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Historia en capítulos 18 De amores y temores

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Abrí los ojos y me deslumbré, entraba el sol del amanecer iluminando la habitación a través del gran ventanal. La luz tamizada por las cortinas de colores se suavizaba envolviendo el aire en la calidez de los dulces tonos pastel.

Palpé con mis manos buscando el cuerpo de Carlos, ¡Dios!, mi mano no encontraba más que la fría sábana y terminé por mirar al otro lado.

Justo hacía el que no había mirado estaba Carlos. Había llevado un sillón al lado de la cama y desde allí me contemplaba sonriente.

-Buenos días dormilón. –me fijé en que ya estaba vestido y con el pelo húmedo, supuse que también duchado.

-Me he dormido, ¿qué hora es? –mira el reloj que hay en la mesita auxiliar.

-Para ser exactos, son ya las 10 a.m., ¿has dormido bien?, anoche el sueño me venció a mi y ahora resulta que al que le gusta soñar con los angelitos es a ti.

-Hoy es Domingo, menos mal, ahora tengo que prepararme para ir a misa o me matan.

Carlos se levanta del sillón y extiende su mano para ayudarme a levantar, cuando estoy en el suelo abraza mi cuerpo y me besa en los labios.

-Jo…, estoy hecho un cerdo, no me beses. –él huele maravilloso a limpio y a lavanda.

-Tú estás rico de cualquier manera Al. -mete su mano por la cintura del pantalón de dormir y me acaricia el culo.     -Y aquí hay un panecito para desayunarme.

-Oye, ya que estás preparado, ¿por qué no bajas a desayunar?

-Porque ya he desayunado con María hace una hora y recuerda que ayer estuvimos de fiesta, aún tengo que trabajar, no sé si tú tienes algo que hacer.

-Espera a que me duche, tengo que hablarte.

-Bueno, puedes hablar mientras te duchas, o tienes miedo de que te vea desnudo y te pondrás rojo.

Ya estoy camino del baño y Carlos me sigue. Cuando pasamos por el vestidor.

-Mira Carlos, en esta estantería tengo los videos que grabaste con lo del entrenador, habrá que destruirlos un día.

-Vamos a esperar, total ahí están bien guardados y hablaremos con Raúl para saber cómo va su comportamiento,

-A ti te da pena destruirlos por la grabación que tienes de Amadeo ahí guardada. –me ha alcanzado y tira de mi pantalón dejando mis nalgas al aire, la palmada suena sonora y hasta me pica un poco.

-Es el castigo por portarte mal. –toma asiento en el inodoro mirando como el agua resbala por mi cuerpo, me ha seguido al baño pero el ruido del agua y que, además no me apetece, impiden la conversación.

No tardo mucho en estar preparado, además me ayuda a elegir mi ropa mientras peino mi cabello descuidadamente, una vez vestido y ya en la habitación vuelve a sentarse en la butaca que ha devuelto a su lugar de origen. Miro su cara para encontrar su sonrisa y el ceño circunflejo en clara invitación para que comience a hablar. Se ha sentado en una butaca de una plaza y no me parece el lugar apropiado para hablarle del tema que me interesa. Sujeto su mano y tiro de él para que se levante.

-Mejor en la cama, quiero tenerte cerca. –le llevo conmigo y nos sentamos.

-Oye…, ¿no querrás tomarte la revancha de lo de anoche porque no estoy dispuesto a que me manches mi culito con tu leche?

-Déjate de bromas ahora.   -le abrazo acariciando su breve cintura.     -Cuéntame lo tuyo y lo de Amadeo.   –sus cejas están a punto de convertirse en un ángulo agudo, tal es la sorpresa que aparenta.

-No hay nada que contar, ¿sabes tú más que yo, o algo que yo no sepa?

-¿No tienes algo para decirme? Ayer estuvisteis todo el día juntos, jolín, de algo hablaríais.

-Bien, en realidad y siendo justos, ayer estuve más junto a ti que a su lado y si, hablar, hablamos.

-Voy a tener que ser directo contigo, te escurres como una anguila. ¿QUÉ SIENTES POR AMADEO?   –la pregunta ha sido en tono ligeramente elevado y Carlos baja la cabeza, sujeto con mi mano su barbilla para que me mire.

La negrura de sus insondables ojos no me deja ver nada, ¿la oscuridad de la duda, cierto temor a hablar por si sus palabras hieren?

Acerco mi boca para besar dulcemente sus labios y me transmite el temblor de su cuerpo, mis brazos en su cintura le atraen para calmarlo.

-No pasa nada.    –ahora acaricio sus cabellos dejando resbalar mi mano por su mejilla.    -Vamos a hablar Carlos, y a ser sinceros, es lo mejor cariño.    -creo no haber empleado nunca esa palabra con él y una tenue sonrisa danza en su boca.

-¿Le quieres, mejor, le amas?    –sus pupilas rielan por el agua que las encharca y los rayos del sol mañanero, no muy fuerte ahora, se reflejan en ellas.

-Creo…, creo que sí.     -su voz se rompe, oculta su cara en mi pecho y comienza a llorar.

Poco a poco su congoja remite y se separa, eleva su cabeza, y ahora sí, enfrenta mi mirada.

-No sé como ha sucedido Al, no lo sé, pero le amo.

-Pues debes decírselo, tienes que hablar con él, creo que…, él siente lo mismo por ti.

-Si…, pero…, y tú…, lo nuestro, tú Al…, no quiero hacerte daño.

-Nos vamos a seguir queriendo igual, yo te voy a querer más, no habrá tanta cama y ya está.   –me mira interrogante y otra vez a punto de llorar.

-Vale…, no habrá nada de cama, pero no puedes evitar que te quiera y a veces me acuerde de ti y…,  también de tu hermanito.   –poso con suavidad mi mano sobre su polla y tamborileo allí con mis dedos, me abraza trémulo y vuelve a llorar, pero ahora de otra forma, como la lluvia en primavera sobre la fecundada tierra a la que tiene que ayudar.

-¿Tú crees Al, que él me ama?

-Se lo debes preguntar, yo creo que si te ama, es un niño dulce que te puede amar como tú mereces. Debes…, tienes que hablarle pronto, en cuanto tengas oportunidad, me parece que está muy necesitado de dar y de recibir cariño, no lo puedes perder Carlos.

-¿Tú me acompañarás? –me mira con ojos suplicantes.

-¡Joder Carlos tío!, que no hay pedirle su mano a su abuela para ti…, es solamente: ¡AMADEO TE AMO!, recuerda lo bien que me lo dijiste a mí.

-Era diferente, igual te equivocas y él no me quiera, yyyyy…

-Ya vale Carlos, tu eres ahora un valiente y te tienes que arriesgar, propiciaremos un encuentro donde podáis estar solos, ya verás, es fácil.

Mira tú, quien iba a hablar. Ya más tranquilo bajamos a desayunar, él como ya lo había hecho, con un vaso de zumo esperó a que terminara.

Lo acompañé a la parada del bus que lo llevaría a su casa, para despedirse me abrazó y me esquivó un beso, miró por la ventanilla y vio como depositaba un beso en la palma de mi mano y soplándolo voló, no hubo vuelta por su parte, pero en sus ojos leí como su corazón lo aceptaba, estaba confundido aún.

Después de la misa no hubo problemas en que nos dejaran ir a dar una vuelta a los cuatro, a la abuelita de Amadeo se le notaba otra confianza para ir dejando a su querido nieto de la mano dándole libertad.

Me sentía a gusto con ellos y formábamos un pintoresco y quizá descabalgado grupo. Después de la conversación mantenida con Carlos y con Amadeo, lo veía de otra manera, como una deliciosa fruta a mi alcance pero ya prohibida. Seguía sin entender lo retraído que era cuando, sin pretenderlo, levantaba un peculiar interés entre los chicos y chicas que le conocían y no veía muestra alguna en sentido contrario.

Si alguien sabía de su tendencia sexual, o lo entendía o lo excusaba, pero él era así, sin fundamento para ello pero así era. Sinceramente consideraba un lujo llevarlo a mi lado y mucho más ser su amigo.

Paseando llegamos a la más próxima estación del metro. Hay allí una gran plaza y el ayuntamiento tenía instalado un enorme pabellón. En un gran rótulo se podía leer: “Exposición retrospectiva  del Cómic y Manga”, a los peques les atraía y los demás no pusimos objeción alguna, fue entretenido el paseo por los distintos stands y el más curioso, Pablo, pudo quedar satisfecho.

Iniciábamos el camino por el verde Bulevar, justo donde todos los días teníamos nuestro encuentro para coger los autobuses del colegio, mi imaginación pirueteó y pude ver a Gonzalo que llegaba corriendo a la parada, luego se desvaneció.

Allí nos despedimos de Amadeo y sentí en el alma no poder darle la respuesta que, en muda interrogación, leía en su mirada.

Puse mi mano en su hombro y acerqué mi boca para insuflarle el ánimo que le faltaba.

-Todo va bien, no te preocupes.    –luego en voz alta.      -Aprovecha la tarde y si en algún momento te aburres te vienes a mi casa.

La tarde transcurrió realizando ejercicios, trabajando duro, en fin, Julio se estaba volviendo exigente, decía que todo iba bien pero no bajaba la guardia, había que preparar ya los controles de Navidad.

Casi al final de semana, en un entrenamiento de los muchachos admirando a Raúl y Sergio en sus ejercicios, Carlos me habló, sí, con vacilaciones y dudas pero, decidido al fin.

-Ya lo he pensado Al, voy a hablar con Amadeo.

Mi labor de Celestina parece que estaba empezando a dar sus frutos, me mortificaba el oficio pero, por estos dos estaba dispuesto a hacer lo que fuera.

Esta semana hubo un cambió que señalaba el camino que estábamos recorriendo, en la sala de estudio había una mesa más y, una tarde, después de marchar Julio, escuché ruidos en la explanada de detrás de la casa, no pude con la curiosidad, había dos furgonetas de las que descargaban mobiliario que metían en la casa.

Esa tarde de viernes le comenté a Carlos que necesitaba de él, que pidiera permiso en su casa para quedarse a dormir esa noche y que, por último, como había asientos libres en mi autobús que lo cogiera, sin más.

Cuando llegamos a la casa de Amadeo su abuelita estaba en el jardín, acompañaba al jardinero que portaba una caja con algunas plantas, solicité su permiso para ver a Amadeo, una chica del servicio nos condujo hasta su habitación, cuando nos vio atravesar el umbral de la puerta y ver que Carlos iba conmigo un intenso rubor le cubrió la cara.

-Hola Amadeo, como ha venido Carlos a mi casa a dormir, hemos pensado si te agradaría venirte con nosotros, para ver una peli con Pablo y María. –le saludé, no le di un beso ni un abrazo, no estaba el horno para bollos.

Empujo a Carlos que se ha quedado en la puerta, consigo que traspase el umbral y los dos se quedan parados, yo no puedo hacer más.

-He visto a tu abuelita acompañando al jardinero, bajo un momento y os espero en el jardín.    –no espero una respuesta y cuando inicio el camino del laberinto, que era aquella casa, voy pensando para mí, que como Cupido no los ayude se van a quedar sin hablar toda la tarde, espero que Carlos se decida de una vez y tome la iniciativa porque Amadeo no se va a atrever.

Su abuelita está dando órdenes de cómo debe ser de profundo el agujero, la tierra que debe contener y el jardinero escucha impertérrito la explicación, al verme me llama.

-Chico, venga aquí.   –es de “ordeno y mando” la señora.

-¿A usted le gustan las flores?   –mi respuesta, con la cabeza, es que sí, porque me está mirando muy fijo y al tener el rabo de paja no estoy muy tranquilo que se diga.

-Conoce usted esta planta.   –no me deja contestar y prosigue.     -Son Santipulas, mire, mire, que suavidad en las hojas, y el color malva de las flores, si parecen azafrán, ¿son bellas verdad? Son originales de Suráfrica y los afrikaners las trajeron de allí, ya sabe los colonos franceses…, pues necesitan…   -no pude seguir la historia y virtudes de las Santipulas, y lo quise, de verdad me interesó, es una mujer virtuosa en relatar pero eran tantos datos. Sorpresivamente nota la ausencia de Carlos y Amadeo.

-Y su amigo, y mi nieto, ¿dónde están?   –miraba desconfiada entre los parterres de flores y arbustos buscando, como si ellos pudieran haberse escondido allí.

-Bajan ahora señora, iremos luego a mi casa para ver una peli.   –no sabía cómo hacer para que dejara de pensar en su nieto, levante la vista y desde una ventana, supuse que pertenecería a la habitación de Amadeo, me hacían señas de que bajaban ya.

Suspiré aliviado, ya no podía más, aparecieron por la puerta con una ancha sonrisa, bueno, pues no había estado tan mal, mereció la pena  escuchar las historias de aquellas plantas que quedarán en mi recuerdo para mucho tiempo.

Pablo y María no nos esperan, ya han empezado el visionado, dejo a los dos tortolitos y subo para estudiar, Julio no me va a perdonar pero entiendo su exigencia, tiene que rendir cuentas de su gestión al tío.

Águeda ha preparado una meriendita y así pasamos la tarde, ¡jolín! es tan patente su amor que da envidia, a ver cuánto les dura este estado de consciencia perdida.

Todo ha acabado y estamos en la habitación para dormir, Carlos ha vuelto del baño y se le ve viviendo en un sueño, con una sonrisa boba en su cara que, para mí, la hace más hermosa. Si antes, de vez en cuando, se le caía la baba ahora iba a necesitar tener a alguien que la fuera recogiendo.

-¿Igual hubieras querido dormir solo, podemos decirle a Águeda que te prepare una habitación?    –no ha escuchado mi ironía.

Se ha metido en la cama boca arriba, con sus manos en la nuca, escurro mi cuerpo bajo la sábana, a su lado de costado, mirándole de perfil, sin hablar, disfrutando del silencio, oliendo el perfume que me llega del hirsuto y peludo manojo de su axila. Después de un rato gira su cuerpo, me encara y sumerjo mi mirada en la negrura, ahora brillante, de sus ojos.

-Me ama Al, ha dicho que me ama, y lloraba y reía cuando se lo dije, que le quería, que desde el primer día que le vi me enamoré de él.   -guardo silencio, espero a que se calme y abra el corazón.

-Me ha contado lo del bastardo aquel, el no sé que del panadero, y lo vuestro… Alonso…, le adoro, si con lo que te ayudó a ti lo quería, ahora…, ahora… Qué chico Al, me gustaría conocerle, un, algún día…, si, quizá algún día.

-Le he contado a mi vez lo nuestro, aquella tarde con Sergio, lo de Raúl…, no hay problema Al, me quiere igual.  –paso mi brazo por debajo de su cuello acariciando su hombro desnudo, su hueso.

-¿Te ha molestado que haya estado en la cama con Amadeo?

-¡Joder Al!, no me puede molestar, contigo no, además entre él y yo no había nada, estoy en las mismas condiciones que él y nunca tendría celos de ti.

-Hay un problema, creo que un pequeño problema, su abuela no sabe nada y cree que no le va a gustar. Con sus padres no ha hablado de estos temas, casi no los ve, dos o tres veces al año como mucho. Su papá tiene negocios familiares en Méjico, Venezuela…,  su mamá es Comisionada de la Unesco en Sudamérica, los dos viajan mucho y tampoco se ven, por eso prefieren que él esté aquí con su abuela, entonces, no sé.

-Su abuela le quiere mucho Carlos y lo entenderá, si no es ahora será más adelante ya verás y cuando te conozcan también te van a querer a ti, es imposible no quererte.

Eso fue lo principal, luego habló y habló, abierto por el amor, de lo que siente, de lo que espera, de…., de…

-Oye, conocer a Alonso es fácil, vienes unos días al pueblo, en el verano, además Amadeo estará allí, ¿no te gustaría?

-Es difícil pero lo intentaré en Agosto, en Agosto es tu cumple y puede ser una excusa, sí, sí en Agosto.

-Puedes conocer a sus padres, ver a Alonso y abrazarle como deseas, estar conmigo y…, con Amadeo, muchas cosas bonitas, ¿verdad?

-Mañana igual me levanto temprano y no te despierto Al, tengo mucho que estudiar, los controles están casi encima.

-Puedes venir aquí a estudiar, Pablo, Amadeo y algún rato Raúl ya vienen. Estudiamos y tendremos tiempo para hablar.   –en un principio brilla su mirada ante la esperanza, luego.

-No…, no puedo venir, ahora no puedo. Estará Amadeo y no podré estudiar.   –para que Carlos dijera eso…, cuando él se centraba en su estudio y se olvidaba de lo que pasa en su entorno…,  creí o quise entenderle.

-Oye Carlos y ahora, ¿no dejarás de venir algún día a dormir conmigo, o sí?

-Al, siempre dormiré contigo, me gusta mucho tu calor y tu compañía.   –acaricia mi pecho, abre su boca para que admire su rosa campanilla.     -¡Ahhh!…, me voy a dormir Al, tengo ya mucho sueño.   –alargo la mano para buscar el interruptor y apago la luz, permanecemos un gran rato así, creo que se ha dormido y Morfeo viene a buscarme a mí también.

-Te queremos Al.  –susurra en mi oído.

-Yo también os quiero.

-Mucho.  –repite perdido en su sueño.

-Lo sé.

Carlos se marchó antes de que yo despertara, un amigo de Julio vino para repasar unas materias y luego bajamos a estar un rato con Amadeo y Pablo, eran los únicos que, extendidos sus libros en la larga mesa, estudiaban con ahínco. A la tarde, ya tarde, llegó Raúl y salimos a dar una vuelta. Raúl me pidió que saludara a Gonzalo el domingo, todos querían ir a verle pero la tía era inflexible, este domingo iría yo solo, y no había más que hablar.

El domingo, después de misa no hubo paseo, como tenían sus mochilas en casa fuimos allí, repasamos y también hubo tiempo para hablar y reír con las locuras de Pablo, querían también que saludara a Gonzalo y eso que ellos casi no le conocen.

Comimos en la casa de los tíos, los seis.

-Tía, tienes que darme la dirección de la clínica y la parada del metro, recuerda que tengo que ir a visitar a Gonzalo.    –ahora, sí, sí, después de mis dos experiencias, creía estar preparado para integrarme en la vida ciudadana y viajar usando los servicios públicos.

-No te preocupes cielo que yo también tengo que ir y te llevaré.

Nos habíamos despedido de mis padres que partirían antes de nuestra vuelta, María iría con el tío a pasear hasta el puerto viejo y la tía y yo emprendimos el camino para ver a Gonzalo, escogió la carretera que bordeando el río llegaba hasta clínica, el viaje se me hizo eterno, no serían más de quince kilómetros, con mi impaciencia, cada uno parecía la vuelta al mundo.

La habitación deslumbraba por su blancura, a la entrada, a la derecha, una pequeña zona de estar, al fondo, al lado de la ventana, una cama blanca de hospital con dos butacas, una a cada lado, en el ancho alféizar de la ventana, en un enorme búcaro de cristal, un gran ramo de rosas blancas y en la cama, ligeramente inclinada, Gonzalo.

Mi mirada estaba turbia y no me permitía ver el detalle, un doctor acompañaba a la tía explicando la evolución, y cuando llegamos a la cama, me quitaron la visión, estaban retirándole la ropa y analizando su cuerpo mientras hablaban.

Me retiré unos pasos para dejarles trabajar y admiré las inmaculadas rosas del búcaro, del tallo de la más alta, sujeto por un hilito dorado pendía una tarjeta también blanca, ribeteada de oro y en letra azul, en su centro, “Ponte bien, te queremos, tus abuelos”.

Al fin la tía tiro de mi mano para acercarme a la cama, Gonzalo rehuía mi mirada, Su cara se confundía con el blanco de la almohada, posaba su cabeza en la alfombra de su negro y largo cabello y el único color que rompía la uniformidad blanca era el tenue rosa de sus labios, sus ojos no los pude ver, ocultos por sus largas pestañas. Su pecho estaba enfajado casi por completo, y no tenía ropa encima de su marcado abdomen, una pierna colgaba de un extraño soporte y sus manos descansaban a los costados de su cuerpo.

La tía, precedida por el doctor su colega, abandonaba la habitación.

-Vuelvo dentro de un rato, tengo que hablar con el doctor.   –era una excusa para dejarnos solos.

El silencio semeja una lápida que nos aplasta, tomo asiento en una de las butacas del lateral de la cama y le observo buscando una señal. Cuando  levanta su mirada, el chocolate oscuro de sus ojos parece bullir en reflejos dorados.

-Yo no quería Álvaro.   –su voz suena rota como si sus cuerdas bucales se hubieran quebrado.

Avanzo mi mano para rozar el hielo de la suya, no la retira y me atrevo a sujetarla blandamente.

-Lo sé Gonzalo, no hables de ello por favor.

-Pero tengo que decirte…, yo no quería y te tengo que explicar lo que pasó.

-Ya hablaremos otro día y no necesitas contarme nada Gonzalo, yo lo sé, sé que no querías. -¿cómo iba a querer semejante trato?

Tenía que evitar el nudo que me ahogaba, que no me dejaba respirar, a mi cabeza vino la locura del posible razonamiento de Pablo, “esto parece de niñas”, para que una amarga sonrisa me aflorara y entonces empecé a hablar, sin control, sin tino, solo para hacerle olvidar.

-Raúl y Sergio te echan de menos en el equipo, bueno en realidad todos te extrañan. Están deseando que vuelvas a entrenar. ¿Te han dicho ya que vas a vivir en casa de mis tíos?  María mi hermana, que veías en la parada, quiere venir a verte. Me han dado recuerdos para ti…

Un chorro de incoherencias que repentinamente tiene un final, cuando las lágrimas resbalan por sus mejillas que no puedo soportar y quiero huir, quiero escapar. La tía nos encuentra aturdidos, callados, limpia las lágrimas de Gonzalo, y ahora que su labor profesional se ha cumplido, le da un beso en la frente, a mi me tiendo un pañuelo, para olvidar, y aliviar en él los restos de la pena.

-Buen chicos, ya está bien, hay que alegrarse, mi colega dice que estarás en casa antes de Navidad, mañana empezarás a hacer ejercicios y todo marchará bien.  –acaricia con dulzura la mejilla de Gonzalo y poco a poco nos calmamos.

-Las clases Álvaro, ¿cómo van?, no me voy a poder examinar y perderé este trimestre.

-Luis lo arreglará, hablará en el colegio y podrás recuperar para Semana Santa, o antes. –le tranquiliza la tía.

-Si…, si tía, Gonzalo saca buena nota en los controles parciales, no es como yo, también creo que lo va a sacar.

Conversamos otro rato y Gonzalo aparenta cansancio, nos vamos a marchar, la tía acaricia su barbilla y se despide hasta mañana.

Antes quería huir por el dolor y ahora parezco estar pegado a la butaca, no me quiero levantar, me doy cuenta de que aún sigo con la mano de Gonzalo en la mía, ya no está fría y en mi renace la esperanza, pongo mis labios en el dorso de su mano y luego la dejo sobre la cama.

-Adiós Gonzalo, volveré cuando me lo permitan, todos quieren venir pero no los dejan.

En total iría dos veces más, las rosas, como si acabaran de ser cortadas seguían en el búcaro, al leer la dedicatoria me daría cuenta de que eran otras. Las diferentes textos me sugerían que las flores eran renovadas cada día, “Deseamos que mejores, tus abuelos”,  “Ánimo, ya pasó lo peor, tus abuelos”.

La segunda vez estaba tumbado en la cama, ya sin el mecanismo que mantenía su pierna colgada y, la última vez que fui sentado en una butaca leyendo un libro, un libro negro, con la silueta de un ave blanca que, curioso, tome en mis manos, “Juan Salvador Gaviota”. Ya lo había leído y recordaba la conclusión que había sacado de él.   -Emprende el vuelo muy alto y deja de ser un ave de corral-.

Ya hablaba, preguntaba y sonreía pero triste, ¿una sonrisa sin alma o una sombra de sonrisa? Las únicas visitas que tuvo permitidas fueron las de mis padres, los tíos, sus abuelos y yo. Ya no volvería a la habitación blanca y fría, ahora lo vería en otro entorno quizá más cálido y amable.

Julio estaba muy contento y yo más aún, sus esfuerzos no resultaron vanos y, aunque mis notas no eran para lanzar cohetes, ni mucho menos, aprobé todas las asignaturas, la única extraordinaria fue el inglés, con un 8,5, no os digo las demás. La alegría se notaba en las calles que ya encendían las luminarias Navideñas y las luces de colores y…, habían llegado las vacaciones.

Mi labor de Celestina, al parecer, no había finalizado, uno de estos dos últimos domingos, en la sala de abajo con Amadeo, le veía tan feliz, ahora tardaba más tiempo en hacer sus deberes escolares y le suelo ver en una nube, en un raro estado de esos estaba.

-Amadeo…, ¿sueñas?   –tomo asiento en el brazo de la butaca pero tira de mi brazo para que me siente a su lado, me abraza por la cintura y reposa su cabeza en mi hombro.

-Es tan maravilloso Al, no sabes lo que le quiero, tengo unas ganas locas de que me haga el amor.    –se queda callado soñando.   -Pero tengo un poco de miedo. –le separo un poco de mi para ver sus ojos.

-¿Miedo de Carlos?, ¿por qué?   –su rostro se pone como la grana y baja la mirada.

-No es por Carlos, es por…   -pone su mano sobre mi paquete en lugar de hablar y la retira rápidamente, jolín es hilarante pero no me quiero reír para que no se moleste.

-Carlos no te va a hacer nunca daño, ha estado dentro de mí y no me ha partido, aquí sigo vivito, tu ya tienes experiencia, no va a ser tu primera vez. ¿Ya se la has visto?   –se va a morir del apuro que está pasando, no lo entiendo, a veces nos puede el pudor.

-Me besaba, baje la mano y se la toqué, es que es la leche, ni el del pueblo la tenía así.

-No te debe preocupar, Carlos va a ser cariñoso y del tamaño no te preocupes, su polla es como mantequilla, te lo digo yo. Tienes que creerme Amadeo, Carlos moriría antes de dañarte.

Yo creía que el problema se limitaba a lo que habíamos hablado y que no había más, pero lo había.

-Luego está…,     -voy a dejarle hablar.     -Que no tenemos un lugar, Carlos dice que en su casa con sus hermanos pues que es muy difícil y mi abuela casi no nos deja solos.

-Tú y yo no tuvimos problema alguno, te lo recuerdo.

-Es diferente, a ti te conoce mi abuela, conoce a tus tíos, a tus papas, jolín Al es diferente.

-Pues no os queda más que una solución o el hotel. –con el dedo índice le señalo para arriba.

-¿Tu nos dejarías Al?

-Es toda vuestra, subís, ponéis el seguro en la puerta y en la de la terraza también, y cuando acabéis dejáis abierta la puerta de la terraza, para ya sabes qué y no quiero saber más.

-Pero puedes necesitar la habitación o el baño y jolín es un poco fuerte.

-Si yo veo que está cerrada ya sabré por qué es, y no os preocupéis, ya has visto cuantos dormitorios y cuartos de baño vacios hay, en mi habitación nadie va a peguntar nada Amadeo, háblalo con Carlos y ya está, hombre, ya está.

El día 21 de Diciembre llegó Gonzalo, había transcurrido casi un mes, y al menos no fue en una ambulancia. Ayudado pudo salir del coche que lo trajo, con sus muletas y aun desmejorado.

Sabíamos más o menos cuando llegaría y por la ventana de la sala Pablo fue el primero en ver el automóvil que llegaba. En el porche de la casa le esperábamos todos, los siete, y Águeda, y Luci.

 Ninguno nos atrevimos a salir a su encuentro, y su paso, a pesar de las muletas era ágil, ya tenía hábito de usarlas. Cuando llegó al porche si, entonces recibió los abrazos, los tíos venían detrás de él y en tropel entramos todos en la casa  y directos a su habitación.

Su habitación, básicamente era muy parecida a la mía, algo más grande y el mobiliario diferente. Después de  un rato, haciendo preguntas y dando respuestas algo tontas, María y Pablo se marcharon, les siguieron Carlos y Amadeo y nos quedamos los cuatro, ahora había espacio suficiente para sentarnos en el tresillo de que disponía.

La conversación derivó, no podía ser de otra manera, a los entrenamientos, al equipo, lo que pasaba, y las jugadas, y se reían bromeando. Me encontraba en otra onda, a veces Raúl hacía un comentario y buscaba mi aquiescencia y yo decía que sí, Sergio hacía otro y me señalaba para buscar mi opinión y mi respuesta era lo contrario a lo que esperaban de mi, esto les enfadaba y me reprochaban que no atendiera cuando los veía entrenar.

Si ellos supieran que yo iba por ellos, para verles felices y alegres, Carlos intentaba a veces, explicarme el juego y los animaba cuando veía que él gritaba pero, ¿qué me importaban a mi sus jugadas?, pero prefería verles saltar contentos por una jugada que les salía bien a verles enfadados.

Estaba satisfecho porque veía a Gonzalo olvidado de otras cosas, porque le notaba vivo, porque, aún discutiendo se lo pasaban bien, lo único que no me gustaba, lo único que me hería era que el chocolate de sus ojos no me mirasen a mí.

La Nochebuena fue la más concurrida que yo recuerdo, tuvimos de invitados a la abuela de Amadeo y a él mismo, sus padres no habían podido desplazarse, los abuelos de Gonzalo llegaron en un automóvil tan grande que tenía problemas para dar la vuelta en la explanada trasera.

Pablo y sus papás vinieron después de cenar,  para tomar unas copa y presentar a su papá que había llegado para pasar unos días con ellos. Era la primera vez que me presentaba a su papá y quedé impresionado, era guapo, guapo a rabiar, tendría unos cuarenta años pero aparentaba más joven, muy parecido a Pablo, o sea que ya sabíamos como resultaría de mayor. Cuando cogió mi mano parecía un juguete dentro de la de él, era cálido y sonreía, grande como un castillo, woow…, woow…, woooo. Mi papá se lo llevó, no sé como quedaría yo, pero Pablo tiro de mi manga y me ayudó a descubrirlo.

-Oye qué yo no te quiero de mamá. –no sabía ni lo que decía, ni a lo que se refería.

-Que te has quedado de piedra, que te ha dejado picha. –entonces entendí, dichoso chiquillo.

-No quiero nada con tu papá niño, ¿y sabes por qué?    –me mira interrogativo.   -Porque he visto que tú serás igual que él y te voy a esperar a ti.

Tengo que correr para evitar sus patadas, cuando me alcanza salta sobre mi espalda y estamos a punto de atropellar a Gonzalo que habla con Amadeo. Tengo que esforzarme para quitar el gato fiera que tengo atado a la espalda, peor, porque María se anima y ahora son dos los que tengo que despegar de mi cuerpo.

Dos días más tarde estaba en mi habitación, escuchando música con los auriculares puestos, era una música divina, la Coral de Beethoven, la nº 9 que, para sentirme inundado de su hermosura y grandeza, la tengo que escuchar preferentemente con cascos. ¿Soy rarito, verdad?

De repente alguien esta besando mi cabeza, su aliento mueve mis cabellos antes de posarse y permanecer allí estática, cálida, luego da pequeños y cortos besitos. En mi ensueño, no quiero abrir los ojos, veo a Gonzalo detrás de mí posando sus labios en mi cabello.

-He pensado que igual esta noche me invitabas a cenar y a dormir. –Raúl, es Raúl que ahora abraza mi pecho por detrás e introduce su mano por el cuello de mi polo hasta alcanzar mi tetilla, que vuelve a besarme de nuevo ronroneando y pasando su mano por mi torso.

-Estas ido Al, se te ve tan…, tan soñador, ¿seré acaso yo el motivo de tus sueños?

Deshago su abrazo, con pena, para pasarle los auriculares que se coloca, escucha un momento y silba,

-Jolín chico, ¿esto te gusta?, si parece que estas en el cielo y lo bueno está en el infierno, ¿bueno me doy por invitado o no?

Me levanto y lo abrazo, necesito tanto que me quieran y busco sus labios que me reciben tiernos y acogedores pero no dura mucho.

-Deja, deja eso para luego, nos están esperando y he dicho que subía a buscarte, solo a buscarte.

-Espera un poco que me lavo la boca y me cuentas quien está abajo y lo que habéis pensado.

-¿Un beso que me has dado y ya quieres quitar mi sabor de tu boca?   –hace un mohín de disgusto que lo embellece más aún y le vuelvo a besar.

Han tenido la brillante idea de que vayamos todos al Puerto Deportivo, a Gonzalo le llevarán los de seguridad ya que de todos modos van a tener que ir, ya hay permisos y el tío ha dado las ordenes.

La idea me parece, sea quién sea el que la ha pensado, estupenda. Estamos todos sentados, Sergio falta porque ha ido con su familia a la nieve, en una mesa del conjunto de restaurantes que hay allí, nos ha costado que nos sirvan pero al fin ahí estamos, digo que la idea es estupenda porque hay chavales del colegio y del liceo que poco a poco se acercan a saludar a Gonzalo, de esta forma va teniendo un contacto progresivo con la gente, son amables, claro que Gonzalo está blindado por nosotros seis.

Cuando alguno propone ir a la playa, en principio es aceptada, Raúl sale y dice que es imposible, hace un frío que pone el pelo de punta, además ya tenemos que empezar a caminar para el regreso, Carlos y Raúl dicen que se van a quedar a comer, solo son dos y no telefoneo a Águeda, habrá suficiente comida. Veo que Gonzalo está muy integrado, ha hablado con todos los que se han acercado, no hay cosas raras ni preguntas indiscretas.

Alguno pensará que presto poca atención a Gonzalo, nada más lejos de la realidad, lo que sucede es que después de nuestro primer encuentro en la clínica hay algo que se ha roto o que se interpone entre nosotros, me habla lo imprescindible o nada, es amable, y ya veis, con el resto de los chicos y con María se lleva de maravilla, hasta de Pablo se ha hecho amigo y eso que no se libra de sus pullas.

Ya salimos y Carlos acompaña a Gonzalo hasta donde está el coche de los de seguridad, nosotros emprendemos el regreso que nos llevará unos tres cuartos de hora de camino, un buen paseo al lado del mar.

Camino de vuelta, caminan delante de nosotros y en cabeza María y Pablo, luego Carlos y Amadeo, a veces van cogidos de la mano, ante nosotros ya no hay secretos, hasta para María y Pablo es notorio lo que sucede, y menos mal que Pablo que se mete con todos, a ellos los deja en paz.

-Me gustaría llevarte así, como van ellos, no, mejor, agarrado por la cintura y tocándote el culo y besándote.

-Jolín Raúl, hoy estas salido, ¿qué te pasa?

-Lo que acabas de oír, no hablo en Mandarín.

-¿Tú, serías capaz de eso en plena calle?

-Ponme a prueba, apuesta algo.

-Un helado para todos a la tarde. –emprendo la carrera todo lo rápido que puedo pero cuando llego donde Carlos y Amadeo me alcanza.

-Casita, casita, casita, grito como cuando éramos niños.   -pero no me sirve, me agarra por la cintura, me aprieta contra él con una mano en mi culo y me besa en los labios.

Carlos y Amadeo ríen, una pareja de ancianos que han presenciado la jugada actúan de diferente manera, la anciana comprensiva sonríe al ver el farol rojo de mi cara, el viejito gira su cabeza en un disimulado escándalo que no es tal.

-No vale, has hecho trampa, cuando éramos pequeños y jugábamos a coger, en casita ya no se estaba a salvo.

-Pero ahora no somos niños y vale todo.

-Yo no pago los helados. –respiro aliviado, menos mal que Pablo no ha visto nada, ahora que piensa que me quiero ligar a su papá.

-Los voy a pagar yo y para ti uno doble, de menta y chocolate.   –cuando ha nombrado el chocolate me he acordado de Gonzalo, de sus ojos, y es verdad, Raúl recuerda que a mí siempre me gustan los helados de menta y chocolate, jolín que detalle, me va matar si sigue así, con besos en la calle y recordando esas cosas.

En la comida se han añadido el tío y Gonzalo, éste le dice al tío que se lo ha pasado muy bien y yo, sentado enfrente les miro, les miro y capto…,  el tío le mira con un cariño, como a mí o más, como si fuera su hijo, no con gestos ni ademanes, ni tocarle, es su mirada, ahora me mira y me envía una sonrisa, cambio el ángulo de mi mirada, quizá estoy violentándole.

Me gusta, me gusta a rabiar, con su melena negrísima, ligeramente rizada que parece enredada. Como le baila rozando sus hombros al caminar, le confiere un aspecto de niño malo y a la vez angelical. Cuando lo he visto andar con la ayuda de las muletas, la dificultad que le hace elevar los hombros y se le marca su culo minúsculo, redondo y alto, ahora se coloca el cabello de un lateral detrás de la oreja, el otro lo deja como si fuera una cortinilla para no ver al de al lado, sus largos dedos cogiendo los cubiertos, el movimiento de sus labios al comer, el ligero rubor que ahora ostenta en los pómulos.

-Álvaro no comes nada.    –Raúl me saca de la ensoñación, menos mal porque no sé donde iba a acabar.

-No…, no tengo apetito como hemos bebido en el bar.

-Si tú no has bebido nada.

-Ahhh, pues no sé, no tengo apetito pero ahora voy a comer, para ponerte contento.   –Calla ya Raúl, deja de hacer preguntas-, dicho en mi interior pero le debe haber llegado telepáticamente-.

Y es cierto lo que dijo Raúl, a la tarde nos paga un helado, a mi de menta y chocolate, volvemos pronto a casa porque hace un frío terrible, estamos a punto de finalizar el año 2002, en un momento que estamos Raúl, Carlos y yo solos, le pregunté a Carlos.

-¿Te vas a quedar a dormir esta noche?      –nos mira a los dos de hito en hito.

-Ya se queda Raúl.

-No veo yo que sea antagónico que porque se quede Raúl no te puedas quedar tú.

-¿Y hacemos un trío?      –apunta Carlos, un poco…, ¿molesto?...

-A mi no me importaría, ya lo hemos hecho. –le doy un golpe a Raúl para que se calle.

-No seas injusto Carlos, sabes que hay habitaciones de sobra y puedes dormir solo o con nosotros, no hay porque hacer un trío ni nada parecido.      –Carlos parece reflexionar antes de hablar.

-Sí, es verdad, perdona Al y tu también Raúl, no sé lo que digo, ¡jolín!, ni por qué.    –Carlos está compungido y le cojo por la cintura para atraerle, Raúl le pasa el brazo por el hombro.

-No pasa nada Carlos, no nos vamos a enfadar, ni por esto ni por nada.   –también él pasa su brazo por mi cintura y me aprieta.

Carlos al final no se ha querido quedar, Gonzalo ha aguantado perfectamente el paseo, cortito eso sí. ¿Planes para el día siguiente?, quedamos en que el que pueda se acercará a mi casa o llamará para informarse, cenamos con los tíos y Gonzalo. Esto de comer unas veces en una casa y otras en otra es un lio, pienso que deberían acordar usar una sola cocina y un solo comedor.

Después de cenar Gonzalo y los tíos se retiran a su habitaciones  y nosotros a la planta alta, vemos en la sala un poco de TV con María abrazada a Raúl, le adora,  y algo cansados nos vamos a la cama. Creo que no ha cerrado aún la puerta de su habitación María y Raúl me está metiendo mano queriendo bajar mis pantalones,  lo consigue y llego a la puerta de mi habitación dando traspiés con los pantalones en los tobillos.

Cierro la puerta y no me deja en paz abrazándome y besando mi cuello.

-Raúl por favor, más despacio, deja que yo te bese también, me vuelves loco. –se queda quieto, firme como un soldado, paso mis brazos por su cuello y ahora sí le ofrezco mi boca para que la pruebe. Suave, quiero sentir sus labios suaves, dulces, invitarle con mi lengua para que me invada, para que busque en ella lo que quiera, mis manos bajan a su cintura para estrecharlo contra mí, notar su calor y poco a poco voy sacando su polo, él me ayuda y retiro el mío para que nuestros pechos entren en contacto, sujeta mi mano y me lleva hacía la cama.

Raúl se sienta en el borde y saca mis pies del pantalón que están trabados en los tobillos, baja mi slip y se queda mirando la polla que aún está floja, creo que mis testículos cuelgan más que ella.

-Que no se te suba Al, quiero mamártela así floja.     –como no se de prisa no lo conseguirá.      -Quítate ya la ropa.    –está bajando su pantalón y slip a todo correr y se sube a la cama.   -Venga, ven y sube.

-Raúl no nos hemos lavado la boca.

-Déjate del coño de la boca ahora, sube aquí.     -señala dando golpecitos en la cama, obedezco y me tumbo a su lado.

Baja su cuerpo para dejar su cara al nivel de mi polla y sin más la abre y se mete todo, todo, el pene y los testículos en su boca, tiene los papos hinchados y según va aumentando el tamaño de la verga se le van aumentando más, aguanta hasta que explota y tiene que dejar salir mis huevos porque no cabe todo. Ya ha conseguido que se me empine, la saca y sube y baja el pellejo que la cubre antes de que coja plena consistencia.

-¿Qué has hecho Raúl, estas ensayando cosas nuevas?

-Se me ha ocurrido ahora y está buenísimo, tienes que probar, se te hincha la boca hasta que no puedes más.

-¿Qué quieres que hagamos? –no sé porque le hago esta pegunta.

-Todo, todo, esta noche quiero hacer todo, ¿tú qué quieres ser? Bueno es igual, tu mujer que hoy estas muy sentido y sentimental.

-Oye que yo no quiero ser una mujer.

-Es igual, hoy te lo voy a hacer yo a ti, te quiero follar. –se mete mi verga en la boca y va bajando y subiendo puesto en cuclillas.

-Venga Raúl ponte bien, también quiero participar.

Atiende mi ruego y se coloca tendido para que  tenga acceso a su falo, me gusta su fuste tan fino, tan suave, con esa maravillosa curvatura que te alcanza lo más sensible cuando esta dentro de mi culo, su pellejo que no ha descubierto todo el glande y está sujeto por la corona más ancha.

Con mi lengua voy bajando el prepucio y saboreando lo que esconde, me agrada su sabor más fuerte que luego perderá, absorbo el capullo y el dulzor de su pre semen empapa mi lengua, con mi mano juego, a veces en la redondez de su culo y otras con sus huevos que cuelgan desviados de su eje por la posición. Raúl va muy rápido queriendo meter toda su mano en mi ano.

-Por favor Raúl más despacio, me estas lanzando como un sputnik.

Continua así un ratito, chupando mi verga y los huevos, cambiando de uno a otro mientras juega con su mano en mi entrada, metiendo y sacando sus dedos, me está dando un gusto tremendo y a veces tengo ganas de morder lo que tengo en la boca, su polla. Calma su impaciencia y poco a poco va introduciendo un dedo y juega con él allí, dando vueltas, metiendo y sacando hasta que consigue que de mi garganta salgan grititos, ahogados por su verga dentro de mi boca.

Parece poder atenderlo todo, chupa mi polla, mete su dedo en mi culo, bueno ahora son dos y si paro de mamar su polla, para envolverla en mi lengua, sube su pelvis para follármela dándome estocadas que a veces me llegan a la campanilla y ya…, se cansa o quiere cambiar de actividad.

-Ponte en posición que voy a comerte esta golosina. –lo dice en tono obsceno y en mi columna siento un escalofrío de placer.

Tira de mis caderas para que le ofrezca mi culo, abierto, palpitante, y a lo bestia, quiere meter su lengua, buff, se me cae la baba –literal-, consigue meterla un poco y luego la pasa por todo el canal, desde los huevos hasta el ano y así varias veces.

-Te la tengo que meter Al, no aguanto más, necesito metértela ya. -está ansioso, como si llevara meses en reserva.

-Pero ve poco a poco que voy un poco lento. –bueno lento, que no tengo prisa alguna y que le quiero gozar.

Raúl no es como Amadeo, tan delicado y suave, es un joven semental que debe llevar días pidiendo guerra y deseando meter su polla y vaciarse, con un fuerte empujón abre la primera barrera causándome un ligero dolor, me va a matar.

-¡Ayy!..., ve despacio Raúl, me haces daño.

Llevo mis manos a mi culo y no ha entrado más que la cabeza, la tiene hinchadísima, con una tensión terrible y sé que me va a dañar a pesar de su dilatación, le ayudo abriendo mi culo con las manos y empuja fuerte consiguiendo entrar, ahora con sus huevos llamando a la entrada de mi ano, descansa un poco para volver a empujar.

-¡Uiii!, que bien se está, perdóname Al, no podía resistirme, ahora iré despacio.

-No importa, estoy bien, fue solo al principio pero, bésame, bésame antes de empezar.

Me siento en el paraíso, su verga en mi culo, su cuerpo pegado al mío y su lengua está…, fabulosa, la muerdo un poco para evitar que la saque, luego la tengo que dejar o me ahogo, empieza a moverse, eleva su pecho y puedo enfocar su cara, le caen gotas de sudor que salpican en mi pecho y en mi rostro, yo también estoy sudando, él por el esfuerzo, yo de placer, está bellísimo con su cara encendida, la boca abierta para respirar el aire que necesita.

Su rubio-cobrizo pelo pegado en la frente y en el cuello, sus ojos azules claros que me quieren tragar.

 Yo no tengo prisa pero el necesita acabar, le ayudo apretando y aflojado mi culo y gozo mirándole gozar, se hinca profundo, fuerte, viril, con poder. ¡Oh Dios!, que dolor, pasa rápido y su vida se va depositando en mi interior, un fuerte empujón, un vaso derramado, otro, otro, hasta que se queda quieto, suspendido en el vacío, los ojos extraviados, respirando con fatiga, feliz y…, todo eso lo he conseguido yo.

Mis brazos lo reciben amorosos cuando desciende y se posa sobre mí, limpio el sudor de su frente con mi mano, abrazo fuerte su ancha espalda y paso mis piernas por sus caderas para que no se me escape, metiéndomelo más.

-Jolín…, Al…, de película, de película, jolín que ha sido esto Al. –sigue respirando fatigado.

-Pero tú no te has ido. –intenta salirse, sacar su verga de mí.

-No…, no, espera, descansa, tranquilo, no hay prisa, no la saques aún, deja que salga sola, por favor.

Qué bien estoy y que paz siento, solo quiero oír el ruido de su corazón, el discurrir de la sangre por su cuerpo, el aire que entra y sale de sus pulmones que antes parecían el fuelle de una fragua, y poco a poco se convierte en susurro de brisa que se estrella en mi cuello, despacito su polla retrocede el terreno antes ganado, intento sujetarla pero creo que consigo lo contrario, hasta que lánguida resbala de mi culo.

Se deja caer a mi lado, solo su brazo está ahora sobre mi pecho y lo va bajando, con la intención de despertar mi polla, pero le contengo.

-Espera, descansa, deja que te mire.   -me giro para mirarle boca abajo, su cabeza girada hacía mi, su culo con sus dos colinas doradas en lontananza, la curva de su espalda en la cintura, su ancha espalda aún sin acabar de formarse, me mira asombrado, como yo le miro a él.

¿Podría pasarme una vida a su lado?, pues no lo sé. Se pone de costado mirándome y su mano va a mi cara para acariciarla y retirar mis pelos pegados en la frente, se acerca y me besa en los ojos, hasta llegar a mis labios de nuevo, no se cansa, yo tampoco, pero ahora es suave, dulce como es él, separa un poco mis piernas para acceder con su mano a mi culo, juega en la entrada con sus dedos que auxiliados por su leche entran y salen con una facilidad pasmosa.

Mi verga ahora floja vuelve al interior de su boca, la envuelve, la da vueltas y estimulado por sus dedos, que casi entran todos, mi verga coge consistencia y fuerza, mete con energía sus dedos queriendo partirme en dos, hurga y juega en mi interior, comienzo a respirar fuerte, me contraigo y aprisiono sus dedos para impedirles salir.

Son estrellas o fuegos de artificio lo que estalla en mi cabeza cuando me llega el orgasmo, le he debido de llenar a rebosar su boca con lo que he eyaculado, saca sus dedos y me da la vuelta y acerca su boca a la mía, mi semilla desciende de su boca con su saliva, esponjosa, blanca con burbujas y abro la mía para recibirla, luego la sella con sus labios.

Después de ducharnos volvemos a la cama, él se mete primero, desnudo, como su madre lo trajo al mundo, voy al vestidor a por uno de mis pantalones y se lo llevo.

-Ponte el pantalón Raúl.

-Es igual si contigo duermo mejor así, por si acaso a la noche decidimos volver a empezar, para estar preparado.

-Ponte el pantalón, si mañana entra Águeda quiero que nos encuentre decentes, va a pensar que somos conejos.

-Bien vale pero ven a mis brazos, tengo la intención de despertar antes de que Águeda venga y verás lo que te vas a encontrar.

Ya con nuestros pantalones puestos, envueltos en la calidez de las mantas me abraza.

-¿Me lo vas a contar?

-¿El qué?

-Lo que te pasa, venga ya, ¿quién es el culpable, porque lo de los chicos lo has arreglado ya?   –se refiera a Carlos y a Amadeo.

-Sí, bueno no sé si del todo…, pero va bien.

-Entonces hay algo más, algo que ronda en está cabecita. –me mira con un cariño, con un amor sin medida…

-Lo único nuevo que hay por aquí es Gonzalo, ¿Es por él?

(9,70)