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Dedeada en un atardecer soleado

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Cuando pasé por la secundaria rompí el récord de la escuela en cuanto a novios. Durante el primer año fui novia de 23 mozuelos. No hubo sexo, no era permitido tener sexo a los 13 años. Si acaso ocurría que me besuqueaba con alguno. Mi prima Evelia me apodaba la "enredadera" pues según ella siempre me tenían pegada a la pared. No había más, en algún descuido de mi madre o mis hermanas, me dejaba fajonear por el chico en turno y éste tenía permiso de tocar donde quisiera. Mi primer novio se llamaba Saúl y al segundo día de andar, saliendo de la escuela nos quedamos en una calle bajando de la escuela y allí, me repegó a la pared y me comenzó a besar. Boca, cuello, manos, brazos y me toqueteó los senos y después metió la mano por debajo de la falda. Fue una rica tarde y yo llegué muy excitada a mi casa.

Sin embargo, yo cambiaba de novio como de blusa y fue a la siguiente semana cuando me hice novia de Héctor, el chico más guapo del salón y por ende el más tremendo. Se cogió a dos o tres de mis compañeras y a una la embarazó. Fue todo un escándalo pues el chico venía de buena familia y su madre se opuso a que lo casaran con la chica en cuestión. Al final hubo arreglo, la chica abortó y siguió en la escuela y él, también continuó estudiando.

Esa tarde Héctor y yo caminos hacia mi casa. La calle sin pavimentar no era muy concurrida. Estaba llena de baldíos y en uno de ellos había una casa que se deterioró con el tiempo. No tenía techo y en ocasiones servía para que los jovencitos e inclusive algunos mayorcitos fueran allí a dar rienda suelta a su pasión.

Llegamos y verificamos que no hubiera nadie. Una vez allí, el chiquillo me besó apasionadamente. Yo le correspondí con la misma pasión o por lo menos eso quise imprimir durante el encuentro. Era todo un experto. Besaba rico y poco a poco me fue chupando el cuello, la barbilla y luego besó mi pecho. Desabotonó mi blusa y de inmediato comenzó a meter mano. Yo en ese entonces era una chiquilla tontuela que en ocasiones yo misma me tocaba mi vulva y sentía rico. Las caricias de los hombres comenzaban a gustarme. En este caso el chico me lamió los pezones y yo sentía morir de placer. También chupó los senos y los pezones y luego fue metiendo la mano por debajo de la falda. Yo sentí que era lo correcto que debía acariciarle y lo hice. Cuando toqué su miembro que aún estaba cubierto por su pantalón sentí placer. Estaba erecto. el tipo lo repegó y comenzó a hacer movimientos como que me lo metía, aumentando mi pasión.

Estábamos bajo la sombra muy a pesar que afuera el calor rebasaba los 30 grados, pero creo que yo estaba como a 50 grados, mi calentura iba en aumento. El chiquillo me lamía las tetas como todo un experto y comenzó a meterme un dedo, dos y hasta tres en la vagina. Llegó un momento en el que se bajó la cremallera de su pantalón y dejó salir su pito. Ahora que lo recuerdo quizá no pasaba de los 15 centímetros, pero estaba duro como un mazo. ¡Chúpamelo, mételo a tu boca! me ordenó y no le hice mucho caso. Yo había visto como mi hermana mayor, Irene, masturbaba a su novio supuestamente a escondidas. eso mismo hice yo y eso le molestó mucho. ¡Te dije que me lo chupes, anda! y yo pues intenté hacerlo de la mejor manera posible. Yo era muy tonta aún y sí se lo chupé pero quizá le lastimé un poco, pero aún así aguantó.

Él siguió en lo suyo y volvió a meterme los dedos en la vagina. Hubo un momento en que con un dedo comenzó a frotar mi clítoris, lo hizo de tal manera que yo jadeaba a más no poder y -chiquilla al fin- le dije que tenía muchas ganas de orinar. Obvio, no era eso, yo me estaba corriendo en ese instante y lancé fuertes gemidos. Nunca me había ocurrido algo así. Me preguntó si quería que me penetrara y estuve a punto de decirle que sí, pero tuve que contenerme pues de haberlo hecho con toda seguridad yo hubiera quedado embarazada. De por sí no había mucha cultura de prevención del embarazo y encima era una chiquilla calentona que no sabía nada de la vida. Le detuve y preferí seguir chupando su miembro. Creo que lo hice mejor pues él comenzó a lanzar uno que otro gemido hasta que dentro de mi boca su pene lanzó una tremenda eyaculación. Quise sacar su pito de mi boca pero él no lo permitió. Me tragué hasta la última gota de su semen y me supo delicioso. No imaginaba que con el paso de los años me haría fanática del sexo oral y más que me gusta beber el semen hasta que ya no queda más. El chiquillo abrió los ojos como platos y gimió hasta que lo dejé sin una gota.

He tenido experiencias de todo tipo pero esa tarde con este chico fue lo máximo pues allí aprendí mucho. Me han cogido muchos hombres, el más joven quizá haya tenido 16 años y el mayor como 65, pero a cada uno he tratado de disfrutar al máximo.

Esa tarde fui desvirgada y no porque me haya penetrado un pene, sino porque este chiquillo de apenas 14 años, me introdujo sus dedos y me provocó un rico orgasmo y yo sin querer, le produje uno igual, pues mi inexperta mamada le ocasionó una venida fabulosa. Todo ello sin duda ha servido para que al día de hoy, me haya convertido en una amante insaciable o más bien, muy saciable pero que cada día quiere más.

En tres meses se cumplirán 29 años de esa primera vez en donde el chico más guapo de la escuela me introdujo sus dedos. Me desvirgó pues sangrè un poco cuando me introdujo sus tres dedos. A partir de allí, inició una vida sexual que me ha dejado plena y espero seguir disfrutando el sexo, pues de acuerdo a lo que he leído mientras más me acerque a los 50 me volveré una mujer más caliente. ¡Pobres hombres, cuídense de mí! Pero aún así los amo ¿que haría sin sus deliciosos pitos?

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