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El poder del dragón (Segunda parte: La noche que volviste a ser mía)

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La belleza de cualquier clase en su manifestación suprema excita inevitablemente el alma sensitiva hasta hacerle derramar lágrimas.(Edgar Allan Poe)

**********************

 

El viento que entraba por la ventana del camión era helado, y mientras uno tras otro de los pasajeros pedía su parada, mi mente no se alejaba de lo que aquella noche había pasado; era el mejor sexo que había tenido jamás; con tres orgasmos en una noche y, con la deliciosa sensación del interior de su vagina aún en mi mente, sabía que, si la relación duraba, aunque sea un poco, las sensaciones que aún me esperaban eran, quizá, incomparables. Paula era una verdadera Diosa, de eso no había duda, pero el sueño del dragón asesinado, y quizá traicionado, inspiraba en mí una enorme inseguridad en torno a esta chica. 

Esa mañana, después de aquella exquisita noche juntos, decidí preparar algo delicioso para desayunar, no era un cocinero experto, pero mis platillos no son del todo malos. Dicen por ahí que, si un hombre le cocina a una chica después del sexo, indirectamente le está diciendo “gracias por lo de anoche”. Yo no estuve muy seguro de si eso quisiera decir, pero me agradó que ella se fuera de ahí con algo más que una buena cogida. Tras intercambiar mutuamente nuestros teléfonos de celular y nuestros correos electrónicos, nos abrazamos y nos besamos profundamente:

-Sé mi amante Pau, quiero que seas mi chica toda la vida

dije separando ligeramente nuestras bocas. Ella sonrió y volvió a besarme:

-Seré lo que tú quieras que sea, mientras me dejes cogerte para siempre

respondió, pocos segundos después. Tras acordar que nos llamaríamos en el lapso de esas vacaciones, para pasarlo bien una vez más antes de iniciar nuevamente nuestras obligaciones profesionales, ella se fue a su casa con ese aire sensual y atractivo que siempre la rodeaba.

Dos horas y media de camino, desde la universidad a mi casa, con una hora en metro, quince minutos bajo el sol en una fila de pasajeros esperando a abordar el transporte, y una hora y quince de autopista con tráfico excesivo valían la pena para llegar a mi hermoso hogar, una casa humilde, muy acogedora, de dos pisos, con techo de dos aguas, un par de hermosos jardines que adornaban todo el lugar, y una suave cama esperándome para descansar. Cuando llegué estaba mi madre, quien amorosa y atentamente, preparaba mi comida, me recibió con un abrazo y un beso en la mejilla, posterior a lo cual me dispuse a colocar todo el pesado equipaje en su lugar.

Todo el resto del día actué natural, hablando sobre las anécdotas del semestre, los profesores, y las travesuras inocentes que hacía con mis amigos. Omití, por supuesto, el hablarle a mi madre acerca de Paula, no era un tema que quisiera ni que tuviera que tocar frente a ella. Esa noche no pude dormir, muchas dudas impedían que me relajara lo suficiente como para lograr conciliar el sueño, pasó tanto tiempo que me pareció una eternidad, hasta que el cansancio me venció y no pude mantener más mis ojos abiertos. Por fin caí en un sueño profundo, no sin antes prometerme a mí mismo ir a la mañana siguiente a despejar mis dudas en torno a una de las tantas cosas que me preocupaban.

Temprano en la mañana, en cuanto supe que la hora era la indicada, con la excusa de que quería ir al centro a comprar el DVD de una película, salí de mi casa y me dirigí a los laboratorios clínicos más cercanos, tenía que estar seguro, tenía que estarlo. Los nervios llegaban hasta lo más hondo de mí. Si tuviera alguna enfermedad sería mi fin; Gonorrea, Herpes, esas son manejables, SIDA, si tenía SIDA todo por lo que había luchado por tanto tiempo se habría caído por la borda, pero tenía que saber si mi vida sería diferente a partir de esa noche. Paula era grandiosa, pero en esa sensualidad estaba la perdición; yo no era el primero con el que ella había estado, eso había sido obvio, y por su sensualidad y atrevimiento, estaba seguro que ni siquiera el segundo o el tercero….

Al llegar al lugar no había más que unas cuantas almas ahí, era temprano, pero por la tarde seguramente el lugar estaría casi lleno, por eso era mejor hacerlo ahora. Tras pagar una costosa cantidad, y pasar por una entrevista en la que parecía que me iban a preguntar hasta cómo le hice el amor a Paula, me tomaron muestras de sangre y me despidieron amablemente. Los resultados estarían en dos semanas, así que el tiempo carcomería mis entrañas hasta entonces.

Las dos semanas pasaron tan lento que creí que el momento nunca llegaría, estaba nervioso, mis manos temblaban, no sabía que hacer exactamente ni cómo reaccionaría si las noticias eran malas. Mi madre salió al mercado a comprar la despensa de la semana como era su costumbre cada viernes; procurando que no notara nada, salí a los pocos minutos de que ella se había ido. Tenía una hora antes de que ella regresara, tiempo suficiente para ir y regresar.

-¡¡¿Qué rayos le voy a decir si el resultado sale positivo?!!

me preguntaba arduamente a mí mismo. Con poco valor me dirigí hasta el lugar prometido, con las manos temblando, sin poder articular muy bien las palabras. Recogí el sobre, con el lugar atestado de gente, mientras las estúpidas miradas de las personas observaban mi muy obvio nerviosismo.

-¡¡¿Qué me ven bola de idiotas?!!

decía en mi cabeza al tiempo que me apresuraba para salir de ahí. Como pude llegué a mi casa y abrí el sobre desesperadamente, rasgándolo sin reparar siquiera en tener un poco de cuidado; fue un milagro que la hoja de resultados quedara intacta. Revisé que tuviera mi nombre y, bajando rápidamente la mirada, con todo el cuerpo temblando como gelatina, encontré algo como esto:

•Enfermedad Pélvica Inflamatoria (EIP)- Negativo

•Herpes-Negativo

•Gonorrea-Negativo

•Clamidia (Cervicitis)- No aplica

•Uretritis no Gonocócica-Negativo

•Sífilis-Negativo

•Hepatitis A-Negativo

•Hepatitis B-Negativo

•Hepatitis C-Negativo

•Vaginitis-No aplica

•VIH / SIDA –Negativo

Sabía que esto quizá no era definitivo, que quizá si estaba enfermo pero dicha “cosa” aún no se manifestaba en mi cuerpo. Pero no duden que, encontrar resultados así, arrancó un profundo suspiro de alivio de mi cuerpo.

A las tres semanas fui a ver a un anciano médico, uno con el cual yo tenía mucha confianza ya desde hace mucho tiempo. Le apodaban “el pájaro” todos los de mi familia, no sé por qué. La historia contaba que había asistido a la primaria con mi fallecida abuela, aunque era más joven que ella, y ahí es donde recibió ese apodo. Aunque era conocido por todos cuantos había en mi familia, estaba seguro de que él sería muy discreto, es más, debía serlo, pues era médico. Había tratado a mi abuelo de cáncer con éxito, y pudo diagnosticar un tumor cerebral en una de mis tías cuando muchos otros médicos solo le mandaban aspirinas para el dolor de cabeza. Estando frente a él le hablé un poco de lo sucedido; había tenido relaciones y quería saber si estaba infectado. Le di mis estudios, y él me mandó a hacer otros.

Tras algunas sesiones infraganti con él, me dio la respuesta definitiva:

-Estas completamente sano

me dijo. Eso fue para mí como oxígeno para un asfixiado. Después de todo ella dijo la verdad, estaba sana. De hecho los resultados, en realidad, reflejaron la honestidad de ambos; ambos estábamos limpios, y quedamos limpios, tanto antes como después de esa noche.

***************************

 

 Esas vacaciones quise cambiar, verme aún mejor de lo que me veía en ese momento, a ella le gustaba, y por la manera en que me había tocado aquella excitante noche juntos sabía que mi cuerpo le excitaba, pero yo quería más, quería volverla loca, excitarla tanto como ella lo hacía conmigo, y por lo que habíamos hablado, así como la múltiple información que llegó a mis oídos por parte de mis amigos, sabía cómo lograrlo.

Las siguientes semanas pasé muchas horas de las mañanas en el gimnasio levantando pesas, tanto que parecía una locura, y muchas de las tardes practicando asiduamente artes marciales; resultaba muy agotador, generalmente al dar las 8 de la noche no podía mover un centímetro más de mi cuerpo, y me veía obligado a ir a la cama, con un cansancio verdaderamente extenuante sobre mi cuerpo. Hubo muchas veces que no quise hacerlo más, me decía a mí mismo: ¡Hey, esto es demasiado, no puedo seguir!, sin embargo el solo hecho de saber que estaba reformando mi cuerpo, no solo para gustarle más a aquella Diosa, sino también para darme más confianza a mí mismo en todas las facetas de mi vida, me daba fuerzas y el ánimo que necesitaba para seguir adelante. 

A las pocas semanas recibí una pequeña noticia inesperada…  

-¿Un curso de cuidado de orquídeas?, ¿Y por cuanto tiempo te ausentarás?

-Unas dos semanas, me voy el domingo que viene y regresaré el sábado de la siguiente semana

Eso me tomó por sorpresa, sabía que a mi madre le fascinaban las orquídeas pero nunca me esperé que tanto como para animarse a tomar un curso sobre cultivo y manejo de ellas. Aunque me alegré por ella me comencé a preguntar cómo manejaría las cosas de la casa yo solo durante ese lapso de tiempo. ¡Y como rayos darme tiempo para seguir entrenando!

Con instrucciones precisas de cómo debía ocuparme de todo, se despidió y me dejó a cargo de la casa.

Me encantaba el trabajo de jardín, era lindo recoger las hojas que caen y regar las plantas que necesitaban agua. Mis dos gatos me acompañaban todo el tiempo, ronroneando mientras los acariciaba con una mano y con la otra sostenía la manguera. El trabajo de casa era extenuante; a veces creemos que ser ama de casa es algo sencillo, no lo es, es muy duro. Como pude organicé mi tiempo a modo que pudiera seguir en el gimnasio y a la vez entrenando artes marciales, si el solo entrenamiento era extenuante, el tener que también ocuparme de la casa hacía de mi día algo demasiado agotador.

A pesar de todo, aún quedaba tiempo para relajarme, y aprovechaba la ausencia de mi madre para disfrutar plácidamente de los hermosos sonidos de la mañana cada día, o de las hermosas puestas de sol por la tarde; no era que no me deleitara mucho el tener a mi madre conmigo cada día acompañándome, pero tener unos momentos a solas para meditar fue muy esclarecedor para mí, más aun tomando en cuenta la ola de sentimientos que inundaban mi alma. No comprendía qué significaba aquel poderoso dragón en mi sueño, pero supe que debía tomarme las cosas con más calma.

Era la noche del sábado, hacía ya casi una semana de que mi madre se había ido. Dado que ya no tenía más obligaciones que cumplir me dispuse a hablar por teléfono con mi amigo José Antonio, estudiaba la misma carrera que yo, solo que él había ingresado un año después a la facultad; tras conversar largo rato él me preguntó muy atentamente:

-¿Qué hacías con la chava de Análisis aquel día?

-¿Qué, acaso me viste con ella ese día que fui a la facultad?

respondí sorprendido,

-¡Si, estaban muy plácidamente platicando¡, ¿pus no que no te quería decir ni pio?

enfatizó

-Bueno pues, me la encontré y ella comenzó a hablarme no sé porque…

seguí hablando acerca de todo lo que pasó aquel día, hasta decirle que de verdad habíamos “tenido relaciones”, de hecho usé ese término porque José Antonio en realidad, aunque es un amigo de suficiente confianza para mí como para contarle ese tipo de cosas, no era un chico muy desenvuelto, más bien era bastante recatado y de hecho jamás lo había escuchado usar el término “coger”; eso sí, era bastante amiguero, mucho más que yo, de hecho. Pasó bastante tiempo hasta que su incredulidad cedió y por fin aceptó el hecho. Mientras le conté todo eso, no pude evitar recordar (claro sin mencionarle nada a él) el exquisito sabor de los  fluidos vaginales de Paula en mi boca, la suavidad de su tersa y blanca piel en mis labios, y la incomparable sensación de su coño alrededor de mi verga, estaba comenzando a calentarme y a querer tenerla de nuevo a mi lado.

-¿Y entonces qué?, ¿son novios o qué?

me preguntó Jose Antonio,

-Mmmmmm, no lo sé, la verdad no sé

Respondí bastante titubeante. No quería decirle que éramos amantes, todos mis amigos me tenían en el concepto de muchacho carismático que exige demasiado de una mujer para poder hacerla su novia (jajá, más aun considerando que solo había tenido una novia en toda mi vida, y varias amantes, aunque sin que ellos supieran esto último), alguien recatado y serio cuyo brazo difícilmente daba a torcer para querer o estimar a una mujer.  

La conversación siguió por un rato, siempre tratando yo de esquivar el asunto de qué rayos éramos ahora Paula y yo; tras decidir que estábamos algo cansados, nos despedimos amistosamente y prometimos hablarnos en los días venideros, claro siempre yo insistiéndole, en tono de broma, en el hecho de que hacía mucho que él no se dignaba a hablarme.

Cuando colgué el teléfono la voz de José Antonio se había disipado del aire, no así el recuerdo de Paula, el cual estaba muy vivo en mí después de esa llamada, quería tenerla de nuevo a mi lado, quería abrazarla, besar su cuello, lamer sus pequeños pero muy sexys pechos, pasar mi lengua por esos pezones de Diosa que me habían hecho alucinar como a un loco, sentir como su ano de cerraba alrededor de mis juguetones dedos y restregar mi verga erecta en ese hermoso tesoro que tenía entre las piernas. Sin darme cuenta comencé a excitarme en demasía, mi falo estaba erecto y listo para la acción, y la temperatura de mi cuerpo había aumentado provocándome una ligera sudoración por debajo de mi suéter para invierno.

-¿Qué rayos tiene esta chica para ser tan sensual?, ¿por qué parece que soy el único que se vuelve loco por ella?

me preguntaba asiduamente a mi mismo.

Esa noche sabía que no podría contenerme, el recuerdo estaba tan vivo en mí que era imposible de ignorar o apaciguar,

-¡Tiene que ser mía de nuevo, tiene que serlo!

decía en mi interior mientras mi mano recorría mi torso desnudo y jugaba con mis ya erectos y sensibles pezones. Bajé suavemente mi mano para deslizar con lentitud mi bóxer por mis piernas y dejarlo caer al piso, no pude contenerme más y comencé a jugar con mis testículos, imaginando la mano de Paula acariciándolos delicadamente. Estuve casi dos horas masturbándome, solo recordando cada detalle de aquella excitante y paradisiaca noche de ensueño, donde ella me había mostrado por primera vez que yo podía tener más de dos orgasmos en un mismo encuentro sexual, en donde yo había descubierto la calidez y la elegancia que es estar en el lecho de una Diosa viviente, y en donde ambos nos hicimos gozar como quizá nunca lo habíamos hecho.

Eran ya la una y media de la mañana y no pude conciliar el sueño, una mezcla de satisfacción, ansiedad e inseguridad inundaban mi ser; haber cogido con ella había sido lo mejor de todo, y saber que me deseaba tanto como yo a ella era fantástico, estaba ansioso por volver a estar con ella y experimentar cosas nuevas a su lado, pero también estaba inseguro por el recuerdo perturbador de aquel sueño que, en cierto sentido,  le decía a mi alma que algo malo se acercaba a mi vida si pretendía seguir por este camino.

Tras un largo rato mirando al techo absorto en mis pensamientos, una idea llegó a mi cabeza, y decidí llevarla a cabo; quería escribir, quería escribir lo que había acabado de fantasear esa noche, escribir cómo el recuerdo de Paula inundó mi mente y cómo, con ayuda de él tuve uno de los mejores orgasmos que había sentido a través de una masturbación. Me levanté de la cama, y abusando de mi falta de sueño, tomé mi laptop y comencé a escribir como si el mundo no tuviera final, las palabras fluían de mi alma como agua que fluye de un caudaloso río, tenía tanto que decir, tanto que expresar, tanto que deseaba que fuera leído, el recuerdo de esa sesión de masturbación estaba tan vivo que parecía como si la historia se repitiera de nuevo. Así poco a poco, fue tomando forma algo, un algo que aún no se cómo llamar, una confesión, un relato, una historia, una narrativa, un algo que expresaba mi sentimiento más sensual, y mis deseos de tener a esa Diosa a mi lado, un algo que decía así:

 

 

 

Cada vez que sueño, no sueño sino contigo, y cada sueño contigo termina un un húmedo final, y cada vez que deseo, no deseo sino volver a estar contigo, eres el motivo de mi insomnio, de mi gozo, de mis ansias, pues hoy cuando fui a la cama recordé vivazmente el momento en el que tu viniste conmigo a ella.

Para mi sorpresa mis manos precian tener vida propia, o quizá era el pulsante deseo de sentirte de nuevo a mi lado el que dominaba mis movimientos; de la oscuridad de mi cuarto surgió una llama azul fulgurante e iluminó todo a mi alrededor, y me encontraba ya no en mi cuarto, si no en el interior de una cálida morada japonesa, con las hermosas flores del cerezo adornando la ventana, en una fulgurante y fresca mañana. Un aire de delicadeza se respira, mientras una varita de incienso le da al lugar un aroma a lavanda. Parece que estoy solo, y en realidad lo estoy, pero no por mucho tiempo, pues tu deliciosa silueta se dibuja tras los delgados canceles y no tardas mucho tiempo en entrar en la habitación,  vestida con una hermosa y transparente bata rosa, con flores de cerezo adornada, que deja ver que solo una pequeña tanga roja bajo ella llevas puesta. En el espejo a mi lado me veo a mí mismo, con solo un bóxer negro, que muestra cómo mi falo se erecta con el solo hecho de mirarte.

Sabes que te deseo, y sabes cuánto te deseo; es tu delicada y suave piel, tan blanca como la nieve, la que me excita cuando me tocas, el calor de tu cuerpo, de tu mejilla sonrojada, acaricia mi muslo mientras tus manos masajean mi cadera y mi ombligo. Cierro mis ojos y siento tu lengua juguetear con mi verga erecta por encima de mi bóxer, poco a poco subes tu lengua a través de mi cuerpo, cuando abro los ojos te veo a ti, solo a ti, con tu rostro angelical frente al mío, y un sonrisa pícara dibujada en él. Con mi mano recorro tu silueta, sintiendo tus deliciosas curvas de Diosa, y termino acariciando tu rostro, mientras cierras tus ojos delicadamente para dejarte llevar por los movimientos de mi mano en ti.

Acerco mis labios a los tuyos, y con un suave impulso cierras el broche de pasión haciendo que nuestras almas se besen sensualmente. Logro sentir tus muslos rozar los míos, y tu delicada entrepierna, aun cubierta por tu tanguita roja, sobar suavemente mi verga erecta.

Te montas sobre de mí, y mientras nuestro beso de pasión parece no tener final, rodeas mi cuerpo con tus excitantes piernas, al tiempo que hábilmente desamarro el terso lazo que mantiene tu bata cerrada. Mis manos abren tu suave prenda de seda y la deslizan por tu cuerpo dejándote solo son tu excitante tanguita roja, mientras sigues pasando tu entrepierna sobre mi verga erecta.

Separas tu rostro del mío, y con una mirada de pasión en tus ojos, tus hábiles manos recorren mi torso, hasta dar con mi bóxer, y lo retiran de mi cuerpo sin oponer yo resistencia alguna. Te das la vuelta, te recuestas sobre de mí y me ofreces tu hermosa retaguardia, tan sexy y linda que con solo verla se erecta aún más mi verga.

Comienzas a lamer mis testículos y a besar mi verga, ¡Dios que delicia!, y no tardo en quitarte la tanga y lamer tu exquisito coñito de Diosa. Mi lengua juguetea con él, lamiendo suavemente tus labios vaginales y chupando tu hermoso botoncito de pasión, mientras mis dedos encuentran el lugar de tu delicado y suave anito, para masajearlo y sentir la hermosa y excitante entrada que tienes ahí.

¡Ah mi Paula, cómo te deseo!, ese anito tuyo es lo que quiero, tu coño es de Diosa, pero tu ano me causa mucho morbo, mis dedos siguen repasando tu agujerito, sintiendo como se cierra alrededor de ellos.

Con un hábil movimiento de caderas logras acercar tu culito a mi rostro, y como una pareja perfectamente en sintonía, logro adivinar cuáles son tus deseos; paso mi lengua por tu anito y siento los deliciosos pliegues rozar mis papilas gustativas. Tus gemidos comienzan a escucharse más alto, y de lleno levantas tu cuerpo para sentarte en mi rostro y dejar que mi boca juegue con tu culo, sin dejar tú de masajear mi verga con tus manos, y pasar tus deditos por la cabeza de mi verga erecta.

Comencé a cogerte el ano con mi lengua, tratando de que mis labios besaran eróticamente las orillas de tu ano, ¡Ah que delicia mi Paula!. Como pude pasé mi mano encima de tus muslos y encontré tu coño, así que con mis dedos pude cogerte ese tesoro femenino tuyo, hacerte sentir deseada de todas las maneras en las que era posible.

Mi lengua entraba y salía de tu ano, una y otra vez; tus gemidos no tenían fin, cesabas y gemías, cesabas y gemías, estática como una piedra, para que mi lengua pudiera hacer bien su trabajo, pero con tus manos masturbando mi verga con delicia.

No se cómo lo supiste, pero justo cuando no podía contenerme más rodeaste mi verga con tus suaves manos, y mientras el chorro de semen emanaba de mi verga, no dejabas caer ni una gota de ellas. No podía gemir, no podía decir nada, solo pude, en el mar de excitación que me inundó, lamer más rápidamente tu exquisita entrada intestinal y sentir como tu vagina se cerraba entorno a mis dedos, en un orgasmo que te hizo gritar como loca, tan fuerte que mil abismos se hubieran aturdido con tu alarido.

Llevaste tus manos a tu rostro, y con tu lengua lamiste tus delicadas palmas, bebiendo todos los fluidos que mi verga había dejado sobre ellas. Mi néctar era bebido por una Diosa, la diosa del sexo y la tentación. Mientras un delicado hilo de semen caía por un lado de tu boca, llevaste tus labios a mi rostro, y nos fundimos en un beso de pasión y lujuria que me llevó directamente a los cielos.

Fuiste mía por primera vez aquella noche en mi cuarto, y hoy, en la madrugada de un domingo de enero, en medio de mi sueño y mi locura, entre alucinaciones y fantasías, has vuelto a mí, y has llenado mi alma de una pasión inigualable, como un búmeran que lanzas y vuelve a ti inevitablemente. Me encantas, siempre me has encantado y siempre te he deseado, pero ahora te deseo más que nunca, pues me mostraste lo que es estar en el lecho de una Diosa sexual encarnada. Por ahora, mientras espero volver a verte de nuevo, esta noche, aquí en soledad, en medio del ensordecedor silencio que me rodea, has vuelto a ser mía.

 

Tras presionar el botón de guardar, ingresé a mi cuenta de Hotmail y le envié esta confesión justo a ella, a nadie más que a ella. Quería imaginarla humedeciéndose, e incluso masturbándose, mientras lo leía; quería excitarla, y que supiera cuales son mis fantasías más íntimas en la que ella estaba presente.

Di clic en el botón Enviar, apagué la computadora y me acurruqué en mi cama disponiéndome a descansar apaciblemente.

 

Las cigarras sonaban dulcemente en el jardín y el inundante silencio de la noche permitió que mis ojos se cerraran, para después perderme en el mundo desconocido de Morfeo.

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