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Sexo con una jovencita

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Tengo 49 años, moreno, delgado, de buena estatura, atractivo, con alguna cana que según las mujeres me hacen interesante, ingeniero en una empresa multinacional. Paso por un momento dulce de mi vida con éxito profesional y  tambien en el terreno sentimental.  Casado con una mujer 14 años mas joven, deseada por muchos hombres.  Debido a nuestra experiencia de relaciones anteriores, llevamos nuestro matrimonio concediéndonos suficiente margen para no axfisiarnos,  así que tanto ella como yo disfrutamos del sexo de forma liberal, lo que nos da cierta complicidad y una forma de vivir mas apasionante.

Quiero hacer partícipe, a quien me quiera leer, de una reciente aventura romántica que me rejuveneció y me hizo feliz unas horas. Sucedió en Mexico D.F., a donde volé desde España para resolver unos negocios de mi empresa.  Despues de trabajar durante toda la mañana y almorzar con algunas personas responsables de la empresa mexicana, motivo de mi viaje, pasé por el hotel a descansar un rato y cambiarme de ropa.  A media tarde salí a pasear por la ciudad y entré en una boutique de moda femenina, para comprar algo bonito a mi esposa y llevarle un regalo a mi vuelta.

Cuando entré en la boutique la dependienta atendía a un hermosa joven, por lo que tuve que esperar y no pude evitar escuchar su conversación.  La empleada animaba a la jovencita a que se decidiera a  adquirir un short de encaje precioso y un top, indicándole cómo resaltaba su figura y lo bien que le quedaba.  A la joven le encantaba pero era costoso para sus posibilidades.  Pedí disculpas por mi intromisión comentando que el dimero no podía ser impedimento para que una joven tan bonita no luciera unas prendas que resaltaban su hermosura y que si me permitía sería para mi un placer regalárselo.  Se quedó algo confundida y rechazó mi ofrecimiento.  No me dí por vencido e insistí siendo persuasivo para que al final aceptara el regalo.  Solo una condición le dije, dáme el placer de verte con las prendas puestas.

Entró en el probador  y al salir quedé prendado de aquella criatura.  El short ajustadito resaltaba sus nalgas perfectas, redondas, sobresalían dos monfletitos deliciosos e insinuantes.  Delante todo apretadito marcando un monte de venus abultadito.  En cuanto al top permitía mostrar su ombligo, a la vez que apretaba sus pequeñas tetas que se ofrecían duras y lujuriosas remarcando sus pezones duritos que pedía a gritos salir para que alguien los lamiera.  La llené de halagos y mostré mi admiración por tanta belleza.

Volvió al probador para cambiarse y dejó la puerta entreabierta, supongo que con intención, de modo que pude disfrutar de la visión de su hermoso culo, su diminuto tanga y sus tetas pequeñitas alzándose al cielo con sus pezones duros y  oscuritos  en punta. La dependienta me sonrió con picardía viéndome absorto en tan agradable visión.

Mientras, pedí  a la dependienta me enseñara lencería íntima, que tan dada es mi esposa a llevarla, con la que se siente sexi y deseada. Braguitas de hilo lisas por detrás y sujetador con encaje, junto con ligueros y medias, todo en color negro.  Incluí un salto de cama transparente por recomendación de la vendedora. A mi nueva amiguita le encantó.  Pagué la cuenta y nos retiramos del mostrador cada uno con su correspondiente bolsa de regalo.

Le pedí me acompañara a tomar un café.  Ella pidió un batido de alguna fruta exótica.  Me dijo se llamaba Ceci, tenía 20 añitos, era estudiante, no tenía pareja y vivía con sus padres.  Yo tambien correspondí contándole algunas cosas personales de modo que ambos nos habíamos abierto y ofrecido confianza.  Le comenté que al día siguiente  me desocuparía sobre las 11 de la mañana y me gustaría me enseñara alguna parte de la Ciudad.  Aunque no esperaba me complaciera aceptó encantada y quedamos para el día siguiente.

Puntualmente acudimos al encuentro.  Ella llevaba puesto el regalo que le hice y estaba preciosa, no había hombre que no se volviera a su paso para admirarla. Recorrimos una parte de la Ciudad antigua, visitando la Catedral, Casa de los Azulejos, y paseamos por la Alameda Central.  No hubo tiempo para mas , era hora de comer y me llevó a un Restautarante típico muy acogedor.  Charlamos, reímos, contamos alguna intimidad.  Mis comentarios sobre sexo y juegos eróticos que practico con mi esposa, le ruborizaron y noté en ella un punto de excitación.  Llevé mi mano a su muslo por debajo del mantel, no hizo gesto alguno de contrariedad lo que me animó a acariciar la parte interior de su entrepierna.  Acaricié su piel suave, aterciopelada, mostrándose receptiva a mis caricias.  Me atreví a llegar hasta su sexo notando a través de la tela su ardiente temperatura, unas suaves caricias por encima del short con las yemas de los dedos junto con una pequeña opresión, detectaron el grado de humedad que aquel sexo delicioso transpiraba.  Sugerí pagar la cuenta e irnos al Hotel.

Llegamos en un taxi al Gran Hotel Ciudad de México y subimos a la habitación.  Nada mas cerrar la puerta empezamos un morreo deseado por los dos desde hacía rato. La nena estaba salida y empezó a desabrochar botones de mi camisa mientras me besaba  con lujuria.  A la vez yo le quitaba el top dejando sus tetitas diminutas al aire, que empecé a lamer a punto de desgastarlas. Desabrochó nerviosa mi pantalón a la vez que le sacaba el short dejando a la vista su culito con un diminuto tanga que arranqué de un tirón.  La tumbé en la cama y me sumergí entre sus piernas, era un chochito pequeño, delicioso, con los labios cerrados, del que emanaba un liquidito viscoso  que sabía a néctar, a miel.  Mi lengua no paraba de recorrer aquella rajita cuyos labios comenzaban a abrirse para recibir placer.

Su botoncito empezó a emerger pidiendo mi atención, la punción de mi lengua y la succión  de mis labios en él, producían temblores en su cuerpo mientras  gemía de placer.  Mojaba  tanto la nena que mi cara se empapó hasta la nariz, mi comida de coño  le llevó a un orgasmo brutal haciéndole retorcer de gusto.  Notaba sus contracciones en mi lengua, que mantuve dentro mientras se venía. Ella apretaba sus piernas contra mi cara  a la vez que gritaba y se convulsionaba.

La senté en la cama y le hice mamar mi polla, hinchada, marcando sus venas, con el capullo  enrojecido preparado para explotar.   Mamaba torpemente pero fui explicándole como hacerlo y empezó a tomarle gusto.  Me dijo había mamado a algunos amigos chicos que se le corrían enseguida en la carita, pero nunca había probado una verga así de grandota.  A punto de explotar me puse a horcajadas sobre ella para frotar su diminuto clítoris con el capullo, daba golpecitos en su pipa ya hinchadita y dura, chapoteaba con mi polla en su vulva inundada.  No aguantaba más, así que me puse el condon  y oprimí  con mi polla sobre sus labios colocando el capullo entre ellos.  Fui empujando suave para no hacerle daño y entré  en su estrecha vagina sintiendo la opresión de sus paredes vaginales , haciéndome gozar de manera exagerada.  Ella no paraba de gemir  y me decía cuanto gozaba.  " Mas papi, dame rico,  mmmmmmm   asi, asi ,mas,. Me gustaaaaaaa, aahhhhh, siiiii, hazme gozar, mas, mas, mas  siiii amor, asiiii  papito, la quiero toda dentrooooo, métemela, siiiiiii".

Me tenía a mil y empecé a embestir duro.  Pronto noté sus contracciones  en mi polla cuando apretaba su coñito.  Le hice correr varias veces seguidas, luego la senté encima de mi pìja cabalgando como una amazona experimentada para que  llevara el ritmo.  Se vino gritando como una posesa saltando sobre mi verga, lo que hizo que mi polla estallara.

Quedamos exhaustos tumbados en la cama. Acaricié  aquel cuerpo de ninfa, mientras le besaba y acariciaba con cariño.  Disfruté de aquel cuerpo de diosa que solo se había entregado a algún chiquito inexperto hasta aquel momento.  Ceci  acababa de probar las caricias y el sexo de un macho experto en cubrir hembras hermosas.  Desde entonces  buscaría maduros que le hicieran gozar  en lugar de jovencitos que se le corrían rápido y solo querían satisfacerse ellos.  Eso me dijo abrazada a mi, cuando su cuerpo aún tembloroso del goce experimentado no se había repuesto del todo.

Cuando fue al baño a asearse y recomponer su peinado, metí en el bolso una cantidad de dinero que le permitiera pagar el taxi de vuelta a casa y comprarse algún capricho.  Pensé así me recordaría con más cariño.

(9,11)