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Chantaje: Quién tenga la información tiene el poder

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Soy de las que opinan que de lo más valioso que puede tener una persona es información. Quién tenga la información tiene el poder. A qué me refiero con eso de información? A quién se acuesta con el esposo o la esposa de quién por ejemplo y ese ejemplo es porque desgraciadamente para mí, ese es mi caso.

Por imbécil me dejé pillar in fraganti con mi amante por Julio, el mejor amigo de mi esposo (relatado en "La última vez con Diego") y aunque había desaparecido del panorama durante más de un año se le había ocurrido aparecer a mala hora, cuando mi relación matrimonial estaba tan frágil que cualquier cosa podía romperla.

Marcela: (contestando el teléfono) ¿Hola?

Julio: Hola Marcela, tiempo sin oírte.

Marcela: ¿Con quien hablo?

Julio: ¿Tan rápido te olvidaste de mí? Con Julio.

Marcela: Ahh… hola Julio, ¿cómo estas?

Julio: Bien, bien, trabajando al otro extremo de la ciudad desde hace un tiempo, pero ahora voy a hacer un postgrado, todo depende de un negocio que tengo en mente.

Marcela: Ojalá todo te salga bien Julio.

Julio: Y cuéntame, ¿Andrés se encuentra?

Marcela: No, mi esposo salió y se demora.

Julio: OK, yo lo llamo mas tarde. Chao.

Marcela: Chao.

Esa primera llamada me dejó algo nerviosa. Desde el día que Julio me había descubierto en brazos de Diego vivía con zozobra, temiendo que el abriera la boca puesto que yo nunca había sido santo de su devoción, al contrario, ambos nos caíamos bastante mal, nos hablábamos porque nos tocaba, porque Andrés era su mejor amigo y a la vez mi esposo.

Andrés llegó tarde en la noche y le comenté entre otras cosas que Julio había llamado. No pudo disimular la alegría que esto le produjo pues hacía tiempo no sabía nada de el. Hubo una época en la que incluso sospeché que entre Julio y Andrés había algo mas que una amistad pero nunca pude comprobarlo.

Los días pasaron y me olvidé de la llamada de Julio hasta que me volvió a llamar…

Julio: Hola Marcela.

Marcela: Hola Julio, si buscas a Andrés el no se encuentra.

Julio: No, la verdad en esta ocasión te llamo a ti, es importante que nos veamos hoy mismo.

Marcela: Realmente hoy no puedo Julio porque…

Julio: (interrumpiéndome) El nombre de Diego te dice algo?

Marcela: Qué es lo que pretendes? Acaso quieres amedrentarme con lo que sabes de mi?

Julio: En la entrada del Museo Nacional en dos horas.

Y diciendo esto colgó. Me quedé de piedra, no sabía si ponerme a llorar o coger todo a patadas. Julio me tenía en sus manos.

Me encontré con el a la hora convenida y procuré que fuera breve. Como era de esperarse me pidió dinero. Acordamos que le consignaría en una cuenta al día siguiente y nos despedimos. Pero a pesar de haber realizado el primer pago sus llamadas no cesaron…

En la habitación 3014 de un hotel se encontraban dos hombres. El activo se acercó y comenzó a besar al otro el cual se resistía, así que lo tomó de las manos y llevó sus brazos atrás de su cuerpo; las sostuvo allí con una mano mientras con la otra le sostenía la mandíbula para luego buscar su boca de nuevo y hurgar en ella con su lengua desesperadamente, empujándolo lentamente hacia la pared donde se detuvieron. Allí lo soltó y se puso de rodillas frente a el para liberar su verga ya semierecta y metérsela en la boca para lamerla con avidez.

El que estaba de pie lo miraba asombrado al principio para luego echar su cabeza hacia atrás relajándose, disfrutando, olvidándose de que un momento antes se consideraba heterosexual. Le estaban dando la mamada de su vida. Lo ayudaba con sus manos a tragarse mas y mas. Cuando estaba a punto de correrse sus gemidos aumentaron en frecuencia y volumen y en el momento culminante le avisó al otro que se corría; sin embargo este no se quitó. Siguió mamando hasta el último momento y se tomó hasta la última gota. Cuando se hubo derramado se sintió algo contrariado, viendo al otro arrodillado relamiéndose los restos de semen mientras lo miraba con lascivia. Su mente libraba una lucha entre sus ideas preconcebidas y el placer que había acabado de sentir.

Se quedó quieto mientras el activo lo rodeaba y se acercaba por detrás con la verga tiesa pegada al prieto trasero. No le dio tiempo a reaccionar cuando ya estaba besando su cuello aunque de por sí toda esa situación lo tenía anonadado. Lo abrazó desde atrás desapuntando su camisa mientras su verga le hablaba diciéndole con su erección cuanto lo deseaba desde hace años y cuanto había esperado ese momento.

Lo colocó en cuatro como un perrito y después de poner su culito a punto con besos y lametones comenzó a penetrarlo lentamente. Al principio el pasivo trató de rehusarse pero el activo lo agarró fuertemente, con ambas manos y el resto de la verga entró. El pasivo nunca había permitido ni siquiera que su esposa le metiera un dedito y ahora se encontraba con algo mucho mas largo y grueso como una espina en sus entrañas moviéndose ahora. Era increíble… su hasta hace media hora mejor amigo lo estaba penetrando, a el, un hombre tan tradicional y conservador. De mejor amigo se había convertido en su "mujercita" pero desechó estos pensamientos cuando empezó a gozar y sus gritos de dolor se tornaron en gritos de placer.

Julio se encargo que fuera y los viera.

Me entregó un sobre con una llave y una nota con una dirección de un edificio del centro de la ciudad. Llegué a la hora acordada y entré a la habitación. Allí, en una mesa junto a la ventana había unos binoculares y junto a ellos una nota: "mira hacia el edificio del frente, la segunda ventana de izquierda a derecha, mismo piso". Y miré…

Lo que ví me dejó pasmada, siempre lo sospeché pero no seriamente, me quedé sin palabras, las manos me temblaban. No pude seguir mirando así que me senté de espaldas a la ventana para fumar un cigarrillo mientras pensaba y trataba de pensar en lo que iba a hacer.

Era increíble el giro que había dado mi vida en los últimos días. El fin de semana anterior tenía una vida con altibajos "normales", pero relativamente tranquila y ahora me sentía en una montaña rusa a punto de vomitar.

Julio era un desgraciado, por un lado obtenía de mí dinero a cambio de su silencio y por otro se comía a mi esposo en mis propias narices y el muy perro parecía disfrutarlo.

Me fui de aquel lugar asqueada y mas tarde Julio me llamó de nuevo para ponerme otra cita en el mismo lugar que la primera. Estaba jugando conmigo como un gato con un ratón, solo por el mero hecho de divertirse.

Nos encontramos de nuevo al día siguiente, sobra decir que a mi esposo no podía ni mirarlo a la cara.

Marcela: Hola Julio, ahora que quieres?

Julio: Te gustó lo que viste ayer?

Marcela: Que crees?

Julio: Yo siempre estuve enamorado de el y tu te metiste en el medio; me lo robaste.

Marcela: Estas enfermo Julio, hablas como si fuera un objeto, como si pudiera ser propiedad privada de alguien.

Julio: Siempre has sido tan dominante y altiva… me daría por bien servido si por una vez te viera vulnerable, sin control, poder dominarte, mirarte desde arriba y que sepas que soy el amo para que tu orgullo quede reducido a trizas… ese día recibiré mi pago final… bueno… antes del postre…

Marcela: Postre?

Julio: Una sorpresita, si te lo digo pierde la gracia, pero te aseguro que mañana mismo lo sabrás y después sentirás solo paz.

Marcela: No conocía esa faceta irónica en ti y a decir verdad no me interesa.

Julio: Bueno, ya me cansé de perder el tiempo hablando contigo, ve a esta dirección y recoge algo que dejé para ti.

Marcela: Un regalo? Que rico Julio.

Julio: Hasta luego.

Y dando media vuelta se fue.

Estaba cansada de sorpresas, creo que no soportaría ver otro espectáculo a través de unos binoculares.

Fui a la dirección que me dio Julio y encontré un paquete para mí con otra dirección con instrucciones precisas. Lo que me faltaba, recorrer la ciudad jugando al tesoro escondido con un maniático.

Llegué al nuevo lugar y entré pues me había dejado una copia de las llaves. Me dirigí a la habitación como me había indicado y abrí el paquete. Era un traje de hombre y debía ponérmelo, es mas, debía parecer uno, peinarme como uno y hasta usar un ridículo bigotito falso para verme masculina.

Pensé en dejar todo tirado y acabar con el chantaje de Julio pero ya no podía dar marcha atrás. Por otro lado me daba curiosidad saber que planeaba Julio en esta ocasión.

Había terminado de arreglarme y me miraba al espejo para comprobar que Julio sabía hasta mi talla pues no me sobraba ni un centímetro del traje por ningún lado. En ese momento sentí que alguien entraba. Era nada mas ni nada menos que Julio con un traje idéntico al mío.

Marcela: (sonriendo) Y a qué se debe la fiesta de disfraces?

Julio: Te juro que te voy a borrar la sonrisa del rostro.

Marcela: Dime de una vez que es lo que quieres, terminemos ya con todo esto.

En ese momento se acercó a mí y me tomó por el cabello haciéndome daño.

Julio: Esto se termina justo cuando se me de la gana, ni antes ni después, perra desgraciada.

Me empujó en la cama boca abajo de modo que mi estómago quedó sobre una almohada y me bajó los pantalones casi rasgándomelos. Traté de girarme pero se sentó en mis piernas ya desnudo de la cintura para abajo. Qué rápido era este hombre….

Sin ningún tipo de lubricación, sin darme tiempo a reaccionar me metió la verga por el culo. No fue de la manera como se lo había hecho a mi esposo y no fue por el mismo motivo. Si a el lo había penetrado por amor a mí había sido por odio, y como me las estaba cobrando…, taladrándome el culito y ahogando mis gritos con una almohada hasta casi ahogarme.

Si hubiera sospechado lo que me esperaba me habría ido sin duda, cualquier cosa era preferible a esta humillación, me tenía sometida como quería, no contento con haberme pedido dinero y haberse comido a mi esposo. Su venganza había sido con todas las de la ley, casi tenía ganas de felicitarlo por lo bien que me las había cobrado el haberle "robado al hombre que amaba" para luego engañarlo con otro.

Me culió unas tres veces más y para rematar eyaculó en mi cara dejándome bien esposada a la cama, desnuda y con la dignidad hecha trizas.

En ese momento sonó el timbre y Julio abrió. Ya nada podía sorprenderme salvo una cosa y fue lo que ocurrió: Llegó Andrés, mi esposo.

Julio: Ahí te dejo a tu esposita a ver que haces con ella. Pero si quieres venir conmigo te estaré esperando.

Mi esposo no podía retirar la vista de la cama donde yo estaba y cuando Julio por fin se marchó se acercó a mi y me desató, luego me llevó en brazos a la tina y dejó que el agua corriera por mi cuerpo. Yo lo miraba pero el no me daba la cara. Me baño como a una niña pequeña y me llevó de nuevo a la cama donde secó mi cuerpo cuidadosamente. Luego buscó un poco de crema en mi bolso y la aplicó en mi culito.

Andrés: Que nos pasó? A que hora nos perdimos?

Marcela: Vas a dejarme? Te vas a ir con el?

Andrés: Te dejo si, pero no me voy con nadie.

Nos abrazamos y lloramos. Julio se había salido con la suya pero al menos me quedó el consuelo de saber que si bien Andrés ya no era para mí, tampoco sería para el.

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