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Historia en capítulos 21 ¿Buenos, malos tiempos?

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Hemos bajado del metro y seguimos las indicaciones que nos han dado para llegar a la casa de la amistad de Alba,

La casa está en la misma calle de la parada del metro, a la salida hay multitud de personas, con niños ilusionados, con sus ojos muy abiertos para que la magia los llene, para atraparla toda cuando vean desfilar los colores y brillantez de los trajes.

Solamente tenemos que buscar el número en la calle y tocar el timbre, nos recibe una chiquita rubita, que lo único que hace es abrir la puerta y salir corriendo, debe tener prisa y no nos queda más remedio que cerrarla y seguirla. Se introduce en una sala y accedemos a la misma, hay como una docena de jóvenes con bebidas en sus manos, supongo que serán refrescos, alguno con el color de la cola.

Nuestros conocidos se acercan, Alba con la boca abierta en una sonrisa de felicidad, confraternizamos entre abrazos y besos. Alba deposita sus labios en la comisura de mi boca porque me he desviado un poco, su intención era obvia. Raúl desliza su vista por el resto de personas y parece haber encontrado lo que busca, se dirige hacía una chica de pelo castaño, muy delgada que me parece recordar de la fiesta en la casa de Gonzalo, se saludan y los pierdo de vista, Alba tira de mí hacia una mesa donde están las bebidas y tonterías de comer, Sergio habla con Jorge que le presenta a otros chicos presentes.

-Estoy muy contenta de que hayas venido, en un momento llegué a pensar que igual te arrepentías y cambiabas de opinión.

-Lo veo un poco difícil Alba, si me comprometo a algo lo cumplo a no ser que resulte imposible.

-Es igual, lo importante es que estás aquí y que estoy muy feliz de que así sea. ¿Quieres beber algo?

-Si no te importa voy a tomar un poco de agua.

-Ven vamos a sentarnos allí y hablamos, aquí hay mucho ruido.   –señala a un rincón de la sala, pero sujeta mi mano y traspasa la puerta para llevarme a otra habitación.

Es un dormitorio de chica, se aprecia en el mobiliario y la decoración que la viste, Alba me lleva hasta una mesa escritorio y levanta sus brazos en mudo gesto de que la sujete, la eleve y la pose encima. Me arrastra tirando de mis manos hasta que nuestros cuerpos entran en contacto. Abre sus piernas para abrazar mis pantorrillas y atraerme más luego coloca sus brazos alrededor de mi cuello, tan cerca que su aliento choca contra mi rostro, esconde su cara en mi cuello para depositar en él un suave y cálido beso, luego se separa.

-Sinceramente Al, no te voy a decir que me gustan tus verdes ojos, tu llamativa boca y tu olor porque eres tú entero lo que me gusta.   –es osada y atrevida, pero al mismo tiempo un intenso rubor cubre sus mejillas desdiciendo lo que aparenta.

-¿Yo te gusto Al?, ¿te parezco bonita?, dime algo.  -noto la suavidad y blandura de su breve pecho apretándose contra el mío.

-Sí…, no…, bueno sí, quiero decir Alba que yo no he estado con chicas y la verdad estoy confuso, me gustas, te veo bella  me gustan muchas cosas de ti, pero estoy un poco confundido y no me aclaro, la verdad.   –no pierde su sonrisa y los ojos le chispean.

-Bésame Al, ¿besar sabrás?   -no tengo opción porque prende sus labios en los míos, suavemente con su lengua ensaliva mi labio inferior, que de los nervios, está seco y lo mete en su boca para morderlo y jugar con él. Reclama mi participación metiendo un poco de su lengua hasta tocar ligeramente la mía. Sin pensarlo voy a su encuentro hasta que estas se unen, se tantean, se analizan, se prueban y las bocas se sellan para respirar la una de la otra.

Su cuerpo se aprieta al mío hasta tener mayor consciencia de sus pequeños senos, de notar su agitada respiración hasta que se separa un poco de mi para volver de nuevo a juntar nuestros cuerpos, esconder su rostro en mi cuello y palpitar suave allí.

Siento una fuerte erección en mi pene y me avergüenza que ella lo note, intento retirarme lo que sus piernas me permiten y creo que se da cuenta, y sus brazos me rodean más fuerte logrando que mi verga entre en contacto con su bajo vientre y allí palpite impaciente.

-Sí que te gusto Ál, te excitado, lo  estoy notando.  –vuelve a juntar nuestros labios y no me resisto y ahora soy yo quien la devoro.

-Besas divinamente Al.   –ha acabado de hablar y la puerta es abierta por la muchacha rubia que nos permitió la entrada.

-Estáis aquí, ¿ehh?, la cabalgata está llegando al balcón ya, daros prisa.   –Alba se queda aturdida, parada, y mira en la verde espesura de mis ojos, muy roja, como un niño cogido en falta, siento ternura por ella y quiero calmar su angustia, la sujeto de las caderas y la devuelvo al suelo, agarro su mano y tiro de ella.

-Ven…, vamos a ver la cabalgata, nos la vamos a perder.

El balcón está lleno de chicos, temo que se va a caer. El inicio de la cabalgata esta justo a nuestros pies, la gigantesca ballena de hule vuela en el aire como si fuera su mar, el dragón de colorines, las carrozas  con sus luces y colores, los pajes tirando dulces a los niños, la magia está servida y vuelvo a mis años niños, a la sorpresa del maravilloso engaño, a la ilusión desmedida.

Varias veces intento retirar mi mano, que a pesar del frio de la tarde esta sudando. Alba la aprieta más para que no se le pierda, no la molesta el sudor, al contrarío, parece sentirse más unida por la fuerza líquida que une más las palmas de nuestras manos. La cabalgata se pierde, los niños saltan la barrera para recoger los caramelos perdidos y meterlos en la bolsa, que al cabo de pocos días encontrarán olvidadas en una estantería de sus habitaciones.

El festejo de la calle ha acabado. Ahora en el interior alguien pone una música que brota alegre y ruidosa para mover los cuerpos atraídos por el ritmo. Veo a Raúl bailando con la delgada, haciendo corro con otros y creo ver a Sergio bebiendo con otras chicas al lado de las mesas.

Alba tira de mi para llevarme y meterme en el bullicio, baila mirando al aire y se mueve en un sueño que está creando en su mente, a veces abre sus ojos para ver que no me he ido, que no he escapado de ella, que continúo a su lado, ¿sueña quizá con su amado?, es pronto para soñar, pero la vida es un sueño.

Los demás viven en la cercanía pero nosotros tres tenemos un largo trayecto y tenemos que partir, los ojos de Alba dejan salir su sentir y su pena, quizá haya otros más con el mismo sentimiento, aprovecha un momentito que nos cree solos para volverme a besar, dejar su impronta en mis labios. Pobre niña pelirroja que empieza a sufrir ya.

Las estaciones van discurriendo, y en una súplica muda, miro a Raúl esperando que me entienda.

-Sergio, ¿te quedas conmigo en la casa de Al?

-Ni de coña, mañana tengo que recibir mis regalos y este año son importantes.   –se le ve emocionado.

-Cuéntanos. ¿De qué se trata?   -indaga Raúl curioso.

-Rompí un esquí y han decidido regalarme unos nuevos sin que yo los vea antes, tengo que ver que han comprado, si son los que yo quiero o los tengo que cambiar.

-¿Te van a ir a buscar a la estación?, tienes mucho trayecto hasta tu casa.

-No os preocupéis, cogeré un taxi.

Raúl y yo nos tenemos que apear, vamos los dos en silencio, aislados por nuestros pensamientos, hasta llegar a la puerta y tocar el timbre para que alguien nos la franquee.

En la cocina está solamente Águeda y nos ofrece de cenar, no queremos tomar nada y para que no se enfade, un vaso de leche con galletas y nos subimos al piso alto, en la sala esta solamente María, me siento a su lado y Raúl en otra butaca después de saludarla con un beso.

-¿Te has quedado solita?   -paso el dorso de mi mano por su mejilla, pero está muy atenta a lo que sucede en la pantalla.

-Gonzalo está en la sala de estudio, no le gustaba la peli.

Me levanto para ir donde Gonzalo y Raúl aprovecha para ocupar mi puesto, la niña se abraza a él sin perder detalle de lo que sucede en la peli, les miro desde la puerta, Raúl abraza su breve cinturita con enorme cariño. Encuentro a Gonzalo sentado en su escritorio, a su lado mi mochila y encima de la mesa todos mis libros.

-¡Hola!, que solo estás, ¿no te aburres?

-No…, perdona, he cogido tu mochila para echar un vistazo, ver lo que habéis avanzado este mes que no he ido al cole y no te he pedido permiso…   -se le ve un poco nervioso.

-Para nada, no te preocupes puedes cogerlos y tenerlos lo que necesites.

-Si no te importa mañana voy a estar un tiempo mirando tus apuntes, para hablar luego con Julio y ver como arreglamos la recuperación de este trimestre.

-Y…, ¿qué vas a hacer con el cole?

-Tu tío Luis dice que voy a empezar el martes, que ya no tengo problemas con la pierna, me llevarán en coche hasta que pueda valerme para coger el bus.

-Te apetece venir a la sala a ver el final de la peli, está también Raúl.

-No, ve tu, voy a recoger esto y bajo a la cama, tengo que hablar con tu tío, y…, oye, ¿qué tal os lo habéis pasado?

-Muy…, muy bien, la cabalgata ha sido una pasada de bonita y luego Alba y esa gente, son simpáticos.

De vuelta en la sala los dos permanecen mirando la pantalla, no se han dado cuenta de que he vuelto o lo que sucede en la peli les interesa más que yo, tomo asiento en silencio y al cabo de un momento viene Gonzalo para despedirse, María se aprieta contra Raúl para hacer sitio a su otro lado a Gonzalo pero este reúsa, la besa y se marcha como había dicho.

-Al, ven a la cama, no entiendo cómo puedes tardar tanto en lavarte la boca.

-Es que no me estaba limpiando la boca, estaba meando y creo que ha sido bastante sonoro para que te enteres.

-Es raro, un chico tan pulcro como tú y no se limpia la boca.  –es todo ironía el chaval.

-Bésame Raúl.   –le coloco mis labios para que los bese y obedece intrigado.  -¿Qué te ha parecido?

-Nada, que saben muy ricos, como siempre, ¿qué me tiene que parecer?, ¿no he acertado?    –Raúl me mira alucinado.

-Pues méteme la lengua y estate un ratito con ella dentro.   –le abro mi boca para que haga lo que le pido.

-¿Y ahora, has notado algo?

-Sí, sabor a leche y galletas, lo que acabas de comer, y a ti, todo delicioso.

-¿Y no sabe a Alba?

-¿Tiene que saber a Alba?, ¿te ha besado?   -le asiento con la cabeza.

-¿Me estas poniendo los cuernos?, y además me lo dices.

-Por eso te lo digo, ahora que lo sabes ya no son cuernos, y te lo digo antes de que te enteres por otros, nos sorprendió la rubita y vi como cuchicheaba con la castaña delgada que tanto te interesa.

-¿Estás celoso Al?   -hago un gesto despectivo.

-No, si te lo he contado es para que tú no lo estés. –le devuelvo la chanza.

-¿Y no te ha hecho nada más?  -me mira con los ojos rientes y azules sujetándome las manos.

-No…, es una chica decente, no ha querido sobrepasarse, pero me ha encantado y al abrazarme se me ha subido el pene.   –tira de mis manos para que caiga encima de él, tiene las piernas abiertas y por poco le aplasto los huevos.

-Tontita ella, lo que unos no quiere otros lo aprovechan.   –me abraza muy fuerte mientras pataleo, imita comerme la cara haciendo ruidos con la boca y sorbiendo de mis labios abiertos de la risa.

-Para…, para, Raúl, me estas llenando de babas.   -no me atiende y avanza por mi cuello hasta llegar a mi boca, allí se enroca, mueve sus labios y su lengua pugnando por que separe mis dientes y lo deje entrar.

Mueve su mano hacia la cintura de mi pantalón para deslizarlo hacia abajo, lo que puede, sin tener que abandonar el manjar, su boca se ocupa de su homóloga mientras su mano se insinúa en la entrada de mi culo.

-¿Me dejas que te haga una mamadita rica? Te va a gustar, ya verás.

-Haz lo que quieras Raúl pero, hazlo ya.

Me coloca cara al cielo, abre mis piernas a tope, mete su índice en su boca haciéndome gestos obscenos y lo lleva a la entrada de mi ano, juega con él un ratito y se lo vuelve a mojar, ahora lo mete un poquito, su cabeza desciende a mi polla y la propina lengüetazos desde los huevos al capullo y otra vez para atrás, su dedo poco a poco va penetrándome hasta que no puede más, lo mueve rotándolo suave, y saca, y mete, el placer que me da es tremendo.

Mi verga da saltos cuando sus labios cobijándola pasa por encima y chupa con fuerza, impaciente de que la meta ya, me hace sufrir y rebota su lengua en mis huevos, llevándolos en su barrido y soltándolos brusco al final. Quiero levantar la cabeza para verle actuar pero la tensión de mi vientre no me permite asomar y empiezo a emitir sonidos de placentero gozo, y algún gritito de dolor cuando suelta mis huevos después de someterlos a semejante tensión. Cada vez los arrastra más fuerte con la lengua que parece que me los va a reventar.

Por fin tiene piedad y deja el juego para, ahora sí, meter toda mi polla en su boca, en un momento sus ojos se encuentran con los míos, esta divirtiéndose el pillo, su dedo no para en mi culo acariciando todo el interior hasta dónde puede llegar y luego mete dos.

-Raúl cámbialo, cámbialo ya, dame la polla.   –saca el caramelo de su boca y también los dedos del culo causándome una tremenda desazón, de vacío y de abandono.

Repta hacia mí y pone su verga delante de mis ojos, la tiene que forzar para separarla de sus abdominales de tan dura que la tiene.

-Engrásamela un poco Al, para que te entre suavecito.   –se la chupo y la lleno de saliva, gozando al pensar donde va a meterla ahora, y vuelve a bajar para apuntarla en la entrada de mi culo.

-Dios, que me voy a correr ya, Raúl me voy a correr como no te des prisa.   –empuja fuerte y en el momento que su cabeza penetra, la mete a toda velocidad.

-¿Qué quieres rápido o despacio?

-Haz lo que te dé la gana pero muévete, muévete ya.   –me empujo fuerte empitonándome entero, parezco un muñeco en sus manos, sujetando mis caderas para llevarme hacía él.

-Tú no sabes hacer, déjame a mí.   –Jo…, qué estocadas más profundas, Cada vez que me la mete expulsa el aire de mis pulmones y tengo que abrir la boca para volverlo a tomar aire, mi rostro de sorpresa, o susto, le parece divertir y sonríe satisfecho observando mi placer.

-Muy bien…, Raúl…, muy bien.   –las gotas de sudor que perlan su frente caen como lluvia sobre mí y otras haciendo torrente bajan por su cuello y bañan su rubio cabello.

No me quiero ni tocar, voy a estallar sin ayuda, sin un meneo siquiera, con el calor de su verga, roja de tanto frotar me voy a correr, me corro.

-¡Ayyy!  ¡Ayyy!, Raúl que me voy.   –le sujeto fuerte y no le dejo mover, él quiere seguir metiendo y sacando porque está próximo también, y le suelto y ¡Dios!, como me lo mete ahora, con que fuerza, con cuánta profundidad y siento su vaciado y su respirar profundo a punto de desmayar. Está rojo como nunca, como una boya del mar avisando del peligro.

Se queda mirándome fijo y creo que no me ve, como un caballo de carreras que ha quedado campeón, y lo atraigo hacia mis brazos, y le limpio el sudor, y le cubro, y le seco, para calmar el vibrar, que tiene aún muchas carreras que le gustará ganar. Quedamos los dos rendidos y después, cuando recobro el resuello.

-Has estado como un campeón Raúl, como me has hecho gozar.   –beso sus labios trémulos, su húmeda frente, sus ojos ahora cerrados para que no entre el sudor que le quito con mi lengua, para que me pueda mostrar el azul del cielo en sus ojos.

-Estas mejor que una chica Ál, es riquísimo follarte.  –le miro sonriendo.

-¿Cómo lo puedes saber si aún no lo hemos probado?

Julio está ocupado, explicándole a Gonzalo los temas que debe repasar. Un día de últimos de Enero, los días se van sucediendo con normalidad, María y yo nos retirarnos para dejarles trabajar, mi última mirada es  para él.  Se me está haciendo imposible el no estar pendiente de sus movimientos, de mirarle a hurtadillas, de aspirar por la nariz profundamente para ver si me llega algún rastro de su olor.

No sé lo que me sucede, nunca me había sentido así, poco a poco mi dependencia de él se va volviendo angustiosa aunque Raúl me siga follando cuando queremos o simplemente quiere él.

Cuando bajamos al encuentro de los chicos, que alguno habrá ya en la sala, nos tropezamos con la tía que viene de trabajar, nos besa enredada entre su bolso y el abrigo que se lo quiere quitar.

-Deja tía, ya te ayudo…, te enredas toda.   –no puedo evitar la carcajada divertido con sus gestos.

-Gracias Al, oye, quería hablar contigo un momento, si tienes tiempo.   –María nos abandona al escuchar a la tía.

La sigo hasta la cocina donde habla un momento con Luci y luego se encamina a una salita al lado de su habitación. Se sienta y me arrastra de la mano para que tome asiento a su lado. Se coloca para mirarme de frente.

-Abrázame un momento Al.   –la obedezco encantado, para mí es un placer tenerla contra mi pecho, sentir como me aprietan sus brazos y embriagarme con su lavanda, luego me aparta y me mira fijo.

-Álvaro, quiero que seas el primero en saberlo, bueno aparte de tu tío…, estoy en estado y vamos a tener un niño.

Me mira expectante, esperando mi reacción que no llega, me he quedado con la boca abierta, en shock, perdido buscando una explicación que no llega, después de ¿quince, dieciséis años?, y al fin, me lanzó en sus brazos, besando toda su cara, abrazado fuerte a ella que me corresponde pasando su mano por mi frente para retirarme el rebelde pelo.

-Jo…, tía, qué bien, qué bien y ¿cuándo lo tendremos, cuándo llega?

-Tranquilo Al, tranquilo que aún falta mucho, mira, aún no se ve nada.     –y me señala su tripa.  -Este fin de semana me tienes que ayudar para decírselo a todos.

-Tía…., estoy contentísimo, jo…, cuando se entere María.

-Bueno pues nada más, no digas nada aún para que sea una sorpresa, dame otro abrazo que vas a tener un primito.

No pude dejar de pensar en ello, me alegraba mucho, muchísimo, por los tíos y por todos nosotros, algo nuevo y bonito iba a llegar. Tantos años haciendo de mamá de nosotros y ahora nos hacíamos grandes, iba a ser un bebé muy querido.

En la planta baja solamente estaba Amadeo, que se levantó, me dio un abrazo y me planto un beso en los labios, muy suave muy de amigo o algo más, me seguía atrayendo con su belleza tan parecida a la de Raúl.

En un primer momento pensé: -Y éste como se ha enterado de la noticia que me acaban de dar.

-Jo, Amadeo, que bien me siento cuando mis amigos me van regalando abrazos y besos.

-El beso te lo debía por encargo de Alonso, no he tenido oportunidad hasta ahora y el abrazo ha sido para ver si me transmites algo del aura que llevas, parece que se te ha aparecido un ángel.

-Vamos a la sala un momento, quiero hablar un poco contigo y nunca estamos solos.

Nos sentamos en la butaca grande y paso mi brazo por sus hombros, parece el hermano pequeño de Raúl, como si le estuviera abrazando a él.

-¿Lo vuestro va?   -se me pone rojo pero no baja la vista, está precioso, no me extraña que Carlos este loquito por él.

-Creo que vamos muy bien, tú ya te habrás dado cuenta por la habitación, como la encuentras a veces.  –me río alegre.

-Eso es lo de menos, lo importante sois vosotros.   –le abrazo con ternura y beso su rubio cabello.

-Tenías razón, Carlos es muy delicado a pesar de…, de la polla que tiene.   –la recuerdo y me la imagino entrando su estrecho culo y vuelvo a reír.

-¿Y a tu abuelita, cómo la ves?, ella tiene que sospechar algo, no tiene otra cosa que vigilar, bueno si a su jardinero.   –ahora es Amadeo el que ríe con esa risa cristalina tan bonita.

-Creo Ál, que si hubieras sido tú mi pareja, hubiera admitido el que su nieto fuera homosexual sin protestar.   –no puedo contenerme y le abrazo más fuerte.

-Bueno, me alegro y todo se irá andando, oye, es raro que hoy estés solo.

-Pablo tuvo que ir a su casa y María creo que fue a la cocina a hacer de cocinillas con Águeda, no ha venido nadie más. Nos ha venido bien este rato para estar solos.

-Vamos a la cocina a ver lo que están haciendo, creo que Gonzalo tardará.

Desde ese día una de mis obsesiones fue fijarme en la figura de la tía, pronto empezó a ser notorio lo que escondía bajo las ropas. Según avanzaba en su estado de gestación iba ganando en belleza, para mí al menos. Para las vacaciones de Semana Santa ya había tenido que cambiar todos sus modelos de ropa.

Frecuentemente podía verla acariciando su abultada tripa.

-¿Qué haces tía acariciando tu barriga?, siempre te veo así.      -ríe por bajines.

-Estoy calmando a Alberto, esta alborotado y me da pataditas.

-¿Cómo es eso tía?, ¿tú notas que te da patadas?

-Sí, mira.   –levanta su blusa, al principio me da un poco de aprensión tocar su estirada piel y unos segundos después me encanta tocarla.   -Pon tu mano y espera tranquilo.

No tuve que espera mucho para sentir un ligero golpecito en la mano que me asustó y me retiré sorprendido. Pues sí, la tía había puesto ya nombre a su bebé: Alberto y, a partir de ese momento todo era Alberto por aquí y Alberto por allá, así hasta el día 13 de Mayo en que su amigo ginecólogo la sacó del error.

Con la mayor naturalidad, como si así hubiera sido siempre, Alberto se transformó en Ana.

Gonzalo sacó los dos trimestres y con buenas notas. Mis tres chicos estaban otra vez juntos en el equipo, casi estaba empezando a gustarme el fútbol de tanto ver entrenamientos, y solamente sabía que el balón no era cuadrado. Le veía a él y se me caía la baba.

Poco a poco iba admitiendo lo evidente, asimilando que me estaba enamorando de él, que no era el mismo sentimiento de cariño que sentía por Raúl, Carlos y todos mis amigos, era otra cosa, que a veces me hacía ser ridículo en busca de su sonrisa, que permitía que mi mirada estuviera fija en él y Julio tuviera que toser para llamar mi atención en clase.

Su trato conmigo no cambiaba y seguramente era mejor así, si me hubiera dado alas igual me las hubiera tenido que cortar. Era gozo y dolor, dolor por no ser correspondido, si al menos me tratara como a Raúl o a Sergio, les pasaba su brazo por el hombre, los abrazaba, no eran celos, era amargura porque no hallaba la respuesta a esa diferencia.

Desconozco si lo que Raúl y Carlos sintieron por mi algún día, pero apostaría que no, era lo que yo siento hoy por Gonzalo, me doy cuenta de que cada día crece y me induce a hacer más tonterías.

Uno de esos días el tío nos citó en su despacho, habían decidido que el mes de Julio iríamos a hacer un curso de inglés a Canadá, en un principio pensó en Montreal, por aquello de practicar el francés, el curso sería en inglés, pero no pudo ser y le salió mal, contaba con un amigo parisino que vivía allí pero ese mes venía a Europa a visitar a su familia y se arruinó el plan. Decidió entonces que iríamos a Halifax, total a 1.200 Km de Montreal por carretera,

No quería fallos en ninguna asignatura y teníamos que pasar limpios el curso, os podéis imaginar los dos meses que nos esperaban, creo que en ese momento Gonzalo estuvo de acuerdo conmigo en que teníamos mucho trabajo que hacer.

Sobre Raúl, él recoge los vidrios rotos de mi corazón y los vuelve a pegar para recomponerlo, da la impresión de que lo hace a gusto, y me quiere, y me anima, y me hace reír, y no muy a menudo me hace el amor, cuando puede, no las veces que querríamos los dos pero las noches que se queda a dormir es lo que menos hacemos, me folla hasta el amanecer y otras le apetece que sea yo el que se la meta.

Parece que cuando dos personas están mucho tiempo juntas, pueden suceden cosas que es mejor que no pasaran. Esos últimos días de Mayo no parábamos de trabajar, era frecuente que la sala de estudios tuviera las luces encendidas hasta altas horas de la noche y que Gonzalo y yo rompiéramos los codos de nuestros jerséis.

Uno de esos días estábamos analizando un trabajo en la pantalla de su ordenador, él sentado en la mesa y yo a su lado de pie, un poco inclinado, mareado de deseo por el intenso olor que me llegaba de él a mi lado, a diez centímetros de distancia, sentía hasta el calor de su cuerpo y por mi aventajada posición veía sus manos deslizarse sobre el teclado, hizo un movimiento que causó que mi boca tocara el pelo de su nuca y no pude resistir la tentación de besar su cabello.

Me asusté de mi imprudencia y me retiré unos pasos, pereció no darse cuenta, pero era imposible, tenía que haber notado mi aliento en su nuca y me puse muy nervioso. Para calmarme decidí ir hasta mi habitación y lavar mi cara con agua fría, luego me senté en una butaca para recuperar el aliento y la cordura. Pasados unos minutos apareció él con unos papeles en la mano, desconozco que vería en mi cara pero se acercó y se sentó a mi lado.

-¿Te sientes mal Álvaro?, estás muy pálido.   –puso su mano en mi frente y la mantuvo allí un minuto, la fue a retirar  y lo impedí, la sujeté con la mía y poco a poco, a cámara lenta, la fui deslizando por mi cara hasta llegar a mis labios y besé su palma, húmeda del sudor que había arrastrado.

Esperé su reacción, esperando que la retirara con brusquedad, que saliera corriendo, pero se quedó quieto, mirándome de hito en hito, con esa mirada que siempre me engaña, envolviéndome en el dorado chocolate, sujetándome en su mano me adelanté hasta que nuestros alientos chocaron y nuestros labios se unieron.

Cerré mis ojos y me dejé llevar, arrastrar a la vorágine, el beso no terminaba y el aliento que expulsaba por su nariz era vapor hirviendo, no se movía pero oprimía su boca con la mía e inicié un tímido intento con la punta de mi lengua para que abriera sus labios y luego sus dientes y me lancé a la aventura de buscar su lengua.

Estaba claro que Gonzalo, o no sabe besar o está en estado de catarsis, exploro poco a poco su cavidad, su sabor es delicioso, sublime, y llevo su saliva, que encuentro en el recorrido de mi lengua, al interior de mi boca.

Los minutos pasan y no me canso de paladear su sabor, cuando me separo de él un poco, le veo con los ojos cerrados, un poco rojo y me recreo en su rostro que beso suavemente, me parece de una belleza tan sublime, enredo mis dedos en su cabello y juego con ellos mientras beso su frente, sus orejas, su cuello del que emana un olor a almizcle untuoso que se te pega en los labios y la lengua. Solo responde a mis caricias y mis besos cuando pongo delante de sus labios algo a lo que besar.

Poco a poco voy sacando su polo por la cintura de sus pantalones, deslizo mis manos para acariciar su enjuto abdomen que parece la montaña rusa de lo pronunciado que está, es una delicia deslizar mis manos por esas, más que colinas guijarros, hasta llegar a sus tetillas que acaricio y le oigo suspirar.

Me da miedo el retirar de su cuerpo el polo y que la magia se rompa, mis ojos ven por mis manos como el ciego al tantear pero le necesito besar. ¿Y si me atrevo? Tiro del polo hacia arriba y exijo que levante sus brazos para podérselo quitar.

Está de medio cuerpo desnudo, su pecho sube y baja en un profundo respirar y cuando mis labios se posan como una medusa en sus tetillas para poderlas chupar, vuelvo a oír el sonido que tanto me gusta, suspira de felicidad y gozo. Me contorsiono, me doblo para poder llegar a cada rincón de su cuerpo, para poder pasar mi lengua y mi boca ávidas y meter la puntita de mi lengua en el hoyo de su ombligo y allí intentar perforar o llevarme su sabor.

¡Ayy Dios mío!, acaricia mi cabeza y me decido a dar otro paso, a bajar el zíper de su pantalón y el botón de la cintura. El calor que desprende su cuerpo me electriza y mi mano tiembla cuando sujeto la cintura de su pantalón para bajárselo, levanta un poco su culo del asiento y me facilita la labor, parece que colabora, tengo un nudo en la garganta de emoción, de indecisión, de si debo o no.

El bulto es tremendo, viste un slip blanco, la tía es maniática, toda la familia los usa iguales. Su polla casi sale por la cinturilla y una evidente mancha indica su excitación, beso su ombligo y suave voy bajando besándolo todo hasta llegar a la mancha de mis sueños. Mis fosas nasales se llenan del embriagador aroma, que tortura, que dolor, quisiera arrancar la barrera, y no sé porque, sé que debo de ir despacio. Al posar con suavidad mis labios sobre su punta siento como vibra y luego mi lengua intenta arrebatar lo que ha empapado el algodón hasta mancharlo más aún.

Paso un rato muy largo, eterno, para besar lo escondido, para apoyar mi mejilla y utilizarlo como almohada respirando con angustia, tengo que liberarlo o romperá la tela de la fuerza tan tremenda, levanto la vista para fijarla en sus ojos que no me quieren encontrar, los mantiene cerrados y sujeto los laterales de la prenda para irla deslizando, vuelve de nuevo a ayudar levantando levemente el cuerpo, sale como disparada y quedo atónito ante tamaña maravilla.

Una vez la había visto, aquella vez al mear. Esto era diferente, ¿diecisiete, veinte?, a mi me parece más. Del bálano se le ve la punta y por el agujero de la uretra sale un hilito interminable que discurre por la piel del prepucio. A pesar de la tensión no llega a descapullar y casi todo el glande queda cubierto por la suave piel. El fuste irregular, ligeramente aplastado, la vena que le corre en toda su longitud hinchadísima y en la parte inferior, el tubo de la uretra, ancho, de mucha capacidad, muy moreno todo él, grueso en la parte central imitando un zepelín aplastado, en la base dos gordos huevos muy pegados a cada lado del falo y todo ello cubierto de una mata tupida de vello hirsuto igual al que luce en los sobacos.

Mi vista no da crédito del espectáculo que ha descubierto, la naturaleza le ha dotado de todo lo necesario y en abundancia. Mis manos tiemblan trémulas al avanzar sin atreverse a tocar hasta sujetarlo suave, no lo abarco del todo y con mucha suavidad voy bajando su pellejo.

En un instante reflejo, bajo mis labios al encuentro del placer, del sabor del néctar que brota de la fuente y lo abrazo con mis labios y disfruto sus sabores, fuertes en un principio y luego suaves. Mi lengua discurre entre el pellejo y la esponjosidad de su capullo en inusitada suavidad.

Con la ayuda de mi lengua y de mi mano le acabó por descapullar, el glande le queda un pelín estrangulado, como una cereza gigante, roja, brillante y olorosa como fruta en su sazón. Gonzalo suspira quedo, emite gemidos que me llenan de ilusión. Acaricio suave sus testículos, jugando con sus pelitos mientras mi boca va engullendo menos de lo que quisiera, hasta que la cereza olorosa hace tope en lo profundo de mi boca.

Después de un ratito de lamer, de absorber, de acariciar con mis labios, con mi boca, noto que el final se aproxima, la eclosión de vida que avanza imparable por su uretra. Gonzalo trata de apartar mi cabeza pero no se lo permito y aguanto la inundación que llega a regar mi boca y mi garganta, no puedo tragarlo todo y pequeños hilos se escapan cayendo sobre sus vellos, me gusta, me encanta el sabor de su semen.

No le permito salirse hasta que su polla se va reduciendo, para acabar depositada en su vientre como una cobra dormida que me tiene hipnotizado. En mi postura forzada, de rodillas en el sillón, agachada mi cabeza que reposa en sus muslos mirando hacia él, con sus huevos a tres centímetros de mi boca, -tiene que notar mi aliento- alargo mi mano para volver otra vez a acariciar ese cuerpo deseado, hasta donde llego, hasta que me canso y la desciendo y la enredo en los vellos de la base de su verga.

No me preocupa la terrible hinchazón que tengo, ni el dolor de mi verga aprisionada, ni los calambres en la base de los huevos, solo es él. Mi mano curiosa investiga y se adentra en la negrura de la grieta, y lo miro desde abajo. Su mirada no sonríe, está serio, en tensión hasta que llego a su centro, ¿a mi último interés?

Me coge de sorpresa su repentina reacción, sujeta mi mano fuerte y la retira violento apartando mi cuerpo de él, se pone en píe y se sube la ropa.

-No Álvaro…, no puedo, no.   –el susto me paraliza de rodillas en la butaca.

-Gonzalo no te preocupes, no es imprescindible.   –consigo balbucir mientras él arregla su ropa.

-No, no, no Álvaro, esto no puede seguir.

-Pero no tenemos porque ir a más Gonzalo, paramos cuando tú quieras y….

No me deja continuar, la puerta se cierra cuando logro sacar de mi garganta lo que quería decir.

-Y…, yo te amo Gonzalo, no me hagas esto.  –entierro mi cabeza en el sillón y así quedo, de rodillas ante el altar de la nada, en silencio respirando con dificultad, no sé el tiempo, hasta que el dolor y las calambres de las piernas me obligan a reaccionar.

Entonces voy al baño, me desnudo y entro bajo la lluvia de la ducha y la pongo a quince grados, el agua me atraviesa como cuchillos, hasta causarme dolor pero también me espabila.

Las horas se van agotando sonando en un reloj lejano de la casa, no puedo organizar un pensamiento lúcido y tampoco puedo llorar, solo es una congoja que me ahoga pero tampoco puedo dormir, la tía ha suspendido hace días mi tratamiento y ahora necesitaría cien pastillas y…, menos mal que no están a mi alcance.

Mi rendimiento, si nunca fue bueno, desciende bruscamente pese a los esfuerzos de Julio, que me dedica el doble de tiempo que a María y a Gonzalo.

La frialdad es cruel, ahora bidireccional, si él no me habla, yo tampoco, si él me rehúye, yo lo evito y tiene que intervenir la tía. Estaba empezando a asimilar lo pasado, no del todo, nunca sería absoluto. Había subido a nuestras habitaciones para echar un vistazo a los armarios, y ver la ropa nueva para el verano, para el próximo viaje. María le había preparado su lista, a mi me daba igual.

Viene a sentarse a mi lado, muy cerca y me rodea con sus brazos.

-¿Vas a contarme lo que pasa Al?   -no respondo y besa suavemente mi cabello.   -Por favor cariño Ál, ¿qué os está sucediendo?, ¿qué ocurre entre Gonzalo y tú?

-Me da vergüenza tía, he sido tan estúpido, tan soberbio, creía que todo y todos girabais a mí alrededor.   –ahora si lloro, sobre su pecho. Es tan fácil vaciar el alma de pesares y de cargas, y segundo a segundo le relato todo lo sucedido, lo que yo quería que pasara y hasta lo que no tuvo lugar. De vez en cuando me estrecha y aunque sus ojos no derraman lágrimas se que llora conmigo.

Luego se establece un prolongado silencio hasta que me aparta de si para mirarme a la cara. Mi mirada la interroga, espero escuchar una solución rápida y sabia, y vuelvo a caer en la soberbia de querer que sea como yo anhelo.

-Creo que es muy difícil Ál y debo serte sincera. Hablaré con mi amigo y trabajaremos para curarle, creo que Gonzalo sufre un trauma que, como no es mi campo, no lo puedo analizar. Seguro que sanará pero va a ser muy largo, tampoco garantiza que lo que tú deseas se convierta en realidad.

-Entonces, ¿qué vamos a hacer?   -mi mano ha descendido a su vientre ya muy abultado, como si la respuesta me fuera a llegar de Ana.

-Primero quiero que sepas que tú no tienes la culpa de nada, de algo si, de querer. Tienes que hacer las paces con Gonzalo, perdonarte y perdonarle, si es que hay algo que perdonar y luego esperar, esperar cariño. Si le quieres ayudar tenéis que romper el hielo un poquito, solo soportaros, porque así os vais a acabar por odiar y eso siempre es peor.

Mi alma ya estaba mejor, rota, hecha trizas pero más ligera. Como alguien debía ser el que diera el primer paso, prepare mi discurso que no se parecería en absoluto a lo que en realidad dije.

Unos días más tarde llamo a la puerta de su habitación y cuando le escucho dar su aprobación entro, está sentado leyendo un libro de texto, abandona la lectura y se pone en pié, adelanto dos pasos que él retrocede y me quedo donde estoy.

-Verás Gonzalo, creo que aquí además de nosotros viven otras personas, y con nuestra actitud estamos haciendo daño a los demás…, como he sido yo el que ha creado el problema, quiero pedirte perdón, decirte que nunca, nunca volverá a pasar y que no volveré a tocarte, jamás, te lo juro. Seamos amigos, bueno algo así, civilizados, por el resto de la gente.

Gonzalo permanece quieto, sin expresión, mirándome fijamente, sin hablar.

-¿Estás de acuerdo?, por lo menos para intentarlo.   -no hay respuesta, ¡joder!, me siento tan impotente, tan mísero de argumentos, tan débil, y en estos momentos vulnerable, que creo que me voy a echar a llorar, me doy lentamente la vuelta y llego hasta la puerta, cuando giro el picaporte y voy a traspasar el umbral.

-¡Álvaro!   -decidido se acerca a mí y me entra un ligero temor.

-De acuerdo, estoy de acuerdo, amigos y nada más.   –alarga su mano pero no se la estrechó.

-De acuerdo.   –le respondo y me voy antes de que mis sentimientos me traicionen, no es que no deseé estrechar su mano y abrazarle pero ahora es el momento de empezar a cumplir el juramento que le acabo de hacer: “no volveré a tocarte, jamás, te lo juro”.

Los exámenes finales no han ido muy bien, han ido, y he aprobado todo, aprobado nada más a pesar de tanto esfuerzo.

También mis amigos y en el colegio, se han dado cuenta de que entre Gonzalo yo hay diferencias. Ya no voy a verles entrenar, Carlos me lo agradece, siempre ha preferido otras actividades y si iba era porque a mí me interesaba y hablamos de muchas cosas, de Amadeo y de que está haciendo todo lo posible para pasar unos días con nosotros en el verano en el pueblo. Ya lo estoy deseando, volver a la gandulería, a jugar y pasarlo bien de vacaciones.

¿Raúl?, como siempre, recompone y pega lo roto, no se limita a quererme y hacerme el amor, además de follarme cuando podemos me entiende y consuela, se pone de mal genio con Gonzalo, no le he dicho nada de lo que ha ocurrido pero él cree que la causa, aunque sea involuntaria, es de él. De verdad que ha sido el que más me ha ayudado a poderlo superar, además de las pastillas que me volvió a recetar la tía

Me ha convencido para que pase un par de días en su casa antes de marchar y, aunque me da pena dejar a María le digo que sí, que iré para estar tranquilo con él y a ratos con los demás, ya quedaremos en las fechas en que estemos más tranquilos.

Hoy salimos los dos solos, y como él me va a llevar para cenar en su casa yo lo invito a comer en el centro de la ciudad, más que a comer a callejear, a ver un museo, galerías comerciales y andar, andar.

Hay un restaurante muy chiquito que vemos al pasear por la ribera del rio, al lado del edificio del teatro municipal pero en la parte de atrás, frecuentado por los trabajadores del teatro. En una mesita pequeña pero suficiente, come una lasaña que debe saberle riquísima y un filete de carne, yo un plato de jamón, y de postre cuajada con miel y nueces, y vemos las barcas pasar de un lado al otro, y de todos el afán de moverse en su trabajo.

Volvemos en el metro y bajamos en la parada más cercana a la playa, entre su casa y la mía, para darnos un paseo y volver de nuevo a ver a los bañistas y a los niñitos jugar. En una terraza de la playa pedimos un té con hielo y nos sentamos a observar.

-Qué te parece si llamamos a los chicos, igual alguno vendría.   –me mira dudoso.

-Mejor mañana, hoy es para nosotros que te quiero contemplar.   –y es verdad, me mira fijo, haciendo una foto de todo lo que ve en mí.

-Estás precioso Ál.   –se apoya sobre la mesa para acercarse más.

-Mira quien fue a hablar, ve como te mira la gente y todo el día ha sido igual.

-Pero tú qué opinas, te gusto.   –me lo dice zalamero con los codos sobre la mesa y las manos sosteniendo su cabeza.

-Siempre me preguntas lo mismo, para que te regale los oídos. Te veo guapísimo y buenísimo en todos los sentidos. Si me echara novio algún día serias tú. ¿Y por qué no nos hacemos novios?     -no sé por qué he dicho esta tontería, pone cara de circunstancias y enarca las cejas que casi no se le ven.

-Eso sí que no.   –lo dice muy serio o se está cachondeando de mi.

-¿Por qué no? Tú me gustas, yo te gusto, no veo el porqué no.

-Pues porque no me serías fiel.

-¿No creerás que soy un obseso promiscuo?   -me mira divertido.

-No…, todo eso no, pero eres muy caliente, sexualmente hablando claro.   –se está quedando conmigo.

-Igual que tú, siempre estas deseando follar, ¿o no?

-Sí, sí es verdad pero con un pequeño matiz, yo deseo estar follando a todas horas pero, contigo, contigo ¿entiendes?, salvo alguna cosa rara o circunstancial.

-¿Y qué vas a hacer este mes, sin mí, bueno dos meses?

-Pues me la machacaré, tengo dos manos cariñosas y mucha imaginación y tu retratito lo guardo aquí.   –señala su cabeza con un dedo.

-Tú puedes conseguir al o a la que quieras Raúl, eso está claro.

-No me interesa, de momento no me sugestiona ir con otro u otra.

El paseo ha sido maravilloso, no he querido mirar mi vieja terraza, y la subida de la calle resulta un cúmulo de recuerdos, cuando llegamos al castaño, donde besé por primera vez a Carlos, me arrastra detrás del árbol para robar la caricia de mis labios.

Su mamá ha preparado una cena que ni en veinte días podríamos comer, luego en la habitación nos ponemos el pijama y lavamos nuestras bocas. Vamos a la sala para ver un poco la TV con sus papás, tampoco es el momento para meternos en la cama.

Están los dos sentados en una butaca de dos plazas y nosotros ocupamos la de tres, tomo asiento en un extremo y Raúl, sin dudarlo, se tumba en el resto colocando sus piernas encima de mis rodillas, me parece increíble su descaro y me pongo rojo. Nota mi violencia emocional y ríe por lo bajo.

Están transmitiendo una serie histórica en la que su papá está embebido y Raúl de vez en cuando roza con su talón mi entrepierna aumentando mi desasosiego, el chaval tiene una desvergüenza que no la puedo aguantar, si hasta su mamá se está dando cuenta. ¡Buff! De repente se levanta y...

-Bueno nosotros nos vamos a la cama que hoy hemos andado mucho.    -da un beso a sus padres y tomando mi mano tira de mi.

-¿Quieres que te prepare la habitación de invitados Álvaro?

-Mamá, por favor, si sabes que va a dormir conmigo, vamos Ál.   –no me da tiempo ni para darle las gracias a su mamá.

Estamos en la cama y lo miro divertido, me ha hecho quitar el traje de dormir y él hace lo mismo.

-¿Qué opinan tus papás de tener un hijo maricón?    -me mira con aire de suficiencia y...

-Yo no soy maricón.   –se acerca a mí y coge mi mano que coloca debajo de sus testículos.

-Bueno lo cambiaré por gay.   –sus huevos son realmente grandes y cuelgan jugosos en su bolsa.

-Tampoco soy gay.   –están poblados de suave y aterciopelado vello dorado que acarician mi mano.

-¿Entonces en que grupo te colocas?   -maravillosas pelotas que se mueven alegres como bolas de billar resbalando entre ellas mientras las acaricio.

-A ver si logras entenderme. Estoy en el grupo de los chicos amables y buenos que hacen favores a sus amigos gais.   -ya consigue que me ría, es cierto, tener al chico más guapo que conozco a mi lado, a mi disposición, hace poco tiempo que hubiera sido un sueño, un retorcido y húmedo sueño y ahora era realidad y tenía en mi mano su viril y caliente tesoro.

Bajo mi cabeza  y empiezo a pasar mi lengua y saborear sus testículos cubiertos por el dorado vello de su escroto. Lengüeteo primero uno y luego el otro llevándome varios pelitos con mi lengua.

-Cómeme la verga Ál.   –parece un mando y una orden que puedo dejar de obedecer.

Voy gustoso a cumplir esa orden y lamo ese trozo de carne, abro mis labios y trago su polla hasta el fondo. Me sabe deliciosa y su capullo pasa por el cielo de mi boca hasta topar con la campanilla queriendo ir más allá.

Alojada la punta en mi garganta, mis labios rodean su tallo en la base y en mi nariz pican sus vellos que aspiro con mi respiración ansiosa.

Abrazo el tallo con mi lengua y juego con él y la meto y saco suavemente una y otra vez, Raúl gime un poco fuerte.

-Te van a escuchar tus padres.   –se lo digo en un momento que libero mi boca del garrote que la atraviesa.

-Déjalos ya se acostumbrarán.   –está jugando en mi ano, humedece con su lengua los dedos y acaricia allí haciendo presión.

-Calla y vuelve a mamar.   –siento como contrae sus músculos intentando entrarme más y más. Folla mi boca y me encanta. Sus movimientos son bruscos y desgarra y lastima mi garganta pero con mucho placer.

-Sácala Ál, sácala que me corro.   –le obedezco y remiso saco su verga de mi boca.

Me coloca para chupar en mi culo, acerca su boca y siento un cosquilleo muy rico en la entrada del ojete, luego sus labios llegar a posarse allí para besarlo y lamerlo desesperado.

Lentamente comía mi culo, chupando y luego metiendo su lengua lo que podía y acariciándome allí. Soplaba con la respiración perdida, notaba como su lengua pasaba por las paredes de mi culo, escupía su saliva y la volvía a recoger. Yo temblaba de placer y gemía como una chica.

-Ponte a cuatro patas Ál, que te la voy a meter.

-Pero no me gusta así.

-Que sí, que te va a gustar, ya verás, ponte y abre bien las piernas.   –confío en él y me pongo como quiere.

Dirige su pene a mi entrada y noto como apoya el glande y empuja para entrar, le cuesta un poco al principio pero luego abre mis cachetes con sus manos y vuelve a empujar, le ayudo proyectando mi culo para atrás y bruscamente lo tengo todo metido, llevo mi mano hacia atrás y cojo sus cojones y los míos, están juntos y pegados.

Para un momento para que me recupere un poco y luego me comienza a bombear. Sujeta fuerte mis caderas para tirar hacía él y mete profundo su polla y sus huevos golpean en su vaivén con los míos.

Lo estoy pasando genial, los golpes son fuertes y certeros, profundos. Para un poquito para besar mi espalda y pasar sus manos por mis caderas en caricia inusual, y luego sigue el trabajo, su vello acaricia mi culo y apoya su pecho en mi para llegar a mi verga y pajearme ligero.

No necesito más, me contraigo cerrando mi culo para proyectar mi verga hacia delante para poder descargar, es tremendo el placer y mis esfínteres se abren y cierran frenéticos. Raúl pega un rugido y me comienza a llenar, son chorros interminables, cálidos y viscosos con los que me llenan el vientre.

Tengo las piernas temblando y necesito descansar pero, no quiero que salga, quiero que siga ahí preñándome sin cesar.

-¿Qué te ha parecido Ál?   -me habla sin resuello, acaba de terminar y saca su verga aún rígida. Nos hemos tumbado exhaustos, el uno al lado del otro mirándonos llenos de felicidad.

-Me ha gustado pero no te he podido besar, ni ver tu cara, ni disfrutar de tu placer mirando como tú lo pasas bien.   –pone sus labios como para dar un beso.

-Pues, ¿a qué esperas marica?

Me hace reír y me tengo que lanzar a besar esos labios que me vuelven loco, todo él me lo comería ya.

Llevamos cuatro horas esperando el enlace en el aeropuerto de Frankfurt. Air Canadá ha anunciado un retraso de una hora, estoy nervioso estudiando los tiempos, tenemos que llegar a Montreal y allí debemos coger el enlace a Halifax, va a ser un milagro no perder el vuelo de enlace.

Gonzalo está tirado en un banco, no sé si duerme pero yo tengo que pasear, tengo las piernas pesadas y además debo pensar.

¿Hasta cuándo nos va a tener el tío juntos para un lado y para otro?, entiendo que así se evita un trabajo, nos envía a los dos al mismo lugar y lo arregla más fácil.

Vamos a ir a un colegio para estar juntos, espero que el examen de nivel sea diferente y nos separen, luego en la residencia otra vez estaremos juntos y en una misma habitación. Va a ser terriblemente doloroso tener que verle tantas horas, tantos momentos tan íntimos.

 

Vamos a embarcar para la aventura, y al fin y al cabo solo es un mes, luego iré al pueblo y de vacaciones otra vez.

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