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09.1 Recibiendo a Nicolás

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Empezamos la jornada de un día lluvioso desayunando y saliendo a la calle contentos, tenemos que ir a la oficinas de correos para recoger un certificado que me envía Maira, imagino que será una felicitación. Después iremos de compras, a mi padre le dejaremos en casa, me han comunicado que me envían de la empresa un sobre abultado, para que lo reciba si llega el cartero.

La carta certificada de Maira ha resultado ser un sobre sorpresa que no deberé abrir hasta el día siete, mi cumple, es tremenda y sorpresiva, mi más cariñosa amiga. Todo el resto de la mañana ha sido empleado para hacer compras, pantalones vaqueros de verano e invierno, zapatos, camisas, toda ropa informal.

Hemos quedado con mi padre para comer en un restaurante cercano de casa, quieren que vea a un chico que es el vivo retrato de un amigo que he tenido desde niño, aunque me lleva tres años. Es el camarero que nos sirve la comida, mi amigo de 190 es guapo pero este lo es más aún, no está tan delgado y luce otro aspecto. No me han llevado para que lo conquiste, solamente para que vea la semejanza.

A la tarde seguimos de compras, también mi madre aprovecha para dejarme solo en las tiendas y comprarse ella sus caprichos.

Recibo una comunicación de la empresa, ya han fijado el día en que debo presentarme en la fábrica, será el día 8 de Septiembre, deberé ir unos días antes.

Mis padres me han sorprendido, no habrá viaje de vacaciones a Mallorca como Nico y yo habíamos proyectado. Me regalan una estancia para dos personas del día 8 al 15 de Agosto en Menorca, viajes incluidos. Tengo que aceptarlo está todo reservado.

Envío un mensaje de auxilio a Nico: Por favor ven pronto, mis padres me van a volver loco.

Respuesta: Sin problemas, el día 6 estaré contigo y podré protegerte, ya me ha puesto alegre y contento.

Ha resultado un día muy intenso y muy corto.

                   OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Había decidido que el día de hoy lo iba a dedicar a trabajar en casa, ha llegado el sobre de la empresa y es un montón de material que debo rellenar, cumplimentar más bien, y devolvérselo.

A media mañana, después de desayunar y asearme, me recluyo en la sala de estudio y unos momentos después entra mi madre.

- Daniel, vístete que vamos al distribuidor de Opel, hay que realizar ya las gestiones y comprarte un coche.   -el corazón me ha dado un salto, sabía que lo debía de hacer pero no lo esperaba tan pronto.

Lo habíamos hablado en otras ocasiones, desde Lille a la fábrica debería desplazarme en automóvil. Por primera vez voy a ser propietario de algo que puedo pagarme, pero no será así. Lo van a pagar ellos, íntegramente, hasta el seguro de accidentes. Lo tendré para después de vacaciones, a la vuelta de ellas.

Se nos ha pasado la mañana, hemos comido en casa, he trabajado para ir rematando pequeños detalles pendientes con U.K., a la tarde salimos a comprar la maleta que me han destrozado los de la agencia de transportes.

Mi amigo me infunde ánimos, parece que va recuperando sus fuerzas y va mejor, él es el enfermo y es más valiente que yo.

El calor es sofocante y a la tarde, con mi iPod en funcionamiento, y escuchando Adele 21, voy caminando por el paseo del muelle, llego hasta la playa, me quito los zapatos y los llevo en la mano, siento el frescor del agua que me baña. La arena se desliza suave bajo mis pies movida por las ligeras olas. Hay poca gente a esta hora, es un poco tarde, después de dar dos vueltas por la orilla del agua tomo asiento en el pretil que separa el arenal del paseo, para que se me sequen los pies y poderme calzar los zapatos.

Mientras tanto observo el ascensor que sube la ladera del acantilado hasta la parte alta. Es un elemento extraño, como una nave espacial de acero inoxidable y cristal, contrastando con los verdes del follaje.

Vuelvo por el paseo interior, el de los tilos gigantes, paso delante de la casa de María, con el palacete escondido al lado, y llego hasta el Puente Colgante de Bizkaia. Estoy tentado de ir a la zona de bares de jóvenes para ver si encuentro a alguien.

Me llevo la gran sorpresa, he salido de casa con el iPod y el móvil, sin un euro en el bolsillo y sin las llaves de casa.

                   OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Los nervios me pueden, siento una enorme ansiedad que me angustia, y con los nervios que tengo no puedo desayunar.

Si la eternidad fuera mensurable, sería igual a los 20 minutos que tardo en recorrer los kilómetros que separan mi casa del aeropuerto, parece que no voy a llegar nunca.

Cuando veo en la distancia el perfil del aeropuerto, que simula una paloma blanca, diseño de Calatrava, comienzo a calmarme. Reduzco la velocidad, no entiendo mis prisas,  si al final deberé esperar hasta que llegue su vuelo.

Como tengo tiempo de sobra, después de dejar el coche en el parking, subo a la última planta de salidas, para comprar un periódico y pasar el rato mientras observo el ir y venir de los pasajeros que marchan, casi todos van para pasar sus vacaciones y hay muchas despedidas de amigos y familiares.

Las pantallas señalan que su vuelo ha tomado tierra, bajo a los miradores de la plana primera, la cinta donde debe recoger su equipaje es la número 3 y delante de ella, como a cuatro metros de altura, me posiciono para verle llegar.

Están todos los pasajeros alrededor de la cinta y no veo a Nico, suena mi móvil.

- Daniel, mira a tu izquierda, hacia el fondo.  –es Nico, me ha visto él a mi antes de que yo le localice, me saluda con la mano y pone una expresión en su cara como si estuviera asombrado. Suelto una risita nerviosa. Se está burlando de mí por no haberle visto antes.

Cuando recoge su maleta bajo a recepción, aparece por la puerta de los últimos y me tiemblan las piernas, voy hacia él para abrazarme a su cuello  y besarle hasta que no me queda aliento.  Cuando nos separamos me pongo rojo, hay gente mirándonos con sorpresa. Le dirijo para llevarle hasta el parking, realizo el pago y en la primera planta llegamos hasta el coche. Vuelvo a abrazarme a él uniendo nuestras bocas, nuestros cuerpos, me separa y mira mi vestimenta, me obliga a que me dé una vuelta completa. Creo que no le gusta la ropa que llevo puesta.

-¿De cuándo es esta ropa que llevas?  -pienso que debía haberme puesto más elegante para entonar con él.

-Estuvimos haciendo limpieza y tuve el capricho de guardar algunas ropas de hace seis o siete años. ¿No te gusto?  -me lleva hacía él y me abraza, caemos apoyándonos en la carrocería del coche, lo cierto es que voy, quizá, un poco provocativo, mete su mano en la rotura que tiene el pantalón en el culo y lo desgarra más aún.

-No es que no me gustes, me encantas, parece que has vuelto a tu edad de crío.

Llevo unos  pantalones deshilachados, rotos por todas partes, un bolsillo colgando.

-Pero es que vas provocando.  -la camisa suelta y en chanclas.

-Me costó reconocerte cuando te vi en el mirador y con el pelo revuelto. No eres tú, te han cambiado.

-Pues dime que te agrado como voy, lo he hecho por ti, para que vieras como era mi apariencia antes.

-¿Y esto pegaba con tus elegantes amigos?

-Pues no, no pegaba en absoluto, solamente Al usaba ropa un poco parecido a mí y Carlos, pero no tanto como yo.

-Me gusta como vistes, así estás muy incitante y para comerte, yo no tengo ropa así, vamos a llamar la atención por el contraste.

-Nicolás, estamos de vacaciones, en Menorca no nos conocerá nadie, podré ir como quiera vestir, por lo menos para ir a la playa, ¿me darás permiso? -atraigo su cabeza y le beso largamente con mimos.

-Tienes mi permiso, pero lo ibas a hacer sin él, no se para que me lo pides.

-Por qué es más bonito así, sabiendo que es de tu agrado.

-Puede ser que te miren mucho y se me despierten los celos.

-No lo creo, tú no eres celoso. Te juro que cuando finalicen las vacaciones tiro toda la ropa que he guardado o la vuelvo a reservar para otro año, hemos desechado cantidad de bolsas, bueno mi madre las ha llevado a los conteiner que hay en la parroquia.

Le ofrezco para llevar, si lo desea, el coche; él lo rechaza. Igual que hacía en Leeds, toma asiento cruzando sus piernas y girado hacia mí. Juega con su mano en mi rodilla, metiendo sus dedos por la rotura que tiene.

-No sé si me voy a poder contener, esto que estás haciendo no está bien.  –lo dice estirando los bordes sin llegar a romperlo más.

-Si continúas así tendré que tirar los pantalones, estas agrandando el agujero, estate quieto por favor.

Deja de mirarme y recobra la postura normal, va mirando el verde paisaje.

-Es muy bonita tu tierra, tanto verde, siempre que venía a la casa de tu amiga me encantaba.

-Esta tarde te llevaré a la costa, te va a deleitar, iremos nada más de comer, no tienes que vaciar tu maleta, nos marchamos el viernes, no merece la pena sacar tus cosas.  –su mano vuelve a mi rodilla y me está poniendo a mil.

Cuando llegamos aparco el coche en la calle, total lo vamos a coger dentro de unas horas y no quiero quedarme a solas con Nico, no sé lo que podría suceder.

En el ascensor se pone a sudar, hace calor pero suda por los nervios, le doy un beso en los labios y acaricio su mejilla.

-Es solo el primer minuto, cálmate.  –me dice que si con la cabeza, no puede ni hablar, ni que fuera a pedir mi mano, si solo es un amigo, claro un amigo con el que me voy a la cama, pero es así como lo debe ver.

¡Joper! Mi padre permanece quieto, sin saber qué hacer, mamá retorciéndose las manos nerviosa, y Nico mirándoles a ellos, luego a mí. Empujo suavemente a Nico para que se decida a saludar y lo hacen los dos a la vez. Mi madre y Nico se dan la mano, mi madre se lo piensa y le abraza, ella con un metro sesenta y cinco parece una niña a su lado, niña con el pelo blanco.

Ya está roto el hielo, mi padre le da la mano y con la izquierda estrecha su brazo y luego llegan todas las palabras de rigor, muy educados los tres.

Debo rescatar a Nico, retirarle de allí para que se tranquilice y mamá creo que piensa lo mismo.

-Igual tu amigo viene cansado y querrá cambiarse de ropa.

-Mamá, se llama Nicolás.  –también ella está nerviosa, no se recibe todos los días en tu casa al…, no sé qué de tu hijo.

-Vale, Nicolás, ¿estás cansado?

-Yo creo que si mamá, voy a enseñarle la habitación.  –le pregunta a él y la respondo yo.

-Voy a poner la mesa si tu padre me ayuda y os llamo cuando esté la comida.

Le llevo a mi habitación, se queda mirando el medallón que ocupa toda la pared frontal, es un regalo que les hizo el decorador cuando cambiaron la casa. En un medallón se encuentran los cuerpos, de cintura para arriba de un chico y una chica, desnudos. Es solamente una línea de sus perfiles, de colores dorados en relieve con no se qué tipo de pintura.

Bueno, tienes tres opciones, puedes dormir aquí conmigo,  -le llevo a la habitación de estudio que es mi antigua habitación,  está igual a como la dejé hace tres años, con nueva decoración pero el mismo mobiliario.   -También puedes dormir aquí tú solo o te cedo mi habitación y vuelvo a vivir mis años de juventud.

-Prefiero quedarme contigo, en tu habitación, ¿les importará a tus padres?

-Por favor Nico, saben todo de la vida, son personas mayores y aunque solo sea por eso, conocen bastante del mundo y la sociedad en la que viven, si tú no te sientes violento, yo prefiero tenerte conmigo. Mi padre sabrá que no puede llevarme el zumo a la cama que es una manía que tiene.

Me abraza y me da un montón de besos. Dejamos su maleta abierta en la sala de estudios, no va a mover su ropa, cogerá la que necesite en cada momento.

-Si no te importa, me gustaría darme una ducha rápida.  -me mira y me dirige una sonrisa maligna.

-Puedes ducharte, pero tú solo, no habrá compañía esta vez.

-De acuerdo, vale. No sabía que traerles y como dijiste que le gustaban a tu madre esos chocolates ingleses rellenos, le he comprado algunos.

-Luego se los entregas ahora volvamos a mi habitación para que puedas ducharte.

Se quita la ropa en la habitación, es una tentación verle desnudo y un suplicio el no tocarle, si caigo en la tentación necesitaríamos un año para poder acariciarle todo lo que deseo, recojo su camisa, boxer y calcetines.

-Lo llevaré a la lavadora para que lo tengas limpio para mañana.  –le dejo en mi baño ahora el suyo también, y voy a la cocina.

Los dos están trabajando, papá llevando platos al comedor.

-Mamá es la ropa que se ha quitado Nico, la dejo en la lavadora.

-Hemos quedado esta tarde con tus tíos, pasaremos la tarde con ellos y a la vuelta pondré en funcionamiento la lavadora, no te preocupes.

Mamá se ha puesto un poco roja cuando me dice que van a marchar después de comer. Me acerco a ella y la abrazo por detrás, no le gusta eso cuando está trabajando.

-Ya han venido otros amigos míos a dormir a casa, no es el primero mamá.

-Sí, tienes razón, pero no es lo mismo, lo siento hijo, ya nos acostumbraremos, tú no te preocupes.

-No quiero que os sintáis violentos.

-No te preocupes, no es nada, es al principio... Es muy guapo hijo, muy guapo. Espero que ahora tengas más suerte, te la mereces.

-Olvida ya lo que pasó, yo lo he olvidado, hemos estado con ellos en Londres, en su casa.  –quizá a ella consiga engañarla, pero nunca podré perder los recuerdos. Retomo la conversación en plan jovial.

-Mamá, para ti todos los jóvenes somos guapos, siempre lo dices.

-Sí, pero él lo es de verdad.  –me siento un poco celoso.

-¿Y tu hijo no lo es? ¡Eh!  -le hago unas cosquillas, papá nos mira escandalizado.

-Tú eres el mejor tonto.

Los chocolates le hacen ilusión, Nico se ha cambiado de ropa, se ha colocado un pantalón corto y un polo rosa pálido. En el salón se queda parado mirando un cuadro, son unos monaguillos que están en la sacristía de la iglesia, haciendo travesuras, niños de diez años, uno encendiendo un cigarrillo de la llama de una vela, otro bebiendo el vino de consagrar de una vasija de barro, son deliciosos.

Una obra al oleo de José Luis Llul, la compraron hace muchos años, tendría yo los diez años que representan los monaguillos, muy parecido a ellos. Había una exposición de ese pintor en Jaca Huesca y desde allí lo trajeron.

La comida es ligera pero abundante, mamá debe pensar que nos tiene que cebar y ponernos gordos, ensalada de lechuga y tomate con maíz y remolacha, merluza a la plancha y fruta, me encanta como hace los pescados a la plancha, le ayudamos a recoger, llevar los platos a la cocina, nos envían a la habitación hasta que terminen de recoger y papá ponga el café.

Nos lavamos los dientes, entre risas sofocadas y Nico quiere meterme mano por las roturas del pantalón.

-Espera, espera un momento, se van a marchar, han quedado con mis tíos para pasar la tarde, nos va a dejar solos.

-Tienes un sol de padres, me dejan a su hijo indefenso para que me lo coma.

-Para, para, me voy a manchar de pasta.

Curiosea en las estanterías de la librería y juega con el ratón del ordenador, apagándolo y encendiéndolo para ver la luz roja del laser.

-Todos tus apuntes de la carrera, año tras año y todo tan bien puesto, ¡cómo eres Daniel!, yo no sé ni donde tengo los apuntes de lo que estudié, algún libro y nada más.

-Es una manía que tengo, pues verás en la casa de verano, allí están todos mis libros desde que comencé a escribir en papel pautado, aquello sí que son una montaña de libros. Un día me lo tirarán todo al reciclaje.

Tomamos el café con ellos y se despiden hasta la noche, les digo que usaré su coche, para llevar a Nico a la costa. Les acompañamos a la puerta y cuando se cierra, Nico se convierte en un pulpo que arranca mis pobres pantalones y no descansa hasta tenerme desnudo a su vista, yo tampoco dejo una pieza de ropa sobre su cuerpo.

-Te necesito Daniel, es que sufro lo indecible, te quiero, deseo estar unido a ti siempre.  –la ropa queda repartida por el hall,  en el pasillo hasta llegar a la habitación.

Me besa desesperado y no sabe lo que hacer primero, besarme o dejarme desnudo a su mirada. Los ojos de las figuras del medallón nos vigilan, allí estallo en risas señalándoselas, saca su lengua haciendo burla a las figura de la chica y el chico pintados en la pared, pero prefiere el cuerpo que tiene entre sus brazos.

Lame mis labios ansioso y me siento embriagado, por el olor que despide, por el sabor de su boca que me llena, por la sensación en mis manos acariciando su ancha espalda que no llego a poder abrazar entera.

-Nico, estaba esperando tanto este momento, volver a tenerte.  –me enternezco y rodeo su cintura con mis piernas desnudas abrazándole muy fuerte.

-Te amo Daniel, quiero hacerte mío. -separo su rostro de mi cuello, me besa con tal intensidad que va a dejarme marcas.

Está tremendamente excitado y si le separo de mi cuello va a mi boca que muerde lujurioso queriendo comer mis labios. Llevo mis manos a sus duras nalgas y juego con el vello de las cubre en su parte alta. Nuestros miembros viriles permanecen atrapados entre nuestros vientres, sudados y llenos de precum.

-Déjame que te la chupe un poco. –es un ruego susurrado en su oreja.

-Ahora no, tengo que metértela, si me la mamas me corro, lo siento.

A continuación separa su cara de la mía y me ofrece su mano derecha para que se la ensalive, la lleva a mi ano y comienza a acariciarlo, a prepararme para lo que viene ahora.

No distraigo mi mente porque está entretenida en los placeres que me da con su lengua, lamiendo mis tetillas y el juego que se lleva con sus dedos en la entrada de mi culo.

Es un rato de disfrute, sin dolor alguno hasta que tiene metida su mano en la separación de mi culo y varios de sus dedos acariciando mi recto muy profundo.

Es tan viril que me derrito mirándole, cuando levanta su tronco para mirarme a los ojos y puedo ver la distribución del vello que puebla su pecho, son segundos solamente, vuelve a lamer de mis tetillas y morderlas haciéndome gemir de un ligero y placentero dolor.

Intento retenerle apoyando mis manos en su pecho, para admirarle y acariciar sus poderos pectorales, quiere mandar y sujeta mi mano izquierda con la suya llevándolas por encima de mi cabeza, me mira como enfadado por distraerle de lo que me está haciendo.

Vuelve a llevar sus dedos a mi boca para que de nuevo los meje de mi saliva, saben a mí, a mi culo y me gusta mi propio sabor, tan sentido en otras ocasiones en las que era yo el que metía mis dedos en mi.

No me permite participar, pero disfruto lo que me hace y ver ese deseo en su mirada tan loco por mí que me excita un montón.

-Te la voy a meter, no puedo soportarlo más.  –tiene su verga muy dura y la siento como se frota en mi muslo.

-Soy tuyo, haz lo que quieras. –no sé si es el tono quejumbroso y ofrecido de mi voz, o mi mirada suplicante lo que le enciende y sujeta su verga llevándola a la entrada de mi culo, separo mi pierna todo lo que puedo, la otra es imposible por tenerla debajo de él hasta que se mueve y me la deja libre.

Flexiono mis rodillas para colocar las plantas de mis pies sobre la sábana, y empujo mi cuerpo para ayudarle a que me penetre. Va dirigiendo su polla y siento su glande como pasa la primera barrera de mi ano, se detiene ahí y vuele a empujar, retengo mi cuerpo para que su fuerza no lo arrastre y va entrando lentamente, tomando posesión de mí ser.

Vuelvo a sentir ese placer, esa emoción que me llena siempre que me noto lleno, cuando mi ano abraza el final de su verga y sus testículos acarician con sus vellos mis nalgas.

-Bésame y déjalo un momento parado, quiero disfrutarlo así.  –me obedece y baja su rostro para buscar mi boca, la tiene muy húmeda, es un contraste que no logro entender, siempre que le tengo en mi interior, su boca puede estar o muy seca o tremendamente encharcada en su saliva como es ahora el caso.

Me besa con pasión llenándome con su lengua y su saliva y muerde el lóbulo de mi oreja obligándome a gritar de gusto.

-Grita, me gusta cuando gritas como una gatita.  –hay pasión y lujuria en su mirada pero también mucho amor.

Se separa y apoyado en sus manos y rodillas sale y entra en mí, el vaivén mueve todo mi cuerpo, elevo mis nalgas para ir a su encuentro y a la vez muevo mis caderas sujetándome con mis manos a la sábana que romperé.

Sus movimientos van cogiendo fuerza, sacando más de la mitad de su polla y volviendo a enterrarla en mi culo, y dejo caer mi cuerpo dejándole trabajar a él, puedo usar mis manos para abrir mis rodillas más y que pueda penetrarme mejor, también para acariciar sus costillares, su cintura y disfruto las sensaciones que me llegan de mi ano, de mi recto, de mis manos, de esa sensación de sentirme pleno, lleno por completo de su hombría tan viril.

Cuando me llega el orgasmo aprieto los anillos de mi ano en un acto involuntario que no puedo evitar, hasta que el primer chorro de mi leche sale disparado con fuerza llegando hasta mi barbilla, y siento entre mis sucesivos espasmos como él me va llenando de su sabia, de su semen, temblando los dos en ese momento supremo de entrega y placer.

 Cae sobre mí y mi esperma nos une, abrazo convulso su espalda.

-Gracias Nico, has estado sublime.  –me besa sofocado sin poder hablar.

Quedamos muy sucios de mi semen y el sudor de ambos.

-Tenía unas ganas terribles, y aún las sigo teniendo, volvería a empezar.  –lo dice con tal gracia, agarrando su verga que es cierto, sigue sin bajarse, que tengo que reír.

-Es que tú eres muy macho, el mío, pero tenemos que marchar y ducharnos antes.  –le sonrío y ofrezco mis manos para que me levante de la cama, me coja en sus brazos y me lleve al baño.

En una hora le tengo situado donde yo quiero, el paisaje que ha ido viendo le ha deslumbrado, tanto es así que se ha olvidado de mi pierna. Descendemos del coche en la costa, andamos un poco para acercarnos hasta los acantilados y le señalo con mi mano la isla de San Juan de Gaztelugatxe, unida artificialmente por un istmo que es un puente hecho por la mano del hombre.

La maravillosa y pequeñísima isla se muestra en su vista más hermosa, se ven las patas que la sustentan en un extremo, como si fuera un puente romano de dos arcos, unido a la ausencia de tierra, al cielo y al mar, y su ermita que  es una nada en la cumbre.

-Es preciosa, ¿se puede subir?

-Se puede subir y son muchos escalones para llegar a la cumbre.

-Quiero ir allí si se puede.

Hace calor a pesar de la brisa del mar que nos envuelve pero con mucha humedad.

Sudorosos y cansados conquistamos el castillo, nos sentamos en la hierba que revienta de diferentes verdores. Le desgrano algunos pequeños detalles que conozco y que otras veces me había contado mi padre. Fue lugar que saqueaban los piratas, lugar de refugio para ellos, hasta el famoso Francis Drake, corsario inglés recaló aquí. Nico me mira asombrado y acaricia mi mano.

-Como me encantas Daniel, eres un prodigio, cada día me vuelves más loco, te haría el amor aquí mismo.  –me acaricia metiendo su mano por el roto de la rodilla en el pantalón –parece haberla tomado con los agujeros de mi ropa.

-¡Pues va a ser que no!, aunque es un día de trabajo, la ermita tiene muchas visitas, viene un autobús desde la ciudad y algunas veces hemos venido, desde Bakio andando, de excursión.

Vamos de vuelta para mostrarle otras cosas.

-Tenemos que volver aquí.

-¡Ah!, no, cuando vuelvas hay otra infinidad de cosas bonitas que ver.

Llegamos a casa, dejamos el coche en el garaje y subimos, mis padres no han regresado aún, dejo una nota a mi madre para que no nos esperen para cenar, comeremos algo fuera. Salimos, quiero que Nico conozca los bares de pinchos.

Me sujeto a su cintura  y le paro en medio de la calle.

-¿Tienes hambre?, ¿te apetece cenar?

-Después del paseo y del aire del mar, me comería un caballo.  –le abrazo y beso su pecho a través de su camisa.

-Esta noche vas a cenar especial, creo que te gustará.

-Si mi cena eres tú seguro que no me harto.  –a veces dice unas cosas que me emocionan, he dejado las lentillas y me he colocado mis gafas, prefiero las lentillas que no hay que limpiarlas pero me han pedido que las alterne y ahora, en este mismo momento, mis gafas de empañan. Cómo te quiero Nico, los dos meses más maravillosos de mi vida-, no se lo digo pero creo que él lo nota cuando me abraza más fuerte.

En una terraza que hay en una calle peatonal  tomamos asiento, estamos cerca de casa, sigue haciendo un calor que a mí me agrada y del que la gente se queja.

-Voy a ofrecerte una cena peculiar, ¿me dejas que elija por ti?

-Lo que tú quieras, debo fiarme, estoy en tu casa se podría decir.

-Espérame.  –voy al interior del bar, selecciono de la multitud de pinchos que tienen una docena para Nico, a mi no me apetece comer nada, una cerveza para él y una tónica con limón para mí y le encargo al camarero que lo lleve a la mesa de la terraza. Cuando llega el camarero estoy sentado con Nico.

-¿Ésta es la cena?  -mira con sorpresa el plato con la docena de pinchos.

-¿No será poca comida?  -parece desilusionado.

-Cómelo y luego pedimos más si te quedas con hambre.

Nico no sabe lo que llena eso, al final es suficiente, solo bebe una cerveza más.

Mientras comía le miraba, le devoraba con mi vista, nunca, nunca me cansaré de verle comer, podía estar mirándole todo el día como come, a veces como devora la comida.

-Deliciosos, ha sido una cena distinta.

-¿Quiere algo más? ¿Te has quedado con hambre?

-No, no, por favor, ha sido suficiente comida y una estupenda cena, pero no me has acompañado.  -si el supiera que yo comía mientras él lo hacía, que me alimentaba simplemente el verle comer a él.

-No te preocupes, no tengo apetito. Te voy a llevar a los bares donde nos reunimos, están cerca de aquí.

Entramos en un bar que solía frecuentar, encuentro a conocidos que tengo que saludar y me entretienen y Nico se queda un poco apartado, pedimos una consumición, ya va por la tercera cerveza y yo por mi segunda tónica, es mucho beber, nos despedimos después de charlar un rato y nos encaminamos hacia casa.

Cuando llegamos mis padres han regresado de su paseo, comentamos sobre mis tíos que han preguntado por mi y nos vamos a la cama, mis padres siguen en el salón.

Después de lavarnos, ya en la cama, encima de ella porque hace mucho calor, a pesar de tener la ventana abierta y entrar, a través de las cortinas, una fresca brisa que las mece y bambolea.

Estamos en silencio un rato y hablamos del viaje del viernes, de su sorpresa al saber que mis padres nos pagan las mini vacaciones de una semana, sujeta mi mano para llevarla a sus labios. Me mira suplicante.

-Podré hacerte el amor.  –me lo dice muy bajito y tomo la iniciativa comenzando a quitarme la ropa de dormir, él como siempre está desnudo, tiro mi chaqueta encima de su cara y yo voy detrás de ella, tapándole el rostro y ahogándole. Cuando la retiro.

-Me da un poco de corte, mira que si nos oyen. –me causa risa su preocupación.

-Nico, estamos muy lejos de su habitación y del salón, no nos van a oír y si oyeran algo no importa.

Es la primera vez que estreno mi cama durmiendo con un muchacho, con Nico.

Pero antes de dormir por vez primera, vuelve a hacerme el amor en ella, la segunda vez que toma posesión de mí en esta habitación, sobre este tálamo, altar donde mi cuerpo se le ofrece.

Con ternura infinita, más calmado que hace unas horas, con muchas caricias, dejándome chupar de él, mamando su verga prodigiosa fuente de placeres, dejándome lamer por él, pasando mucho tiempo besándonos hasta que le suplico que ocupe su lugar, que se hunda en mí y me lleve a la gloria seducido por sus caricias, su cuerpo y cariño sin fin.

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