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Historia en capítulos 20 Adiós 2002, adiós

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-Raúl, despierta.   –susurro en su oído, está tan guapo dormido, tan feliz con esa divina sonrisa, ¿con quién estará soñando?, pero es un poco tarde. Se despereza, levanta sus brazos por encima de su cabeza, y luego refriega sus ojos antes de abrirlos brillantes y hermosos.

-Si hubiera un ángel delante de mí, cada vez que despierto, estaría toda la noche así.   –abre y cierra intermitentemente las persianas de sus párpados, batiendo sus largas y rubias pestañas.

Dicho lo cual eleva sus brazos para que no me escape y me sujeta llevándome hacía él.

-Primero deja que bese al ángel, no sea que se enfade y no vuelva a verle al despertar.   –besa mi frente y me transmite el calor de sus labios.

-Probaría otra golosina pero sé que mi niño se va a enfadar.   –desliza las yemas de sus dedos por mis labios, aun doloridos.

-¿Te gustó lo de anoche?   –se a que se refiere y le muestro mi cara de mal genio.

-Sabes que no me gustan esas palabras.   –soy yo, ahora el que besa su boca.

-Me refiero a todo, al conjunto, ¿si lo pasaste bien?   –pensando en lo bien que estuvo, una oleada de calor sube a mi rostro.

-Ya lo sabes tú, no me hagas avergonzar, eso se lo guarda uno para sí mismo.

-¡Ayyyy!, nuestro buen Al, rojo me gustas más, me estas provocando.

-Cambiemos de conversación Raúl, ¿qué haremos hoy?

-Te seré sincero, no me movería de tu lado pero debo volver a mi casa, hoy es el último día del año y desconozco los planes que tienen mis padres. ¿Tú sabes lo que haréis?

-Según los rumores que circulan, tendremos que ir a cenar a la casa de los abuelos de Gonzalo.

-Deberemos soportar lo que nuestros padres tengan previsto, dicen que somos niños y hay que obedecer, Te voy a extrañar Al, me estoy acostumbrando tanto a ti.   –pone cara de tristeza que intento mitigar con mis besos.

-Hazme el amor Al, ¿podemos?

-Es ya muy tarde, nos van a sorprender.

-Cerramos la puerta, necesito tenerte dentro de mí Al, ahora fóllame un ratito ¿cuánto tiempo voy a estar sin tenerte?  -pone una cara suplicante que no me puedo negar.

-Vale…, vale pero rápido y ya sabes que no me gusta el amor rápido.   –no tengo tiempo para acabar la frase, lo tengo encima de mí.

-No me canso nunca, me desesperas Al.   –sus labios saben sabrosos, rojos como la grana buscan mis últimos sabores y en poco tiempo volvemos a nuestra desnudez, a recorrer caminos ya explorados y no acabados de conocer.

La caricia suave, la melodía que nuestros dedos intentan arrancar del alma, ahora con toque suave, ahora lento, ahora fuerte, ahora rápido. Como pianistas que intentan extraer de nuestro cuerpo la esencia mágica del instrumento.

Sus manos suben por mis abdominales volando, casi sin tocar, levantando olas de placer, igual a la golondrina que en la mañana al beber, roza con su pico el agua rompiendo su placidez.

Raúl está ganando el cielo para mí, quiere lograr el pasaje de ida y vuelta, tocar el cielo y volver.

-Deja de mamarme, deja que ahora sea yo, déjame Raúl.

Beso sus pies, luego avanzo, reconozco por el movimiento de sus músculos donde le doy más placer, en sus testículos finos que cuelgan apoyados entre sus piernas, los beso y me huyen espantados, resbalando y chocando entre sí, apretarlos dulcemente y luego con fuerza, tentando la suerte para no hacer daño.

En la postura en que estoy, escondido entre sus piernas, sujeto su polla para llevarla hacia atrás, para poder meterla en mi boca, y cuesta por la rigidez que tiene y que la lleva a estar pegada en su bajo vientre, cuando lo consigo tengo que absorber el líquido que le pende, luego gustar su calor en el paladar de mi boca, y meterla toda ella para bañarla en mi saliva, y chuparla como nunca y darle todo el placer que pueda.

Me duele mi bajo vientre de la tensión, se me agarrota y tensa mi polla, y quiero meterla ya, colocarla en su lugar, cobijarla en el calor de su ano.

-Al, por favor, ya…, ya, métela ya, me voy a ir.   –me ha salvado al pedirlo y le complazco, prefiero que sea él el que lo solicite, porque yo no aguanto más.

Pongo saliva en mi mano y la llevo hasta su entrada, la unto, meto mi dedo.

-No hace falta más Al…, métela, métela fuerte, dámela.

Es cierto tiene el ojete palpitando, deseando estirarse para acoger mi falo, el fruncido ya se abre sin esfuerzo. Coloco la punta en la entrada y parece deseoso de abrirse, y la recoge, y la atrapa y la protege y la envuelve en el calor tibio de la seda de su culo.

Llego al final, hasta el fondo y bajo mi rostro para leerle el pensamiento, para ver si lo estoy haciendo a su gusto, para que me diga algo. Tiene los ojos muy abiertos y la vista extraviada y aprovecho su boca abierta para absorberle la vida.

-Muévete un poco más rápido, necesito correrme Al, un poco más rápido, un poco más.   –fuerzo la marcha para darle gusto a él, yo hubiera ido más lento para eternizar el momento.

-Así…, así…, te gusta, dime, dime Raúl.

-Si..,, si, me voy a venir Ahh…

Una avenida de lava que sale como un volcán, el olor azufrado de la fragua se me impregna, ¡joder!, ¡joder!, ¡joder!, yo también me corro ya.

Los últimos espasmos que mis músculos soportan son ya encima de él, restregando nuestros cuerpos, con mis codos a ambos lados de su cabeza ahogándolo en mi sudor y llenándole de mi semen que me sale a borbotones.

-Raúl, que delicia.  –casi no puedo respirar, ni el tampoco, tienen que pasar unos minutos para recuperarnos, para volver a ser alguien, hemos perdido la fuerza en el combate y todos los pertrechos de guerra quedan esparcidos o dentro de él, del hombre al que he dado placer.

-No he hecho nada Al, todo lo has trabajado tú.

Calla, calla, escucha mi corazón y el tuyo, llevan el mismo ritmo, como dos violines tocando a dúo, escucha, escucha.

Así estamos un buen rato hasta que nos vuelve la cordura, la razón.

-Venga vamos a levantarnos, van a pensar que somos los bellos durmientes. –le urjo y sale mi verga de su vientre.

-Una cosa es cierta y la otra a medias, lo de bellos es cierto; lo de durmientes a medias, ¿por qué preocuparse?

No le escucho, me levanto y voy al baño.

Águeda nos va a engordar, que bien huele en su cocina y que bien se está, con su calor tan humano, y tenemos noticias definitivas, cenaremos en casa de los abuelos de Gonzalo. Van a venir a buscarle para pasar el día con ellos y allí nos esperará, Carlos no va a llegar, Sergio en destino desconocido, este es un día atareado para todos.

Subimos a lavarnos la boca y a recoger la bolsa de Raúl, se va y no sabemos cuándo nos vamos a encontrar. Abajo están María, Pablo y Amadeo y todos vamos a acompañar a Raúl al bus, antes subo rápido a coger algo de dinero. Arranca el bus y ha quedado en que llamará, cuando pueda.

Vamos los cuatro hacia el centro para ver escaparates, hace buen día, mejor que ayer y hay mucha gente en la calle haciendo las últimas compras y todos afanados en correr, las cafeterías y bares están a tope y sus clientes salen con las copas a la calle. Camareros con gorros de colorines o bombines rojos y blancos atienden en las terrazas. La gente parece contenta de que el año se vaya.

En estas vacaciones es el día que menos personas hay en casa, esta triste, lánguida. María, Águeda, Luci y yo somos los comensales a la mesa, es extraño ver la casa tan en silencio y Luci trae un reproductor de CDs con música para escuchar.

María y yo hemos subido a la sala de arriba para esperar a que alguien llegue y ver, mientras eso sucede, una peli. Vuelve a bajar a recoger una de las que tiene allí Pablo.

Las imágenes se van sucediendo y las miro aburrido, a María parece gustarle y debe ser algo triste porque me abraza y hace que le preste atención. Una niña que vive en la india, en la época colonial, muy mona y muy simpática,  muere la mamá y vuelven a Inglaterra de donde es su papá, estalla la Primera Guerra Mundial y su papa va a la guerra y……

Papá y mamá han llegado y nos quieren hablar, tenemos que ponernos guapos y estar limpios para la cena, nos quieren tener abajo en una hora, hay que prepararse para marchar.

Bueno pues vamos a prepararnos, yo me vuelvo a lavar los dientes y a duchar y voy a escoger la ropa, que hay que ponerse lustrosos. Uniformes del colegio, camisas, polos, pantalones vaqueros, hay uno color burdeos que me he puesto muy poco, me está un poco prieto pero es mejor que los otros, un polo rosa, un jersey de pico verde botella y los mocasines granates, voy al espejo del baño y me veo ¿mono?, me peino bien repeinado con raya al lado, y voy a buscar a María.

¡Jo!, cómo tiene la cama, ha vaciado el armario y sigue sin vestirse, con la braga y camiseta, no sabe que ponerse y cuando me ve a mí encuentra su solución, pantalones de loneta azul cielo, una blusa muy bonita con dibujos de muñecos y un jersey abierto, para estar cómoda dice de llevar también mocasines y mientras finaliza voy a la sala de estudios.

La agenda que me ha instalado Carlos es muy bonita y práctica, trasteo con ella para ver lo que hace, ¡buff!, ¡buff!, tiene de todo, es un genio ese chaval y María viene a buscarme porque ha transcurrido más de una hora, recojo mi anorak y María una chaqueta azul marino.

Bajamos a buscar a papá y mamá, están ya preparados esperando a los tíos y nos sentamos un momento en su sala, están los dos muy finos, vestidos muy elegantes, como cuando van a la opera y así, bueno, mejor, porque mamá lleva un vestido largo rojo y parece una actriz de cine, está dando unos paseos y no se quiere sentar, dice que el vestido no se tiene que arrugar, papá de oscuro, con pajarita y por fin llegan los tíos que vienen igual de chulos, los vamos a recibir y de pronto a la tía parece que le da un ataque y entra en shock, se queda con los ojos abiertos como platos-

-¡Ay!, Dios mío, qué desastre soy, ¡ay, qué cabeza la mía!   -nos está mirando atónita, aterrorizada.

-Me he olvidado de recoger vuestros trajes para esta noche, ¡uyyy!, no tengo perdón de Dios.   –Mamá, mayestática nos mira-.

-Bueno, no es para tanto, no te preocupes, así están bien.  -mamá la interrumpe nerviosa.

-Pero si ya los había encargado, podía haberles dicho que los enviaran, pobres niños.   –viene hacía nosotros pero creo que no se puede agachar a causa de los altos tacones que la sostienen, solo me caricia la mejilla.

-¡Ayyy!, ¡ayyy!, ¿qué voy a hacer ahora?   -mamá se está poniendo histérica, aprieta en sus manos el dorado y pequeño bolso que porta.

-Por favor, no te preocupes, son unos niños, no importa que vayan así.

-Pero es que van a llamar la atención, Dios mío, estoy loca.   –tengo que acercarme a ella y coger su mano.

-Tía, que mamá tiene razón, no pasa nada, no te preocupes, no te pongas así, por favor. –interviene mamá de nuevo, está paseando por el hall como si fuera a perder el tren.

-Vamos a llegar tarde, venga vamos a partir, vosotros niños bajad por la escalera, con estos vestidos nosotras tenemos que emplear el ascensor.

-¿Qué llevamos, un coche solo?, podemos entrar los seis.   –apunta papá.

Al final se hace como ella dice, los tíos tienen que coger su ascensor con María para ir en su automóvil, mamá baja sola y papá y yo andando por la escalera. Siempre es igual. Cuando el automóvil comienza a rodar, paso mi mano por la piel del tapizado, recuerdo que no he vuelto a subir en este coche desde que Carlos y yo lo utilizamos, aquel día de verano, para descargar nuestra líbido, en uno de nuestros primeros encuentros amorosos.

Cuando llegamos, sigo sin entender cómo puede abrirse sola la gran puerta de hierro. En la  entrada hay ya varios vehículos aparcados, eso llama mi atención, de uno de los coches desciende una pareja de señores mayores y ascienden la escalinata. En la plataforma del porche, donde ayer nos recibieron los abuelos de Gonzalo, han colocado ahora como unos biombos de cristal para preservar del viento. Gonzalo y sus abuelos permanecen en esa zona protegida, saludando a la pareja que ha llegado antes que nosotros, subimos los escalones y nos acercamos a ellos, la tía abraza a la abuela y señala hacía nosotros con sus ojos, habla con ella, la señora nos mira y ríe divertida.

-A vosotros no os voy a presentar a mi nieto, ¿verdad?   -se dirige a María y a mí, como gastando una broma, porque los demás sonríen.

Gonzalo esta a su lado, porta ahora unas muletas más pequeñas, de esas que llegan solo hasta el codo, va vestido con un traje oscuro y luce en su cuello una pajarita como papá, va muy elegante y está guapo a rabiar, a mi al menos me lo parece. Baja la cabeza para que María le bese y a mí me hace un gesto de saludo.

-Ahora iré con vosotros parece que aún falta algún invitado y tengo que seguir aquí.   –se le ve tranquilo, como si hubiera hecho eso toda la vida.

Entramos en el hall donde está el señor de gris, recoge los abrigos y mi anorak, me ha reconocido y me hace una mueca amable. En el salón, aquel enorme, han colocado en un extremo como una barra de bar y un barman atiende a unos señores que se encuentran allí, un camarero portando una bandeja, se dirige donde un grupo de elegantes señoras que charlan de pie, papá y el tío se dirigen hacía la barra y saludan, piden algo y comienzan a hablar con ellos, por otro lado mamá y la tía van hacía el grupo de damas, aspavientan y se besan y María y yo quedamos solos, la sujeto de la mano y la llevo a una pared donde han colocado una fila de butacas, al lado de la barra del bar hay también una plataforma con aparatos electrónicos y un chico joven los maneja, debe ser algún equipo de música, se escucha en el salón una suave música como de cámara.

Según parece no vamos a estar tan pocos como yo imaginaba, aprovecho la espera para echar un vistazo a la gente reunida. De las señoras mamá y la tía son más jóvenes que las demás y lo mismo sucede en el grupo de señores, son todos de la edad de los abuelos de Gonzalo, supongo que amigos suyos. Viendo ahora a papá y al tío juntos parecen hermanos gemelos, bueno papá es algún año mayor, dos o tres años creo.

El otro día no me fije pero del lateral izquierdo, hacía la mitad del recorrido del salón, parte una escalera tipo cuerno de cabra que llega a una galería abarandillada de acceso al piso superior.

Vaya, los invitados van llegando, ahora acceden al salón una pareja de señores acompañados por dos chicas y un chico algo mayores que yo, sin duda se dirigen hacia nosotros, están vestidos muy elegantes, él con traje y corbata y las chicas, que son bellas, llevan vestidos de gala.

-¡Hola!, ¿vosotros sois los amigos de Gonzalo?   -la que ha hablado es una chica pelirroja, con algunas pecas en la nariz y parte superior de los pómulos que la hacen muy graciosa, les calculo quince o dieciséis años, me levanto y María me sigue.

-Creo que sí, no veo otros chicos por aquí.   –giro la cabeza señalando el grupo de caballeros y de demás que hablan cerca, el chico ríe la gracia y las chicas le imitan.

-Pues si tienes gracia chico, me llamo Alba, mi hermano Jorge y mi amiga Victoria.

-Álvaro y mi hermana María.   -el chico tiende su mano y la estrecho y da un beso a María, las muchachas, atrevidas, nos dan un beso a los dos.

-Ya que vamos a cenar, y parece que solo los presentes y el señor de la casa,   -señala a cada uno de nosotros-   somos jóvenes, vamos a llevarnos bien y a divertirnos, si se puede.   –lo último lo dice mirando a los grupos de mayores.

Ahora se incorpora una nueva pareja, y en esta ocasión van acompañados por el abuelo de Gonzalo, les siguen unos pasos por detrás, éste y su abuela. Deduzco que ya han llegado todos los invitados al ágape.

Gonzalo se nos ha incorporado, ahora con las nuevas  muletas se le ve más ligero y se mueve mejor.

-Veo que ya os habéis presentado, son compañeros del liceo, de dos cursos superiores, terminan allí este año y para el próximo están buscando un colegio, en el liceo no imparten bachiller y tienen dos opciones, ir a otro colegio o a San Juan de Luz.   –se dirige a mí, entiendo que para hablar de algo o informarme de cómo funciona el liceo.

-Creo que estarían bien en el nuestro, ¿tú qué opinas Álvaro?,  aunque aún tienen tiempo para buscar hasta Septiembre.

-No lo sé, ellos tendrán que valorarlo, o mejor tú que has visto las diferencias que puede haber, mejores y peores.

-No os preocupéis ahora, además iremos donde decidan nuestros padres.   –apunta Jorge con muy buen criterio.

La charla discurre amena y Victoria habla con María, no sé de qué, un ratito más tarde se acerca la abuela de Gonzalo para pedirnos que vayamos hacía el comedor y veo que los mayores están dirigiéndose hacia el ala izquierda del salón, mostrándonos el camino.

Hay una larguísima mesa, como para unas treinta personas, pero solamente hay veinticuatro asientos y se corresponden con los veinticuatro comensales que somos. Los jóvenes, es posible que por querencia, nos colocamos en un extremo, Gonzalo, María y yo enfrente de los otros invitados, aunque la mesa es ancha podemos comunicarnos.

Sorprendo a Alba, en varias ocasiones, con su mirada fija en mí, al cruzar nuestras miradas baja la suya y un ligero rubor la enciende. No acabo de ver a Gonzalo muy alegre con la situación y no puedo captar el motivo.

La cena ha transcurrido amable, con insulsos comentarios hacía la comida y en el postre nos brindan una copa de champán, Jorge no tiene problema alguno en apurarla e intentar, inclusive, beber la de su hermana.

Desde aquella vez que bebí un poco de vino con el tío, en que terminé algo tonto y, pasó lo que paso, tengo un respeto terrible a todo lo que es alcohol, no bebo.

Después de la cena todos desfilan de nuevo al gran salón donde un chico, imagino contratado para el evento, pincha música de baile para mayores.

-Álvaro tu sabes bailar esto.   –pregunta Alba.

-Ni idea…, no sé ni cómo se empieza.  –la chica suelta una carcajada.

-No importa, ven yo te llevo.   –sujeta mi mano y me arrastra hacía una zona vacía y me enlaza por la cintura, me dejo llevar y alguna de las personas mayores sonríen divertidas del espectáculo que les brindamos.

Alba sabe bailar y tira de mí consiguiendo que, aunque con evidente torpeza, vaya dando vacilantes pasos intentando adaptar mi cuerpo al de ella. Veo a María moviendo sus piernas y con ganas de hacer lo que nadie le ofrece, un par de parejas de mayores se deciden al verse urgidos por sus damas respectivas. Alba lleva mis manos a sus caderas y sujeta las suyas en mis hombros.

-Se te ve muy guapo con esa ropa y te sienta muy bien.

-Gracias Alba, a ti sí que se te ve hermosa, ¿oye, estás intentando ligar conmigo?

-¡Uiiii!, eres galante y lo de ligar puedes creer lo que más te ilusione. –habla atrevida pero se pone un poco roja, sus pecas ahora, embebidas en el color de su cara, parecen desaparecidas.

-No te he querido molestar, no estoy acostumbrado a tratar con chicas y menos a que me piropeen como lo has hecho tú.

-No es un piropo Álvaro, es lo que veo, a mí al menos me lo pareces. –miro en sus ojos y creo que hay sinceridad en lo que dice.

La pieza de música finaliza y las dos parejas mayores aplauden, dirigidas sus miradas, ligeramente, hacia nosotros, estoy rojo como para explotar.

Nos reunimos con el grupo, María está moviendo su cuerpo al ritmo de la música que ahora suena de nuevo.

-Bailas muy bien hermanito, baila ahora conmigo.   –ve que no pongo muy buena cara y suplica.   -Por favor, Al.

-¿En casa te llaman Al?  -pregunta Alba.

-En casa y sus amigos le llaman así.   –María no me permite que conteste, lo hace ella.

-¿Puedo yo llamarte así?   -Alba esta de lo más…, más amigable.

-Si lo deseas, si, puedes llamarme Al. Puede que así, sincopado, se parezca al tuyo Alba.   –Alba ríe, también es una chica alegre y divertida.

-Al…, por favor baila conmigo un poquito. –no me puedo negar más, y hay ya cinco parejas moviéndose rítmicas, sujeto la mano de María y nos adelantamos, María es deliciosa, a pesar de la diferencia en estatura se arregla muy bien para moverse abrazando mi cuerpo levemente, lo que le interesa es sentir la música y seguirla.

Observo que los abuelos de Gonzalo, y el mismo, encaminan sus pasos a la puerta de entrada, antes de que finalice la pieza que bailo con María hacen su aparición en el salón los padres de Carlos, sus hermanos y él.

-María…, María, mira, mira quien ha llegado. –abandona a su hermano para ir a abrazar a Carlos y saludar a sus hermanos y papás.

Ahora entra otra pareja que no conozco con dos chicas. La abuela de Amadeo ayudada por su edecán y él, me llego donde ellos para saludar y recibir a la sorpresa que va entrando en el salón, estoy realmente asombrado de la gente que veo aparecer como por milagro. Abrazo a Carlos y saludo a los suyos, a Amadeo y a su abuela que habla ahora con mamá.

Alguien me abraza por detrás y murmura en mi oído,

- ¿Qué hace el Cenicientito sin su príncipe?   -Raúl, Raúl, radiante de guapo, ¡jo!, con una chaqueta verde de terciopelo y pajarita burdeos, pantalón negro, es verdad parece un príncipe, tan rubio-cobrizo y esa sonrisa que reclama un beso y me tengo que contener y conformarme con un abrazo cortés.

Y poco a poco el salón se hace pequeño, Sergio con sus papas y su hermana, y Pablo con padres, y más gente, algunos chicos conocidos del colegio. Se aproxima Pablo con sus papás, éste me impone un poco y cuando me alarga la mano me estremece un ligero temblor.

-Hola Álvaro, vaya fiesta que han organizado.   –no suelta mi mano y tiro ligeramente de ella. 

-¡Uii!, perdona pero te tenía que pedir un favor.

-Marcho el día dos, tengo que volver a Ginebra y quería pedirte que cuides de éste.   –acaricia la cabeza de Pablo que no se separa un ápice de su papá.  

-Pero ten cuidado y no te dejes controlar, éste es muy manipulador.

Se está acercando la hora de fin de año, y por los altavoces de donde sale la música alguien está indicando que debemos dirigirnos a la terraza del lado Oeste para recibir el nuevo año. En esta parte de la casa hay una gran terraza que el otro día no vi, es cubierta y en sus laterales han colocado vidrios para hacerla practicable en esta época del año, y se ve que son provisionales. Desde ésta se divisa la bahía con el discurrir de parte del río, en la otra orilla los edificios que la pueblan y los barcos fondeados en sus muelles.

Nos reparten unas bolsas de confitte de colores, gorros, matasuegras y en distintas mesas hay fruteros con uvas, dulces y bebidas.

Algunos barcos han comenzado a lanzar bengalas que luego se deslizan en el aire balanceándose en su descenso, hasta acabar tragadas por el mar, y en un momento dado, las doce en punto, toda la bahía es iluminada con los miles de cohetes y fuegos de artificio en brillantes y relampagueantes colores.

-Adiós 2002, adiós.   –susurra una cálida voz en mi oído, me hubiera vuelto, para quitar de su boca los granos de uva y ocupar yo su lugar, pero me tuve que contentar con la calidez de su mano en mi cintura.

Los invitados van despejando la terraza ya que las escotadas damas están sintiendo el frío de la noche. Permanezco un ratito más contemplando la belleza de la bahía, las explosiones de colores de los fuegos, y retardado, el sonido. El príncipe esta a mi lado, con una copa de champán.

-Raúl…, ¿quién te ha dado eso?   -señalo la copa que sostiene en la mano, no contesta, enarca las cejas y apunta las decenas de copas llenas que hay sobre las mesas.

-No debías, te vas a emborrachar y no me gustaría verte ebrio.

-Un par de ellas nada más, nadie se da cuenta y no me voy a emborrachar.   –me mira divertido apurando su copa y muestra su mano vacía.

-Ves, ya no tengo nada en la mano, libre para tocarte a ti.   -y me lleva hacía él, y me besa y con su mano derecha aprieta mi culo.

-Por favor Raúl, nos van a ver, van a venir los criados a recoger todo esto y verás lo que sucede.

-La culpa la tienes tú, ¿por qué te has puesto este pantalón tan ajustado?, estás para comerte cabroncete.

-Venga, vámonos de aquí que todo el mundo está ya dentro.    –tiro de su mano para arrastrarlo tras de mí.

Cuando accedemos al salón hay solamente algún chico, han desaparecido los demás y al ver a la tía cerca me dirijo a ella.

-Feliz Año Nuevo tía.   -ella nos besa a los dos.

-¿Dónde ha ido el resto de los chicos?

-Ah, venid hay una sorpresa para vosotros. 

Nos sujeta de la cintura y nos lleva hacia la puerta que conduce a las habitaciones de Gonzalo, de una de las puertas, al lado del salón donde estuvimos ayer, sale música juvenil y hay algún chico en la entrada.

Están abiertas las dos hojas y se ve parte de una sala dispuesta para el baile, con asientos a lo largo de las paredes y una pequeña plataforma con un chico atendiendo la música, un par de camareros con bandejas de bebidas van depositándolas en unas mesas con manteles blancos.

-¿Quién ha organizado todo esto tía?

-Pues la abuela de Gonzalo cariño, es mayor pero ha sido joven también, además está sala se ha utilizado siempre para este fin cuando nosotros éramos jóvenes, como vosotros ahora.

La tía se ha retirado para estar con sus amistades y antes de entrar en el barullo de la fiesta.

-Ven Raúl, quiero enseñarte una cosa.

Me dirijo hacía la puerta del salón de estar y la abro, ahora no está encendido el fuego pero, en unos de los sofás una joven pareja se está besando, en este momento se separan y arreglan un poco sus ropas.

-Perdonad, creímos que estaría vacía, podéis seguir.   –hago intención de cerrarla de nuevo y la joven se pone en pie.

-No.., no, si nosotros vamos ahora al baile, podéis pasar. –avanzan hacia nosotros para abandonar el salón y tiro de la mano de Raúl para que me siga.

-Mira.   -me planto delante del cuadro que hay sobre la chimenea y lo señalo.

-¿Gonzalo?

-Gonzalo no, su papá.

-Eso quería decir, que es igual que Gonzalo.

Ahora lo llevo la mesa que contiene los portarretratos, cojo en mis manos el que representa el Campos de Marte y la torre Eiffel.

-Ahora mira éste.   –Raúl silba y enarca las cejas.

-¿Y qué, qué ves?

-Pues eso, Gonzalo y tú, bueno tu tío y su papá. ¿Entonces éstos?  ¡Uiii! Qué fuerte es todo.

-Va…, esto era lo que te quería enseñar, ahora vamos donde están todos.

-¿No podríamos aprovechar y continuar lo que hemos interrumpido a esos dos pobres o, algo más?   -le dejo con la palabra en la boca y me encamino a la puerta, él me sigue.

La fiesta está en pleno apogeo, Gonzalo está sentado y en este momento está solo, nos dirigimos hacia él y nos sentamos uno a cada lado.

-¿Os lo estáis pasando bien?   -pregunta mirándome a mí, su mirada, de chocolate en ebullición, parece acariciarme. Pienso a veces cada cosa…, tengo en algunos momentos la impresión de que su mirada me envuelve y hace lo que sus labios debieran, besarme. Son ideas mías, mis sueños, es posible que deseos.

-¡Jo!, tú…, tú abuela se ha pasado, es increíble y yo pensaba que íbamos a estar María, tú y yo solos. Me ha dislocado las ideas.

Los dos ríen y Raúl pasa un brazo por los hombros de Gonzalo, aunque Raúl se queje a veces, se nota que quiere y aprecia a Gonzalo.

Alba viene hacía nosotros y su mirada está clavada en mi.

-Llevo una hora buscándote Al, ¿dónde te habías metido? Vamos a bailar, estáis aquí de soseras.

-Espera Alba, te voy a presentar a un amigo nuestro, Raúl está es Alba.

Raúl se ha puesto en pié y Alba no ha dudado en ir a abrazarlo y plantarle dos besos sonoros, pero luego ella tira de mi mano para llevarme donde está el alboroto. El baile ahora es suelto y cada cual hace lo que puede y sabe y veo el cuarteto. Pablo y Carlos hacen de comparsas y los que bailan son Amadeo y María, como siempre de bien, moviendo sus cuerpos acompasados, a veces cierran sus ojos y no cambian, siguen haciendo lo mismo con la misma sincronización, los abren, se sonríen disfrutando.

Alba me mira intentando que me fije en ella, y no baila mal pero, el espectáculo que brindan María y Amadeo es de lujo, A reojillo y descaradamente algunos bailarines tienen fijada su mirada en ellos, como yo.

-Hacéis un buen grupo tus amigos y tú, dais un poquito de envidia, se ve que os lleváis muy bien.

-Sí, son buenos amigos y estoy muy contento con ellos, son buenos de verdad, mira te falta por conocer a uno.   -le señalo a Sergio que mueve el cuerpo a unos pasos de nosotros. Alba se me acerca más.

-Me gustas Al, cada vez me gustas más. –le aparecen los colores que regalan belleza y autenticidad a su rostro.

La noche va discurriendo y veo a la pobre María derrengada en un asiento, sus ojitos se le cierran, creo que lleva bailando todo el tiempo, le pido a Alba que se quede un momento con ella, voy a buscar a la abuela de Gonzalo para preguntar donde la puedo dejar.

-Buenas noches señora, quería felicítala por la fiesta y pedirle un favor.   –le explico el estado de María y pregunto si hay algún lugar para dejarla descansar.

-Nosotros debemos daros las gracias por venir, pero si bonito, ven, en este ala hay habitaciones de invitados, podéis usar la que queráis.

Me acompaña y señala algunas de las puertas, abre una y añade.

-Diles a tus amigos que, si alguno quiere descansar, puede hacerlo en estas habitaciones, no hay para todos pero podéis usarlas entre varios para tumbarse un rato, no hay problema, ¿verdad?

-No…, no señora, gracias otra vez. –voy a recoger a María, está totalmente dormida y la tengo que llevar en mis brazos, Alba abre la puerta que le indico y deposito a mi hermana en la cama y la cubro con la ropa, cuando vamos a abandonar la habitación Alba acciona el interruptor y en la oscuridad abraza mi cuello, se eleva y su aliento barre mi cara.

-Dame un beso Al.   –no es necesario que tome una decisión, la niña posa sus labios sobre los míos, aprecio la suavidad, la tibieza y turgencia de sus labios, un beso suave, cálido, sencillo, queriendo transmitir sus sentimientos de mujer.

¿Me ha gustado el beso? No me ha disgustado. 

Pero es más importante: ¿Te has sentido a gusto con esa persona, el tiempo que has tratado con ella?, tendría que decir que sí, he estado a gusto por su carácter, porque es agradable, amable y simpática y también, lo que enlaza con lo primero, porque es bella.

La fiesta continúa pero poco a poco va decayendo, hay ya muchos chicos sentados, desorientados y sin saber qué hacer, cansados de bailar y algunos, como comprobaré más tarde, con otros problemas.

Raúl, ha bailado y creo que tonteado con alguna chica mona, no es para menos, se lo comen con la mirada, se sienta a mi lado, no es su normal como se comporta.

-Raúl, tú has bebido algo más que las dos copas de champán.

-Va…, si, pero muy poco.

-¿Y qué es lo que has hecho, ir a buscar copas al salón de los mayores?

-No…, alguno ha metido alguna botella de petaca.   –el caso es que está con un aspecto deplorable entre el cansancio y la bebida.

Hay gente emprendiendo el regreso a sus hogares y mis padres y tíos no lo han decidido aún, busco a los padres de Raúl y a la tía para decirles que vamos a descansar un rato.

Pasando el brazo debajo de su sobaco le ayudo para llevarlo a la habitación donde María duerme, le tumbo a su lado y vuelvo al salón.

Alba y Victoria vienen a despedirse.

-Buscaré alguna forma de que volvamos a vernos Al, te llamaré.   –la despedida de ambas es un abrazo y un beso de amigos, tanto a mí como a Gonzalo.

Éste es el que se ha portado como un hombre, a pesar de sus muletas, a pesar del manifiesto cansancio que se aprecia en su rostro, ha sabido mantener el tipo y ha sido un excelente anfitrión, seguro que ha dejado a sus abuelos contentos.

-Bueno Gonzalo, habrá que dormir un rato, he felicitado a tu abuela por la bonita fiesta que nos habéis preparado.

-Algunos siguen aún de fiesta, no sé a qué hora se retirarán, no he visto a María y Raúl, ¿dónde andan?

-Sí, somos los únicos que faltamos por marchar, los he metido en la cama, estaban rotos.   –se pone en pie con dificultad y le ayudo sosteniéndole.

-¿Quieres que te ayude o que te haga algo?   -se me queda mirando.

-Si no te importa y me ayudas a meterme en la cama, estoy tan cansado.

Con una mano en su cintura y en la otra una muleta, le sostengo al caminar, su habitación está cerca, le ayudo a quitarse la ropa y a ponerse el pijama y a que llegue al wáter. Desde la habitación oigo su chorro caer en el inodoro, luego le ayudo a subir a la cama y le arropo.

-Hasta mañana Gonzalo.

-¿Álvaro?…

-¿Qué?…   -se me para el corazón.

-No…, nada, gracias.

Cierro la puerta y dos lágrimas corren por mis mejillas, que tonto soy, que tonto, que tonto, siempre haciéndome ilusiones. Poco después descanso al otro lado de María, haciéndole guardia Raúl y yo, uno a cada lado, como los caballeros medievales velaban su espada, llorando en silencio hasta que el sueño me vence.

Este año de 2003 el día de Reyes cae en lunes, ese sábado recibo una llamada de Alba que, Águeda me comunica por el telefonillo interior.

-Álvaro, una chica pregunta por ti, coge la línea.

-Hola, Álvaro, dime.

-Al…, soy Alba, ¿no te habrás olvidado de mi?

-No.., no, no Alba, ¿cómo estás, qué deseas?

-Verás, el Domingo se celebra la cabalgata de Reyes en la Gran Vía, un amigo tiene su casa ahí y ha organizado una pequeña fiesta, el caso es si te apetecería venir y verla desde su balcón, y luego quedarte a la fiesta.

-No sé Alba, hay muchos problemas, el lunes es Reyes, las clases empiezan el martes, tengo que pedir permiso, y en caso de que me lo concedan, no me van a dejar que esté más allá de las 22:00 horas.

-Vale…, tú inténtalo y oye, ¿puedes decirle a Gonzalo y a ese amigo tan guapo?, igual quieren venir también, por favor   -escucho cuchicheos al otro lado de la línea.

-Alba, ¿tú has llamado para invitarme a mí, o para que yo invite a mis amigos?, ¿por qué no llamas tú a Gonzalo y ya está?, es más sencillo.

-¡Ay!, Al, no te enfades, a mí solo me interesas tú, pero mis amigas, ya sabes. Hemos llamado a Gonzalo pero no le apetece, y Victoria piensa que si eres tú el que se lo pide…

-Voy a hablar con ellos y te lo comunicaré, si conseguimos permisos, tenemos más de media hora de viaje en metro y, va a ser difícil, te lo advierto.

-Ha…, gracias Al, sabía que lo intentarías, adiós Al, llámame, gracias.   –todo esto muy fino y muy dulce.

A la tarde estamos todos reunidos y expongo la llamada recibida de Alba.

-Yo no voy a ir, ya le he dicho a ella misma que no voy.   –habla Gonzalo un poco molesto.

-Pues son tus amigos, nuestros no.   –se muestra conciso Raúl.

-Mira Raúl, no son mis amigos, ni siquiera han estudiado conmigo, van dos cursos por delante, y si lo dices porque estuvieron en la fiesta, es porque sus abuelos son amigos de los míos, no tengo nada que ver con ellos, mis amigos sois vosotros, id vosotros, si queréis.

-Y,  ¿quién puede ir, quiénes quieren que vayamos?    -levanta la voz Carlos que está juntito a Amadeo, me coge de improviso y me doy cuenta de la razón de la pregunta.

-Si…, la verdad es que ha hablado de Gonzalo, Raúl y de mi solamente, mejor no vamos ninguno.

-Ah, pues yo iría si me hubieran invitado, tiene que ser una chulada ver la Cabalgata de Reyes desde ese lugar.   –mira por donde Amadeo es el más animado.

-Deberíais ir si os apetece.   –señala Gonzalo y Carlos asiente con la cabeza, los demás afirman a su vez.

-Pues a mí me gustaría ir y si Gonzalo no va puedo ocupar su lugar.   –otro que se apunta es Sergio y Raúl afirma con la cabeza ilusionado.

-Pues sólo falta que nos den permiso, cada cual que lo solicite a sus padres y luego llamaré a Alba para darle la respuesta.

-Yo no necesito pedir permiso, esta noche me voy a quedar aquí y mañana sábado también, o sea que lo mío está resuelto.  –Raúl está el más radiante de todos.

-Deberías Raúl, por si pasa algo, que sepan dónde vamos a estar.   –todos asientes a lo que le indico a Raúl.

Después de merendar-cenar todos han obtenido el consentimiento de sus padres, puedo llamar a Alba para decirle que iremos, que Gonzalo no estará y en su lugar va a ir otro amigo y que a las once debemos estar de vuelta en casa.

Esa noche hemos ido un poco tarde a la cama, ha habido casi una despedida de las vacaciones que, lamentablemente, se han pasado muy rápidas.

Raúl me tiene fuertemente abrazado besando mis labios, separo nuestros cuerpos y me tumbo boca abajo girando mi cabeza hacía él, de costado me mira con la boca sonriente y los ojos brillantes.

-¿Por qué tienes tanto interés en ir a la invitación de Alba?   -sonríe más abierto, baja su cuerpo hasta que su boca toma contacto con mi hombro, y coloca su mano en mi culo, poco a poco comienza a acariciar los pelillos que me nacen en la raja de los dos cachetes.

-Pues porque quiero volver a ver a una chica, si es que esta…, no se… Creo, deseo ver esa Cabalgata que debe ser estupenda, y aunque tenemos que volver pronto, ver lo que se cuece en esas fiestas.

Estoy un rato pensativo, él sigue jugando con los pelitos, los sujeta con las yemas de sus dedos y tira de ellos y poco a poco, va metiendo su mano más profundo y allí juega mientras besa mi hombro.

-¿Qué estás pensando Al, qué pasa por esta cabecita?

-Estoy un poco loco Raúl, tengo las ideas muy revueltas, y no consigo aclararme, y cada vez es peor.

-Igual entre los dos conseguimos algún resultado, si unimos nuestras poderosas mentes, cuéntame, venga, que sé todo de ti.

Dudo un momento, no sé cómo expresarme, como exponer con claridad lo que pienso…, si ni yo mismo lo sé ver.

-Mira, creo que está claro: A ti te gustan las chicas. A mí me gustan también…

-¿Y?...

-Pues qué, ¿qué hacemos tu y yo aquí, desnudos y con ganas de comernos y…, otras cosas?   -Raúl me mira con la hilaridad prendida en su mirada.

-No lo sé Al.   –ríe por bajines.   -No lo sé. Independientemente del resto, si sé que te quiero, que deseo estar así contigo, que me encantas, que me vuelves loco, que te adoro y, no sé nada más, no me preocupa, ya veremos lo que sucede, pero no voy a volverme loco.

-¡Ay!, Raúl me estás haciendo daño.   –deja de tirar de mis pelos, pero su mano permanece sobre las montañas de mi culo, pasando suavemente su palma por los suaves colinas.

-Igual para ti es fácil, a mí se me complica, además, con lo de Gonzalo.   –ahora pasa su pierna por encima de mi cuerpo y su verga que está dura, con el calor del infierno, se apoya en mi cadera.

-No te preocupes Al, todo se resolverá, deja de preocuparte por todo y todos, disfruta de mi y deja que yo disfrute de ti.   –su mirada me abrasa, está como un cazador, esperando un fallo de su presa para lanzarse sobre ella, su mano sube a acariciar el lóbulo de mi oreja y mi cuello, me siento tan bien, me llega su olor y me lleva a cerrar mis ojos de placer.

Sabe que me he rendido y he cedido mi terreno, se coloca a horcajadas con una pierna a cada lado de mi cuerpo, sentado en la parte baja de mis glúteos, mete su verga en mi raja para que mis pelos la acaricien, se aproxima para rozar mi espalda con suavidad y besarla causando escalofríos en mi cuerpo, su aliento humedece mi cuello y muerde el lóbulo de la oreja y mete la punta de su lengua en mi oído provocándome cosquillas, y haciendo que me queje suavemente de placer.

Eleva su cuerpo para meter su polla entre mis piernas, y llega con su punta hasta mis huevos atrapados contra el colchón, y noto el fuerte calor que irradia todo él.

Me doy la vuelta privándolo del placer, tiro de él para que se coloque encima de mí con el cuerpo invertido. Mis ojos se deleitan observando en mi cielo su vega pendiendo, palpitando en su necesidad de ser querida y a punto de tocar mis labios, sus ahora colgantes huevos, rubios como el oro excretan olores inolvidables. Guío su polla hasta mi boca para que aprenda el camino donde debe hincarse y más tarde descargarse.

Aprende rápido el camino, mis labios lo van recibiendo según su necesidad, apretando para exprimirlo cuando sale, abriendo lo necesario para que pueda entrar cómodo, en su casa, aunque hiera mi úvula, aunque mañana no pueda hablar, desposeo mi voluntad para regalársela y me vuelvo todo suyo.

En su vaivén sus huevos a veces me ciegan y golpean mi nariz y los párpados, obligándome a cerrarlos, los acaricio acompañando mi mano en su bajar y subir, con la otra mano lo ayudo a descender aún más si me deja insatisfecho, acariciando su culo que se me escapa hacía arriba y recojo en la bajada, el espectáculo de la vista es sublime en esa posición, me calienta logrando que mi polla, bien atendida por él, se contraiga, sin poder avisarle porque no quiero retirar el tapón de mi boca.

Llegamos al éxtasis casi al mismo tiempo, las sacudidas eléctricas se van suavizando, pretende retirarse y no se lo permito, empujo de su culo para que no salga, para que me permita bañar su polla en los restos de su esencia, un ratito solamente para ir comiéndolo sin prisas.

-¿Nos damos una ducha rápida?   -mientras acaricio su mojada cara.

-¿Para qué?, si no hemos dejado nada.   –señala con un gesto gracioso nuestras vergas, que verdaderamente están limpias.

-Aunque solo sea la boca.

-Tampoco, las bocas nos las limpiaremos ahora.   –me atrae para meter goloso su lengua en mi boca.

-No me importa nada, nada, nada, lo que pueda pasar y, no sé nada más que te quiero, te quiero, te quiero…Al.

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