé cuanto tiempo estuve en ese estado animal, pero cuando mis espasmos amainaron, Patrick dio unos golpes de pelvis rápidos y profundos y se descargó dentro de mi, llenándome de semen caliente mientras su cara antes tensa por el esfuerzo se dulcificaba por el placer y se trasformaba  en un rostro feliz. Se dejó caer sobre mi, y nos abrazamos, ladeándonos buscando la posición más cómoda  para fundir nuestros cuerpos sudorosos y besarnos en los labios. No sé cuanto tiempo permanecimos así, agarrados, exhaustos, ebrios de placer. Bueno, hablo por mi, pero su cara también lo decía todo.

Él fue el primero en incorporarse. Fue a por pañuelos y me limpió de su leche todo lo que pudo. Me ayudó a levantar.

- (Go to the shower. I will fix all these)

Por circunstancias que no vienen al caso, solo Patrick me acompañó al aeropuerto. Estuvo conmigo hasta que entré al embarque. Me dio dos besos  en las mejillas, y al despedirme me dijo.

- (Jara, learn to touch yourself)

Y yo le contesté con mi mejor sonrisa.

- (Thank you, Patrick, I will. I promise).

No volví a ver a nadie de la familia. Nora y Miki no quisieron venir a España, con lo que el intercambio terminó. Me hubiera gustado tener una copia del cuadro pero no pudo ser.

Otra cosa que aprendí: el tamaño sí importa, pero la habilidad y la experiencia importan mucho más.

(9,42)