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Mi primer encuentro con Daniela

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 Era invierno, y esa semana me había masturbado sólo una vez, por lo que estaba bastante caliente. Durante todo el día esperaba ansiosa el momento de llegar a casa para ver si me había contestado Daniela. Habíamos hablado varias veces de quedar, pero esta vez parecía ser la buena, porque al parecer tenía un viaje a Madrid, en el que podríamos por fin coincidir.

Me sentía muy excitada, a pesar de que tenía muchos miedos y reticencias a hacerlo. Sin embargo, la idea de hacer realidad mis fantasías con alguien que pensaba como yo y tenía gustos muy parecidos a los míos me animaba a lanzarme. Mi experiencia en quedadas se limitaba a haber estado con varias transexuales, con unos resultados desastrosos, así que por fin podría hacer realidad mis fantasías sin dinero de por medio, y por tanto con voluntad por ambas partes.

Además, Daniela no me exigía nada, y al igual que yo, me insistía una y otra vez en que la quedada debía satisfacer a las dos, y que no debíamos forzar nada que no ocurriese de forma natural. Así que todo pintaba bien, y por mi parte estaba deseando que llegase el día, aunque no quería precipitarlo. Si no era esta vez, sería en otra ocasión, siempre tenía la opción de masturbarme sola pensando en cómo habría podido ser.

Cuando abrí el correo vi un par de nuevos mensajes en negrita, y uno era suyo. Me puse a mil, sobre todo cuando empecé a leer y me confirmó que podríamos vernos en un par de días. Pasé dos noches casi sin dormir, impaciente y muerta de miedo, pero deseando que llegase el día. nos veríamos por la tarde, en un hotel en las afueras de Madrid. Le di muchas vueltas al modelito que me llevaría, y finalmente opté por mi traje azul de profesora de ballet, con mis pantys rosas, que últimamente me ponía mucho.

Llegó el día, y lo único que me faltaba de saber era el número de habitación. Habíamos quedado a las 18:00h en punto, y unos minutos antes debía mirar el número de habitación en el correo. Me acerqué a un centro comercial cercano para hacer tiempo, una hora antes. La casualidad quiso que, paseando por los pasillos del área de lencería y perfumería, me crucé con una señora de unos 48 años, con minifalda de cuero de vuelo y suéter negro ajustado. Estaba impresionante, y era la típica señora de dinero, comprando caprichos. Tenía una melena larga y zapatos de tacón, además de pantys negros básicos. Me atrajo inmediatamente, y estuve un rato mirándola desde una distancia prudente, lo cual me puso a mil.

Llegó el momento y me acerqué al hotel, ya oscureciendo, con mi bolsa de ropa en la mano. Al acercarme, sentía miedo y excitación, y se me aceleró el corazón al entrar en el hall, donde pensé qué pasaría si me cruzase con alguien conocido. Mejor no pensarlo. Además, debía entrar directamente hasta el fondo, por lo que no debía dudar mucho. Pasé frente a los recepcionistas y saludé, preguntando por la cafetería. De esta forma seguí adelante y me metí en los servicios, donde abrí mi portátil y me conecté a Internet. Abrí el correo y nada, no había ningun mensaje, Ohhhh....

Al cabo de unos minutos, recibí el ansiado mensaje con el número de habitación, y entonces empezó todo. Cerré el ordenador y salí de los servicios, en dirección al ascensor. Llegué a la planta y busqué la habitación, sintiendo mi corazón latir a tope. Pero hice lo que acordamos, estaba muy ansiosa, pensando que había una travesti esperándome en la habitación. Llamé a la puerta, y al cabo de unos segundos oí pasos aproximarse, en forma de tacones. Una voz me preguntó: "¿Pantia?". Yo respondí: "¿Daniela?"...

Entonces noté cómo se soltaba el seguro de la puerta y los pasos tomaron el sentido contrario. Esperé unos segundos y entonces entré, cerrando a mi espalda. Era evidente que era ella, porque había un montón de medias y pantys colocados en la habitación, y además distinguí una silueta al fondo, junto a la ventana. Estaba sentada, con un vestido blanco cortísimo, y medias negras. Es todo lo que pude distinguir.

Me metí rápidamente en el servicio, y empecé a quitarme la ropa, impaciente. Al desnudarme, ya notaba mi pene poniéndose duro sólo de pensar en lo que me esperaba con ella. Una vez estuve completamente desnuda, empecé a vestirme con mi ropita. Primero me puse mi tanga negro de satén y mi sujetador a juego. Luego me subí los pantys rosas, hasta ajustarlos perfectamente a mi cuerpo. Luego me enfundé en mi vestido azul y noté cómo me empezaba a poner a mil, ya tenía el pene muy excitado, aunque apretado bajo las capas de lycra.

Saqué mi peluca caoba y me la puse, y finalmente me puse los zapatos blancos de tacón. Ya estaba lista para salir, pero muerta de miedo por lo que me podría encontrar. Confiaba en Daniela, y deseaba que me viese así de guapa, así que salí lentamente, y allí estaba ella, sentada en una butaca junto a la ventana. Me quedé de piedra cuando pude ver sus piernas de cerca. Estaban super brillantes, y los zapatos eran negros con taconazo. El vestido era muy ajustado, y la minifalda casi no se notaba, porque al estar sentada se le subía del todo. Me fijé en sus deditos, asomando por la puntera del zapato, algo que me pone mucho, y entonces, cuando estuve frente a ella, casi me da algo: no llevaba pantys, sino medias, y entre sus muslos brillantes pude distinguir el triangulito negro de la braga. Estaba impresionante, me la hubiese follado en ese mimo momento, de hecho me acerqué y puse mis manos en sus rodillas, porque necesitaba tocar su piel cubierta de fina lycra negra. El tacto me hizo calentarme aún más, y entonces hice el amago de meter mi cara entre sus piernas, imaginando que me comía su vulva tan femenina, o al menos lamía sus braguitas...

Entonces ella se levantó, y empezó a contonearse con su vestido blanco, y ohhhh: era muy alta, y entonces noté también que su pene se marcaba en la braga, era muy grande...

Estuvimos un rato cogiéndonos de la cintura, y rozando nuestras piernas, mientras nos dedicábamos piropos, y yo le trataba como si fuese mi amiga, con la que debía vestirme para bajar al hall del hotel, donde nos esperaban nuestros novios. El tacto era impresionante, tanto de su culo y sus piernas apretadas como el roce de nuestras piernas, de nuestros cuerpos tan femeninos. Empezó a pellizcarme los pezones, a través del sujetador, y luego me lamió directamente por debajo, me hacía sentir tan femenina...

Luego ella se cambió el modelito, y no pude dejar de mirarla. Se puso un body y esta vez dejó su pene al descubierto, ya muy excitado. Era tan grande que me entró una sensación de miedo en ese momento, aunque cuando se me acercó de nuevo y me empezó a acariciar y me sentí muy a gusto con ella. Yo hice lo mismo, y empecé por sus piernas, pero luego me moví por todo su cuerpo, hasta que no pude evitar cogerle su polla, era tan grande...

Se puso detrás mío, y sentí su polla rozar con mi culo, luego me levantó la falda y metió su polla entre mis piernas, eso me encantó. Me estaba poniendo a mil, y me gustaría estar como ella con el pene libre, porque el mío ya estaba luchando por salir de mis pantys rosas. Entonces me hice un agujero en la entrepierna y apartando el tanga, me saqué el pene, que empezó a hincharse de verdad. Nos dedicamos piropos, nos metimos mano y me agaché para hacer un amago de comerle la polla, acercándome peligrosamente a ella. Sin embargo, no intentó nada, lo cual me hizo sentir más cómoda. Yo no dejaba de decirle cosas, como que nuestros novios nos esperaban abajo y debíamos vestirnos para bajar a una fiesta. Aquella fantasía me ponía mucho, ser las zorritas que habían subido a la habitación juntas para ponerse sus minifaldas y tacones, para poner a todos los tíos de la fiesta, ufff....

Daniela se quitó el vestido y se quedó con su body rojo, y entonces me preguntó si quería que me follase. Yo le dije que tal vez, por lo que me cogió por la cintura y me puso contra la cama, empujando su polla contra mi culito. La sensación de estar a punto de recibir esa polla dentro de mi fue indescriptible, aunque las dos sabíamos que no iba a hacerlo, en parte porque yo le había dicho que era demasiado grande, pero por un momento lo deseé mucho. Ella me miró el pene y las dos nos fijamos en que yo ya estaba soltando muchos flujos, estaba realmente caliente...

Daniela me dijo entonces que sólo traía un condón, por lo que debíamos utilizarlo bien. Opté por que me lo pusiera con la boca, y entonces ella se agachó y sentí en mi glande su boca caliente a través del látex, fue increíble. Se me puso aún más dura, y entonces ella me terminó de poner el condón con la mano, para empezar a comerme la polla. Fue un pasada, me estaba comiendo la polla una travesti, vestida como yo, y desde donde estaba, tumbada en la cama, podía ver su tanga rojo, que me encantaba.

Me hizo una buena mamada, y yo me retorcía de placer, a punto de llegar al orgasmo, con mi pene no tan grande como el suyo dentro de su boca por completo. Las caricias de su lengua eran tan excitantes que tuve que contenerme. Ella empezó a masturbarme con la mano, y entonces, pensando en esa visión de su entrepierna cuando estaba sentada, mostrando su braguita negra entre sus muslos brillantes, acabé por correrme, soltando varios chorros de semen que salpicaron en su mano y sobre mi pelvis. Fue increíble...

A continuación me senté en una butaca, y ella se puso de pie junto a mi. Sentía su polla latiendo de excitación, y podía habérsela comido, pero me contuve. Eso sí, se la cogí con mi mano para masturbarle como ella había hecho conmigo. Crucé las piernas y empecé a exhibirme delante de ella, para excitarla más. Ella empezó a masturbarse a mi lado, mientras me pellizcaba los pezones a través del sujetador, eso me encantaba, y luego apartó de nuevo el sujetador y me los comió con ansia, era una sensación maravillosa. Sentí como su polla se ponía más dura, a cada masaje de su mano, incluso la mía empezaba a animarse de nuevo. Entonces, sentí que llegaba al orgasmo y preparé mis piernas para que me salpicase su corrida, estirándolas hasta ver mis zapatos blancos al final. El primer chorro salió disparado y llegó casi hasta mis zapatos blancos. Los siguientes salpicaron directamente mis piernas, formando largas líneas blancas brillantes, que sentí calientes a través de la lycra rosa. Realmente me estaba gustando aquello, y merecía la pena la quedada. Recibir una corrida sobre mi, provocada por mí misma, era algo excepcional. Y ella estaba soltando una buena descarga sobre mi.

Una vez terminó de soltar su semen sobre mis piernas, sentí que aquello había terminado, no teníamos más tiempo, a pesar de que yo me quedaba con las ganas de juguetear un poco más, y secretamente también de que me follase un poco, pero no teníamos ni condones ni tiempo, así que me fui al servicio, y allí me quité los pantys, el vestido, lo guardé todo y me volví a vestir, saliendo de allí con ganas de volver a repetir algún día la experiencia con Daniela, mientras imaginaba que alguien nos había escuchado en una habitación contigua y se había hecho una buena paja...

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