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La esclava de Luis Giner. (Epílogo I)

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No había pasado una semana, pero Adriana había aceptado plenamente su condición de esclava, sufría, sentía humillación, pero aceptaba que su vida giraba en torno de su amo, hacia su satisfacción exclusivamente, sin pensar tan siquiera durante un segundo, cuando podría cambiar.

Incluso su amo la había traslado a una habitación del piso superior de chalet, una habitación pegada a la de él. La habitación del sótano donde paso sus primeras horas, cama. Los tiernos músculos de la joven se tensaron en todo su conjunto. Un nuevo día iba a comenzar.

El Oso se levanto con una tremenda erección, algo habitual desde la continua presencia en la casa de su joven sumisa. Al comisario le encantaba despertarse así porque sabía que el alivio a su desenfrenado deseo sexual sería muy, muy placentero.

Se levanto y cubriendo su poderoso cuerpo con tan solo un minúsculo pantalón corto, desayuno abundantemente, saboreando cada bocado y cada trago de su desayuno, sin que por un momento notase bajo su pantalón, que su erección se debilitaba el más mínimo ápice.

Metió la llave en la cerradura de la puerta de Adriana y abrió.

La joven se levanto con rapidez y espero de pie a que por la puerta apareciese la mole de más de metro noventa que representaba su amo.

El Oso la miro de arriba abajo con una enorme sonrisa, aunque ya conocía prácticamente cada uno de los rincones del hermoso cuerpo de Adriana, no se cansaba de contemplarla. El fino camisón que llevaba aquella mañana dejaba al descubierto gran parte de sus hermosos senos blancos como la leche y apenas cubrían poco más abajo de sus caderas.

La joven rubia lucia espléndida bajo la minúscula prenda sus generosas curvas dispuesta para su amo.

El comisario Giner se acerco a la chica y propino dos sonoros azotes en las nalgas de Adriana que apenas se inmuto.

-¿Has dormido bien mi putita? -preguntó sin demasiado interés cogiéndola de la mano.

-Si mi Amo, muy bien -ya casi nunca se la olvidaba contestar con las palabras exactas.

-Bien porque hoy te voy a sacar fuera de casa, te voy a llevar a una fiesta -La chica guardo silencio. Cada día que pasaba en el inmenso chalet del policía era una autentica aventura llena de novedades para ella. Humillantes y dolorosas novedades que ya iba aprendiendo a sobrellevar, pero el salir fuera de la casa no se lo esperaba-. Y tú serás una invitada muy especial.

El Oso sin decir nada mas la condujo de la mano a la habitación del sótano. La muchacha se estremeció al entrar de nuevo en el gran cuarto donde había proporcionado tantos momentos de placer a su amo. El hombre la dejo de pie en el medio de la habitación y de una pequeña caja dorada saco tres pequeños pendientes de aro de medio centímetro de diámetro cada uno, sujetos por un diminuto eslabón a un finísimo alfiler que brillo bajo la solida luz de la lámpara.

El hombre entrego los pendientes a la joven.

-¿Te gustan?

-Si mi Amo -contestó dulcemente Adriana mirando los pequeños pendientes e imaginando que su destino no serian sus pequeñas orejas.

-Bien porque estos pendientes significaran para todos cuando te los vean puestos que eres mía -anunció el comisario de manera severa al tiempo que volvía a quitarla los pequeños aros de su mano-. Esto te va a doler un poco pero no te preocupes, te preparare para que todo se mas grato.

El policía puso una banqueta justo delante de la joven y de un cajón saco uno de sus juguetes.

-Quítate las bragas puta.

Adriana obedeció rápidamente despojándose de su prenda intima y quedándose tan solo con el fino camisón. Sus pechos ya se marcaban duros en la fina tela por la tensión y su sexo se empezaba a humedecer a su pesar.

Ante ella, el Oso sostenía un enorme vibrador semejante al que ya había utilizado con ella hacía pocos días, pero este se ensanchaba en su base formando una ventosa. El hombre lo pego en el centro de la banqueta, quedando el juguete apuntando al techo como un siniestro mástil. Después, rodeó a su esclava y la abrazo por detrás, sus manos se posaron el los pechos duros, amasándolos a través de la tela del camisón. La boca del hombre se pego al olido de Adriana.

-Vamos -susurró- quiero que te sientes y metas todo en tu precioso coño, esto te relajara.

Adriana quedo colocada justo encima de la banqueta, con sus piernas abiertas ligeramente mientras él se colocaba justo delante de ella, a un escaso metro, observándola.

-Vamos puta.

La chica se flexiono, enseguida sintió como la punta del grueso falo artificial rozaba su sexo. Cerró los ojos y suspiro suavemente.

-¡Abre los ojos y mírame zorrita! -La joven se sobresalto ante la orden y abrió sus ojos mirando con expresión sumisa a su amo-. Continua.

Adriana flexiono más sus piernas. Sintió como sus labios vaginales se abrían ante la presión del vibrador. "No pares" escucho. El juguetito fue penetrando en su vagina lentamente, abriendo su cavidad y humedeciéndose con sus fluidos. Sintió gran parte de la gruesa dureza llenándola. Se la escapo un suspiro al tiempo que sus párpados se cerraban de nuevo instintivamente.

"Plaaf". La bofetada le hizo mantener sus ojos, esta vez llenos de brillo, mirando a su amo hasta que el vibrador la lleno casi por completo. Sus nalgas tan solo rozaban la banqueta, como si su cuerpo entero estuviese sostenido por el enorme miembro artificial.

La respiración de la joven rubia se agito, sus pechos y su vientre temblaron suavemente pero sin control.

-Mmm mi putita -está vez las palabras del Oso sonaron con cierta suavidad, sus enormes manos cogieron asieron con fuerza los y presionaron hacia abajo el frágil cuerpo femenino.

-Aaaah -el suave grito de dolor se escapo de la chica cuando el artilugio se clavo por completo dentro de ella.

-Bien ahora relájate zorrita y estate bien quietecita -el Oso junto las muñecas de Adriana y las junto levantando sus brazos para después atarla a una argolla del techo. Los grandes pechos se estiraron bajo el camisón, solo durante unos pocos segundos porque los gruesos dedos de Giner agarraron la fina tela y la desgarraron de un solo tirón dejando a la chica totalmente desnuda.

El cuerpo atado de la joven tembló en todo su conjunto. Los dedos del hombre enseguida comenzaron a jugar con los tiernos pezones que ya habían adquirido una gran protuberancia; los dedos los apretaron con fuerza, estirándolos, estimulándolos para que adquiriese su mayor tamaño. Adriana gemía en ocasiones del dolor producido por los gruesos dedos en sus sensibles pezones.

Tras unos minutos, las manos dejaron su tesoro.

-Bien putita yo creo que ya podemos ponerte mi señal pero no quiero escucharte gritar y sé que va a ser difícil que me obedezcas.

El Oso busco la bola de plástico duro que ya había usado anteriormente y la coloco en la boca de la chica, atándola con las cintas alrededor de su cabeza; después, impregno los estimulados y endurecidos pezones con abundante alcohol y cogió uno de los aros, con dos de sus dedos y con una gran maestría, sujeto el pezón mientras clavaba en el centro de la protuberancia el fino alfiler del pendiente hasta atravesar todo el pezón. Adriana solo se removía balbuceando con su boca tapada por la bola y haciendo que el vibrador abriese más su sexo empapado. Sin dar un respiro a su sumisa repitió la operación con el otro pezón.

Extasiado, el comisario de policía se retiro un metro de su esclava. Observándola con incontenible deseo, sintiendo como su erección ahora palpitaba dolorosamente bajo su pantalón. Los pechos de la joven se movían violentamente, excitados por el dolor de sus pezones en los que ahora coronaban los dos aros del Oso.

El hombre se volvió acercar a la chica. El rostro de Adriana reflejaba para su amo un excitante rictus de dolor. La quito la bola y la muchacha dejo escapar un leve gemido que el hombre ahogo colocando su boca sobre la de ella, sus dedos buscaron los dos aros y tiraron de ellos, suave pero constantemente. Los gemidos de la chica eran tragados literalmente por la ansiosa boca del comisario que no paraba de besarla, se la comía con una pasión incontrolada.

-AAhh mi putaa... -los dientes del hombre mordían los labios de Adriana, tiraban de ellos mientras sus dedos no dejaban de jugar con los pequeños aros colocados en los pezones-. Eres mía, solo miaa.

El hombre poseído de una incontrolable excitación, solo tuvo tiempo para bajar sus pantalones y meter precipitadamente su enorme miembro en la húmeda boca de la chica, agarro su nuca con sus grandes manos y bombeo varias veces dentro de la boca.

-Oooohhhh Siiiii Zorraaaa -los tremendos chorros de semen llenaron en poco segundos la boca de la chica sin que el comisario sacase su pene-. Hostias puta que corrida...

Luis Giner se retiro, al tiempo que su esclava tosía varias veces con angustia y varios chorros de semen resbalaban por sus labios. El Oso, mientras se relajaba de su tremendo orgasmo, desato los tobillos de la joven y tiro de la cuerda que sujetaba las muñecas de Adriana, la joven fue izada quedando de pie y liberando su vagina del tremendo vibrador que quedo nuevamente bajo ella totalmente empapado. Dio unas suaves patadas en las piernas de la chica hasta que quedo suficientemente abierta, y cogió el tercer aro.

Giner se arrodillo esta vez junto a su esclava, sus manos limpiaron con alcohol el clítoris y los finos labios interiores del sexo de la chica que gemía cansadamente, asió los dos labios en su parte superior, justo donde empezaban a separarse y estiro de ellos, con su otra mano clavo el fino alfiler del pendiente atravesando los labios nuevamente con habilidad. Sandra grito sin fuerzas mientras su amo sellaba el piercing en su vagina. Su cuerpo se bamboleaba ligeramente atado a la argolla del techo. El comisario se levanto sin que su miembro hubiese perdido la más mínima dureza. Se coloco detrás de ella.

Pego su pene entre las nalgas de Adriana y estiro su mano hasta la vagina, recorriendo todo el sexo húmedo, jugando con el pendiente que ahora lucia en el sexo femenino, tirando suavemente de él. La joven gemía, sentía escozor en las partes de su cuerpo donde ahora había nuevos elementos, sentía el poderoso miembro del hombre frotarse entre sus nalgas, sabiendo que en pocos instantes la volvería a penetrar. La mano del hombre frotaba cada vez con más fuerza el sexo de Adriana mientras su otra mano colocaba el húmedo glande en la entrada del fino recto de la chica, sin perder tiempo el oso comenzó a empujar sintiendo como su miembro abría nuevamente el estrecho conducto rectal.

.Aaaaah zorraaa que culitooooooo -el miembro de Giner enseguida lleno el ano de la chica que gemía entre las gruesas manos del hombre, que comenzó a soltar pollazos haciendo que su pene se moviese rápidamente dentro de Adriana hasta que nuevamente el éxtasis invadió cada una de las células terminando con una nueva explosión de semen esta vez dentro del ano de la chica.

Esta vez, cuando el policía se retiro de su esclava, su mimbro si notaba señales de flacidez después del intenso trabajo al que su dueño le había sometido. Desato a Adriana que cayó al suelo entre sollozos.

-Báñate putita y ponte esto -ordeno Giner dejando una ropa sobre la banqueta-. Tienes una hora para ponerte bonita. Hoy hare que te diviertas fuera de casa.

El Oso cogió su pantalón del suelo y desnudo abandono a la chica cerrando la puerta del cuarto del sótano con llave.

FIN

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