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Historia en capítulos 27 Siempre hay un mañana - Final

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El regreso fue tranquilo, Gonzalo sufría un profundo cambio en su conduzca conmigo, su carácter era diferente, su comportamiento variaba de cuando estábamos con gente conocida o familiares a cuando estábamos solos.

A la noche salimos a dar una vuelta y tomar algo para cenar, tiene hambre, a veces no me doy cuenta de que mi inapetencia no es sinónimo de que otros la padezcan. Pido para tener algo en el plato, desganadamente desmigo la comida y la extiendo sin propósito de comerla. Gonzalo devora la suya, ha pedido una hamburguesa con un millón de ingredientes, me encanta verle comer, se la lleva a la boca, la abre exageradamente, la muerde y luego la mastica suave, acompasado, sin prisas y se le mueven los labios de una forma deliciosa. Me mira divertido porque le miro, saca su lengua en búsqueda de una miga que se ha quedado pegada en su labio, temblando a punto caer en el plato.

Es toda una poesía, una composición musical, los movimientos precisos, justos y ordenados. Bebe agua poco a poco y deja el borde ligeramente manchado, me mira para volverse a reír, aumentando el dorado en sus ojos chocolate. Aparto la mirada, es mejor no mirarle, ni volver a grabarme como sonríen sus labios.

-No has comido nada, ¿no te gusta lo que has pedido?, la hamburguesa estaba deliciosa, la próxima vez comerás lo que yo coma.  -¿habrá  más próximas veces?

-No te preocupes, no tengo apetito, desayunaré mañana mejor, ya verás.   –hago un gesto quitándole importancia.

-¿Quieres que demos una vuelta, o nos vamos a la cama?    -seguro que él quiere dar una vuelta por las calles adyacentes, le agrada ver a la gente.

-Lo que tú quieras a mi me da lo mismo.   –no es cierto, preferiría ir a la cama, estoy nervioso pensando en mañana, en el comienzo de las clases.

-Te preocupa algo, nos vamos al hotel.   –me adivina el pensamiento.

-No tienes que preocuparte, todo va a ir bien. Haremos conjuntamente dos proyectos diferentes y todo saldrá de maravilla, ya verás.   –para decir esto último ha sujetado mi brazo, me habla muy próximo al oído, bañándome en su aliento con olores a las especies de la hamburguesa. Tiene un olor maravilloso que me alimenta como si la hubiera comido yo. (Por favor Gonzalo, no me hagas esto, me digo a mi mismo).

Estoy ya metido entre las sábanas y enciende la luz de mi cuarto, está vestido con una pantalón corto de pijama, coloca su dedo índice en la barbilla.

-Sabes Álvaro, el sábado vamos a ir a ver a Carlos, nos dijo que se tiene que marchar uno de estos días para realizar el proyecto en otra ciudad. No volverá ya a Cranfield hasta Septiembre para exponerlo, tenemos que verle antes de que se marche, ¿te parece bien?

-Sí..., sí, como tú digas, lo has pensado muy bien.   –continúa un momento indeciso, dando unos pasos por la habitación, ¿a quién quieres ver realmente Gonzalo? ¿A Carlos, o a  nuestro amigo que no quiere tener nada con nosotros y siempre evita el encontrarnos?

-Bueno, hasta mañana.   –apaga la luz y se marcha, y que mal lo estoy pasando, como me hubiera gustado que se quedara, que se metiera en mi cama y me abrazara y besara hasta volverme loco con sus labios.

Confío en él, yo no lo veo muy claro. Dice que no hay problema alguno y lo ve de otra manera. Ya lo está organizando, montones de papeles diferentes repartidos en todos los sillones, y se ha hecho un esquema para que lo estudie y lo vaya trabajando. En una semana tiene muy claro todo que se debe hacer, ahora es ir poco a poco levantando el edificio y cuando le llevo a mi tutor, el esquema de mi proyecto que no es mío, se queda impresionado.

Estamos con Carlos el sábado y domingo hasta la hora de comer, como imaginaba nuestro otro amigo tiene muchos planes que seguro no son ciertos para no vernos. Carlos habla con él pero es amigo de los tres y no quiere tomar partido por ninguno en particular. Prefiere hablar de que le están montando un prototipo en la empresa donde va a realizar su proyecto, y entonces marchará a Derby. Gonzalo recoge información sobre los cursos de vuelo que imparten y que le interesan tanto.

Carlos ahora va a estar más lejos de nosotros, y seguramente no lo veremos tanto. Me entra una tremenda  pena, se queda tan solitario durante cuatro meses. Amadeo vendrá algún día a verle pero ya en el mes de Agosto.

Me abrazo fuertemente a él, como si me lo fueran a quitar para siempre.

-Vale…, vale, que voy a estar bien Ál, no pasa nada.

Me besa con suavidad en los labios, en un roce que no es, y me aparta para abrazar a Gonzalo.

La vuelta es muy triste, miro como va pasando el paisaje a través del cristal. Cuando dos lágrimas bajan por mis mejillas Gonzalo sin hablar coloca su mano en mi rodilla para infundirme ánimos, pero él transmite también la tristeza de no haber estado con el que fue para él más que un hermano.

Mi tutor parece satisfecho del progreso del proyecto, sin saber que mucho de ese trabajo lo está realizando otra persona. Gonzalo dice que está bien, que no debo preocuparme porque sea él el que lleva el mayor peso, que si consigo hacérselo entender a mi tutor, quiere decir que yo también lo he comprendido y eso es lo importante.

Le creo o deseo creerle, es lo que me conviene, sin darnos cuenta se va acercando la fecha de la presentación. Hemos realizado cantidad de ensayos, aquí debo ser yo el protagonista, para presentarlo y responder a las cuestiones que me puedan hacer. La prueba última es ante mi tutor y me da su conformidad, lo voy a superar si no me atolondro o me bloqueo.

La noche anterior no puedo dormir, antes de ir a la cama estoy llorando de nervios y Gonzalo comiéndose la cena tan tranquilo, cuando acaba sin alterarse se acerca a mí y me abraza.

-Venga hombre, que lo hemos ensayado cien veces, te lo sabes de memoria, todo, mejor que yo, si lo vas a hacer bien…   -me abraza muy fuerte pero yo sigo llorando.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡Álvaro!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!   -profiere un grito terrible que me asusta.

-¡Ya vale, deja de llorar de una vez!    -vaya que si dejo, me ha dejado sordo y muerto de miedo, me ve asustado.

-Por favor, no quería gritarte, te estás poniendo histérico, no me ha quedado más remedio.

Menos mal, vuelve a abrazarme un ratito.

-Ahora a la cama y duerme, me oyes, duerme, como te vuelva a oír llorar, vengo y te doy un sopapo.

Ahora me hace sonreír pero no estoy más tranquilo. No he vuelto a llorar y tampoco he dormido. Cuando me ve ya me he duchado, me dice que me tengo que dar otra ducha, de agua fría, hasta que me hiele y pide café en recepción para que suban, mucho café.

He acabado el examen, durante todo el tiempo que ha durado la exposición he estado temblando, miraba a mi tutor y sonriendo me asentía con su cabeza animándome ante el resto del tribunal. Lo mejor que ha sucedido es que se han dado por satisfechos con lo que he explicado y no ha habido preguntas. Gonzalo me espera fuera del aula, me pasa el brazo por los hombros y tomamos asiento hasta que mi tutor aparece.

-Superado, la nota más tarde, lo tienen que hablar.   –el tutor es escueto pero no hace falta más.

Ahora sí que lloro, de alegría, mientras Gonzalo me abraza y me besa por toda la cara y al final, en los labios. No ha sido nada, nada, como si sus labios se hubiesen desviado sin querer. Se ha puesto rojo y pasa sus manos para retirar mis lágrimas.

Ya hemos finalizado, se acabó, ya ha terminado todo, la vuelta a casa. Y me da alegría y no quiero, no quiero separarme de él y hay que hacerlo, lo he pasado tan genial estos tres meses, llorando pero muy bien a su lado. ¿Y ahora?...

Ahora no quiero malograr su alegría, será a la noche cuando hablemos, ese es mi propósito, Gonzalo ha ido a correr por Hyde Park, cuando vuelve, todo misterioso me mira, está totalmente empapado de sudor.

-¿Sabes lo que ha sucedido Álvaro?   -le miro sorprendido, tiene cara de pícaro y sonrisa de suficiencia.

-Agárrate fuerte que no te lo vas a creer.   –malo no puede ser por la cara que pone.

-No lo sé, dime.   –en lugar de responderme marcha hacia su habitación quitándose la ropa mojada y le sigo-.

-Venga Gonzalo dime, me tienes en ascuas.  –está desnudo del todo y, ¡cómo está!, es increíble su hermosura y con la verga danzando mientras anda, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!

-Adivina, ¡hala!, no es tan difícil.  –se encamina hacía su baño, debía haberme retirado, le sigo y se mete en la ducha dejando la mampara abierta, miro su polla como hipnotizado, me parece inmensa, como le ha crecido y levanta su mirada y me sorprende mirando. Me da tanta vergüenza, me muero de sofoco, se ha dado cuenta de que le miraba la verga, jolín, jolín, jolines. Me marcho sin contestar y sin esperar su respuesta.

Al cabo de unos minutos llega a mi habitación, me he colocado sentado detrás del escritorio, no quiero que me vea en el estado de excitación en que estoy, levanto la vista para encontrármelo, se está secando su cuerpo con una toalla, sin pudor de cualquier tipo, con todos sus órganos viriles al aire, danzando en el alocado vaivén que le imprime sus movimientos al secarse.

-¿Quieres saberlo o no?   -se está pasando la toalla por la cara y observo su maravilloso cuerpo.

-Primero, antes de que me lo digas, creo que deberías tener un poco más de decoro.  –señalo con mi dedo sus partes viriles tan impactantes con el movimientos que les imprime al secarse. Se echa a reír asomando su cara por la toalla.

-¡Ah, bueno! Ya me has visto desnudo y no es para tanto.   –se coloca la toalla en la cintura. 

 -Ahora ya tienes toda mi impudicia tapada, venga, venga, adivina.

Se acerca a la mesa y coloca sus codos sobre ella, me mira desde una distancia de treinta centímetros, deliro, le veo con su pelo alborotado, cayendo sobre su frente y tapando en parte sus ojos, ¡ay!, ¡ay! Dios mío está para comérselo.

-Te lo voy a decir porque esa cabecita no funciona.  –retira uno de sus codos para alargar la mano y revolverme el pelo.

-He hablado con mi abuelo y con Luis tu tío, ¿y sabes qué? Nos quedamos aquí hasta que finalicen los Juegos Olímpicos, ¿qué te parece?   -sus ojos lanzan chispas doradas, conozco que el deporte le vuelve loco pero hasta este punto.

-Pero…, pero…, si tenemos que volver, además Los Juegos empiezan el 27 de Julio hasta el 12 de Agosto, es mucho tiempo para estar aquí.   –me mira curioso haciéndome muecas despectivas.

-¿Tu qué quieres, quedarte aquí o prefieres volver y aburrirte allí en el pueblo?

-Es que yo tengo que…, bueno tengo que hacer cosas, tengo que arreglar asuntos.

-Y si te digo que el día 1 vienen tu hermana María y Raúl, ¿qué  eh, qué me dices ahora?

Sonríe victorioso, ¿cómo habrá orquestado todo este plan?, ahora ya no puedo discutir ni negarme.

-Está bien, si vienen María y Raúl estupendo, también puede dormir alguien aquí, en la sala, pienso en Carlos, Amadeo. Ya está en mi mente María puede dormir conmigo y Raúl contigo.

Me mira de hito en hito, haciendo muecas de que alguna locura pasaba por mi cabeza ofuscando mi razón.

-A ver, Álvaro, tu dejas tu habitación para María y Raúl y tu duermes conmigo, pero bueno, tú en que época crees que te encuentras.

-No, yo creía que, qué bueno, María…

-María tiene veinte años Álvaro, Raúl los mismos que tú, ¿no te das cuenta? Y ahora prepárate que vamos a salir, mañana iremos a la facultad para ver que se prepara allí y que fiesta organizan, venga, date prisa.   –se retira la toalla de la cintura y secándose los sobacos marcha hacía su habitación con sus atributos al aire.

Reconozco que María y Raúl mantienen relaciones sexuales desde hace mucho tiempo y sin embargo me resisto a creerlo, veía natural que Raúl y yo nos hubiéramos follado desde los quince años, y si embargo a María la continuaba viendo tan niña.

Gonzalo ha cambiado mucho estos nueve meses y sigue experimentando cambios, hace cosas como si estuviera solo, sin importarle mi presencia, como ir desnudo, en paños menores y hacer un escandaloso ruido al enjuagarse la boca, lo puedo oír desde la sala, entre otras cosas, el convivir nos está acercando y dándose cuenta de que lo suyo con Álvaro ha terminado definitivamente.

Damos un paseo y en un bar toma una cerveza, pedimos algo para cenar, yo un sándwich vegetal y él una especie de tortitas con carne en su interior que come glotón.

-Estos días que quedan hasta la ceremonia de apertura  de los Juegos Olímpicos, ¿qué has pensado hacer?  –espera a acabar de deglutir lo que tiene en la boca.

-Está todo pensado Álvaro, mira, vamos a ir un día o dos a Derby a ver a Carlos, no me fio de cómo pueda estar, luego vamos a ir donde querías en las vacaciones de Semana Santa, a Bournemouth para recordar aquel año y practicar surf, si quieres, y luego a ver el Museo Naval de Portsmouth que queríamos echar un vistazo, ¿a qué he acertado en lo que quieres?

Le tengo que sonreír y agradecer que se esté tomando tantas molestias para hacer cosas que me gustan, sobre todo que se preocupe por como pueda estar Carlos.

El día veinte de Julio iniciamos el periplo, Derby, Bournemouth, Portsmouth, son bastantes kilómetros, alquilamos un coche, llenamos sin ser exagerados nuestras maletas y emprendemos el viaje hacia el norte, hemos llamado a Carlos y quedamos con él en el hotel donde nos vamos a alojar.

Le veo algo desmejorado, tiene mucho trabajo ya hecho y parte sin hacer. Comemos con él y durante la charla nos indica que le ha surgido un problema, en la preparación del proyecto que está realizando.

Tenía ya preparado más del ochenta por ciento del proyecto, un maquinista de una fenwik estaba trabajando cerca de donde él tiene la planta piloto, no vio que tenía un cable sujeto a la fenwik en un extremo y al otro uno de los tanques de alimentación de la planta, puso en marcha la máquina y tiró toda la planta por el suelo. La habían vuelto a montar pero ahora no le daba tiempo a realizar todas las pruebas que le faltan para completar el proyecto.

De ahí su preocupación para conseguir que le concedieran más tiempo en Cranfield para presentar sus conclusiones. Están los dos, Gonzalo y él, diseñando estrategias de cómo llegar a completarlo, para terminar el trabajo en Agosto y hacer la presentación a primeros de Septiembre en la Universidad.

-Oye Carlos, tú no tienes la culpa de que la planta te la hayan arruinado antes de terminar las pruebas, es lo mismo que si hay un terremoto. Puede ser que presentando el proyecto con lo que has hecho hasta hoy y lo que hagas en estos días, que no te van a dar los resultados que debieran, explicarlo todo bien en las conclusiones, con sus motivaciones fundamentadas y ya está, no te pueden exigir más.

Los dos se me quedan mirando, como si hubieran visto a una vaca volando y luego se levantan a la vez de la mesa, vienen hacía mi para abrazarme y besarme los dos.

-Claro Al, ese es el leitmotiv sobre el que debo trabajar, gracias Al, eres un sol, teníamos ahí la solución y no la veíamos.

Me ha puesto contento el que piensen que los he podido ayudar dando una idea válida, Nunca las doy, igual a  partir de ahora cambie.

-¿Qué piensas hacer luego, cuando vuelvas a España?

-¡Cómo!, ¿no os han hablado tu tío o tu abuelo?, tienen algunas ideas que quieren desarrollar y voy a trabajar con tu tío, o algo que tiene que ver con él. Ya veis, cuando vuelva, empezaré a trabajar de inmediato. Aún no se dé que se trata ya me lo dirán.

-Amadeo. Iba a venir nos dijiste, a pasar unos días contigo.  –cuando le formulo la pregunta Carlos se pone triste.

-Yo espero que venga en Agosto, no me lo ha confirmado aun.   –hay dolor por la lejanía y separación.

-No os lo he dicho pero Álvaro está aquí en Derby, ha venido a visitar a un amigo.  –mejor hubiera sido que no lo recordara, la mirada de Gonzalo se ha nublado ante el conocimiento de que nuestro amigo está en esta ciudad,

-Si queréis ir a Londres algún día de Agosto, llamadnos.   –nos tenemos que despedir, no podemos robarle más tiempo, él tiene que trabajar-.

Esa noche dormimos en Derby pero al día siguiente marcharemos después de dar una vuelta por la ciudad y ¿conocerla?, no, que una ciudad no se conoce en un día.

En Bournemouth nos hospedamos en una de esas casitas que te alquilan la habitación, House Inn, luego desayunamos para hacer el recorrido andando hasta Pool como hace, ¿cuántos años?, tres o cuatro.

El recuerdo es melancólico, la campiña está preciosa y nos trae tantos recuerdos, sigue existiendo el restaurante del camino y a la vuelta comemos allí.

En Portsmouth el tiempo transcurre a velocidad de vértigo, visitando el astillero histórico, conocer algo más de Charles Dickens y rememorar su maravillosa “Tiempos Difíciles”, tan actual en todos los momentos de la vida de la humanidad. Necesitaríamos una semana para empezar a arañar lo que cada lugar esconde.

Como dos niños mayores, corriendo alocados algunas veces y otras paseando sosegados, a las noches escucho su plácida respiración y el tiempo se me escapa pensando, solo pensando, hasta que el sueño me vence, que el tiempo se nos acaba, se nos va, nos huye y no volveré a olerle, a permitir que me toque, o me bese si le place porque a mí me está vedado, y llega la paz y me duermo pero yo sigo soñando.

La vuelta a Londres, dos días antes de la inauguración, es un poco caótica, por el tráfico y el bullicio. La inauguración resulta fabulosa del todo, magnífica. Daría mis felicitaciones a los organizadores si pudiera llegar hasta ellos. Gonzalo después se aburre conmigo, no le sigo en sus deseos de estar todo el día pendiente de los deportes y los horarios. Sé que se lo va a pasar muy bien cuando lleguen Raúl y María. Raúl es igual que él con el deporte, le gusta, le encanta, lo vive.

El día uno los recogemos y me olvido de Gonzalo, ahora tiene quien le siga, le rebata y a veces casi hasta discuten y riñen y María les pone en orden. Son dos chicos alborotados, borrachos de lo que les gusta y la verdad, casi no nos hacen caso, ni nos  atienden, ellos están a lo suyo. María y yo vamos en contadas ocasiones a ver un evento, quedamos con ellos para comer, o cenar, si se puede, lo están disfrutando más que cuando jugaban al fútbol.

María prefiere visitar la ciudad, ir de compras, usarme de paquetero y hablar con su hermano, o sea conmigo. Esta mañana comemos solos y luego paseamos. En un banco de Regent’s Park, al lado de la Uni donde hemos pasado los nueve meses, María se me aproxima para dar intimidad al momento.

-Ya has terminado hermanito, ahora de vuelta a casa, a pasar una temporada.  –ciñe mi cintura para aproximarme a ella.

-¿Qué vais a hacer después, el tío os estará preparando ya vuestras funciones, os ha dicho algo?

-No…, a mi no me ha dicho aun lo que piensa, pero me gustaría marchar a Canadá, a Montreal, ya sabes con los amigos del tío, me gustaría trabajar con él, con Dominique, si puede ser. Voy a escuchar lo que el tío me tenga que decir y luego ya veré.   –María queda callada observando a la numerosa gente que pasea.

-¿Y Gonzalo también va a ir contigo a Canadá?, ¿qué piensa él?

-No lo sé, no he hablando tampoco con él sobre estos temas, tuvimos una reunión, ya lo sabes, y no se decidió nada.

-¿Entonces vosotros no?...  –calla, no encuentra la forma de seguir.

-Yo creía que había algo entre vosotros Al, que os queríais y que ibais a seguir juntos.  –me mira a los ojos, los mismos que ella tiene, no sé que ve en ellos, yo en los suyos leo preocupación y sorpresa, se aprieta más contra mí.

-Tú le quieres Al, siempre le has querido, ¿por qué estáis ahora así?

-¿Quién te ha dicho que le he querido y le quiero?

-Pues, algo Raúl y la tía y yo, que os veo y no estoy ciega y soy tu hermana, por si se te olvida.

Ahora soy yo el que la abraza y besa su frente y acaricia su cabello.

-No sé lo que sucede María, no nos arreglamos, son encuentros, desencuentros y nunca me ha dicho que me quiera, ni lo ha llegado a sugerir, debo alejarme de él, me está matando e igual a él le pase lo mismo, no lo sé, debemos poner tiempo y espacio entre nosotros.

María queda triste y pensando en no sé qué.

En la ceremonia de clausura sí que estamos con ellos y a la noche celebrándolo, Carlos y Amadeo no han querido venir, lo entiendo, se ven tan poco que prefieren estar solos.

El día quince de Agosto estamos ya de vuelta y se acabo todo, Gonzalo en su casa, yo en la mía, haciendo el vago, sin nada que hacer, solo usando mucho el teléfono, hablando montones con Dominique y Eloane, siguen separados, Dominique vive con otra mujer pero se llevan muy bien, están los niños y hay que cuidarlos.

Le hablo a Dominique de mis intenciones, mis deseos, a lo que aspiro y si puedo estar con él para aprender. No esperaba su reacción, dice que está encantado, que me quiere con él si yo lo deseo, que vaya cuando quiera, que me estará esperando y…, que el puesto tendrá una retribución, acorde con el trabajo. Y Eloane, pues que allí tengo mi casa con sus hijos y con ella, tampoco quiero eso, bueno en un principio sí, luego ya buscaría yo algo. Ya está todo arreglado, ahora a escuchar al tío, cuando el disponga y mientras tanto a vaguear.

No he vuelto a ver a Gonzalo, me ha llamado un par de veces para saber cómo estaba y se le notaba contento y alegre, ya no me viene a buscar como antes y corro con Raúl hasta el faro, ahora por la mañana, tampoco él tiene que hacer, todos estamos en compas de espera.

El tío está en el pueblo con los abuelos, la tía y Ana, María y Raúl van a ir a pasar unos días, pocos que Septiembre se acerca y yo prefiero seguir aquí solo, me hubiera gustado ver a Alonso, me lo pide pero no estoy con ánimos.

Me quedo en la casa vacía, con una ayudante que tiene ahora Águeda, esperando, esperando todos los días que viniera, que llegara. Yo no le llamo por teléfono, solo espero que él me llame y lo hace, dos veces, las que ya he contado. Voy a correr, tomo el sol en la terraza y salgo a pasear a la tarde, siempre hay algún conocido para hablar una charla intrascendente.

El día treinta y uno vuelven del pueblo, luego el tío tendrá que volver a cerrar la casa y recoger a los abuelos. Ya está todo normalizado. Esa noche de domingo el tío, en la cena, me dice que el lunes tres de Septiembre ha citado a Gonzalo, en las oficinas del centro de la ciudad, y que quiere que vaya yo también porque nos tiene que hablar.

No le pregunto, sé que no dirá nada hasta que no esté Gonzalo. Justo esa noche me llama, muy contento y con bromas por el teléfono, que me va a pasar a recoger mañana, habla refiriéndose al lunes, para llevarme a las oficinas donde se celebrará la cita, ya las conozco y he estado allí alguna vez. Un imponente edificio donde centralizan oficinas de diversas empresas de papá y del abuelo de Gonzalo. Le digo que no pase a por mí que yo iré por mi cuenta y que nos veremos allí. Lleva más de quince días sin venir a verme y ahora quiere pasar a por mí.

He cogido el metro, cuando llego delante del edificio paseo por la explanada que tiene delante, la entrada a los garajes está cerca y puedo observar a quien entra y sale, Gonzalo llega y mete el coche en el garaje, viendo que ha llegado penetro por la puerta principal, los de seguridad me piden acreditación, les digo que llamen a la secretaria del tío y les autoriza mi entrada. Subo a la diecisiete planta donde radica el despacho del tío y espero en el antedespacho donde está su secretaria. Está en una reunión en este momento y que ya va a terminar, mientras tanto llega Gonzalo que viene a darme un abrazo como si nos hubiéramos visto ayer mismo.

-Quería pasar a recogerte para traerte hasta aquí, como has venido.

-En el metro y dando un paseo, yo tengo el metro cerca de casa, no como tú la tuya.

Me mira muy sonriente y me sujeta del brazo para llevarme a un rincón, donde hay una mesa redonda con cuatro butacas, para que la gente espere, nos acabamos de sentar y el tío asoma la cabeza por la puerta de su despacho.

-Chicos, ya estoy listo pasad, venga venid.   –yo le doy un beso al tío, Gonzalo nada, es el tío el que palmea su espalda-.

-Venga sentaros, no tengo mucho tiempo, os voy a ser rápido.

El plan es el siguiente, nos tenemos que ir a Londres, con fecha a determinar, no hay prisa. Estaremos en una de las empresas del abuelo de Gonzalo, tenemos que estar allí de tres a cuatro años. Nuestro trabajo va a consistir en estar con cada director de área, seis meses o, hasta que él estime que lo hemos superado, acudir a reuniones, estar a su lado, aprender lo que ellos hacen, nos pagarán un salario, tendremos un apartamento corporativo, de los que dispone la empresa, para directivos que se desplazan de otros países. Eso es todo, que vayamos preparando nuestras cosas y que cuando queramos podemos marchar que están esperándonos.

Nos despedimos del tío, en el ascensor Gonzalo me coge del brazo y me susurra al oído.

-Con que solo íbamos a estar juntos tres meses decías, vamos a tomar algo y dar una vuelta, luego ya te llevo a casa.

-La verdad es que tenía algo de prisa y no sé, igual se me hace tarde.

-¿Pues qué tienes que hacer?, podemos dar una vuelta por aquí, comer y hablar de lo que vamos a hacer y cuando decidimos marchar.   –cedí, que importaba ya, era cuestión de horas.

Estuvimos paseando por el centro y llego la hora de comer, podíamos haber ido a casa, Gonzalo se empeñó en comer fuera.

-Te tengo reservada una sorpresa que seguro te va a gustar, no te la voy a enseñar hasta que no estemos en Londres, es de locura ya verás.

Me daba algo de pena la desilusión que se iba a llevar, parecía un niño con un juguete nuevo pero no aclaraba de qué trataba la sorpresa. Para comer había elegido uno de los varios restaurantes que hay en la zona montañosa de la ciudad, con un paisaje bonito de verdad, a veces me distraía mirando por la ventana.

-Álvaro te estoy hablando y no me escuchas, te sucede algo, ¡eh!

-No, te dije que tenía cosas que hacer y estaba entretenido pensando en ello, nada más.

Estaba muy amable, atento, hasta cariñoso diría, pero yo estaba pensando en cómo enfocaría ante mi tío la decisión que había tomado y me distraía buscando la mejor forma.

-¿Cuándo crees que podríamos marchar?, tengo que preparar muchas cosas que me faltan aún, menos mal que tengo a Borja para que me ayude.

-Cuando tu decidas, a mi me da igual, no tengo predilección por una fecha precisa.   –hipócrita y mentiroso, me había salió el embuste como si lo estuviera practicando todos los días.

Por fin me llevó a casa, estaba Ana y después de saludarla y darla un par de besos, la tía seguía sin permitirnos exteriorizar nuestro cariño hacia la niña en exceso, me despedí y subí a mi habitación, Gonzalo se quedó con ella jugando. Un rato largo después, Gonzalo subió y abrió la puerta sin avisar siquiera.

-Puedes ir preparando tu maleta pero no lleves demasiado, a partir de ahora compraremos tu ropa entre los dos.

Entendí que no le gustaba como vestía y que quería cambiar mi estilo, pobre Gonzalo.

A la noche, cuando llegó el tío y, después de cenar, le dije que necesitaba hablar con él, me llevó a su despacho, aquel de la mesa tapizada en piel verde con ribetes dorados y nos sentamos, uno frente al otro, debió captar que el asunto era serio, y contundente como es el, no se anduvo por las ramas.

-Vale, Al, dime, ¿qué te sucede?, a que viene esa cara de desdicha que tienes, esta mañana parecías contento.

Le expliqué mis intenciones y lo que yo realmente deseaba hacer que no coincidía con lo que ellos habían planeado.

-Es muy difícil Al, tienes que prepararte para esta al frente de todo en un futuro. Y lo que me pides va a contrariar a tu padre.

-Tío me gusta el trabajo de Dominique, ¿qué hay de malo en ello? Además es donde mejores resultados puedo dar.

-No, si no tengo nada contra su trabajo, tú tienes que estar aquí dentro de un tiempo y tienes que prepararte, ya te lo he dicho, te necesito.

-Por favor tío, tienes ya a Julio, a Carlos,  -me miró con sorpresa cuando nombre a mi amigo- dentro de poco a María, a Raúl y a Gonzalo, no creo que vaya a pasar nada por hacer lo que me gusta.

--¿Cómo sabes lo de Carlos?

-Estuvimos con él y nos dijo algo pero que no sabía de que se trataba aún.

-Luego te lo cuento ahora vamos con lo tuyo, ¿cuál es el problema?   -permanecí mudo.

-Gonzalo, él es el problema, ¿verdad?, pues él estaba empeñado en que fuerais juntos, le va a sentar como un tiro, verás. Vamos a hacer un trato. Te vas un año con Dominique y luego vuelves.

No quedaba otro remedio que aceptar  y le dije que sí.

-Vale un año y luego veremos lo que sucede, según como vayan las cosas. -el tío sonrió.

-Llamaré a Dominique para decirle lo que quieres, ¿de acuerdo?

-Ya lo sabe y está de acuerdo.    –le conté todo lo referente a cómo iba a trabajar y vivir en Canadá y él me explicó los planes que tenía para Carlos.

-Al, se lo tienes que decir a Gonzalo, ¿vale?

-Bien, tío gracias, quedamos así, yo me encargo de todo, tú no te preocupes.

Esa misma noche comencé a preparar la lista de cosas que me tenía que llevar en mi viaje, no muchas, siempre voy con el equipaje ligero y el corazón lleno.

A la mañana siguiente seguía con mi lista, sacando cosas de los armarios y amontonándolas en una silla. De repente, la puerta estaba abierta, entró Gonzalo, traía un gesto terrible de ira y enfado.

-¡No creía que te portarías así conmigo!   -adivino el motivo de su ceño fruncido.

-¿Tanto desafecto y rechazo te causo?, quiero que sepas que estoy haciendo todo lo posible para que me estimes, y no lo sé hacer mejor.

-Te lo iba a decir, hoy mismo, Gonzalo, no me escondo, ayer tenía que meditarlo.

Estoy sentado en una de las butaquitas y Gonzalo se aproxima para sentarse en la que tengo enfrente.

-¿Cómo te has enterado, quien te lo ha dicho?

-María, acaba de llamarme para decírmelo.

-¿Por qué Álvaro, por qué? Tan desagradable te resulto para no querer estar conmigo.

Sus ojos brillan como si fuera a llorar de un momento a otro, acerca su butaca y coge mis manos.

-No somos niños Gonzalo, ha llegado el momento de que cada uno emprenda su camino, además así dejaremos de hacernos daño el uno al otro.

-Pero yo quiero que te quedes conmigo, no te vayas, por favor, haré lo que quieras que haga.

-¿Por qué ahora Gonzalo, por qué ahora?  -mi pobre amor, después de la ruptura que tuvo con nuestro amigo se encuentra solo.

Gonzalo permanece sentado en la butaca. Sus codos apoyados en sus rodillas, con sus manos sostienen su cabeza apoyándolas en su barbilla, su mirada permanece clavada en el suelo.

Por mi parte había dado por concluida la conversación e iniciaba un movimiento para elevar mi cuerpo, pesado como el plomo en este momento. Él había quedado quieto, como paralizado por un rayo, podía ver parte de su rostro, lo que no tapaban sus manos y la postura de humillación que mantenía, blanco como un cirio. Sentía un inmenso sentimiento de pena, por él, por mí, por todos los involucrados y aplastó mi corazón y lo introdujo en la dolorosa trituradora de la desesperanza.

Estaba a punto de coger la vertical, suspendido sobre las flexionadas rodillas cuando habló, permaneció como confesando un pesado pecado que aplastara el alma, que se debe liberar porque pesa demasiado y no se puede soportar la carga.

-Porque te necesito Álvaro, y también porque te quiero.

Sus palabras quebraron mi cuerpo, como el viento huracanado aplasta el junco sobre el suelo y allí lo deja temblando, intentando erguirse sin poder, hasta que la racha ha pasado.

-¿Qué has dicho Gonzalo?

Continúa mirando al suelo, temblando sus brazos que sostienen su cabeza, parece que van a fallar de un momento a otro, y dejar que su cabeza caiga rodando. Por fin levanta su cabeza y el chocolate derretido de su mirada se prende en la mía. Parecen pasar todos los recuerdos de su vida por su cabeza y el chocolate hierve lanzando reflejos dorados.

-Que te quiero Álvaro. Aquella mañana, en la parada del autobús del colegio, mi primer día de clase. Vi un chico moreno de la mano de una preciosa niña, iba cargado con dos mochilas y que abrazaba a un rubito de rulos dorados y lo elevaba por los aires. Sentía envidio de que aquel niño fuera sostenido por él y quise haber podido ocupar su lugar. Cuando su mirada cayó sobre mí, hubiera deseado sonreír y que él me devolviera la sonrisa ya que no podía estar en sus brazos. Muy al contrario, adopté una postura de chulito, era porque me sentía tan humilde, tan poco cosa ante él, con aquellos amigos que le querían, y adorado por los ojos de la niña que adiviné era su hermana.

Desde aquel momento mis sentidos estaban respondiendo a estímulos, para mi inexplicables, no entendía que te amaba, no sabía lo que era eso, solo sentía que tenía que estar cerca de ti, sentir algo de la luz y del calor que irradiabas. El día que te cortaste con el cristal de la probeta rota y tuve el arrojo el valor, no sé de donde me salió, de besarte supe que ya no podría olvidar jamás el sabor de tus labios y fue solo un segundo que me supo a un infinito.

Cuando sucedió aquello entre los dos en está tu habitación, que no fue todo culpa tuya, yo también lo quería y deseaba. Pude apartarte y no lo hice. Sentir tus labios ceñidos a mi verga y de rodillas adorarla y absorberme como si quisieras tragarme todo y que entrara en tu cuerpo y cuando te  vi beber de mi fuente, te amé tanto. Quería que el momento no acabara, no solamente por el inmenso placer que me diste, para mi desconocido, porque estabas cerca, unidos, con parte de mi ser dentro de ti.

Y de repente llegaron los diablos, cuando me tocaste en el lugar tantas veces violado, no fue tu culpa, eran aquellos terribles recuerdos de dolor, de sentir mi cuerpo lacerado. Mi deseo más íntimo era que hubieras seguido, dos deseos encontrados, antepuestos, desearte y evitar los recuerdos del sufrimiento y el daño.

Aquello nos alejó, en parte te perdía y también yo te hice daño, lo sabía y lloraba por ser la causa de tu desdicha que también era la mía. Sufría cada vez que te veía como repartías tu amor, a voleo, donde cayera pero yo no estaba tampoco preparado para recibirlo, tenía envidia de todo y de todos, hasta de María y tu tía cuando acariciabas su barriga para pasar tu cariño a Ana.

En Halifax fue horrible, odié a Nain, te odie a ti y  la vez te amaba y entendía que buscaras en otros lo que yo no podía darte. Tenía tantas ganas de ti, de estar cerca, de que me quisieras hasta donde yo podía llegar y me hice niño para que me permitieras estar cerca y abrazarte, aquellas noches que dormía abrazado a tu cuerpo, envuelto en tu olor y tu calor fueron las noches más placenteras de mi vida, aunque teníamos catorce años.

Me hubiera hecho muy feliz que me hubieras acariciado o besado en la frente, no quería más. Sabía que mantenías tu juramento de no volver a tocarme jamás. Cuando lo formulaste me heriste de muerte, tampoco era eso lo que yo quería, no deseaba que me ignoraras.

Aquella noche, cuando volvías de Calgary y me vapuleaste por haber engañado a tu tío y saliste cerrándome la puerta de acceso a ti. El tiempo que estuviste fuera lloré, creo que como nunca he llorado, mis ojos eran ríos de los que manaba el llanto, no podía moverme, ni siquiera a buscar un pañuelo, me sentía agarrotado, sin vida, dejando que la poca que tenía escapara por mis ojos, en aguas incontenidas.

No sé como reuní el valor suficiente, tú me lanzaste el salvavidas cuando viniste a mi lado y me salvaste, aún sin tocarme me renaciste, me elevaste y me sacaste de la desesperación cruel. Más tarde cuando te pusiste en pie para irte y me dejaste, huérfano de nuevo, me tuve que forzar para pedírtelo, me permitiste ir a tu lado y pasar mi brazo por tu pecho, sentir tu respiración que me transmitía la vida.

Temía tu reacción, tu posible rechazo, fíjate, llegar a pensar eso de ti. Accediste a mi capricho y prometiste que me ibas a querer como un primo, más, como a un hermano. Ya tenía suficiente, no deseaba más, bueno lo deseaba pero era imposible.

Nos hacíamos mayores, mis abuelos me reclamaban, y no fue ese el motivo de que me marchara a vivir a su casa, el real era que quería dejarte libre Álvaro, liberarte de mí, dejar de exigirte tu atención. Lentamente lo mío fue mejorando, tu tía y sus amigos médicos, llegado un momento, decidieron que estaba curado, la verdad, no lo he probado, pero yo también lo creo, quiero creerlo.

Nos habíamos alejado, ya nos veíamos menos, salvo los viajes de verano, reuniones familiares y en la facultad para tomar algo. A veces te observaba, miento, siempre te observaba y te veía feliz, te echaste hasta novia, Isabel, luego rompisteis, nunca supe el por qué.

Quise, en muchas ocasiones decirte que te quería, y siempre, siempre había algo que se interponía, como un hado maligno que no quisiera vernos felices. Incluso en la noche de la fiesta, cuando te vi, tú allí que nunca asistías y tenía que buscar excusas para mi abuela, que explicaran el por qué de tus ausencias. Sé que ella sabe que te amo, porque la he visto más de una vez, con la foto de tu tío y de mi padre en sus manos temblorosas y una lágrima resbalando de sus ojos ya cansados de ver y de llorar tanto. Y porque lo he hablado con ella.

Esa noche no iba a dejar pasar la oportunidad, quería que supieras que me consideraba curado y preparado para enfrentar una vida, si se puede llamar enfrentar cuando se ama, a tu lado. Como siempre, de nuevo, el injusto destino o el hado que parece esperarnos a la vuelta de cada esquina, Me dolió tanto, se que no tenía derecho alguno a faltarte, fue tanto el dolor y tanta la rabia y el asco, no por ti, por la vida que siempre se encarga de separarnos.

Este último año hemos estado juntos y hemos podido convivir, sin herirnos, yo al menos no me he sentido dañado en ningún momento, nunca. Estaba esperanzado cuando tú tío nos llamó, habían decidido que tendríamos que estar juntos de nuevo y me alegré, también influí, lo que pude y cuando miré tu cara mis esperanzas se escaparon, como los sueños se van al despertar. No te veía contento de la vida que ellos habían diseñado para nosotros, siempre pensé que no importaba, tú siempre habías hecho lo que se esperaba de ti, sin protestar, hasta que María, que había escuchado algo, oído una conversación, me lo dijo. Querías irte a Canadá a trabajar con Dominique.

Estos días que he faltado, estaba en Londres, no quería que viviéramos en ese apartamento que nos ofrecen, quería algo más íntimo, más pequeño y fui a buscarlo y lo encontré y es precioso.

-¿No me lo ibas a decir Álvaro, iba a ser el último en enterarme, tan difícil te parece el poder vivir conmigo?

Durante el relato de su visión de lo que ha pasado, ha habido ratos amargos, se han abierto los caudales de mis lágrimas y él también ha llorado, sin acercarnos para mutuamente consolarnos. Hablar y escucharnos, si él ha hablado yo también, quiero que vea como he vivido estos años, sin ocultarle nada, le hablo de los amores que he tenido o creído que tenía, de mis miedos, sinsabores, roturas de corazón, el restañar de las heridas y también de lo mucho que le he amado.

Después de que hemos expuesto nuestras almas al aire, de que se han liberado, ahora que están dispuestas a empezar a llenarse de cosas buenas o malas, según lo que seamos capaces de darlas, nos quedamos en silencio, mirándonos, cruzando la menta y el chocolate de nuestras miradas, un silencio pesado como una losa, como una plancha de hierro que te aplasta hasta estrujarte y matarte.

-Te necesito Álvaro y te necesito porque te amo, quiero creer que va a resultar bien, no quiero jurar en vano, pero si por lo que es mi voluntad ahora fuera, si que podría jurarlo. Tenemos derecho a una nueva oportunidad o por lo menos a intentarlo.

-Ha pasado un lustro, Gonzalo, diez años de nuestra vida, ¿no te das cuenta, qué podemos esperar ya? Volverán los demonios a pincharnos, no sé si voy a poderte ser fiel como tú lo entiendes, volverás a reclamarme por mi vida pasada, somos tan diferentes Gonzalo. Ahora somos mayores, no somos unos niños y debemos dejar de andarnos cuidando el uno al otro y tienes derecho a ser feliz y encontrarás a alguien. Ha sido tan difícil para mí este año, yo necesito tener siempre a mi lado a alguien que me quiera en todos los sentidos, tú me entiendes. Somos tan diferentes Gonzalo, -vuelvo a repetirme, no me cansaré, para que lo entienda de una vez.

-Yo voy a estar a tu lado Álvaro, aprenderé a quererte como desees que te quiera, siempre estaré a tu lado para darte lo que necesites, todo yo entero Álvaro, si tú me enseñas y me ayudas, también yo sé cumplir mi palabra.

-Lo he pensado mucho Gonzalo, no va a salir bien, a mí también me duele pero olvidaremos, el tiempo y la distancia nos ayudarán, ya lo verás. A veces hemos pasado temporadas sin vernos ni necesitarnos.

Sé que soy un bellaco mentiroso al sostener esta afirmación. Está escalando mis defensas, derribándolas, no por la fuerza de sus argumentos, por su amor ahora manifestado, en una rara declaración que parece de intenciones más que de un enamorado. Yo me hubiera lanzado sobre él, para besarlo y abrazarlo, para evitar que se me escurra y escape y le hubiera hecho el amor con pasión loca, de todas las ganas reprimidas, en una locura de amor que traspasara y llegara a los mundos paralelos para que lo viera el universo entero.

Él me habla como si estuviera haciendo una transacción de negocios, tratando un asunto importante pero, ¿y el alma? Yo deseo rendirle mi cuerpo y mi alma, no reservarla para Dios, porque él es mi dios y mi todo, necesito darme y que se me dé y se me entregue, sin reservas, sin fisuras.

-Un año, solo un año Álvaro, un año para que te demuestre que podemos vencer al destino y para convencerte de mi amor, conozco que no soy como tú, pero puedo serlo, reconozco que no se amar como tú, ahora, pero puedo llegar a hacerlo y convertirte en los más importante para mí, por favor, un solo año.

La respuesta la debe haber encontrado en mi mirada, baja la suya y estruja sus manos expresando su desesperación y de repente, esperanzado, levanta su mirada.

-Dos días Álvaro, solo dos días, retrasas tu viaje dos días, y estamos dos días tu y yo, solos, ¿qué son dos días en casi cuatro mil que hemos pasado juntos?

No me permite responder, se pone en pie, sujeta mis brazos y me eleva del asiento, me abraza fuerte, muy fuerte, me separa y entra en mis ojos y se baña en el verde esmeralda del mar y, ¡Dios mío! Me besa con pasión, loco me come la boca y chupa mis labios y se separa y se me va.

-Mañana a la mañana te recojo, prepara unas cosas para pasar dos días fuera Ál.

Me ha llamado Ál, la primera vez en nuestras vidas.

A la mañana siguiente, no sé porque lo hago, dentro de mí le he dado mi asentimiento, pero lo hago, sigo sacando mis cosas de los cajones y armarios, la cajita de Nain, la miro y vuelvo a dejarla en su lugar. Como si no fuera yo el que prepara las cosas que van a viajar conmigo, como si fuera un extraño, pero lo hago.

Repentinamente suena en la explanada trasera, la bocina de un auto. Voy a la terraza para asomarme y ver lo que sucede. Está Gonzalo con un coche antediluviano, rojo cereza, descapotable, los de seguridad dan vueltas a su alrededor tocándolo y hablando de él. Debe de haber subido las escaleras de tres en tres y llega sin aire en los pulmones.

-¿Ya has preparado tu bolsa?    -Se acerca, me abraza y besa en los labios, rápido, debe tener mucha prisa-.

Yo no he preparado nada aparte de lo que voy a llevar a Canadá, va al vestidor, coge una bolsa y mete algo de ropa que él debe saber, yo no, me agarra de la mano y tira de mi llevando mi bolsa escaleras abajo hasta el coche sin despedirnos de la gente. Los de seguridad están comentando acerca del coche, un Ford Mustang de 1980.

Me empuja para que acceda al interior del vehículo, se le ve viejísimo, bueno claro de 1980, lo pone en funcionamiento y emprende el camino hacia un destino desconocido para mí. Cuando pasamos el control de la autopista adivino a donde me lleva.

Me giro ligeramente para mirar su perfil, se le ve feliz de conducir a una velocidad que a mí, me parece imprudente.

¿De dónde has sacado este coche, es más viejo que nosotros?

-Hay varios de la época en el garaje, era de mi padre y funciona como la seda, lo malo es que necesitamos un camión detrás de nosotros para alimentarlo.

-¿Dónde vamos Gonzalo?   -se gira levemente para sonreírme.

-¿No lo adivinas? Este camino te lo debes conocer de memoria.

Alarga su mano para acariciar sutilmente mi pierna y le retiro la mano, quiere llevarla donde no debe, ahora está conduciendo.

-Para Gonzalo, vamos a tener un accidente.  –no me hace caso y no retira su mano.

Cuando llegamos a la casa, el nuevo empleado, ya no está Antonio, bien, si está pero va poco  él mismo ha buscado un hombre más joven y va cuando quiere, a dirigir y sobre todo a plantar las nuevas flores de lavanda que no pueden faltar en los floreros de la tía.

Le saludamos, Gonzalo ya lo había llamado para decir que pasaríamos por allí y que las señoras lo dispusieran todo. Ahora se sube a una escalera que alcanza el canalón del tejado, para retirar las hojas que las choperas del río van desgranando y anegan los canalones y bajantes impidiendo el drenaje del agua de la lluvia.

Dejamos las bolsas y andando vamos hacia el pueblo y lo pasamos, y subimos hasta el cerro donde la ermita del Cristo ofrece un paisaje de ensueño en esa época del año. Gonzalo sujeta mi cintura con su brazo y me señala el paisaje.

-Mira Al, lo que a ti te gusta tanto.  

Es verdad, mirando hacia el río, a la izquierda, el llano, los campos donde ha habido trigo ahora segado, de color tierra, algunos para sementera del próximo año. A la derecha, las pequeñas montañas rocosas con sus terrazas de viñas aún sin vendimiar, amarillas, ocres, tierras de Siena y Judea, faltan unos días para el Pilar más o menos, como dicen los aldeanos para comenzar la vendimia. Y a nuestra espalda, los pinares, encinas y otros en distintos coloridos de verdes jugosos y frescos. Es una maravilla observar la variedad, la mezcla de colores tan cambiantes y bonitos.

Estrecho su cintura agarrándome muy fuerte a él y lo miro emocionado.

-Gracias, desde pequeño no había vuelto a estar aquí en Septiembre.

Le abrazo y me envuelvo en su calor, ahora el aire está templado y se está tan a gusto, abrazado a su cuerpo musculoso que me sostiene y me apoyo y me da un beso en el pelo. (Gonzalo, no te conocía así, tan gentil, tan detallista, tan atento. tan sobrado de sonrisas).

-¿Te parece que bajemos a comer, vamos donde Rufo?

Subimos las escaleras que van al comedor, abajo Rufo padre nos saluda, tiene la brasa encendida y asando carne y pescados. Arriba su delgadísima mujer, rubia y que parece un palo, pero simpática y Rufo el joven, atendiendo a los comensales. La dueña, sería y estirada, nos conduce a la mesa de un rincón y cuando Rufo hijo nos ve, se acerca a saludarnos. A Gonzalo casi no lo conoce pero a mí sí, un chico de nuestra edad, uno de aquellos que concursaban, sobre la moto que hacía más ruido en los veranos, para impresionarnos y luego ya jugábamos con ellos. Pues me saluda y me pongo de pie para entecharlo entre mis brazos, acabamos siendo más a o menos amigos, eso ya lo conocéis, ya se publicó.

Para comer, ensalada, croquetas riquísimas de bacalao y pastel de higo que hacen ellos mismos, todo esto para mi, ¡ah! y agua. Para Gonzalo, ensalada, merluza de la casa, deliciosa con salmón en su interior y de postre lo mismo, y vino.

Fuimos a dar un paseo, por los campos pedregosos de las vides. Gonzalo atrevido se mete entre ellas y escoge, de la uva blanca, la más dorada, solo un grano que trae a mi boca y pruebo, está dulcísima y el azúcar queda pegado en sus dedos que arrebato con mis labios, de la negra la que está rodeada de avispas que son golosas y saben cuál es la que está mejor y tiene más azúcar. Abrazados paseamos, hasta acercarnos al río donde discurre el meandro. Estoy rendido y volvemos hacia el pueblo y hacemos tiempo para picar algo y luego retirarnos a la casa.

La vuelta, por la conocida carretera con los inmensos nogales a ambos lados, hasta llegar a la casa de Alonso y luego me abraza pasando su brazo por mis hombros y reclino mi cabeza para escuchar sus latidos y nuestro pasos y las acompasadas respiraciones de nuestro caminar lento y despacio, aun no han recogido las nueces y alguna cae sobre el negro del asfalto.

La casa está a oscuras, solo está iluminado con lámparas pegadas al suelo el césped del prado, al lado de la piscina. Nos ha dejado la calefacción encendida y en el salón, la chimenea preparada, con olorosos troncos de haya y encina.

Gonzalo la enciende y juega un rato con ella, mientras el fuego prende alegre, yo le observo cómo se mueve, como un animal salvaje, estirando y encogiendo su cuerpo mientras lo mueve realizando su trabajo.

-Ayúdame Ál, vamos a quitar esta mesa de delante del hogar.  -y le ayudo a retirarla y trae una manta, no sé de donde la saca, conoce la casa mejor que yo, la deja al lado y se tumba en la alfombra, boca abajo, mirando el fuego y me llama para que vaya a su lado.

Me mira tierno, y me veo en el profundo de sus ojos y me empacho en chocolate y se acerca para beber de mis labios, no sé el que, que suspira como si me hubiera arrebatado el espíritu. Sufre un arrebato súbito y se posa y me aprieta, y me ahoga, y me arroba.

-No pares de besarme Gonzalo, sigue besándome, donde quieras, como quieras pero pósame tus labios. -los necesitaba, los preciso para que me muerdan sin dolor y que me rompan la carne.

-Bésame Gonzalo, por favor.

Me besa y va retirando mi ropa, poco a poco. Me ha visto muchas veces desnudo pero parece el investigador descubriendo, remedios infalibles, pócimas mágicas por el asombro que muestra.

También yo quiero mirar, lo conozco pero no así, de esta forma es diferente, es más bello, más sensual, más erótico, más epicúreo y me excita, enardece y encandila los sentidos, voy retirando su ropa hasta tenerlo desnudo ante mí, templo de mis ansias más íntimas.

Me revuelvo en la alfombra y lo miro apasionado, saltando el amor de mis ojos, escapando para querer atraparlo. Mis dedos avanzan acariciando la fortaleza de su pecho, la suavidad de su vello que intento ensortijar, el más largo que rodea sus tetillas.

-Me gustas mucho Gonzalo, eres una maravilla. -no sé si despertaré de mi ensueño, y como el pobre Segismundo me encuentre de nuevo aherrojado, en su celda envuelto en harapos, abandonado a la suerte del cruel carcelero.

-Soy real Al, de carne y hueso, tócame para que te convenzas.   –sonríe mimoso con sus labios tan queridos.

-¿Qué es lo que te gusta de mi?, nunca me lo has dicho, nunca me has regalado el oído.   –me lo pienso.

-Todo, me gusta todo lo que veo y he ido observando en estos años.

-Detállame, ponme contento, alimenta mi ego, anda halágame, dime cosas que me gusten.

-Me gusta tu cabello moreno, quizá antes más, cuando lo tenías largo, con aquel aire que te daba, de chico malo de barrio, que deseé tantas veces acariciar y revolverlo en mis manos. Tu frente donde se te ve la inteligencia. El conjunto de tus ojos y de ellos, sobre todo, tu chocolate derretido, con pintas de oro. Esa naricita griega cuyas aletas palpitan cuando estás excitado. Tu boca de caramelo y tus labios tan colorados y tus dientes, no tan perfectos, Tu barba tan cerrada y crespa, Tus orejas tan pegadas que parecen querubines.

Me callo ensoñando la mirada sin seguir minuciando.

-¿Ahí paras, no te gusta nada más?  -le miro, está jugando conmigo y se donde me quiere llevar.

-Y este pecho tan potente, tan marcado, con sus preciosas tetillas. Tu abdomen que siempre me ha impresionado, que desconozco como lo has podido tener siempre tan marcado. La espalda que no la abarco con mis brazos y no te puedo apretar como quisiera. La breve cintura que esa si puedo abarcarla y abrazarla. Tu culo tan pronunciado, o diría tu culito que es breve, duro y muy alto. Tus muslos tan poderosos llenos de músculos y velludos y tus piernas que te alargan tanto, tanto. Tus pies tan elegantes y finos, blancos que destacan los pelitos que te lucen con escándalo.

Vuelvo a callar y le miro y deseo que me bese, que me premie por todo lo enumerado y que se que le ha halagado.

-Te has pasado algo de largo, hay algo que has olvidado Al.

-¡Ah! Sí, tus sobacos que me vuelven loco, con ese vello negro y crespo, que escapa por delante y por detrás, me tienes que dejar que un día lo bese y chupe, me encanta y puede ser un buen regalo.

-Es todo tuyo, de tu propiedad, yo te lo regalo para que lo uses y disfrutes, pero hay algo más que te has pasado de lado.

Le miro, me pongo rojo, casi, casi hasta morado porque me mira burlón de verme así de azorado.

.¿A tus veintitrés años, aun andas así, poniéndote colorado?, te adoro Al, ¡qué infantil pareces a veces! Pero venga dilo ya.

Y suelta la carcajada y yo me río también aunque el calor de mi rostro no baja, parece que tengo calentura.

-Tu hermanito también me gusta y tus huevos, que eres un cabrón, ¿obligarme a decirte esto?

Ríe  a carcajadas y vuelve su cuerpo hacia mí y me abraza, le intento rehuir y no puedo, tiene mucha fuerza en sus brazos y me arrastra hasta pegar su cuerpo al mío y me besa dulce, persistente una y otra vez y me ofrece su lengua que atrapo y seco con mis labios al salir, arrebatando lo que antes me ha robado.

Siempre han sido los besos mi perdición, ahora más, intentando recuperar el tiempo perdido, los besos que se han quedado sin dar, por el camino olvidados y me ciego en sus caricias, las de sus manos que me aprietan y me amasan para hacer de mi el pan sagrado, y hay un momento de cordura, de lucidez antes de caer en el agujero negro de los cielos infinitos.

-¿De mi que te gusta Gonzalo?   -a duras penas consigo que paren sus manos aunque no se apartan de mi cuerpo, se queda pensando, pensando.

-Lo que más, más, más, me gusta de ti Al, es lo bueno y bondadoso que eres, que has sido siempre, sin olvidar otras cosas, esas tu sabes cuales son. Nunca he visto a nadie que tenga amigos que le quieran como te quieren a ti, que se preocupe tanto por la felicidad de sus amigos, de la gente que le rodea, y seas tan generoso, desprendido hasta el abuso. Eso es lo que más me gusta y, otras cosas.   –sus manos que sujetan mi culo lo aprietan, lo estrujan lo lleva a su encuentro hasta que nuestros sexos entran en contacto.

-Ahora te toca trabajar Al, ya sabes enseñarme como se hacen las cosas entre hombres.   –le miro asombrado.

-¿Tú, tú nunca…, nunca, has estado con un chico, nunca has hecho nada, yo creía…?

-El hombre que ha estado más cerca de mí, aparte de lo no deseado, has sido tú Al, nadie más, alguna chica y chicos pero era diferente.

-¿Entonces te has reservado para mí?   -no me lo puedo creer.

-Bueno reservar, reservar, ya te he dicho que he estado con algunas personas.

-Pero podías haber estado con muchos admiradores, me consta.

-Pues muy bien, si te agrada pensar eso, pero tendrás que empezar, que me estoy impacientando y ya sabes, despacito que aunque voy a aprender rápido, es mejor poco a poco.

Y me abalanzo sobre él, mi Gonzalo querido y amado, me ha concedido permiso, su cuerpo es mío para hacer de él lo que quiera y deseo tanto, tanto.

Lo beso entero y lo lamo de la cabeza a los pies, su poderoso torso sus precisos abdominales y a la vuelta llego al falo, recordaba una verga, poderosa y fuerte, larga y muy jugosa, repleta de líquidos seminales que le escurren como torrentes, que resbalan por el fuste hasta que yo los recojo con mi lengua, con mis labios y los trago.

Como vorazmente el capullo de su rosa, mi saliva escapa mezclada con sus jugos pero no los desperdicio, los rebaño con la lengua para gustarlos, paladearlos y sentir de los sabores marinos de las perlas y los nácares.

-Ven Al, ven aquí a mi lado, sube.

Me señala con una sonrisa su costado para me coloque a su nivel, cuando estoy donde creo que él quiere, sujeta mis hombros y me sube unos centímetros más.

-Te has quedado un poco pequeñajo. Bésame Al.

Le beso en la mejilla con mucha suavidad.

-En los labios Al, bésame en los labios.   –acerco mis labios a los suyos, los poso suavemente y los cubro apresándolos con los míos, los fuerzo para extraer la parte interna de mis labios y cubrir mejor su boca, se me cae un poco de saliva que recojo con mi lengua al retirarme.

Me mira a los ojos, diría como extasiado, extraviado, como si viviera el crepúsculo de su vida.

-Lo sabía…, Al lo sabía.  -me acaricia la cara y pasa su índice por mis labios.

-Tienes labios de n…   -ya sabía lo que iba a decir, lo que me han dicho siempre, -tienes labios de negro- niño. Al, tienes los labios y la boca de un niño pequeñito, de un niño que le han dado un caramelo grande, y no le cabe en la boca, lo chupa y parte de la saliva se le escapa manchando sus labios y los alrededores, y luego saca su lengua para recoger su dulzona saliva y que no se pierda nada.

-Eres maravilloso Al, tienes la boca más bonita que haya podido ver, cuando me estabas chupando así el capullo, rodeándolo con tus labios internos y luego recogiendo todo lo que se había escurrido, con tu lengua, por poco me voy. Eres genial, por eso quería que me besaras, das un calor que me hace tiritar de placer.

Sus palabras me alegran y a la vez me avergüenza, debo tener la cara a estallar, tampoco me gusta que me vean hacer cosas tan íntimas y me las describan además con ese detalle, por otra parte me alegra que le guste lo que le hago y que disfrute con ello.

-Al me la tienes que meter, tendrás que decirme cómo quieres que me coloque, dirigirme.

-Mejor que seas tú, igual te hago daño.

-Dame la mano.

Coge mi mano y la lleva hasta su entrada, deposita allí mis dedos, los aprieta para que note como cede.

-Ves, no pasa nada, puedes meter lo que quieras,   -también se pone un poco rojo al pronunciar estas palabras.

Decido meterme entre sus musculosas y velludas piernas, se las separo para poder acceder con mi lengua a su entrada, vibra ansiosa pero no tengo el acceso que me gustaría y le pido que se ponga de rodillas, tiene un culo precioso, pequeño y respingón con sus cachetes muy apretados que tengo que separar.

Me baño en el olor de sus vellos que retienen la esencia y no dejan que se escape, sus huevos me sorprenden, ya los he tenido en mis manos pero me parece que acabo de verlos, adornados por oscuro y brillante vello que los vuelve misteriosos y apetecibles. Quiero hacer tanto a la vez, ganar el tiempo al tiempo, aspirar los olores que han sido y ahora son, pero no sé si diferentes o igual, fue un tiempo pasado y no podré saber cómo olían antes, ayer mismo.

Los acuno en mi boca con mi lengua, los absorbo y los dejo escapar envueltos en mi saliva que debo recoger por que ha quedado desparramada por su piel y vuelvo al agujero ansiado, siento su urgencia y su necesidad de mí, no quiere que lo deje abandonado al frío y al aire. Palpita al recibir mi aliento y me persigue pertinaz cuando retiro mi lengua que, ya ha entrado en su profundidad y saboreado todo, lo fuerte de su interior, la suavidad brillante que le cuelga de la punta de la verga.

Me enajeno en el concierto de sabores, querría hacer tantas, tantas cosas en, con, sobre su cuerpo.

-¿Al, no te importa metérmela?

Si lo estoy deseando si casi no respiro y me convierto en aire, en viento para llenar mis pulmones fatigados, Gonzalo ofrecido al altar de mi impudicia que me vuelve obsceno y lujurioso, hasta sudar con goterones salados y calientes que refrigeran mi sofoco y mi calor.

Busco en su rostro el detalle nimio que encienda la alarma de un posible dolor, una simple molestia y voy despacio, suave enterrándome en él, ocupándole, follándole muy lentamente y delicado. Su rostro no da indicios de dolor, si de placer que le fuerza a morder sus labios, creyendo que son los míos y deseando arrancárselos  en besos intempestivos.

Gonzalo suda y se ahoga y le baño con el sudor que resbala de mi cuerpo y sube sus piernas para abrazar mis caderas, y empujarme hacía él para tenerme en lo profundo, y allí verterme, y sentir el ramalazo de placer que proyecta la parte alta de mi tronco hacia atrás y la pelvis adelante para taponarle y que retenga la savia que le acabo de dejar en su vientre.

De mi resbala sudor, lágrimas, babas mientras reanudo mi ritmo que le da placer que le está transportando a lo desconocido hasta ahora para él. Río nervioso, histérico de la alegría de haberle proporcionado la deseada locura. Cuando caigo rendido entre sus brazos, bañado por los regueros de nácar que cubren su piel, me aprieta y me aprisiona y no puede hablar, me da las gracias con sus ojos ahora más dulces, más chocolate, más dorados.

Vuelve en sí, vuelve a ser él, se ha rescatado antes de caer al pozo.

-Al, eres divino, te quiero, y te amo y no sé como decírtelo, sin repetirme y si me repito tu me perdonas pero estoy loco, loco de amor. -beso sus labios para que calle, aún estoy dentro de él y no quiero que se mueva y que me expulse al frio exterior.

Duerme, con su brazo sobre mi pecho como lo hacía en Halifax y ahora es distinto, puedo mirarle y es mío. Ha colocado en el hogar los últimos troncos de haya. A la danzante luz de las lenguas de fuego le observo sin cansarme, haciendo trabajar mi mente en un recuerdo agradecido a quienes han ayudado al encuentro, María, la anciana dama.

El tiempo ha pasado y no se puede cambiar lo que ha sido, ahora quedan muchas cosas por hacer y ahí si podremos influir.

Mi querido Carlos, destinado por la gracia del tío y el abuelo de Gonzalo, a realizar proezas aprovechando su superior inteligencia, a pesar de que un día no supo como orientar su proyecto de máster.

El abuelo de Gonzalo quiere dejar su huella en la vida. Ha creado una Fundación sin Ánimo de lucro en la que colabora mucha gente, entre ellos papá y el tío que siempre está metido en estos líos. Conocéis como ya de niño en el colegio, Carlos organizaba los grupos de trabajo de la gente rara, ¿verdad? Quieren que aproveche esas cualidades y entre en un grupo de trabajo que tratara de encontrar los científicos que necesite el proyecto y luego sus métodos de trabajo.

Es una idea que está en proyecto y necesitará, para materializarse, que transcurran 5 o 6 años como poco. La casa de los abuelos la quieren reconvertir, en su mayor parte en oficinas de la institución, una pequeña parte seguirá como vivienda de los abuelos de Gonzalo y la familia. En una parte del parque levantarán las edificaciones que se precisen para los laboratorios. Se prevé también construir un helipuerto que conecte los laboratorios con el hospital provincial más cercano y la Universidad, los dos centros a menos de diez minutos en helicóptero.

Imagino que va a ser un trabajo de por vida, Julio colaborará con él, éste gestionará como conseguir los fondos necesarios para la construcción y posterior mantenimiento.

Se trata de un proyecto para el estudio y tratamiento de enfermedades infantiles y llevará el nombre del padre de Gonzalo.

Amadeo que ostenta la doble nacionalidad, Española y Mejicana, están gestionando con ambos gobiernos un puesto en alguna de las instituciones europeas o de la ONU, para acercarse un poco al pobre Carlos.

Sergio se ocupa, con su padre, de sus negocios y siguen colaborando con las empresas de papá y del abuelo de Gonzalo, tiene novia, ya en estado muy avanzado el compromiso. No he hablado mucho de él porque estos cinco últimos años, he estado retirado del entorno donde él sí ha estado, ha acudido a las fiestas que daban en casa de Gonzalo y yo dejé de acudir.

Alonso y su chiquito, no los he visto este año, bastantes problemas he tenido yo, si no surge algo que les complique la vida y, conociendo a Alonso, imagino que va a ir todo bien.

La tía abandona los quirófanos, dice que sus manos, ya no son sus manos. Colabora con el Ministerio de Sanidad y se va a empezar a ocupar de las relaciones tripartitas, Universidad, Hospital y los laboratorios de la Fundación.

María sigue estudiando, le quedan tres años  finalizará en 2015 y lo suyo con Raúl va muy bien.

Raúl está un poco indefinido, pienso que caerá en las garras del tío.

Pablo, sabéis que tiene novia, ahora pasan la mayor parte del tiempo en Suiza, nos vemos muy poco, vienen en el verano a pasar un par de meses en la vecina casa.

El tío ordenándolo todo y esperando que los demás le vayamos dejando más tiempo para estar con la tía y Ana

Gonzalo y yo, he decidido que cuando se levante, le voy a decir que sí, que me voy con él a Londres y a esperar que los hados nos sean favorables.

Son las 08:00, no he podido dormir en toda la noche pensando y contemplando su pacífico dormir y ahora se rebulle buscando mi cuerpo para volver a abrazarlo sin abrir los ojos, una tenue sonrisa ilumina su cara, está despierto pero no quiere mirar la vida. Si le preguntara me diría que no quiere que el sol le deslumbre o algo parecido.

-Gonzalo, ya he tomado una decisión de lo que voy a hacer con mi vida.

Abre sus ojos de golpe y me mira divertido pero con cierto miedo en su mirada. Tímido me pregunta.

-¿Qué es lo que has decidido Al, dime, dime?

Está nervioso mirándome con los ojos fijos y esquivos a la vez, queriendo tener la respuesta que desea obtener.

-Me quedo contigo, donde tu vayas iré yo, los dos juntos.

Primero se sienta en la posición del loto y me besa y busca su móvil.

-Borja, buenos días Borja, oye atiende, suspende de momento lo de Londres, llama a Luis y dile que hable con Dominique…., él ya sabe que Álvaro no va a ir…, si, si, a mi abuela dile que todo va bien, cuida de mis abuelos, te llamaré, adiós Borja.

-Qué es eso de que suspenda temporalmente lo de Londres. -le interrogo.

-Tú y yo vamos a desobedecer por primera vez, nos vamos a ir unos días por ahí, los dos solos, y luego ya iremos donde nos manden.

-Y a dónde quieres que vayamos.

Le miro divertido, está desnudo en medio del salón, ya no me importa, puede andar como quiera.

-¿No tienes una prima en Ávila, en un convento de clausura? Pues podemos ir a verla, o a la montaña, o al mar, a cualquier parte, solos los dos.

-Ven Gonzalo, ven a mi lado. -quiero y necesito que me haga el amor, tenerle en mi interior y saber que me pertenece hoy y para siempre.

 

Fin.

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