Nuevos relatos publicados: 12

Historia en capítulos 25 Vacaciones truncadas

  • 28
  • 11.746
  • 9,68 (19 Val.)
  • 0

Suena el claxon del coche del tío en la puerta de entrada y corro como un desesperado a recibirle, recibirles más bien, Carlos viene con él, doy un beso al tío por la ventanilla y abro la puerta del copiloto para que Carlos se apee y poder abrazarle, y besarle, le estampo dos sonoros besos en sus mejillas y agarrado a su cintura casi lo transporto por el camino hasta la casa.

Es digno de ver la asombrada cara de Amadeo cuando le ve, está en la zona profunda de la piscina y parece que se va a ahogar. Saluda a la abuela y la tía, la abuela no lo conoce mucho, y luego a los mojados nadadores que van saliendo del agua y acercándose, cuando le presento a Alonso le abraza y Amadeo, Amadeo permanece como anonadado, sin moverse, sin atreverse a ir hacia él hasta que le doy un pequeño empujoncito, Calos lo abraza, parece el abrazo que le dio a Alonso, yo sé que no es así, es otro el amor que le rodea, es un abrazo de cariño grandísimo.

Coloco una toalla sobre los hombros de Amadeo y la ayudo a secarse, Carlos está entretenido con María que le presenta a Susana hasta que llega el tío con la maleta de Carlos.

-Amadeo, coge la maleta a mi tío, vamos a enseñarle su habitación a Carlos y llévale tú la maleta.

Amadeo va delante y yo cogido de la cintura de Carlos lo arrastro conmigo, subimos al piso superior y le enseño su habitación, al lado de la mía, en el centro de la habitación permanecen los dos mirándose extasiados, como tontos enamorados.

-No hay prisa, podéis estar el tiempo que queráis.   –antes de cerrar la puerta a mis espaldas veo como se acercan y funden sus cuerpos en un abrazo y sus labios en un beso.

Uno de esos días Amadeo nos invita a comer en su casa a todos los chicos, yo conocía a sus padres un poco, pero ya había estado con ellos y los había visto a la salida de misa y saludado de lejos. No pasaron inadvertidas para mí y para la mamá de Amadeo las continuas miradas de su hijo, dirigidas a aquel desgarbado chaval, tan raro a veces, no me preocupó en absoluto.

 Carlos había conquistado a la mamá de Raúl en una mañana, ¿qué podía durar la de Amadeo antes de caer en sus redes?, claro, ya sé que es diferente, no es lo mismo un amigo de tu hijo, que el futuro novio del mismo. Lo cierto es que ese año fue el único que Carlos estuvo invitado en mi casa, a partir de entonces tendría su habitación en la casa de Amadeo.

Había pasado mi cumpleaños sin pena ni gloria, solamente la tía me felicitó con un beso, total dentro de unos días era el de la abuela, y según la tradición, se celebraban los dos a la vez. Realmente se estaba preparando todo para recibir a los tíos y primos. Le pedí a la tía permiso para invitar a los papás de Amadeo, los de Alonso eran habituales.

Gonzalo no ha podido venir, no han llegado de U.S.A, seguramente vendrá la semana que viene, lo sentirá ya que tenia ilusión por lo que María le había contado.

Los festejos se desarrollaron poco más o menos como los otros años, Mi primo Jorge quiso gastar la broma de los murciélagos a Carlos, pero me daba escalofríos recordar lo ocurrido el año pasado, y no hay broma, ni nada que pueda recordarme aquellas fechas.

No había vuelto a tener un encuentro íntimo con Alonso y ese día, anterior a que Carlos marchara con los tíos de vuelta a su pueblo, también marchaban la tía y Luci, quería estar cerca del hospital, aunque era médico tenía respeto a dar a luz.

Ese día los cuatro, a la tarde, paseamos por la ribera del río hacía la presa del molino, con la idea de llegar ante los altos muros de la casona cerrada, vamos por los senderos otras veces transitados por Alonso y yo buscando el sitio ideal para querernos y follar, Carlos y Amadeo caminan delante, luego nosotros.

Los recuerdos vuelven a mi mente, también a la de Alonso al ver nuestros lugares de furtivos amores del año pasado. Me retuvo entre sus brazos sin dejarme mover, abrazándome por detrás, con su boca pegada a mi oído haciéndome llegar el silbido de su respiración deseosa, sus mordiscos en mi oreja y sus lamidas me obnubilaban, las lucecitas en mi cerebro deslumbraban mi razón y no era yo el que actuaba era el primitivo deseo que me ofuscaba la cabeza.

Su poderoso paquete pegado a mi culo, que forzaba hacía atrás para hacerlo más patente, sus brazos abrazando mi pecho, sus manos acariciando mi piel. Retorcía mi cuerpo para que me aflojara, para que me permitiera volverme y participar del festín de su rostro, de sus dulces labios.

-Me vas a follar Ál, quiero que me folles.   –a la vez que hablaba apretaba mi verga prisionera.

Tuve un segundo de cordura en el que la razón volvió, fueron dos segundos.

-Alonso, que Carlos y Amadeo van a volver sobre sus pasos, nos van a sorprender.

-No importa, los sorprendidos serán ellos.   –tiraba ya de mis pantalones para quitármelos.

Casi arranco su camisa, quería envolverme en su pecho, mamar, chupar lo que el año pasado eran suaves tetas y ahora eran roca, enroscar mis brazos en su breve pero recia cintura, meter mi mano en el calor de su nido para acariciar sus huevos, tocarle todo, que me envuelva en su fuerza y envolverle en mi cariño.

El pantalón se lo quita en un abrir y cerrar de ojos, se lleva sus deportivas detrás y se pone de rodillas en la yerba ofreciéndome su culo rotundo, redondo, blanco, con la raja poblada de vello. Su pecho busca el frescor del verde aplastando en él los pelitos que están empezando a crecer y yo hundo mi rostro en el más cálido, oloroso y suave césped que rodea su ano, saboreo sus olores, sus sabores, mi lengua y toda mi boca trabajan en la entrada de la mina que refulge dorada, mi mano mima y acaricia sus testículos que parecen de toro, han crecido también como todo él, y se escurren bailarines en mi mano. La lengua entra poco a poco en su ano, Alonso suspira, suplica, reza una ininteligible oración.

-Que bueno Ál, ay…, Dios mío…, Ál, ¡qué me haces! 

El diafragma le palpita, se abre y cierra espasmódico, sin voluntad. Aprisiona mi dedo cuando lo meto ensalivado y el segundo, los roto dentro de él, acarician sus paredes interiores, me transmite su placer suspirando quedo, levanta una mano que no llega, quiere tener algo que se le escapa, sus uñas arañan mi escroto sin llegar a atrapar lo que anhela.

-Déjame que te agarre la polla Ál, acércate.

Quiero alejarme de sus manos, quiero alargar el placer, retiro mis dedos para aprovechar su dilatación y poder meter mi lengua, tiene un sabor delicioso, pleno, excitante. Le abandono para preparar el tálamo, extiendo nuestras ropas para  que se pose en ellas y me tumbo a su lado, abro sus piernas y vuelvo a jugar con su ano, meto de nuevo mis dedos y en mi boca su capullo rosado, chorrea de precum abundante que saboreo goloso y juego con él en la boca envolviéndolo con mi lengua, es tan suave, dulce y delicado que temo causarle daño.

-Vale…, vale, Ál, dame tu verga ya, métemela que me muero de ganas.

No me hago de rogar porque es el momento, yo también quiero metérsela, me atrae como el agua al sediento, voy empujando despacio analizando sus gestos, y como mueve sus labios, y sus párpados cerrados que tremolan como banderas al viento, recreando en su cabeza lo que no puede ver con sus ojos. Antes de empezar a entrar y salir de él, bajo mi cabeza para beber de sus labios y entregarle mi lengua.

-Venga, venga, Ál muévete ya.   –me susurra sofocado.

Noto como aprisiona mi polla y comienzo, es tal placer el que siento, jugar con la punta en su anillo y traspasarlo y forzarlo y dejarlo boqueando, hasta que el ansia me puede y acelero las entradas y las hago muy profundas empujando, queriendo llegar al fondo hasta que, entero, me derramo y dejo todo mi ser en él con convulsiones y espasmos. Alonso sujeta su verga y la sacude cadencioso con una sonrisa mágica, despacio, quiere sentir el momento y le ayudo, ahora rotando la verga dentro de él y se viene suspirando.

Me inclino hacia él, para llegar con mi lengua a la simiente derramada en su abdomen y extenderla y aplastarla y arrancarla, llevándomela con mis labios.

-Eres maravilloso, magnifico, ni el placer de mil pajas te pueden sustituir.    –me pone rojo el cumplido y se lo agradezco, besándole con amor en la puntita de la nariz, en sus labios, en su barbilla, no me canso, de verdad que no me canso, estaría así para siempre, hasta desgastar mis labios, hasta que mi sangre fluya por las heridas causadas, que las heridas por besar, sanan si sigues besando.

-Te voy a comer a besos grandullón, me gusta estar contigo, de todas formas, vestido, pero te prefiero desnudo, te has puesto tan rico que me gustaría comerte, también quiero que tú me folles en otro momento, extraño tu verga tanto.   -y lo lamo, y lo chupo, y lo beso y continuaría besándolo.

Alonso devuelve mis besos, como regalos etéreos y multiplicados, siento dolor y tristeza cuando me aparta de él, cuando dejo de sentir el calor de su cuerpo y la fuerza de sus brazos.

Desconozco si Carlos y Amadeo volvieron sobre sus pasos, o si nos vieron copulando, no me importa, si lo vieron ellos salieron ganando, seguimos el sendero detrás de sus pasos y cuando los encontramos, sentados en el verde césped los veo azorados y con las ropas revueltas. Tampoco me importa, solo veo que son felices y que mañana se tienen que despedir, que igual mañana tienen que salir temprano y tienen que aprovechar el tiempo.

Nos miran los dos sonrientes sabiendo lo que ha pasado a poca distancia de ellos, como nosotros conocemos lo que ellos han hecho

A la mañana siguiente, no muy temprano, pero sin poder despedirse partieron. El pobre Carlos estaba triste.

La casa ha quedado tranquila, se quedan con nosotros los abuelos y nuestros padres, como Luci se ha marchado la abuela toma el gobierno de la casa. Nuestros padres no nos hacen mucho caso, pero no importa, verlos moverse por allí, cerca de nosotros, se nos hace tan raro. Papá discute con el abuelo y sermonea a Antonio. Mamá pasea por el porche y habla con la abuela y toma el sol. Es todo tan maravilloso, se van a quedar unos días con nosotros, no recuerdo que eso haya pasado nunca, siempre ha sido la tía la que pasaba su tiempo a nuestro lado.

Se quedan a comer todos los chicos, a la abuela no le importa, dice que por la fiesta tiene comida que se perderá y luego vendrán las señoras a limpiar y ayudarla, o mejor, a obedecerla porque es de armas tomar.

Los chicos están impresionados, casi no conocen a nuestros padres excepto Amadeo, seguro que alguno, como los hermanos, creían que los tíos eran nuestros padres y mamá soberbia y tan tiesa, y mirando a todos como si fueran sus súbditos les impone, pero todo está muy bien, María y yo se lo agradecemos mucho.

A la tarde vamos al pueblo cuando el sol afloja un poco, nos acompañan las chicas, y jugamos un partido, ¡yo jugando un partido de fútbol!, es la leche, vamos de n creer, pero lo pasamos de cine y luego les dejamos, a los hermanos y a Amadeo al que hay que animar y consolarle porque Carlos se ha marchado.

A la mañana siguiente, está la casa en silencio, me levanto y voy al baño, no sé si lo he dicho alguna vez, que en esta casa comparto el baño con María. Me he duchado y vestido, solo con traje de baño y un polo verde, verde pálido limón y me encamino hacia abajo. Por la escalera se huele el quemado de las tostadas, y es que esta abuela, se lo deja quemar todo.

La abuela y yo desayunando, no se ha levanto nadie más y de repente…, escuchamos un golpe seco y a papá gritando.

Corro desesperado a sus habitaciones, en el suelo está mamá tendida, sin respirar y papá está a su lado intentando levantarla.

-Llama rápido a la tía Álvaro, corre coge el teléfono y llámala.

Estoy atontado, ciego, no sé ni lo que me dice y por fin lo entiendo, teléfono, teléfono, teléfono, tía, tía, tía.

Lo marco de mala forma y se me cae varias veces de las manos.

-Tía…, tía, tía, mamá, mamá está muerta, no respira.   –lloro entrecortado.

-Ál, dile a tu papá que se ponga, me oyes cariño, tranquilo, dile a tu papá que coja el teléfono.

Me quedo al lado del cuerpo de mamá mientras él va al teléfono, sí, sí, respira, respira, no está muerta. La abuela sentada en una butaca, ni se mueve, mira al aire sofocada.

Cuando vuelve papá, blanco como la cera, temblando.

-Álvaro, despierta al abuelo y busca a Antonio, rápido.

Y todo es una locura y no se por donde ando y me equivoco de habitación y lloro desconsolado, ¡tía, tía!, ¿por qué no estás aquí?

Estamos en la casa de la ciudad, el tío nos fue a recoger. Después de que se la llevaron al hospital donde esperaba la tía, aquello era un desastre y la casa se cerró sin acabar las vacaciones, estas terminaron, se truncaron de la peor manera posible.

Mamá está muy grave, se trata de un derrame cerebral, está en la UVI, la tía no quiere que la vayamos a ver, que sí hay esperanzas, que la tienen llena de tubos y de máquinas y cinco días más tarde papá autoriza a la tía para que todo se pare, para dejar que se vaya en paz.

Han llegado todos los tíos, hermanos y hermanas de mamá, su madre, mi abuela materna, no puede, es muy mayor, también Gonzalo está ya en casa. Son días de soledad, de tristezas, de nostalgias. Aunque no podamos decir que era una madre al uso, era nuestra madre y la queríamos, ¿cómo no íbamos a quererla?

Gonzalo no nos abandonó un momento aquellos días, ni a María ni a mí y estuvo siempre a nuestro lado y hasta me sujetó una vez del brazo, porque me caía, y los días fueron pasando.

Entonces llegó Ana a quedarse entre nosotros, para que olvidáramos y nos diéramos cuenta de que unos se van y otros llegan, en un proceso imparable y eterno.

Aquellas Navidades fueron más tristes, algo más tristes. Pasamos la Navidad en nuestra casa y el fin de año en la casa de Gonzalo. El primer trimestre en el colegio fue bien, Julio había dejado gente buena y preparada. En la Navidad fue todo muy íntimo y el fin de año, yo creo que había el doble de invitados, por lo menos en la fiesta y estuvo Alba, ¿cómo no?, pero ya salía con un chico, más guapo que yo, creo, y mayor.

Si cuando vivía mamá pasaban en casa los fines de semana, no todos, a partir de ese momento papá venía un día o dos cada mes y era para hablar con el tío, muchas veces para verse en las oficinas del centro de la ciudad, y enviarnos sus recuerdos.

Había que seguir decían, que la vida no se para, y el viejo cura, D. Silverio, ¿os acordáis?, aquel que se le llevaba el viento jugando con su sotana, dijo una misa en el colegio y me habló en un aparte, que mamá estaba en el cielo y que desde allí me cuidaba y…, que yo tenía que seguir cuidando de mis amigos, porque era bueno y lloré sobre su hombro que no podía sostenerme por lo frágil que él estaba.

Al pobre tío le tocó lo peor, mamá le había dejado como albacea de sus bienes que ahora debía administrar y a la tía, que no me olvido, tenía ahora más trabajo haciendo de madre para nosotros. Ana estaba ya aquí y se hacía notar, llorando como una cosa mala, todo el día se la oía llorar hasta que de repente, un día, se detuvo y pasó a sonreír. La adorábamos todos, la tía no nos dejaba jugar con ella, ni que la cogiéramos en brazos, era igual, solo verla daba gloria.

Los chicos volvieron a las andadas, mi casa siguió siendo el cuartel general de la pandilla, ¡ah!, me olvidaba de dos detalles, hablé con el entrenador de Raúl y me permitió que me apuntara a correr, dos días a la semana y Gonzalo se encaprichó y también se apuntó, y además consiguió que la tía le dejara cambiarse al piso de arriba, con María y conmigo, pero eso sí, en otra habitación.

Acabamos de llegar a Montreal, por fin el tío ha conseguido que su amigo Dominique nos reciba y atienda en esa ciudad, quiere que además de estudiar el inglés, practiquemos en la calle el francés.

Dominique porta una cartulina blanca con mi nombre escrito en ella, para que le reconozcamos, le acompaña una señora como de su edad, igual algo más joven rubia y delgada, el es moreno, de la edad del tío o papá, delgado y alto y tiene una peculiar señal, uno de sus ojos lo tiene ligeramente desviado.

Nos saludamos y nos presenta a la señora como su mujer, Eloane se llama, él nos habla en francés, es parisino y su mujer en ingles, es polaca y del francés sabe algunas palabras.

En su casa nos esperan sus hijos, Daniel de doce años y una niña rubita, de cara redonda de ocho, Eveline, también está un hermano de Dominique, se llevará a los niños dentro de unos días a París, para visitar a su abuela y pasar allí el mes.

Ya estamos otra vez en las clases de inglés de 09 a 13 horas, a las tardes tenemos actividades si se desea o tiempo libre. Pasan los días, los niños han marchado a París, tenemos habitaciones separadas. El colegio está como a una hora en autobús desde la casa, en esas interminables calles  con números de dos mil y…

Los primeros días nos lleva Dominique, le cae de camino hacia su trabajo, luego sacamos un pase de autobús y hacemos nuestra vida. Hay un gran parque pegando a la casa, tienen dos perros y Gonzalo, que parece le gustan los chuchos, los lleva a pasear alguna tarde por el parque.

Me gusta sentarme en el jardín que tienen en la parte posterior, allí da la cocina y leo o tomo un té mientras escucho música que llega de la radio del interior de la casa.

Un día Dominique, que ha traído trabajo a casa, viene con un montón de papeles y carpetas, lo coloca todo en una mesa en el jardín y va ordenando papeles, sale la conversación de su profesión, lo que hace. Habla y escucho, le gusta hablar y si tiene alguien que le escuche parece encantado.

Conoció al tío, al padre de Gonzalo y a papá en París, él vivía en Versalles, donde vive ahora su madre, también había vivido el mundo bohemio y allí los conoció y entablo una buena amistad, papá solamente iba de visita y pasaba algún día con los otros.

Estudio ingeniería, se casó y emigró a Canadá. Es dueño de una empresa que realiza estudios sobre Recursos Humanos y de Personal en las empresas. Lo que me iba explicando me iba interesando más y más, sus ideas sobre el tema, la importancia que concedía al factor humano en el ámbito laboral, el valor que representaría la persona en el mundo de la empresa y como se debía formar a los pensadores del futuro, me tenía absorto, no sé por qué pero me gustaban sus ideas y su trabajo. En realidad había entregado estudios al tío para aplicar sus conocimientos en empresas de papá y del abuelo de Gonzalo.

A partir de ese momento, porque a él le gustaba disertar y a mi escuchar, por lo menos sobre ese tema, era frecuente vernos en el jardín a uno hablando y al otro oyendo y preguntando.

Todo discurría de maravilla, algunos sábados o domingos salíamos con ellos, nos mostraban cosas de la ciudad y los alrededores y un fin de semana, ya muy avanzado el curso, fuimos a pasarlo a una cabaña de montaña a una hora y media de distancia, en plena naturaleza.

El conjunto de cabañas, las llamaban cabañas pero eran casas, residencias de fines de semana de gente de la ciudad, casi todos ellos amigos o conocidos, estaba en un paraje idílico, ahí conocí a Evans.

Celebran barbacoas donde algunos vecinos participan, hay chicos y chicas de nuestra edad, más o menos, y entre ellos esta Evans, un chico pelirrojo, muy pelirrojo, zanahoria más bien, mayor que nosotros, luego sabría que acaba de cumplir dieciocho años.

Tiene mucho cuerpo, es fuerte y, ¿guapo?, guapo no es, no está mal y de alguna forma llama mi atención, me mira mucho, insistente, a veces me sonroja, siempre está a mi lado, me fijo en él y hablamos, entre nosotros y en grupo. Es simpático y sonríe con picardía, con segundas intenciones, me parece y se nota la diferencia de edad.

Ese domingo y para pasar el tiempo, se organizan actividades, unos navegan en canoas o se bañan en el lago, yo prefiero dar un paseo, subir un poco por el terreno escarpado y ver en el horizonte la belleza y el verdor en que estamos encerrados. Hemos salido en un grupo que se va desperdigando, no todos tenemos la misma capacidad para andar. Evans está a mi lado y me ayuda para subir a una roca, o a saltar para atravesar un riachuelo. Repentinamente me sujeta con un brazo y con la otra mano me tapa la boca, le miro y me hace señas de que permanezca en silencio poniendo un dedo en sus labios, luego me indica que le siga muy despacio y sin producir ruido, nos vamos asomando por encima de una roca. Dominique tiene abrazada a una chica que no es Eloane, la conozco de haberla visto hablando con ella, como buenas amigas. La abraza y la besa pasando sus manos por su cuerpo, por sus tetas que aprieta deseoso y la tiene fuera.

-Vámonos…, Evans, es mejor que nos marchemos.   -le susurro muy quedo al oído, y tiro de su brazo para apartarlo del lugar, para llevármelo lejos y dejar a los demás su intimidad.

-Ufff, Álvaro, me han calentado, el viejo aún persigue mujeres.   –obsceno se agarra la polla, por encima del pantalón y se la aprieta excitado.

-No aguanto sin menearla.   -y se baja el pantalón y sale su polla danzando, grande, hermosa con dos pelotas redondas y que le cuelgan bastante, en la base y los huevos luce un bosque de zanahoria.

Le miro obnubilado, sin ninguna vergüenza y delante de mí se la esté machacando y me ve mirándole la polla con ganas de ella, coge mi mano y la lleva hasta su verga.

-Se que te gusta la verga, puedes cogerla y hacer con ella lo que quieras.

Estoy perdido por no haberme resistido a tiempo, ya se la estoy estrujando, valorando su textura, su suavidad y calor, comparada con la mía resulta inmensa, la suelto para sopesar sus testículos tan gordos y duros entre mis dedos.

Evans me mira cínico y sonríe con esa sonrisa pícara, que muestra sus blancos y perfectos dientes, de dentistas y ortodoncias.

-Sabía que tú y yo íbamos a ser amigos, porque me gustas mucho Álvaro y tengo que follar ese culito que tienes y hacerlo mío.

Con que soberbia y descaro me mira y me habla y, a la vez es como un imán que me atrae, podría haberle rechazado, soltar su verga y escapar, pero se sentía tan suave palpitando en mi mano, tan cálida, y hasta su olor me llegaba en aquel aire tan puro.

Me debe ver del todo vencido, pasa sus brazos por mi cintura  y me lleva hasta él para besarme muy blando, muy suave, aparta su cabeza y me mira y sonríe y, el mamón logra hechizarme.

Ya no hay forma de pararlo, yo tampoco lo quería. Sabía besar muy bien, me vuelven loco los besos hasta que poco a poco bajo, acariciando su cuerpo y de rodillas ante su polla, la meto en mi boca para chuparla, la mamo y me la como entera, bebo y no sé cuantas cosas más.

 Tiene una verga de un olor embriagador, un sabor dulzón y agrio, de finura deliciosa, entraba tan bien en mi boca, como hecha para ella, como el tornillo a la tuerca, se adaptaban al milímetro y sus huevos tan sabrosos, suaves y movedizos para enterrarme en ellos, aspirando de sus efluvios.

-Mama puto, sabía que lo eras y que quieres comer polla.  –follaba mi boca como un loco metiendo su miembro con fuerza rompiéndome la garganta.

Cuando se corrió en mi boca, con descargas pronunciadas, cálidas y abundantes creí que el río de su esperma me desbordaba.

Volvía a besar mi boca y comer de su esencia que transportaba mi lengua, y yo me quedé más caliente que las castañas en invierno cuando las sacan del fuego, no importaba, también yo sentí placer, no el mismo que si me hubiera corrido, y me quedé con las ganas de tenerla dentro de mi culo y poder disfrutar de ella como lo había hecho con mi boca, pero no se puede tener todo, había que reunirse con el grupo.

-Mañana a la salida de clase te paso a recoger, quiero enseñarte lugares de la ciudad y terminar lo que hemos empezado.   -¿lugares de la ciudad?, si acariciaba mi culo ansioso de poseerlo, como queriendo adelantar parte de aquellos momentos.

Así sucedió, como él dijo, a la salida de clase al día siguiente, parado y apoyado en un coche muy grande, chulito, con su pícara sonrisa, estaba en la otra acera de la calle. Se acercó rápido a nosotros que íbamos a la parada del bus.

-Hola, que causalidad, pasaba por aquí y pensé en esperaros, para daros una vuelta por la ciudad y así la echáis un vistazo.   –se sonríe descarado, señalando el vehículo que tiene allí cerca aparcado, al oírle hablar y verle tan grande y potente mi culo empezó a temblar deseando estar solos para que me llevara donde él quisiera.

Gonzalo declina la invitación, dice que tiene que sacar los perros a pasear, como Dominique está tarde no estará, digo que sí, ¡jolines!, no sé el porqué, o sí que lo sé, tengo ganas de que me folle y preñe mi culo, él y yo sabemos muy bien lo que queremos.

Evans sonríe contento y tiende la mano a Gonzalo y dando saltitos va hacía su coche. Me abre la puerta del acompañante como si de una novia se tratara, es un sinvergüenza el tío, me toca y aprieta el culo al entrar, no puede esperar a Gonzalo se aleje.

Esas calles kilométricas, tan largas, de miles de números, que no acaban nunca, aprovecha la ocasión de tenerme tan cercano para acariciar mis piernas y empezar a meterme mano, está claro a lo que me lleva y yo sé a  lo que voy, luego no podré alegar ignorancia, no se priva en hacer notar sus urgencias, lleva mi mano a su entrepierna para que agarre su polla, tiene la verga empalmada y vibrando de las ganas de follarme.

-Te voy a enseñar mi casa, ahora no hay nadie, la ciudad podemos verla después.   –Evans está boqueando, retiro mi mano no quiero tener un accidente antes de llegar a su casa.

Tiene una casa bonita, con jardín y la habitación es preciosa, de chico joven pero, ¿a quién le importan ahora las casas bonitas, las habitaciones preciosas?, si me lleva en volandas por la escalera, tocándome como un pulpo de veinte manos, todo lo quiere palpar, y me empuja del culo para que suba más rápido, será…

En dos minutos estamos en desnudos, mostrando nuestros cuerpos, mirándonos con deseo que no podemos contener, la diferencia de edad es evidente y se nota, viene hacía mí para abrazarme como un oso, tiene pelos en el pecho muy pocos y en el ombligo y descienden, hasta llegar a la base de esa verga, de ese falo que quiere escupir salvaje toda la rabia contenida en sus cojones, lluvia de tormenta que busca terreno apropiado en mi culo, para dejarlo lleno de su semen.

Evans, ya lo he dicho, besa de maravilla y sus labios saben también arrancar el placer de la piel por la que los va pasando, va muy rápido pero me agrada que me mueva y me voltee, ahora arriba y ahora abajo, sentirme vulnerable, como un muñeco en sus manos. Besa, lame cada milímetro de mi piel y me da placer infame, brutal, metiendo su lengua en mi culo con una energía y fuerza descomunal, si hasta parece que me arranca los pelos del perineo con el pasar de su lengua.

No me permite ni que agarre su polla que quiero tenerla en mis manos y en mi boca, todo lo quiere hacer él.

-Evans, vamos fóllame, fóllame ya.   –y se lo digo gritando y me mira sorprendido de mi reacción pero me hace caso, me castiga con su fierro venenoso, entrando, arrasándolo todo.

Bufff, que buena que ha estado esa metida, sin parar, sin dolor, placentera, lúbrica, hasta el fondo y en lo profundo descansa para volver a mis labios, me repito, pero los besos me pueden, si alguien quiere algo de mí que me bese, que me bese, que quiero morir besando.

Le pido con mi cuerpo que se mueva, con señales inequívocas, moviéndole mis caderas y él entiende y comienza el ven y ven, el columpio que te lleva, que te trae, que te lanza hasta las nubes, que en la bajada te quita el aire de tus pulmones y al recuperarlo, el éxtasis. ¡Dios mío!, me corro y se corre, dejo mi simiente baldía en mi vientre y el la esparce a voleo, como un buen labrador que sabe cuidar de la tierra, él me preña, en mi interior.

-Gracias Evans, me has hecho gozar como un loco, gracias, gracias.  –para recompensar su hazaña beso su sonrisa pícara y la muerdo para comerla, arrancarla si pudiera de su cara.

No hay amor, solo ganas de disfrutar de nuestros cuerpos, de follar como locos para desahogar y sacar nuestra lujuria de nosotros.

-Gracias a ti Álvaro, mira que con los pocos años que tengo, yo ya he follado mucho pero como contigo muy pocos, bueno ninguno.   –sé que me miente el canalla, pero me hace reír, también sonrojarme un poco por manifestarme así, tan elocuente.

Habría otra ocasión nada más, tenía muy presente el recuerdo de Nain, y no quería salir dañado, ni causar daño alguno a nadie. Estaba también Gonzalo, me recibía, a la vuelta de esas excursiones, con una carita, ¡jolines!, no lo sé, ¿triste, amarga? Yo que sé, es tan jodida la vida cuando hay que pensar en esas cosas.

A pesar de lo que sabía ahora de Dominique, mi actitud para con él no cambió, lo sentía por Eloane, su mujer que, era majísima y amable y buena persona, no era yo quien debiera meterme en historias de otros.

Él disfrutaba hablando y yo escuchando, ¿qué más podía pedir?, si las tardes se me pasaban volando, cuando él llegaba de su trabajo y, con su taza de té, esperaba a que yo le mirara, como si esto fuera una aprobación para que comenzara a hablar.

Como todos los adioses, fue triste, te encariñas con las personas y se te hacen imprescindibles, al menos a mi me pasaba, nos llevaron al aeropuerto y nos dijimos adiós.

Sabía que Nain estaba allí, sabía dónde buscarle, no lo hice, creo que fue lo mejor, tampoco al año siguiente intentaría contactar con él, era un recuerdo en mi vida, ya vivido y que había que olvidar.

Ese año cumplió su sueño Gonzalo, pudo pasar unos días allí, en el pueblo, y conocer a mis amigos y llevarse bien con ellos, fueron pocos días, viajó con sus abuelos a U.S.A. como todos los años.

El verano pasó ese año sin desgracias, menos mal, y como todo se apacigua, el sosiego volvió a nuestras almas, y nos divertimos. Mi muy queridísimo Alonso llevó a un amigo, aquel que tenía en mente, ¡qué bien, qué alegría verle feliz! Me dio un abrazo el chaval, Alonso había tenido suerte, como todos los seres buenos. Intuí que Alonso le había contado lo nuestro y no hubo un atisbo de rencor en la mirada del chico, se le notaba buena gente.

Sentía, no podía ser de otra forma, el que Alonso y yo no folláramos como hacíamos antes, ahora tenía con quien gozar y a veces me explicaba con detalle lo bien que se lo pasaban.

El verano siguiente volveríamos a Montreal. Eso ya no lo relato, sirvió para ahondar más en mi interés por el trabajo de Dominique y para que, a pesar de la diferencia de edad, lo pasáramos muy bien compartiendo intereses. Hubo cosas añadidas, sí, como que los niños, Daniel y Evelin, ese año estuvieran y que lo pasé muy bien y me divertí con los niños y su gato.

Llegó mi diecisiete cumpleaños, era el año 2005, primer año de bachillerato, ha sido más complicado pero vencido con la nota suficiente al final. Se incorporó al colegio un amigo de Gonzalo, también mío aunque menos, que venía del colegio francés donde él estuvo.

Siempre había sido un chaval estupendo y se llamaba igual que yo, aunque habíamos tenido poco contacto hasta ahora le apreciaba, él conseguía de alguna manera que todos le quisiéramos, y comencé a tener celos de su contacto con  Gonzalo con el que se relacionaba muy bien.

Julio ha acabado sus estudios en Chicago, he sabido que va a trabajar con el tío, ahora después del verano, le tiene reservado un puesto a su lado.

Papá que aparece, muy de cuando en cuando, sale ahora con una señora y ese verano viene para presentarla, es una señora separada con dos hijos de dieciséis y catorce años. No va a significar ningún cambio, ellos vivirán en la capital y nosotros donde estamos.

Los años se van sucediendo, pasando, empezamos a hacernos hombrecitos y al año siguiente, a los dieciocho años hay un cambio significativo, Gonzalo cambia su forma de vida, me explico, ahora vivirá con sus abuelos y cuando le apetece, siempre un día a la semana, lo pasa en nuestra casa. Quiere muchísimo a la tía, a Ana, a nosotros también pero nos distanciamos bastante para acercarse demasiado a su amigo del colegio francés.

Ahora se celebran muchas fiestas en su casa, sus abuelos por cualquier motivo hacen una fiesta y nunca faltan en la bandeja del hall, dos invitaciones para María y para mí, la tarjetita blanca ribeteada de oro que debe ser el sello de su casa.

María suele ir a todas, se lleva muy bien con Gonzalo y con mi homónimo Álvaro, yo las he reducido a las fiestas familiares, las demás no me interesan, me conformo con leer las notas de sociedad de los periódicos y al final te enteras de mucho más.

Mi vida sentimental no va muy bien, mejor sería decir que no va, Raúl viene alguna vez a consolarme y también lo hace por él cuando necesita sexo, me hace disfrutar como siempre y a veces follamos la noche entera, sigue siendo impresionante, un amante excepcional follando y me alegra esos momentos.

Intento alejarme de Gonzalo y aunque lo intento con toda mi alma, no puedo dejar de amarlo y hay temporadas, cada vez que llega el verano, que tenemos que vivir la experiencia de estar juntos de nuevo, seguimos saliendo todos los años a Canadá, alguno con nuestro amigo al que empiezo a apreciar y querer aunque sea un competidor por el amor de Gonzalo, vamos a conocer ese país mejor que España si continuamos así.

Hemos llegado a casa después de correr por el muelle, estamos muy cansados, Raúl deja la mochila en la sala de la mesa grande, Pablo está allí haciendo deberes, es el que no falla nunca, va cambiando, ahora acepta que alguna vez le dé un abrazo y no le parezco tan maricón.

-Tengo que hablar contigo Ál.  –está serio, todo el tiempo ha estado serio, esquivo, desde que he llegado al Náutico lo he notado y luego durante la carrera hasta el faro, corremos sin hablar y eso no es lo normal.

-Venga, dime, ¿qué te pasa?, estas hoy muy raro.

-Vamos a arriba para estar más tranquilos.   –contesta mirando al suelo, ya me empiezo a poner nervioso, me suena todo muy raro, si ayer me pego una follada de campeonato, bueno y yo a él, no suele ser habitual que quiera follar dos días seguidos, no por falta de ganas, porque no tiene tiempo y tiene que salir pintando para su casa, pero si tiene ganas y le apetece, por mi, ¡joder!, encantado, ya se me está poniendo la polla dura al pensarlo.

Subimos a mi habitación y con las ganas que ha despertado en mí, es entrar en la habitación y colgarme de su cuello y de sus labios, ¡leches!, si por mi fuera estaría todos los días en la cama con él, en pelota y follándolo o que me folle, me es igual. Le empujo para que caiga en la cama buscando su maravillosa boca, se coloca encima de mí y separa nuestras bocas.

-Tenemos que hablar Ál, para, para, deja de besarme, tenemos que hablar.

¡Mierda!, no me he dado cuenta de que el que besa soy yo, en mi tontuna no me doy cuenta de que él no besa, soy yo el que chupa y muerde su boca y me temo lo peor, eso no es normal. Le miro enseñándole mi alma por los ojos, ahora sí, me da un dulce suave beso en los labios.

-Ál…, me gusta María, quiero a tu hermana.   -¡Dios!, pero que acabo de oír, lo aparto con violencia de mi, casi no puedo respirar, la angustia ciega con lágrimas mis ojos y tumbados en la cama donde tantas veces hemos estado haciendo el amor, ahora mirando al techo, lloramos ambos.

-Por Dios Raúl, si es una niña, no ha dejado aun las muñecas, joder, joder, joder.

-Ál, tiene casi diecisiete años.   –habla entrecortado, casi no puede hablar.

-Es igual, es una niña, es una niña.   –¡joder qué angustia, qué dolor!

-Tampoco es que la vaya a violar Ál.   –qué salida tiene el cabrón, llorando y todo tengo que sonreír.

Me abrazo a él y lloramos juntos pero sonreímos y nos besamos toda la cara, la verga se me ha bajado y así pasamos un rato, un rato muy largo.

-Y ella, ¿ya lo habéis hablado?

-Aún no lo hemos hablado pero creo que ella también siente por mi algo, con lo que tú eres y no te has dado cuenta Ál.

-Sí, soy más tonto de lo que creía, tendrás que contarle lo nuestro, me va a matar mi hermanita, joder mira que irte a enamorar de María, necesito un pañuelo, me salen los mocos hasta por las orejas. -Raúl me alcanza uno de un paquete que tiene encima de la mesita y me sueno ruidoso las narices.

-Ál, seguro que María lo sabe, todo el mundo en tu casa y la mía saben lo nuestro, pero lo hablaré con ella cuando llegue el momento.

-Bueno, pues ya está, todo se queda en familia, el chico guapo se queda en casa.   –y sigo llorando.

-¿No me guardarás rencor Ál?  -me dice, cogiendo mi cara y besándome en la frente.

-Tonto, con los sobrinitos tan guapos que voy a tener.   –me abraza muy tierno, yo lo abrazo desesperado.

No sé el tiempo que llevamos en silencio, meditando, asimilando, claro que si, si era lo más natural. Veo que Raúl suspira aliviado.

-Te quiero mucho Ál.   –me dice acariciando mi cara.

-Yo a ti también te quiero Raúl, igual ahora más.   –y me río rompiendo la tensión.

-Venga, te acompaño al autobús que vas a llegar tarde, no vas a poder estudiar nada y luego me echarás la culpa a mí. Quiero follar contigo, pero después de esto no puedo hacerlo por María.

Vamos al baño a lavarnos la cara, ¡jopelín!, como tengo los ojos, él no los tiene mejor.

Cuando monta en el bus le envío un beso que he puesto en la palma de mi mano y él me lo devuelve sonriente, el que será mi futuro cuñado y hasta ahora mi amante.

Paso un tiempo esquivando a María, no me atrevo a enfrentarme a ella, me siento avergonzado, pero ella ha hablado ya con Raúl y si lo sabía o no poco  importa, ahora lo sabe y llega lo inevitable, ha venido a mi habitación y se ha sentado en la cama a mi lado y me abraza y coloca su cabeza en mi pecho.

-Ál, vamos a hablar un poco que tu y yo hace mucho tiempo que no hablamos.

-¿Te acuerdas cuando éramos niños y jugábamos tardes enteras, cuando vinimos a vivir aquí y tenía miedo y siempre venía a tu cama a meterme entre tus brazos?   -se ha levantado y está besando mi cara y tirando de mi para ir a la butaca.

-Como no me voy a acordar, también de cuando era yo el que iba a la tuya por mis miedos y pesadillas y contigo podía dormir y descansar y olvidarme.

-¿Y de cómo me dijiste que nos tendríamos el uno al otro para siempre?

-María, me vas a hacer llorar, he hecho tantas cosas mal.

-Todo sigue igual Ál, siempre he sabido lo que tenía Raúl contigo y lo de Carlos y tantas cosas más, somos hermanos y hemos vivido muy cerca, ¿te das cuenta? No pasa nada, no tienes que huir de mí, yo te quiero como siempre.

Me lo decía mi hermana sin cumplir diecisiete años, tiene más cabeza que yo, como de aquí a Lima, ya me aventaja en madurez.

Este será el último año que el tío nos enviará fuera en el verano, Calgary, Toronto, Vancouver y Bournemouth, Reino Unido, parece que se da por satisfecho con nuestros conocimientos de idiomas que, tampoco son tantos, nos quedan dos años de carrera y eso se está poniendo durillo, para mi muy duro. Todos aprobaban todas las materias con nota, y yo en primero no quise presentarme a una asignatura, en Agosto tuve que estar estudiando todo el mes, me fastidié las vacaciones y a otro también se las chafé, al pobre chaval que tuvo que quedarse conmigo, cuando él lo había aprobado todo.

Tuve una novia, bueno novia, novia, igual no tanto, compañera de la facultad de económicas, donde yo estudiaba, Gonzalo hacía derecho internacional en la misma facultad.

Cuando todo parecía ir bien, yo me las arreglaba para joderlo todo, como siempre por una polla, mejor dicho, en este caso por un culo, en último de carrera.

Isabel era muy guapa, alegre y tenía de todo y todo bueno, hasta un hermano de diecisiete años, entre otros mayores que ella. Ese fin de semana me invitó a su casa, mejor hubiera sido que me quedara estudiando, tuve que dormir con él, en la misma habitación y no sé qué leches pasa conmigo, me estaba duchando y entra el chaval, claro in chaval de diecisiete años y yo veintiuno, iba a hacer veintidós en unos días,

El chico guapillo, fino, con cuerpo un poco blandengue y guapo de cara, como la de su hermana, salgo de la ducha secando mi cuerpo y el tío por el espejo no deja de mirarme la verga, y se me empieza a empinar, ¡me cago en la puta!, como soy de caliente.

No hubiera pasado nada pero el cabrito me la coge, joder me la coge y ¿qué voy a hacer?, dejarle, pues anda que no estaba yo caliente, hacía más de una semana que su hermana no me dejaba follarla por la regla que la naturaleza le mandaba cada mes.

Debía que tener más experiencia que la que yo tuve a su edad, la mamaba como a mí me gusta, con detalle, empezando por la punta y llevando un método para que no quede nada sin lamer y sin chupar, me metió un dedo en el culo donde hurgaba, anda que no sabía.  A él le gustaba, a mí también y me corrí llenando su boca aguantándome de gritar. El se estaba pajeando y se corrió allí mismo en el suelo. Ni besos, ni caricias, ni zarandajas, ¡joder! descargar nuestros huevos y se acabó.

Luego me daba un poco de vergüenza, enfrentarme a Isabel y mirarla a la cara y me costó estar todo el día huyendo de él, me perseguía a todas partes. A la noche esperé con la demás gente, sus hermanos y amigos hablando y creo que marché a la cama el último, esperando que cuando llegara el chaval estuviera dormido. Lo estaba, o eso me pareció y al cabo de dos minutos de estar entre las sábanas lo tenía de nuevo mamando de mi polla, no tengo remedio, y luego se la metí y por allí habían entrado otras muchas y le deje que me hiciera y le hice y me vacié dentro de él dos o tres veces esa noche.

Si el cántaro va a la fuente muchas veces, eso me pasó a mi o a él, yo que sé, a la mañana quería más marcha y la confianza nos llevó al desastre, no pusimos el seguro a la puerta y el tío rebotaba saltando sobre mi verga  y suspirando de placer, me iba a correr de lo bien que lo hacía, como aprenden ahora estos chicos y no me pude correr, me faltaba un segundo, cuando vi la cara de Isabel asomando por la puerta, se me bajo de golpe, el chaval cuando noto que su culo quedaba sin apoyo abrió los ojos.

Se armó la marimorena, Isabel gritando histérica y llorando.

-Marranos, marranos, maricones, putos maricones.  -¿quién le habría enseñado esas lindezas y otras irreproducibles?

Nos refugiamos en el baño y allí aguantamos el chaparral, hasta que las cosas se fueron calmando. No pude ni ducharme, metí en la bolsa las cosas de fin de semana y salí, confiando en que alguno de sus otros hermanos no me corriera y me partiera la cara, ahora viendo lo que sucedió, retrospectivamente, creo que acordaron no matarme, igual lo merecía.

El chaval se vistió y, con lo que hay que tener, a pesar de mariconcito un par de cojones bien puestos, me acompañó hasta el coche y se quedó allí hasta que desaparecí, lo que le pudieran decir o hacer después no lo llegué a saber.

Isabel me negó el saludo a partir de ese día, y a tomar por saco sus intenciones de boda, que hasta en mi casa habían creído posible, ilusiones que se hacían ellos, yo iba con Isabel por lo que iba y ella conmigo igual, o puede que no.

Os habréis dado cuenta  del cambio, a peor, que he experimentado, ¿verdad? Sí, la zorra vida me ha cubierto con un velo de cinismo y a veces acritud que cuando estoy a solas, me veo y me doy lástima. Ha sido un proceso lento y un poco largo, para defenderme de mi mismo, no quiero amar como he amado y, me cuesta reconocerlo, aún amo.

Gonzalo vive su vida y creo que está enamorado de nuestro amigo, que me cae muy bien aunque sea mi competidor, Gonzalo nunca llegará a aceptarlo igual que le sucedió conmigo, nunca reconocerá cualquier inclinación hacia la homosexualidad. Tiene novias, amigos más o menos íntimos.

No quiero sufrir y tampoco quiero que alguien sufra por mí. Mi corazón, si salimos del círculo íntimo, es un puto hielo, procuraba si salía alguien que me interesaba, que no pasara de dos o tres veces las que follábamos y no crear vínculo afectivo alguno.

Las fiestas en la casa de Gonzalo no paraban, los periódicos le casaron veinte veces, una de ellas con Verena, había venido a pasar unos días y ya la habían ennoviado antes de bajar del avión. No hubo nada, Verena siguió siendo una buena amiga de ambos y nada más.

Es cierto que en las fiestas de la casa de Gonzalo, si estuve en un par de ellas, ya lo he dicho antes, procuraba no acudir si excluimos las de carácter familiar, Gonzalo disfrutaba de una grandísima popularidad, mucho entre las jovencitas, siempre estaba rodeado, asediado por las niñas de buen ver y de buena familia.

Acabamos la carrera, bufff, la que me he quitado de encima, lo conseguí, ¿cómo los demás? Sinceramente, ¿no os lo habréis creído?, pues no, pero tampoco me voy a tirar por tierra.

 Carlos es un caso aparte, ha terminado dos carreras, como Julio, sí, estos chicos raros lo consiguen, aunque sea gay, gay público, notorio y sin complejos, ¡leches!, del primer día que empecé a ser su amigo a ahora lo que ha cambiado.

En septiembre, nos vamos a Reino Unido, Carlos y Álvaro a Cranfield a hacer un máster durante un año, se lo han ganado por méritos, todo un año allí para continuar estudiando, Gonzalo y yo vamos a Londres, nueve meses, bien ¡ehh!, Carlos y Álvaro puede aguantar, eso y más.

Algo ha sucedido entre Gonzalo y su amigo al que estoy seguro ama desde siempre, llevan más de dos años que casi no se hablan.

Ese verano nos dejan ir a un viaje a Ibiza, estamos en 2011, ¿qué joven, que se precie, no ha estado alguna vez en Ibiza?, todos quieren ir, allí de las fuentes manan las  bebidas más exóticas, y los placeres extremos te buscan por las calles, me reservo mi opinión, no iba a gustar a muchos.

Los veraneos en el pueblo han ido lentamente reduciéndose a unos días por el cumpleaños de la abuela, aquello es ahora para Ana que va a cumplir siete años.

La despedida va a ser apoteósica, antes de marchar para U.K., en Septiembre. Los abuelos de Gonzalo organizan la fiesta más numerosa que yo haya visto, hay mesas en las terrazas periféricas, esa tan bonita, desde donde se ve la hermosa bahía, en el grandioso porche de la entrada delantera, en los jardines.

Me aturde tanto ruido y observo, me han traído Raúl y María, queréis creer que es la pareja más bella que veo, ¿será amor de hermano y ex amante de su novio?, estamos todos los amigos, todos menos Gonzalo, a este no hay quien se acerque, es el anfitrión, charlamos. Por cierto, Amadeo está aquí, hace mucho que no os he hablado de él, lleva ya dos o tres años a caballo entre Méjico, Venezuela y España y aguantan, se aman, siguen igual de enamorados aunque se ven menos.

Pablo tiene diecinueve años, tiene novia y él se ha puesto, wooo, wooo, wooo, que cuerpazo y que belleza, para picarle le digo a veces que le voy a comer el culo y la verga y se pone de un cabreo inaguantable, no sabe aguantar una broma aunque a mí no importaría que fuera realidad.

Estoy un rato con la abuela de Gonzalo, dando un paseo por los salones con ella, que siempre está vigilando que no falte de nada y hoy me entero de que los cuadros que hay a los costados del retrato de padre de Gonzalo, aquellos pequeñitos, que las flores parecían escapar del lienzo, fueron pintados por su hijo en París.

La noche está servida y se bebe mucho, mucho, entonces me encuentro un chaval con el que ya había tenido algún rato de cama, sin problemas, todo legal, nos dábamos por el culo y luego cada uno por su lado. El no tenía pareja, yo tampoco y caí en la tentación de probar el champán, aún me seguía haciendo cosquillas en la nariz por la falta de  costumbre, yo seguía con mi agua.

Gustavo, que así se llama, ya iba un poco bebido, alegre y así se hacen tonterías y me estaba metiendo mano.

Para evitar llamar la atención lo llevé a la sala de Gonzalo, la del famoso cuadro ahora utilizada por él, nos sentamos en uno de los grandes sofás, y mi intención era que se le pasara el mareo. No era lugar para meternos mano  en la fiesta de Gonzalo como si fuera una discoteca de ambiente, pero empezamos a besarnos, a besarme mejor dicho y luego yo seguí. Yo por los besos, cualquier cosa, y luego llego lo otro y aquel lugar era un poco peligroso.

Le llevé a uno de los dormitorios de invitados y aquí ya se desmadró todo, nos besamos, nos tocamos, le mamé su magnífica polla, me la mamó, le metí los dedos por el culo y luego la verga y gritando pedía más, y mas no podía darle, porque no tengo, estaba buenísimo o eran mis tremendas ganas de follar un culo, un agujerito prieto y que supiera acoger mi polla, y otra vez la cagué. Se abrió la puerta y Gonzalo y cuatro más estaban allí mirando como montaba a Gustavo, le miré con la boca abierta, la polla dentro del chaval y la ropa colgando del cuerpo, de cualquier forma, ya que no nos la hemos quitado.

Gonzalo me mira fijo, con asco, rojo de no sé qué y me escupe en la cara el insulto más logrado.

 

¡¡¡Puta!!!

(9,68)