Nuevos relatos publicados: 12

Mi Gordo Profesor De Inglés (Parte I)

  • 11
  • 13.506
  • 9,53 (15 Val.)
  • 3

Capítulo I: Clases Particulares.

 

No sé desde cuando será, pero desde que tengo memoria siento una predilección por los hombres muy gordos. Léase bien: no dije hombres gordos, dije hombres MUY gordos.

Para mi, 100 kilos es apenas gordito; 120 kilos, podría considerarse gordo, dependiendo de la altura. Pero mis preferidos son los hombres de 140 kilos para arriba... y sin límites.

Cuando estoy en una habitación con un hombre así, la adrenalina comienza a correr por todo mi cuerpo y la excitación va en paulatino aumento a medida que el gordo se acerca a donde yo me encuentro. No importa que en la habitación estemos solos o haya más de 30 personas. La reacción siempre es la misma. Y cuando se produce un contacto directo, ya sea por un apretón de manos o un roce de cuerpos, la situación es indescriptible.

Este prólogo es muy importante para entender lo que realmente sucedió en mi tercer año de la secundaria, cuando apenas tenía 15 años.

Era un placer ver a mi profesor de inglés. Una persona muy agradable, que hacía muy amenas todas y cada una de las clases que teníamos de este idioma.

Toda la clase unánimemente atendía expresamente a este profesor y nos deleitábamos con sus jocosas lecciones.

Imagínense con qué atención disfrutaba yo mismo de este profesor, ya que era un gordote como a mi me gustan. Rondando los 40 años, no más de 170 cms.de altura, y alrededor de 160 ks. De peso. Cabello muy corto algo canoso, siempre muy bien afeitado. Cara redonda con mucha papada, ojos chiquitos casi achinados, que supongo era debido a su constante sonrisa. Además, realmente, una maravilla de persona. Siempre usaba ropa más holgada de la necesaria; e invariablemente siempre llevaba pantalones oscuros y camisa, manga corta o larga dependiendo del clima, y cuando hacía mucho frío agregaba un saco de lana a su vestuario.

Al finalizar el primer semestre, mis notas de esta materia eran muy bajas. No era muy bueno para los idiomas, pero sobretodo tenía el tremendo problema de que el profesor no me dejaba concentrar en clase. Tenía muchas fantasías con él, que pensaba que nunca se iban a concretar.

El día de evaluación del primer semestre, el teacher, como lo llamaba yo, me llamó en privado al terminar la clase, y me preguntó si tenía algún problema. Le contesté que todo estaba bien, salvo que no era demasiado bueno para los idiomas, y me dijo que notaba que siempre me encontraba algo distraído en clase y que por lo tanto veía que me faltaba concentración. Insistió en preguntarme si tenía algún problema en casa, y ante mi reiterada negativa se ofreció para hablar con mis padres para intentar solucionar el tema de mi dificultad con el idioma ya que él daba clases particulares.

En ese mismo instante, los ojos se me abrieron de par en par. La adrenalina comenzó una carrera loca por toda la extensión de mi cuerpo y pensé que me podría dar una taquicardia en ese mismo instante. Hubiera hasta matado por intentar tan solo estar más tiempo con él, y a solas, y la puerta de esa oportunidad se me acababa de abrir. Ya el corazón me bombeaba a mil y no pude articular más palabra que un simple “bueno”.

Ese día el trayecto hacia mi casa luego de clases pareció interminable. Estaba eufórico, ansioso, alterado y sumamente excitado; así que cuando llegué a casa, lo primero que hice fue decirle a mi madre que el profesor de inglés quería hablar con ella y que era extremadamente urgente... pero omití que era por un tema de clases particulares.

Al otro día sin falta, ella me acompañó y tras unas pocas palabras, todo quedó arreglado para esa misma tarde, en donde comenzarían las clases particulares con mi teacher. Las mismas serían de 5 a 7 de la tarde, 3 veces por semana... y para ser totalmente honesto, me pareció demasiado poco. Si hasta ese momento estaba totalmente ansioso y alterado, imagínense tan solo cómo me puse apenas el profesor me entregó la dirección de su domicilio y su número de teléfono por cualquier eventualidad de último momento que me pudiera impedir concurrir en hora. Eso último, por supuesto, lo acepté como un mero trámite, ya que yo personalmente me iba a encargar de que no fuera a suceder bajo ningún concepto.

Esa mañana estuve muy excitado durante todo el turno, y a medida que se acercaba la hora de salida del instituto, mucho más. Cuando llegué a casa, casi no pude probar bocado por los nervios que me tenían como rehén.

El reloj parecía detenido cada vez que le echaba un vistazo para ver cuánto faltaba para la hora señalada y a las 4.30 de la tarde ya estaba en la puerta de su casa. Toqué timbre, y aguardé. Nada.

Esperé un rato, y volví a tocar el timbre. Nadie atendió. Sospeché que había llegado demasiado temprano y él aún no había vuelto a su casa. Decidí sentarme a esperarlo en un escalón en la entrada. Como a los 10 minutos, abrió la puerta y me pidió disculpas porque cuando sintió el timbre se estaba duchando. No era de extrañar ya que el teacher era una persona muy pulcra. Cada vez que pasaba cerca a él, siempre olía aroma de jabón, incluso en aquellos días de mucho calor. Cuando te atrae una persona, y esto no lo sabía entonces, todo lo de la persona te gusta: mirarla, tocarla, oírla, saborearla y hasta olerla. En síntesis, disfrutarla con absolutamente todos los sentidos.

Entré en su casa, me dio la bienvenida, pasamos a una habitación que tenía un pupitre delante de un escritorio, y detrás un pizarrón.

Me ofreció un refresco que acepté, y comenzamos con la clase.

Sinceramente, yo no podía dejar de mirarlo. Era igual que lo que me sucedía todos los días en clases: cada vez que se daba vuelta para escribir en el pizarrón, yo le miraba y admiraba ese hermoso trasero, y en este preciso momento eso no era la excepción, con la leve diferencia que ahora estábamos a solas en la misma habitación.

No sabía nada de mi teacher, ninguna información de su vida privada. Desconocía si vivía solo, si era casado, divorciado, viudo. No veía a nadie más en la casa, y no sabía cómo intentar averiguar todos esos datos y conocer lo más posible acerca de él. Lo único que tenía por seguro era que mi corazón seguía latiendo a mil por segundo desde que había llegado al frente de la casa.

-Are you there?- Interrumpió de repente mis pensamientos.

No sabía qué decir, otra vez estaba disfrutando de mi teacher, en lugar de atender su clase.

-What’s the matter with you?- preguntó.

-I don’t know- respondí sumamente nervioso.

Me puso una mano en el hombro y eso me hizo sentir un calor impresionante; algo que muy bien podría descifrarse como un traspaso de energía, o algo por el estilo. Sensación que no recuerdo haber sentido antes. Sí sentía algo cuando tenía contacto físico con un gordo, pero no de esta intensidad.

Creo que él también sintió algo, porque nos quedamos mirando a los ojos sin emitir sonido alguno y al cabo de un instante, aparté la mirada.

-Dime, cuál es tu problema?- preguntó, esta vez en español. -Es demasiado claro que sí tienes uno.

-No, no... no tengo ninguno- mentí.

-Hmmm... creo que no es verdad- dijo- Te sucede siempre en clases, estás como distraído y no atiendes lo que yo explico. Eso no es normal.

Lo miré y no contesté.

Nos volvimos a mirar por largo rato y esta vez no aparté la vista. Me gustaba mirarlo y decidí en ese instante que no lo quería ocultar más.

-Cuéntame, que te sucede?- volvió a insistir. -Me gustaría ayudarte en lo que pueda.

-Nada, sólo que me gusta mucho estar con usted- atiné a contestar- Realmente disfruto mucho de su compañía.

Esperé lo peor: que se enojara, que me retara, o al menos que se molestara conmigo. Sin embargo siguió mirándome, y no demostraba estar para nada sorprendido.

Fue detrás de su escritorio, tomó su silla y la trajo para depositarla delante de mi y se sentó. Muy pocas veces lo había visto sentado, y mucho menos enfrente de mi. La excitación que sentía a esta altura era absolutamente insostenible e insoportable.

-Cuéntame, qué es lo que te sucede conmigo? -preguntó a bocajarro.

Realmente me sorprendió la pregunta ya que nunca pensé que él pudiera darse cuenta de que me atraía enormemente; pero quería decirle que me gustaba mucho, que quería tirarme encima suyo y besarlo, que quería acariciarlo por todos lados, chuparlo, lamerlo, que me excitaba mucho cuando lo veía, cuando lo escuchaba, cuando lo olía.

Pero no me animaba a hacerlo; tenía mucho miedo que eso pudiera perjudicarme de alguna manera y que luego no pudiera revertir la situación. Pensaba en las dos peores consecuencias que eso me podría causar: que le pudiera contar a mis padres o que me expulsaran del colegio.

Decidí no contestar, simplemente lo miré; no pude evitar recorrer mi vista por todo su cuerpo. Estaba sentado con las piernas muy separadas por su gordura y su panza yacía por encima de sus muslos y cayendo hacia cada uno de sus lados.

Por Dios, estaba más lindo que nunca!

-Ven! -me dijo- Ven aquí, bebito!

Me quedé paralizado. Nunca me habían llamado así, y a mi excitación ahora se agregó el miedo. Instintivamente y sin pensar, me levanté de la silla y me acerqué a él. Se tocó el muslo derecho, y me invitó a sentarme allí.

Si algo debería reconocer ahora, es que en ese momento todo se me hizo mucho más fácil gracias a él. Él me facilitó poder abrirme y no ocultar mis sentimientos.

Apenas me senté sobre el lugar indicado, intenté abrazarlo pasando cada uno de mis brazos por debajo de los suyos hacia su inmensa espalda. Él respondió de la misma manera. Apoyé mi rostro contra su pecho, y respiré hondo en señal de alivio.

Sentí un beso sobre mi cabeza.

-Cuéntame, bebito...- preguntó- … y no temas... qué es lo que te sucede conmigo?

-Lo quiero mucho- le dije, ya que me hizo sentir tan bien.

-Y eso por qué? -insistió.

-No lo sé... será porque me gustan mucho las personas gordas. -compartí.

-Y eso desde cuándo te sucede? -quiso indagar.

-En verdad no lo sé; supongo que desde que tengo memoria, desde muy chico.-Las palabras brotaban de mi boca, pero a decir verdad, yo no hacía esfuerzo alguno para intentar evitarlo.- Por favor, no se vaya a enojar conmigo, se lo suplico.

Me separó de su pecho y me miró a los ojos.

-Yo también te quiero mucho, sabes?- Dijo y me dio un besito en la mejilla.- Tampoco sé el motivo, pero sé que me miras de una manera diferente. Sé que cuando estás conmigo te pones muy nervioso, que te pasan cosas que no entiendes. Y no, no me voy a enojar contigo. Quiero que tengamos la oportunidad de averiguarlo juntos, y que además seas mi mejor alumno de inglés. Por eso a partir de este momento, no vamos a hablar más en español. Estoy seguro que vas a aprender mucho.

-Bueno.- atiné a decirle con una sonrisa- Como quiera mi teacher!

-Give me a kiss! -pidió.

Ya dije que no era muy bueno con el idioma, pero empecé a aprender rápido... realmente quería aprender rápido.

Le di un beso en la mejilla.

Sonrió.

-No... Do it again, but this time on my lips!- Dijo, pero esta vez no entendí, hasta que se señaló los labios.

Dubitativo, me acerqué a su rostro y apenas separó los labios, le acerqué los míos y los junté. Creí que ahí mismo me moría. Los sentí muy carnosos, húmedos y riquísimos.

Me separé y le toqué los labios ahora con los dedos, y él hizo lo mismo con los míos. Le acaricié el rostro como intentado reconocer a la persona que hay dentro de ese cuerpo, y solo vi a alguien que tenía mucho afecto por mi. Me resultó extraño asimilarlo, pero pareció que conocía a este hombre desde hace mucho más tiempo que el que realmente lo conocía. Como que ya hubiera estado conmigo desde toda mi vida.

Él comenzó a hacer lo mismo con su dedo en mi rostro.
Su sonrisa, su proximidad y nuestro contacto corporal me hacían sentir extremadamente bien. Son sensaciones que no se pueden explicar sólo en palabras.

-What do you want to do?- preguntó quebrando el silencio.

-I don’t know.- Atiné a decir- Please, I want to learn... teach me.

Él sonrió.



CONTINUARÁ.

 

Los comentarios serán agradecidos.

(9,53)