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Bola Ocho A Mi Corazón

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Todas las tardes desde hace dos años me encuentro en este lugar, con mi amigo Alex. Es el billar más concurrido de la ciudad, lleno de gente que piensa solo en ganar, en divertirse y yo solo pienso en olvidar.

Llevo más de dos años entre estas paredes oscurecidas y luces neón, jugando, ganando dinero, cualquier reto que me ha llegado lo he vencido, con tal de no sentir el vacío que dejo mi último amor.

Hace dos años que Renata me abandonó y yo como he podido me he recuperado de no tenerla en las mañanas, de no sentir su aroma en su lado de la cama y abrazarla en las madrugadas, de esas noches de sexo maratónico, pero sobre todo extraño besar sus labios.

-Fer es tu turno, ¡despierta! – Alex me da un empujón y me saca de mis pensamientos. Yo me inclino a tirar la última bola para terminar el juego “La bola ocho es toda tuya" me dijo. Sin pensarlo, la golpeé demasiado fuerte y fue a caer a la mesa de junto, donde unas chicas jugaban.

Levante la vista de mi mesa y me sorprendí al mirar hacia el frente: cabello castaño claro casi rubio, ojos verdes con una mirada felina, piel lechosa, un busto precioso y un trasero espléndido que dejaba salir una tanga coqueta en ese pantalón de mezclilla a la moda.

-Yo…yo lo siento no…-mi mirada se cruzó con la de esa princesa y por unos momentos ella me miro a mí y solo a mí.

Se acercó hasta donde estaba yo y sonriendo me entrego la bola. Estaba tan cerca que podía aspirar su perfume.

-Lo siento tiré muy fuerte y…- volvió a sonreír y ahora más cerca. Sentí como mi corazón latía incontrolable mientras aquellos ojos me hipnotizaban.

-No te preocupes suele suceder, soy nueva en esto y llevo como cuatro caídas al piso- y se alejó a su mesa. La seguí mirando por todo el rato que se quedaron. Al irse volteó hacia la mesa que ocuparon... ¿Me miraba a mí?

Esa noche no deje de pensar en ella, todavía podía sentir cuando me acarició la mano accidentalmente al darme la bola, aun sentía su aroma y tenía miedo de no volverla a verla.

Pasaron las semanas y no se aparecía, en mi mente llegó a ser una imagen borrosa.

Un día mientras acomodaba el tablero y esperaba a Alex miré hacia la puerta como en las demás semanas y ¡allí estaba ella! Tan bella como siempre, más sexy que nunca y lo mejor era que la única mesa desocupada era la de junto. Parecía que al caminar las demás mesas la miraban pasar. Sonriendo como antes, se dirigió hacia a mí y me dijo.

-Hola ¿y tu amigo?-

-A… ¿Alex?- titubeé un poco mientras ella me miraba fijamente y luego miraba hacia donde estaba él.

-Hola Astrid, ah mira Fer, ella es Astrid le voy a enseñar a jugar

-Si, jeje es que soy pésima, hola Fer gusto en conocerte

-El gusto es mío- dije sonriendo y dándole la mano. Un escalofrío me recorrió al tomar su mano, tan suave, delicada como de princesa.

Ese día platicamos y jugamos los tres hasta que cerraron el lugar. Era una rutina maravillosa y como eran vacaciones nos la pasábamos todo el tiempo allí hasta que un día llegue más temprano de lo común y recibí un mensaje de texto a mi celular de parte de Alex diciéndome que no podía ir ese día que yo me encargara de su "alumna". No terminé de leer el mensaje cuando llegó Astrid. Le explique lo que paso con Alex y ella dijo que estaba bien.

-Bueno ¿Qué te gustaría practicar hoy? Ya sabes casi todo-y ella acercándose a mi oído me dijo

-Quisiera saber cómo hacerle para que mi bola brinque mejor, la verdad es que Alex se cansó de enseñarme- yo puse en la mesa la bola blanca, una bola rayada y una lisa delante de esta.

-Muy bien, toma tu taco y pon tu vista directa hacia la parte baja de la bola blanca, tienes que brincar la rayada y pegarle a la lisa ¿OK?- se inclinó un poco y yo al bajar la vista note su tanguita negra preciosa.

- ¡No, no puedo!-dijo haciendo pucheritos, yo me sonreí un poco y me puse atrás de ella tomándola de sus manos y sujetando el taco me incline con su cuerpo hacia la bola blanca, mi respiración casi se cortaba al sentir su cuerpo tan junto al mío.

-Golpea duro hacia abajo- ella golpeo y al fin la había brincado, golpeando a la bola lisa y metiéndola a la buchaca.

-Lo hice… ¡lo hice! ¡Viva! Gracias Fer!- me abrazo fuertemente y yo casi sin aliento también la abrace tocando su cabello, oliendo su cuello en solo esos dos segundos que pasaron.

Al momento de separarnos del abrazo quedamos a unos centímetros de nuestras caras y rápidamente desvié la mirada. No podía estar enamorándome…no ahora.

Pagué la cuenta y salí corriendo hacia el estacionamiento, estaba lloviendo y no me importó, corrí lo más que pude pero el piso estaba tan resbaloso que hizo que me cayera de frente golpeándome la cara.

Astrid pudo alcanzarme y al verme se ofreció a llevarme a mi casa. Con el dolor y lo mareada que me sentía le di las indicaciones y al llegar ella abrió la puerta.

- Dios mío Fer ¡te estas hinchando más! ¿Tienes algo de hielo para tu cabeza? me sentó en el sofá y yo apenas pude contestar

-En el congelador tengo una bolsa de carne - dije sintiendo mucho dolor y cayendo en un sueño profundo. Al despertar sentía menos hinchada la cara, pero muy fría por la carne. Astrid estaba sentada a mi lado y veía fijamente la foto que tenía en el cajoncito junto al sofá en el que estábamos sentadas y la tomo entre sus manos.

- Es muy bonita… ¿Es tu novia?- la miré unos segundos y después mire hacia la foto, en ella Renata estaba en la puerta de nuestro apartamento, sonriendo, seguí mirando la foto y le respondí.

-Es mi exnovia…ella murió en un accidente-mis ojos seguían viendo la foto, habían pasado dos años y aun dolía.

-Yo…lo siento mucho Fer, no sabía- Astrid dejó de hablar cuando vio que unas lágrimas me empezaron a salir y me abrazó, yo empecé a descargar lo que en dos años no hice, yo amaba a Renata, aún recordaba cuando me llamaron avisándome que había tenido un accidente, un alcoholizado se había quedado sin frenos y había chocado de frente contra ella, cuando corrí al hospital me dijeron que no había esperanzas, que murió instantáneamente, en el funeral no lloré y después de su muerte, me encerré en mi mundo y por unos meses no salí del apartamento. Me descargue totalmente con Astrid, llore hasta que me canse y me quede dormida en su pecho. A la mañana siguiente me sentía muy descansada y mire a la princesa que me tenía protegida en sus brazos. La miré un rato hasta que ella se despertó y sonriendo preguntó que si me sentía mejor y yo le di las gracias por haber estado a mi lado.

- Astrid ¿Por qué haces todo esto?- sus ojos se tornaron de un color más vivo y sus mejillas se ruborizaron

- Me gustas…Sé que no es el mejor momento, pero desde la primera vez que te vi quise conocerte, por eso le pedí a Alex que me enseñara y también le pedí que me dejara un día sola contigo, sé que no debí pero yo…-no le deje seguir hablando y la besé, probé los dulces labios, que me había sacado de mi encierro y ella tomó con sus manos mi cuello apretándome más a su cuerpo. Me transporté a un mundo de fantasía con ese beso, por fin había vuelto a ver el mundo diferente y cuando abrí los ojos ella estaba mirándome con ternura, yo la abrace poniéndola en mi pecho y le dije que yo también sentía algo por ella, que tenía miedo y por eso no le había dicho nada y ella me contesto dándome un tierno besito y diciéndome.

-Sí, pero ahora estamos juntas y no me iré de tu lado Fernanda- sonreí y no la solté jamás.

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