Nuevos relatos publicados: 12

Historia en capítulos 24 Llegó, Agosto llegó

  • 27
  • 13.995
  • 9,74 (23 Val.)
  • 0

Después de despedirnos de Verena parece que un manto de tristeza nos envuelve a los tres, nunca me gustaron las despedidas, son mejores los reencuentros. Nuestra guapa y cálida amiguita se nos ha ido, luego nos tocará a nosotros.

Nain comenta que ha tenido noticias de la universidad de Montreal, en Septiembre iniciará allí el curso.

Hemos decidido no acudir a la Escuela hoy, algunos estudiantes están marchando, los exámenes están hechos y parece que estos dos días que quedan las aulas estarán vacías. La residencia en cambio, está muy bulliciosa y transitada, hemos visto al salir, que llegaban estudiantes nuevos para hacer el cursillo de Agosto, otros que marchan ya y maletas por todas partes.

Después de dar un paseo hemos comido en un bonito bar del puerto, queriendo animarnos unos a otros. Tenemos la tarjeta de crédito para llamar por teléfono, que adquirimos al principio, prácticamente sin usar, Gonzalo va a la cabina más cercana, quiere llamar a sus abuelos y saber como están, los va a levantar de la cama, por la diferencia horaria, siento lástima por ellos.

-Entonces, ¿el sábado a la noche querrás venir al hotel?   -Nain está compungido, ¡Dios!, no quiero ver a la gente así, que además tiene diecinueve años.

-Te lo he prometido y así será Nain, pero no lo hagas más difícil, alegra la cara, nos vamos a poner a llorar.

Gonzalo vuelve y su rostro tampoco refleja mucha alegría, ¡jolines!, vaya día.

-¿Qué tal va todo por allí?   -le interrogo.

-Están todos bien, estuvieron el otro día comiendo con tus tíos, van a marchar para el pueblo y llevarle a María y a tu tía que está ya terrible.    –hace un gesto simulando una barriga enorme.

-Pues la cara que traes no es de alegría precisamente, las noticias no parecen ser tan malas.

-Quería conocer vuestra casa del pueblo, los amigos que tienes allí, quizá haberle ido a ver a Verena o que ella fuera a España, no lo sé. Han organizado el viaje que hacen todos años en Agosto por los negocios de mi abuelo, aquí al lado en Estados Unidos, si tú vinieras conmigo, si me acompañaras…, yo solo con mis abuelos va a resultar un aburrimiento.

Me siento impotente, semejante a un tablero de ajedrez, el ajedrez que es su vida, donde el jugara el papel de rey y yo el de todas las demás piezas restantes, permitir que vayan muriendo, rendirlas para que el rey no corra peligro ni muera. No adelanto nada pero no me gustaría tener que ir…, más días a su lado, por ahora sería un suplicio.

-Pues si os acercáis a esta parte del mundo podemos quedar un día, el día diez tengo que haber arreglado todo e irme a vivir a Montreal.   –Nain, siempre esperanzado.

-Creo que lo mejor es dar un paseo por el puerto, luego vamos al centro de la ciudad, que hay mucho que ver y visitar aún.   –me pongo en pie con ánimo de iniciar la marcha y dejar los pesares atrás.

Nos vamos animando viendo escapares y tiendas y a la gente paseando, y poco a poco vuelven las bromas, los comentarios banales, las risas de unos jóvenes, se supone que sin problemas, que vivirán unas vidas que acaban de empezar.

Andamos hasta cansarnos y caer rendidos en las sillas de una bonita terraza, para comer cualquier cosa y una última vuelta antes del anochecer. El taxi nos lleva a los tres, Nain nos deja en la Residencia y él continúa hacia su hotel.

Al llegar a la habitación caemos rendidos en las camas, estoy que no puedo ni moverme, mañana será más tranquilo, la mayor parte del tiempo lo pasaremos en la Escuela, en charlas intrascendentes y tirados en la hierba, recogeremos el diploma, que como suponía, tendremos una buena nota.

Se lo llevaremos al tío y que sirva de justificante de que hemos estado asistiendo a clase, que ya sé que no hace falta, pero será el mejor regalo que podamos llevarle. Sin darme cuenta me he quedado dormido, vestido encima de la cama, entre sueños oigo y siento a Gonzalo que me empuja y se tumba a mi lado y, como ya es la costumbre, atraerme en un abrazo como si yo fuera su osito de peluche.

El sábado a la mañana, después de desayunar, subimos a la habitación, vamos recogiendo nuestras cosas, metiendo en las maletas todo lo que no vayamos a utilizar el domingo, adelantando el trabajo. Hemos quedado para comer con Nain.

Después de comer compramos algunos regalos, para mi gusto, uno muy bonito es un llavero de plástico, tiene seis daditos de diferentes colores, en cada uno de ellos una letra que componen el nombre del país: C A N A D A. Para no hacer diferencias le pregunto a la señora cuantos tiene, son veinte y veinte son los que compro, luego ya los iré regalando.

Cenamos una tontería y como estamos cerca de la Residencia, subimos para dejar los regalos y meterlos en las maletas.

-Verás Gonzalo, voy a acompañar a Nain, no me esperes levantado, igual llego un poco tarde.   –no parece haberle gustado la noticia pero, ¿qué se le va a hacer?  Se despide de Nain con un fuerte, fortísimo abrazo.

Estoy sentado en la sala del apartamento de Nain, contemplando las figuras y los adornos árabes que dan calidez al ambiente, tendrá que encargar que se lo trasladen a Montreal, Está llamando por teléfono al servicio de habitaciones, y al finalizar viene a sentarse a mi lado.

Coge mi mano entre las suyas y no habla solo me mira, en silencio, grabándose mis facciones, me aproximo a él y extiendo mi mano libre, para peinarle una de sus pobladas cejas con la yema de mis dedos que tiemblan ligeramente. La mano, que me sostiene entre las suyas, es llevada hacia sus labios para besar cada dedo y sentir, con lo fríos que los tengo, lo templado de su aliento.

La llamada en la puerta hace que Nain se levante para recibir el servicio. Un camarero, distinto al del otro día, empuja el carrito de ruedas, Nain debe sentir entusiasmo por los champanes franceses, como yo lo soy de agua, escancia dos copas del burbujeante líquido y se retira.

Después de probar de su copa vuelve a sentarse a mi lado, enciende un pitillo mientras me contempla en silencio. El olor dulzón del humo me envuelve al estar tan próximo a él, me acerco para llegar con mis labios a su cara, la encierro entre las palmas de mis manos, beso su boca, ahora con sabor a tabaco y champán, poso sobre su boca mis labios y los abro para absorber lo que puedo de su aliento.

Mis manos se deslizan por su pecho, por encima de su camisa que empiezo a desabotonar y meto mi mano para jugar con sus vellos, tirar un poco de ellos con suavidad para sentir como resbalan en las yemas de mis dedos.

 Apaga el cigarrillo en un cenicero y bebe de su copa de nuevo, vuelvo a su boca para arrebatarle el sabor de la bebida y mientras empapo mi lengua en su saliva olorosa, sigo quitando botones y saco su camisa de la cintura del pantalón que la aprisiona, y lo tengo ya desnudo de medio cuerpo hacia arriba. Embeleso mi mirada, no puedo evitar centrar mi boca en sus tetillas y acariciar mis labios con el vello que las circunda, mamando de ellas suave y fuerte y morderle los pezones y perderme en el olor tan profundo de hombre que se escapa por sus poros.

Nain no permanece quieto, ha retirado mi ropa toda ella y toquetea mi cuerpo como si para él fuera nuevo, agarra fuerte mi verga ya tiesa, y la retira el pellejo de la punta, y la acaricia con sus dedos extendiendo el precum que mana abundante.

No puedo meter mi mano, no importa, por encima del pantalón toco el pollón que revienta, palpita pidiendo la libertad, quiero dársela y no puedo. Nain se pone de pie y la deja libre, tiesa, grande, palpitante y perfecta. Sigue de pié y la acerca hasta mi rostro y la huelo y me penetra el olor tan mareante que me atrae y me penetra.

Tiene un balanceo fantástico que hipnotiza mi mirada, la sujeto y poco a poco la acerco a mi boca que la recibe lamiendo la punta, metiendo mi lengua en los pliegues de su piel. El sabor es exquisito más fuerte que en el fuste hasta que lo arrebato todo. Me entretengo en los pliegues del frenillo, sé que hay lo vuelvo loco y mueve frenético su mano pajeando todo el largo tallo de su polla mientras y le mamo.

Me coge por los sobacos y me alza, para ponerme en pie, para abrazarme y luego coge mi cuerpo, como un niño en sus brazos y me lleva al dormitorio y caemos en la cama besándonos abrazados.

Pronto sus manos buscan la entrada de mi ano para entretener en ella sus dedos, largos, huesudos, jugando y acariciando, está perdiendo el control, creo que no sabe lo que hace, tiene urgencia y se escupe en una mano para utilizar su saliva en mi culo y empezar, metiendo sus dedos, a dilatarme, tiene los ojos cerrados trabajando sin fatiga pero ya esta sudando. Me coloca boca arriba y me separa las piernas y coloca su verga a la entrada y empuja como una fiera y entra rompiéndolo todo, ¡oh!, que dolor tan horrible, está toda su verga dentro y sigue aun empujando y empujando.

-¡Ayyyyyyy!, Nain, me haces daño,  ¡uffff!, que dolor tan horrible, por favor para Nain, para, para, ¡ayyyyyyyyyy!

No se detiene, sigue terrible, metiendo y sacando su inmenso miembro muy fuerte, la bolsa de sus testículos golpea con violencia en la entrada de mi ano. Lloro, lloro y grito, es tan horrible el dolor, allí, en lo más profundo de mi vientre.

-Para, para Nain, por favor, me estas destrozando, para.

Intento sacarlo de mí, empujarlo y no puedo cerrar mis piernas para que no entre tan profundo, es mucho más fuerte que yo, golpeo con mis puños su pecho y, al final solo intento amortiguar sus entradas tirando mi cuerpo hacía atrás, cuando avanza impetuoso, como una marea dañina.

Con mis ojos llenos de lágrimas le miro sin verle, siguiéndole el movimiento e intentando sujetarlo, tiene los ojos cerrados y parece en trance, con los dientes apretados el sudor corre a torrentes por su frente y gotea de sus labios y se aclara mi visión y…, mezcladas con su sudor, caen sus lágrimas sobre mí. Nain está llorando, de dolor del alma, y destrozando mi cuerpo, hasta que se tensa entre espasmos terribles que sacuden su cuerpo, produciéndome el último dolor y deposita su semen en mi herida más profunda y la calma.

Se desploma sobre mí, poco a poco el dolor va remitiendo, Nain sigue llorando y, como el dolor se ha ido, lo abrazo con ternura, acaricio su espalda sus costados y enredo mis dedos en el negro de su cabello acaracolado.

-Ya pasó Nain, cálmate, ya paso todo y no me duele.

-¿Cómo he podido hacer esto?, perdóname Álvaro, perdóname.

-Te decía que me dolía pero no oías Nain, cálmate, el dolor ha pasado.   -Nain inicia un movimiento para salirse de mí. A pesar de su llanto, su verga permanece en mi interior, aún dura, aún palpitando.

-No, no la saques Nain, quédate un momento quieto.   –limpio con mis manos su sudor y sus lágrimas y miro dentro del ámbar de sus ojos y le sonrío antes de atraerlo y besar sus labios que veo peligrar y a punto de romperse.

Permanecemos así un tiempo y se va reponiendo, animado por mis besos también él me besa y acaricia, su verga adquiere más consistencia y la noto bullir y renacer dentro de mí.

-Nain, ahora hazme el amor pero suave, hazlo despacio por favor.

Ahora Nain es mi Nain, suave y delicado como la seda. Sin llegar hasta el final mete y saca su fiero falo, el dolor se ha ido, queda el placer que se expande por mi cuerpo, sentir el suyo que forma parte de mí, que es consustancial con el mío.

-Así…, así…, suave Nain, que gusto me estás dando, eres tan suave, me llenas tanto.     –en este momento le adoro, me folla con su verga y con su mirada y baja para entregarme su lengua que recibo, aunque sea difícil respirar.

-Vuelve a decirme que te gusta Álvaro, vuelve a decirme que te hago disfrutar.

-Sí, sí…, Nain, me haces disfrutar un montón, eres un amante prodigioso y lo haces muy bien.

-Yo también estoy muy a gusto, tienes un culo tan rico y creo que me voy a correr Álvaro.

-Hazlo…, hazlo, Nain…, lléname, quiero que me llenes de ti.

Mis palabras le excitan y lo noto por el grosor que alcanza su polla que sigue controlando para no causarme daño.

-Me voy, Álvaro..., me corro.   –se está mordiendo los labios y desearía metérmela hasta el fondo pero se contiene y queda a medio camino, derramando ingente cantidad de semen en mi interior, y hace que yo también me corra y me embargue la locura.

-Nain…, Nain ¡ay!…, ¡ay!… Que placer…, ¡Nain!   –mi leche ha quedado derramada sobre mi cuerpo, temblando las gotas sobre mi agitado abdomen.

La noche va transcurriendo, descansos placenteros de caricias y de mimos, de lamer nuestros cuerpos, de mamar nuestras vergas, Nain ha querido averiguar, inspeccionar el daño que puede haberme hecho y besa y lame mi culo para calmarle y curarle, parece que no hay heridas pero si las hubiera habido, con su lengua, las hubiera restañado, su comida de mi culo me lleva de nuevo a la gloria.

Mi depósito seminal se agota pronto, no así el de Nain, he bebido dos veces de su verga, paladeando su esencia, otras tantas se ha derramado en mi interior, si no hubiera sido vencido por el sueño en uno de nuestros descansos, creo que le seguiría brotando el dulce elixir de su polla.

Duerme, es muy tarde y quiero darme una ducha, tengo restos de su leche y de la mía por todas las partes de mi cuerpo, pegada y pegajosa, estoy hecho un cuadro.

Cuando vuelvo de la ducha le encuentro sentado en la cama, apoyada su espalda en la cabecera y me sigue con la mirada.

-Voy a ducharme yo también para acompañarte a la Residencia.

-No Nain, es mejor que te quedes, pediré un taxi en recepción y llegaré enseguida, tú sigue en la cama.

Me he colocado mis ropas y Nain vigila todos mis movimientos, me acerco a él e intenta salir de la cama, lo empujo con mi mano haciéndolo caer de nuevo sobre ella.

-Te he comprado un regalo, quiero que tengas un recuerdo mío.   –recoge un paquetito que tiene en la mesita y me lo alarga.

-Ya me hiciste un regalo, no quisiste que te pagara los zapatos.  –le sonrío con cariño.

-Aún están ahí, en el armario, cógelo y abre tu regalo.  –me alarga el envoltorio, contiene una cajita alargada de piel, lo abro. Me deslumbra el contenido, es un reloj de pulsera totalmente maravilloso, las horas están formadas por pequeñitos brillantes, debe haberle costado una fortuna, lo coloco sobre mi muñeca y parece que llevo una joya, como las pulseras de mamá o de la tía. Sonrío y lo devuelvo a su caja y se lo entrego a Nain.

-Nain, no puedo aceptar esto, es un regalo muy caro y no lo voy a llevar nunca, ten devuélvelo a la tienda.

Me mira con tristeza y no recoge el paquete que le alargo.

-Pero quiero que tengas un recuerdo de mí Álvaro, lo que haya costado no importa, por favor acéptalo, luego si quieres lo dejas en un cajón pero tendrás algo para que te acuerde de mí.

-Vale, pues hay una cosa que me puedes regalar, si no tiene un valor sentimental para ti.

-¿Qué es?

-Espera, te lo voy a traer.   –me encamino a la sala y recojo la cajita con la brújula que tiene un relojito en la tapa.

-Esto Nain, puedes regalarme esto, si no te importa.

Lo recoge de mis manos, abre la cajita y lo mira, luego la cierra y me la entrega.

-No podría estar en mejores manos que las tuyas.

No le vuelvo a besar. No me despido. Con la cajita en mi mano me encamino para salir de su apartamento sin mirar atrás.

El taxi me deja en la puerta de la Residencia, está cerrada, supongo que el vigilante de guardia estará durmiendo, falta poco tiempo para que amanezca y no quiero privarle de su sueño. Apoyo mi espalda en la pared y me voy dejando deslizar hasta sentarme en el suelo, deposito la cajita a mi lado, abrazo mis rodillas y entierro mi cabeza en ellas.

Creo que me he dormido, unos suaves toquecitos en mi hombro me despiertan, es el vigilante que ya tiene abierta la puerta de la residencia, me ayuda para que me levante, tengo las piernas entumecidas.

Gonzalo, recogido en postura fetal, yace en su cama, tiene una suave sonrisa en su cara que reposa sobre una de sus manos. Me tumbo en la mía y me vuelvo a dormir.

Unas bruscas sacudidas en mi hombro me devuelven a la consciencia, Gonzalo está zarandeándome.

-Vamos Álvaro hay que darse prisa, venga a la ducha.

Vuelvo de nuevo a la ducha, voy a desgastar mi cuerpo, si me acabo de duchar y todo se sucede rápido, recoger lo que falta, liquidar en recepción de la residencia pequeñas cosas pendientes y coger un taxi que nos lleva al aeropuerto.

La vuelta es por Air France con llegada a Orly y luego España. Vamos a volar el Atlántico, la salida es al mediodía, viajaremos en sentido contrario al movimiento de la tierra, al encuentro de la noche. Estoy la mayor parte del recorrido, 8.000 kilómetros, durmiendo.

En el aeropuerto de destino nos esperan los abuelos de Gonzalo, han ido para recibir a su nieto, se nota que lo quieren muchísimo, a mi también están empezando a apreciarme, creo.  Nos llevan hasta mi casa, nos dejan allí, sin descender del vehículo y le dicen a Gonzalo que al día siguiente ira el chófer a recogerlo para llevarlo a su casa. Gonzalo me mira angustiado.

-Abuela, ¿puede venir Álvaro con nosotros a ese viaje  que tenéis programado?   -su abuela medita un momento.

-Por nosotros no hay problema cariño, pero debíamos haberlo previsto antes, además sus abuelos le están esperando en el pueblo, cuando volvamos tu irás unos días también.   –parece que así queda el asunto zanjado.

Los de seguridad continúan su vigilancia de una casa desierta, enorme, parece un cementerio. Luci sale a recibirnos con besos y abrazos, como si hubiéramos estado ausentes una vida, es la única habitante en el laberinto de habitaciones.

Pasamos a su cocina, está disponiendo las eternas rosas blancas, ¿no se cansarán sus abuelos de enviarle flores alguna vez? Nos pide que dejemos las maletas, después las vaciará, que únicamente recojamos las pequeñas cosas personales y las llevemos a nuestras habitaciones.

Llevo en mis manos la cajita de Nain, los llaveros para regalar y la bolsa personal con papeles y tonterías que se acumulan en esos viajes y que acabas por tirar. Todo está igual, como si no hubiera faltado un mes y salgo a la terraza. Ahora sí que está bonita, el trabajo de los jardineros ha dado su fruto, las jardineras están cubiertas de flores, con olores que embriagan.

Me asomo para ver la casa Pablo y huelo desde aquí el aroma de los gigantescos eucaliptus que dan su sombra a la casa, no hay movimiento alguno, en la pista de tenis no revolotea el rubio niño, tan delgado, con sus rulos danzando al aire, el agua de su piscina brilla al sol límpida e inmaculada. Han colocado hamacas en las zonas libres de jardineras y me tumbo en una de ellas.

Despierto sobresaltado, abrasado por el sol, sin darme cuenta me he vuelto a dormir y me desnudo para tomar una ducha antes de bajar a comer lo que Luci haya preparado. Comemos los tres en su cocina que huele tan bien, mejor ahora, después de un mes de ausencia. Le entrego uno de mis llaveros y Gonzalo también le ha traído algo, un cuadradito de metacrilato, y embebido en el, una hoja de arce. Creo que le ha hecho mucha ilusión y nos vuelve a besar.

En un par de días bajará el tío a buscarnos, traerá a Águeda que va a encontrar a sus padres y a su hija en Galicia, tendrá unas ganas locas. Pablo y su mama han marchado hace unos días a Suiza para pasar un tiempo de las vacaciones con la familia.

Después de comer vamos a dar una vuelta por el Club Náutico, aunque nuestros amigos no están, disfrutamos mirando a los chavalitos de ocho años, empezando a practicar la vela. El paseo nos lleva de nuevo a atravesar la carretera para llegar al paseo arbolado de los tilos, en el paso de cebra Gonzalo piensa que voy a avanzar y sujeta mi brazo para retenerme, ha sido solamente un instante y un escalofrío me sacude.

Hemos accedido al centro comercial, todos los barrios residenciales tienen una zona de comercios y cafeterías, que no es el centro de la ciudad, pero cumple su cometido de atender el vecindario. Nos acercamos a una cafetería que dispone de terraza, en una calle exenta de tráfico rodado, desde lejos diviso a Julio, responsable de que mi año lectivo haya sido fructífero.

Julio también nos ha visto y se levanta, está acompañado por una chica de pelo castaño, es pequeña de estatura pero tiene un excelente tipo. Me tiende la mano pero no se la estrecho, abro mis brazos para envolverle en ellos y Gonzalo hace lo mismo. Nos presenta a la chica que lo acompaña, que sonríe ante nuestras manifestaciones de afecto.

-Marina…, mi novia, Álvaro y Gonzalo mis a...  –antes de que hable y nos presente como sus alumnos me adelanto.

-Amigos.   –no dudamos ninguno de los dos en darnos dos besos, luego Gonzalo cumple el mismo ritual.

-Habéis vuelto, ¿qué tal os ha ido?   -nos hemos sentado con ellos y pedimos, un refresco de naranja para Gonzalo, y agua para mí.

-Primero, tengo que darte las gracias, por el esfuerzo que has hecho para que apruebe todas las materias.   –le digo yo sonriéndole agradecido, porque es verdad, su interés ha sido inestimable.

-Tú tienes el mérito que te has esforzado. He quedado con tu tío uno de estos días, tenemos que hablar deberíais saber que este próximo curso no estaré con vosotros.

-He acabado de estudiar y ahora tengo que hacer otras cosas.   –me deja impresionado, ya ha terminado.

-¿Has terminado los estudios, las dos carreras que estabas estudiando, y ahora?

-De eso se trata, tu tío quiere que vaya a Chicago para ampliar los estudios, tenemos que hablar de mi viaje y de quién se va a encargar de vosotros el próximo curso.

-¿Cuántos años tienes Julio?, si no es indiscreción y puedes decirlo.

-Voy a hacer 23 años dentro de un mes.   –todos nos quedamos callados, Marina su novia lo mira, adorándole.

Al cabo de un rato nos despedimos de ellos, igual lo veo cuando vaya a visitar al tío. Deambulamos por las calles hasta que le pregunto a Gonzalo.

-Quieres que tomemos algo como cena, o te apetece ir al cine.

-Mejor vámonos a casa, Luci tendrá algo y luego podemos ver una peli o la tele.

Retrocedemos para volver a casa, vamos en silencio los dos, yo pensando en Julio, en lo extraordinario que es y la inteligencia que tiene.

-¿Cómo será la persona que busque Julio?, ¿será tan bueno como él?  -miro a Gonzalo esperando una respuesta.

-No te preocupes Álvaro, es igual el que sea.

-Claro, María y tú no lo necesitáis, todos esos profesores que tenemos están por mi Gonzalo, yo sí que necesito que sea una persona buena, yo no soy como vosotros.

Vuelve el silencio, también pienso que en algo soy mejor que él, seguramente no se ha dado cuenta de que Marina está loca de amor por Julio, de que le esperará lo que haga falta, hasta que vuelva, cuando sea.

Gonzalo tenía razón, Luci siempre tiene algo para cenar y cenamos los tres, igual que en la comida charlando de nuestro viaje, Luci le cuenta como celebramos el cumple de la abuela en el pueblo, la fiesta que se prepara y bueno, también se celebra mi cumple que es unos días antes que el de la abuela.

Me despido para ir a mi habitación, doy un beso a Luci y digo adiós a Gonzalo.

-Álvaro, ¿puedo dormir arriba contigo?   -le miro, está como apenado, como un niño pequeño que espera que su papá le diga que sí, que le va a leer un cuento esta noche, antes de dormir,  -que difícil me lo pones Gonzalo-.

-Vale.   –pienso que es seguramente la última noche que esto va a suceder, además, también a mi me da un poco de respeto estar en la casa solo, espero con Luci en la cocina, se ofrece a preparar otra habitación y le digo que no es necesario, en cinco minutos está de vuelta con su pijama, pantalón y chaqueta, puesto.

Arriba, en la sala que era de los tíos, vemos un poco la tele pero a Gonzalo se le cierran los ojos.

-Vamos a la cama Gonzalo, te estás durmiendo, cayéndote de sueño.

Mientras se mete en la cama voy a lavarme la boca, espero que a la vuelta esté dormido, el moverse ha resultado un revulsivo del sueño y está tendido mirando al techo, me tumbo a su lado y apago la luz, por las ventanas entra la claridad de las lámparas de la terraza y la luna.

-Me hubiera gustado que hubieras venido con nosotros a América.

-Sí, pero tiene razón tu abuela Gonzalo, otra vez será.   –se da la vuelta para mirarme y pasa su brazo por encima de mi pecho.

-Le voy a pedir permiso a tu tía, para que me permita dormir aquí.   -¡jolines!, me sobresalto y le miro.

-¿Aquí, conmigo?, no, eso no puede ser Gonzalo.

-Bueno, hay otras habitaciones vacías, sí, le voy a pedir que me deje.

-Estoy así tan bien, contigo Álvaro…, buenas noches.

-Hasta mañana Gonzalo.   –mi cabeza da vueltas pensando, este chico me va a traer muchos problemas.

Me doy la vuelta para no verle pero no retira su abrazo hasta que dormido cambia de postura. A la mañana siguiente el chofer de sus abuelos viene a recogerle, la despedida es triste, abraza a Luci que le besa, luego me abraza a mí, mis brazos permanecen inertes, sin responder a su abrazo.

-Cuando vuelva iré al pueblo para veros, da un beso a tu tía y a María.   –la congoja le dificulta el hablar.

Por un lado me entristece que se tenga que marchar, por otro pienso que es necesario que esté más tiempo con sus abuelos, además, esa especie de dependencia de mi que parece haber empezado a sentir, me desasosiega y me turba, mis sentimientos hacía él son muy fuertes y tenerlo tan próximo no es la mejor solución.

Este día no salgo de casa y estoy tumbado en la terraza, como con Luci que intenta animarme hablándome de que pronto estaremos en el pueblo, estoy entrando en un estado de melancolía decadente hasta que al día siguiente llega el tío y a la tarde Julio, estamos los tres en la sala de estudios, a Julio se le nota muy nervioso esperando las noticias que debe darle el tío.

-Has sido aceptado Julio, has conseguido la beca, puedes ir preparando todo para en Septiembre viajar a Chicago.

En alguna ocasión hemos hablado de que los padres de Julio no deben tener muchos recursos, el tío le animó para que ampliara su formación pero el problema era el dinero. Luis está muy metido en todas estas cosas, existe una Sociedad sin ánimo de lucro que se nutre de aportaciones de particulares, su labor es promover la cultura y conceden becas a estudiantes destacados, el tío participa en la gestión de esta Sociedad y el abuelo de Gonzalo es benefactor, donante de ella. No hay duda de que Julio ha conseguido la beca por sus meritos pero, el tío lo ha gestionado y el abuelo de Gonzalo ha puesto su granito de arena.

Julio está radiante, casi a punto de echarse a llorar y ahora hablan de quien va a encargarse de llevar nuestros estudios, particularmente de mí. Este chaval, ya hombre, lo tiene todo previsto para que yo pueda seguir adelante, Voy a echar de menos su dedicación.

Hemos abandonado la autopista, voy de copiloto y Luci atrás, llena de paquetes, por si faltara algo.

En la entrada de la finca están Antonio y el abuelo, Antonio abre el portón y me bajo del coche para saludarlos con un abrazo, el abuelo me besa sin dejar de mirarme, están los dos muy bien, se mantienen sanos y amigos de fechorías, bebiendo el vino de papá, que lo utilizará como motivo para discutir con el abuelo, por el uso que hace del mismo y meterse con el pobre Antonio, llamándole leñador. El tío ha continuado para llevar el coche hasta la entrada, nosotros le seguimos a pie.

En el porche hay reunión de mujeres, la abuela, la tía, Águeda y un par de señoras del pueblo que van a ayudar a Águeda y a Luci. La abuela tiene que ser la primera en abrazarme, porque si no es así se muere. Es cierto, la tía está que no se tiene de gorda, pero más bella que nunca, la brazo y beso y acaricio a mi primita, aun dentro de la tripa y también a Águeda.

-¿María, dónde está María?   -imagino donde estará, me parece raro que no esté allí para recibirme.

-Susana ha venido hace un rato a buscarla, han marchado las dos a su casa.   –cuando la tía me confirma lo que he supuesto no pierdo tiempo, les digo que voy a la casa de Alonso.

Ya no me acordaba del terrible sol de los mediodías de Agosto, andar los quinientos metros hasta su casa hace que mi frente se perle de gotitas de sudor. Cuando llego a la entrada del jardín quedo extrañado de que la puerta esté abierta, no es habitual. Tengo prisa en ver a María y mis amigos, penetro en el camino de grava flanqueado por los setos de boj.

Repentinamente unos brazos me arrebatan por el aire levantándome del suelo, abrazándome muy fuerte y dando vueltas manteniendo el fuerte abrazo.

-Alonso, déjame ya que me estas mareando.    –y río porque él ríe y pataleo alegre a las nubes con mis pies en el aire.

Por fin me deposita en tierra y me gira para verme, sonriendo como un tonto con la boca abierta, él me ha dejado pasmado también a mí, por la agradable sorpresa.

-¡Joder!, pero si has crecido más, estás más alto, más…   -se señala con la mano la parte de la cintura y su pecho ahora marcado.

-Quería decir más guapo, pero si…, vaya tipo que has cogido.

-Otra cosa que te debo a ti.   –y abre sus brazos en cruz para recogerme en ellos, y me abraza, y se separa para volver a mirarme, y lo vuelve a repetir, y mira goloso mis labios, y sé lo que ansía hacer, y le ayudo acercándolo a mí.

-Tenía tantas ganas de verte Ál, tantas ganas.   -con el permiso obtenido, porque mis ojos se lo han dado, acerca suave su boca para beber de mis labios, primero suave, muy suave y luego se va incendiando. Unos sonidos de grava que alguien pisa mientras avanza, hacen que recupere el tino y me suelte y me deja que respire.

-¡Ál!   -es María que corriendo salta a mi cuello para besar como loca toda mi cara.

Detrás de ella está Susana que, también ha cambiado, y se está poniendo muy guapa, y me mira ruborosa sin atreverse a abrazarme, cuando María me deja libre, voy a abrazar a Susana, a su madre que también viene, intentando tapar con un pareo su cuerpo ya muy moreno y tan ligero como siempre. ¿De quién habrá sacado Alonso ese cuerpazo de armario?, es lo que viene a mi mente.

Nos acercamos a la piscina donde juegan Amadeo y los hermanos Juan y Alberto, salen del agua y vienen a abrazarme, y me ponen perdido con toda la ropa mojada. ¡Jolines! que guapos y morenos están todos y lo blanco que estoy yo, a pesar de que ayer estuve en la terraza de casa. Después de los primeros momentos de abrazos vuelven todos a la piscina, la mamá de Alonso ha ido a por unos refrescos y me siento enfrente de Alonso, en una blanca mesa de jardín, entre la casa y la piscina. Le miro, y remiro, y me parece mentira lo que ha cambiado.

-Recibí tu carta, por Navidad, me alegró mucho tener noticias de ti, yo no te quise escribir, pensé que sería rememorar recuerdos tristes, tú fuiste más valiente.

La mamá de Alonso aparece con una bandeja de refrescos, cojo un vaso y voy a la ducha que está cerca de la piscina, para llenarlo de agua, Amadeo golpea con una palmada en el agua y…, me ha puesto perdido, mojado hasta los calzoncillos, despertando el jolgorio general.

Más tarde vamos a comer cada uno a nuestras casas, quedamos en vernos a la tarde en el pueblo, como hacíamos el año pasado.

Han pasado unos días, aún no he tenido oportunidad de hablar a solas con Alonso, este día, a la tarde, paso a recogerle y vamos al pueblo para encontrarnos con Amadeo y los hermanos. Las bicicletas han quedado apoyadas en un árbol, miro a Alonso que está con una sonrisa radiante observando al grupo de chavales del pueblo, están disputándose la categoría de quién es dueño de la motocicleta más veloz, o ruidosa, entre ellos están los nietos del panadero.

Hemos preferido esperar a Amadeo en la calle y no importunar entrando en su casa, están sus padres y no tiene muchas ocasiones al año de poder hablar con ellos. Sale el precioso rubiales portando su bici y nos saluda con la mano. Está cerrando la puerta de su casa y antes de poder encaminarse hacia nosotros, el nieto del panadero se dirige hacia él, cuando está al lado de Amadeo le habla.

Alonso se ha puesto en pié, con cara de pocos amigos, al darse cuenta de lo que sucede.

-Este tipo no espabila, voy a tener que volver a advertirle.   –hace intención de empezar a caminar hacia donde se encuentra Amadeo, veo que lo que discurre es tranquilo, sin que nuestro amigo se altere y detengo a Alonso.

-Espera, espera un poco, deja que él intente resolver su problema.   –Alonso vuelve a sentarse y no perdemos detalle de lo que sucede enfrente de nuestros ojos.

Amadeo sujeta su bici por el manillar y parece que la conversación llega a su fin, durante el transcurso de la charla el chaval ha dirigido su mirada hacía nosotros en un par de ocasiones, observándonos con un vistazo rápido.

Nuestro amigo le sonríe y viene hacia nosotros, el otro chaval vuelve donde los chicos del pueblo, continúan charlando y, de vez en cuando, acelerando el motor de sus motocicletas, pretenderán competir sobre quien hace más ruido.

Nos ponemos en pié y seguimos a resguardo del sol, en la sombra que proyecta la fachada del edificio cercano.

-¿Qué quería ese?   -Alonso está manifiestamente enfadado.

-Quería disculparse por lo del verano pasado, y…, bueno, ver si podíamos ser amigos.

-¡Jo!, Amadeo, ¿y tú que le has dicho?   -realmente Alonso está cabreado.

-Primero que está bien y  que acepto sus disculpas y…, que amigo sí, pero como antes no, amigos y nada más. Me ha dicho también que le disculpes tú, querría venir a hablar contigo pero que como te pones así…, no quiere líos.   –miramos hacía el grupo de chavales, el nieto del panadero está pendiente de nosotros, como esperando una respuesta.

Alonso lo observa un momento y al fin levanta su mano en mudo saludo, el chaval sonríe aliviado y agita su mano en clara señal de que ha entendido el mensaje.

Estoy acongojado, joder que chicos estos, son más buenos que la leche, paso mi brazo por los hombros de Amadeo en un abrazo amistoso y Alonso pasa los suyos por los de ambos, si hubiéramos estado solos los hubiera dado un beso.

Decidimos ir a mi casa y ver si hay alguien en las piscina y en caso contrario ir a la casa de Alonso, en un sitio u otro habrá alguien, con el calor que hace a esta hora no se puede hacer mucho ejercicio. Los hermanos no aparecen después de esperarles un rato y nos marchamos.

A partir de ese día los lazos de amistad y la relación con los chicos del pueblo, dan un vuelco de ciento ochenta grados día tras día, y comenzamos por intercambiar saludos y pasamos a charlar con ellos de las bobadas que se nos ocurren, o escucharles. Son diferentes, no más buenos ni más malos, diferentes, pero se siente uno mejor cuando la gente no te mira a reojillo y te saluda amigablemente cuando te los encuentras.

Volvemos al agua y jugamos un rato con María y Susana, cuando comienza a enfriar, porque la sombra de la chopera cercana cubre con su sombra la piscina, Luci nos prepara la merienda y vestidos charlamos en el porche.

El tío ha marchado con Águeda hace un par de días y volverá para el fin de semana, en la casa hay alguna novedad, los tíos han cambiado su habitación a la planta baja, por el estado de la tía. Toda la planta superior es ahora para María y para mí.

Esa tarde, después de dejar a Amadeo en el pueblo, volvemos a mi casa, subimos para ver un rato la tv. Hay un programa de esos tedioso, enlatado les llaman, para el verano. Alonso esta tumbado en un sofá con su cabeza en mis piernas, mirando las escenas aburridas que se suceden en la pantalla, tiene un mechón de pelo pegado por el sudor en su frente.

-Cuéntame Alonso, ¿cómo te ha ido el año?   -se extiende en contar como le han ido las clases y sus relaciones con los de natación, las amistades estrenadas este año.

-Y de lo otro, ¿has conocido a alguien?   -se detiene a pensar, quizá analizar lo que deba decirme.

-He conocido a un chico, no hay nada aún, me gusta y creo que no le soy indiferente, de momento nada, tengo que decidirme y hablar algo más profundamente con él.   –mi mano acaricia suavemente su frente quitándole el sudor y me agacho para mirarle a los ojos, estoy muy cerca de él pero tenemos las cabezas invertidas.

-Me alegro mucho por ti Alonso, igual este año puedes hablar con él y arreglar alguna salida y saber sus sentimientos.   –estoy en una postura difícil pero me inclino para depositar un suave beso en su frente, repentinamente Alonso  proyecta su cuerpo hacía mí  y mis labios caen encima de los suyos, sujeta mi cabeza con sus manos impidiendo que la retire. Al final nos separamos pero seguimos fundiendo nuestros alientos.

-No se di debemos hacer esto Alonso, igual es peor y nos vamos a arrepentir.

-Álvaro, tengo ganas de ti, con ese chico no hay nada aún, llevo un año pensando en ti, haciéndote el amor en mis sueños, queriendo que tus brazos me rodeen, te necesito Al.   –vuelve a llevar mi cabeza hacia él e iniciamos otro larguísimo beso, ya no recordaba el olor de su aliento, el sabor de su saliva el perfume de su cuerpo.

Se sienta en el sofá a mi lado, la televisión continua ajena a nuestro idilio, con las imágenes que nadie ve. Me rodea con sus brazos, noto su fortaleza, me aprieta contra él hasta hacerme daño, se nota  el ejercicio de natación que ha practicado en el año, su fuerza se ha duplicado.

-Estaba deseando que llegara este momento Ál.   –habla entrecortado, quiere hacer muchas cosas en el mismo momento, desea besarme y expresar lo que siente hablando.

-Creo que no debiéramos.   –lo digo sin convicción, me rindo cuando levanta mi polo para aplica sus labios a chupar de una de mis tetillas, a absorbérmelas y morder los puntitos que son mi pezones erizados ahora. Yo también lo quiero, lo necesito, sentir su polla otra vez penetrándome, la fuerza de sus brazos rompiéndome.

-Vamos a mi habitación, pueden subir María o Susana.   –tiro de su mano para que me siga y la tele queda encendida, extrañada de que los espectadores prefieran hacer otras cosas en lugar de estar contemplando lo interesante que muestra el cristal de la pantalla.

Cierro la puerta con seguro y ya, entregado totalmente a la locura, abrazo su cuello y me cuelgo de él, está fortísimo y me mantiene en el aire, como si fuera una pluma, sujetándome del trasero. Huele ligeramente a sudor y jabón que me envuelve volviéndome más loco aún, noto, cuando mi cuerpo va cayendo, su durísima verga roza mi culo y luego me vuelve a subir para que nuestros labios no se separen.

-Déjame en el suelo Alonso, bájame.   –me obedece de mala gana hasta que comienzo a quitar los botones de su camisa, su ahora magnifico pecho queda delante de mí, sus abultadas tetas han desaparecido y en su lugar luce unos fuertes y grandes pectorales con pezones superiores a los míos, La adiposidad de su cintura se ha evaporado y sus abdominales parecen dunas del desierto.

Me he entretenido admirando la belleza oculta hasta ahora, ha resultado la eclosión del capullo para mostrar la rosa. ¿Pongo cara de asombro, de deseo lujurioso? Alonso me mira con una suave sonrisa, como diciendo, mira lo que he logrado y se da cuenta, sin hablar, de que lo que veo me agrada. Se acerca y retira mi polo para unir nuestras pieles, ¡Dios!, es como dos Álvaros de ancho y siento un exquisito placer al notar su piel pegada a la mía.

Abrazado como estoy bajo mis manos para tocar su bulto a través de la tela de su pantalón corto, el tórrido calor va a derretir la lycra del Meyba, A mi mano golosa no le importa, al contrario, es como un hierro al rojo vivo pegado a la piel, sin quemarla. Mis manos tiran de la cintura elástica de su Meyba hacía abajo y  su polla salta como un resorte contra mis abdominales, allí su abrazo que se ha hecho más fuerte, la mantiene pegada manchándome de precum.

Alonso me retira el pantalón hasta los tobillos, empujando con un pie, y coloca sus manos en mi culo cubriéndolo en su totalidad, tira de él y lo abre exageradamente, me da la impresión de que me va a partir como a una sandía madura, mete su mano en la raja para acariciar mi entrada, yo me centro en su durísima polla.

Le llevo a la cama donde caemos revueltos, se coloca encima de mí, me va a aplastar, es una mole gigante, menos mal que sujeta el peso con sus codos.

-Al, ¿Te puedo decir que estás buenísimo?    -le sonrío.

-No, yo estoy igual tonto, eres tu el que ha mejorado.   –me halaga no obstante el que me vea buenísimo.

Muerde el lóbulo de mi oreja y me entran escalofríos, luego lame mi cuello y pasa por todo mi cuerpo sin descuidar un milímetro, separa su cuerpo para ir descendiendo hasta llegar a mi verga, tiembla esperando la caricia de sus manotas pero es su dulce boca la que se encarga de ella, primero ansioso, se la mete toda pero la vuelve a sacar para ir retirándole el pellejo con la lengua, aprisiona el capullo con los labios apretando, ¡cabrito!, sabe cómo me gusta y me está volviendo loco.

Lo empujo para que me acerque su polla en un sesenta y nueve improvisado, primero la admiro, es como nueva para mi, aunque me haya visitado tantas veces, pero hace mucho, una eternidad me parece.

La huelo, es su olor, no es muy fuerte porque hace poco que hemos estado en el agua, le paso mi lengua para recoger el precum que le cuelga y no deja de manar, es un sabor exquisito, no empalaga la dulzura pero a mí me sabe al pan de los ángeles, o así me lo imagino.

Sus huevos ahora tienen más vello un poco rojizo, mirando en conjunto y en detalle, juraría que aquello ha crecido en un año y que ahora es más rotundo y poderoso. Mamo y huelo alternando, no sé lo que prefiero, las dos cosas mejor, y ahora mientras mamo ahogándome por momentos acaricio su cálida entrada posterior.

Alonso, desconozco como puede llegar, está lamiendo mi entrada con mucha maestría. O no se le olvidado, o en sueños ha practicado. Tengo que detenerlo o hará que me corra en un momento.

-Para, para Alonso, ven a besarme, déjame descansar. -él también necesita un respiro, su verga vibra como si fuera a descargar de un momento a otro.

-Bésame Alonso, ya sabes que me gusta mucho que me beses, ¿o ya no te acuerdas?

Vuelve a la suavidad de besos de mariposa, de su lengua rozando apenas mis labios hasta que las ganas de tenerlo dentro me urgen.

-Métemela, ¿quieres?   -Se le ilumina la cara, abre mis piernas para colocarse entre ellas, con una sola mano que mete debajo de mi culo me arrastra hasta pegarme contra él, ¡jolines!, que fuerza ha cogido, parezco aire en sus brazos. Juega con su mano y la punta de su vega en la entrada de mi culo, hace como que la mete y, cuando ha entrado la punta del capullo, la retira dejando mi culo boqueando y sin su premio. Realiza la jugada varias veces pero aprendo rápido, ahora cuando la retira, mi cuerpo la sigue, aunque sea para no perder el contacto-.

-Deja ya el juego Alonso, no puedo más, me voy a correr sin que la metas y luego no te voy a dejar que me la metas.

La amenaza resulta efectiva, empuja con fuerza y aprisiono en mi interior su gordo capullo, ¡ay!, gimo de placer contrayendo y expandiendo los anillos de mi ano, sabe que me está transportando a la gloria y se queda quieto un momento para que juegue y me deleite y ya, seguido, el puñal me hiere de muerte, me entra entero dejándome sin aliento, mirando al vacío, buff, buff, bufo por la boca y aspiro por el culo para que entre más, es imposible, sus pelotas están pegadas y sudorosos a la entrada.

Bajo mi mano para dar fe de que así es y apretarlas un poco, suavemente, más fuerte y Alonso, asustado se retira, sacando su verga un poco, igual le he causado dolor, y por su cara veo que no, me sonríe embobado.

Tiembla y suda. Vibra cuando con fuerza entra todo lo que puede expulsando el aire de sus pulmones y lo aspira cuando retrocede saliendo de mi, y suda siempre, aunque está como un toro su excitación es muy fuerte y le tiembla su poderoso pecho como un tambor, cuando respira, cuando boquea, abriendo mucho su boca y le llegan las contracciones de placer, como ahora, que se va a derramar, que se vacía entero, todo, dentro de mi rechinando sus dientes y apretando sus riñones, queriendo entrar hasta donde no puede.

Para un momento, no ve por el sudor que le resbala por sus ojos que mantiene cerrados, alargo mis manos para limpiarle. Sigue su movimiento, no me quiero ni tocar, porque me viene, primero suave y luego como un torrente, que me desborda, que me puede de placer y extiendo mis piernas, pateando un poco, por efecto de la tensión extrema. El placer es mayúsculo, capital.

Vuelvo a recoger las piernas para que siga dentro de mí, no quiero que se salga, quiero que haga tapón para que sus semillas no escapen y se fundan con mí ser. Despacio nos vamos recuperando, me mira amoroso y paso mis piernas por su cintura abrazándole con ellas, mis brazos no dan para abarcar su tronco, tengo que conformarme con acariciar sus costados.

-¡Jo! Alonso, me has follado como nunca, te has convertido en una máquina dando placer.   –se ríe de lo que le digo.

-Tú tampoco lo haces mal, como me agarraba tu culo la polla, estás mejor que nunca tu también.

Poco a poco su verga va retirándose de mí muy a mi pesar, y con un chasquido mi culo la acaba por expulsar.

-¿Vamos a asearnos un poco Alonso?    -en el baño, sin ducharnos, con toallas húmedas nos aseamos, yo me tengo que sentar en el inodoro para expulsar lo que llevo dentro.

-¿Ál?   -empieza y se interrumpe.

-¿Sí?   -le animo a que siga.

-No me arrepiento nada, nada, nada. Volvería a hacerlo ahora mismo otra vez, ¡te voy a comer el culo!   –me lo agarra y lo estruja con fuerza.

Hoy llegará el tío, quiero, deseo que Carlos venga con él, para hacerle un regalo a Amadeo que cuando ve las tonterías que Alonso y yo nos hacemos cuando estamos solos o con él delante, se le nota la envidia.

Jugamos en la piscina, la abuela y la tía, echadas en unas tumbonas, nos contemplan, luego la abuela marcha porque Luci la reclama.

Veo a la tía guapísima con sus gorduras. Mientras los demás siguen jugando salgo del agua y me acerco a su lado.

-Sécate las gotas que el sol te puede hacer daño.   –ella siempre pensando en la salud.

-¿Qué tal está Ana Hoy?   -nos referimos a ella como si estuviera entre nosotros.

-Está muy tranquila esta mañana.   –me acerco para acariciar su tripa por encima del bañador.

-Tengo que contarte algo tía…, algo de Gonzalo.   –callo fijando mi mirada en el azul de su bañador.

-Si cariño, ¿os ha pasado algo en el viaje?   -espera expectante que continúe con lo que la quiero decir.

-Verás, no es fácil de explicar, tú ya sabes lo que sucedió, bueno…, cuando me excedí con él.   –bajo la mirada, aún avergonzado de lo que ocurrió.  -Luego, después de eso, hemos estado muy alejados, no sabía siquiera si, sinceramente, me había perdonado. Resulta que, repentinamente, cambia su actitud, ahora quiere estar continuamente conmigo, dormir inclusive.  Tú ya sabes que le quiero y esto me atemoriza, me inquieta, puedo confundir nuevamente sus sentimientos…    -le cuento todo lo acontecido desde la vuelta de Calgary.

Se toma su tiempo para responder, estoy sentado en el escalón que eleva el porche del jardín, inclinado hacia ella y acaricia mi pelo, después su mano resbala y la devuelve a acariciar a su niña.

-Parece ser que el mayor problema de Gonzalo, aun siéndolo también, no es el hecho de las violaciones, según mis compañeros su mente ha quedado exenta de vivencias de una infancia feliz, como que, en algunos aspectos, es como un niño aún.   –no debe ser fácil el explicarlo o yo no consigo entenderla, la miro extrañado, sonríe y su mano llega ahora, a acariciar mi rodilla.

-No te preocupes Al, no es fácil de entender, te voy a pone un ejemplo, así lo entenderás mejor. Unos amigos nuestros no tenían, ni pueden tener hijos, hace unos años decidieron la adopción y solicitaron adoptar un niño. Unos meses más tarde de presentar la solicitud les llamaron, querían los  psicólogos de la institución tener una charla con ellos.

Los veían mayores y les denegaban la adopción de un niño pequeño, pero les ofrecieron, primero como acogida antes de llegar a la adopción, que se llevaran dos hermanitos, uno de trece años y otro de ocho, por no separarlos.

 Estos niños habían estado pasando por casas de acogida y distintos centros. Se lo pensaron y aceptaron el acogerlos, los niños tenían un problema muy parecido al de Gonzalo, su evolución afectiva había quedado dañada, tenían que vivir la infancia que no habían vivido, cuando iban a la playa les gustaba jugar a hacer castillos de arena y querían tener su balde y su pala como veían a otros niños más pequeños. ¿Me has entendido ahora?... Algo de eso le pasa a Gonzalo, sanará y se pondrá bien, esos niños ahora son normales.

La aclaración de la tía me parece ahora razonable o inteligible para mí, no obstante mi problema no se solucionaba con la explicación, o quizá fuera irresoluble.

-¿Qué vamos a hacer tía, tenerle tan cerca, me angustia tanto poder volver a hacerle daño?

La tía me mira con pena, sin separar su mano de mi rodilla que sigue pasando en una caricia continua.

-No lo sé Al…, no lo sé, es cuestión de tiempo y poco a poco irá mejorando, tenemos que ayudarlo, lo que podamos, todos.

María y los demás nos empiezan a mirar extrañados por la larga charla y me reclaman para que vuelva al agua con ellos.

 

Me tiro al agua, vamos a esperar y ver lo que el destino nos va deparando, ahora estamos en verano, no hay nada que podamos hacer. Sí, hay algo, divertirse y Alonso está conmigo y todos los demás, todos deseando que esto no acabe.

(9,74)