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29.2 Increíble comprensión

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Nico comenzó sus vacaciones el día 1 de Diciembre y no vuelve a París hasta el 11 de Enero, lo cierto es que son unas vacaciones espectaculares de largas. Al menos va a estar en Bilbao desde el día 30 hasta el 4, continuará unos días más alojándose en la casa de mis padres para trabajar en el estudio y con Carlos después de que yo parta para Lille. Su trabajo prácticamente ha concluido, se reducía a lo que concernía a la parte de la  vivienda familiar y sus ideas para conservar los salones originales.

Me levanto muerto de emociones dispares, después de prepararme acudo a la cocina de donde me llega el olor tan agradable del café de la mañana que mi padre habrá preparado para el desayuno de los dos, yo tomaré cola cao. Les beso con cariño y me siento a su lado, mi madre pretende levantarse para calentarme la leche, no se lo permito e introduzco en el micro ondas mi taza.

-¿A qué hora tiene prevista la llegada Nico?  -mi padre sujeta mi rodilla al preguntarme.

-A media mañana papá, voy a buscarle cuando desayune.  –los nervios me pueden y estoy inquieto, ellos lo notan.

-No te preocupes llegará sin problemas, ¿quieres que te acompañe?  -su pregunta despierta la risa irónica de mama.

-Por favor deja a los chicos, ya sé que tú también quieres que esté aquí… ¿qué vas a hacer tú con ellos?  -me pongo rojo, mi cara me arde.

-Tienes razón, ya le veré cuando lleguéis.  –mi padre me emociona, es increíble lo que han llegado a querer a Nico, tanto como me quieren a mí. Si supieran que es muy posible que sea la última vez que le van a ver, que todo dependerá de que admita, entienda y acepte la infidelidad de su hijo.

La historia se repite, y el daño que Gonzalo y Borja me produjeron, ahora yo se lo causaré a Nico. Razonando mi comportamiento me hace ser más humilde, y si aún quedará algún rencor en mi corazón lo perdone.

El tiempo no está muy frío, pero aún con calefacción dentro del coche tengo mi abrigo puesto, tiemblo ligeramente y salgo al frío del aire. Los pocos metros que me separan de la terminal de llegadas los realizo a paso ligero y antes de entrar al calor de la zona cerrada miro al cielo nuboso y gris, a los verdes montes lejanos, a la arboleda de la entrada, como si pidiera al entorno que me protegiera y acompañara en el duro camino de sincerarme.

Le observo desde la parte superior de llegadas, los pasajeros esperan a que la cinta les brinde sus maletas y se las ponga en sus manos, está, o a mi me lo parece, más guapo y atractivo que nunca, delgado con sus anchas espaldas, con una pose imponente mira hacia el ventanal inclinado, no sé si me ve pero coge su teléfono y oigo sonar el mío.

-Daniel, cariño, estoy aquí abajo.  –está saludando con su mano, él me ha visto pero no me ha notado efusivo y saludando.

Nos fundimos en un abrazo sin fin, sintiendo como se mueve nuestro cuerpo cuando apretamos nuestras brazos y me besa tiernamente, viene un poco rojo por el calor de los nervios y el sol de la nieve, yo estoy frío y blanco, como si mi sangre se hubiera congelado.

Dentro del coche come mi cara a besos y tengo que apartarle para que me deje ponerlo en funcionamiento, se sienta de costado como es su costumbre para observarme conducir. Llegamos a casa, los saludos se extienden, mis padres le abrazan, le preguntan por todo y él les responde feliz, le entrego su regalo que le gusta y se quita su chaqueta para ponerse el jersey, también le está un poco flojo pero me gusta como le sienta, yo estoy cansado y los nervios me traicionan.

-Mamá, no prepares comida para nosotros vamos a comer fuera, tengo que hablar con Nico y enseñarle algunas cosas.  -esto último lo añado al ver su cara de sorpresa, también Nico se extraña.

Mi madre no le permite que coloque las cosas de su maleta en el armario, cuando la abre le dice que podemos marchar, que ella se ocupará de todo, Nico se ríe.

-Déjame que al menos os de el regalo que os he traído.   -saca un paquete de la maleta y se lo entrega, mi madre nerviosa lo abre, lo mira extasiada, es un plato de cerámica con la flor de edelweiss grabada, blanca, cardosa y con los pétalos irregulares y tan largos, mamá se emociona, otro trofeo a añadir a los que tiene colgados en su casa de verano.

-Nosotros después de comer iremos a ver a tu tía y a pasar la tarde con ellos, volveremos a la noche.  –recuerdo que eso fue lo que dijo el miércoles cuando estuvimos a verles.

Paseamos por el parque en los montes próximos, está a media hora en automóvil desde casa. Hemos dejado el coche en el parking de uno de los restaurantes una vez encargada la mesa para comer, es una construcción de tipo caserío muy bonito que Nico observa con atención, defecto de su profesión.

La humedad del humus del suelo moja nuestros zapatos, Nico abraza mis hombros con su brazo al andar, nuestros pies al mover las hojas caídas de los grandes pinos y eucaliptus sacan a la superficie las setas escondidas, que desconozco si serán comestibles pero son descubrimientos que deslumbran, tesoros escondidos que brillan con la humedad, con gotas como rocío, me agacho para coger una de ellas, acariciar su fina y fría piel y olerla, se la ofrezco a Nico que la lleva a su nariz y aspira su olor.

-¿Qué es lo que me querías comunicar? Si me lo dices ya dejarás de preocuparte.  –sabe que tengo algo de lo que quiero informarle, además  me conoce muy bien y detecta cuáles son mis reacciones y estados de ánimo.

-No quiero que te enfades, aunque estás en tu derecho de hacerlo…, -me detengo y luego me dirijo a los asientos que hay al lado de los juegos de niños, Nico guarda silencio, ¡Dios mío!, como me conoce, sabe que lo que voy a decirle es algo grave y me lo indica lo fruncido de su frente.

-A pesar de todo, yo te quiero Nicolás, pero debes saberlo. -vuelvo a guardar silencio, se sienta a mi lado sobre el banco metálico, húmedo del agua que ha caído sin importarle mojarse, no me ayuda preguntando, calla preocupado por lo que pueda decirle, tengo que ser yo el que continúe mi iniciada confesión.

-He estado en la cama con Rayhan…, he hecho el amor con él…,  -tengo la vista baja mirando mis manos embutidas en los guantes, humedeciéndolos cuando toco el hierro del asiento nervioso. Me mira y no descifro su mirada, ¿de sorpresa?, ¿asombro?, ¿angustia y miedo?, no veo en ella enfado ni ira, solo una mirada aterida, congelada y perdida. Así permanecemos un rato, intenta coger mis manos y se las retiro, me aparto corriéndome en el asiento y empapando de agua mi abrigo.

-Pero…, pero no me habías dicho nada. –sus hombros se hunden, le tiemblan las manos que apoya en sus rodillas para calmar el temblor.

-¿Me vas a dejar? ¿Quieres decir que lo nuestro está acabado? -su voz suena casi inaudible y me sorprende su pregunta, me deja atónito y con la boca abierta.

-Nico, te lo estoy diciendo para que seas tú el que decida, el que me digas que es lo que quieres hacer o lo que deseas que yo haga, para que lo sepas, al menos quiero ser sincero. He sido yo el que te ha sido infiel y tú eres el que debes decidir.  –permanece un momento callado, sufro por lo que él pueda estar pasando en estos momentos, se pone en pie y me tiende la mano.

Caminamos ahora por un camino de asfalto, pasamos los asadores que están en el claro sin árboles, el calor de su mano sin guantes atraviesa los míos y me transmiten calor. Llegamos al cruce de carreteras, los coches pasan raudos hacia la urbanización que se ve en la ladera del siguiente monte, iniciamos el camino de vuelta, dejamos el pinar y bordeamos los eucaliptus, huele de maravilla, aspiro profundo y me sale sin saber el por qué una sonrisa amarga. Abajo, en el medio del valle, despegan cada pocos minutos los aviones. Nico con sus manos en los bolsillos del abrigo mira el húmedo paisaje.

-¿Antes te he hecho una pregunta?  -se a lo que se refiere y que yo he respondido con otra dejándola sin contestar directamente.

-No pretendo dejarte Nico, te quiero y deseo estar junto a ti, pero eres tú el que debes decidir si me aceptas como soy, yo acataré de buen grado lo que tú decidas, deseo que nos demos un tiempo, o que me lo des a mí, que seamos amigos sin compromiso alguno.  –no contesta de inmediato.

-Tampoco yo quiero que lo nuestro finalice, si puedo evitar que me abandones lo haré, te quiero mucho Daniel, yo te amo profundamente y para mí sería terrible el perderte.  –nos miramos intensamente en silencio, hay mucho dolor en él, comenzamos a andar para volver al centro del parque.

-Tenemos que hablar más sobre esto, no soy como tú crees.  –no me atrevo a mirarle directamente y fijo mi vista en el suelo

-Sí, hablaremos, tenemos mucho que contarnos, pero sabía que esto sucedería.  –se detiene un momento.

 –Eres increíble y estás para los que quieres, te conozco ya muy bien, pero no volverá a ocurrir algo parecido.  – Nico no entiende lo que le estoy intentando pedir.

-¿No te importa que haya hecho el amor con Rayhan, qué me haya metido en la cama con él?  -sé que es una persona de mente abierta, pero desconocía que fuera comprensivo hasta este extremo.

-Ha sido una vez, no es para rasgarse las vestiduras, yo he estado con más hombres y mujeres. –tampoco ha comprendido lo que ha estado sucediendo estas semanas de atrás.

-Ha ocurrido más de una vez Nico, he estado con él en más de una ocasión y volverá a ocurrir, no te puedo garantizar nada.  –vuelve a emprender el camino de subida, le sigo a varios pasos de distancia, repentinamente se vuelve, me mira disgustado.

-¡Joder!, no me digas que desde que marché has estado en la cama con ese crío.  –reemprende la marcha, le veo como aprieta sus puños, si me diera en este momento un puñetazo no me sorprendería ni podría reprochárselo. Llegamos otra vez a la zona de juegos, le sujeto agarrando de su abrigo, me siento un miserable pero debo de ser claro.

-Lo siento Nico, esa es la realidad…  -gira su cuerpo y estamos frente a frente.

-¡Joder Daniel!, cualquiera podría pensar que eres un puto vicioso.

-Igual es cierto que soy así…  -aprieto mis manos, las tengo ateridas  de frío y no las puedo mover, mi cuerpo tiembla y quiero pensar que es porque estoy helado.

Caminamos un rato en silencio, va delante de mí a unos pasos de distancia, parece que quiere estar solo y dar vueltas en su cabeza a sus pensamientos, la humedad ha calado mis zapatos y tengo los pies y mis manos que no las siento, intento quitarme los guantes también húmedos, mis dedos están blancos como el mármol, si me cortaran un dedo no sangraría, acelero mi caminar y le sujeto de la mano.

-Vamos a volver, nos estamos alejando demasiado.  –su mano a diferencia de la mía está caliente pero apenas la noto.

-Estás congelado, ven, ven aquí.  –abre su abrigo y me envuelve con él apretándome en su pecho y siento la suavidad del jersey que le he regalado. 

-Coloca las manos debajo de mis sobacos.  –antes las coge entre las suyas, las lleva a su boca y las hecha su aliento, permanecemos un momento abrazados, con mis manos en sus sobacos y el masajeando mi espalda acariciándola.

-Vamos, puede pasarte cualquier cosa, estás helado. –no me hubiera importado quedarme allí, abrazado a su pecho, sintiendo su protección, su fortaleza de roca y yo a su amparo.

No volvemos a hablar hasta llegar al restaurante, hace calor y se está muy bien, mis manos comienzan a entrar en reacción, ahora se me ponen rojas y los dedos me pinchan como si me clavaran alfileres, me duelen un montón. Mientras esperamos a que dispongan nuestra mesa, en la barra, pide dos tazas de caldo.

Nos aconsejan la comida que debemos comer, no le presto atención, solo miro a Nicolás, que asiente a lo que el camarero le indica y creo que tampoco le oye.

La comida se está enfriando en los platos sin que nos decidamos a ingerirla, es imposible pensar en comer, me mira muy fijo, con un amor imposible de describir pero que a mí me hace daño.

-Es igual lo que puedas hacer, te quiero y acepto tus condiciones, lo que tú quieras lo haré, pero come y dime como será a partir de ahora nuestra relación, ¿cómo la ves tú?  –pone la cuchara en mi mano y para animarme comienza a llevar la suya a la boca.

-Deseo…, si tú estás de acuerdo, que sigamos siendo amigos como hasta ahora, aunque pueda no parecerlo, yo te quiero y no sabes cuánto, quizá menos que tu a mí, o diferente, pero quiero libertad, que no haya compromisos.

-¿Podré ir a verte a Lille y vendrás tú a París?  -me mira y sonríe para animarme, parece que yo lo estoy pasando peor, o que él fuera el culpable.

-Pues claro que si, igual no con la misma periodicidad, pero quiero que nos visitemos, como hasta ahora, estoy muy bien contigo, luego ya iremos viendo como discurre todo.  –hablamos y hablamos y la comida queda en los platos ya fría. Del segundo plato podemos ingerir algo, pagamos la cuenta y nos vamos para casa.

La casa está vacía  y en silencio, mis padres no volverán hasta que pasen unas horas. Nos ponemos cómodos y vemos un poco la televisión, me acomodo a su lado y oculto mi cara en el peluche que es él embutido en el nuevo jersey. Paso mis brazos por su cuello y atraigo su cabeza, me baño en la franqueza y el dolor oculto en el fondo de su mirada.

-Bésame Nico, necesito que me beses y me perdones.  –sus labios se unen a los míos suavemente, vuelan los suyos rozando con suavidad los míos, los tiene ásperos, sus lágrimas gotean sobre mi cara y se unen a las mías formando arroyos que bajan hasta nuestros labios.

- Daniel, te quiero tanto. –suena como un lastimero quejido que apago apretando nuestras bocas, me siento sobre sus rodillas y le saco el jersey por la cabeza, acaricia mis hombros y sus manos bajan por mi espalda, saca mi camisa sujeta por la cintura de mis pantalones y sin desabotonarla la retira por mi cabeza dejando desnudo mi pecho, queda absorto mirándolo y apoya su rostros en él.

-Te necesito siempre.  –recorre con su boca besando mis pectorales, se entretiene en mis tetillas besando y besando, le aparto un poco para ir retirando los botones de su camisa hasta dejar al descubierto su pecho cubierto de vello, me arrimo para que se unan nuestros pechos y siento la caricia de sus pelos y el latido acelerado de su corazón, me vuelve loco como  acaricia mi espalda y mete sus manos por la cintura del pantalón introduciéndolas todo lo que le permite, me suelto el botón y bajo la cremallera para permitirle que acceda mejor, apoyo mis pies en el suelo y mis pantalones caen.

-Vamos a la cama, hazme el amor Nico. –se pone en pie y me coge en sus brazos, me sujeto a su cuello y así me lleva, la ropa queda esparcida sobre la butaca y el suelo.

Me deposita sobre la cama pero no me suelto de su cuello, no quiero que se despegue de mi, retira mis manos y desde arriba me observa, pasa su vista desde la punta de mis pies hasta mis ojos donde quedan fijos.

-Eres hermosísimo Daniel. –un  cierto rubor me sube a la cara poniendo rojas mis orejas y mejillas, tiendo mis manos hacía él.

-Ven Nico, por favor abrázame. –no llega a mis brazos, va a mis pies que acaricia y besa y sube por mis piernas dejando de lado mi virilidad a punto de explotar y se centra en mi ombligo, lo besa y lame a veces con fuerza y así pasa por todo mi cuerpo, lamiendo y besando, me tiene en la gloria y agarrándome fuerte a la sábana, extasiado del placer, abro mis piernas y se introduce entre ellas, quiero que me penetre ya, sin prepararme, aunque duela, pero no es ese su propósito, se coloca encima de mí con su polla lejos de mi entrada y me besa, lo hace como él solo sabe cuando quiere expresar todo su amor, con la dulzura de los ángeles que me enerva.

-Para, detente, déjame a mí.  –se desliza de mi y queda tendido a mi lado, imito por su cuerpo el recorrido que él ha hecho antes sobre el mío, en mi lamer quedan algunos pelos pegados en mi lengua, me gusta sentir la dureza de sus pelos en mi boca, muerdo sus abdominales y no puedo evitar oler, lamer su largo y jugoso miembro cubierto por el prepucio que deslizo con mis labios apretando, su sabor es hechizante y subyuga mis sentidos, la parte del frenillo con sus brillos metálicos y dorados me entusiasman y además es una zona que le excita y le lleva al éxtasis, cuanto la chupo envolviéndolo en mis labios.

-Métemela Daniel, quiero que seas tú, te deseo dentro de mí.  –dudo, pero tira de mis sobacos hacia él, abre sus piernas y acoge mi cuerpo entre ellas.

-¿Estás seguro?

-Sí, sí, te quiero dentro de mí.  –llevo mi mano derecha a mi boca  vierto toda la saliva que puedo y con ella acaricio su culo que se contrae con mi toque, le acaricio e intento meter mis dedos.

-No, no lo alargues, métela ya.

-Pero te a va a doler Nico.

-No importa quiero sentirla así.  –sujeta sus rodillas con sus manos y sobre su pecho, bajo un momento la mirada, su verga se ve impresionante y en el bosque de pelos que hay debajo resaltan sus testículos que reposan cerca de la entrada de su ano. Le voy a causar dolor, seguro. Sujeto con fuerza mi polla y la coloco en su entrada, suspira y cierra sus ojos.

-Venga, no tengas miedo.  –empuja su cuerpo hacia mí con fuerza, su ano se estira, siente el dolor y gira de costado su cabeza, muerde sus jugosos labios y vuelve a empujar hasta que la cabeza de mi miembro le penetra, miro su rostro atravesado de dolor con una mueca increíble de estar sintiéndolo todo.

- Nico, te voy a romper, es mejor que paremos.  –su respuesta no se hace esperar y con un violento movimiento, sujetando mis nalgas se la mete toda, crujen sus dientes y respira con dificultad, luego se queda quieto y espero que él tome la iniciativa. Al cabo de un rato me mira, le corren dos lágrimas por su cara, me inclino y le beso.

-¡Qué dolor!, pero te he sentido como entrabas y eso ha sido lo mejor, muévete poco a poco.  –poco después suspira de placer y gozo cuando entro y salgo de él, suelta sus piernas para acariciar mis costados, mi espalda y mis nalgas, abraza con sus piernas mi cintura, sus vellos me cosquillean, sudo entrando con fuerza y velocidad, él me ayuda moviendo sus caderas, su verga babea incontenible, lleva su mano a ella y se masturba mientras emite suspiros y quejidos, de repente comienza a salir semen de él como si fuera una fuente, se contrae y aprieta mi virilidad, la estrangula y no me puedo mover, le observo como gira su cabeza de un costado a otro y se le escapa la baba por las comisuras de su boca.

-¡Daniel!, ¡Daniel!   -tiende sus manos para que me acerque y cuando logra sujetarme me aprieta contra él bañándome con la leche que se esconde escurriendo entre el vello de su vientre y pecho. Luego me deja suelto acariciando mis caderas animándome a seguir entrando y saliendo de él, en dos minutos estoy a punto de correrme.

-¿Quieres que me vaya en tu interior?

-Lléname, dámelo todo.  –Nunca había visto a Nico en ese papel tan sumiso y entregado, casi siempre es dominante; unos segundos más tarde me vacío en él, en lo más profundo de su ser convulsiono y dejo toda mi simiente en su vientre. Me abraza y ríe gozoso, aprieta los talones de sus pies en mis nalgas llevándome hacia él. Permanecemos un rato así, abrazados, respirando entrecortados, yo quieto, él acariciando.

Descansamos los dos uno al lado del otro, cogiéndonos de la mano.

-No permitiré que me dejes, haré lo que tú quieras, lo que desees de mí, todo lo mío y yo mismo te pertenecemos. –estaba tan guapo tan erótico en su desnudez, su polla daba saltitos sobre su vientre, su glande se había ocultado bajo la piel del prepucio, acaricié su pecho,  me detuve en su tetilla y acerqué mi boca para besarla, chuparla más bien, enrosqué mi lengua en su aureola y mordí con suavidad su pezoncito, de su boca surgió un suspiro de placer, mi mano se deslizó para sujetar su falo, lo acaricié antes de llegar a sus testículos, los sostuve en mi mano, no cabían en ella, abrasaban de calor.

Fui desplazando mi cabeza hacia abajo y la apoyé de costado en sus abdominales, jugué soplando sobre los pelos de la base de su pene, Nico empujaba mi cabeza y supe lo que deseaba, envolví su cabeza sin descubrir con mis labios y chupé, un hondo gemido me permitió ver que iba bien y que le estaba proporcionando placer, me gusta que disfrute de mi cuerpo, de mi boca, absorbía con fuerza hasta que su verga toma su máxima rigidez, juego con su glande un momento y sube su pelvis queriendo que la meta profundamente en mi boca, creo que domino bastante bien el proceso, puedo meterla toda y aguantar unos segundos sintiendo como raspa su glande en mi garganta.

-Fóllame, Nicolás, fóllame la boca.  -impulsa sus caderas bajando y subiendo, no hago movimiento alguno, solo le ofrezco mi boca y mi garganta para que disfrute lo que quiera, aguanta muy poco tiempo y se desploma, cierro mis labios abarcando su corona y chupo como desesperado hasta que siento en mi boca su sabor metalizado, me la llena con su esperma y no le abandono, continúo cobijándole, envolviendo su glande en su propio semen mezclado con mi saliva, dejando que escurra por su tallo, trago un poco y luego se la lamo, tiene muy sensible el glande y contiene mi cabeza para que le permita descansar entre suspiros ruidosos.

-Daniel, eres tremendo, delicioso, increíble, me has hecho disfrutar a tope.  –me conmueve y se me oprime el corazón de alegría por él, de verle feliz y satisfecho.

Recogemos el desastre del salón antes de que vuelvan mis padres y adecentamos la ropa de la cama, entre risas vamos al baño, me abraza y me limpia como si no hubiera pasado nada, me abraza por detrás metiendo su verga ahora dormida entre mis piernas.

-A pesar de aceptarte todo, me causa celos el que esto lo puedas hacer con otros, pero no importa lo que hagas, lo principal es que me quieras.

-Te quiero Nico, eso no lo pongas nunca en duda.  –besa mi espalda y su polla vuelve a animarse.  Me vuelvo, beso sus labios y acaricio su pecho, sus breves caderas.

-¿Dejamos algo para la noche?  -mientras hablo cojo su polla en mi mano, él primero sonríe y luego suelta la carcajada.

-Claro que si, para la noche…

Mis padres no han vuelto cuando abandonamos la casa, vamos al encuentro de nuestros amigos, donde hemos quedado con ellos. Llegamos al bar del Náutico, el que tienen al lado de los embarcaderos, han reservado una mesa, durante los saludos Al me interroga con la mirada, le hago un gesto de que todo va bien con mi cabeza y sonríe con alegría cuando abraza y besa a Nico.

Después de cenar me sujeta del brazo y me lleva tras él, hay una zona de transición antes de salir a la calle, recogemos los abrigos y salimos, el olor de pinturas y alquitranes es intenso, la zona donde reparan y hacen el mantenimiento de los barcos está cercana, abraza mi cintura uniendo nuestras caderas.

-Todo ha ido bien, se le nota que está tranquilo, lo has hecho muy bien y sin herirle demasiado, sabe que le quieres.

-Como tú me quieres a mí Al, nunca olvidaré aquella noche en Sevilla, cuando adivinaste mi necesidad de cariño y bueno…, me hiciste aquello, era mi primera vez y a partir de aquel momento todo fue distinto para mí. –suelta una risita y me aprieta contra él.

-No te cortes puedes decirlo con todas las letras, “te mamé la polla”. Estaba borracho, ¿recuerdas? Pero yo también necesitaba en aquel momento de alguien que me quisiera. Fue puro egoísmo por mi parte  -soltamos la carcajada en la fría noche los dos y le apreté contra mí.

-Podías haber sentido ese egoísmo otras veces. -continuamos riendo, olvidándonos del mundo y de todo, viviendo nuestros recuerdos.

-¿Me guardas algún rencor?   Ya sabes…, por lo de Gonzalo.  –va acariciando mi cadera con su mano.

-Tú le amas y eres mejor que yo, le haces inmensamente feliz, no puedo sentir resentimiento hacia ti, quizá agradecimiento y a veces un poco de envidia.  –cualquiera que nos hubiera visto podría haber pensado que estaba ante unos enamorados, y sin llegar a ese punto nos queríamos lo suficiente como para sentirnos muy bien el uno junto al otro. Gonzalo vino a buscarnos y nos encontró abrazados en nuestro camino de vuelta al calor del bar y los amigos.

Esa noche cuando recibí la llamada de Rafal apagué el móvil sin responderle, Nico no preguntó quién era el que me llamaba, llegamos un poco tarde y sin hacer nada, me abrazó uniendo nuestros cuerpos muy apretados, dándome suaves besos en mi cara. Antes de quedarnos dormidos sujeto con fuerza su mano que descansa sobre mi vientre.

- Nico, ¿estás bien?  -aprieta mi cuerpo y besa mi frente.

-No te preocupes por mí, no tengas miedo, lo de Marc no va a volver a suceder.

-Gracias por tu comprensión, te quiero Nico. –me siento protegido por sus brazos y pienso en la suerte de poder tener un amigo como él, mi cariño no ha disminuido en absoluto a pesar de lo pasado.

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