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Cautiva

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El tipo era dueño de un taller mecánico al cual yo llevaba mi auto. En ese entonces tenía 25 años y sentí que algo andaba mal con mi vehículo. Lo llevé y tras una rápida revisión me dijo que lo repararía. En aquél tiempo yo daba clases en una escuela privada y como era fin de semana había pensado en divertirme. 

Raúl, el dueño del taller me pidió que esperara para que comenzara la reparación. De lo poco que habíamos conversado es que era soltero y vivía en la parte de atrás del taller. Era ciertamente atractivo aunque nunca he sido fijada o me he dejado llevar por el atractivo de alguien. Se disculpó y bajó la cortina del taller, ya eran las 8 de la noche y no quería más clientes según me dijo. Todo lo vi muy normal así que no tenía de qué preocuparme y además, no es difícil imaginar que yo podía coger en cualquier momento, de manera que no descartaba ninguna posibilidad.

Me senté en una salita de su casa, con la televisión encendida y disfrutando un vaso con agua de limón. Deliciosa. El tiempo pasó y él de cuando en cuando se asomaba y me decía que no demoraba en terminar. Yo seguía allí, sentada, sin apresurarme. Una hora después yo comencé a sentir algo extraño. Comencé a sentir cierta excitación, dos o tres veces me toqué mi vulva con mis dedos y comencé a sentir un intenso deseo sexual. Es lógico que el tipo puso algo en la bebida y en ningún momento me di cuenta o bien, fui descuidada.

Salté de mi asiento, excitada y deshinibida. Fui hacia donde estaba él y me le repequé. Él sonrió, lo que puso en el agua había hecho efecto y yo comencé a acariciarle la verga al grado que buscaba la manera de quitarle su overol, manchado de grasa. Me introdujo a la sala y él fue a lavarse las manos. Yo le pedí que volviera y me penetrara. De por sí soy una mujer extremadamente caliente, con el afrodisiaco que me dio a beber lo estaba aún más.

El tipo regresó y me cogió por todos lados. Es un hecho que se aprovechó de mí de un modo u otro. No recuerdo siquiera cuántas veces me cogió, supongo que no muchas pues para ello habría tenido que drogarse o tomar algo. Recuerdo que desperté al otro día, completamente desnuda, el tipo me pasaba un brazo y su verga estaba erecta. Sentí un intenso dolor de cabeza. Realmente me sentía noqueada. Despertó y me preguntó que cómo estaba. Yo atiné a decirle que bien pero le pregunté qué había ocurrido.

De lo poco que me acordé es que yo estaba muy caliente y también que me comencé a sentir mal por la bebida que me dio. ¿Qué le pusiste a la bebida? le pregunté: "Nada del otro mundo mi reina, yumbina y mira que te encendió", me lo dijo el descarado. Me levanté para buscar mi ropa y el tipo de disculpó, "fue algo espontáneo y sé que estuvo mal, por favor, perdóname", me dijo.

Supuse que yo había tenido parte de responsabilidad al no fijarme bien. Entre las molestias de cabeza, las disculpas y el hecho de que estaba desnudo y con su macana erecta me hicieron tomar una decisión que después lamentaría. Caí a sus pies y permití que otra vez me poseyera. Esta vez, con mi consentimiento recibí un palo delicioso muy temprano por la mañana. El tipo era un buen amante y supuse que no he habría hecho falta darme a tomar algo que me pondría caliente, pues bien podría haber hecho el intento y con toda seguridad hubiera terminado en su cama.

Después de esa rica sesión de sexo me preparó el desayuno y me trató bien, volví a dormirme y así pasaron quizá unas cuatro horas. Tras despertar, note que estaba atada con unas cuerdas. Mis brazos abiertos sujetos por cuerdas en la cabecera de la cama y mis piernas abiertas atadas a las patas de la cama. Ahí sí que me puse nerviosa. El tipo había salido y había tenido el cuidado de amordazarme para que no gritara. Lloré y realmente llegué a temer por mi vida.

Regresó ya tarde y un poco mareado, supuse que estaba ebrio. Sacó de su ropero un estuche grande y sacó una especie de tubo con un aparato parecido a un pene pero que al ser encendido giraba a cierta velocidad. El tipo me miró, se disculpó y comenzó a acariciarme la vulva. Lágrimas salían de mi rostro y yo me sentía vejada por este idiota que me tenía cautiva en su casa. Untó un poco de vaselina en mi vulva e introdujo sus dedos. Yo no sentía en ese momento ningún placer debido al pánico que tenía.

El sujeto encendió su aparato y lo introdujo lentamente en mi vagina y lo activó para que girara. No niego que se siente un placer increíble pero creo que si todo hubiera sido de acuerdo lo habría disfrutado. El tipo era un enfermo. Después de eso me poseyó y arrojó su semen en mi vientre. Me limpió y no lo volvía a ver, hasta el otro día.

Desperté y me quitó la mordaza y extrañamente no dije nada. Me hice la sumisa y le pedí disculpas por no haber cooperado como él hubiera querido. Le dije que no me quejaría más pero que no me maltratara, por lo menos si es que sentía algo por mí.

Las reacciones del idiota fueron primero una sonrisa, después al llanto y sus quejas de que nadie lo quería. Era un imbécil.

Me poseyó nuevamente esa noche y al otro día muy temprano me desató y me pidió que me vistiera. Le hice caso y me vestí rápidamente y me fui de allí. Él mismo abrió su taller y permitió la salida de mi auto. Durante ese día pensé en denunciarlo pero luego analicé que sería muy difícil probar que eso había pasado. Muchas cosas pasaron por mi cabeza. Nunca más volví a su taller y jamás le volví a ver. Ignoro qué pasó con él, pero lo que sí puedo decir es que jamás volví a entrar a casa de ningún mecánico o de alguien que estuviera tan loco como este tipo tan desagradable.

 

 

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