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El Capitán América

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Desde que leí los cómics de acción con mi hermano adopté una cierta obsesión hacia el personaje del Capitán América. Esta se acrecentó cuando se rodaron las películas y pude ver que el actor era todo lo que yo había soñado: alto, rubio, musculoso y culto. Cuando comencé a salir con mi novio Santi las comparaciones de mis amigas de éste con el Capitán América fueron imposibles de parar.

Pronto Santiago se enteró del motivo de las risas y comenzó a unirse a las bromas. Siempre hacia referencias del Capitán diciendo que yo solo le dejaría si el Capitán América mostrase interés en mi. Yo me reía  pues no podía hacer otra cosa.

Un Halloween nos invitaron a ambos a una fiesta. Debíamos ir disfrazados. Cuando hablé con Santi al respecto de nuestro disfraz me dijo que no debía preocuparme. Simplemente debía buscarme un traje de los años 50. Él iría a buscarme a casa. 

Trabajé muchísimo en aquel disfraz. No sabia que iba a llevar Santi pero me hice un recogido de los típicos de la época y me puse una camisa de botones delantero con una falda larga que me llegaba hasta los tobillos. No me preocupé de ponerme medias dado que no se verían. 

Por aquel entonces yo seguía viviendo con mis padres así que cuando Santi llamó al timbre mi hermano fue a abrirle. Escuche una carcajada tremenda de mi hermano. Yo estaba en el piso de arriba y me decidí a bajar a ver que ocurría. No me imaginaba lo que vi. Santi llevaba unas mallas de Capitán América. Había clavado el uniforme. Con un cinturón e incluso el frisbee característico del superheroe. El traje ajustado resaltaba cada uno de los músculos de Santi. Mostrando un bulto bastante grande entre sus piernas. Su pelo rubio lo hacía más creíble. 

Tuve que reaccionar ante la atenta mirada de mi hermano que disfrutaba con mi mirada perdida y gesto de sorpresa. Cogida de la mano de Santi me deje arrastrar hasta su coche sin decir palabra. Santi sabía que lo que yo tenia con Capitán América era básicamente una fantasía sexual pues me parecía tan valiente tan atractivo y tan alejado de mi día a día que lo idealizaba. Y eso convertía al Capitán que tenía delante en un gran objeto de deseo. Mucho mayor que si hubiese sido simplemente Santi.

Él tampoco dijo nada. Ya sabía que causaría esa reacción en mi. No era ninguna sorpresa. Si lo tenia planeado lo había conseguido.

Entramos en la fiesta sin habernos hablado anteriormente. Pero con tanta calentura que llevaba no pude resistirme a darle un beso inesperado y marcharme a por bebidas. 

- Muchas gracias querida- dijo imitando al Capitán America-.

- Un honor servirle Capitán -respondí igual de pícara- como siempre.

Santi se acercó entonces a mi besandome con cierto jubilo. Yo fui a pasar mis manos por su espalda como tantas veces había hecho pero me encontré con algo inesperado. El frisbee del Capitán América que se encontraba colocado allí estratégicamente. Esto me gustó aun más así que comencé a jugar con él moviéndolo de un lado a otro.

- Ehhh no toques las cosas del Capitán- me dijo-.

- Bueno pues entonces me quedaré aquí quietecita sin tocar nada del Capitán... Ni siquiera su cuerpo

Me agarró la mano para que le siguiera. A pequeños empujones me llevó por toda la casa. La fiesta era en el salón y Santi fue abriendo cada puerta que encontraba. Vimos un baño, la cocina e incluso un armario. Por fin abrimos la puerta correcta y encontramos la habitación.

Yo estaba muy excitada y él lo sabía. Así que no vi por qué debería ir despacio y no directa al grano. Me tumbe en la cama dejando que la falda se suba un poco por encima de la rodilla. El Capitán se tumbó junto a mi tocando mi pierna descubierta. Pero no se quedó solo allí y comenzó a subir su mano hacia arriba por debajo de la falda. 

- Señorita, jamás en toda mi vida, ni siquiera durante mi estancia en Europa vi a una mujer tan hermosa como usted- dijo el Capitán mientras me terminaba de levantar la larga falda.

- Ambos sabemos que América tiene algo especial Capitán- dije entre gemidos pues sus dedos empezaban a pasar por encima de mis bragas.

Fue entonces, mientras me quitaba las bragas cuando me fijé en que el bulto de su disfraz se había engrandecido. Parecía que las mallas le iban a estallar de un momento a otro. Me mordí el labio ante esta visión. 

El Capitán vió mi mirada de deseo y decidió corresponderme. Observé con deleite como se bajaba la parte de abajo del disfraz. No se quitó la de arriba. Quería que la fantasía siguiera. 

Se abalanzó sobre mi con cuidado acercando su pene erecto hacia mi. Abrí las piernas invitando al Capitán. Con sumo cuidado lo introdujo en mi vagina. Entró a la primera de lo mojada que estaba. 

Los sucesos fueron rápidos. El Capitán América me desabrochó los botones de la camisa mientras yo hundía mis manos en sus suaves y rubios cabellos.

Poco a poco me fui acoplando a sus movimientos hasta que tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Normalmente cierro los ojos en estas ocasiones pero tuve que forzar mis ojos a mantenerse abiertos. Quería ver al Capitán América. Quería dedicárselo.

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