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27.3 Con Lorian en Versalles

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Realizo una llamada a Alan para decirle que no vayan a recogerme a la estación, cogeré un taxi que me lleve a su casa, nos saludamos pero me pide que llame a Lorian y eso hago.

El taxi coge la Av Foch y en unos momentos estoy llamando a la puerta, no tengo llave de la casa y en el portal no ha hecho falta porque estaba el portero, tuve que dejársela para que la tuvieran ellos. Me abre la puerta Lorian, vestido con unos pantalones flojos y atados con un cordón sobre la camiseta rosa que lleva, me abraza, nos fundimos en un prieto abrazo y me besa en una mejilla, en la otra, ¡ay!, estos franceses. Vamos a la cocina, no veo a Alan.

-¿No ha llegado Alan aún?  -le pregunto descuidado y me parece que evita una respuesta inmediata.

-¿Qué habitación quieres ocupar, la de Nico o prefieres otra?  -pregunta curioso, ni yo lo sé.

-Es lo mismo, si no está él es igual donde duerma.

-Como siempre usas su habitación creo que es lo mejor que puedes hacer, te llevo la maleta.  –voy tras él, cuando abre la habitación pienso en que esa enormidad de cama para mí solo es demasiado, y la habitación tiene más metros que mi estudio entero.

-¡Jolines!, ¡qué diferente parece sin él!  -mientras coloco mi ropa se sienta sobre la cama y me mira y me pregunta sobre Evans, la disco, los chicos y le cuento lo que viví el otro día con Evans.

-Es una persona estupenda, si él no nos hubiera ayudado a Alan y a mí, no se lo hubiera podido ser de nosotros.  –se queda pensativo.

-Tienes razón, es un amigo magnífico, yo también tengo  buenos recuerdos de él, todo lo que recuerdo es bueno.

-Tengo comida para cenar, ¿te apetece salir  a dar una vuelta y comer algo en algún bar o nos quedamos en casa?  -le miro y sonrío devolviéndole la pregunta.

-¿Tú qué prefieres?  -le hace gracia mi respuesta y emite una risita.

-Nos quedamos en casa, voy a preparar algo.

Lorian come tan poco como yo y lo que ha preparado queda en los platos, lo recoge todo mientras yo preparo un té para mí y me pide que también para él lo prepare.

En el salón encendemos la televisión y la ponemos con el sonido muy bajo, estamos sentado en la misma butaca y cuando terminamos de beber la infusión se tumba y coloca la cabeza sobre mis piernas, gira la cabeza hacia mí y me mira pidiendo mi aprobación, es lo que le he visto hacer en alguna ocasión con Nico o Alan, peino su cabello y vuelve a mirar la pantalla, así estamos un tiempo y de pronto comienza a hablar.

-Alan ya no vive con nosotros.  –habla muy lentamente, como si le costara explicarse.  –Ha encontrado un amigo y se ha ido a vivir con él.  –le interrumpo con mi pregunta.

-¿Lo sabe Evans? –lo estoy preguntando y tengo la seguridad de que es así.

-Claro que lo conoce, se lo ha dicho Alan antes de cambiarse, espero que el domingo venga para estar con nosotros y pasar un rato.  –como parece que no quiere darme más información, sujeto su hombro para que se levante.

-Voy a ver qué medios de transporte tengo para ir mañana a Versalles.

-Puedes llevar el coche de Nico, está en el garaje.  –hago un gesto de negación.

-Prefiero ir en tren o autobús, para estar más tranquilo.  –miro en internet y parece que hay un metro-tren, o algo parecido. Tengo una estación en Trocadéro, al final de la Av Raymond Poincaré, muy cerca de Foch y en una hora me lleva hasta Versalles.

-Lorian, voy a tomar una ducha y me voy a la cama, buenas noches.

-Buenas noches Daniel y espero que descanses.

Tomo la ducha y me meto en la gigantesca cama, estando entre las sábanas llamo a Nico para informarle de que he llegado bien y un poco enfadado pedirle explicaciones por no haberme dicho nada sobre Alan. Se disculpa diciendo que fue para no preocuparme.

Cuando estoy a punto de dormirme noto la presencia de Lorian a mi lado, de pie en el lateral de la cama.

-¿Puedo dormir contigo Daniel?  -no salgo de mi estupor.

-Pero Lorian…  -sigue en pie sin moverse, antes de que le conteste se ha tumbado a mi lado.

-Lo siento, es una casa tan grande y además estaremos mejor en una cama, si a ti no te importa.  -¡Oh, Lorian!, se le ve tan tierno y solo.

-Ven, ven aquí, anda metete en la cama. -salta como un niño sobre el colchón rebotando sobre él para poder correr la ropa y se mete a mi lado, se cubre hasta la nariz.

-Gracias Daniel.

-Buenas noches Lorian. –me vuelvo para darle la espalda, se aproxima a mí y pasa su brazo por mi cintura.

-Que duermas bien…  -poco después ronronea como un gatito dormido y a mí me encanta el calor que despide y me llega, haciendo que yo también caiga en el sueño.

*********

 

Sábado

Cuando despierto Lorian continua durmiendo, está en el borde de la cama cubierto de pies a cabeza mirando hacia el otro lado, me levanto con sigilo y me voy al baño procurando no hacer ruido, cierro la puerta y me voy preparando.

Cuando salgo del baño está sentado en la cama, despierto.

-Buenos días Lorian, te veo descansado.  –gira los ojos como si estuviera asombrado.

-Hacía días que no dormía así, desde que se marcharon Nico y Alan, ¿a qué hora piensas marchar?

-No quiero llegar tarde, no voy a ir solo a comer, quiero hablar con ellos, o sea que marcharé pronto y hay una hora de camino.  –dejo caer la toalla y me coloco un slip, Lorian no se pierde un detalle.

-Tienes un cuerpo muy bonito.  –y sin descansar, sin parar enlaza una frase con otra.  –¿Puedo ir contigo a visitar a tus amigos?  -le miro un momento, no creo que haya problema.

-Puedes venir, tendrán comida para uno más y si no es así repartiremos lo que haya.  –salta de la cama y grita jubiloso.

-Ahora mismo me preparo.  –sale corriendo de la habitación hacia la suya.

Cuando estoy en la cocina preparando el desayuno, buscando entre lo que hay aparece radiante Lorian.

-Déjame a mí que ponga yo el desayuno.  –lo que yo no encuentro él lo halla en el momento, tienen naranjas y exprimo cuatro mientras él prepara las tazas con la leche en el mostrador de la cocina.

Una hora más tarde aproximadamente, sin darnos prisa, llegamos a Trocadéro, emprendemos el viaje y vamos en silencio, para romperlo intento entablar conversación.

-¿Está Alan contento, es feliz?, ¿dónde se ha ido a vivir?  -no quiero preguntar más, ya tiene el hilo si quiere seguir la conversación, después de unos momentos habla.

-Creo que está bien, vive cerca de Foch, su pareja es un poco mayor y tiene tiendas de cosas viejas.

-¿Un anticuario quieres decir? –mi pregunta le sorprende.

-Sí, eso quise decir, la casa donde viven es muy bonita, como la de Nico o algo parecido.

-¿Y es feliz, se quieren?  -es lo que más me interesa. Se queda en silencio un momento como pensando la respuesta.

-El trabajo es muy duro Daniel, tenemos que hacer muchas cosas que no queremos y su pareja es…, un señor muy bueno... No lo sé, la verdad es que Alan no cuenta mucho.  –nos interrumpe el zumbido de mi móvil, no podía ser otro que Rafael, su voz suena alegre.

-¿Te he levantado?, buenos días, ¿cómo estás?  -su voz suena rumbosa y se escucha música de fondo.

-Estoy en el tren camino de Versalles, con gente amiga, ya ves que no he necesitado tu despertador.

-¿Cuándo vuelves?, puedo ir a recogerte a la estación.

-Espero que no tengas la tentación de ir a buscarme, además no se a la hora que llegaré y tengo trabajo cuando llegue, ya hemos quedado para el martes, ¿recuerdas?, y ahora tengo que dejarte.

Nos despedimos y miro a Lorian que me observa algo extrañado.

-Es un chico español con el que voy a ir a nadar el martes.  –como sigue mirándome un poco raro continúo.  –Y si es un poco agobiante, a veces me fatiga.  –sonríe comprensivo.

La casa de la abuela de los niños está un poco distante de la estación, cogemos un taxi que poco después nos deja ante una cancela de hierro, en el número de la calle a la que le he ordenado que nos lleve, a través de los barrotes de la puerta se ve un jardín algo abandonado, el resto del cierre es de piedra con arbustos más altos que el muro.

Tocamos el timbre y tenemos que esperar unos minutos, hasta que nos abre una señora de mediana edad con un vestido a cuadros que se le ve a través de un abrigo que cierra sobre su pecho con las manos.

-Pasen, pasen, que hace mucho frío.  –vamos detrás de ella, yo creo que además del frío es la humedad reinante en el lugar lo que agrava la sensación de frialdad. Grandes y vetustos árboles desfilan por el muro de nuestra derecha hasta el lateral de la casa, entramos por una puerta que me parece de servicio y nos lleva por largos corredores hasta una sala donde está la anciana abuela de los niños.

Nos saludamos y tenemos que inclinarnos para besarle la mano, tiene un bastón a su lado y dudo que pueda levantarse por sí misma. Nos pide que nos sentemos mientras esperamos. Hablando me entero de que el lunes Daniel cumple su dieciocho cumpleaños.

Los niños han ido con su tío y sus primos y volverán en un corto tiempo, la sala se queda en silencio interrumpido por una lánguida conversación sobre Canadá y la posible independencia de Quebec que parece interesarle mucho, relaciona la situación de esa territorio con la de donde vivo yo hasta que llega un coche, se escucha el rechinar del guijo del jardín al ser pisado por las ruedas de un vehículo a través de la cristalera.

Me acerco al ventanal y les veo descender del coche, ¡cómo han crecido!, Nicolás está gigante, hace diez años era tan alto como yo y ahora está tremendo, su hermana continúa con su enmarañado pelo rubio que brilla cuando le da el sol, que consigue salir algunas veces cuando se lo permiten las abundantes nubes.

Realmente estoy nervioso, muy intranquilo, tengo que dar cortos paseos mientras les veo avanzar por el camino, vienen con su tío que me parece diferente de cómo era en Canadá y otros dos chicos de aproximadamente su edad.

Cuando entran en la habitación nos quedamos mirándonos, incrédulos de volvernos a encontrar después de tantos años sin vernos, aparte del aquella visita que les hice estando en Toronto, nos acercamos  tiendo la mano a Daniel, este se acerca y me abraza.

-¡Daniel, cuánto tiempo!  -siento sus fueres brazos estrechar mi espalda con una fuerza de oso, y luego Eveline se une al abrazo, me besa y se me humedecen los ojos, ella llora y Daniel nos abraza con fuerza rodeándonos a los dos con sus brazos.

Queremos hablar los tres a la vez y acabamos riendo porque no nos entendemos.

Estamos un rato largo abrazados sintiéndonos, y nos separamos para mirarnos y volver a fundirnos como si fuéramos uno. Nos presentan al resto de su familia y yo les presento a Lorian, Eveline le mira hechizada, seguro que enamorada ya de un chico tan guapo.

En un aparte hablo a su tío, preguntando sobre alguna tienda cercada o centro comercial, quiero comprar el regalo a Rayhan, hay uno cerca al que se puede ir andando y tenemos tiempo hasta la hora de la comida así damos un paseo mientras hablamos. No olvido la nota que siento en mi bolsillo siempre que meto la mano: “Comprar a Rayhan un regalo por su cumpleaños, una gorra graciosa de granjero francés”.

-Mamá ha recibido tu paquete y me ha pedido que no me olvide de darte las gracias, todos los años te acuerdas de nosotros.  –Daniel camina a mi lado no se le ha corregido del todo aquel ligero estrabismo de un ojo, en realidad su padre también lo padece. Eveline  va del brazo de un primo suyo pero sin perder de vista a Lorian.

-No puedo olvidaros, sois mi familia canadiense y os quiero aunque no nos veamos todo lo que deseamos.  –abrazo con cariño la cintura de Daniel y apoyo la cabeza en su hombro, miro para arriba y encuentro su bonita sonrisa en sus gruesos labios rosas de niño aunque sea tan grande.

En un comercio miramos una gorra para el regalo,  les gusta a todos y mi Eveline se la prueba, a ella le sienta muy bien y le aporta gracia y simpatía a la cara, pero ella es una chica y la gorra es para un chico, tengo que confesarlo y cambia el modelo.

Aunque es más sería al ser de chico a ella le sienta muy bien, será por su rubio pelo, o por lo gracioso de su redondo rostro de labios más rojos que los de Daniel. Se la prueba también Daniel, le hace gracia como se ve. Imagino ya la gorra en la cabeza da Rayhan, intentando esconder los rulos de su rebelde y negro pelo.

Mientras miran otros artículos en las estanterías pido al dependiente que me ponga dos gorras en paquetes diferentes y envueltas para regalo. El camino de vuelta resulta desenfadado, Lorian simpatiza con la rubia niña y con sus primos y vamos bromeando de las posturas que Eveline pone.

La comida resulta una delicia, nos sirve la señora que nos abrió la puerta y la ayudan todos entre muchas risas y comentarios, y las horas pasan rápidas y se hace muy pronto de noche, nos tenemos que despedir, Sin que Nicolás lo vea le entrego a Eveline uno de los paquetes y le pido que se lo de a su hermano el lunes como regalo de cumpleaños, los chicos nos van a acompañar a la estación y en casa nos despedimos de su abuela y el tío.

Para despedirnos ya nos abrazan también sus primos, y sucede lo de siempre en las despedidas, quizá esta resulte más triste, todos tenemos en nuestras cabezas que es posible que vuelvan a pasar años antes de volver a vernos.

Durante el trayecto a París vamos en silencio. Llegamos a Foch ya de noche, yo estoy nostálgico y un poco triste, Lorian me propone salir para dar una vuelta y entonces le llama Alan para quedar mañana, va a ir a correr por el Bois de Boulogne, queda también cerca de su casa y podemos vernos en la parada del metro antes de entrar en el parque, justo en la Porte Dauphine y quedamos de acuerdo. Esto trastoca los planes de Lorian, tenemos que levantarnos temprano para ir a correr y entonces preferimos quedarnos en casa.

Hablo un rato con Nico contándole nuestro viaje y como Lorian me ha acompañado, mientras tanto éste prepara algo de cenar como ayer. Nico se muestra contento, ya está calculando los días que faltan para vernos, dos semanas más o menos, parece que tiene que adelantar algún día su viaje a Bilbao, están ultimando la preparación de lo que quedará como residencia de la familia de Gonzalo que irá con sus abuelos a pasar un par de semanas en Navidad.

Cenamos un poco, vemos la televisión un rato y antes de retirarnos vuelve a pedirme permiso para dormir en mi cama, no me opongo, ¿cómo voy a hacerlo?, y voy al baño a ducharme. Cuando salgo él está ya entre las sábanas, charlamos un poco sobre la visita a Versalles y Lorian se muestra curioso, tengo que explicarle como y de qué conozco a esos niños, los dos veranos pasados en su casa de Montreal y lo bien que me atendieron sus padres.

-Has tenido mucha suerte Daniel, has podido ir a Canadá y a muchos lugares que para mí son imposibles. –está girado hacía mi y pasa su brazo por mi pecho, lo tiene frío y me estremezco hasta que pasa y las dos pieles están a la misma temperatura.

-Es cierto Lorian, tengo mucha suerte, hasta mañana. -me voy a quedar dormido en un momento, no sabe que en mi suerte está también incluido él y tantas otras personas, se aproxima a mi buscando mi calor y compartimos el de ambos, somos los dos frioleros.

*********

 

Domingo

Me despierta el movimiento y la presión que siento en mi brazo, la voz de Lorian llamándome suena queda cerca de mi oído.

-Vamos Daniel, es un poco tarde. –no quisiera levantarme, he dormido como un niño pequeño, de un tirón y me siento tan a gusto y relajado. Salta al suelo y retira la ropa de cama.

-Venga, voy a lavarme los dientes y vestirme.  –no queda otro remedio y perezoso voy al baño, cojo unos pantalones de chándal de Nico que tengo que sujetar con firmeza en mi cintura, una chaqueta con capucha y voy a buscar a Lorian.

Cuando llegamos a Dauphine Alan nos está esperando, saltando para no quedarse frío, le veo más delgado y con ojeras, sin dejar de movernos pasa su brazo por mis hombros y yo por su cintura y seguimos corriendo.

-¡Daniel!, ¡qué alegría que hayas venido aunque sea para vernos y saludarnos!  -nos soltamos para correr sin estorbarnos.

Atravesamos el parque hasta llegar al Sena y trotamos por su ribera hasta el Golf du Polo, allí me detengo exhausto, qué mal me va lo de correr y a ellos les veo descansados, comparando con mi esfuerzo para poder respirar parece que salen de la cama en este momento. Lorian comienza a correr, Alan y yo vamos un momento andando.

-Alan te veo desmejorado, más delgado.  –hace una de sus muecas que enamoran.

-Son exigencias del guión, nada que no se pase en algún momento.

-¿Eres feliz?, ¿estás contento?

-¿Soy feliz?, claro que lo soy, la vida no es tan fácil para todos y cada uno tiene que vivirla como se presenta.  –su tono se ha vuelto un poco ácido, mi mirada se llena de tristeza y él lo nota.

-No puedo estar dependiendo de mis amigos toda la vida, Evans, tú, Nicolás, tengo que resolvérmela yo y lamentablemente solo lo sé hacer de esta manera.

-Lo siento Alan, no te recrimino nada, solo me interesa si eres feliz, es lo que me importa.  –se detiene y sus ojos se nublan de la humedad de sus lágrimas sin salir, y se echa en mis brazos y llora. Nuestro sudor nos funde en una sola persona, su llanto se vuelve convulso en algún momento y me rompe el alma. Unos metros más lejos Lorian nos mira. Se va calmando mientras acaricio su espalda y beso su frente empapada de sudor.

-No te preocupes Daniel, yo tengo mis problemas y todos los tenemos, los iré resolviendo y para que te quedes tranquilo, si que soy feliz, es un hombre bueno y necesitado de afecto, de alguien que le quiera y me lo da todo, lo que nunca he tenido hasta ahora.

No deseo forzarle más e insistir en lo que él siente, comenzamos a caminar antes de volver a correr, Lorian al ver que nos movemos comienza a correr de nuevo.

Cuando regresamos a Dauphine tenemos que despedirnos para ir cada uno a su casa, quedamos para la hora de comer en un restaurante que ellos conocen, ahora saben de París más que yo y me dejo orientar y llevar donde ellos quieran.

Me ha quedado un cierto amargor que me mantiene triste y pensativo, lo mismo que está Lorian, volvemos sin hablar a casa y cada uno va a su baño para quitarnos el sudor que nos corre por el cuerpo y prepararnos.

Me estoy vistiendo y suena el teléfono, lo había dejado sin sonido y noto que alguien llama al verle como vibra encima de la mesa.

-Rafael, ¿no vas a dejarme duchar?  -no saluda cuando descuelgo el teléfono, canta una canción, no contesta a mi pregunta, sigue cantando, sobre algo de que se encontró un chico que no le quería y causaba daño, tuve que sonreír primero y según avanzaba en la canción soltar la carcajada, bendita risa que me llegaba después de la tristeza que había sentido antes.

Comienza a reír él también y de vez en cuando vuelve a gotear una frase de la canción para que mi risa no pare.

-Te he dejado dos mensajes, ¿los has leído?  -no los he leído ni me he enterado de su llegada.

-Míralos, eran para animarte la mañana. ¡Por favor!, léelos, me haría mucha ilusión.

-Lo haré Rafa, ahora no puedo, no te das cuenta, estoy con gente y no puedo estar pendiente de ti continuamente.

-Lo sé Daniel, pero me alegro de haberte llamado, te notaba triste y al final te has reído y yo quiero que estés alegre, escuchar tu risa es para mí vida.  –me gusta sentirme querido, pero lo de Rafael es para impactar a cualquiera.

Nos despedimos, y una sonrisa boba flota en mis labios, ¡qué tonto soy!, me dejo llevar y emocionar por las palabras bonitas.

Lorian ya se ha preparado, le entrego la ropa de Nico que he utilizado, miro la habitación con la cama revuelta y coloco sobre ella mi pequeña maleta, voy a dejarla preparada para la tarde.

Salimos para andar y pasear, aunque hace frío se combate con buena ropa de abrigo, llegamos al restaurante donde habíamos quedado con Alan, nos está esperando en la zona de bar sentado en una mesa.  Si que ha cambiado, lleva ropas caras que logran hacerle resaltar más su silueta de modelo. Está solo, por un momento llegué a pensar que vendría con su compañero.

La comida transcurre hablando de naderías, contestando a sus preguntas donde se interesan por sus compañeros, no sacamos temas que nos puedan poner tristes, me atreví a beber media copa de vino, luego tomamos una bebida en el bar para poder seguir hablando sentados tranquilamente.

Cuando nos despedimos, llega el momento de las caras tristes y serias, en este momento con el agravante de estas fiestas tan familiares, también en Francia se celebran aunque no con la intensidad que en España.

-¿Donde vais a pasar estas fiestas? –Lorian mira a Alan.

-Lorian puede venir a mi casa, lo celebraremos fuera y si no le importa puede acompañarnos, y es lo que va a hacer.  Lorian no le responde pero aprieta su brazo. Yo por mi parte, ya les he dicho todo lo que voy a hacer en España o lo que pretendo ya que el programa que mi madre me ha preparado es muy amplio y de cosas que tengo que hacer sin remedio.

Nos despedimos y vamos a recoger mi equipaje, Lorian quiere acompañarme a la estación, dice que es para entretenerse y no me puedo negar, ni quiero.

Como tenemos tiempo cogemos el metro, la maleta no pesa y así pasamos más tiempo. En la despedida siento su inmenso cariño en el abrazo que me da.

-Alan es muy bueno Daniel, tendrá suerte, no te preocupes él es fuerte y Evans también. –sigue abrazado a mí un par de minutos pasando sus manos por mi espalda.

-Quizá no sean tan fuertes como aparentan, Evans no quiso decirme nada de esto.

Parte el tren y después de un rato de mantener los ojos cerrados y ordenarme no pensar, saco mi móvil, tengo mensajes pendientes, enormidad de mensajes y busco los de Rafael que me ha pedido que lea.

Primer mensaje:

“Eres una rosa que siempre se aleja, pero no puedes evitar que tu perfume me envuelva… Sonríe y alégrate la vida.”

Segundo mensaje:

“Quiero despertarte con mis besos después de velar tus sueños. Me recuerdas a la dulce primavera de Sevilla y la fragancia de su tierra que me envuelve y apresa llenándome de paz.”

Un torbellino de pensamientos llegan a la vez a mi cabeza, de las personas a la que quiero, de las vivencias y sentimientos últimos, y ahora se añaden los de este chaval, que es mayor que Rayhan, no mucho más, le calculo veinte o veintiún años, quizá veintidós.

Sus palabras me encantan, pero tengo un tétrico pensamiento, no quiero ir dejando cadáveres en el discurrir de mi vida por el camino, tengo la experiencia de lo mal que yo lo pude pasar en aquellos momentos de soledad, al apartarme de mis amigos y querer vivir solo mi dolor y mi tristeza.

Aunque es de noche tengo mucho que trabajar y preparar para la próxima semana, última antes de volver a casa. El frío se hace sentir en las calles de Lille, veo en un termómetro de la calle los dos grados de temperatura y en poco tiempo caerá más el mercurio, el invierno esta cerca y nos avisa de su fría llegada.

El paquete con la gorra que compré como regalo para Rayhan está un poco arrugado, lo  aliso y dejo depositado sobre la mesa alta, y trabajo hasta que decido llamar a Nicolás, la semana que viene volará a Bilbao para ultimar todos los detalles de su trabajo y luego volverá a Baqueira, la Navidad la pasarán allí.

Doy muchas vueltas en la cama hasta quedar dormido.

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