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El adiós de Obdulia

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Obdulia era una mujer que venía los viernes y sábados a limpiar mi casa y lavar ropa. Se hizo indispensable para mí pues nunca obtuve un no por respuesta. Fue leal y yo le tomé cariño. Mis hijos también. En septiembre de 2014 fue con su pareja a justificarse y despedirse. La hice pasar y le permití que recogiera algunas cosas que le había obsequiado. Fui a mi recámara y saqué 6 mil pesos para dárselos como gratificación por sus servicios prestados. Llamé por teléfono a mi esposo que estaba en Durango para avisarle de esto y también se contrarió mucho.

Tomé fuerzas, suspiré y fui al pequeño cuartito que adaptamos para Obdulia en el que le pusimos una cama, un buró, una televisión y una cajonera para que guardara su ropa. Como lo he relatado en otras ocasiones, yo andaba muy ligera de ropa pues eran las 10:30 de la mañana y mis hijos salían tarde de sus escuelas. Llevaba un camisón plateado corto y unas sandalias. Entré al cuarto de Obdulia y ella le estaba acariciando y jalando la verga a su marido. Ambos me miraron con sorpresa y yo les sonreí: "Les traeré una bebida para que se les baje el calor", bromée.

Fui por unos vasos y saqué una botella de brandy y puse dos cubos de hielo en cada uno y serví suficiente brandy y agua mineral. Llevé las copas para brindar con mi sirvienta y ¿por qué no? mi amiga. En algunas ocasiones le platiqué a Obdulia algunas de mis aventuras y ella se sorprendía y se excitaba con mis relatos. Esta vez entré al cuarto y ella continuaba tocando el pene de su marido. Puse los vasos en la cajonera y procedí a darle a cada quién su copa.

Obdulia se apenó pero se excitó por el hecho de que yo no objeté nada. Su marido, un hombre de 1:70 era fornido y muy moreno, con rasgos indígenas, pero me miró con deseo y sin preguntar ni decir nada yo también toqué su pene que para ese momento, ya estaba muy erecto. Su miembro se sentía caliente y él sudaba pues el cuarto tenía un ventilador de techo y no estaba prendido. Obdulia rozaba con sus dedos mi mano y decidió cambiar. Soltó la verga de su marido con su mano y izquierda y lo tomó con la derecha y con su mano izquierda me acarició mi vulva que resaltaba sobre mi pequeñísima tanga.

De pronto, introdujo dos dedos en mi vulva mojadísima y yo me excité mucho. El marido se puso de pie y nos jaló de los cabellos a ambas para que mamáramos su pito. No era grandísimo pero sí de buen tamaño y estaba muy duro y rico. Nos hizo ponernos de pie e introdujo sus dedos en nuestras vaginas. Después nos acercó a ambas y nos ordenó que nos besáramos y yo me excité mucho cuando la punta de la lengua de Obdulia tocó la mía. Nos besamos y luego nos mamamos nuestras tetas.

Enseguida, su macho me penetró y yo lancé un gemido que excitó a Obdulia y ella me acercó su vulva para que yo la besara. Lo hice y se corrió muy rápido. Su marido me continuó penetrando y yo deseaba más y más: "Dáme más papi" le pedí y él me penetró más rápido haciéndome gemir sin parar. Luego se cogió a Obdulia y yo le puse mi vulva para que la disfrutara. Ambas nos corrimos y le pedimos más verga a su marido.

Después de unos 20 minutos, el nos pidió que nos hincáramos en el piso y se frotó el pito para tener una eyaculación. Nos pidió que acercáramos nuestras bocas y lanzó su semen que golpeó furiosamente nuestras lenguas: "Dénse gusto pinches putas" dijo. Le chupamos el pito hasta que ya no quedó ni una gota y allí terminó ese tremendo encuentro.

Todavía extraño a Obdulia, sin embargo, espero que ella y su marido se animen a visitarme algún día.

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