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Historia en capítulos 14 Un poco más y el inicio de curso

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Dejamos a Carlos en su casa, de momento él se quedaría con las grabaciones que luego me entregaría para su custodia. No se fiaba, pensaba que alguien pudiera encontrarlas en su casa y eso le pondría en un grave problema difícil de explicar. 

Todos pensaron que estarían más seguras en mi poder, pero cuando estuviera instalado en la nueva casa. Nos despedimos hasta el lunes o bien nos llamaríamos por teléfono, yo tenía que ir con mi tía y María a comprar lo que faltara de material escolar y también debía poner un poco de orden en mi nueva cárcel. Luego nos despediríamos de Sergio, Raúl y yo traspasamos la puerta del portal de su casa, su bella mamá nos preparó algunos sandwiches ya que no teníamos mucho apetito y los comimos con sus papás viendo la tele.

Cuando llegó la hora de ir a la cama la mamá de Raúl dijo que iba a preparar una habitación para mi, en casa de Raúl sobran las habitaciones.

-No te molestes mamá, Álvaro dormirá en mi habitación conmigo, él ya ha traído su ropa de dormir.

No me pasó desapercibida la mirada que cruzaron sus papás al oírle decir que íbamos a dormir juntos.

-Tenemos que hablar del inicio de curso y otras cosas. –dije yo queriendo quitar hierro al asunto, pero creo que no lo conseguí, se veía que Raúl no llevaba muchos amigos a su casa y no estaban acostumbrados a que dos chicos durmieran juntos.

-Por cierto he recogido de la librería tus cuadernos y resto de material para que vayas preparando la mochila para el lunes. –anunció la mamá de Raúl.

-Entonces, si no tienes cosas que hacer podrías acompañarme a mí, tengo que ir con mi tía y María a hacer mis compras mañana. –miré a sus papás para ver su reacción y dudaban.

-Sí…, sí, sí…,  papá déjame ir con Álvaro mañana que el lunes hay que empezar ya a trabajar, por fa…, por fa.

Sus papás sonreían divertidos y más cuando Raúl se lanzó a sus brazos dándoles besitos.

-Vale…, vale…, vale, ¿pero no iréis a causar problemas a la tía de Álvaro?

-Por mi tía no hay que preocuparse, está acostumbrada a estar con mucho público a su alrededor y va a estar encantada, comeremos y luego iremos de compras toda la tarde. –sus papás sonríen amables y dan su conformidad, parece que han olvidado lo de dormir juntos.

-Raúl podríamos llamar a Carlos y Sergio para ver si pueden acompañarnos también, ¿te parece?

-Sí…, ya les llamo yo ahora mismo.

Después de arduas negociaciones con las respectivas mamás a Carlos le autorizan y a Sergio no, tienen que salir de viaje por unas obras de su papá. Raúl queda en que Carlos nos irá a buscar a la mañana, está radiante de alegría por la oportunidad de poder estar mañana juntos y pasarlo bien.

Llega el momento de ir a dormir y Raúl me precede, cuando llegamos a la habitación busco mi bolsa para coger mi pantalón de dormir, Águeda no lo ha puesto y Raúl me presta uno suyo luego con mi cepillo de dientes vamos al baño.

Estamos en la cama tapados solamente por la suave sábana, hace mucho calor y estamos los dos de espaldas mirando el techo, de repente al unísono como si nos hubiéramos leído el pensamiento nos damos la vuelta para ponernos enfrente uno del otro, la sábana se ha escurrido y veo el fuerte y dorado pecho de Raúl con esos hombros tan anchos que posee y en esa posición, con sus pectarles marcadísimos. Parece que está cogiendo mi costumbre de dormir solo con pantalones.

Nuestras miradas se encuentran y coloco mi mano derecha sobre la izquierda de Raúl que se encuentra reposando entre los dos cuerpos, enlazo mis dedos con los suyos y nos quedamos estudiándonos mutuamente como si no nos conociéramos, Raúl hace un movimiento para aproximarse y nuestras manos quedan aprisionadas entre nuestros pechos, suelta mis dedos e introduce su brazo bajo mi cuello para llevarme hacía él, yo coloco mi brazo en su curvilínea cintura, sigue mirando mis ojos mientras acerca su boca a la mía para mezclar los alientos y darme un ligero, suave y largo beso.

-No sé tú Al, pero yo…, yo te necesito, ¿tú tienes ganas…, te apetece? -su mano izquierda baja por mi cuerpo y sujeta mi culo para empujarme hacía él, ha debido notar mi apetencia cuando, a través de las telas, nuestras pollas han tomado contacto y sonríe dichoso, ahora que sabe mi respuesta y me besa con fuerza. ¿Qué pregunta me hace?…, si estoy siempre dispuesto para hacer lo que él quiera, ahora por ejemplo. Sujeto su mano que ha retirado de mi culo para besar cada uno de sus dedos e irlos metiendo en mi boca y chuparlos uno detrás de otro.

Simplemente este acto logra que Raúl suspire abriendo sus ojos para mirar con codicia mis labios.

-Me gustan tus labios Álvaro, tan gordos, con tanta carne para chupar, tan rojos, joder que boca tienes, ¿te habían dicho alguna vez lo bonita que es tu boca?, joder… joder…, Al..., como enamora, desde niño me ha vuelto loco, antes no sabía por qué y ahora sé que es por necesidad de besarla ¿me dejas?

No espera mi respuesta, su agitado aliento entra en mi boca llegando a mi garganta, huele a dentífrico y lo exhala muy caliente, cuando llega a mis labios saca su lengua muy empapada de su saliva y la pasa suavemente por mis labios, primero el superior y luego el inferior, mete su lengua de nuevo para sacarla más ensalivada y vuelve a pasarla resbalando suavemente por el efecto de la abundante saliva, chupa mi labio inferior y ya en su boca lo muerde con suavidad, como si estuviera comiendo la pulpa de una naranja.

Me encanta lo que me hace y el sentirme deseado, me vuelve loco pero no me muevo a pesar de las ganas que tengo de participar con una respuesta, le dejo que haga, que juegue chupando mis labios, jugando entre mis dientes con su lengua que pasa una y otra vez por ellos como si los quisiera limpiar.

-Me gustas Al…, me gustas…, siempre me has gustado, cuánto tiempo perdido.

Su saliva ya resbala por mi barbilla y ahora quiere explorar la profundidad de la cavidad, como el espeleólogo que espera encontrar unas pinturas rupestres nunca vistas, sella mi boca con la suya y no me permite respirar más que por la nariz, su lengua suave como la seda, muy empapada, va buscando entre mis dientes, revuelve la mía por abajo y por arriba, si la tuviera más larga lamería mi campanilla por la fuerza que ejerce abriendo su boca y conteniendo en su interior mis labios mojados por su maravillosa baba que, a veces, se desliza por mi garganta cuando no puedo aguantar más la abundante salivación que me traspasa.

Su largo, larguísimo beso me transporta al paraíso y poco a poco va parando, seguro que le duele la mandíbula por el esfuerzo increíble, y falto de aliento deja que los labios ahora solamente se toquen, entiendo sus ansias de querer comerme, a veces a mí también me sucede y es tan gratificante, tan hermoso sentirse deseado de esa forma, respira el pobre con dificultad por su boca haciendo casi pompas con la saliva que le sigue manando, le ayudo con mi lengua a limpiar su cara y voy bebiendo de él, ahora también yo me pongo a trabajar, ya no puedo parar, quiero sentir su cuerpo en mis labios, olerle, poseerle, absorberle. En sus axilas hay menos vello que en las de Carlos pero su olor me enloquece y mis labios, que a él tanto le gustan, pasan una y otra vez por sus vellos llevándose todo el aroma.

-¿Me dejas Ál?…, ¿me dejas?…, quiero que seas mío…, ¿me dejas?

Como respuesta beso sus rojos y doloridos labios y acaricio su cobriza cabeza.

-Déjame hacerte Al…, déjame darte placer…, por favor…, necesito tanto que veas lo que te quiero.

Me gusta más darlo que recibirlo, disfruto viendo a mis amantes rendidos por el placer que les proporciono, me siento un gigante cuando constato mi poder para rendir los cuerpos y así duplico el mío propio, pero no iba a ser egoísta, abandono mi cuerpo y lo rindo al suyo, en algunas ocasiones la tentación es muy fuerte, es imposible no acariciar su hinchada y suave verga cuando la tengo a mi alcance, dejar de apretar con suavidad sus dorados huevos viéndolos rebotar en su bolsa y…, por lo menos, pasar las yemas de mis dedos por la maravilla de la máquina del amor en que se ha convertido.

Se lo permití, o como el pedía, “le deje”, me entregué a él en cuerpo y alma, el disfrute era inmenso cuando adoraba mi hinchado falo con su húmeda lengua, con su cálida boca en una búsqueda imaginativa de nuevas formas, haciendo que mi capullo se estrellara en sus mofletes, haciéndolo resbalar luego hasta el fondo, tragándolo todo hasta sellar sus labios en la almohada de mis negros vellos.

Cuando jugaba con mis hinchados huevos absorbiendo y expulsándolos de su boca en un apriete de sus labios que me cortaba el aliento, cuando pasaba su lengua desde la base de la verga hasta llegar al secreto y profundo agujero que iba luego a violar, cuando sentía su lengua aleteando y luego empujando con fuerza porque el umbral se le resistía, cuando consigue domarlo, al punto de abrirse para recibirlo como él quiera, la puerta abierta al amigo que se espera.

Ahora, cuando lo desee, encontrará su cobijo, ya no podía más, me tenía al límite, mi culo boqueaba pidiendo algo más consistente, aún en su suavidad, algo que fuera más rudo, que me llegara, ¿qué me llegara,… a dónde?

-Raúl…, por favor…, Raúl…, me vuelves loco…, para…, para…, para por favor…, métela ya…, no aguanto más…, hazme tuyo…, por favor Raúl…

Su boca abandona esa zona que ha dejado tan sensible. Casi no me puedo mover y me coloca de espaldas en la cama, abro mis piernas todo lo que puedo ansioso, deseoso de tenerlo dentro, de que me haga daño para que se espante la crispación en que me tiene, está de rodillas meneando su polla para conseguir la máxima rigidez y luego la dirige a mi culo, cuando entran en contacto un calambrazo recorre mi columna. Soy yo el que va a su encuentro, saco fuerzas para empujar mi cuerpo hacía él y su polla, después de una ligera resistencia, me invade, me posee, toma dominio de mi hasta que sus huevos se aplastan en mi entrada consiguiendo que gima.

-Te quiero Raúl…, te quiero pero muévete, quítame esta tensión…, ¡ahhhh!…, así…, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, Raúl, te quiero.., eres una maravilla.

A veces de mi garganta no salen más que ruidos ininteligibles y suspiros, es tan suave, su verga pasa por mis paredes rozándolas con suavidad de seda, noto su verga por la apretura de mis esfínteres y cuando toca muy en el fondo de mi, abro los ojos para mirar al macho que está logrando tal milagro, corren regueros de sudor por su cara, por su pecho, está dándolo todo, haciendo un ímprobo esfuerzo por llevarme al nimbo, para colocarme la corona de estrellas.

 Sus brazos y su pecho están en tensión sosteniéndole y haciendo fuerzas para embestirme en sus últimos bombeos, le ayudo apretando fuertemente mi culo cuando va a retirarse y vuelve a entrar ahora con fuerza fiera, hasta el fondo donde permanece quieto milésimas de segundo hasta que empieza a convulsionarse y cae sobre mi empapándome de su sudor, sigue empujando ahora con golpes fuertes pero casi sin sacarla y mi leche sale disparada entre los dos cuerpos, he perdido el conocimiento unos segundos y mi cuerpo tirita convulso de placer, me ha derrotado, ha podido conmigo, no puedo ni moverme, es como el instante en que la cuerda se rompe por la tensión extrema.

Los dos respiramos con dificultad, Raúl esconde su cara en mi pecho hasta que se va reponiendo, su verga aún restalla en mi interior y poco a poco levanta su cabeza, limpio con mis manos el sudor de su frente, de todo su rostro y me mira sonriente.

-¿Lo he hecho bien Al…, lo he hecho bien…, te ha gustado?

Mi respuesta es pasar mis piernas por su cintura y mis brazos por su cuello para apresarlo y que no se vaya, que no salga nunca de mí, que aunque me ahogue con su peso, siga soldado a mí como ahora.

-Calla…, calla un momento Raúl…, calla, déjame oír tu corazón. –mientras le aprieto más fuerte, para crear una soldadura de acero con acero que no se pueda romper.

Oigo el latido sincopado de su corazón haciendo competencia al mío, Raúl…, como os quiero…, ¿os quiero?,  ¿cómo que os quiero?, ¿quién acaba de hacerme el amor y aún sigue dentro de mí?

Dios mío si estoy pensando en los tres: Raúl, Carlos, Alonso, los quiero a los tres, los adoro, pero ahora es Raúl quien respira con dificultad encima de mi pecho, ya calmados su polla va saliendo con lentitud de mi bañada en sus jugos y se deja deslizar a mi lado rendido.

-Eres un amante maravillo Raúl, ha habido segundos en que me has hecho perder el sentido. –me vuelvo hacía él para besar su bella cara arrobado y él sonríe agradecido del elogio.

Lo ha entregado todo, tiene lacerados sus labios por los que paso mi lengua muy húmeda, el sudor perla su cara, vamos a ver lo que dicen mañana sus papás, ahora el caso es poder limpiarse un poco.

-Raúl, nos podemos asear un poco, porque con lo que sale de mi culo voy a poner esto perdido y verás tu mamá. –Raúl se ríe.

-No importa, se tienen que ir acostumbrando, si puedo quiero tenerte así más veces, las que tú me permitas Ál, pero si, podemos ir al baño, mis papás duermen al fondo de la casa y ya ves el vacío que hay.

Nos podemos dar una ducha sin mucho ruido entre risas sofocadas, juega Raúl a meterme un dedo en el culo para abrirlo y que se escurra todo lo que ha depositado en mi interior.

-Eres un cochino Raúl pero me gustas, me encanta tenerte como amigo y que me hagas estas guarradas y lo de esta noche ha sido demasiado. -le abrazo para besarlo.

Ya en la cama de nuevo amándonos con la mirada.

-Al, ¿podremos seguir así?

-No vamos a perder las oportunidades que se nos ofrezcan Raúl, quiero que nos queramos, lo deseo con toda mi alma, que sigamos siendo muy amigos, que nos divirtamos, que nos demos placer, ya tendremos lloros  que consolarnos, pero hoy te has excedido, te me has dado todo Raúl, gracias…, gracias por esta noche…, yo también te quiero, creo que igual antes también te quería…, de otra manera pero ahora eres parte de mí, no puedo aclarártelo mejor, y no olvides nunca que te quiero y te deseo.

Poco a poco Raúl va cayendo en el sueño y le observo, no es mío, no quiero que lo sea en ese sentido posesivo y egoísta del término, pero lo siento tan dentro y que…, sin ser mío…, es tan mío, le doy un último beso que no me devuelve y apago la luz, busco su mano para agarrarla fuerte y que me guíe porque la noche aún es larga.

A la mañana su mamá nos encuentra en la cama, a mi agarrando con fuerza su mano y a Raúl pasando su fuerte brazo por mi cintura, fuerza algunos sonidos con su garganta para que despertemos, Raúl se da cuenta de que estamos totalmente desnudos y con nuestros pollas preparadas…, para mear.

-Mamá…, mamá como entras así en la habitación sin llamar ni nada. -tira de la sábana para cubrirnos, su mamá coge de la otra punta y nos la retira de la cama dejándola sobre una silla.

-Porque vuestro amigo Carlos lleva un rato en la cocina y me está revolviendo todo, lleva allí quince minutos y…,  porque si no entro no hay quien os levante, ¿contento?, ahora ya estáis yendo los dos a la ducha y rápido.

Nos mira divertida cuando ambos vamos por la habitación tapando con nuestras manos lo que no tiene tapadera, como su mamá ha exigido la ducha es rápida y cuando volvemos a la habitación encontramos a Carlos que inspecciona nuestra desnudez.

-Joder chicos que bien lo tenéis que haber pasado para dormir hasta estas horas, llevo dos horas levantado, ya podéis vestiros rápidos. -se encamina a la puerta no sin antes pasar a nuestro lado y darnos un pequeño azote donde puede.

-Pequeños viciosos, grandes cabrones. –cierra la puerta a sus espaldas acompañado por nuestras risas.

Seguimos riendo cuando llegamos a la cocina donde él está sentado dando charla a la mamá de Raúl, nos sentamos a desayunar.

-¿Has desayunado Carlos, quieres algo?, vosotros desayunad que tu papá ha salido a pasear y buscar el periódico.

-No señora, bueno…, sí un zumo que me han dejado con la boca seca. –nos mira con cara amenazadora.

Raúl por poco se atraganta y las lágrimas salen de sus ojos sin poder contener su risa que luego secundo yo ante la mirada de extrañeza de su mamá, rápido Raúl se despide de ella hasta la noche, prometiendo que mañana preparará su mochila, su mamá nos besa a los tres, parece no tenernos en cuenta lo que se ha encontrado en la habitación de Raúl.

Con las bromas que nos gasta Carlos el camino se hace corto, ha llevado las cassettes que ha guardado en mi bolsa de deporte y ahora cuelga de mi hombro, llegamos a casa y la puerta del jardín que da al Paseo está cerrada, llamamos al timbre y aparece en la puerta Águeda que nos dice que tenemos que ir por la puerta de atrás.

Cuando accedemos a la asfaltada explanada trasera aún hay alguna furgoneta descargando cosas y operarios transportándolas al interior, también hay un automóvil de color gris oscuro del que salen dos señores con traje oscuro, uno de ellos porta una carpeta en sus manos y ojea unos papeles, se acercan a nosotros y se dirigen a mí.

-¿Usted es Álvaro? –ante mi contestación afirmativa vuelven a inspeccionar la carpeta, puedo ver que llevan fotografías de toda mi familia.

-¿Estos señores son amigos suyos? –uno de ellos señala a Carlos y Raúl, vuelvo a afirmar-.

-Bien pueden pasar.

Jolín y ahora somos señores, nos acaban de reconvertir, y ellos quienes son para llevar fotos de mi familia.

-Oiga y…, ustedes, ¿quiénes son?

Me miran sorprendidos por la pregunta, se encogen de hombros y vuelven a meterse en su coche.

En el porche de la casa, esta fachada es prácticamente una copia de la principal, a la vez que las laterales son iguales entre sí, nos espera Águeda que me abraza y besa como si me quisiera comer, a Carlos y Raúl les da solo un beso bajo la atenta mirada de unos de los señores del coche que lo observa todo con la ventanilla bajada.

-Oye Águeda, ¿quiénes son esos señores?

-Ha estado antes tu tío, dice que son de seguridad y que hay que entrar en la casa siempre por detrás para que ellos nos vean, no sé nada más mi niño.

Pasamos dentro, no sé donde ir y nos quedamos esperando, soy un extraño en mi casa.

-Podéis subir que está María, tus papás están durmiendo han venido hace poco y querían descansar, y otra noticia, tu tía ha tenido que ir al hospital por una operación urgente y luego os recogerá, o sea que esperadla arriba y…, comeréis fuera, nada más.

La pobre Águeda ha quedado exhausta con su larga lista de encargos pero abandona el hall en el que nos encontramos para irse por otra puerta, nosotros curiosos, en lugar de subir por la escalera, abrimos las puertas de lo que es un ascensor, muy pequeño, quizá para cuatro chavales como nosotros, nos subimos en él, tiene cuatro botones para los cuatro nieles y pulsamos el 4º que nos suponemos es donde debemos ir y acertamos, en el trayecto que es de solo un piso Carlos aprovecha para meternos mano en plan de juego y besarnos.

-Me gustan los ascensores pequeños, son útiles pero no te puedes tumbar. –llegamos y las puertas se abren solas.

Ahora en el cuadrado hall en el que nos encontramos hay nueve puertas, mejor dicho diez pero una de ellas es de cristales que dirige a la terraza, ya sabemos que dos de ellas ostentan las iniciales A y M, vamos a la M pero María no está, tiene cosas tiradas en el suelo pero a ella no se la ve.

-¡María!, ¡María! –no hay alma alguna, hay una puerta a la que me dirijo, es un vestidor y al fondo una puerta de cristal por la que se ve el baño, tampoco está María.

Cada uno por su lado empieza a abrir puertas pero hay suerte, la siguiente puerta a  la letra A es la de estudios, ya no recordaba, y aquí si está María con montoncitos de libros que está  seleccionando.

-¡María! –mira sorprendida pero sonríe y viene a nuestro encuentro.

Nos besa y abraza, recibe a Carlos y a Raúl como si fueran sus otros hermanos, es una niña, pero Raúl es para ella algo especial al que no deja de mirar, y se pone roja si la sorprendes mirándole.

-Yo tengo mucho trabajo hasta que llegue la tía, si alguno me ayuda yo encantada.

Está alegre y contenta, ahora más que tiene compañía, Raúl se ofrece enseguida y Carlos…, Carlos está con la boca abierta mirando las nuevas máquinas, ordenadores que adornan los escritorios, atraído como por un imán se dirige a la mesa que escogimos el otro día para mi, se sienta, trastea para poner en funcionamiento el equipo y…, como es Carlos, ya nos podemos olvidar de él.

Voy a mi habitación para realizar una rápida inspección, no creo procedente que mis cosas personales estén en la sala de estudio. La habitación, salvo que los muebles son como más de chico, es igual a la de María, el dormitorio grande y la puerta que conduce al vestidor y luego la de cristal para acceder al baño.

Hay una cama grandísima, a mi cabeza vienen imágenes de sus posible usos que hasta me sonrojan  y hay una pequeña zona de estar con dos butacas de dos y una plaza con un mueble de metacrilato que contiene una TV y un reproductor con tres estanterías vacías, bien allí pondré mi reproductor de música, CDs y videos.

Un gran ventanal permite el acceso a la terraza. El vestidor, no es nada del otro mundo, armarios que según voy abriendo descubro llenos de ropa, algunas nuevas y las que ya conozco, libero una zona para meter cosas íntimas y ahora recuerdo las cassettes que tengo en la bolsa de deporte, las recojo y guardo en un departamento poco accesible. El baño es lo que más me gusta es un gran plato de ducha, no hay bañera, es enorme a nivel del suelo y los elementos normales de un baño, ¡ahhh!…, y claro…, en un recipiente los cepillos de dientes de Carlos y Raúl, Águeda…, estas en todo.

Voy seleccionando algunas cosas que tengo que cambiar, Carlos no está por la tarea de ayudarme, está pendiente del equipo trasteando con él y Raúl trabaja dando libros a María, encuentro la caja de zapatos donde Carlos guardó el dinero, lo dejo en un cajón de mi escritorio y pido a Carlos que coja algo por si lo necesitamos, no me presta la más mínima atención. Cada uno hace su trabajo y va transcurriendo el tiempo. Tengo mi música y alguna de mis cosas en mi habitación,  ya empieza a parecerme reconocible.

Cuando estamos todos enfrascados en nuestras tareas aparece la tía en la puerta alegre y con una ancha sonrisa.

-Buenos días chicos, veo que estáis haciendo un trabajo magnifico.

María y yo vamos a su encuentro corriendo para abrazarla y besarla, luego ella se dirige a Raúl que está a nuestro lado y le besa, Carlos no se ha movido de la mesa más que para saludar, es la tía la que llega hasta él para pasarle su brazo por el hombro y besarle en la cara.

-Carlos el más trabajador y aplicado, no se detiene nunca.

Carlos sonríe pero no abre su boca.

-Bueno, dentro de un momento nos marchamos, id terminando y recogiendo, o mejor dejadlo así, ya seguiréis.

-Tía…, quería hablar contigo un momento, si tienes tiempo. –La tía me mira estudiando mi cara-.

-Claro que tengo tiempo, vamos…, ven conmigo, vamos a hablar.

Salimos al pasillo y se encamina hacia el otro extremo, abre la puerta que se sitúa en él, si contáramos, sería la número cinco,  luego se repiten como en la otra pared, bueno es otra habitación que esta amueblada y es mayor aún que las nuestras, es la habitación que los tíos tienen adjudicada, algo parecido al pueblo, deja su bolso y chaqueta, me sujeta del hombro y volvemos a salir, abre la puerta siguiente donde hay una sala de estar, me voy a volver loco para conocer esta casa, se sienta en un sofá conmigo enfrente de ella.

-Cuéntame Al, ¿No será grave el asunto? –lo dice sonriendo para distender el ambiente.

Le cuento lo que me pasa, las pesadillas recurrentes, que tengo miedo a dormir, como Calos me había aconsejado que hablara con ella, la tía me mira interesada.

-¿Y cómo has solucionado el problema desde entonces?…, ¿sin dormir?

-Bueno a veces he dormido si se quedaba algún amigo conmigo, también duermo con María o simplemente no duermo.

-Ven aquí, siéntate a mi lado.

Me abraza pasando su brazo por mi hombro y llevándome hacía ella.

-¿Has tenido que recurrir a tus amigos para poder dormir, para que te acompañen en la cama? –me separa y mira dentro de mis ojos.

El rojo de mi cara debe ser muy evidente, porque se sonríe divertida.

-¿Me lo vas a contar todo Al?  –con su mano sube mi barbilla que he vuelto a bajar para esconder mi cara.

-Bueno también porque…, porque…, me da vergüenza tita…, ¡jolín!…, me da mucha vergüenza.

Ahora su sonrisa se vuelve suave risa cantarina.

-¿Quieres decirme que os tocáis?…, ¿qué jugáis con vuestros cuerpos?

Soy incapaz de hablar y solo puedo asentir con la cabeza, quiero que la tierra se me trague y desaparecer, tiemblo y no puedo levantar la cara, la tía me atrae a su pecho y posa mi cabeza en sus senos mientras acaricia mi pelo apartándolo de la frente.

-No tienes que tener vergüenza Ál, cariño, eso es normal. –acaricia suavemente mi espalda y besa mi frente dulcemente-.

-Creo tía que soy…, que soy gay…, homosexual…, me gustan los chicos…, bueno también las chicas pero con ellas no se puede jugar.

Su cantarina risa se eleva un poco haciendo vibrar sus senos bajo mi cara.

-No creo que tú seas gay cariño, no lo creo, pero si lo fueras no tiene importancia.

-¿Y porque me gustan los chicos tanto, tanto, bueno…, todos no?

-Vamos a ver, primero el que juegues con tus amigos y os toquéis puede ser por simple curiosidad, los niños sois curiosos, los niños y los jóvenes, eso es normal, nos pasa a todo el mundo, no te debe preocupar porque también hay curiosidad por experimentar, a las personas mayores también les puede suceder, en algún momento de su vida tienen la necesidad de experimentar, luego si les agrada o no pueden decidir su opción, no debes preocuparte de nada.

-Pero tita, a mi me gusta y he hecho el amor…, a veces. –la tía se queda pensando un momento buscando la forma de aclararme, o aclararse ella misma-.

-Yo creía que esto ya os lo hablaban en el colegio, pero en todo caso tú no te tienes que preocupar, puede que te gusten los chicos y las chicas que es otra opción y aunque fueras gay, eso tampoco es malo cariño, ya hablaremos pero no quiero que estés preocupado,  ¿ehh?…, ahora vamos a ver si podemos solucionar lo de dormir para que no tengas que pedir a tus amigos que duerman contigo, por lo menos por ese motivo. –ve que me vuelvo a poner rojo, suelta de nuevo su cantarina risa y me acaricia.

-Mi precioso niño, es una broma tontito no te preocupes, si quieres puedes hablarle a tu tío de lo que te sucede.

-No…, no…, no…, tita.., por favor…, por favor…, no le digas nada al tío, por favor….

-Vale, vale…, no te preocupes lo dejamos como secreto profesional entre el médico y su paciente, ¿te parece?, pero cuéntame lo que te pase cariño…, ¿lo harás? Y de esto volveremos a hablar, no quiero verte preocupado, espera.

Se levanta para desplazarse a la mesita donde reposa un aparato de teléfono y se sienta allí en otra butaca que tiene al lado, suspira…, la veo cansada y algo la preocupa, ¿habré sido yo el motivo de la sombra que a veces empaña su mirada?, marca un número.

-¡Aahh!…, ¿eres tú?, mejor…, oye tengo un pequeño problema….., un sobrinito mío al que adoro…., -me mira con una sonrisa-. Ya te contaré el detalle……, ahora dime algo para que pueda dormir que no puede conciliar el sueño…., si…., si…, vale…., ya te contare con más detalle, quiero tu opinión…., si…, acabo de llegar a casa, he estado ahí hasta ahora…., mal…, mal…, -dos lágrimas se desprenden de sus ojos y resbalan por sus mejillas-, ya sé que así tiene que ser…, ya…, ya…, dile tu eso a una madre y luego la ves muerta de dolor-, las lágrimas vuelven a aflorar, me está entrando mucha angustia, creo que voy a ponerme a llorar yo también-,  ya…, ya…, lo sé…, bueno hablaremos de las dos cosas, muchas gracias por tu ayuda.

Cuando la tía cuelga el teléfono y vuelve a mi lado, ve correr lágrimas por mi cara, ella ya ha recobrado la serenidad, su admirable serenidad, esa que a todos nos sienta tan bien, cuando me ve viene a abrazarme.

-¡Ay!…, cariño perdóname, ni me he dado cuenta de que estabas aquí, no pasa nada…, no pasa nada.

Vuelve a llevarme hacía ella, a reposar mi cabeza en sus suaves y dulces senos que causan en mi el efecto que siente el pajarito en su nido, arropado por el plumón suave, tibio y tranquilizador del pecho de su madre, su aroma me envuelve, su olor a suave lavanda, aquellas florecitas azules que cuida con esmero Antonio en el pueblo, para que no la falten y pueda llenar sus floreros de ellas.

-¿Por qué llorabas tita?…, me has asustado…, mucho.

-Nada cariño, son cosas del trabajo que a veces no salen como tu desearías, ¿a ti no te surgen los problemas a veces y tienes que esforzarte más y ya está?, a lo mayores…, en algunos trabajos…, si no salen bien…, el fracaso es terrible cariño y ahora vamos a buscar a tus amigos y a María que se hace tarde, te compraré unas pastillas y vas a dormir muy bien, luego mi compañero dictaminará, tú no te preocupes por nada, nada.

Volvemos a la sala de estudios, Raúl habla con María y Carlos sigue sin despegar su vista de la pantalla.

-Ya esta chicos, id bajando vosotros al garaje mientras María y yo nos preparamos un poco que vamos tarde para comer, si bajáis en el ascensor hacedlo ahora porque solo caben tres personas, venga…, venga. –sujeta a María por la mano y se la lleva.

Nosotros decidimos bajar por las escaleras para ir familiarizándonos con la casa, bajamos a la planta principal, el gran hall está desierto y voy a la puerta que antes ha abierto Águeda, deben ser sus dependencias pero no veo a ninguna persona aunque se oyen voces.

La siguiente planta está también desierta y no sé lo que contiene y luego el garaje, están los coches de papá y mamá junto con el de la tía, también hay otro coche que no conozco, curioseamos mientras bajan, el garaje es muy grande están los cuatro coches y juraría que caben otros cuatro, veo que han llevado también nuestras bicis que apenas utilizamos y luego varias puertas que ya investigaré, necesitaré mucho tiempo libre, por fin bajan y accedemos al coche, Carlos toma asiento de copiloto y María está encantada entre Raúl y yo.

En la explanada asfaltada sigue, ahora solitario, el coche gris con las ventanillas bajadas, creo que los señores son otros pero no me da tiempo a distinguirlos.

Subimos las escaleras del centro comercial, la tía quiere que vayamos a comer lo primero, por el pasillo que lleva a la zona de ocio y restauración van delante Carlos María y la tía, detrás Raúl y yo, como no podía ser menos, los pantalones de Carlos están tan caídos que puede que en un momento le caigan del culo, y también como siempre, los sube exageradamente hasta sus caderas marcando sus dos colinas, le hago un gesto a Raúl señalando, y como malos amigos, reímos por bajines.

-Tu tía es guapísima. –dice Raúl girando su cabeza para mirarme.

-Tu mamá también. –me mira, en un principio sorprendido, y sonríe divertido.

-Oye a tu mamá casi ni la conozco.

-No te preocupes,  yo tampoco. –seguimos detrás, ellos deben saber dónde van porque se están pasando todos los restaurantes.

-¿Y cómo es?…, ¿es guapa?

-Mira…, ¿ves a María?…, pues igual pero en mayor. –Raúl solo silba.

La comida es divertida y cuando miro a la tía observo que ríe, menos mal, lo que le haya salido mal en el trabajo parece haberlo dejado a un lado, mira a los cuatro alegre y atenta a que no nos falte algo.

La compra se prolonga y para Raúl y para mi resulta aburrida, Carlos disfruta y cuando salen de una librería ha sido él el que ha escogido mi material, al final van llenos de paquetes, Raúl y yo tomamos los que lleva la tía y nos lo agradece con una sonrisa, solamente he entrado en dos tiendas porque era ropa lo que había que comprar y de eso no me pude evadir.

Cuando llegamos de vuelta a casa y dejamos los paquetes, está el tío con mis papás, vamos a tener una cena informal de jóvenes, el tío ha encargo hamburguesas y vamos a estrenar, no sé qué.

Bajamos a la planta semisótano, ya iré hablando para no estar siempre describiendo tamaña casa, allí papá ha encargado que una estancia se convierta, como en una cocina industrial-comedor, es inmenso y tiene una mesa de madera blanca larguísima con dos bancos en sus dos longitudes como para unos treinta comensales, allí han preparado manteles, bebida y falta lo que viene del restaurante.

-¿De quién ha sido la idea? –es mi pregunta dirigida a mi tío, porque supongo que ha sido de él, pero me indica con su dedo índice que ha sido mamá.

-Mamá…, te lo agradezco mucho y ahora ven que quiero presentarte a mis amigos. –la cojo de la mano y la arrastro donde se encuentran mis amigos con María-.

-Mi mamá…, mamá estos son Carlos y Raúl. -los chicos extienden su mano para estrechar la de mamá pero ella se acerca y los planta dos besos a cada uno, se les ve al principio algo cohibidos y un poco impresionados pero, cuando nos sentamos, los mayores lo hacen en el extremo de la mesa para hablar de sus cosas y nosotros con nuestra conversación hasta que llega Águeda con el encargo que han pedido para comer, los mayores beben una copa de vino que me trae recuerdos del abuelo en el pueblo, cuando discutía con papá por ese motivo.

Mientras mis amigos comen y hablan con María observo el grupo de los mayores, los dos hermanos se quieren y se nota, si supieran cuando les agradezco esta cena, el que por una vez pierdan su tiempo con sus hijos, les perdono hasta que nos hayan cambiado de casa y alejado de nuestras amistades, los chicos acabamos pronto y Carlos dice que le gustaría seguir trasteando con los ordenadores y nos subimos los cuatro a la planta alta.

Nos olvidamos de Carlos, él a lo suyo y nosotros tres inspeccionamos, salimos a la terraza que recorremos en sus cuatro vistas, es tan grande que podemos correr y saltar jugando a perseguirnos, con cuidado porque hay muchas jardineras y sacos de tierra por allí, aún sin colocar y sin plantar las flores que habrá posteriormente.

Aparece la tía para decir que se van a ir hacia su casa y se ofrece a llevar a Carlos y Raúl.

-Chicos…, bien nos vamos a marchar, os vamos a acercar a vuestras casas a no ser que os queráis quedar a dormir con Álvaro y tendría que ser en su habitación porque las de invitados aún no están preparadas. –esto último lo dice mirándome con una sonrisa pícara que hace que mi cara coja cierto tinte rojo.

Carlos y Raúl se excusan, lo entiendo y es normal, sus familia están esperando y llevan fuera todo el día, su contestación es encogerse de hombros, se que les hubiera gustado quedarse pero mañana hay que preparar cosas para el nuevo curso, la tía ha entendido el gesto.

-Ten Álvaro he cogido estas pastillas en la farmacia, debes tomar una cuando vayas a la cama y ya te diré cuando hable con mi amigo si hay algún cambio, venga…, chicos despediros que nos vamos.

-Os acompañamos al garaje tía allí nos despedimos.

Al pasar por la planta semisótano se despiden de papá y mamá que no bajan, Carlos y Raúl nos abrazan y besan a María y a mí, también los tíos, en el momento de besarme la tía susurro en su oído.

-Gracias tía, gracias por todo, ha sido una tarde de cine, gracias. –ella me achucha y se marchan.

María y yo subimos poco a poco cansados pero alegres, hemos pasado un buen día, Águeda está recogiendo, estamos un momento con ella, parece que entre la gran cantidad de habitaciones que hay en esta planta está la suya, papá y mamá no están, tienen que prepararse para algún acto social que tienen para esta noche, la damos un beso para irnos a nuestra planta.

-Niños…, mañana a las doce tenéis la misa del domingo, dicen vuestros padres que a las once y media tenéis que estar desayunados, subiré para llamaros hacía las nueve, ¿os parece bien? –¿cómo nos va a parecer mal?

En nuestra planta estrenamos la sala que hay y vemos un rato de TV, luego vamos al baño y volvemos ya preparados para ir a la cama cuando nos cansemos.

-Al…, ¿duermes conmigo esta noche?

-No se…, tengo que probar las pastillas que me ha dado la tía pero si veo algún problema iré a tu habitación.

Aunque hay una serie en la TV que a María le gusta se la ve cansada y abre muchas veces la boca, una de las veces la miro como si la investigara la dentadura y se ríe.

-Si…, si. Me voy a la cama.

-Yo también.

Me da un beso en el pasillo y nos metemos en nuestra habitación, la cama se me hace extraña, tan grande, tan nuevo todo, me decido, voy al baño y con un vaso de agua tomo la pastilla, apago la luz y me dirijo a la habitación de María, ya está metida en la cama.

-Hazme sitio que hoy dormimos juntos. –me tiro en plancha en la cama rebotando y cayendo encima de María que ríe encantada, le hago unas cosquillas como cuando era pequeña y ella se abraza a mí.

-Gracias Ál, me daba un poco de miedo la primera noche, nosotros aquí solos, estaba ya un poco nerviosa, si tu no hubieras venido habría ido yo y………

No me enteré de más hasta que la luz entraba a raudales por el enorme ventanal, no habíamos cerrado las cortinas, miré el reloj que María tenía en una mesita, las ocho y media, miré a María que dormía como un bebé con su brazo por encima de mí, lo aparté con suavidad y de la misma forma abandoné su habitación.

La ducha fue gloriosa, el plato de ducha me recordó los del colegio, me vestí, tuve que elegir y fisgar un poco por los armarios, para la misa de los domingos hay que ponerse guapos y coloqué un CD en el reproductor.

Estaba sentado con la mente en blanco en una butaca y envolviéndome en la música, oía una risa lejana, a veces dos, juveniles o de mujer además de golpes como si alguien estuviera botando una pelota, mi primera impresión fue de molestia aunque podía haberme puesto los auriculares y solucionado el problema pero, ¡ahh!…, esa curiosidad…, me impulsó a salir a la terraza en búsqueda de la causa del ruido, tuve que acercarme al ancho pretil, que llegaba hasta un poco más arriba de mi estómago, para que mi vista viera la causa.

Nunca había tenido esa perspectiva y me cogió un poco de sorpresa lo que encontré detrás del alto muro de piedra, esa fachada lateral de la casa daba al camino asfaltado de acceso a la parte posterior, unos metros más allá se levanta un muro que separa las dos propiedades y continua después por la fachada que da al Paseo, detrás del muro y a unos 60 metros hay una piscina, no muy grande, que parte de ella está embebida en una construcción -después sabría que fue vivienda de los porteros- y una pista de tenis, en está jugaban dos personas, un chiquillo o chiquilla ya que no distinguía bien y su oponente una mujer joven rubia y esbelta, el niño o niña, también de pelo rubio hasta los hombros y ensortijado como una escarola, resultaba muy espigado.

 Deslizo mis ojos por el entorno. Hay una gran pradera después de la pista de tenis, esta asciende suavemente con una ligerísima cuesta, a medio camino hay dos gigantescos sauces que barren con sus ramas el suelo, bordeándolos sube el camino de acceso a la casa que prácticamente no se ve, oculta por altísimos pinos piñoneros y eucaliptus también muy altos de los que me llega su tenue olor.

Mi mirada vuelve a quedar fija en los jugadores que se pasan rítmicamente la pelota y sin pensarlo me subo al pretil para sentarme en él con las piernas colgando fuera de la fachada, no hay más que unos seis metros de altura hasta el suelo y la anchura del pretil me da plena confianza, el infante protesta cuando pierde la pelota, no dejo de admirar las poses y maneras que adopta, cuando esto sucede pone su mano izquierda en su cadera mientras con la derecha, que empuña la raqueta, señala como si estuviera manteniendo un ejercicio de esgrima con florete, bueno más que un ejercicio un duelo. 

Me hacía sonreír divertido hasta que, en un momento dado, solté una ligera carcajada. El infante volvió la cabeza al igual que su oponente mirando en mi dirección, la chica no debe verme y el infante señala hacía mi con su raqueta con la misma pose, más exagerada si cabe, que aumentó mi risa, debo de contagiarlos porque acaban riendo también, los saludo con la mano y bajo del pretil no debo distraerlos de su juego.

Desayunamos María y yo y al cabo de un rato aparecieron nuestros papás, en esto eran menos estirados y a veces no les importaba que el desayuno se celebrara en el comedor de la cocina con Águeda trasteando, la querían mucho y confiaban en ella, no en vano sus hijos a veces quedaban bajo su custodia.

Preparados nos encaminamos a lo que sería nuestra nueva parroquia. A unos trescientos metros de casa yendo por el Paseo hay un convento de monjas, su capilla, va a ser el lugar de nuestro cumplimiento dominical, es pequeña e íntima, unas veinte monjitas ocupan los primeros bancos, nos colocamos como a la mitad de la capillita, estamos sentados en espera de la aparición del sacerdote y de repente un chiquillo, el niño de pelo de escarola, me empuja contra María hasta conseguir sentarse a mi lado, le sonrió y me aprieto más contra María.

-Antes te he visto…, tú eres nuevo…, ¿nos espiabas? –el niño lo da todo por supuesto y logra que me ría poniendo mi mano en la boca para sofocar la risa, me divierte y jolín pone cara de mala leche.

Coloco mi dedo índice en los labios reclamándole que no hable y le hago señas de que mire a papá, seguro que no le gusta nada que estemos hablando, antes de que salga el sacerdote alguien que avanza por el pasillo toca ligeramente mi hombro, cuando levanto la vista me encuentro con Amadeo, avanza unos bancos más, detrás de él va una señora muy mayor sostenida en un bastón ayudada por un señor uniformado que supongo será algo como su chófer, Amadeo toma asiento y la señora a su lado, el señor se retira hacia la salida.

De la ceremonia diré solamente que los cánticos entonados por las monjitas me parecieron coros de ángeles, en mi anterior iglesia no cantaban así de bonito, cuando salimos el niño del pelo caracol no se aparta de mí y en un momento tenía a Amadeo también a mi lado.

-Hola Ál…, ahora nos encontramos en todas partes.

-Yo me alegro muchísimo de encontrarte pero como tu casa cae más cercana de la otra iglesia más grande pensaba que ibais allí.

Amadeo me señala a la señora mayor que vuelve a estar ayudada por el mismo señor y que nos observa con cara un poco seria.

-A mi abuela le gusta venir aquí, dice que es más familiar.

El niño del pelo caracol parece conocer a Amadeo y tira repetidamente de su manga.

-¡Aahh!…, perdona..., Ál este es Pablo…, Pablo este es mi amigo Álvaro y su hermana María.

Alargo mi mano hacía él, Pablo la estrecha sonriendo, María toma la iniciativa y estampa un beso en las mejillas de Pablo, a éste parece  gustarle y fija su atención en María, diría que Pablo puede ser uno o dos años mayor que ella, como unos trece años, luego busca y encuentra a la chica rubia que trae casi a rastras.

-Mamá este es el chico que nos espiaba, se llama Álvaro y su hermana María. –su mamá ríe cantarina y viene a danos un beso-.

-No hagas caso a Pablo, son ocurrencias suyas, ¿os habéis mudado ahora verdad? –su voz suena rara y yo diría que es francesa.

Papá y mamá se han acercado y hacemos las presentaciones, Pablo ha gustado a papá, además de darle la mano ha revuelto sus cabellos enredando sus dedos en los rizos, los mayores han hecho un grupo y nosotros el nuestro, miro a la abuela de Amadeo que nos observa impaciente.

-Amadeo…, me parece que tu abuela se impacienta.

-Voy a pedirle permiso para enseñaros los alrededores, ahora vuelvo.

Creo que hubiera sido mejor que nos presentara a su abuela pero ha tomado otra decisión, los observo hablar y por fin la anciana sujetada por su ayudante se encamina a uno de los pocos vehículos que hay en el jardín, Amadeo viene a nuestro encuentro y nos acercamos al grupo que forman mis padres y la mamá de Pablo.

-Papá, ¿podemos ir un rato a pasear con Amadeo? -papá mira a la mamá de Pablo  y los dos asienten-.

Después de diez minutos llegamos a la zona donde hay algunas tiendas, cafeterías y más bullicio, María camina delante con Pablo y detrás Amadeo y yo, le saludan algunos chicos y chicas que me miran curiosos, también yo conozco a alguno del colegio, se ve que Amadeo es algo popular pero no me encaja con la tristeza que detecto se refleja en su cara, en un momento dado paso mi brazo por su hombro y aprieto un poco mi mano, algo le pasa y yo no voy a preguntar, aún no tengo tanta confianza, nos ha invitado a unos chuches que guardo curioso, nunca he probado esas cosas y no sé ni si me gustarán, a la vuelta dejamos a Amadeo enfrente de su casa y seguimos el camino, cuando llegamos a la entrada del jardín de Pablo se nos queda mirando.

-Bueno me has parecido buena gente y creo que te voy a perdonar el espionaje. -está renuente a dejarnos, creo que se debe aburrir él solo en su casa pero no hay otro remedio y marcha mirando de vez en cuando hacía atrás mientras sube la suave ladera hasta que la puerta se cierra-.

 Comemos con papá y mamá, luego se tienen que preparar para ir al aeropuerto, nos recomiendan que nos portemos bien y que estudiemos mucho, dos horas más tarde se despedirán con un beso, tienen que coger su vuelo.

He preparado la mochila, también ordenado cosas así  como María, luego Águeda llama por el teléfono interior, hay un chico que nos busca y los de seguridad no lo dejan pasar, me asomo a la terraza por la fachada trasera, con los señores de seguridad está Pablo que grita pidiendo que bajemos a jugar un rato en su jardín, María también ha salido a la terraza y está de acuerdo, después de pedir permiso a Águeda bajamos, los de seguridad retienen a Pablo pero ya lo tienen identificado para posteriores visitas, no saben ellos cuanto lo verán por aquí.

Pablo es un chico hiperactivo, y no se cansa de jugar, creo que le hemos caído como un regalo de Reyes Magos, al final hemos recorrido todo el parque jugando a perseguirnos hasta que su mamá ha salido al porche y le ha llamado, nos invita a entrar pero declinamos la invitación, Águeda estará esperando y mañana hay que madrugar.

-Hasta mañana Pablo, nos veremos en la parada. –se despide de María, sabemos que su autobús lo recoge en el mismo lugar.

Cenamos y nos preparamos para subir a nuestro nido en las alturas,  cuando estoy en la cama pienso en la cara de súplica de María, va a necesitar que unos días duerma con ella o ella conmigo hasta que se familiarice con la casa, deseo masturbarme, tengo unas ganas locas y la polla está con una tensión terrible, me vienen a la cabeza imágenes voluptuosas de Carlos y Raúl, dura lucha pero al fin vence la obligación, tomo mi pastilla y con mi despertador en la mano encamino mis pasos a la habitación de María, no quiero que note mi estado y le doy la espalda en la cama, ella me abraza pegándose como una lapa mientras susurra.

-Gracias Ál…, gracias hermanito.

Mi despertar es brusco y abro los ojos sin saber donde me encuentro, María también ha dado un pequeño saltito asustada, bajo de la cama y me encamino a mi habitación dejando allí mi despertador sonando sin parar hasta que María pulsa el botón oportuno.

Un rápido desayuno, Águeda sabe de las urgencias mañaneras, vamos por la acera y le cojo su mochila a María, ahora no pesan, van casi vacías y cuando vuelvo la cabeza veo a un señor de los del coche que nos sigue a prudente distancia, la parada es una algarabía, cuento unos seis o siete uniformes diferentes y entre todo aquel personal distingo a Amadeo y Pablo con otros chicos que llevan el mismo uniforme, vamos donde ellos para saludarles, el primer autobús en llegar es el de María llevo su mochila para entregársela cuando ha subido los escalones y me envía un beso con la mano, sus compañeras la miran y luego desvían la mirada para ver quién es el destinatario, imagino sus sospechas, cuando llega el de Amadeo y Pablo cojo del suelo la mochila de Pablo para ayudarle.

-Oye que yo no soy una niña. –dice ofendido y queriendo afirmar su masculinidad con su mano izquierda en su cadera haciéndome reír.

-Ya lo sé Pablo es solo para ayudarte. –me lo permite y se despiden con la mano.

Siguen llegando autobuses, cuando llega el del liceo francés fijo mi mirada en un chaval que habla con ellos pero que lleva mi mismo uniforme, cuando llegamos a la parada ya había llamado mi atención, el autobús parte y se aproxima a la marquesina, apoya su espalda en ella, luego displicentemente coloca la suela de su zapato en el cristal que hace de pared flexionando la pierna, me desplazo hasta el grupo de chavales de mi colegio pero no puedo aparar la mirada del extraño chico.

Irradia una fuerza magnética que atrae mi mirada, es moreno y más o menos de mi estatura, su pelo llega casi a los hombros y lo tiene como enredado pero se le ve brillante de haberlo lavado hace poco tiempo, sus cejas son pobladas y algo gruesas, la nariz recta y fina, un poco alargada haciendo juego con la cara, la boca ahora está con una mueca despectiva que se la afea, su frente es amplia y consigue que se le vea a pesar del pelo largo, el cuerpo disimulado por el uniforme se intuye delgado pero fuerte, lleva la corbata fuera de su sitio y las mangas de la chaqueta algo subidas, la mochila cuelga de uno de sus hombros que se le ven muy anchos porque la chaqueta le juega en la cintura y caderas, pero su pose, parece indiferente a todo y a todos, nos mira con un cierto aire chulesco cerrando sus ojos hasta parecer dos rendijas de las que se diría salen chispas.

No me asusto pero me impresiona, su postura parece un poco forzada. Llega el autobús y mis pensamientos toman otros derroteros, en el colegio, a la entrada del hall de distribución de nuestro pabellón esperan todos mis amigos con Carlos y Raúl, conocemos el pabellón que nos corresponde porque todos esos pormenores nos lo comunican por carta, cuando me estoy saludando con todos pasa a mi lado el nuevo chaval de la parada y algunos lo seguimos con la mirada.

En clase tengo sentado delante de mí a Carlos, si tiene que pasarme algún mensaje o nota es más fácil, al lado de Carlos se ha colocado el nuevo, bueno veo que hay dos o tres nuevos, Raúl está unos pupitres más adelante con otros amigos y a mi lado simplemente un conocido, hoy es el día de presentaciones, de recogida de libros, de conformar equipos en deporte y poca clase lectiva, el primer profesor, en este caso el de ingles nos da la bienvenida y pide a los nuevos que se presenten, etc., cuando llega el turno del que nos interesa se pone de pié.

-Mi nombre es Gonzalo……….., vengo del liceo francés, y tengo mi matrícula este año aquí. –su voz resulta muy varonil con inflexiones sonoras en las erres, será por el francés digo yo.

Cuando han hecho su presentación el profesor pasa lista de los que estamos de otros años poniéndonos de pie con nuestra confirmación de presencia.

Álvaro……., me pongo de pie.

-Si…

Cuando Gonzalo escucha mi apellido vuelve la cabeza para fijar su mirada en mi fijamente unos segundos, llama mi atención porque durante toda la lista ha permanecido como si nada ni nadie le importara, la presentación finaliza y los actos se va sucediendo, tenemos un descanso en el que todo el mundo habla con todo el mundo, durante el segundo descanso Carlos dice que quiere comprar una piruleta y que le acompañamos a la cafetería, estamos de acuerdo y allí nos trasladamos todos, Carlos compra varias que reparte y me entrega una, sabe que  no la voy a comer pero ha decidido usarme de armario ambulante, yo pido un botellín de agua que voy tomando mientras charlamos.

Han pasado diez minutos y vamos a emprender el camino de vuelta a nuestra aula cuando me entran ganas de orinar, claro con el botellín que me he bebido, en los lavabos de la cafetería hay urinarios de esos altos y ocupo uno de ellos, saco la polla y siento el gusto de vaciar mi vejiga que casi me duele, de la satisfacción de vaciarla cierro mis ojos y de repente oigo un poderoso chorro de orina que se estrella en el urinario adyacente, abro mis ojos y miro disimuladamente a mi izquierda curioso del volumen de la intensa meada que alguien está descargando, una mano sostiene una verga de piel oscura casi con reflejos metálicos.

¡Jolín!…, no es normal encontrarse con un aparato semejante, en estado de reposo podría ser una verga de doce o catorce centímetros, debía tenerla totalmente sacada  por la bragueta porque asomaba un puñado de vellos negros pegados al pantalón o era una polla que tenía mucho vello en su cilindro, yo seguía allí, como un tonto, escrutando el espectáculo que se me brindaba, la verga es bastante gruesa y más afinada en la punta, el chorro no salía del agujero del glande sino del pellejo que lo cubre completamente, una vena gruesa discurre a lo largo de toda su longitud y a veces se ramifica con venas más pequeñas que rodeaban el cilindro algo aplastado, estoy atónico contemplando el potente chorro que parece no va a terminar nunca, cuando al fin termina, la mano sacude la verga para que caigan las gotas que cuelgan del pellejo del que ahora si asoma la puntita muy roja y brillante del glande, finalmente la introduce en su refugio, intrigado levanto la vista para encontrarme a Gonzalo, me mira con una suave sonrisa en su cara que la dulcifica, se encamina al lavabo y después de lavarse las manos.

-Ya es hora de volver a clase….., hubo un silencio prolongado hasta que continuó hablando pronunciando suavemente mi nombre…., Álvaro.

Seguía como alelado de la impresión y muerto de vergüenza de que me hubiera sorprendido mirándole con tanto detenimiento la polla, luego me di cuenta de que la mía estaba totalmente tiesa, se me había cortado la meada y no podía seguir, me costó un triunfo conseguir meterla dentro del slip para salir al encuentro de mis amigos.

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