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El cálido viento del Este 09: Fidel vuelve a caer

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Esa tarde, como había anunciado Ramoni, del cielo caen chuzos y piedras. Después de dos horas de inclemente lluvia y granizo como pelotas de golf, el viento abrasador barre las calles del pueblo.

La gente en la plaza y por la calle parece alterada, el calor no permite ni mover los cuerpos, pero nadie puede permanecer tranquilo; el olor a ozono y humedad es tan fuerte que embriaga, todos han cogido sus coches y quieren aprovechar los minutos de luz que quedan para desplazarse a sus tierras, están serios, cabizbajos y se nota la tragedia, se empiezan a conocer los datos, hay zonas enteras de cosechas desbastadas, carreteras anegadas, caminos rurales cortados.

Cuando subimos la cuesta, hacia donde está la lonja del amigo de Malder, una viejita recoge su falda negra que el fuerte viento azota, se le descorre el pañuelo, también negro que lleva en su cabeza, va llorando y tapándose la boca.

Solamente están dos chicos en la lonja, con el rostro contrito y meditabundo, preguntamos por el resto, todos están recorriendo los campos antes de que anochezca, necesitan en su desesperación, evaluar sus pérdidas sin esperar a mañana.

Nos despedimos y volvemos a la plaza, en las terrazas no hay más que veraneantes, también preocupados aunque a ellos no les afecte la desgracia, hay lazos de vecindad que unen a las personas y se demuestran ante el infortunio, son muchos años de pasar allí los veranos y, aunque en otros momentos igual ni se hablan ahora el sentimiento es común ante esa circunstancia.

Se habla en cuchicheo, hasta los niños no gritan tanto, nos sentamos en un banco Mikel y yo, en otro cercano están Alberto, Idoia y Edur con otros chavales. Pasamos un rato en silencio, las noticias van llegando, la partida que ha ido hacia las tierras del río llega consternada y llegan los demás, hacia el Oeste, el Norte que es el monte y el Sur, no ha caído el mortífero granizo, solo la parte del río es irrecuperable, los ánimos se van tranquilizando, todos tienen las tierras esparcidas en el término municipal y limítrofes, la prudencia les ha enseñado a tener repartido el riesgo y la plaza se va animando, no hay risas pero se bebe y se habla.

Llega Malder, no hace falta que le preguntemos, su padre trabaja en una cooperativa pero también tienen tierras, sonríe.

-En mi casa no ha habido problemas graves, aunque a algunos familiares les ha pillado, a la familia de Fidel que tienen mucha tierra en esa parte.

Estamos un rato hablando y se acerca mi prima Idoia, me retira del grupo.

-Alberto quiere verte, desea estar un rato contigo.  –me susurra muy quedo al oído para que no se le oiga.

-Vale, voy a ver cómo me despisto y escapo para allí, me esperáis en el mismo lugar. 

Necesito que alguien me cubra las espaldas y voy hacia el grupo, sujeto a Mikel del brazo y le aparto.

-Necesito que me ayudes, tengo que marchar, tápame si alguno pregunta por mí.

-Como ayer, si alguien pregunta por ti, diré que te has ido a casa y estás allí escuchando música, venga marcha y no le achuches mucho que se le ve delicado.  –me da un abrazo y se marcha donde está el grupo. No le doy las gracias, pero lo recordaré siempre.

Cuando llego al jardín donde me esperan, les noto nerviosos, hoy no están los nubarrones que ocultaban la luna ayer y su luz plateada alumbra el jardín más que la luz de las farolas. Idoia se marcha después de besarnos, cojo de la mano a Alberto y vamos hacia la parte alta, donde los árboles enanos son frondosos y hay una puerta que pocos residentes usan.

Cuando llegamos, a pesar de que debajo de un plátano de grandes ramas y enormes hojas que nos cubren hay un banco, Alberto se tiende en la hierba y yo me arrodillo a su lado. Sube sus brazos y los enreda en mi cuello y tira de mí y me dejo deslizar hasta quedar tendido a su lado. Coloco mi barbilla en su pecho, oigo su corazón y le noto como tiembla, pasa su mano por mi pelo en una tierna caricia.

-Iker te quiero, a partir de ahora te lo voy a decir siempre.

Ahora sus manos sujetan mis mejillas y tira de mi para que me acerque a él, a pesar de la sombra de los árboles puedo verle, con el rostro muy cerca uno del otro, me dejo caer y nuestras mejillas se juntan.

-Bésame Iker, bésame.  –recorro con mis labios su mejilla hasta llega a la comisura de su boca, allí me detengo para notar lo agradable de su calor en esa parte, abre sus labios y jadea, la humedad de su aliento empapa mis labios, tiembla como una pajarillo cuando le vas a coger en su jaula, voy reptando con mis labios sobre los suyos, con suavidad, sin dañarlos, hasta cubrirlos por completo.

Se separa un segundo para decirme musitando.

-Estoy en el cielo contigo.   –luego vuelve a empujar mi cabeza para que no me separe de él, acaricia mi cuello, mis hombros y desciende por mi espalda, le imagino como esta mañana con los niños, se detiene en su avance en mi cintura y tira de la camisa para arriba para tocar mi piel con sus manos y me estremezco, él lo nota.

-¿Tengo las manos frías?

-No, no, no es por eso, es por la maravilla de sentir tus caricias.

-Hazlo tu también, tócame, quiero que me toques con tus manos, ¿qué te detiene?

Le doy suaves besos en la cara, en su frente, en sus párpados, hasta llegar a su barbilla.

-Te veo tan delicado, que tengo miedo a hacerte algún daño.  –emite una risita de júbilo.

-Iker, soy de carne y hueso, no me voy a romper, tócame, por favor. –su infantil voz me emociona.

Desabrocho los botones de su camisa e introduzco mi mano, acaricio sus pezoncitos minúsculos, su piel es tersa y muy suave, paso mis dedos por ella, deslizo mi cabeza y beso una de sus tetitas y con la punta de la lengua le toco el pezón, suspira, vibra su cuerpo adorado, el juega con sus manos en mi espalda y vuelvo a besarle los labios y se los lamo, y tímido asoma su lengua para tocarse en la mía,  así estamos un ratito.

-Tenemos que dejarlo, tienes que volver a tu casa.

-Podría estar así toda la noche y todas las demás noches de mi vida.

-Yo también Alberto, te amo.  –vuelve a reír jubiloso.

-También yo te amo. Te quiero tanto.

Nos arreglamos las camisas y le ayudo a levantarse, bajamos la ligera cuesta y él me oprime muy fuerte la cintura, cuando llegamos a los arbustos de la noche pasada, le abrazo y beso de nuevo, luego le empujo para que comience a andar camino de su casa, de otra manera no se separa, le entiendo porque tampoco yo me apartaría de él.

En casa están los tres en la cocina, ellas están tomando una infusión, Asier una cerveza, les doy un beso a cada uno, a Ramoni también, hoy besaría al mismísimo diablo, me pongo un vaso de leche y me siento a la mesa. Hablan de lo que ha sucedido con la tormenta, de las pérdidas que suponen que tendrán. Asier le quita hierro al asunto, que total todos los años es igual, que no hay año en que algo no se pierda y que lo deben tener calculado y luego están los seguros que cubren esos riesgos.

-¡Qué poco sensible eres!, o sea, que como tú tienes asegurada la casa, se puede incendiar mañana.  –mamá parece enfadada.

-Mujer no he querido decir eso, una casa no se incendia todos los años y las tormentas y el pedrisco lo hay cada año, aún habrá más tormentas y algo más se perderá.

-No me convences, por lo menos muéstrate más sensible con los desgracias de los demás.

Asier mira a Ramoni que esta asintiendo con su cabeza a lo que dice mamá, y presurosa se levanta para recoger los platillos y las tazas, Me mira a mí y yo me encojo de hombros.

-Bueno me voy a ver la tele que es la única que me entiende, mañana tampoco habrá bici, habéis quedado para ir esa fiesta del vino, igual me animo porque para estar todo el día con estas.

-Mañana a la tarde volverá a haber tormenta. –dice Ramoni haciendo gestos de asentimiento con su cabeza.

-¡Jolines! Ramoni, acabamos de salir de una y ya nos anuncias otra.  –le replica mamá suspirando.

-No, si yo lo digo por estos, que van a la fiesta, por si la fiesta les encuentra a ellos y llegan mojados y contentos.  –se marcha haciendo gestos hacia la cocina y se la oye como trastea.

Me despido y subo a mi habitación, la luna como ayer la alumbra con su luz, no hay que encender la lámpara; después de asearme voy a la ventana y soñador apoyo en ella mis codos, escucho el suave siseo de las hojas, el cric, cric de los grillos, unos más fuetes y otros suaves; desde mi ventana se ve una esquina de la piscina, la más alejada, la luna riela sobre la lámina de plata y se escucha el aleteo de algún pájaro espantado, por el ladrido de un perro o la presencia de un gato. Es una bellísima noche de luna llena e impensable que en esa tranquilidad, hace unas escasas horas, el cielo se hubiera abierto y descargara su furia destructora.

Cierro la ventana para que no suceda lo de ayer y me tiendo sobre la cama, coloco mis manos sobre mi pecho, las voy dejando resbalar por mi piel hasta llegar a mi abdomen, que diferente es mi piel de la suya tan suave, y como huele su cuello regado por su sangre, y la calidez húmeda de su aliento, y sus manos que acarician casi sin tocar, como si volaran sobre la piel y solamente la tocara el aire que en su movimiento desplaza, -¡Alberto! ¡Alberto!, quiero llevarte de la mano-, y caigo en el sueño reparador y profundo, y debo soñar con él porque a la mañana siguiente despierto musitando su nombre.

Sonrío sin acordarme de nada, pero algo hay en mi subconsciente, porque mi boca se abre sin querer en una sonrisa muy amplia. Me preparo ufano y recuerdo que me tengo que poner algo que luego no sirva y sea para tirar, un pantalón vaquero que lo reviento, igual lleva allí dos años sin usar y una camiseta de manga corta muy ajustada también, ropa que va quedando en el armario y no se termina por reciclar, peino el pelo con mi mano, hago un gesto para tirarlo para atrás, me sonrío a mí mismo y pongo morrito para echarme un besito y pienso si a Alberto le gustaría así, de esa forma tan original vestido, y me echo a reír, soy feliz.

Bajo las escaleras brincando y Ramoni gruñe en la cocina, se la escucha más que a mí.

-Saltando así se levanta el polvo y tú no lo tienes que limpiar, tú y tu primo sois iguales.

Cuánta razón tiene, no sabe bien lo iguales que somos, no le hago caso, paso a su lado y le toco la cadera, hace un gesto para retirar mi mano, como si le disgustara, y es al revés, se que le encanta que su niño la toque.

-Huelen tus madalenas recién hechas que me voy a comer diez.  –cojo una de las que tiene allí,  recién sacadas y calientes.

En el comedor están Asier y Laura, les saludo con un glorioso.

¡Hola! Mamá y ¡Hola! Papá.   -mientras les beso, los dos se me quedan mirando.

-¿Pero qué ropa te has puesto, si no te entra?  -dice Laura.

-No importa, está contento, a estos sácales de fiesta, en bici teníamos que estar ya y casi de vuelta.

Otro día no les aguantaría y ya habría protestado pero hoy, hoy no puedo enfadarme ni con Ramoni, que viene con mi cola cao en un vaso grande y ancho y gruñendo, no sé que, de que no ha hecho suficiente masa y no podrá pasarle las madalenas que le había prometido a la vecina y al escuchar esta última palabra se abrieron mis ojos de la sorpresa. Miro a Ramoni con la boca abierta y creo que el cola cao se escurre por mi barbilla sin darme cuenta.

-Ramoni. ¿Has hablado con la madre de Alberto?

-Pues claro, ¿cómo si no le pude prometer las madalenas?, y venga come, no te quedes ahí parado, ¿no ibas a comerte diez?

-Ya no tengo hambre, puedes llevárselas a la madre de Alberto y así cumples tu promesa.  –no cabía en mi de gozo, todo se había arreglado y yo sin saberlo.

-Ten toma la esponja y límpiate que ya has manchado la camiseta, ahora a ver quien quita eso. Quería hablar contigo, pedirte que fueras a su casa, no sé que de tu primo Mikel, y que su marido tiene algo que hablar contigo.  –se calla y se repanchinga en su asiento cruzando sus brazos.

-¿Y me lo dices ahora?, ¿por qué no me lo dijiste anoche?  -la miro agitando mi cabeza.

-No me acordé y a la hora que llegaste tampoco era momento de realizar visitas a nadie.

-Te mato, te mato Ramoni.  –me levanto y voy donde ella, pero no para matarla, para comérmela a besos.

-¿Y qué sucede, si se puede saber?, ¿a qué viene tanto alboroto por una tontería?, termina tu cola cao que hay que marchar, nos va a llevar Miguel con su ranchera, que habrá caminos por ahí abajo intransitables. Venga dime lo que sucede de una vez, últimamente en esta casa se me grita y no me entero de nada.

-Nada, nada, papá, esta mujer que es una incompetente.  –Asier marcha para lavarse la boca y vuelvo donde Ramoni para volver a besarla.

-Gracias, gracias Ramoni, es la mejor noticia que podían haberme dado, aunque haya llegado tarde.

-Tu amigo Alberto también se podrá contento.  –la miro y me guiña un ojo, miro a Laura que nos escucha con cara de aquí no pasa nada.

-¡Brujas!   -susurro.  -Sois unas brujas.   –marcho corriendo para terminar de prepararme, pero ahora no puedo ir a ver al padre de Alberto, tenemos que partir, y esas dos saben algo o lo sospechan, Idoia es la única que conoce lo nuestro, pero Idoia no lo diría ni en secreto de confesión y luego Mikel, tampoco me dijo anoche lo que haya podido hablar con los padres de Alberto y lo que me esperaba al volver a casa. -¡Cabronazo, ahora sí que te voy a comer a besos y las leches que te voy a dar por hacerme sufrir!-

Estoy nervioso y mi corazón late a mil por minuto. Asier, para no ser menos que su hijo, también se ha puesto un viajo pantalón vaquero, con las perneras cortadas por encima de las rodillas y una camiseta blanca de propaganda. He de reconocer que tengo un padre cañón, a pesar de andar mucho en bici no se afeita las piernas como hace Malder. Vamos hasta la casa de mis tíos, han quedado allí, en el portal puesto que al lado vive Miguel; está la ranchera estacionada, mi tío que no tiene aspecto de querer ir, Mikel, Edur también preparado con ropa ni fu, ni fa, Miguel y falta Malder, Idoia está en la puerta enfurruñada, con su carita de ángel y voy donde ella, quiere venir también con nosotros, la abrazo, mi tía no le permite que vaya, que esos no son fiestas para niñas, aprovecho al besarla para decirle al oído que Mikel ha hablado con los padres de Alberto y estos a su vez, quieren hablar conmigo. Me abraza emocionada y se le pasa el enfado, ahora ya tiene tema para hablar en la piscina con Alberto.

-Cuéntale todo a Alberto, igual no sabe lo que sucede y se alegrará, a la tarde iré para hablar con su padre.

Me besa y sale corriendo, le faltará tiempo para ponerse el traje de baño, e ir a cotorrear con el niño de rizos dorados, tendrá que esperar a que finalicen las clases primeras. Les imagino riendo a los dos y me emociono.

Mikel está sentado en la parte descubierta de la ranchera con las piernas colgando, me mira divertido, está un poco rojo, yo creo que esperando que le diga cómo ha ido mi encuentro con el padre de Alberto.

Llega Malder, corriendo y con galletas en la mano que va comiendo, no puede hablar, tiene la boca llena y alarga la mano para ofrecer sus galletas, ninguno acepta y Miguel da la orden de embarcar. Asier va en la cabina con él y con Edur que quiere ir atrás con nosotros y mi padre no le deja, además de nosotros tres hay tres fardos de paja y dos garrafones envueltos en plástico.

Emprendemos el viaje, nos sentamos los tres pegados a la parte de atrás de la cabina para que no nos dé tanto el aire y estar apoyados.

-Cabronazo, te voy matar a leches, no me dijiste nada anoche y habías hablado con el padre de Alberto.

Se echa a reír y pasa su brazo por mis hombros para abrazarme y yo le golpeo en el estómago con mi puño.

-Era para que te llevaras la sorpresa, fui a su casa y hable con los dos, no les conté lo que Fidel y sus amigos hicieron contigo, pero les dije que sí, que había habido una pelea, pero que había sido para defender a Alberto de unos chicos. ¡Joder!, la madre se puso a llorar y el padre no sabía que decir, me dijeron que iban a hablar contigo y pedirte perdón. Ahora cuenta tú, ¿cómo fue la reunión?

-No hubo reunión, fue la madre de Alberto a casa y habló con Ramoni y esta se olvidó, me lo ha dicho en el desayuno y todo ha salido por unas madalenas, lo demás igual ni me lo dice esa bruja. Pero yo no quiero que me pidan perdón, ¡joder!, me voy a morir de vergüenza.

-Pues o te aguantas la vergüenza o no hay Alberto que valga, tú verás; eres capaz de dejarte follar por él, ¿y no puedes pasar un poco de vergüenza?  -me hace cosquillas y me río, luego levanto la cara y le doy un beso en la mejilla y en los labios.

-Al final no eres tan cabronazo como te creía.

-Nunca lo he sido, sucede que tú no me entiendes.

Tenemos que contarle todo a Malder, que no ha dicho ni una palabra pero nos mira esperando una aclaración. Cuando Mikel y yo, compitiendo por ver quién habla más, terminamos de explicarle a Malder, éste me abraza y me besa también.

-Me alegra que se te arreglen las cosas Iker, pero que pena no ser Alberto.  –pone cara de nostalgia.

-No te pases Malder, que el rubito esta mejor que tú a pesar de la pierna que tiene mala.  –Mikel empuja con el pie un garrafón que se ha deslizado mientras habla, reímos los tres abrazados y las risas se deben escuchar en la cabina porque Edur mira a través del cristal y cabreado nos saca la lengua.

Llegamos al lado del río, causa una profunda pena ver la vides con sus ramas rotas, sin hojas  y la uva por el suelo. Lo que el otro día eran verdes campos, ante la caseta y al lado del río, ahora es una ciénaga, un lodazal de barro, y las cristalinas y cantarinas aguas del río se han convertido en chocolate marrón y rojo, que baja rápido borboteando amenazante entre las grandes piedras, como si hirviera y quisiera tragarnos.

Nos piden que no bajemos del vehículo, lo han acercado a la puerta todo lo que se puede y Miguel y Asier se bajan y van a recoger las sulfatadoras; ¡vaya!, solo hay tres e imagino que las portarán los mayores, los demás no vamos a poder mojar a los otros y aguantar lo que te echen, dejan las sulfatadoras con nosotros y Miguel vuelve a la caseta, entra y sale con tres botas de pellejo , de esas que contienen vino, colgadas del hombro y nos las tira gritando.

-¿Qué creíais?, ¿qué vosotros no ibais a participar? Aquí tenéis vuestras sulfatadoras de mano.

Se pone a reír al ver nuestra alegría y se mete en la ranchera. Malder nos va instruyendo sobre la manera de usar las botas y las va abriendo, para soplar en ellas y terminarlas de hinchar.

Para la ranchera en un recodo del río, donde las aguas llegan mansas, y se bajan para limpiarse el calzado que lo tienen asqueroso. Y luego comienza el trabajo de llenar las sulfatadoras y las botas, con lo que contiene los garrafones, vino mezclado con agua. Miguel y Malder son los que conocen de eso y se encargan de llenarlos, los otros cuatro miramos, y de repente, Malder se vuelve, apunta  la boca de una de las botas hacía nosotros, la prieta entre su cuerpo y el codo y nos baña del vino que contiene entre carcajadas histéricas.

-Vosotros ya estáis bautizados.  –sigue con sus risas y Mikel se acerca a él que huye, pero le alcanza y le quita la bota y le baña también en vino.  –La risa se generaliza y los jóvenes queremos seguir pero Miguel nos dice que la fiesta es un poco más lejos, saca una manta vieja y nos pide que la extendamos en el suelo de la ranchera, para que vaya recogiendo el vino que ya nos escurre por el cuerpo.

No hacemos más que reír viendo el aspecto que tenemos. Aun nos quedan por avanzar como otros veinte minutos y vamos llegando al lugar, hay mucho vehículo aparcado en las campas y pinares que rodean la montaña, pináculo más bien, y no muy alto, pero agudo como una aguja y en su cumbre está la ermita a la que hay que subir y bajar, tirándose unos a otros el vino que todos portan en distintas vasijas y artilugios, el caso es tener algo que expulse el vino con fuerza, contra el oponente que a su vez intenta regarte y mojarte más.

La subida es muy dura, hay que subir casi a gatas y sufriendo la lluvia de vino que te llega desde arriba, intentando cerrar los ojos para que no te entre y los irrite, veo a algunos que llevan gafas de nadar, hay hasta niños menores que Idoia, el año próximo la traemos y a Alberto también, aunque no pueda subir, yo me quedare abajo con él y le bañaré en el vino y el a mí, pero no puede quedarse sin ver esto, que resulta tan divertido.

Miguel ha pensado en todo, y de la cabina saca bocadillos que ha encargado en el pueblo, en un bar; orejas de cerdo rebozadas, que están de chuparse los dedos, y todos comemos como si nos fuera la vida en ello, bebemos agua de un manantial y Asier y Miguel alguna cerveza que también ha llevado, esta resultado un tipo detallista este chaval.

Son las cuatro de la tarde, yo quiero regresar y Mikel me ayuda, los demás quieren seguir en la fiesta que aún da para más, Mikel dice que se encuentra mal y tenemos que volver. ¡Joder!, ¡joder!, ¡joder!, cada vez me asombra más. -¡Mikel, ¿por qué no has sido así antes?!-

Ramoni pone el grito en cielo cuando nos ve en la entrada de casa, y se niega en rotundo a que entremos, “en su casa”, sin antes habernos lavado y desinfectado con jabón.

En el jardín, con la manguera y en boxer como única ropa, nos bañamos los dos, riendo como locos, como niños, ante la atenta mirada de Ramoni que, al final, nos autoriza después de la preceptiva inspección, a entrar en casa.

Mamá estará en la piscina, imagino que con Idoia y mis tíos, mis primos no habrán tenido a una Ramoni vigilándoles.

Me visto con lo mejor que tengo, si hubiera tenido corbata me la hubiera puesto, para causarles buena impresión y estoy como un flan de nervioso.

Ramoni al verme gruñe y sonríe a la vez, buena señal, se escucha el primer trueno que anuncia la tormenta que puede llegar aunque suena lejano. Cuando voy a salir por la puerta de la casa llega mamá, el publico de la piscina se retira, David ha prohibido el baño a causa del posible peligro de los rayos y Alberto e Idoia llegan detrás de ella, el viene con su muleta,  la apoya en la puerta del jardín para subirse el traje de baño-

-¿Vas a mi casa Iker?, te acompaño.  –lo dice volviendo a coger su muleta.

-Aun no me han concedido permiso tus padres para andar contigo.  –le respondo contundente.

-Pues a mí sí.   -ríe con regocijo y se encamina hacia su casa, Idoia ha sido testigo del diálogo de besugos,  sigue los pasos de Alberto haciendo muecas que, en lugar de afearle, la embellecen el rostro.

Espero a que Alberto traspase la puerta de su jardín para encaminarme hacia allí, Idoia me espera.

-Me meo, de miedo Idoia.   –y es cierto, tengo unas ganas de orinar irrefrenables por los nervios, no por el miedo.

Mi prima se abraza a mí, paso mis brazos por su espalda y permanecemos un momento en esa posición.

-Cómo me gustaría estar delante Iker.  -la empujo para que marche, abro la puerta del jardín y penetro dentro. La puerta de entrada está abierta pero golpeo en ella con la mano y aparece la madre de Alberto, alta y rubia como él, sin rizos, con esas gafas tan elegantes que siempre lleva sin montura, me mira un momento y nota mi embarazo, sonríe y me cede el paso, luego espero para que me guie, lo que en nuestra casa es un salón, aquí es una biblioteca con pocos libros, su padre es muy alto y delgado como la madre, con entradas en su amplia frente y peinado para atrás, Alberto se parece a su madre pero los ojos, los zafiros, son de él y me miran, no como los de Alberto, pero me siento a gusto, y de alguna forma relajado.

-Bien Iker, toma asiento.  –me señala una silla tipo butaca, con el respaldo bajo y redondeado que te sujeta la espalda. El toma asiento en otra y lo mismo hace su madre que juega nerviosa con sus manos y las frota en las perneras de sus pantalones, vuelve a ponerse de pie.

-¿Quieres tomar algo?, ¿algún refresco?  -la miro y para que se tranquilice le pido un vaso de agua que se apresura en ir a buscar. Su marido espera tranquilo a que vuelva.

-Hemos cometido un error terrible que nos pesa...  –comienza a hablar.  -Llegaron a nuestros oidos rumores…, infundados según hemos sabido ahora. Debíamos haber hablado contigo, haberte concedido al menos, el beneficio de la duda, nos abruma la injusticia cometida y más conociendo que todo ello estuvo motivado para defender a Alberto, nuestro hijo. Poco más podemos decir, solamente pedirte que nos disculpes y nos perdones. Es nuestro hijo y teníamos que defenderle.

Se me queda mirando fijo, callado, se ve que lo ha meditado muy bien, la madre de Alberto se ha quitado las gafas para restañar unas lágrimas que le corren por el rostro. También yo, en mi nerviosismo, restriego mis manos una con la otra y no dejo de sentirme cohibido.

-Yo hubiera hecho lo mismo que ustedes si Albero fuera hijo mío, les entiendo y no hay nada que perdonar, cumplieron con su obligación de padres, defender a su hijo hasta que se sepa la verdad de los hechos, lo pensé cuando supe su reacción, aunque me doliera, y lo sigo considerando ahora así también.

Soy sincero hasta la médula, lo que digo es reflejo de lo que he sentido y la percepción de los hechos, como los siento, tal cual.

La madre de Alberto se levanta de la silla y avanza los cuatro pasos que nos separan, me pongo en pie y me abraza, noto una congoja que me dificulta respirar pero me aguanto y su padre me está extendiendo su mano, se la estrecho y coge la mía con las dos suyas.

-Gracias, pero ya no voy a volver a fiarme de mi hijo, juró que tú habías dicho la verdad al decir que habías caído por el terraplén, te creyó, no vuelvas a mentir.   –mira por donde, ahora me venía la bronca, si supieran toda la realidad que aún queda encubierta.

-No señor, tiene razón, no volveré a mentir.

-Ni por una causa noble, no lo olvides.  –es durísimo el padre de Alberto, no le duelen prendas en pedir perdón y reconocer su falta pero tampoco se arredra para exigir sinceridad. Nos salva, del momento tan especial en que ninguno sabemos decir más, la voz de Alberto.

-Ven, Iker, sube conmigo.  –miro a sus padres esperando su aprobación, la madre asiente con la cabeza, continúa con un pañuelo en sus manos, que de vez en cuando pasa por su cara y por sus ojos azul perla muy claros.

-Puedes ir con él, y queremos que te sientas como en tu casa.  –ahora ya sonrío tranquilo, todo ha pasado. Alberto no espera a que llegue donde él, comienza a subir las escaleras y le sigo, entra en su habitación y voy detrás de él, me espera con la puerta abierta y cuando traspaso el umbral la cierra y apoya su espalda en ella, apoyando las palmas de sus manos, se me queda mirando y yo a él, me parece imposible que, al fin, todo haya revertido a la normalidad, mejor aún porque el ser que tengo respirando con ansiedad, apoyado en la puerta, me quiere y me lo ha dicho con esos labios que ahora veo temblar y aquel día no puede ver, los mismos que me besaron como confirmación de sus palabras.

Avanzo y me detengo cuando nuestros cuerpos se rozan, realizamos el mismo gesto pero al revés, él alza su rostro y yo lo inclino y giro ligeramente mi cabeza para absorber de su boca la golosina de su aliento.

Se retira de la puerta, y quita las palmas de las manos, que las tenía extendidas a sus espaldas, para abrazar mi cintura.

-Iker, soy felicísimo, podemos vernos y hablarnos.

-Y besarnos, cuando estemos solos.  –vuelvo a posar mis labios sobre los suyos y paso con suavidad mi lengua por ellos para humedecerlos, los tiene secos.

-Podemos decirles a nuestros padres que nos queremos, no hay problema alguno.

-Tus padres lo saben pero los míos no, tengo que buscar la forma de decírselo y tengo miedo Alberto.

-Tranquilo, no pasa nada, te entenderán, como lo hicieron conmigo.

-Solo lo conocen Idoia y Mikel, algunos amigos, mi madre y Ramoni pueden sospechar algo, pero Asier, cualquiera se lo dice a mi padre.

-Tú lo harás.   -baja mi cabeza con sus brazos para ir besando con suavidad mi cara por todas partes, son tan suaves y dulces su labios que tengo que asentir, decirle que lo haré con gestos de mi cabeza, lo que él permite que la mueva.

-Te amo Iker, te amo tanto.

-Yo también te amo.  –llaman a la puerta, nos separamos y la abrimos, son Idoia y Edur.

-Tenemos que ir al pueblo, vamos, que se va a pasar la tarde.  –Idoia nos empuja por el pasillo, Edur ve la puerta donde tiene su batería Alberto, se asoma.

-¡Jo!, chaval, ¿qué es esto?  -nadie le atiende y comenzamos a bajar las escaleras.

-¿No íbamos a tener tormenta?  -pregunto yo.

-Ha pasado de largo, aquí no ha tocado nada.

Mi alegría es inmensa cuando vamos por la carretera, juntos los cuatro, sin que algo o alguien que se oponga para estar cerca de Alberto, siento un poco de vergüenza pero alargo mi mano para sujetar la suya. Idoia en su proverbial sabiduría de chica, abraza la cintura de Alberto, permitiendo que, en franca camaradería yo pueda realizar lo mismo y poder estar en contacto con él.

Les dejo en los castaños y voy a buscar a Mikel, subo a la lonja del grupo de Malder, están todos allí y le indico que salga por señas.

-Mikel, voy a quedarme con ellos por la plaza y los castaños, me retiraré un poco antes con Alberto, necesito hablar con él, preocúpate por Idoia y Edur. La reunión con los padres de Alberto ha resultado aclaratoria, un poco vergonzosa, menos mal que no les has dicho toda la verdad, y todo gracias a ti.

-Tendría que haberles contado todo, algún día se sabrá y lo que hemos dicho, no dejará de haber sido una verdad a medias, puede seguir causándote daño.

-Me cuesta que Asier se entere de que su hijo no es lo que él quiere que sea, ¿y tú qué?, ¿nunca vas a decir lo que eres?  -se retira un poco de la puerta y me mira intrigado.

-¿Y qué soy yo, según tú?  -sonríe petulante y me acobardo.

-Lo mismo que soy yo, un homosexual.  –me sujeta del hombro y vuelve a apartarse unos pasos más de la puerta.

-Mira Iker, tu eres homosexual, yo no, a mi me gustan las mujeres y me las follo como bien sabes tú. También me gusta, siempre me ha gustado mi primo y algún otro, pero menos, eso no quiere decir nada, ¿me entiendes? Tú debes solucionar tu problema sin mirarte en mí, porque somos diferentes. Si lo deseas puedo decírselo yo mismo a Asier, si necesitas ese favor.  –lo dice en broma pero me asusta.

-Mejor se lo digo yo, cuando encuentre el momento.

-Date prisa, todo el tiempo que lo retrases va en tu contra, y ahora primito, quiero que sepas una cosa, en la familia te queremos todos y nadie te va a rechazar y tu padre es el que más te quiere. ¿Ahora me dejas que siga tomando mi cerveza?  -no espera mi contestación y va dentro de la lonja.

Bajo la cuesta de nuevo, a Idoia no la veo por parte alguna, Alberto y Edur están en un corro hablando o discutiendo porque las voces suenan muy altas, no es nada del otro mundo, el sábado comienzan las fiestas y el domingo es el primer día de vaquillas, la discusión versa sobre lo que hicieron algunos el año pasado y otros les discuten como incierto.

Pasa un rato largo, nos hemos dividido, Alberto me busca, se lo que quiere y que yo deseo, le decimos a Edur que Mikel les recogerá a él y a Idoia, que cuando la vea se lo diga, nosotros nos vamos para la urbanización.

El sol está en su cenit, su puesta es muy bonita y las nubes caprichosas, que hoy han pasado de largo sin dañarnos, dibujan ornatos de fantásticos y fortísimos colores, caminamos de cara a él, las sombras son alargadas y se proyectan a nuestra espalda, nos deslumbran los anaranjados rayos y de repente un chirriante ruido de frenos se escucha a nuestro lado.

-¿¡Qué putita!, ya te le has follado?  -es Fidel que asoma su cabeza por la ventanilla de su ranchera a nuestro lado.  –va a nuestra velocidad y nos mira socarronamente.

-Aunque así fuera, no es de tu incumbencia, así es que déjanos en paz de una puta vez.  -le suelto airado.

-Si yo os dejo en paz, solo quiero saber cómo se sienten esos bonitos labios chupando mi polla.

-Busco con mis ojos una piedra para tirársela a su jodida cara y no la veo.

-Ten cuidado Fidel, me estás hartando, puedes matarme pero antes te reviento los huevos.

-Ya lo sé, gallo puto, ya no me interesas tu culo, ya me lo he follado, regalado por ti y a la fuerza, me interesan otras cosas ahora.  –suelta una carcajada y arranca con violencia, dejando en el aire el olor a la goma quemada de las ruedas, me duelen los puños de la fuerza con que los tengo apretados  y por mis mejillas resbalan, temblando, dos lágrimas de impotencia.

-¡Puto!, ¡cabrón!, susurro con contenida rabia que me ahoga.

Alberto se me acerca y con timidez sujeta mi mano que mantengo terriblemente apretada.

-No te preocupes, son bravatas que se tira, no se atreverá a hacernos daño, déjale.

Pasa su brazo por mi cintura y acaricia con dulzura mi cadera. Coloco mi brazo por su espalda, atrayéndole hacía mí, no podría soportar que ese animal le hiciera la menor cosa, que le dañara de alguna forma, pero el mal ya está causado, con sus palabras que son peores que los hechos.

-¿Por qué ha dicho que tu culo ya no le interesa y todas esas cosas horribles?

-Ven, vamos a sentarnos un rato en el jardín, que es a lo que veníamos, ¿te parece bien?

Asiente y no deja de abrazarse con su brazo a mi cintura, el sol ha caído, derrotado de su largo periplo por el cielo, se oculta sin darnos cuenta y la consecuente caída de temperatura al ocultarse, genera corrientes de aire cálido que ponen los pelos de punta, curioso contraste.

Tomamos asiento, hoy sin andarnos ocultando,  en un banco cualquiera, cubro sus hombros con mi brazo y se acurruca mimoso, colocando su cabeza en mí pecho.

-Tenía que haberlo preparado y no sé cómo empezar, pero tienes que saber cosas de mí antes de continuar, ya sabes, con esto nuestro.

-Dime lo que quieras, ahora podemos ir a mi casa, y pasarnos todo el tiempo que queramos para hablar, pero prefiero estar aquí, así contigo, solos.

Sujeta mi mano derecha y va besando mis dedos uno a uno y la palma dejándomela húmeda.

-Verás, Alberto, yo no soy como soy.  –se separa mí, me mira sonriendo, como asombrado o sorprendido.

-Iker, lo que has dicho no tiene sentido.  –emite una risita, como un niño y cuela su manita por debajo de mi camisa para acariciar mi piel.

-Quiero decir que no soy como tú crees que soy.  –vuelve a reír y sigue acariciando mi vientre.

-He estado con muchos chicos, haciendo el amor o como quieras llamarlo tú, con muchos.

Sus caricias no paran, se detiene a veces para volver a reanudarlas.

-Ya le has escuchado a Fidel, me folló, si sabes lo que significa.  –sus dedos pasan ahora por mi piel casi sin rozarme.

-Dijo que una vez le regalaste el culo y otra vez fue a la fuerza, ¿lo hiciste por mí?  -levanta la cara y las lágrimas discurren por ella, con mi mano las empapo.

-Lo lamento Alberto, soy así, siempre lo he sido, me gustan los chicos, mucho, y no me puedo aguantar. No quería hacerte llorar y siempre te causo daño, ahora ya lo sabes todo de mí, sin detalles que es mejor, pero no llores, El martes terminan las Fiestas y te marcharás. Siento haberte decepcionado.

Ahora retira su mano y me intento levantar pero se abraza a mi cintura y me lo impide.

-No lloro porque me hayas hecho un daño, bueno, algo si, lloro por lo que has sido capaz de hacer por mí, por lo mucho que me quieres y no me lo dices pero que me hace tan feliz. No importa lo que haya podido pasar, antes no estaba yo, ahora sí.

Deshace su atadura de mi cintura, y sube sus brazos hasta mi cuello, y unimos nuestros labios en un beso sin fin, para volver a degustar el salado y amargo de su boca por las lágrimas que le provoco siempre y que no se si algún día pararán.

-Siempre que te beso tus labios saben a tus lágrimas.

-No importan las lágrimas cuando son de felicidad.

Y me apasionan sus cálidos labios, su ansioso y descontrolado aliento, su lengua que se atreve a invadirme y a invitarme en su retirada a que la siga, y jadea, y suspira, y sube mi camisa para tener acceso con su boca a mi pecho, y me excitan sus labios que chupan de mis tetillas, y cristaliza y se rompe con su risa adolescente y cantarina, cuando deposita su mano en mi miembro.

-¡Iker! -sigue riendo gozoso.  –Estas excitado, ¡yo te excito!  –lo dice como si eso fuera imposible, en un susurro de inmensa alegría; esconde su cara en mi pecho, sin dejar de reír, de acariciar mi miembro por encima del pantalón, los rizos de sus cabellos acarician mi barbilla. Sujeta mi mano y la lleva a su entrepierna.

-Tú también me incitas a ponerme así, ves, es maravilloso.  –abandona mi mano en esa parte para volver a abrazarme y besar mi pecho.

-¿Por qué crees que es maravilloso?  -acaricio con delicadeza el bulto que se le forma.

-Creía que no podría conseguir eso de ti y estaba preocupado, ¿cómo ibas a poder hacerme el amor, si no te excitaba?

-Pues ya ves que sí, ¿y a que venía esa preocupación?, ¿por tu pierna?

-Pues claro, he leído mucho, me han preparado y sé que es un impedimento psicológico, que algunos no pueden evitar el rechazo a que les induce. ¿Recuerdas el primer día que nos vimos en la piscina?, ¿tu primera reacción? Yo siempre me excito contigo pero creía que no conseguiría eso de ti, por eso estoy tan contento.

-Suena muy frio explicado así, pero a nosotros nos hablan de las dificultades que nos podremos encontrar, en nuestras relaciones y demás aspectos de la vida, puede que tú no entiendas mi contento porque tú no tienes ese problema pero para mí, es una noticia maravillosa.

-Te amo Iker, deseo que me hagas el amor también.

-Es un poco tarde, tengo que llevarte a casa para que tus padres confíen en mí.  –emite sonidos de gozo y hace más prieto su abrazo.

-Tonto, no quiero decir que ahora sea el momento, tampoco deseo que suceda así.

Ríe, me abraza y me besa, adoro y me llena de ternura y de deseo esta medusa rubia que chupa de mi piel y que termina rendido, palpitante, abrazado y pegado a mí como un esqueje injertado a un árbol, confiando seguramente, que de la unión salgan fascinantes flores.

En esta ocasión le acompaño hasta la puerta de su casa, su madre me lo agradece y me invita a entrar y lo rechazo.

Esa noche, en mi cama, pienso en lo que hemos avanzado y, por las circunstancias que hayan sido, en cómo nos vamos conociendo y sabiendo el uno del otro.

El jueves no se producen acontecimientos relevantes, un cierto aire de nostalgia está impregnando el ambiente, la semana próxima habrá gente que se marche y solo volverán los fines de semana o como es el caso de Alberto, que ya no retornará.

La mayoría de los niños consiguen mantenerse flotando boca arriba en el agua, y algunos hasta nadar, David está orgulloso del resultado, Alberto ni digamos, y el nuevo monitor también. Mañana es el último día. Al anochecer nos escapamos de la plaza, para besarnos y declararnos nuestro amor como dos enamorados que somos, en la oscuridad del jardín, contamos con la connivencia de mis tres primos, también de Edur.

El práctico Alberto hace planes para el futuro inminente, lugares donde nos vamos a ver y todo lo calcula y mide menos la excitación que ambos sentimos y aumenta sin que haya una relación matemática que la explique. Vamos a estar haciendo el mismo curso, él por ir un año adelantado, y yo al revés, atrasado.

David prepara una pequeña fiesta para los pequeños, como felicitación por su éxito, las mamás preparan cosas para comer y bebidas, y en el césped quedarán las señales de la fiesta, en forma de migas perdidas, escondidas en el verde y entretejido grass, comida que se disputarán a la mañana siguiente, los negros y grandes grajos, las golondrinas y como final las hormigas, de las que las mamás se quejarán.

Como todos están entretenidos con la fiesta, David nos permite jugar a los mayores y utilizar en exclusiva la piscina. Cuando a la tarde vamos al pueblo, la fiesta se palpa ya, comienza el sábado al medio día, a las trece horas para ser exactos, pero la gente invitada va llegando, las diversiones funcionan ya, los tiovivos y barracas de feria, los puestos de chucherías, y las caferías están llenas y no hay lugar donde sentarse.

Hoy no hace el viento tan habitual, pero tenemos invasión de una plaga, una especie de hormigas voladoras pero que son blancas y vuelan en enjambres alrededor de las luces de las farolas, viven poco tiempo, y al caer, van cubriendo el suelo como de un polvo blanco, como si se tratara de escarcha, que a mí me da asco.

Hoy no tenemos nuestra escapada al jardín, Alberto mira curioso todos los puestos que hay, ilusionado y caprichoso también, volvemos los cuatro, dejamos a mis primos en el portal de su casa y damos la vuelta para llegar a las nuestras. Nos mostramos nuestro cariño con besos y llegado un momento acaricio su sexo sin poderme contener, él que tenía miedo por la posibilidad de no conseguir excitarme, y le deseo con toda mi alma y mi ser. Gime y suspira pero nuestra fiebre y excitación va bajando en intensidad.

Alberto, ayer pensando en ti me masturbé.  –esconde su cara en mi pecho riendo nerviosamente.  –Yo también lo hice.  –apretamos nuestros cuerpos y sentimos muestra virilidad a través de nuestras ropas.

-Hoy sábado comienzan las fiestas, tenemos que ir pronto a la plaza del pueblo y pocos veraneantes irán a la piscina, estaremos casi todos en el inicio de las fiestas y además, según la costumbre, hoy comemos en un restaurante, los ocho porque Ramoni también va.

Sobre las 11 de la mañana recibo una llamada de Alberto, se van a adelantar para ir al pueblo, tienen de  invitados a unos familiares y se lo van a enseñar, quedamos en vernos a las 12 en los castaños, en la plaza sería imposible el verse. A las 11:30 salgo de casa y voy a buscar a mis primos, Mikel ha marchado ya e irá a comer a las 15 horas en que hemos quedado en el restaurante, nuestros padres irán más tarde, no les interesa el arranque de la fiesta, a las 12 Idoia, Edur y yo estamos en los castaños buscando entre la multitud a Alberto, a las 12:15 mi impaciencia va en aumento y no puedo aguantar más, les pido a mis primos que se queden allí, por si aparece, y que voy a intentar buscarle por la plaza, llegar de los castaños a la plaza inferior es un calvario apartando gente, subir las escaleras de la plaza inferior a la principal un suplicio y buscar a alguien en la plaza principal la muerte.

Desesperado ya, accedo al Ayuntamiento, también hay multitud de gente, invitados oficiales pero nadie me detiene y llego al Salón de Actos, desde donde antiguamente se lanzaban los cohetes, ahora se hace desde la Casa de la Cultura más moderna, abro una ventana de la balconada para mirar toda la gente concentrada en la Plaza, veo a los padres de Alberto apoyados en la barandilla de enfrente de la Iglesia, pero de Alberto nada de nada. Bajo corriendo atropellando a quien se pone por delante hasta llegar al lugar donde están sus padres y pregunto por él. Ellos creían que ya estaba conmigo, donde habíamos quedado.

Me vuelvo, deambulo como un loco buscando entre aquella gente una aguja en un pajar, y de repente le veo a Sergio con unos amigos y su hermano pequeño, ni rastro de Fidel y su amigo. Un terrible presagio atenaza mi corazón, llego donde está Sergio.

-Sergio, ¿dónde está Fidel?  -se queda asombrado, mirándome a mí y mirando alrededor.

-Hace menos de media hora estaban aquí.

-Hace menos de media hora partía Alberto de aquí para los castaños a mi encuentro.

-¿Qué dices?, ¿de qué estás hablando?

-Alberto ha desaparecido, ¿dónde puede estar Fidel?  -me mira pensando un momento.

-Estaba aquí para el inicio de la fiesta y aquí debería estar, la báscula está cerrada y el único lugar donde puede estar es en la nave que tú conoces.

-¡Por favor! Sergio, acompáñame, le va a pasar algo grave a Alberto, seguro que se lo ha llevado, no puede haber desaparecido de aquí a los castaños.

En un gesto resulto que no esperaba de él, Sergio me sujeta del brazo.

-Vamos rápido, ven por aquí, por detrás de la iglesia, por la plaza es imposible avanzar.

Voy corriendo detrás de él, muerto de dolor y de rabia,  -Fidel, como le hayas hecho algo te mato- es mi único pensamiento, tenemos que circunvalar toda la iglesia y algunas calles, hasta salir a la que conduce a la nave de Fidel. Creo que el corazón se me va a salir del pecho cuando llegamos a la puerta que, como la otra vez, está entreabierta. Desquiciado entro y corro al cuarto que conozco, temiendo que tenga la barra echada y esté cerrado por dentro, pero no, Alberto es un ratoncito que no les va a causar problemas.

Está el hijo puta de su amigo sentado en una silla riendo, Alberto sentado en otra, con los zafiros arrasados en lágrimas, abiertos descomunalmente y mirándome aterrado, Fidel con los pantalones bajados pasándole su verga por la cara, intentando que abra su boca.

-¡Fidel!, cabrón de mierda, te advertí que no te metieras con él.

Me abalando y me abrazo a su cuerpo tirando de él para apartarle de Alberto, se revuelve, abre sus brazos y logra tirarme al suelo, se ve impedido de moverse bien con sus pantalones en los tobillos y no puede golpearme como la otra vez, me revuelto y le propino patadas en sus piernas y escucho la voz de Sergio.

-¡Basta Fidel!, has llegado ya muy lejos, no están dispuestos a que hagas más tonterías que pongan en peligro el negocio.

-¡Ah!, maricón de mierda, has sido tú el que se ido de la lengua ¿verdad?, ¿qué les has dicho cabrón?, nunca me fie de ti. –está a punto de caer y consigue llegar donde está Sergio y le golpea con el puño. Sergio cae al suelo y Fidel encima de él, le golpea salvajemente y con inquina, su amigo sigue sentado, medio borracho y riendo. Intento ponerme en pié, al poyarme en la pared, mis manos encuentran la barra de hierro de la antigua romana y la cojo para sujetarme, Fidel está machacando a Sergio que le responde pero menos, avanzo dos pasos, no me doy cuenta de lo que tengo en las manos, pero elevo la barra sobre mi cabeza y la descargo sobre Fidel. Mis ojos horrorizados ven salir la sangre de su cabeza y su oreja derecha, la barra cae de mis manos, el borracho mira asustado a Fidel y Sergio se coloca de rodillas, da la vuelta a su cuerpo.

-Sácale de aquí, marchad, rápido, idos, no digas nada de lo que ha sucedido, ¿de acuerdo?

Busco con la mirada a Alberto, sigue sentado en la silla, como si fuera una estatua, sin moverse, perdido en algún mundo extraño, le tengo que sacudir para que me mire.

-Alberto, ponte de pie, venga, vamos.  -tiro de él y paso mi brazo debajo de su sobaco poniendo el suyo sobre mi cuello y le arrastro hacia la salida, es como si llevara sujeto un témpano de hielo que casi no reacciona y avanza dando traspiés.

Le llevo así por la calle, avanzando muy despacio.

-¡Iker! ¿Qué ha sucedido?  -es Mikel mi primo, también el padre de Alberto que me lo arrebata de mis brazos, caigo sentado al suelo y comienzo a sollozar.

-Tranquilo hijo,  estamos aquí, no pasa nada.  –Asier me consuela y me abraza arrodillado en el suelo.

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