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04.2 El Tour de Francia arranca en Leeds

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He dormido de maravilla, las pocas horas que he dormido. Abro mis ojos para encontrarme los de Nicolás chispeando jubilosos.

-Despierta perezoso, ¿no oyes el ruido de la calle?, vamos a bajar al centro pero tenemos que ir andando y son tres kilómetros al menos.

Rodeo su cuello con mis brazos y le beso.

-¿No podemos estar un rato más en la cama?

-Tú dirás, pero si queremos ver algo del ambiente, tenemos que darnos prisa.

Salta de la cama, desnudo como siempre, no voy a decir nada que en esta ocasión, me encuentro en igual situación.

Corremos, nos apresuramos en tomar una ducha rápida, limpio mi boca como debo, aún noto el olor de su esperma de la noche, me afeito y corremos a la planta baja para desayunar. Vuelvo a subir a la habitación mientras Nico se queda abajo hablando, echo un vistazo a los gráficos de mi trabajo, va todo bien, me perfumo con medio litro de colonia, exagerado como siempre, él llega en el último momento y  tiro de su mano para emprender nuestro camino hacia el centro.

Hace una fría y maravillosa mañana de sol, vaya suerte que han tenido para el inicio del Tour, hay locura colectiva en la calle, llena de bullicio y de colores a estas horas tan tempranas y mientras nos vamos acercando al centro es más difícil el andar en algunas zonas. El mundo ha vertido sus pobladores en Leeds, hay banderas de todas partes, de España, de Francia y U.K. sobre todo, de otros países también. Nos detenemos en una rotonda por donde debe transcurrir el paso de los corredores.

Nicolás abraza mi cintura.

-Nos quedaremos aquí.  ¿Te parece bien?

Como no me va a parecer bien, si estar a su lado ya es suficiente para mí. Estamos un rato esperando, la algarabía es tremenda, no sabía que a los ingleses les interesara tanto el deporte de la bicicleta. Llegan por fin los ciclistas, la gente los vitorea, se escuchan los nombres de Chris Froome,  de  Mark Cavendish, también del español Alberto Contador, el público está contento, están disfrutando del acontecimiento plenamente. Un rato más tarde se oye por los altavoces el himno francés, La Marsellesa y luego el británico. En el palacio de Harewood House, a las afueras de Leeds, están el príncipe Guillermo y su esposa Kate Middleton para cumplimentarles.

El público se emociona con las fuerzas aéreas que, primero una escuadrilla de helicópteros y después de cazas, adornan el cielo de Yorkshire con estelas de colores de las banderas francesa y la británica.

Hace poco tiempo estuve visitando Harewood House, es una bella mansión campestre, abierta a las visitas turísticas, siendo toda ella espléndida, me encantó todo, desde los jardines hasta el interior y me desagradó las 14 libras que tuvimos que pagar por cada entrada.

El momento emocionante ha pasado, el público se disuelve y paseamos por la ciudad, todo está lleno en el centro, es preferible desplazarse hasta mi barrio para poder comer tranquilos y así nos vamos acercando a la residencia.

Nicolás está radiante, contento del día que está disfrutando, para comer pedimos  un plato combinado, lo hemos comido más veces en el mismo local, está delicioso, algo de ensalada, agua, luego café, él se pide un postre, se ha quedado con hambre, y salimos para caminar. Pasamos por delante de la residencia y continuamos hasta llegar a un parque cercano. Hay bastante suciedad en la calle del público que ha estado presenciando la carrera.

En el parque se está bien, tumbados sobre la verde hierba y con la temperatura agradable, a pesar de todo llevamos un jersey, yo de cuello alto y vuelto, de lana suavísima y muy agradable al tacto.

Introduce su mano debajo del jersey, suelta algunos botones de mi camisa y acaricia mi pecho, tiene la mano fría, me estremezco pero no digo nada, un momento después la temperatura se acomoda, solo noto el tacto de sus dedos que recorren mi torso.

- Nico, ¿qué te ha parecido lo del trabajo, la elección de países que les he enviado?  -se queda un momento pensando.

-Podías haber pedido en primer lugar España, pero no voy a inmiscuirme en tu trabajo, para mí lo que hagas estará bien, como tú dices, al final será lo que a ellos les convenga más. Es tu trabajo Daniel, tú decides lo que deseas y yo te sigo cuando pueda, no lo dudes.

Arrastro mi cuerpo para que nuestros rostros queden a la misma altura, sigue jugando con sus dedos, ahora tirando con suavidad de los pelos de mi sobaco. Me acerco y uno sus labios a los míos, me retiro para recrear mi vista con su rostro, para quedarme fijo en su mirada, aguantando el parpadeo para no perder los brillos dorados que la luz le proporciona.

-Te quiero Nico, te quiero muchísimo, te quiero.  –vuelvo a besarle de nuevo, a tocar con la punta de mi lengua la comisura de su boca, la abre y pretende morderme la lengua, ahora juega con su mano en los botones de mis tetillas, apretándoles, haciendo círculos sobre las aureolas.

-Debes dejar de tocarme así, mira como me estas poniendo.  -pone su mano encima de mi virilidad.

-Es cierto, ¿por qué no buscamos un refugio entre unos arbustos y lo hacemos?

-¡Estás loco!, ¿aquí?, ¿en la calle?  –con rapidez me levanto y me pongo en pie.

-Que era una broma hombre, como te pones.  -también se levanta, me sujeta por la cintura metiendo su mano, otra vez, debajo del jersey.

-Vamos a caminar, si nos quedamos quietos pasa lo de siempre.  –sujeto su mano con la mía y tiro de él.

-Bueno, vamos a caminar, pero debes saber que tengo ganas de ti y que cuando estemos solos te voy a devorar.

Pasa su brazo por mi cuello para llevar mi cabeza hacia él, me muerde la barbilla, un pómulo, el otro, la barbilla de nuevo y los labios no puede porque me estoy riendo de la gracia que me hace.

Paseamos agarrados de la mano, a veces nos cogemos de la cintura, le pregunto cosas sobre Jaime su hermano, sobre su hermana Lucía. Todo lo que dice de ellos es bueno, noto que les quiere un montón.

La tarde transcurre paseando, jugando a veces, llevo manchas de verdín en mis pantalones, en mi jersey, volvemos a la residencia después de tomar algunas cosas por ahí y vemos la tele un rato. No hay nadie visible en la residencia, como si todos hubieran marchado. Me voy quedando dormido entre sus brazos.

-Vamos a la cama Daniel, te estás quedando dormido.

-Que no, es solo que tengo los ojos cerrados.  –no puedo negarme cuando me coge en su brazos y sube las escaleras hacia mi habitación.

-¿No estás mejor aquí?

-Sí, sí, calentito a tu lado.  –estamos desnudos, metidos bajo las ropas de la cama, con la cabeza tapada y hablándonos abrazados.

Me lleva hacia él, me aprieta contra su pecho, besa mi pelo,  baja su mano hasta mi miembro y lo acaricia con suavidad, despacio, me estruja y emito un quejido de dolor, luego de placer y llevo mi mano para sujetar el suyo…

Le masturbaba con suavidad, muy lentamente para notar como su piel resbalaba por mi mano, podía notar el correr de la sangre por las venas que discurren por su polla, sobre todo la grande y gorda que sube desde la base de su tallo hasta el prepucio que esconde su bálano.

Le miraba a los ojos y le sonreía lujurioso. Me acerqué a su boca y le ofrecí mi lengua, las movíamos con frenesí frotando la una con la otra hasta que la deje muerta para me la chupara, sus manos sobaban mi cuerpo apretando en algunas partes, mis tímidos abdominales, mis sugerentes glúteos que movía para incitarle, y yo no dejaba de empuñar la espada caliente que tanto me gustaba, subiendo arriba y abajo, metiendo un dedo en su prepucio hasta la fuente del deseo, y sacarla bañada de su néctar y llevarlo a sus labios para luego volver a besarlos.

Se arrodilló ante mi cara, agarró su polla y me azotó con ella. Intentaba cogerla con mi boca y no podía, y me desesperaba. La sujete con mis manos sobre las suyas y la lleve a mi boca, me la metía entera hasta su mano y comencé una mamada alternando entre meterla toda y solo su cabecita sabrosa.

Esta parte me encanta, el mover su capullo y envolverlo en mi lengua, con su piel tan tirante, tan fina, tan brillante y toda ella tan olorosa. Pronto comenzamos a gemir, golpeaba con mi lengua su glande y sujeta con sus dos manos mi cabeza para follarme la boca, bombeaba con rapidez metiendo parte de ella y otras veces la metía muy profundo causándome arcadas.

Le miraba desde abajo, como un cordero al que van a degollar, solo que la espada no entraba en mi cuello, era en mi boca, el gemía satisfecho y mi polla a mil encharcaba mi vientre deseando correrse y resistía sin tocarme a pesar de las ganas que tenía.

Creí que se correría en mi garganta pero tenía otros planes.

-Quiero follarte. –no tuve tiempo de contestarle cuando lo tenía entre mis piernas bufando impaciente como un toro. Recogí el precum de mi vientre y eche saliva en mi mano, con la mezcla la lleve a la entrada de mi culo y comencé a meterme los dedos y prepararme. Sabía que cuando se cansara de besarme y chupar mis tetas, el siguiente paso sería meterse en mi interior y le veía como un loco lleno de deseo.

Mi cuerpo es muy dúctil y puedo acceder fácilmente a cualquier parte de él con mis manos, me resultaba muy fácil jugar con mi mano en mi ano e ir metiendo mis dedos que me da mucho placer, tanto que me iba a correr si no me penetraba enseguida.

-Penétrame, métela ya.  –le suplicaba porque mi excitación se incrementaba más y más para volver a pedirle que me follara.

Retiré mi mano para dejarle mi culo a su disposición, totalmente para él y me la metió sin parar, grite de dolor pero ya estaba hecho.

-No pares, ya pasó, dame tu polla y tu leche.  –comenzó a bombearme fuerte, lento y rápido y con golpes de cadera fuertes, y me arrancaba quejidos de placer.

Estuvo un ratito follándome duro y yo intentando contenerme y no eyacular para alargar el placer, pero el sonido de sus testículos al golpear, su mirada lujuriosa, mi miembro rebotando en mi estómago y salpicándome de precum me decían que no podía aguantar mucho más.

Cuando me avisa de que se va a correr me contraigo y comienzo a expulsar mi leche sobre mi vientre y él se viene a la vez, saca su polla y deja salir su simiente sobre mi vientre que no lo puede contener y se va escurriendo por mi costado.

Lo lamento por mi culo que ha quedado vacío pero él lo quiere así y le veo sonreír satisfecho mirando la cantidad de esperma que tengo encima, el suyo el blanco y más espeso, el mío trasparente y más líquido.

Sin dejar de sonreír alarga su mano y los mezcla, recoge una cantidad y se la lleva a su boca, lo paladea, me mira lujurioso y risueño y adivino lo que va a hacer, vuelve a recoger el semen de mi vientre y alarga su mano hacia mi boca, la retiro y le leche cae sobre mi rostro.

Comienza a reír y sujeta mi cabeza mientras va metiendo toda la leche que puede en mi boca, luego me besa y la sella con la suya para que no pueda escupir.

Todo es un juego que nos hace reír por la travesura que representa. Después de la pelea quedamos sudados, rendidos y exhaustos, el sobre mí, y me pesa, pero no importa.

Nos vamos a duchar y allí se la tengo que chupar de nuevo, entre juegos vuelve a ponerse cachondo, sucede la mayoría de las veces que dice querer lavarme y el lavar se vuelve caricias y enseguida se le levanta y no puedo resistirme ante la tentación.

Tengo un vicio de su verga tremendo, además de que sabe riquísimo mamársela bajo la lluvia de la ducha, de rodillas y humillado ante él, mirándole para hacerle saber quién manda y sentir como flexiona sus rodillas para ir dejando caer por mi garganta su verga.

Mis lágrimas se mezclan con el agua que como fina lluvia cae sobre mi rostro congestionado por la tremenda follada de garganta y de repente vuelve a llenarme de él, de su semen que tengo un momento en mi boca antes de tragarlo.

Me he dormido en un momento cuando nos metimos en la cama después del baño, escuchando sus amorosas palabras que son un arrullo o canción de cuna para mí.

-Te amo Daniel, eres delicioso, quiero estar así siempre, contigo, a tu lado.  –y todas ellas con sus besos.

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-¿Qué deseas hacer?  -le pregunto cuándo abre sus ojos. Espera unos segundos para contestar.

-Quedarme aquí contigo, como estamos. ¿Llevas mucho tiempo despierto?

-Sí, te estaba esperando.

-¿Para qué?, ¿sucede algo?

-Para que me hagas el amor otra vez.  –le sonrío con un poco de vergüenza  y coloco mi mano sobre su miembro.

-¿No quedaste anoche satisfecho?  -me abraza y busca mis labios con los suyos.

-Sí, pero quiero más, quiero tenerte dentro de mí de nuevo otra vez, para siempre, si tú quieres, me lo pedías tú ayer.  –mientras hablo voy besando su cara, llenándosela de besos toda ella y ahora soy yo el que devora su cuerpo.

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Hemos salido a correr, después del maravilloso despertar y un desayudo a base de pan de molde tostado, mantequilla y leche con Cola Cao, aún me queda un poco que guardo para ocasiones especiales, zumo de brick que sabe a lo que sea menos a naranja.

Nico va delante de mi unos pasos, permito que se aleje algo más para admirar sus piernas, su culo respingón y sus fuertes muslos, embutidos en las mallas verdes y negras que le llegan por encima de la rodilla, su camiseta de tirantes negra muy ligera y suelta. Parece una máquina corriendo, la camiseta se pega a su cuerpo a veces, por el sudor que discurre por su cuello humedeciendo su pelo.

Se vuelve para animarme, cree que porque me haya quedado atrás estoy cansado, las gotas le caen de la barbilla, aminora el paso y se detiene inclinando el cuerpo, apoyando sus manos en sus rodillas, tiene ahora el culo para comérselo.

Me detengo a su lado, de pie respirando con dificultad, él parece estar peor, me apoyo en él, tiene la camiseta empapada.

-Sigamos andando, nos vamos a quedar fríos.  –quito las gotas de sudor de mi frente con el dorso de la mano, comenzamos a andar, hay muchas nubes, hace frío como ayer, me da miedo el que nos podamos quedar fríos con la sudada que llevamos y aligero el paso.

-¿Volvemos ya?  -a la vez que me pregunta pasa su brazo por mis hombros y nos pasamos, el uno al otro, el sudor y el calor de nuestros cuerpos.

La ducha es deliciosa, sobre todo si son otras manos las que lavándote, te acarician sin parar.

-Voy a bajar a la sala de lavado, espero que haya alguna lavadora sin utilizar, lavaré tu ropa para que la lleves limpia.

-No te preocupes, mañana les pediré en recepción que recojan la bolsa de ropa sucia y ellos se encargarán de limpiarla y de plancharla.

-Es igual, no me cuesta nada, además tengo que lavar la mía y se hace todo a la vez, yo no tengo servicio de lavandería como tú, me lo tengo que hacer yo si quiero que me veas limpio.

A la lavandería exterior solamente llevo las chaquetas, pantalones y ropa delicada, como el jersey de ayer que no sé cómo se quitarán las manchas de verdín.

-Entonces te acompaño, ¿qué hago yo aquí solo?

De las tres máquinas, hay una en uso, coloco la ropa con el detergente y pulso el interruptor de start, espero un momento para que haga sus cálculos la máquina y me diga más o menos el tiempo que empleará, una hora 30 minutos más o menos.

-¿Vamos a salir a comer?  -pregunta Nicolás, ayudándome a recoger el detergente y colocarlo en su estante.

-Tengo comida, ¿recuerdas aquellas hamburguesas que te gustaron tanto?, tengo cuatro, tomate, queso en lonchas, freímos una patata y ensalada de sobre que solo falta aliñar,  ¿qué te parece?

-Se me hace la boca agua, ¿y de postre?

-De postre me tienes a mí.  –digo las cosas y luego me arrepiento, me pongo rojo, Nicolás se acerca para abrazarme y besarme con ternura.

-Así que de postre te tengo a ti, suculento manjar.  –se acerca y absorbe mis labios con su boca.

-Tengo manzanas, creo que queda algún albaricoque, ponía en la caja que son de España, estaban duros pero habrán madurado en la cámara frigorífica, ¿entonces qué hacemos?, ¿qué decides?

-Que comemos en casa, te ayudo a recoger un poco la habitación, la ropa y luego bajamos a la cocina para preparar ese menú tan exquisito con postre especial, me toca el trasero y me echo hacía atrás reculando y subo rápido a la habitación.

-¿Qué vas a hacer con tus vacaciones Nico?

-¿Vacaciones?, yo no tengo vacaciones, si hace cuatro días que comencé a trabajar, cogeré los días que necesitemos y se acabó, asunto resuelto.

-Me gustaría pasar unos días en Bilbao, dos o tres y lo mismo en La Rioja, con mis padres en el pueblo . Luego he pensado en ir unos 10 días a Palma de Mallorca, mis amigos, los que estuvieron en la despedida de soltera, de aquella compañera de la que te hablé, me han indicado un hotel que está de locura. Creo que te quedará tiempo para ver a tu familia.

-Debo hablar con ellos, Jaime se quedará aquí, Lucía no tengo ni idea de donde piensa ir o por donde va a parar, los únicos mis padres, estarán en Madrid o Barcelona. Si se puede me gustaría que te conozcan y que les conozcas tú a ellos. Eso se puede arreglar, en un momento podemos pasar a visitarles antes de ir a Mallorca.

Hemos dejado lista la habitación, todo queda recogido, cada cosa en su lugar, él ha trabajado más que yo, he tenido que analizar gráficos que me muestran las variaciones de calidades del agua en función de la carga de trabajo.

En la cocina hay algunos residentes, pocos, la mayoría han salido fuera y hay sitio de sobra, además preparan su comida mientras hablan y luego se la llevan a sus habitaciones.

Le miro comer, devora más que come, esta todo riquísimo, parto una hamburguesa por la mitad y la llevo a su plato, es demasiada comida para mí. No hay vino, ni cerveza, no tengo costumbre de comprar y no dispongo de bebida, solamente de agua que es lo que siempre bebo.

Le gustan los albaricoques y encuentro unas pocas cerezas, poquitas que voy comiendo muy despacio, mirando como intenta abrir los albaricoques con sus manos, le cuesta hacerlo y uno se le escapa y cae al suelo, reímos los dos de la situación creada, se ha quedado con las manos en el aire, apretadas, sin la fruta. Le ofrezco las cerezas que me quedan, están dulces y parecen corazones diminutos, rojos y a punto de reventar.

Recogemos todo, lo limpiamos, dejamos la cocina impecable, no quiere tomar una infusión, me preparo un té rojo, sin azúcar y nos vamos a la sala.

Vamos camino de la estación, ya han recogido casi todo de las calles, los empleados del ayuntamiento se han esmerado.

-¡Gracias Daniel!  -ya es manía en él tener su mano derecha sobre mi pierna cuando conduzco.

-¿Gracias, por qué?  -desvío mi mirada unos segundos para mirarle, tiene la traviesa malignidad reflejada en su mirada.

-¡Por el postre, tan, tan, especial y tan bueno!  -es que no le puedo soportar, hace que me sonría y cuando pienso en su pícara y maligna sonrisa, la carcajada estentórea sale de mi boca. Él también ríe.

-¡Ayy!, Nico, eres terrible, te adoro, eres especial.

-¡Gracias!, también por eso debo darte las gracias.

-No me digas esas cosas mientras conduzco o abandono el volante para abrazarte.

-Ni se te ocurra soltar el volante, ya te abrazo yo, lo hago yo por ti.  –se estira en su asiento para pasar su brazo izquierdo por mi pecho y estrecharse contra mi colocando su cabeza en mi hombro.

Hemos encontrado un lugar cerca de la estación para estacionar el vehículo, después de dar varias vueltas, hace ademán para abrir la puerta y le detengo.

-Espera, espera Nicolás.  –hundo mi cabeza en su pecho y estrecho su cintura con mis brazos y permanezco allí, abrazado, con el corazón desbocado, deseando que ese momento no finalice nunca, al cabo de un ratito.

-Vamos Daniel, el tren no espera. Habla con Al y Gonzalo, haz lo que desees.

Espero mirando cómo se aleja con su maleta, para acceder a su andén y coger su tren que le devolverá a Bristol, cuanto me duele verle marchar, quiero llorar y no debo, va a volver su cabeza en un momento y no deseo que me vea verter una sola lágrima, ¡ya está bien!

Vuelve su cabeza, sonríe y se despide con un adiós de su mano.

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