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Arrepentidos los quiere Dios (Capítulo 20)

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Capítulo 20

 

Darío esperaba a Margarita en el Antônio Carlos Jobim International Airport  de Río. Yo me quedé en la sala VIP en espera de acontecimientos.

--¡Qué preciosa venía! Pero ¡Oh Dios mío! Le acompañaba Raúl. ¡Vaya problema que se nos avecinaba!

Pensó Darío a toda velocidad. Si viene Raúl, señal inequívoca que no vendrá a reprocharle su actitud, sería absurdo desplazarse desde La Isla hasta Río para hacerle reprimendas. Por lo que se tranquilizó un poco ante este razonamiento.

Marga miraba y remiraba para todos los lados, como buscando a un fantasma. Pero como le indicó su padre que llevaría para la ocasión un traje de chaqueta cruzada de color azul marino, corbata granate y camisa blanca; y que era el cincuentón más guapo que distinguiría en el aeropuerto, no tendría dudas en localizarle.

Y así fue. Al verle, alzó los brazos en señal de júbilo, y con ellos abiertos se dirigió a su madre (ahora padre); le estrechó en un abrazo que hizo que se le saltaran las lágrimas.

Raúl había quedado unos diez metros atrás,  esperando una señal de su hermana.

--¡Papá... Papá..! ¡Qué alegría!

Por entre los brazos amarrados al cuello de su hija, Darío vio aquella sonrisa franca de Raúl, lo cual le indicaba que su hermana le había puesto al corriente de su aventura, y que lo había aceptado de buen grado.

Se acercó Raúl al ver que Darío se había percatado de su actitud, le dio un beso, y le dijo:

--¿Casi estás más guapo de hombre?

Lo cual le reconfortó de tal manera que se sintió  el hombre más feliz del mundo. Sus dos hijos, aunque no genéticos, admitían sin reproches su nuevo estado.

Pero ahora venía el verdadero drama. ¿Cómo se iba a tomar Raúl que yo, la Manolita de la que se enamoró locamente en La Isla, me iba a casar con su madre? (ahora padre)

Aprovechó Darío que iban a retirar los equipajes para ponerme sobre aviso. Pero no hizo falta; desde las cristaleras de la sala observé toda la escena; y fui yo la que decidió desaparecer, y que les diera la excusa de que por asuntos muy urgentes tuve que abandonar Río, e ir a mi país.

--Hijos; dijo Darío adoptando una actitud circunspecta: mi futura esposa ayer mismo se ha tenido que desplazar a su país por motivos urgentes e inesperados. Me pidió que le disculpéis, y que muy pronto os conoceréis.

--¿Es muy guapa, verdad papá? Dijo Marga como desencantada por la noticia.

--¡Guapísima hija! Pero no tanto como tú.

--¡Qué pena no poder conocerle..!

--Pronto la conocerás hija... ¡Muy pronto!

Raúl callaba, pero asentía a todo lo que hablaban.

Llegaron al hotel después de varias horas. Lo planeó Darío para que yo tuviera tiempo de recoger mi equipaje y liquidar la cuenta, ya que nos alojábamos en dos habitaciones de la misma planta, por lo que a ser dos facturas independientes, nos favorecía, y que los chicos no sospecharan nada

 Darío había reservado dos suites en la misma planta para sus hijos. Pero primero pasó por la suya; quería revisar como estaba después de la noche. Todo parecía estar normal

--Papá. Llamó Marga a Darío desde el baño.

--Dime hija.

--¿Todavía usas bragas?

--No hija. Por....

--Pues entonces tu novia se las ha dejado olvidadas en el baño.

Salía Margarita del baño con unas bragas rosas en las manos.

--Hija. No te extrañes, que soy un hombre con  futura esposa.

--Ya lo sé Papá... Es broma.

Raúl estaba en su habitación. Lo que le daba pie a contarle a Margarita todo el proceso; con Raúl delante no se hubiera atrevido a entrar en todos los detalles. Pero sucedió algo que le preocupó, aunque por otra parte lo veía lógico.

Seguía mirando a Marga con los ojos de su antiguo sexo, como si todavía fuera su madre. Y con ella se sintió mujer, no hombre en ese momento; ya que compartían siempre todos los secretos como los comparten las amigas. Y ahora no podía ser de otra manera.

Marga se dio cuenta de sus dudas, ya que era el instante donde todo iban a ser confidencias; y le dijo.

--Papá: cuéntame todo como si fueras mi mamá. Te será más fácil. ¿A qué sí?

--Qué maravillosa eres hija. Te confieso que sí, que como hombre me costaba describirte todos mis secretos...

--¡Ah! ¿Pero tienes secretillos ya?

--Alguno, alguno..

--Pues cuenta, cuenta...

--Pero tienes que prometerme que a tu hermano no le vas a contar nada.

--Te lo prometo.

--Te acuerdas de Manolita, ¿Verdad?

--¡Claro que me acuerdo! La que fue durante unos días en La Isla, novia de Raúl, ¿no?

--Y te acuerdas que te conté que tuvimos una relación lésbica.

--Sí, sí. Claro que me acuerdo.

--Pues mi futura esposa va a ser ella.

--¡Manolita va a ser la afortunada!¡No me digas..! ¡Qué sorpresa!

--Pero lo que me tiene en vilo, es la reacción de tu hermano cuando lo sepa.

--Creo que  Raúl ya la ha olvidado.

--¿Tú crees? Se le notaba muy enamorado de Manolita.

--Seguro que le ha olvidado; además, desde hace unos días ha formalizado relaciones con una chica de La Isla.

--¡No me digas! ¿Con quién? Ahora el sorprendido fue Darío (aunque en este momento era Adela).

--Con la hija menor de los Ortega Salvatierra.

--¡Vaya..¡ Nada menos que con Piluca de los Ortega Salvatierra. Me alegro por tu hermano, es una chica de lo mejorcito de La Isla.

--Eso le digo yo.

Entro Raúl a la habitación, muy resoluto.

--Quiero hablar con vosotras.

--Tú dirás, Raúl. Dijo Darío temiendo algo desagradable.

--Quiero decir, que, voy a contraer matrimonio con Piluca, la hija menor de los Salvatierra. Y...

--Me lo acaba de comentar Margarita. Y no sabes lo que me alegro por ti, hijo.

--Sabes, que esa familia no podría aceptarte como mi padre, ya que mi padre ha fallecido, por lo tanto sólo te pido, que, no interfieras en mi futura vida.

--Te comprendo perfectamente Raúl. pero... ¿Qué le vas a decir a tus futuros suegros de la Adela que ellos conocen?

--No te preocupes por eso. Ya se me ocurrirá algo creíble; y si alguna vez necesitas saber de mí, siempre hazlo a través de mi hermana. ¿Te parece bien Marga?

--Me parece perfecto, hermano.

 --Y a mí. Afirmó Darío.

--Raúl, si quieres no respondas. ¿Qué es de Manolita?  Pregunto Darío para calibrar que sentimientos todavía le quedaban sobre la mujer que amo en La Isla.

--Corramos un tupido velo en torno a "esa señora", Dijo Raúl con tono despectivo. Pero te deseo de corazón que seas muy feliz con ella.

Quedó Darío como el pedernal. ¡Cómo sabía Raúl que yo era su futura esposa! ¡Claro! ignoraba que había estado en Madrid, en "mi Casa", y que le habían informado que Manolita se encontraba en Brasil para casarse. ¿Con quién? La correlación no podría ser otra: con su madre ahora padre. ¿Con quién otro podría ser?

Comprendió Darío, que para Raúl yo ya no significaba nada, lo cual se sintió muy aliviado. Y si le  había pedido que no se entrometiera en su vida futura, tampoco Raúl se interpondría en la de Darío. Por lo que todo quedó perfectamente claro y despejado el futuro de los tres.

Me sentí muy contenta y satisfecha por un desenlace tan fácil. y que pensé que sería arduo y complicado. 

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