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Las Vueltas de la vida con Edith

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- Hola, ¿cómo estas? – escribo cuando un Messenger que parecía de una chica me agrega…

- Bien ¿y tú? – responde aquel misterioso personaje…

- Yo bien, ¿cómo te llamas? - pregunto para saber con quien trato.

– Me llamo Edith ¿y tú? – Me dice aquella chica – ya me di cuenta.

- Yo, Carlos – respondo para dar comienzo a una magnífica – me enteraría más tarde – relación de amistad y algo más…

Todos los días esperaba ansioso poder llegar del liceo (secundaria) para poder prender mi computador y comenzar a hablarle a esa chica: no se que tenía, pero algo de ella me atraía aún sin verla físicamente. La forma en que se expresaba conmigo, su forma de saludar, de despedir, todo era una mezcla que producía en mí una extraña atracción hacia esa misteriosa chica – no tan misteriosa luego – cada día tocábamos un tema diferente, sabíamos de los problemas que teníamos ya que nos lo contábamos todo, hablamos de todas las cosas que veíamos, lo que nos gustaba, lo que no nos gustaba y así sucesivamente; un día Edith me dijo que tenía un hijo, con 18 años tenía un hijo y que el padre – lo digo yo – era un estúpido que sólo lo metió sin ni siquiera importarle el placer de la dama, sólo metió la polla y no se acordó siquiera de sacarla a tiempo y el resultado fue un hermoso bebé llamado Carlos Andrés – eso fue lo bueno de esa fugaz relación. El hombre fue tan descarado que le dijo a Edith que él no se podía ocupar de eso ahora, que ella lo criara sola y que dentro de 4 años el vendría a ocuparse del bebé y de Edith – que vergüenza, que cobardía…

Todavía no entiendo es cómo alguien en sus sanos cabales – no sería descabellado pensar que es loco después de ver lo que hizo con el bebé – podría dejar a una chica tan pero tan HERMOSA como Edith, cuando ella me pasó una fotografía casi me desmayo, no creía que esa mujer tan hermosa fuera despreciada por alguien, que esa mujer que era madura, que tenía los pies en la tierra, que era trabajadora y de paso, inteligente y muy bella fuese desatendida y abandonada por un estúpido. "Las cosas que pierdes por iluso no las recuperas nunca ".

Ella, para describirla es así:

Mide 1.75, cabello negro azabache liso, ojos verdes, senos en su justa medida erguidos desafiantes, trasero fenomenal… en sí, una maravilla de la genética y yo me había hecho amigo y muy confidente de aquella hermosa mujer, ella tenía 18 años – lo dije antes – y yo 17 en aquella época.

- Hola Hermosura – era uno de mis tantos saludos al recibir a la hermosa Edith en nuestras horas de Chat, cabe destacar que ella es de Ecuador y yo era de Venezuela.

- Hoooolaaaaa Carlos – me respondía siempre feliz…

- Mi amor, te tengo una sorpresa – le dije a Edith esperando que preguntara de que se trataba

- ¿Qué? ¿Cuál? Dime anda – me respondió Edith

- ¡Que voy para Ecuador tres semanas! – le dije muy emocionado a Edith

- ¡Queeeeee! Siiiiiiii, ¿en serio? – pregunta Edith.

- ¡Siii es verdad! Voy a Ecuador a visitarte terminé la secundaria y pedí unas vacaciones a tu país, quiero verte, quiero hablar contigo, besarte, abrazarte y hacerte sentir muy feliz – dije casi llorando de alegría – mañana voy para el aeropuerto.

- Ok Carlos, hoy no podré dormir, mañana estaré en el aeropuerto esperándote – dijo Edith muy feliz.

¿Dormir? Jajaj, que semejante estupidez, ¡Eso fue lo menos que hice!, toda la noche me la pasé pensativo, en cuento la viera, que cosas haríamos, lo bien que lo pasaríamos juntos, ¡Por fín iba a poder ver a esa mujer que tanto me llamaba la atención!, estaba muy feliz en mi cama esperando con ansias que llegara el otro día…

En el avión iba expectante, no podía negar estar temblando de lo nervioso y emoción a la vez, la vida me había premiado con el regalo de poder estar con ella, con mi amor o mejor dicho: cyberamor, miraba el hermoso paisaje que ofrecía la ventanilla del avión e imaginaba todas las cosas que iba a decirle, todos esos sentimientos que se habían aglomerado en mí y que sólo tenían un fin que era el de explotar cuando Edith estuviese a mi frente. Me interrumpió la imaginación el ruido del avión aterrizando y ya en un tiempo que no recuerdo estaba en la puerta del aeropuerto esperando a alguien que dijo que me iba a esperar – Edith -, miraba a mis alrededores y no veía a unos ojos verdes y un cuerpo de diosa que tenía adentro a una dulce y tierna mujer que sólo con un teclado me hizo ver muchas cosas y verdades…

- Carlos, ¿eres tú? – me dijo una voz femenina…

- ¡Edith! – dije muy feliz abrazándola muy fuerte y diciéndole muchas cosas bonitas, como sabía que a ella le gustaba.

- ¡Carlos!, guao, estoy feliz de verte, te ves mejor en persona jajaja – me decía Edith mientras me acompañaba al taxi.

- Jeje, tu te ves hermosa estés donde estés, estoy agradecido con la vida por poder estar aquí contigo – decía inquieto y nervioso a la vez.

- Ya verás cuando lleguemos a mi casa, conocerás a mi mamá y a mi hijo, ella está esperándote también porque le dije que ibas a venir jejeje – me decía Edith mientras nos veíamos directamente a los ojos…

Una cosa llevó a la otra:

No aguanté y en el propio taxi, acerqué mi boca a la de ella y nos fundimos en un beso que había estado esperando un largo, largo rato… sorbía su lengua y la de ella jugueteaba con la mía, nuestros labios se rozaban y la sensación de placer era inmensa, todo el tiempo que había esperado para conocer a Edith estaba manifestándose en ese beso, mi vida estaba yéndose en ese beso, todas las sensaciones de soledad que me invadían a diario, en ese momento desaparecieron, estaba en otro mundo en el cual sólo cabíamos Edith y yo. Al diablo el taxista, al diablo la sociedad, al diablo todo; ese momento era uno muy esperado y queríamos disfrutarlo a más no poder… el taxista llegando al destino tuvo que interrumpir el acto, ya que no queríamos entrar excitados a la casa de su mamá – que imagen daría -, luego de bajar las maletas, entramos a la casa de su mamá y el saludo a la señora fue muy educado, no quería causar malas impresiones. Cuando me pusieron al hermoso bebé en mis manos, me sentí muy feliz: era hermoso, gordito y juguetón; un chico que provocaba tenerlo cargado todo el día… lo mecí, jugué con él, y le decía cosas para que el bebé sonriera – que hermosura – pensaba mientras hacía todos esos juegos con el bebé.

Ya luego de estar hablando los tres un rato – Edith, su mamá y yo – llegó la hora de irme, estaba anocheciendo y el viaje me había sentado un poco mal – muy cansado estaba -, cuando llegó el taxi que me llevaría al hotel, no pude contener mis ganas y aunque estaba la mamá de Edith ahí en la puerta con nosotros, le di un rápido beso antes de montarme en el vehículo.

- Chao Hermosa – decía desde la ventanilla del taxi.

- Adiós Carlos - me decía Edith mientras que el taxi comenzaba su rumbo al hotel.

Aunque intentara obviar ese detalle, llegaría el momento de la despedida, mis tres semanas acabarían y yo no quería que llegara ese momento triste, en el que tuviera que decir adiós. Iba a aprovechar todo ese tiempo para pasarlo con Edith, quería mucho a esa chica y no iba a desperdiciar ni un segundo. Estaba pensando eso cuando la voz del taxista me interrumpió:

- Vaya chico, se ve que te gusta la chica – me decía el taxista buscando armar una conversación.

-Sí, para que mentirte, me gusta mucho y se ve que es muy notorio – decía riendo un poco al chofer.

- Pero se ve que tienes como temor de algo chico, si estás enamorado, díselo, simplemente da un paso adelante – argumentaba aquel hombre mayor que se veía que había vivido muchas etapas.

- Sí, lo que me da temor y tristeza es que yo voy a estar sólo tres semanas aquí, tengo algo trancado en mi y me daría miedo expresarlo y tener que venirme y no poder amarla como ella lo merece – decía un poco triste al recordar la realidad en la que estaba.

- ¡Y que importa la lejanía terrestre entre sus vidas!, expresa lo que sientes, porque sino vendrá otro y lo hará, causando en ti mucha tristeza y en el otro felicidad de la cual tu pudiste haber gozado a plenitud – decía el exaltado taxista al ver mi situación.

- Es verdad lo que dices, tengo que sincerarme y salir de este miedo y timidez que me encasillan y no me dejan salir a ver la vida – expresaba sinceramente.

- Un consejo que te daré: "Cada cabeza busca su casa", si tu vida está con ella, podrán pasar días, meses o años y en algún momento de tu vida en ese día en que no te lo imaginabas tu estarás aquí o ella allá y podrán estar juntos, la vida es muy grandiosa y grande, si la vida los quiere juntos, juntos estarán – dijo el taxista haciéndome ver esa parte que no había podido ver – Bueno amigo, ya llegamos, fue un placer haber hablado contigo – dijo el chofer mientras se bajaba del carro y me ayudaba a dar las maletas al botones del hotel.

- Te haré caso – fue sólo lo que le atiné a decir al taxista antes de que este emprendiera su rumbo al infinito.

Aquella noche en el hotel me pasé meditando palabra a palabra sobre lo que aquel misterioso personaje me había dicho… la vida es demasiado corta para estar pensando en despedidas, más bien hay que ver con inteligencia y buscar la manera de unirse, no en desunirse. Ese chofer me había enseñado un gran consejo hace algunas horas "Cada cabeza busca su casa", era verdad, tenía que expresar lo que sentía y el destino sería el rector de lo posterior. No había tiempo para lamentos ni estupideces tristes.

Al día siguiente, temprano llamé a Edith y quedamos en un centro comercial. Llegué primero y me senté en una mesita que iba a ser el punto de encuentro, cuando la vi casi me quedo sin aliento: llevaba un pantalón ajustado acompañado de una blusa que la hacían ver hermosísima, luego de los abrazos, saludos y besitos, comenzamos a pasear por el centro comercial, allí íbamos cuando mi mano se atrevió a agarrar la suya, ella giró a verme y yo le sonreí tímidamente, soltando un poco su mano a lo que ella la apretó, entendí la señal ¡No me había rechazado!, estaba de lo más feliz paseando por todo aquel lugar, compramos entradas y entramos al cine, nos colocamos en lo alto de la sala y ya luego de un rato de película, estábamos envueltos en un apasionado beso, las manos inquietas de ella y mías tocaban todo lo que veían, mi lengua buscaba jugar con la suya y la de ella buscarme lucha, ya el sonido del cine era ignorado por los dos, el placer y el sonido de nuestras bocas era el dulce manjar que provocaba escucharlo toda mi vida, realmente estaba muy apasionado, mi vida estaba en esa boca magnífica de Edith en la cual se estaba desatando lo almacenado durante mucho tiempo, mis manos acariciaban su abdomen y subían de vez en cuando para jugar con sus dos senos, ricos senos; por otro lado, sus manos ya estaban en mi pecho y de vez en cuando bajaban o subían, depende de donde quisieran jugar ellas, ya yo estaba a punto de explotar sólo con los besos y caricias, paramos y salimos de ahí. Al fin y al cabo nunca vimos la película.

Al salir, nos tomamos de la mano y fuimos a comer un heladito, nos sentamos en una mesita y comenzamos a hablar; yo fui el que habló primero…

- Edith, aunque parezca pronto, tengo que decirte algo: Estoy enamorado de ti, lo que nunca encontré con personas frente a frente, lo encontré contigo a través de un teclado; ese sentimiento de sentirme querido, acompañado, amado ha sido muy bueno para mi, me completas y siento a tu lado mucho calor humano, querer y todos esos sentimientos bonitos que tenemos los enamorados – dije nervioso esperando la respuesta de Edith.

- Pues yo siento lo mismo, poco a poco fui queriéndote más y más, aunque estuviéramos tan lejos, sentí amor y cariño, cosa que nunca había tenido aquí, los hombres sólo me buscaban por mi físico y tú eres diferente, me has visto a mí, a Edith como es y no al cuerpo. Eso me ha cautivado y quiero que sepas que si acepto y quiero tus sentimientos, me gusta lo que sientes por mí, pero tú sólo estarás aqu…

- Sí yo se el poco tiempo que tengo, no me recuerdes eso, vamos a aprovechar esta oportunidad que la vida nos ha dado y disfrutar de nuestra compañía, vamos a olvidarnos del tiempo, ese es un factor sin importancia porque nuestro amor y cariño perdurará siempre – dije mientras tapaba su boca con mi dedo.

Ahí acerqué mi boca a la suya y comenzamos un tierno beso, no había lujuria, sólo amor, puro amor, mis labios apretaban su labio inferior y mis manos agarraban tiernamente su linda y fina carita, nos separamos de ese mágico beso y ya sabíamos a lo que íbamos, agarré su mano y salimos de ahí rumbo a mi hotel, mis manos temblaban al intentar poner la tarjeta en el sitio para abrir la puerta cuando ella tomó mi mano y así pudimos abrirla, ya dentro no se hizo lugar a más y comenzamos a besarnos, rápidamente mis manos agarraron las suyas y ahí nos sentimos uno durante esos breves segundos, mis manos cambiaron de posición y emprendieron viaje a quitar su blusa, la arrimé hacia arriba y ahí apareció una figura hermosa de mujer, besé suavemente sus labios para bajar y comenzar a desabotonar su jean, lo bajé completamente y cuando estaba abajo, comencé a besar sus piernas, pasaba la lengua desde sus pantorrillas hasta su muslo interno, para luego bajar y hacer lo mismo con la otra, cuando llegué a su tanga, comencé a pasar mi lengua por encima de ella, a la vez que mi mano jugaba con su vaginita mi lengua hacía lo suyo; así estaba, en ese transe, olfateando ese rico olor de mujer, esperando completar y consumar el amor que sentía por Edith, en un movimiento, me deshice de su tanga y la recosté en la cama, comencé a besar en el muslo interno y mi traviesa lengua se adentró dentro de su vagina, comencé a darle chupadas y a sorber sus juguitos, mi dedo jugueteaba con sus pocos pelitos mientras que ya mi lengua sorbía y chupaba su clítoris, cada lamida hacía que Edith se retorciera y el placer la inundaba, abrí bien sus piernas y comencé a meter deditos mientras con mi lengua la hacía delirar, metía y sacaba mientras que lamía hasta que ella llegó a un orgasmo tremendo, me apretó con sus piernas la cabeza y sentía los temblores de su vagina. Cuando ya se le pasó el efecto, ella paró y como loca me quitó la ropa, cuando quedé desnudo, comenzó a besar todo mi cuerpo y dirigió su boca a mi pene, comenzó a lamer la punta para luego ir bajando y tragando todo, lamía con ansias y me estaba desmayando de placer, sus ojazos verdes me veían mientras que me hacía la felación, era una imagen de película que ya aproximaba mi orgasmo; para evitar esa situación, la separé de mi pene y comenzamos a besarnos otra vez, mis manos se dirigieron a esos ricos senos y comencé a tocarlos a pellizcar sus pezones, provocando oleadas de placer en el hermoso cuerpo de Edith, bajé mi boca y me encontré con su pezón derecho, lamí u lamí ese manjar; parecía que iba a explotar por mis atenciones, para no dejar en desventaja a su compañero, mi boca pasó al pezón izquierdo y le di las mismas atenciones. Mientras hacía eso con sus senos, mis dedos comenzaron a penetrar su cuevita del placer – ah siguee – me decía Edith mientras yo la hacía sentir amada – siempre – atiné a decir cuando ya me acostaba en la cama.

- Una vez me dijiste que te gustaba llevar el control – dije a Edith invitándola a tomar las riendas…

- Si, ya verás – dijo ya casi encima de mí…

Edith se posicionó encima de mi cuerpo – presentía una cabalgata de antología –, me colocó un preservativo y lentamente introdujo todo mi pene en su vagina, comenzó un sube y baja lento; mis manos comenzaron a acariciar sus senos y a aquietarlos debido al vaivén en el que se encontraban ese par de hermosuras, su vagina apretaba mi pene – a pesar de haber dado a luz, su vagina era estrecha – el vaivén iba aumentando su ritmo hasta que era una cabalgata frenética, buscando el placer y explotando la pasión apresada durante mucho tiempo, en una parte, ella pegó su cuerpo al mío y sólo con su cintura, comenzó a hacer movimientos circulares que me volvían loco, sus duros pezones se clavaban en mi pecho y eso me estaba haciendo delirar. Para extender más nuestro momento, me paré y la apoyé en la pared, colocando su culo en pompa, lentamente introduje mi pene para disfrutar las sensaciones, y comencé a meter y sacar, meter y sacar, el placer ya desbordaba – ¡Hazme sentir amada Carlossss! – Decía Edith mientras estaba en la gloria penetrando esa apretada vagina – ¡Siempre te haré sentir amada y completa, te amo! – decía exaltado por el ritmo de mis penetraciones, mi veía mi pene entrar y salir mientras que Edith me halaba hacia ella, se veía que ella necesitaba sentir que era deseada y lo estaba reflejando en la pasión con la cual estábamos, luego ya de un rato de estar allí me salí de su cuerpo y comencé a besar su espalda y cuello.

Ya luego de descansar un rato, me coloqué detrás de ella otra vez, me agaché y comencé a lamer su vagina, otra vez lamía y chupada su clítoris, lo que hacía que ella produjera muchos flujos los cuales con mi lengua guiaba a su cerradito ano, mi lengua entraba en su vagina y trasportaba jugos a ese agujerito para luego de un rato comenzar a penetrarlo con mis dedos, sacaba y metía uno, dos y ya cuando estaba bien dilatado, le dije a Edith que me lo lubricara a lo que ella comenzó a hacerme una mamada produciendo mucha saliva, ya cuando estaba bien mojado, metí lentamente mi pene en su culito, primero la punta y luego poco a poco el resto, era muy estrecho ese culito y lentamente comencé a penetrarla, para que su ano se adaptara, una mano mía jugaba con su pezón y seno mientras que la otra masajeaba su vagina, mis bombeadas aumentaron y ya el placer nos cegaba a los dos; los gemidos de Edith demostraban que le gustaba mucho la maniobra y me pedía más y más, yo bombeaba ese agujero y el roce me estaba volviendo loco.

Me guié con mi pene dentro de Edith a mi cama, me senté y dejé que ella llevara el control, comenzó a saltar encima de mi pene mientras que mis dos manos sobaban sus senos y pellizcaban sus pezones, luego de un grito ahogado que anunciaba el orgasmo de Edith, me vine en su ano llenándolo y descargando todo dentro de ella. Nos quedamos abrazados en mi cama y antes de dormirme le dije "te amo".

Al siguiente día desperté y Edith estaba sentada en la cama viéndome dormir, mi regalo de mañana fue un apasionado beso que acepté sin rechistar, nos vestimos y partimos a casa de Edith a llevarla sana y salva como ella había avisado la noche anterior. La madre de Edith era una gran mujer, muy hermosa y decidida, su hija era su ejemplo, madura y centrada.

Pasaron dos semanas y media y cada día estábamos más juntos, su bebé era muy lindo y yo siempre lo cargaba y le hacía cariñitos, le compré unos juguetes para que se distrajera y no destruyera tanto la casa – jajaja – un día en el parque, viendo que no había nadie, comenzamos a besarnos y a masturbarnos mutuamente por encima de la ropa, sólo la mano podía adentrarse a lugares desconocidos por la vista, sólo sacaba mi mano para lamerla lentamente y la volvía a introducir debajo de su panty. Su mano, por otro lado, me pajeaba lentamente mientras que ya el placer inundaba nuestros cuerpos. Cuando terminamos, nos reímos porque yo había quedado todo manchado y ella húmeda en esa parte de su pantalón de ejercicio. Nos reímos de nuestra travesura y emprendimos camino de vuelta a su casa.

Ya se acercaba el día de mi ida y no quería que llegara nunca, mi estadía en Ecuador había sido muy placentera, Edith se veía un poco triste y yo tampoco podía ocultar sentirlo…

- Ya se acerca el día final en Ecuador – dije triste a Edith.

- Lo se, me duele recordar que terminará…

- No, no terminara- interrumpí a Edith para que no terminara la frase.

Nuestros labios se llamaron y un beso fue el resultado de aquello, sentía un gran amor por Edith y lo expresaba en aquel beso, ella también con sus manos mantenía mi cabeza en su sitio para que nuestros labios y lenguas jugaran…

Ya luego de unos minutos estábamos desnudos en la cama de ella – su mamá estaba ausente – yo besaba y lamía todo su cuerpo mientras que sus manos guiaban a mi persona a donde ella quisiera. Comenzamos un rico 69 en el cual Edith succionaba mi pene con ansias y yo sorbía sus jugos y estimulaba su clítoris con mi lengua, de vez en cuando mi boca subía y jugueteaba con su culito y ella lamía mis testículos. Nos posicionamos luego a la clásica posición de misionero y comenzamos un ritmo muy lento, queríamos disfrutar el poco tiempo que nos quedaba, mi cintura llevaba el ritmo y el roce de nuestros genitales era ignorado porque nuestras bocas estaban ocupadas comiéndose entre sí, la pasión desbordaba a nuestros cuerpos…

Luego me senté en una silla y ella se posicionó encima, comenzamos un ritmo lento otra vez y comenzamos a disfrutar, ella gemía y lo hizo mucho más cuando mis labios se posaron en sus senos, turnaba uno y otro para lamer y chupar mientras que ella llevaba el sube y baja controlado ¡Te amo Edith! – dije mientras ya presentía mi orgasmo - ¡Y yo a tiiiiiiii! – Atinó a decir Edith en medio de su orgasmo – SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII – decía como ida en oleadas de placer.

Llegó el día de la despedida y estábamos en el aeropuerto antes de la partida Edith, su hijo Carlos Andrés, su mamá y yo. Edith se acercó con su hijo a mí…

- Carlos, estas tres semanas han sido magníficas para mí, me has demostrado que el amor existe y que la vida no es tan mala como creía – me decía Edith casi llorando.

- Yo te amo Edith, y estas semanas han sido las mejores de mi vida, he aprendido a querer y a amar, quiero que sepas que eres una mujer grandiosa, hermosa, tierna, tienes todas las cualidades para brillar a lo grande – expliqué sinceramente.

- Carlos, te amo – dijo la bella muy triste por mi despedida.

- Edith, volveré por ti, ya verás, podrán pasar meses o años, pero volveré por ti, y te voy a traer conmigo a Venezuela – dije tomando su bebé y dándonos un gran abrazo entre todos – Edith, madre, Carlos Andrés y yo – ya verás que vendré por ti amor.

- Te esperaré siempre – dijo Edith…

Antes de ingresar a la zona para esperar el avión, le di un beso a Edith que demostró toda la pasión que sentía, ese beso demostró que volvería por ella y que estaríamos juntos siempre.

Me fui alejando de ellas y mis lágrimas caían, estaba llorando porque me estaba alejando de mi amada Edith, eso, en vez de frenarme, hizo que se incrementara mi deseo por ella y comencé a dedicarme 100% a mi carrera de medicina, tenía las mejores notas de la facultad, ignoré las burlas de mis amigos, no me importaban las mujeres que se me ofrecían, mi meta era Edith y mi amor estaba allá en Ecuador con ella. Todos los días chateábamos, hablábamos y nos contábamos todo, éramos los perfectos confidentes y si no podíamos chatear, nunca se me olvidaba enviarle su correo diario o ella a mí. El amor me hizo hacer de todo por estar con ella, me dio el poder, me dio sabiduría. Yo iba a Ecuador una vez al año y ella cuando podía, yo trabajaba sólo para reunir dinero e ir a Ecuador y ella hacía lo mismo para venir aquí, una vez que vino, le enseñe el lugar que ella tanto anhelaba: El Salto Ángel, Edith quedó impresionada por la belleza de aquel lugar, la cascada era y es hermosa, 979 metros de caída libre impresionan a cualquiera, sus ojos de alegría me hicieron sentir el hombre más feliz del mundo, en ese mismo lugar, nos escondimos un poco en la selva y nos amamos, fue rápido pero apasionado, entré en ella y Edith me abrazó con sus piernas, allí comenzamos y vaivén que terminó en un rico orgasmo para los dos – ella primero, yo después – era feliz, no necesitaba más nada sólo a Edith.

Ya luego de 6 años, me gradué de médico con honores y aunque Edith no pudo asistir a mi graduación, yo sabía y sentía que esto era por ella, mi triunfo, mis notas, mi título eran dedicados a ella, sólo por estar en su compañía.

Recuerdo que llegué a Ecuador de sorpresa, la vi saliendo de la Universidad con sus amigas y cuando ella me vio, salió corriendo a besarme y abrazarme, yo lo hice también y la apreté fuerte contra mi, quería hacerla sentir querida y hacerla sentir mi mujer.

Sus amigas comenzaron a decir cosas y a vacilarnos, reíamos de sus bromas porque era verdad, estábamos enamorados y eso lo notaba cualquiera, la vida nos había premiado con el placer de estar juntos…

- Edith, voy a contradecir un poco lo que te dije, no vengo por ti – dije esperando la reacción de mi bella dama.

- ¿Qué, ya no quieres estar conmigo? – dijo ella muy asustada.

- No, ¡Vengo aquí a quedarme contigo!, con ayuda y con ahorros que hice durante seis años, compré un apartamentito y vine aquí a hacer mi postgrado de Cirugía Plástica. No te llevaré a Venezuela, me quedaré aquí contigo – dije muy feliz.

Edith me abrazó fuerte, y a los dos nos salían lágrimas de los ojos, de felicidad, de amor, de ternura. La vida nos había dado el momento que tanto habíamos esperado, hubo que sacrificarse, hubo que esperar 6 años, llorar cada vez que ella o yo me iba, pero aquí estábamos los dos.

Esa noche hicimos el amor de diferentes maneras, desatamos la pasión guardada de tanto tiempo, nuestro sudor se unía mientras que nos amábamos desatadamente, ella me lamía todo el cuerpo, yo a ella, nos besábamos, mi amor y el de Edith se desataron desde aquella noche.

Ya el pequeño Carlos Andrés tenía casi 7 años, y yo quería mucho a ese chico, pasaron los años y ya era un reconocido cirujano plástico y ella una magnífica Licenciada en Párvulos, éramos una pareja perfecta, ella tenía 30 años y yo 29, la vida nos había dado dos magníficos hijos y Carlos Andrés por su condición de mayor les enseñó y los orientó en cada una de sus etapas mediante pasaba el tiempo, uno de llamaba Carlos Alberto y la otra Atenas, los años pasaron ya aquí estoy con mi esposa leyendo el relato que le dediqué hace tantos años y que aún nos revive sensaciones de amor de adolescentes.

La madre de Edith consiguió un magnifico marido y ahora viven muy felices, nosotros estamos igual y nuestro amor es grande, muy grande…

La vida da muchas vueltas y nunca se sabe que pasará, en mi caso estoy muy feliz al lado de mi amada Edith, todavía me tiemblan las piernas cuando la veo, nuestro amor sigue igual y latente…

(9,20)