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19.2 Saint Michel

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Sábado

Nos levantamos muy temprano y yo estoy muerto de sueño y cansancio, no puedo ni debo arruinar su ilusión, estamos desnudos, como cuando caímos rendidos para dormir al final de nuestros juegos, de esos momentos en que tomó posesión de mi, está nervioso y por esta vez su ilusión por el viaje es más fuerte que su deseo de que me duche con él, como en otras ocasiones que al final acabaría por ser penetrado otra vez.

Mientras preparo el desayuno escucho como cae el agua de la ducha, desayunamos, su barba le sienta maravillosamente a su cara, pienso en la noche o en lo que pueda suceder en otros momentos del día y le pido que se afeite, tiene que utilizar todo lo mío, ha venido con un poco de ropa y de lo demás cree que yo me ocupo.

Terminamos de prepararnos y recojo mi maleta, su escasa ropa la he empaquetado con la mía, en la puerta me quita la maleta de mis manos, como hay aparcamientos sobrantes y el del minusválido continua sin usarse tiene ahí aparcado su coche, espero que no estemos haciendo algo que no proceda aunque Rayhan nos haya asegurado que no hay problema. Se detiene para admirar su Volvo, parece un maquinón al lado de mi Opel, pero no es para tanto.

También lo miro yo para que me vea interesado, aunque en realidad a mí los coches me llaman muy poco la atención y me limito a utilizarlos para que lo que están hechos, llevarnos de un lugar a otro y procurarnos comodidad.

Me parece un niño con su nuevo juguete, ¡cómo le gusta su coche!, se le nota en como lo trata, lo maneja acariciando sus mandos, sus largos dedos se mueven entre los botones como si estuviera tocando un piano, me gusta mi chico, y aunque el paisaje es muy bonito, le miro en muchos momentos a él, sabe que a veces le observo y pone cara de interesante, sonrío sin querer y sin hablarle para no distraerle.

Pasamos Arrás y cerca de Rouen paramos para tomar algo de beber. No vuelve a detenerse hasta llegar al hotel, el Hôtel la Croix Blanche es una maravilla o a mi me lo parece, también el precio es exorbitado, como el del hotel de York, pero aquel lo pagaba la empresa.

Vamos a nuestra habitación, Nico traía ya hecha la reserva, hizo bien porque no hay habitaciones disponibles, está todo ocupado. Cuando abre la ventana me lleno de asombro, ¡Dios mío!, es una maravilla la vista de la Abadía y todo Saint Michel, quedo absorto en su contemplación, él me sujeta con su brazo por los hombros.

-Es precioso Nico. –alrededor de la isla, península a veces cuando la marea está baja, no se ven más que arenales y el mar muy oscuro en calma y sin oleaje.

La habitación es lujosa, Nico se tira en la cama cuan largo es. Y yo me tumbo a su lado cerrando mis ojos ensoñadoramente, me ilusiona el viaje y recuerdo los que hacía con mis padres.

-Podemos hacer lo que no hemos hecho a la mañana.  –me mira con picardía y sacándome la lengua, mi deseo es reír pero me pongo serio abrazado a su pecho.

- Nico tenemos que comer y luego ir a ver la Abadía, dar un paseo, luego tendremos tiempo.  –salta de la cama y se pone en pie, tira de mí y me abraza, besa mi frente tan tierno y suave olvidando sus deseos carnales de momento.

-Era una broma tontito, me lavo las manos y la cara y vamos a comer.  –yo hago lo mismo que él aunque a veces aprovecha para tocarme y acariciar mi trasero en juegos que veo inocentes.

El comedor es sencillo pero muy bonito, él escoge la comida y de verdad resulta deliciosa tengo que contenerle, por él pediría de todo, yo como un poco de paté retirando las dulces salsas que le acompañan y tres ostras, pico de sus platos para probar y saber de los diferentes sabores.

El hotel está lleno y también el restaurante, las familias han salido para aprovechar el buen tiempo antes de que las lluvias y el frío lleguen, padres que con sus niños veremos correr por los largos arenales disfrutando de la soledad a pesar de que los hoteles están concurridos.

Cuando Nico coge mi mano en un momento de la comida una niña nos mira curiosa, su mamá llama su atención para que desvíe su mirada y no nos moleste, en lugar de conseguir su propósito logra todo lo contrario y su marido y los otros dos niños que van con ellos nos miran.

La veo azorada y roja hasta la raíz de su rubio cabello, la sonrío quitando importancia al momento y retiro mi mano de la de Nico.

La iglesia de la Abadía me deslumbra, me emociona, me apabulla y sobrecoge, es asombrosamente espiritual, de una belleza exquisita, su bóveda parece un inmenso palio de piedra, asombra que se sostenga en tan etéreas columnas, como si flotara en el aire o se sostuviera sola.

Pasamos el tiempo desfilando por sus altísimas naves y admirando las molduras realizadas por los medievales artesanos, es un continuo trajín de público que camina en silencio o entre suaves susurros de admiración contenida.

La ascensión por las empinadas calles me ha cansado y busco un lugar donde sentarme y desde allí admirar tanta hermosura, la vista desde la altura del mar, gris ahora; busco la cintura de Nico para sostenerme y me abrazo muy fuerte a él.

-Es muy bonito Nico, has acertado al traerme.  –sonríe satisfecho de mi reacción y pasa su brazos abrazando mis hombros. Caminamos en silencio y sobrecogidos por lo que hemos contemplado.

Discurrimos por sus calles y ya cansados bajamos a los arenales, agarrados de la mano paseamos por la blanca arena, en silencio, sintiendo en nuestros corazones lo que acabamos de ver tan sobrehumano y hermoso, y lo bonito del momento al pasarnos el calor de nuestras manos.

Comienza a anochecer, los rayos del sol colorean las nubes, parece un cielo empedrado  de doradas y rosas rocas que van cambiando los tonos, son unos minutos de magia pero que nos deja extasiados. En el bar del hotel tomamos una bebida, té helado para mí y él toma cerveza.

Los turistas van marchando y quedamos los que pasaremos aquí la noche, el silencio se adueña del lugar y el público se va preparando para la cena, abandonan la terraza para dirigirse a sus habitaciones.

Antes de ir a cenar nos duchamos, refrescamos nuestros cuerpos, juega con mi pecho y mi abdomen, me abraza, me besa, me ve pensativo y me seca con suavidad recogiendo las gotas y la humedad de mi cuerpo empapando la toalla, sin pasarla para no raspar mi piel y envuelto en ella vuelve a abrazarme, a veces me hace sentir un niño a su lado, debía ser al revés y sin embargo él me cuida, me mima, me adora, me ama, me duele no poderle corresponder de manera tan absoluta cómo él hace.

La cena es muy ligera, para mí un bol de ensalada con pollo y algunos quesos de los que pruebo un poco, él pide un pescado de río que no conozco. La visión nocturna e iluminada de Saint Michel resulta absorbente desde la cristalera del comedor y no puedo apartar los ojos de ella.

Después de cenar salimos a dar un corto paseo cerca del mar, a escuchar el roce de las olas sobre la arena, queriendo contar las incontables estrellas que hoy lucen entre las nubes que parecen envolverlas o jugar al escondite con ellas.

La noche está templada, se escucha por la entreabierta ventana el rumor de la mar y a veces el motor de algún coche tardío que arranca para marchar, luego el silencio; desnudo y con solo mi slip me arrebujo en su pecho y le robo su calor para calentar mi cuerpo frío, sus vellos acarician mi piel desnuda, sus manos buscan sobre mi cuerpo mis lugares sensibles a sus tiernas caricias.

-¿Cómo te fue en tu viaje a Inglaterra? ¿Tus amigos de Londres están bien? –busqué su limpia mirada sin mácula de reproche alguno y besé dulcemente sus labios.

-Con Gonzalo estuve muy poco tiempo, tenía que salir de viaje y a Ál le vi, sinceramente, algo desmejorado y no termina de recuperarse a pesar de que los doctores le dicen que no ven nada anómalo.

-¿Estas preocupado?  -asentí y me abrazó sobre su velludo pecho.

-Pobre y dulce niño, nunca dejarás de preocuparte por tus amigos.  -besó mi pelo una y otra vez mientras acariciaba mi cuerpo metiendo su mano por el elástico de mi slip hasta tener en su mano mi redondo culo, me lo quité para que tuviera el acceso a mi cuerpo como él quisiera.

-Mi vida, que tierno eres, siento que es un privilegio poder estar a tu lado.  -bajé mi mano para pasarla por su entrepierna ya  despierta, tenía sus piernas abiertas y podía alcanzar sus huevos.

-Eres muy bueno Nico y me siento tan querido por ti.  –jugué con el pelo de su escroto tirando ligeramente de él, obligándole a retraer su culo como si le doliera y me fui deslizando debajo de la sábana hasta tener su verga a dos centímetros de mi boca.

Aspiré profundamente su olor, la mezcla de ligero sudor y nuestra colonia, sujeté su falo para lamerle la punta e intenté meterlo en mi nariz, le escuchaba reír divertido sabiendo lo que hacía con su polla.

Aspiraba disfrutando de su sabor que me gustaba, del  temblor de sus muslos al absorberle con fuerza y le chupaba sus testículos uno a uno acariciándolos con mi lengua y ensalivándolos dándolos vueltas en mi boca.

-Déjame Daniel, vas a lograr que me corra.  –suplicaba angustiado por el placer que le daba y con sus manos intentaba retirar mi cabeza metida en su entrepierna.

-Hazlo, córrete, quiero hacerte gozar con mi boca y beber tu semen.  –en ello me centré, tiré de la sábana para descubrir mi cabeza y comencé a acariciar su ano a la vez que seguía chupándole la polla.

Elevé mi cabeza para mirarle con su pene prendido en mi boca, tenía los ojos cerrados, un hilo de baba le escurría de su labio tembloroso.

-¡Oh, Dios mío! Qué placer, detente Daniel mi amor, para, para.  –pasé mi mano izquierda sobre sus pectorales duros como el acero y muy marcados por el estado de excitación en que estaba.

Subió con fuerza su cadera y atravesó mi garganta, se movió convulso follándomela agarrado a la sábana con fuerza  y los nudillos blancos de su tensión al correrse.

Me inundó la garganta y la boca, su precioso semen salió disparado en incesantes chorros mientras contraía su cuerpo tan hermoso, tan varonil y soberbio.

Abrió los ojos para mirarme como seguía con su verga en mi boca sacando toda su esencia de macho, mis ojos le sonrieron y él los volvió a cerrar para suspirar profundamente.

Su respiración acompasada me tranquiliza, me calma, lleva ya un rato durmiendo después de darme las gracias y comerme a besos por el placer que mi boca le ha ofrecido, quedó rendido y sin poder ir al baño para limpiarse aunque mi lengua había hecho su trabajo y recogido todo su semen sin perder una gota.

Me levanto con suavidad para no despertarle y voy a cerrar la ventana, las luces de Saint Michel rielan sobre la superficie del agua tan tranquila acompañando a las estrellas, me quedo un rato embobado apoyado en la ventana contemplando el paisaje con el ruido de fondo de su respiración profunda y suave.

Cuando regreso a su lado tengo el cuerpo frío, me aproximo a él, no quiero tocarle para que no despierte y en su sueño se vuelve, pasa su cálido brazo por mi pecho, me lleva hacía él, coloca su rodilla en mi vientre, luce una preciosa sonrisa de felicidad.

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Domingo

El desayuno es apoteósico, un bufé impresionante que Nicolás disfruta, ¿cómo puede comer tanto y estar tan delgado? Pagamos la cuenta, en realidad es él quien la abona con su tarjeta.

En nuestro camino de vuelta quiere pasar por Omaha Beach, lugar de escenarios bélicos en el desembarco de los aliados de la Segunda Guerra Mundial. En Saint Amand tenemos que desviarnos hacia la costa.

La playa es interminable, kilómetros de lisos arenales, no tiene particularidad alguna, salvo el gigantesco monumento de piedra erigido para el recuerdo,  y el conjunto escultórico de titanio. Cuesta creer que esta hermosa playa donde la tranquilidad se palpa y siente en el aire fuera aquel día de 1944, en que nació mi padre, el mismísimo infierno creado por el hombre.

Visitamos uno de los refugios alemanes, el alma se estremece ante el recuerdo de esos arenales cubiertos de cadáveres, todos los elementos se orquestaron para hacer de esa zona el lugar del desastre aliado.

Parece que la brisa marina te trae el olor de la pólvora, de las violentas explosiones de aquella noche anterior al desembarco, las miles de bombas que explotaron sin logra minar la resistencia alemana.

Más de mil muertes en los primeros cinco minutos de batalla, un terrible escalofrío hace temblar mi espalda.

-Vámonos de este lugar Nico. –mi voz le suplica y también mi mirada.

El cementerio norteamericano de Normandía me impresiona, más de 20.000 soldados estuvieron aquí enterrados antes de ser repatriados a América, más de un soldado por metro cuadrado fue el costo para ganar esa playa.

Llegamos a Caen, paramos para comer, me siento un poco triste por los recuerdos que la visita a la playa Omaha Beach me ha dejado, en el camino que hacemos buscando un restaurante Nico sujeta mi mano, abraza mis hombros y me hace bromas en un intento vano de espantar mis fantasmas.

Durante la comida le pido que haga cuentas de los gastos para pagarle mi parte.

-Daniel, por favor eso está ya pagado, no te preocupes.

-Debemos pagar cada uno nuestra parte, no quiero que tus padres piensen que te quiero por tu dinero.

-Me ofendes, ¿tú crees que ellos pueden pensar de su hijo que valga tan poco?, ¿qué me quieran por lo que tengo y no por lo que soy?  –sujeta mi mano y me mira divertido con una gran sonrisa.

-Te he dicho otras veces que no debes preocuparte, mis padres no miran nuestras cuentas y lo que gastamos, otros lo hacen por ellos.  –su mano se tensa, los tendones se resaltan, acaricio el vello de las falanges de su mano antes de llevarla a mis labios.

-Entonces déjame pagar esta comida.  –hace un gesto de impotencia y eleva sus cejas.

-Como quieras, pero recuerda que este viaje ha sido un capricho mío, como una celebración por mi próximo cumpleaños y que no lo consulté contigo.

Después de comer damos un breve paseo por el centro de la ciudad y reanudamos el viaje de vuelta. Cuando pasamos Le Havre pienso que París está más cerca que Lille, tiene que subir hasta allí y luego volver a bajar hasta Paris, van a ser muchas horas de viaje y de conducir.

-Igual podíamos ver los trenes que hay hasta Lille y tú marchar ya directo a Paris.  –sonríe y suelta su mano derecha del volante para colocarla sobre mi rodilla, la acaricia y me da golpecitos en ella.

-Iremos a tu casa, dormiré allí esta noche, me levantaré temprano e iré desde allí a la universidad, mañana no tengo que pasar por la empresa, llegaré a tiempo ya está todo previsto, no voy a ser un suicida conduciendo.  –me ha llenado de alegría, le acaricio la pierna, me inclino y se la beso.

-Daniel, que tu eres el prudente, estoy conduciendo y es peligroso lo que haces.  –no deja de reír con suavidad y sé que no quiere que retire mi mejilla de su pierna.

Luego recobro mi  honorable posición y estoy un rato sin dejar de mirarle, él de vez en cuando gira la cabeza y vuelve a reír complacido.

-Nico, siempre estás sorprendiéndome, eres increíble.

-Tengo que hacer así las cosas, si te las consulto no me dejas que las haga.

Cuando llegamos a Lille el tráfico es escaso, llegamos a casa y decidimos salir para dar una vuelta y comer algo ligero si encontramos algún lugar que permanezca abierto. Pronto estamos de vuelta y nos preparamos para dormir, mañana tenemos que levantarnos muy pronto, quiere jugar en la ducha y le arrastro hasta la cama.

Le contemplo apoyado en su pecho y nos besamos durante un largo rato, como hacía mucho tiempo no nos besábamos, hasta sentir mis labios heridos por el roce de su piel y de su barba.

-Voy a hacerte el amor y que disfrutes lo que ayer no hiciste.  -siento sus dientes sujetar mi tetilla y tirar de mi pezón, lo lame y chupa de él como si mamara de su madre, es tan tierno acariciando mi cuerpo que no puedo resistirme a sus deseos de hacerme gozar.

Mientras me besa por todo el cuerpo, buscando los rincones más ocultos y escondidos, sujeto entre mis manos su gran verga, me encanta sentirla latir en mis manos viva y vigorosa, y adelantar en mi cabeza el momento en que sea penetrado por ella, sopesar sus pesados y peludos huevos en mis manos, sabiendo la carga de néctar que guardan para que su dueño la deposite en mi vientre.

Entra con facilidad en mi culo guiada por mis manos, mis piernas se cierran tras su cadera y con los talones de mis pies le impido continuar avanzando y me regalo el momento de sentirle entero en mi interior.

Comienza sus movimientos entrando en mí, lentamente disfrutando del deslizar de su verga en mi culito. Mis labios buscan los suyos y se detiene para acompasar el beso con sus acometidas en mi ano, hasta que sus caderas cogen el ritmo para tener su lengua en mi boca y su pene en mi culo a la vez entrando y saliendo.

Me hace perder el sentido tanto placer a la vez, disfrutaba del roce de nuestras pieles, del beso tan enervante que me daba, de la profundidad de sus estocadas que daba su verga en mi culo, del roce de sus vellos sobre mi pecho, de sus abdominales sobre mi dura polla rozándola en una suave caricia de sus pelos.

No tenía voluntad y mi cuerpo se movía según lo que él marcaba, lo que el suyo más fuerte me imponía como un macho dominante al más débil de su hembra yacente y cubierta por él.

Mis ahogados jadeos y gemidos se mezclaban con los suyos añadido el chapoteo de nuestras salivas que arrastraban nuestras lenguas. Deshice el abrazo de mis piernas y me forcé para abrirme más para él que cogía más velocidad en sus penetraciones haciéndome gozar lo indecible.

Nuestros ruidos llenaban el estudio, si Rayhan me había advertido de las sombras que se ven, ¿qué podría decir de nuestros gritos de placer que se tenían que escuchar en el exterior? Lograba que mi cuerpo se moviera al impulso de sus caderas golpeando en mi culo.

Abandoné su boca para morder su cuello.

-Nicolás, Nico me matas de placer, cariño eres genial.  -me agarré a la sábana para evitar que me llevara con sus empujones de cadera.  Gritó mi nombre en mi oído y se sujetó en mis hombros, me iba a romper con su fuerza, a desgarrarme por dentro, sudaba a mares y su verga no dejaba de bombear mi culo.

Algo se rompió dentro de mí, noté una gran presión y me tensé aprisionando su polla con mi culo, dejó de sujetar mis hombros para abrazar mi cuerpo sin dejar de mover sus caderas con violencia.

Pensé que me volvía loco, tenía mucho calor y sudaba como él, el aire no entraba en mis pulmones y me ahogaba el espasmo que sufría y bajaba por mi cuerpo hasta llegar a mi pene, hasta que estalle en un orgasmo que arqueaba mi espalda hasta que comencé a expulsar de mi las oleadas de mi esperma.

No me podía reponer,  y Nico no paraba haciéndome eyacular una y otra vez hasta que consiguió su placer y se hundió en mi vientre para dejarme la simiente que atesoraban sus testículos. Ahora comencé a mover mis caderas para estimular el roce y lograr que se vaciara por completo y terminara gozando de su hembra al máximo.

Me sentía dichoso y feliz regado por su simiente, y sabiendo que había exprimido hasta la última gota de sus jugos, y me los había entregado generoso.  Mi culito temblaba placentero al sentir las últimas entradas de su dura polla.

Le abracé con fuerza y él se derramó sobre mi cuerpo. Nuestros corazones acelerados se fueron calmando poco a poco, estábamos pegados por nuestro sudor y mi semen, sumidos en el olor del sexo que inundaba el estudio, así permanecimos hasta que su polla fue abandonando mi culo.

Besé el vello que salía de su axila y pasé mi mano por su barbilla en un gesto de cariño espontáneo y tierno.

-Debemos ducharnos y abrir un poco una ventana.  –tuve que cerrar con fuerza mi ano para que su esperma no saliera a chorros y nos duchamos en unos minutos.

Cuando me abrazó para dormir y me refugié en sus brazos, me dice que le he llevado al cielo, me da las gracias hasta llegar a emocionarme.

Nos levantamos y preparo un rápido desayuno, tiene que partir y el viaje le llevará varias horas, aunque no entre en París el tráfico tiene que estar espantoso a la hora que él llegará.

Recojo el estudio y lo ventilo aunque una ventana ha permanecido abierta toda la noche, cuando salgo para el trabajo el padre de Rayhan ya está en su labor, solamente gira la cabeza cuando arranco el coche y emprendo el camino hacia el gran portón, espero que su hijo haya hablado con él sobre el técnico que tiene que llegar algún día.

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