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Voyeur ( 2da. parte)

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De allí en mas, cada sábado por la tarde, cuando mis mujeres salían a hacer ejercicio, yo me ubicaba en mi mirador y vigilaba a mi vecino. Salía a correr temprano por la tarde y cuando yo comenzaba a vigilarlo regresaba al rato y se reunía con amigos y miraban televisión, mientras yo los escuchaba desde mi escondite. Imagino que la mayoría de sus encuentros sexuales los tendría de noche, pero algunas veces las visitas eran femeninas y un par de veces pude gozar del espectáculo en vivo y en directo. Otras veces, en cambio, solo pude escuchar los gritos y gemidos e imaginarme la escena, porque las pasaba por la piedra en el living.

Para colmo, desde aquella vez que le cobré a mi mujer la calentura, nuestras relaciones se habían enfríado. A ella le había parecido rara mi reacción, y yo no podía contarle porque me había excitado tanto. Conclusión: nuestras relaciones se habían espaciado bastante,lo que me obligaba a masturbarme cada vez que bajaba caliente del mirador.

Ese sábado me acomodé sobre los almohadones que ya había llevado arriba para no sufrir tantos dolores de estar acostado en un piso duro. Tenía mucho tiempo. Mi mujer había salido a caminar, y mi hija había avisado que se quedaría de una compañera hasta la noche.

Escuché a Ariel regresar de su rutina y entendí que estaba con una mujer en el living, y rezaba para que la llevara al dormitorio.

- Mira, yo no quiero problemas. Eres muy linda, pero no me gusta mezclar las cosas, se escuchaba que la voz de Ariel decía por encima de la música. La respuesta de la mujer no se alcanzaba a escuchar.

- Pero no tengo interés en ninguna relación seria, y no quiero reclamos. Otra vez la respuesta no se escuchó.

Resultaba claro que Ariel estaba tratando de sacarse de encima a su pareja, por alguna razón, y ella no quería ceder.

- Espera, espera, no hagas esto, no, no, se escuchó a Ariel.

- Mira, no soy de madera, dejemos todo así, insistió.

- Hmmmmm, como la chupas, perra, como la chupas.

Estaba claro que la hembra había decidido avanzar a pesar de los deseos de Ariel.

Nuevamente un susurro inentendible.

- Si, es grande y se pondrá peor, y me parece que vas a conseguir lo que viniste a buscar, dijo el macho cediendo en sus reparos. Y lo entendí perfectamente. Si una mujer me chupara la pija, sería imposible que no me la clavara.

- Pero vamos a un lugar donde estemos mas cómodos, dijo, y me puse en alerta. Por fin iba a poder ver todo.

Entró Ariel, con la bragueta abierta y su verga recta dura como una piedra, y tomada de su mano, una mujer.

La sorpresa me congeló. No era una mujer. Era mi mujer. Vestida con su ropa de gimnasia, que la hacía tan deseable.

- Quiero que sepas que jamás tengo nada con mis vecinas. No quiero problemas donde vivo, dijo Ariel dándose vuelta, y quedando de pie frente a Lorena.

- Pues yo quiero que sepas que es la primera vez que pienso en engañar a mi marido, dijo avanzando y tomando la verga con su mano. Noté que no podía envolverla por el grosor que tenía.

- ¿ Y no sospechara?

- No, salí a caminar y sabe que no vuelvo en un par de horas, dijo volviendo a meter la verga del macho en la boca.

- ¿ Y que te dio ahora por meterle los cuernos?

Sacó la herramienta de su boca y se limpió la saliva con el revés de la mano.

- Lo he notado raro. Me parece que me está engañando.

- ¿ Y de donde sacas eso? Preguntó el macho mientras se desnudaba.

- El otro día tuvo un comportamiento muy extraño. Estoy seguro que estaba pensando en otra mujer y quiso desquitarse conmigo, dijo Lorena sin dejar de masturbarlo.

Ariel ya desnudo la acercó a su cuerpo y comenzó a besarla en la cara y el cuello, dejando lugar para que mi mujercita siguiera con sus caricias.

- ¿ Y cómo se te ocurrió venir aquí?

- Hace mucho que veo a varias mujeres pasar por aquí. Es evidente que no tienes ninguna relación estable, y entonces se que esto será solo sexo, sin complicarnos la vida.

- Si no se entera tu esposo. Volverás a tu casa transpirada.

- Mi maridito jamás se imaginará donde estoy ahora. Y sabe que transpiro cuando salgo a caminar.

Ariel se separó y se sentó en la cama.

- Ahora te vas a desnudar para mí, y trata de que me guste mucho, vamos,le dijo.

Lorena se quitó lentamente su remera, desabrochó su corpiño, y las dos aldabas que tiene por tetas se bambolearon y quedaron allí apuntando hacia adelante. Se veían sus pezones excitados, como los vi varias veces. La muy puta estaba mas que dispuesta.

Luego se pudo se costado y se desabrochó las zapatillas, sin flexionar las rodillas, mostrando sus curvas sensuales al macho, que disfrutaba del espectáculo.

Cuando se quitó las zapatillas, metió los pulgares dentro de su pantalón de gimnasia y lo bajó lentamente, dejando a la vista una tanga negra de infarto, que nunca había usado conmigo. Se ve que esta situación no la tomó por sorpresa. Puta, puta y mil veces puta, pensé.

Por fin se quitó su tanga quedando totalmente desnuda parada frente a su macho de esa tarde.

Ariel se levantó y la hizo sentarse en el borde de la cama. Luego separó sus piernas y las levantó, haciendo que Lorena cayera sobre la cama. En esa posición, su boca buscó su sexo y comenzó a recorrerlo con su lengua.

- Ahhhh, papito, que linda sensación,hmmmmm.

Ariel siguió con su trabajo oral sin prisa, alternando su recorrido por su vagina y por su ano, mientras sus manos jugueteaban con sus pezones, pellizcándolos, magreándolos y acariciando todas sus tetas. El muchacho sabía lo que hacía, la verdad.

Mi mujer estaba totalmente entregada, y sin dudas por el morbo de la situación y sus fantasías, comenzó a correrse como hacía mucho que no se corría. Seguramente inundó la boca del macho con sus líquidos.

Ariel se levantó y la miró como acababa. Esperó que se recuperara y luego la tomó por los hombros y la hizo ponerse en cuatro sobre la cama.

Se acomodó a su grupa.

- Tu marido piensa que estás caminando, cuando en realidad vas a estar cabalgando, no yegua? Dijo mientras hundía la mitad de su verga en mi esposa.

Un sacudón indicó que Lorena la había sentido. Agachó la cabeza y se aferró a las sábanas. Se dio vuelta y lo miró.

- Hijo de puta, dámela toda, hasta el fondo, a ver si sos tan macho, le dijo con unos ojos cargados de lujuria y furia, como nunca la había visto.

Y Ariel le dio el gusto. La ensartó como si fuera un trozo de carne para asar. El gemido de mi mujer indicaba a las claras que le había llegado a lo mas hondo. Y a continuación, mientras se adueñaba de sus tetas, comenzó un pistoneo salvaje que solo una puta experimentada podía aguantar, y mi mujercita demostró que estaba a la altura. Le dieron como para que tenga. Yo no podía creer la manera en que la reventaban. No era humano.

Cuando ella empezó a acercarse al orgasmo, Ariel ya estaba a plena marcha.

- ¿ Te lleno, perra? ¿ te cuidás?

- Siiiiiii, llename cabrón hijo de puta, ahogame con tu leche, dijo mi mujer entrando a su segundo orgasmo de la tarde, y Ariel no se hizo desear. La ensartó hasta el fondo y comenzó a gritar con cada chorro que le daba. El cabrón la estaba vacunando de verdad.

- Ahhh, te siento. Que manera de acabar, bebé, me vas a ahogar, me vas a ahogar.

- Si no te cuidaras te hacía mellizos , perra, mellizos, dijo mientras seguía vaciándose chorro tras chorro.

Luego de un momento, ambos se aflojaron, cayendo rendidos sobre la cama. Yo estaba fuera de mí. Furioso por el engaño de mi mujer y el estilo de prostituta que tenía cuando cogía con otro. Y caliente por la escena que acababa de ver.

Ariel giró sobre la cama quedando boca arriba.

- Limpiamela, le ordenó, y mi mujercita, mi fiel mujercita, seria y hacendosa, que no podía ver nada sucio, se ve que tampoco podìa ver una verga sucia, porque puso manos a la obra, en realidad boca a la obra y comenzó a recorrerla con ganas y alegría.

Lorena no estaba preparada para lo que siguió. Y es que la verga de Ariel comenzó a endurecerse nuevamente. Al poco rato, ya no le entraba en la boca.

- Eso perra, ahora me la vas a chupar toda.

- es imposible. Es muy grande.

- Yo te voy a enseñar, dijo, y haciendo que la dejara, la obligó a levantarse. Se sentó en un sillón que estaba al lado de la cama e hizo que se arrodillara a sus pies. Entonces tomó su cabeza y lentamente se la fue metiendo. Lorena se agarraba de sus piernas tratando de frenar los embates del macho, pero este, hábilmente iba de a poco entrando mas y mas en su boca.

- Ahora respira por la nariz, le dijo en un momento y mi mujer le hizo caso, y de manera increíble Ariel se metió hasta el fondo, haciendo que sus huevos chocaran contra la pera de mi mujer.

- Sigue respirando por la nariz. En este momento te la metí hasta la garganta perra, y ahora la voy a sacar un poco, dijo, retirando la cabeza de Lorena, que hizo una arcada y volvió a respirar por la boca.

- Aghhhh, eres un animal, casi me ahogo.

- No me digas que no te gustó, dijo mientras su boca se apoderaba de la suya. Cuando la soltó, Lorena respondió.

- La verdad que sí, pero no estoy acostumbrada.

Le volvió a meter media verga en la boca. Y comenzó a masturbarse en ella, haciendo que su cabeza avanzara y retrocediera.

- A todo se acostumbra uno, yegua, como vos a saborear mi leche que hay te va. Disfrutala, dijo y de inmediato comenzó a vaciarse. Las mejillas de mi mujer se inflaron por la cantidad de leche que estaba recibiendo. Trató de escapar, pero Ariel no la dejó.

- Traga, perra, traga, le aconsejó y Lorena cerrando los ojos, comenzó a dejar pasar ese líquido viscoso y caliente por su garganta.

Todo estaba terminado. El concepto que yo tenía de mi esposa también. Había resultado ser una puta de esquina, que le encantaba que la cogieran de todas las formas.

Por fin, la sacó de su boca, limpia y reluciente.

- Bueno, creo que por hoy tienes bastante, le dijo.

- La verdad que estuvo muy bueno, dijo Lorena comenzando a vestirse.

- ¿ Te puedo dar un consejo?

- Si, Ariel

- Por las dudas, cuando llegues cogete a tu esposo. No vaya a ser cosa que quedes preñada y no puedas explicar que pasó.

- Te dije que me cuido,

- No te cuesta nada, perra, y le das una alegría al cornudo. Se buena, dijo sonriendo.

En ese momento me fui del lugar y bajé de mi observatorio. ¿ Sería capaz mi mujer de cogerme sin preaviso? La verdad que estaba furioso, pero también estaba muy excitado con la idea.

Me senté en el living a mirar televisión, impaciente.

Quince minutos después entró mi mujer. Se la veía cansada y transpirada. Pasó para el baño sin decir nada. Me imaginé que había ido a sacarse el gusto a semen que tenía en la boca, cosa que yo no sospechara. Al rato volvió y se sentó a mi lado.

- ¿ Qué estás mirando? , preguntó con inocencia.

- Nada. La verdad que lo prendí pero no hay nada que me guste.

Su mano acarició mi pierna.

- por ahí yo tengo algo que puede gustarte, dijo sin mirarme.

- Se te nota cansada, dije.

- Si, hice mucho ejercicio, pero ¿sabes? Siento que hay algunos ejercicios que me excitan dijo siguiendo con sus caricias.

- Me parece que hoy estas sacadita, no?

Me miró con lujuria.

- Muy. ¿ Porqué no vamos a otro lugar donde no nos molesten?

- No van a molestarnos. Dalma no vuelve hasta la noche.

Su mano llegó a mi verga que estaba dura como se imaginarán.

- Vaya que estás respondiendo rápido últimamente.

- Lo que pasa es que cada vez me calentás mas, dije sin mentir y recordando como la cabalgaba el vecino.

Rápidamente me abrió el pantalón y sacó mi verga, para comenzar a chuparla con desesperación. Se ve que se había quedado con ganas.

Yo, mientras las desnudaba, la dejaba hacer y gozaba.

Por fin, cuando la tuve desnuda de la cintura para arriba, hice que me soltara y la puse en cuatro sobre el sofá. Le bajé sus pantalones y su tanga hasta la rodilla, y así con las piernas juntas, empecé a tratar de meterle mi verga, que por la posición seguro que le dolía de verdad.

- Para un poco, que me desnudo, así no va a entrar.

Con un empujón le endiñé media verga y ella gritó.

- Si que te va a entrar puta, tu tranquila, que ya te metí medio manubrio dije acomodándome para seguir empujando.

- Animal,me vas a lastimar, espera un poco.

De mas está decir que no le hice caso. Seguí empujando hasta que se la tragó toda, y despacio comencé a bombearla con tiradas largas.

- Ayyyy, como te siento, me vas a lastimar, espera un poco, ahhhhhh, espera, espera.

- Traga y callate la boca, puta. Haz lo que mejor sabes hacer. Comete esta pija, le decía mientras la tomaba de los cabellos para afirmarme mas en mis incursiones.

Luego de unos minutos, se fue adaptando y ya no se quejó.

- La voy a sacar antes de acabar. Quiero regarte la espalda, dije con intención.

- Ni lo sueñes, cabrón, ni lo sueñes, quiero tus mocos dentro mío, y los quiero ya, dijo metiendo una de sus manos entre sus apretadas piernas y comenzando a sobarme los huevos.

La sensación de sus manos en mis bolas, era fascinante, y sentí como crecía mi deseo, hasta que por fin, me metí hasta el fondo y comencé a regarla con ganas, y gritando como un loco. Un poco por el morbo del momento, pero mucho por lo que había visto antes.

Esa noche acabé varias veces, y le llené la concha y la boca de leche a placer, y ella lo disfrutó y no dijo nada.

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