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Buenas acciones

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Tengo 28 años, soltera. Soy bastante alta y tengo un buen culo y unas buenas tetas que ponen cachondos a todos los tíos con los que me cruzo. Según mis amiga/os soy bastante atractiva.

Aquellas Navidades fui de compras a un centro comercial muy concurrido y me tropecé con una chica que era un auténtico bombón. Delgada, morena y con unos enormes e intrigantes ojos oscuros. Tenía pecas en las mejillas y deduje que debajo de sus gruesas ropas de invierno se escondía una figura tan delicada como una copa de cristal.

Nuestros ojos se encontraron y me hizo un guiño antes de desviar su interés hacia un escaparate muy bien decorado. Mientras se pasaba las bolsas de una mano a otra, se le cayó la cartera del bolso.

Era evidente que no se había dado cuenta, porque siguió caminando bastante deprisa. Corrí tras ella y conseguí no perderla de vista a pesar de la multitud que llenaba el centro comercial.

La alcancé justo cuando llegaba a la salida.

- Perdona, se te ha caído esto- dije, mostrándole la cartera.

Me miró con sorpresa y alivio al mismo tiempo. Volvió a meterla en el bolso sin mirar si le faltaba algo.

- Se te cayó al salir de la tienda- continué.

Me sonrió y contestó: - Gracias, has sido muy amable. Acabo de dejar a mi marido comprando…-

El corazón me dio un brinco. Estaba casada!!! Bueno, así es la vida, pensé mientras me disponía a continuar mi paseo solitario. Pero me cogió de una manga.

- Espera!- dijo – Creo que tu gesto merece una recompensa, ¿no te parece?- Me guiñó un ojo mientras me hablaba. Yo estaba dispuesta a aceptar lo que fuera.

- ¿Cómo, por ejemplo?- pregunté, tratando de apartar de mi mente a su marido.

- ¿Tomando una copa en mi casa? - fue su sorprendente respuesta.

- No bebo - le respondí sonriente.

- Bien hecho – añadió – En ese caso, supongo que ya se me ocurrirá alguna otra cosa que ofrecerte- y me indicó que la siguiera hasta su coche.

No tardamos ni cinco minutos en llegar a su casa. Una vez allí nos sentamos y empezamos a hablar de cosas intrascendentes. Luego, se echó hacia atrás y se estiró.

- Algunas veces me quedo rígida- comentó moviendo la cabeza de un lado a otro- Necesitaría un masajeador de goma- Se quitó los zapatos de una patada y se tumbó en el sofá.

Me senté junto a ella y le di unos masajes en el cuello. Tenía la piel suave y llevaba un perfume que me ponía el vello de punta. Tenues gemidos acompañaban los movimientos de mis manos por su espalda. Se la froté con los nudillos y cuando alcancé sus gelatinosas nalgas dio un brinco. Abrí la boca para disculparme, pero antes de que pudiera emitir un sonido se quitó la blusa. Luego se desabrochó la falda y la dejó caer al suelo.

Yo me había quedado sin habla, lo cual no pareció causarle ningún efecto. Se inclinó para besarme metiéndome toda la lengua en la boca. La atraje hacia mí y la besé con frenesí. Yo ya estaba poniéndome a mil y notaba cómo me palpitaba todo por debajo de las braguitas. Me subía un calor por el pecho y la espalda difícilmente descriptible. Cuando se dio cuenta de lo cachonda que me estaba poniendo fue bajando la mano rozándome las tetas muy suavemente, rozándolas nada más. Después el vientre hasta alcanzar mi entrepierna.

Con una sonrisa de lo más provocativa, me desabrochó la falda y me la bajó hasta los tobillos. Mis bragas estaban mojadas. Metió la mano dentro y me tocó el coño suavemente. Lo frotaba de adelante a atrás de una forma experta que me hizo estremecerme. Después se llevó los dedos a la boca.

- Mmmmmmmmmmmmmmmm…- murmuró – Delicioso…

Metió la cabeza entre mis piernas y empezó a dar pequeñas lametadas. Temblé de gusto. A ella le encantó mi reacción porque también ronroneó y chupó con más fuerza. Sentir su lengua ahí abajo me estaba volviendo loca!! Qué suavidad, qué ternura!! Qué diferente era… Noté una mayor presión en el coño. Allí estaba ella jugando con un consolador que no tenía ni idea de donde lo había sacado. Rodeó mi coño con la polla aquella y la fue metiendo poco a poco. Yo me agaché un poco porque no aguantaba más. Necesitaba que me la metiera ya! Lejos de asustarse, empezó a follarme a un ritmo frenético. Yo estaba que no cabía en mí de gozo. Gemía son parar. Ella también. Con la boca me estimulaba el clítoris. Yo ya estaba a punto. Mientras me follaba literalmente con el consolador y su boca, con la otra mano me sobaba las tetas. Yo ya tenía la necesidad imperiosa de correrme, pero cuando notó que podía estallar de un momento a otro se apartó.

Mi palpitante rajita chorreaba de gusto. Ella se levantó, se quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Sus mojadas braguitas siguieron el mismo camino. Se tiró en el sofá boca arriba y con las piernas abiertas y se insertó el pepino de goma y me lo puso en mis manos. No tuve ninguna dificultad en metérselo ya que los fluidos del placer manaban como el agua de un manantial y llenaban el ambiente de deliciosos aromas femeninos.

Aproveché para sobarle y chuparle sus jugosas tetas mientras la seguía follando con el consolador. Tenía el coño ardiendo. Metía y sacaba la verga y su respiración era cada vez más acelerada. Sus movimientos de cadera se hacías más fuertes. AL cabo de unos instantes empezó a moverse de forma descontrolada, como un jinete en plena carrera y se metió el rabo hasta el fondo de la raja. El cuerpo se le tensó, soltó una especie de ronroneo y un espasmo acompañó su primer orgasmo. Echó una bocanada de aire y cayó hacia atrás desfallecida como un globo deshinchado.

Tras tomarse un leve respiro me cogió de la cintura y me puso encima de ella.

- Fóllame más- me suplicó.

Estaba encantada de darle ese gusto. –Ningún problema cielo. Una de nabo duro marchando- dije mientras le enseñaba el pedazo consolador, siempre a punto.

Conduje la polla hacia su agujero. Yo embestía como una loca y su cuerpo seguía mi ritmo.- Más fuerteeeee ¡!! – me ordenaba y yo obedecía. En lo más profundo de mí ser empezaba a notar esa sensación que provocaba el inicio del orgasmo. Me llevé la otra mano al coño y empecé a tocarme como si me fuera la vida en ello. En el momento en que iba a correrme me puse a horcajadas sobre su pecho y dirigí mi coño hacia su boca – ¡Cómemelo cielo, estoy a punto de correrme!- Abrió la boca y me succionó con gana. ¡¡¡Dios mío que placer me estaba dando aquella mujer!!! Acabé de correrme en dos minutos con el coño metido en su boca. Sonriendo, siguió chupando hasta dejármelo limpio.

Tras recuperar el aliento, me ayudó a vestirme. Yo estaba convencida de que ahí terminaba nuestro encuentro, pero me equivocaba.

- Necesito que me hagas un último favor- dijo tumbándose y abriéndose de piernas. Con la mano izquierda fue dirigiendo mi cabeza hacia su pubis. Chupé su jugoso chumino y le castigué el clítoris con la lengua. Tenía un sabor muy apetitoso. La comía con placer y ella no dejaba de gemir y jadear como una perra. Decía cosas que no entendía con una pasión desenfrenada. Arqueaba la espalda y yo seguí succionando y chupando con todas mis ganas. Me encantaba comerle el coño. Los muslos se le tensaron y me atrapó la cabeza entre ellos. Seguí comiéndola dispuesta a que disfrutara el orgasmo más explosivo de su existencia. – ¡¡Cielo, me estoy corriendo!!- El cuerpo se le quedó como congelado. Los segundos se hicieron minutos y por fin liberó mi cabeza. Estaba completamente relajada.

- Gracias, mi marido no sabe comerme el coño como a mi me gusta- murmuró.

- Ha sido un verdadero placer- contesté.

Me levanté. Me subí la falda para marcharme. Anotó su número de teléfono en un papel y me dijo:

- Mi marido no está nunca por la mañana. Tal vez algún día de estos puedas pasarte por aquí.

La besé por última vez –Ha sido maravilloso- dije Y luego me marché. Me alegro de que las buenas acciones se vean recompensadas.

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