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Nota: Adolescente despreocupado

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Capítulo 3

 

No sé porque pareciera que a Carlos no le hubiera gustado mi comentario, o sería una excusa para difícilmente dirigirme la palabra por más de 3 horas. No dije nada malo, solo mencione su carácter, tal vez no le pareció, aunque no le veo motivo para ni siquiera mantener una conversación normal.

Estábamos de regreso a la Universidad, eran alrededor de las 4 de la tarde, el ambiente era fresco, con un aire que hacía que las ramas de los árboles se sacudieran de un lado para otro, atrayendo nubes que parecían formar pronto una tormenta. Mire a Carlos, pero este parecía distraído, en otro mundo.

Al entrar por la puerta central, miré el automóvil del subdirector de la escuela, esto no podía estar peor, desobedecí las reglas, me dijeron que no podía salir con Carlos a ningún lugar, no tenía como inventar una excusa, no se me encendía el foco de la mente, estaba en blanco, sin poder entender como las cosas pueden salir bien y mal a la vez. El taxi se estaciono, ayudé a bajar a Carlos, nos dirigimos a la puerta, donde estaba aquel hombre, como si nos estuviese esperando.

-¿Qué paso aquí? –Escuché que el subdirector dijo con voz alta y clara. Me dejo completamente helado, no sabía que decir, las palabras sencillamente no salían de mi boca. Adiós trabajo-.

-Lo que pasa es que me ardían muchos mis ojos y el profesor Alberto me llevo al oculista, espero y no sea una molestia, el ardor era insoportable. –Respondía Carlos con voz segura mientras se tallaba con la mano su ojo, supongo que para echarle más teatro a todo esto-.

-No hay ningún problema –Al escuchar eso respiré aliviado, todo indicaba que el tipo se había tragado el cuento- además tengo buenas noticias, lleve tus anteojos a oftalmólogo y ya te tengo unos nuevos, pasaba por aquí y pensé en dártelos –Colocaba en la cara del chico aquellos lentes nuevos-.

Carlos no dijo nada, solo apuñalo un poco sus ojos, supongo que para adaptar la vista. Se quedó mirando por unos segundos la alarma contra incendios, y después me miro a mí, no puedo describir esa mirada, era demasiado vacía, pero a la vez me daba un aire de soledad, como un “No te vayas”, la cual, de nuevo, me hizo sentir esa extraña sensación.

-Me tengo que ir por ahora –Terminó el subdirector- Tengo una cena familiar y no puedo llegar tarde, mi hija  está comprometida y ya saben –No hablo mucho del tema- Pero Alberto, como puede ver, su presencia ya no es necesaria, así que puede ir a disfrutar de sus vacaciones. –Subió a su coche y se fue, me quede mirando hasta asegurarme que estuviese lo más lejos posible-

-Supongo que es tiempo de despedirme –Mi tono de voz era bajo y apagado-

-Si… –Contesto el chico cuando una ráfaga de viento alborotó las copas de los árboles, levantando también el polvo del suelo-

-Vaya, entonces tendré que subir por mis cosas –Aclaré- ¿Necesitas que te ayude?

-No es necesario, ya puedo ver claro –Respondió mientras rascaba un poco su brazo-

-Pero, ¿Qué paso con tu pie? –Lo miré- ¿Ya puedes aplanarlo?

-No, aun no puedo, pero me es fácil al poder ver donde piso –Evadió mi mirada. Ambos subimos a la habitación, el no quiso aceptar mi ayuda, no quise insistir, lo único que hice fue esperar tras suyo mientras el subía los escalones-.

Me gusta mucho mirarlo, con esos anteojos que adornaban su cara me hacía quererlo abrazar muy fuerte, yo no sé cómo un hombre de 19 años podía actuar como un niño de apenas 10, difícil de explicar, algo necio, despistado y muy noble, un alma de infante pero en sus ojos me podía dejar ver lo mucho que había sufrido.

-¿Qué paso con su coche?  -Dijo de la nada, fue donde caí en cuenta-

-¡Dios! ¡El Maldito coche! –Debía ser por eso que me habían llamado anoche al celular, había olvidado encenderlo de nuevo y no tenía noticia si lo habían reparado o por lo menos si estaba en el taller, ¡Deberás que eres un perfecto idiota! Incluso llamaste a un taxi para ir a almorzar, y no te dabas cuenta del coche ¡Estas mal Albertito!

Encendí el celular, pude encontrar rápidamente el número de teléfono de donde me habían marcado, regrese la llamada, informaron que el automóvil había tenido un problema no muy serio, además, ya estaba listo para pasarlo a recoger. Fue un alivio, había sudado la gota gorda, ahora lo único que tenía que hacer era ir por el, y lo que menos quería, regresar a mi departamento, frio y solitario. Le había tomado cariño a este muchacho, tanto cariño que no quería siquiera pensar la idea de despedirme.

-Oye, Carlos, ¿Qué harás para estas vacaciones? –Levante mis cejas-

-No lo sé –Se encogió de hombros-

-Lo que pasa es que, al igual que tú, pues, como te explico –Camine en círculos- No tengo nada más que hacer estas por estas fechas-

-No entiendo –Acomodo sus lentes-

-¿Quieres ir a ver a tu madre? –Al decir eso noté como su mirada tomo un brillo, con una enorme sonrisa en los labios-

-Que más quisiera yo –Volvió en si, como si le echaran una cubeta de agua fría-

-Te puedo llevar –Me gustaba ver mucho sus reacciones-

-

-Y-yo, no lo sé, no está bien –Agacho la mirada-

-¡Sigues con lo mismo! Que mira ya te dije que para mí no es ni el más mínimo problema, es más, podre distraerme, ahora dime ¿En qué parte vives?

-¿Yo? –Sonrió- Vivo hacia el sur del país, mi pueblo está cerca de un pantano, pero es que….

-Pero nada de nada –Lo interrumpí- Ahora toma tus cosas que nos vamos hacia el sur –Sonreí-

Un mundo se me vino encima cuando aquel cariñoso ser se abalanzo sobre mí para darme un fuerte y agradecido abrazo que sencillamente no me esperaba, me lleno de una tranquilidad emocional limpia y noble. Mis manos reaccionaron y lo enrede en una suave caricia en su espalda, me sentí tan bien.

-¡Vaya! –Estaba entusiasmado- Ahora mismo aviso a mi madre –Se separó con una sonrisa de millones en el rostro-

-No, ¿Qué te parece si le hacemos una pequeña visita sorpresa? De todas formas ella piensa que no estas allá, así podrás abrazar a tus viejos –Alborotaba su cabello-

-Mi padre ya murió –Me miro profundamente- Seis años atrás

-No lo sabía, disculpa –Éste era mi error 835 en menos de 3 días-

-No hay problema –Suavizó su voz-

-Bueno, toma tus cosas, que tenemos un largo viaje –Acaricie su hombro-

-No lo sé aun –Aun no estaba convencido por lo que veo- Es solo que, es muy rápido –No entendía-

-Claro que no, aún falta algo para que la noche caiga –Lo animé- Solo llamo a un taxi para que nos lleve al taller donde está mi auto y listo, empezamos el viaje –Le dediqué una cálida sonrisa que fue correspondida con una mirada fascinante-

Como le dije a Carlos, llamé a un taxi, avisando así por celular al subdirector que yo me encargaría del muchacho, al principio no parecía muy convencido, pero después de hablar con él, accedió, así que al llegar al taller, alrededor de las 6 de la tarde, cuando el sol se estaba ocultado, el auto ya estaba listo para que me lo llevara. Carlos subió sus cosas y después de que el técnico me diera uno que otro consejo para que el auto no volviera a fallar, salimos rumbo hacia el sur del país.

……………………………………

Carlos:

No podía creerlo, simplemente me sentía muy afortunado de poder ir a visitar a mi madre, más de 6 meses sin verla, independientemente de todo, lo único que quería hacer ahora era darle la enorme sorpresa que podía pasar la navidad con ella y rodearla con un gran abrazo, aunque, ¿Cómo le explicaría lo del misterioso hombre que me acompañaba? Supongo que la verdad, que era profesor de la Universidad, y que, bueno, se ofreció a traerme hasta casa. Me venía venir el reclamo de mi madre “Nadie es lo suficientemente bueno como para hacerte un favor sin algo a cambio”, siempre lo mantenía al frente.

-¿Puedes mirar el GPS? –Me indicó Alberto-

-Si –Contesté- Aquí dice que si nos mantenemos a 100 km/h llegaríamos en aproximadamente en 15 horas

-¡Vaya! ¿Puedes hasta dónde queda?

-Es un pueblo cerca de Luisana –Sabía que estaba un poco retirado, por eso mismo no quería aceptar su propuesta-  

-Eso explica muchas cosas –Parecía asombrado- Pero no te preocupes, creo que tendremos que descansar en algún rato, tal vez en unas horas más.

Solo afirme con la cabeza, hace unos momentos estaba tan molesto conmigo mismo que ni siquiera quería hablar con él. Pero ahora, ahora no quería parar de contarle de mí, y mucho más, quería saber de él, pero no pude, simplemente no pude entablar una conversación que se mantuviera por mucho tiempo, me dio pena, por alguna razón sentía como si una bola de demolición se abalanzara dentro de mi estómago.

-¿Por qué hace esto? –Lo mire, pero el no aparto mucho tiempo la mirada de la carretera-

-Mira tú –Me respondió- Si desconfías de mí pues nos damos la vuelta y regresamos a la Universidad –Bajaba la velocidad-

-No, claro que no –Me exalté, coloqué mi mano en su hombro, él llevaba una camisa color gris, manga larga, pero un poco enrollada, dejando ver sus velludos brazos-

-Es solo una broma –Me miro por unos segundos- No regresaremos, de todas formas lo hago porque quiero llevarte con tu madre y también distraerme un poco –Me volvió a ver y me dedico una sonrisa, dejando ver su impecable dentadura, la cual era adornada con su barba cerrada alrededor. Eso hizo que mi mano se apartara rápidamente y que, como siempre y odiaba demasiado, ese color rojizo se apoderaba de mis mejillas-

-Veras que todo saldrá bien, lo que importa es que estarás con tu familia…

………………..

Quedé completamente dormido, no supe por cuanto, abrí lentamente los ojos y pude notar que ya todo estaba oscuro, aun estábamos en la carretera, Alberto seguía conduciendo, supuse que no era tan tarde, me acomodé en el sillón del pasajero, estaba algo entumido, así que me estire un poco, mientras un bostezo salía de mi boca.

-¿Qué hora es? –Pregunto mi compañero-

-Son las 2 de la mañana –Mire la hora en el celular, vaya que si era muy tarde, tiempo de descansar- Deberíamos de parar a un lado de la carretera y dormir un poco.

-¡Con este frio! Claro que no, mira, hace rato que estoy esperando a ver algo –Refiriéndose a un lugar donde pudiésemos descansar- pero no veo nada, más que carretera, espero pronto, así que si me ayudas a buscar sería estupendo. Si nos quedamos en el auto moriremos, mira que tus mejillas parecen dos manzanas, están muy rojas –Eso me puso algo colorado, se me estaba convirtiendo en una manía-

A los pocos minutos, mire un anuncio que decía “Alligator”, era un motel, sinceramente no quería, ya había leído acerca de esos lugares, y no, no me agradan, nunca había estado en uno, pero no me gustan para nada, me dan un sentimiento de extrañeza.

-Mira por allá Carlos, hay un motel, ¿te apetece dormir un poco?

-Sí, y creo que a usted también le está haciendo mucha falta –No me apetecía, pero Alberto tenía la vista muy cansada-

Estacionó el coche, parecía que esa noche había casa llena, pero que demonios, ¿Cómo podía estar un motel en medio de la nada repleto? Solo nos quedaba entrar a la recepción y preguntar si había alguna habitación disponible, rogaba que no.

-Buenas noches –Saludo Alberto a la recepcionista, una mujer rubia- Me preguntaba si usted tenía alguna habitación disponible para dos –Dijo señalándome, indicando que yo era su compañero-

-Deje y veo –La mujer se le quedo viendo de una manera extraña y más que seductora, después me regreso a ver a mí, pero yo aparte la mirada-

-Entonces ¿Si hay? –Pregunto de nuevo-

-Sí, justo encontré una, aún hay tres disponibles, así que han corrido con suerte –Sonrió- ¿Cuántas horas la van a ocupar? –Lo miro con una sonrisa picarona, como insinuando algo entre nosotros dos, a lo que Alberto se dio cuenta, y me hizo empezar a rascar tras mi oreja, cosa que era como un tic nervioso cuando estaba en una situación más que incomoda-

-Oh, no no, ya sé que lo que piensa, pero déjeme decirle que se equivoca. Dormiremos unas cuantas horas, serán solo 7 horas, nada más

-Aquí están las llaves –Dijo la recepcionista extendiendo su mano y depositándola en la palma de Alberto. El caminó conmigo hacia el auto, íbamos a tomar las maletas, ya que si las dejábamos en el auto, alguien las podía robar-

-No me quiero quedar aquí…

-Pero –Levanto la mirada- ¿Por qué?

-No lo sé, solo sé que no me quiero quedar en este lugar –Insistí-

-Lo siento Carlos, pero es imposible, ya he pagado y no puedo manejar si estoy cansado, tu y yo sabemos que es peligroso –Terminaba de bajar las maletas- Vamos, solo serán unas horas, nada más, te lo prometo…

-Yo puedo manejar –Seguía insistiendo- No me quiero quedar aquí –Suplique muy nervioso-

-No puedes, es peligroso -Decía pero esto no impedía que yo siguiera insistiendo-

-Solo serán unas horas, nada más, solo descansaremos –Me sonrió- Te lo prometo.

…………………………

Alberto:

Abrí la puerta, un olor característico, como una mezcla de semen y sudor se pegaban a mi nariz, un poco desagradable, pero soportable, lo que hizo alborotar un poco la tos seca que Carlos llevaba. Entre por delante, me había costado mucho convencer al chico el aún no estaba seguro e iba tras mío, encendí la luz, en sí, la habitación parecía limpia, pero como les dije, ese olor nos indicaba, o por lo menos a mí, que aún no estaba del todo aseada.

-Ves, no están malo –Si era malo, incluso para mí-

Carlos tomó sus maletas y las dejo caer en una orilla de la habitación, yo me dediqué a sacudir la cama, las sabanas que la cubrían eran de color café, supongo que para camuflajear la suciedad. No podía aguantar el poder tener una almohada bajo mi cabeza, moría de sueño, y estaba seguro que el muchacho también.

-¿Dormirás en el suelo? –Sonreí cuando vi que Carlos estaba sentado junto a sus maletas-.

-No, e-es que solo estoy buscando mi inhalador

Tome mi parte de la cama, él ya había encontrado su inhalador para el asma, me acuerdo cuando yo lo usaba, era más que molesto llevarlo a todas partes, pero parecía que su enfermedad ya estaba más que controlada por qué no lo había visto llevárselo a la boca. Se sentó en la orilla de la cama, se quitó sus sandalias y se quedó por encima de las sabanas. Tomo sus lentes y las dejo en la mesa de noche, dándome la espalda, lo único que hice fue quedarme mirando al techo, para perderme en sus pequeños fragmentos de pintura caídos.

……………………….

Una serie de golpeteos hicieron que despertara, estaba algo aturdido, parecía que no había dormido nada, tome mi celular, el cual había dejado en la mesa de al lado, mire la hora, eran las 5 de la mañana, aún quedaban otras 5 horas para dormir, pero ese golpeteo no me dejaba, me di la vuelta, Carlos estaba despierto, me estaba mirando, muy confundido me pregunto.

-¿Qué es eso? –Su cara estaba cerca de la mía, se había acercado-

Puse más atención y pude descubrir que esos leves golpes venían de la habitación de al lado, acompañados de unos leves gemidos, gemidos de una mujer, un poco agudos y que pedían una cantidad de cosas subidas de tono. No había duda, aquel hijo de puta estaba teniendo sexo al lado y era por más incómodo.

-No quiero estar aquí –Dijo firmemente Carlos, estaba a punto de pararse de la cama pero lo detuve-

-¿Estas emocionado por visitar a tu madre? –Le cuestioné para ocupar un poco su mente-

-Creo que si –No podía creer como podía hacerle ese muchacho para complicar tanto las cosas, y en un punto, hacerme sentir tan culpable-.

-No lo pareces –Tome su mano-

-Si lo estoy, es solo que, no se –Pasaba sus dedos por las sabanas-

-Veras que mañana llegaremos y le daremos una hermosa sorpresa –Acaricié sus dedos-

Lo único que pudo hacer en ese instante no fue hablarme, si no responder a mi caricia con una pequeña y tímida sonrisa, eso me hizo pensar, estoy seguro que lo que había cambiado tanto su actitud hacia mí era la forma en que estaban surgiendo las cosas entre ambos, fue demasiado lo que paso entre nosotros, bueno, no pasó nada, pero llegamos a un punto que está al borde del vacío, a un punto donde pude haber rompido la inocencia de ese pequeño. Mirarlo, solo mirarlo me bastaba para poder perderme en el paisaje que reflejaban sus ojos.

-Disculpa…

-No entiendo –Parecía confundido, pero muy en el fondo ambos sabíamos de lo que estaba hablando-

-Solo disculpa, disculpa mi niño –Fue lo único que salió de mi boca, palabras que hicieron eco en la eternidad. Carlos me sonrió, todo era silencio en la habitación ahora, sus dedos seguían jugando con la sabana-.

-¿Lo hacías de pequeño verdad? –Refiriéndome al movimiento de su dedo que era enrollado con la sabana.

-Si –Levanto su mirada- Mi madre me dijo que siempre que tomaba mi biberón lo hacía, así podía quedarme dormido. Creo que es estúpido, pero hasta la fecha lo hago –Se sonrojó-

-No es estúpido –Le reiteré- Es muy tierno –Lo miré y le dediqué una cálida sonrisa-

Carlos devolvió el gesto, de nuevo muy tierno, muy infantil, combinada perfectamente con su suave piel, la cual era como la de una nube en pleno verano, blanca, brillante. Sostuve mi sonrisa, el hizo lo mismo. Lentamente se fue acercando a mí, ambos llevamos ropa, preferimos dormir vestidos, aunque eso no fue impedimento para que recostara su cabeza en mi pecho, como me gustaba que hiciera eso, y me encantaba pensar que a él también.

Su cabello olía muy bien, tal como la primera noche, no tenía ningún perfume, pero tenía ese olor natural que era tan suave con mi olfato, y que por instinto acaricie, perdía mis dedos en su oscuro pelo, muy suave, no me cansaré de decirlo, era como si la brisa del mar hubiera tenido un contacto directo con mis yemas.

-Duerme pequeño –Dije en tono bajo y me despedí con un pequeño beso que se difumino en su cabello-.

……………………………..

Habíamos salido del motel alrededor de las 9 de la mañana, aun no cumplido las horas que había pagado, pero me encantaría ver la cara de felicidad de Carlos cuando mirara a su madre, que para eso no faltaba mucho, tan solo unos minutos.

-No saques la mano del automóvil –Ordené a Carlos cuando miré que iba haciendo espirales aprovechando el aire que corría afuera, pero el obedeció rápidamente y la metió-

Era muy lindo ver sus gestos, callado, mirando siempre hacia el frente de la carretera, parecía un niño regañado, pero sin los pucheros, solo con la seriedad.

-Ahora dime ¿Hacia dónde vamos? –Estábamos a escasos kilómetros de llegar a su pueblo-

-Tiene que girar a la izquierda –Me señalo con el brazo- Por esa carretera de terracería.

Obedecí a lo que me dijo, teníamos que pasar por un enorme pantano, el panorama era algo tenebroso pero bello, muy bello. Como el camino era totalmente de tierra tenía que manejar con más cuidado, ya que mi auto no estaba y no era para ese tipo de terreno, pero no me preocupe demasiado, porque más adelante comenzaba una carretera que si estaba pavimentada.

Algunos minutos más, podía verse la ilusión del muchacho, parecía que había recibido su regalo de navidad antes de lo esperado y que era uno de los más grandes jamás. Esa sensación me agrado mucho, saber que yo era el responsable de eso, de esa sonrisa que tenía plasmada en el rostro.

-Es aquella casa –Dijo con la mirada brillando por la emoción-

-Vaya, ¡Por fin hemos llegado!

Carlos se bajó muy rápido del auto, se dirigió a la pequeña casa que estaba al final de la calle, bajé tras él, arreglando un poco mi camisa, y mi cuello, tratando de mantener una buena sonrisa y dar una buena impresión a su madre, ya saben, para que sintiera confianza de mí y más que nada, de su hijo.

-¿Pasa algo? –Grité desde el auto a Carlos cuando miré que este tocaba la puerta y nadie le atendía-

-No lo sé –Levantó la voz- Tal vez está dormida-

-Pero casi son las 5 de la tarde –Me acerqué-

Esa sensación que invadió mi cuerpo no me gusto para nada, odiaba eso de mí, siempre pensaba lo peor de las situaciones, así que lo mejor que pude hacer fue relajarme y acercarme un poco más a la propiedad, mientras mire que Carlos se asomaba por las ventanas para tal vez distinguir algún movimiento.

Lo primero que llamo mi atención, y que parece que Carlos no había notado, era el anuncio que estaba a un lado del pequeño jardín, el cual decía “Se vende”, se me vino a la mente que tal vez nos habíamos equivocado de lugar, así que lo mejor que podía hacer era que me sacara de la duda.

-Carlos, ¿estás seguro que esta es la casa de tu madre? –Lo seguía-

-Hombre, ¿Cómo podía equivocarme? ¡Claro que es! –Lo mire algo alterado mientras seguía tocando la puerta, pero nada, no respondían.

-Carlos, mira –Señalé el cartel que estaba enterrado aplastando las flores- Es un letrero de “Se Vende” –Lo miré-

-No, lo más seguro es que haya salido a comprar unas cosas –Decía negando lo que era evidente- Preguntaré a los vecinos –Caminó a la casa de al lado-

-Señora Gertrudis –Tocaba la puerta, esta vez un poco más agitado- Señora Gertrudis –Repitió el mismo movimiento hasta que una señora de alrededor 50 años abrió-

-¡Carlos! Que suerte verte, pero ¿Qué haces por acá?

-Vine a visitar a mi madre –Respondió el joven-

-Lamento decirte esto, hice lo que pude… -No lograba escuchar todo lo que la anciana decía- Ella se ha ido –Sentí como si me cayera un edificio de 20 pisos encima-

-… No, n-no sabía que m-mi madre se había i-ido –Titubeaba-

-Te ha dejado algo, planeaba mandarlo por el correo. Pero ahora que estas aquí, te lo daré sin más rodeos personalmente –La mujer se metió unos segundos a la casa, y trajo consigo una caja de tamaño mediano, estaba llena de polvo-. Mira esto es tuyo, no sé qué tenga, pero debe de ser muy impórtate para ti –El muchacho la recibió, está completamente dolido-

-G-gracias, ¿pero no sabe que fue de ella? –Lo miro atontado-

-Salió hace dos días, un camión de mudanzas se estaciono en el vecindario y comenzaron a subir sus cosas, estaba con el mismo hombre que ha pasado los últimos 5 años desde que murió tu padre…

-S-si, a-ahora recuerdo, q-que tonto s-soy –Su voz sonaba quebrada- Ella me h-habia dicho que saldría, pero lo olvi-vide –Mentía- Gracias po-por las c-cosas –Estaba casi llorando, pero se aguantó-

La mujer lo miro, parecía no entender la situación, regreso la mirada hacia donde yo estaba, al lado del auto, parecía muy confundida, pero no tanto como el pobre muchacho que estaba a punto de quebrarse por lo que me mi mente ya estaba proyectando. Pocos segundos bastaron para que la ella cerrara la puerta y Carlos se dirigiera hacia mí, cuando hubiera dado por abrazarlo, pero no me atreví.

-Hablaré por teléfono –Dijo sonriendo, pero esa sonrisa no era suficiente para poder ocultar su inmenso dolor-

-V-vamos…. –Decía mientras el teléfono sonaba- Maldición –Marcaba de nuevo y colocaba el móvil en voz alta-

-“Su llamada no puede ser procesada, el número que usted marco ha sido dado de baja” –Era lo que la mujer de la línea decía-

-Se fue –Su voz se quebró por completo y se lanzó a mi pecho, rodeando mi cuerpo con sus brazos-

-Tranquilo –Mi cuerpo correspondía y calmaba el dolor de su alma- Todo estará bien-

-Y-yo lo sa-sabia, ella m-me haría e-esto –Su voz sonaba molesta y sus dedos se enterraban en mi espalda, pero  esto no impidió que mi abrazo se fortaleciera y depositara más de un beso en su mejilla-

-Déjalo ir –Trate de protegerlo pero muy dentro de mí me sentía patético, no habría nada que pudiera calmarlo, aun sin conocer la relación con su madre no quise cuestionar nada más, estaría abriendo aún más la herida recién hecha-.

-Se fue con ese maldito, con su a-amante –Sollozaba, sentía su cuerpo estremecerse entre mis brazos, no tenía ni la más mínima idea de su dolor, sus lindos ojos llenos de lágrimas que resbalaban por esas hermosas mejillas, no quería verlo así.

-Shh… Shh… no te ocurrirá nada malo, estás conmigo y yo te protegeré. Tal vez solo ha demorado un poco en avisarte. Solo tranquilízate –Concluí mientras mis labios seguían pegados a su frente, ya pudiendo sentir como mi camisa se humedecía por sus lágrimas, ignoré todo, todo besaba a aquel ángel-

Lo separe muy lentamente de mí, sería una pérdida de tiempo estar en aquel lugar, lo mejor ahora era movernos, pasar la página y darle ánimos. Después de dejarlo de abrazar la mirada de Carlos se tornó perdida, no quise seguir una conversación, solo quería dejarlo pensar las cosas, tranquilizarse, y ahora, regresar a nuestro destino, regresar de donde no lo hubiese sacado para provocar ese dolor, ese dolor que me estaba llenado la cabeza con miles de preguntas y todas, eran referentes a los motivos que llevaron a su madre a hacer eso.

………………………

Las horas pasaron rápido, la noche había caído, Carlos se miraba cansado, pero esta vez no insistí en quedarme en un lugar para descansar, tan solo quería llevarlo de vuelta a casa, que pudiera descansar y alejar su mente de todo.

Lo único que había hecho a lo largo de todo el trayecto era tomar una de sus libretas, escribir, no hablaba, no me miraba, solo su mirada fija en el camino y en ese cuaderno de notas, sin dejar de mover el lápiz, sin dejar de expresarse, pero dejando a un lado algo que me partía el corazón, su tímida y cálida sonrisa, la cual me acobijaba cada noche y me hacía quererlo comer a besos, solo miraba sus labios rozados sin ninguna expresión, solo.

- Deberías descansar –Mire a Carlos por unos segundos tratando de no mantener por mucho tiempo la vista fuera de la carretera-

-Usted también debería hacer lo mismo –Su voz sonaba un poco más calmada-

-No te preocupes, entre más pronto lleguemos, más pronto podremos estar en paz –Quería sonar sereno, transmitirle calma de alguna manera-

-Está bien…

-¿Te puedo hacer una pregunta? –Sé que no era el mejor momento para hablar, pero me atreví a mantenerle distraído por un rato-

-No hay problema –Sentí su mirada sobre mí, una voz cálida al oído-

-¿Qué has escrito en ese cuaderno? –Lo miré-

-Lo primero que se viene a la mente –Trató de sonreír- No estoy seguro, solo escribo, solo eso –Notaba un poco de melancolía en sus palabras-

-Léeme algo –Baje la velocidad del auto-

-Nunca nadie me ha pedido eso –Me miro extrañado-

-Solo quiero saber que pasa por tu cabecita –Sonreí- Solo quiero conocerte –Dirigí el auto a la orilla de la carretera, Carlos tenía razón, estaba que moría de sueño, ambos necesitamos descansar-

-Solo son estupideces sin sentido –Escondía su cuaderno entre sus brazos-

-No lo son, solo hazlo –Una vez en la orilla, apague el auto, me acomodé en el sillón y quedé frente a él-

Carlos tomó la libreta, se movió de tal manera que quedara en la misma posición que yo, tenía su libreta entre las manos, me miro, y comenzó a leer, suave y pausadamente, con un dolor inmenso en sus palabras-

- Estaba atravesando el invierno de mi vida, y las personas que conocí durante el trayecto, fueron mi único verano... –Hizo una larga pausa- Ocasionalmente tenía visiones; bailando, riendo y llorando con nadie. Tres años en una interminable lluvia de ceniza, y mis recuerdos sobre ellos, eran lo único que me motivaba, mis únicos momentos felices –El chico decía todo esto con la voz desgarrada, muy difícilmente, sosteniendo las lágrimas en sus ojos-

-Vamos –Tomé su mano-

-Era un soldado, no el mejor. Una vez soñé con convertirme en el mejor poeta, pero gracias a una serie de eventos desafortunados, vi esos sueños frustrarse y dividirse como un millar de estrellas en el cielo nocturno, los cuales seguía deseando, una y otra vez, brillando en dimensiones –Llevaba su brazo a la cara para limpiarse una lagrima que corría por su mejilla- En el fondo no me importó, porque sabía que, toma conseguir todo lo que siempre has deseado, y luego perderlo, para saber lo que es la verdadera libertad…

-Es bello –Entrelacé sus dedos con los míos-

-La gente que solía conocer, descubrieron mi talón de Aquiles, como vivía, y preguntaban ¿por qué?, pero no hay razón para explicarle a aquellos que tienen un hogar, no tienen idea de lo que es resguardarse en los demás, que tu hogar sea dondequiera que tiendas tu cabeza –Sus ojos estaban completamente rojos, podía distinguir su mirada vidriosa-

-¿Haz terminado? –Acaricié cuidadosamente su mano-

-No puedo terminar –Las lágrimas brotaban involuntariamente- No puedo seguir leyendo -Recuerdo esa noche en mi automóvil, su cara de un ser inocente, manchada por completo por esas lágrimas, con esa señal de profundo dolor-

-Lo haré –Extendí mi mano, él me dio su libreta, su letra era una combinación cursiva, muy pegada y redonda-

-Gracias –Trató de tranquilizarse-

-Siempre fui una persona inusual, mi madre decía que tenía una alma de camaleón, sin ninguna brújula de moral apuntando hacia el norte, o una personalidad fija... –Un nudo en la garganta se presentó- Solamente un espíritu indeciso, tan grande e indómito, como el océano, y... si digo que no planeé que todo resultará de éste modo, miento, porque nací para ser otra persona; pertenezco a nadie, que pertenece al mundo. –Era lo más bello que había leído en toda mi vida-

Hubo un pequeño fragmento de silencio entre ambos, Carlos jugaba con su dedo en su camisa, no me miraba, yo solté su mano, desenlace nuestros dedos y lo tome de su barbilla para hacerlo que me mirara.

-Ese es mi patético sentimiento –Dijo mientras cerré su cuaderno-

-No lo es –Mi voz era frágil-

-Yo no sé cómo ella me pudo hacer e-e-esto, sin avisar, s-sin decirme…. –Puso su cuaderno bajo el asiento y aparto la vista-

-Estoy aquí contigo –Me acerqué- Nada te pasará, no mientras yo este a tu lado ¿Entiendes? –Su mirada se tornó pura, inocente, lo cual me hizo vibrar-

Unimos nuestras frentes, quería hacerle saber, como tantas veces, que yo estaba allí, sé que no era necesario, pero de todas formas, quería hacerlo, aunque tal vez ambos éramos extraños, yo lo protegería, lo ayudaría, me quedaría con él, no importaba que, no importaba cuando, ahí estaría yo.

-Duerme mi Carlos –Susurre a su oído mientras besaba su mejilla, el sabor salado de sus lágrimas se impregno en mi piel-

……………………………

Eran casi las 6 de la tarde, había sido un camino largo de regreso a casa, cansado, triste, pero a la vez muy satisfactorio. Carlos venía a mi lado, me gustaba verlo quedarse casi dormido en el asiento y cuando aumentaba la velocidad se despertaba como un pequeño asustado.

Mi celular comenzó a sonar, supongo que porque ya casi estábamos en la cuidad, y eso indicaba que ya habría cobertura. Pero en mis torpes movimientos para sacarlo de mi pantalón este cayó al suelo, y al recogerlo la llamada había terminado, mi sorpresa fue la siguiente, ¡7 llamas perdidas de aquel hombre!, el subdirector.

-¿Qué habrá pasado? –Dije en tono bajo mientras regresaba la llamada- Disculpe ¿Hernández?

-Alberto, lo quiero mañana a primera hora en la Universidad –Decía como si no supiera que a esos momentos podría estar a 15 horas de distancia-

-Cálmese, ¿Qué ha pasado? –Rezongué-

-Mañana le digo, pero es muy importante –Su voz era de alboroto-

-Mire, estoy casi llegando a la Universidad, que se nos presentó un contratiempo y regresamos antes

-No te entiendo Alberto…

-En un rato le explico, Carlos viene conmigo, y queremos que usted nos ayude –La llamada se había cortado, la señal se perdió una vez más-

Teníamos que saber si su madre había dejado alguna pista, una dirección, o por lo menos un teléfono donde se pudiera contactar, y si así hubiese sido, el subdirector tendría que saber algo. Carlos parecía escuchar con atención lo que decía por teléfono, pero no me cuestiono acerca de nada.

-Tendrás que acompañarme a la oficina –Ordené- Tenemos que saber algo de tu madre

-No lo creo necesario, si lo hizo fue por algo, es como buscar la aguja en el pajar –Miraba por la ventana-

-Vamos, que todo saldrá bien –Tome su mano, le regalé una sonrisa-

……………………………

Carlos:

Ya podía aplanar mi pie, no sentía muchas molestias al caminar, Alberto iba al frente, yo lo seguía, pasamos por aquel enorme pasillo que tenía una agradable vista al campo de futbol, seguimos hasta llegar a la oficina del subdirector Hernández. Parecía que había alguien más con él, se escuchaban voces, así que lo que hizo Alberto fue tocar la puerta, así no interrumpir si estaba ocupado.

-Adelante –Dijo Hernández, Alberto abrió la puerta-

-Permiso –Entramos a la oficina-

Pude notar que había un muchacho con él, aunque no parecía ser estudiante, bueno, no me fijo mucho en las personas que están a mí alrededor, así que no podida deducirlo. Estaba prácticamente tirado en el sofá, parecía tener mucha confianza con el subdirector.

-Qué bueno que está aquí tan pronto profesor Alberto –Ambos se estrecharon las manos-

-Lo que pasa es que necesitamos su ayuda… -Empezaba a decirle Alberto, pero no le dejó terminar-

-Necesito hablar con usted sobre algo muy importante –Ignoraba lo que el maestro le había comentado- Pero necesito que estemos a solas –A buen entendedor pocas palabras-

-Está bien –Alberto me miro, y obedecí de inmediato-

-Eduardo, Carlos, si me hacen el favor de esperar afuera –Ya estaba cruzando la puerta- Nuestra charla aún no ha terminado Eduardo –Señala con el dedo al otro hombre-

Había salido por delante, él venia tras mío, Eduardo, así que ese era su nombre, no me gustaba mirar mucho a las personas  a la cara, se me hacía de mal gusto. Tome aire y me senté en el pequeño sillón que estaba afuera, era para tres personas, pero él solo se quedó parado, bueno, recargó su espalda contra la pared. Me dediqué a mirar mis sandalias.

Levanté la mirada hacia el techo, dejé caer mi nuca sobre el cabezal de sofá, era muy suave, muy cómodo. Pero ¡BOOM! El vacío blanco del cielo me hizo recordar a mi madre, y pensar, reflexionar, y herirme.

Después de todo, lo sabía, así que ¿para qué me preguntaba tanto el motivo? Yo estoy seguro que nada es para siempre, ese hombre, con quien se fue, nunca me agrado, yo tampoco a él, espero no la haga sufrir, como esas personas que solo entran a tu vida, y después, desaparecen como polvo. Me dolía mucho, porque es mi madre, y sé que había preferido a un hombre por encima de su hijo, no la culpo, aquel gringo tal vez le dio lo que yo no, no era tan idiota como para no darme cuenta que, de algún modo, no puedo ver el mundo iluminado con mi puesta en escena.

-Tu ¿Qué haces aquí? –Decía el chico enfrente de mí, tenía los brazos cruzados mientras estaba recargado en la pared-

-No he regreso a casa –Desviaba la mirada cuando le hablaba-

-Supongo entonces, espera, ¿Ese maestro es tu padre? –Me miro extrañado-

-No, solo es un buen amigo…

-Mmmm… Que bien –Giro la cabeza, miraba por la ventana-

-Eso creo –Dije de modo cortante, no soy muy bueno con las conversaciones, y parece que a él le aburrió y comenzó a caminar por el largo y enorme pasillo por el cual Alberto y yo habíamos pasado.-

Miré mientras estaba de espaldas a mí, buscaba en sus bolsillos, no sabía qué, pero pronto lo descubrí, era un cigarrillo acompañado con un encendedor, observé con atención como lo colocaba en sus labios y tras unos intentos pudo encenderlo, el fuego devoraba la punta de aquel cigarro, no me gustaba que las personas fumaran, y más extraño aún era que, ni en el peor de los casos me hubiese imaginado que él lo hiciera. Lo he mirado, y bueno, no sé, no parece que sea una persona con vicios, tal vez porque generalizo, y por mi parte está mal. Que va, su piel era blanca, ligeramente bronceada, su cabello algo alborotado, y parecía que hacía mucho ejercicio, ¿Cómo? Se mira que se cuida, y más por su cuerpo, que esta, está muy bien, ¿Cómo podrá fumar?

Daba vueltas por todo el pasillo acercándose hasta donde me encontraba, difícilmente lo podía ver, y algunas veces me notaba mirándolo, no me gustaba, me sentía incómodo que lo notara. Se acercó tambaleándose, moviendo sus pies de un lado a otro, mientras el humo se deslizaba suavemente por los orificios de su nariz. Se colocó de nuevo frente mío, ahora el humo salía lentamente por su boca, acariciando la comisura de sus labios y perdiéndose muy cerca de mí. Comencé a toser, pensé que la toz seca había desaparecido, pero no.

-¿Te molesta? –Pregunto mientras su cuerpo expulsaba más humo-.

-Tengo asma –Seguía tosiendo-

-Lo siento –Se retiraba rápidamente, no paraba de toser- No sabía -Y tiró el cigarro para después pisarlo y apagarlo-

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