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Prostituta sentimental

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Como terapeuta sexual y de pareja he tenido que presenciar muchos casos que muestran el conflicto fundamental en el cual nos debatimos. Queremos exclusividad, la demandamos, la exigimos, la buscamos pero al mismo tiempo la violamos. Parecería que el ideal de todo hombre y mujer es tener una base afectiva/sexual segura (las ventajas del matrimonio y la familia son obvias), y otra no tan permanente y complementaria, pero altamente excitante: Pan y pedazo. La historia de amor y desamor que leerán a continuación es verídica:

Claudia era una mujer de 36 años que había desarrollado un esquema negativo de sí misma desde temprana edad. Más específicamente, un tratamiento a base de cortisona para el manejo de un asma infantil la había hecho engordar demasiado, afectando seriamente su autoimagen.

Se había casado a los 28 años con el novio de toda la vida, un joven profesional de buena familia, que la quería y respetaba. Al poco tiempo quedó embarazada y nació su único hijo. Casi de inmediato tuvo una severa depresión posparto, que la llevó a recibir tratamiento psicológico y a replantear drásticamente su vida. Fue cuando decidió terminar su carrera de administración y, de una vez por todas, bajar de peso. Un ejército de mesoterapeutas, dietistas y cirujanos plásticos hicieron de las suyas: un milagro de la ciencia moderna.

De esta manera, la agobiante percepción de sentirse defectuosa fue cediendo a una mayor aceptación de su cuerpo: "No recuerdo cuándo ni cómo ocurrió, pero un día cualquiera me miré al espejo y no me vi tan fea…. Me gusté. Aunque mi cara no era perfecta, mis curvas estaban muy bien…. Veinte kilogramos menos, unos pantalones ajustados y un buen escote cambiaron mi personalidad".

El motivo de la consulta era turbador: "Creo que soy ninfómana…. En los últimos seis años de matrimonio he sido infiel catorce veces, sin contar las locuras de una noche…. Me gusta llamar la atención…. Los primeros dos años de casada fui fiel, pero después, cuando empecé a trabajar y a viajar, perdí totalmente el rumbo…. Quiero portarme bien, no quiero seguir engañando a mi marido".

Cuando la conducta que hay que modificar tiene su origen en esquemas negativos de larga data, y además está mantenida por el placer, "querer" no es "poder". Se necesita la solución de lo que permanece oculto. En este caso concreto, la promiscuidad solamente era un síntoma de un problema aún no resuelto. Algunas personas siguen guardando una autoimagen corporal alterada, aunque la figura haya mejorado sustancialmente; como si el cerebro se negara eliminar el autoesquema distorsionado. El lado consciente de Claudia percibía positivamente el nuevo look, pero el lado inconsciente actuaba como si necesitara más elementos para convencerse. Tal como ocurre con el fenómeno del miembro fantasma, cuando pese a la pérdida de la extremidad la mente procesa la información como si la amputación no hubiera ocurrido.

Reproduzco a continuación una entrevista que resume la esencia del caso:

T (terapeuta): ¿Qué buscas con tus aventuras?

Claudia: Que los hombres pierdan el control por mí…. Quiero sentirme deseada, gustadora, exitosa….

T: ¿Crees que así es posible hallar el amor?

Claudia: No es eso lo que busco sino aceptación, atención, atracción…. No lo tengo claro.

T: ¿Sientes que tu marido te ama?

Claudia: Sí, mucho…. Pero no es suficiente…. Es un hombre encantador, me quiere de verdad y estaría dispuesta a jurar que me es fiel…. Pero no me basta, necesito más.

T: ¿Qué es lo que te hace falta?

Claudia: Soy muy sensible a las palabras cariñosas, a las mentiras que me dicen los hombres…. Me gusta creérmelas…. Si me endulzan los oídos hacen de mi lo que quieran…. Es como una droga, me emborracha, me pierdo…. Saber que los inspiro me hace sentir segura.

T: ¿Te crees todo lo que te dicen?

Claudia: Elijo que creer y que no, es como un juego.

T: ¿Y que te gusta oír de los hombres?

Claudia: Que soy espectacular, que les llamo la atención, que yo haría feliz a cualquier hombre, que soy sensual…. Y así….

T: Desear no es amar.

Claudia: Es verdad, pero como te decía, no me interesa y hasta me estorba adornar todo con sentimentalismos estúpidos.

T: ¿Qué tipo de hombre te atrae?

Claudia: En general los mas solicitados. Ésos que nunca pude tener. En mi adolescencia me daba vergüenza ir a bailar porque nadie me sacaba…. Deseaba un príncipe azul.

T: ¿Tu esposo no lo es?

Claudia: (Silencio)

T: ¿Por qué no te separas?

Claudia: Jamás lo dejaría…. No podría vivir sin él, incluso he pensado en tener otro niño.

T: ¿No te sientes mal siéndole infiel?

Claudia: Me da culpa tardía…. Es como si yo tuviera dos personalidades.

T: ¿Él no sospecha?

Claudia: No sé…. No, creo que no.

T: ¿Cuándo y cómo se acaban las relaciones con tus amantes? ¿Hay alguna secuencia especial?

Claudia: Sí, sí…. Cuando me empiezo a creer el cuento…. A los dos o tres meses comienzo a enamorarme o algo parecido…. Entonces los acoso, se asustan y se van…. Es una mala táctica. Otras veces después de acostarme con ellos siento una especie de rechazo…. Es la misma historia de siempre.

T: ¿Te has enamorado de los catorce?

Claudia: De alguno…. Recuerdo uno por el cual no sentí absolutamente nada. El más joven y el más buen mozo. No había energía en él.

T: ¿Y que haces cuando se rompe el hechizo y se alejan? ¿Te desenamoras, te deprimes, cómo lo manejas?

Claudia: Trato de buscar sustituto…. Si no lo encuentro rápido, me acerco a mi marido y a mi hijo…. Me regenero por un tiempo, me apaciguo internamente, me acerco a Dios.

T: ¿Qué peso tiene el sexo en todo esto? ¿No te apegas sexualmente?

Claudia: No, en eso me controlo mucho, solo con mi marido llego al orgasmo, con mis amantes siento placer pero procuro no llegar…. Una vez fui donde un sexólogo y no me sirvió. Podría vivir sin sexo.

T: Cuéntame de tu primer amante.

Claudia: ¿Con detalles?

T: Si, tal como recuerdes la ocasión en que tuviste sexo con el por primera vez, quiero saber cómo ocurrió, cómo fue ese primer paso.

Claudia: Lo conocí por internet y hablamos varias veces antes de encontrarnos por primera vez. Para el tercer encuentro planeamos ver una película, a las 3:30 p.m. Tenía ganas de verlo y estaba tan nerviosa que prefería sin duda ese ambiente tranquilo donde no tenía que mirarlo a plena luz ni contestar elocuentemente sus preguntas. No tengo idea cuando comenzó a gustarme y más aún cuando comencé a desearlo… pero allí estaba yo, temblando como una adolescente en su primera cita.

Nos encontramos a las 3:15 de la tarde en una esquina de la ciudad. Hasta ese día no nos habíamos tocado salvo el beso de rigor en la mejilla al saludarnos y despedirnos o un roce casual. Sin embargo ya habíamos hablado de acostarnos, no así escuetamente, pero la insinuación flotaba en el ambiente, ambos lo sabíamos y lo deseábamos. A pesar de lo anterior me fui para la cita inocentemente, sin pensar que ese día pasaría algo entre los dos, ni siquiera me cambié, mi sencilla ropa de trabajo no llamaba la atención aunque imagino que mi cara delataba muchas cosas.

Me saludó como siempre, con un beso en la mejilla pero lo noté diferente, fue completamente eléctrico, cargado de insinuaciones, ganas y deseo. Sentí en ese momento que ambos queríamos abrazarnos y besarnos en los labios pero no era el lugar, algún conocido podría vernos y eso no nos interesaba en lo mas mínimo. Había cosas mas importantes en que pensar.

Entramos a la sala de cine la cual parecía alquilada para los dos puesto que salvo unos pocos pares de desocupados era toda para nosotros. Nos sentamos hacia el centro y estuvimos conversando a medias unos minutos mas, y digo a medias porque yo apenas podía articular palabra, miles de frases se me agolpaban (lo juro) en la lengua, como si tratara de decir una palabra de la cual no me acuerdo. Me maldecía por ser tan tonta y solo podía pensar como me vería el en ese momento, en lo que podía pensar de mi. Cosa extraña, pocas veces en la vida me había importado lo que otra persona pensara de mí, hasta ese día… y justo me comportaba como colegiala, como cuando a los 14 años me gustaba mi profesor de música.

Me moría por decirle muchas cosas y por hacer otras tantas. Decirle que lo deseaba, que quería estar a solas con el y explorar nuestros cuerpos con besos y caricias. Quería besarlo en ese momento, aferrarme a su delicioso labio gordezuelo inferior, no podía esperar más…. Por suerte el me ayudó mucho acercándose un poco mas a mí, momento que aproveché para acercar mi boca a la suya. Me sorprendí a mi misma besándolo, nunca había dado un beso, siempre el hombre había dado el primer paso, pero me encantó propiciar ese momento mágico y eléctrico. Un corrientazo delicioso que no sentía hacía años recorrió todo mi cuerpo. Fue un beso tierno y sensual a la vez, nuestras manos se encontraron al igual que nuestras bocas que estaban felices de conocerse.

Después de ese largo beso vinieron muchos mas a cual mas delicioso. Si me pregunta la trama la película no se responder, trataba de concentrarme y no podía, trataba de poner fin a la situación y mi voluntad no respondía, parecía anestesiada con sus suaves labios, con su aliento, con las yemas de sus dedos en mis manos y en mi cara. Cada poro de mi piel lo deseaba, gritaba cuanto anhelaba sentirlo por completo y en privado.

Con la poca cordura que me quedaba me separé ligeramente de su boca, cosa que me costó muchísimo trabajo. Traté entonces de concentrarme en la película aunque un ojo estaba puesto en la pantalla y el otro miraba su perfil. Su mano que entrelazaba la mía se desvió entonces y comenzó un movimiento lento y suave en mi pierna. Sus dedos juguetones acariciaban la parte interna de mis muslos subiendo despacio hacía mi cada vez mas caliente cueva cubierta por el pantalón y un par de prendas mas.

Mi respiración cada vez era más agitada y el lo notaba por su codo en mi vientre el cual sentía las inevitables vibraciones de mi cuerpo bajo su mirada exquisitamente sensual y su cálida mano. Tímidamente me animé a acariciar una de sus piernas y luego suavemente su verga por encima del pantalón. Se adivinaba tiesa y ansiosa.

Odiaba la ropa que tenía puesta. Mi yo voyerista deseaba estar en falda, sin bragas, que me acariciara con sus manos directamente sobre mi piel y correrme ruidosamente delante de todos. Habría dado cualquier cosa por poder liberar su verga y acariciarla piel a piel o incluso darle una repasada con mis labios. Pero me contuve, quería ir mucho mas allá pero me sentía intimidada al saberme rodeada y a lo mejor observada. De haber estado en la última fila de seguro me atrevo a hacer algo loco pero al tener espectadores atrás mi educación y mis tabúes no me lo permitían.

Estábamos casi a punto de explotar cuando me hizo una pregunta liberadora aunque difícil de contestar dada mi condición de mujer casada. Me preguntó si quería seguir "viendo" la película o si me podía secuestrar. Sentí algo extrañamente placentero cuando dejó entrever su deseo sexual hacia mí, sin promesas, sin mentiras, sin daños a terceros ni a "segundos", solo sexo en su más pura e infinita expresión. Y en mi alma de débil niña, que escondo por ahí, eso me encanta.

Tardé en contestarle unos minutos que se me hicieron horas; sentimientos encontrados me invadían. Temía decir si, temía decir no y me quedé callada mientras pensaba y sopesaba las dos opciones porque cada cosa que hacemos siempre trae consigo una consecuencia. A la hora de la verdad dije que si tímidamente pues era lo que realmente deseaba. Y dándome un beso me dijo, vámonos antes de que termine la película. Y nos fuimos. Antes de salir nos besamos y acariciamos de nuevo en la puerta; de nuevo mi imaginación voló y casi le propongo hacerlo en el baño pero me contuve pues hay lugares más cómodos que un inodoro. Confieso que al estar ya en la calle me sentí presa del pánico, pensé incluso en salir corriendo como una loca y olvidarme de todo pero no fui capaz y no quería.

La habitación 404 nos esperaba y al saberme a solas con el mis miedos se disiparon por completo y me entregué a lo que estaba sintiendo. Como dice la canción, la culpa fue del primer beso, después de ese beso no pudimos parar y aquí estábamos, quitándonos la ropa el uno al otro lentamente, con el nerviosismo natural que se siente cuando se está con alguien por primera vez.

Estando semidesnudos empezó a acariciarme sin parar, a encenderme con sus besos en todo mi cuerpo. Sus ojos verdes me traspasaban. Minutos después el estaba acostado y yo de rodillas entre sus piernas con la punta de su magnífica verga en mi boca y mi mano tratando de acariciarla un poco mas abajo. Casi me daba miedo tocarla, la besé incuso torpemente y a pesar de todo pagaría por ver de nuevo la cara que puso cuando se la estaba chupando. Se incorporó y me besó en los labios. No recuerdo en que momento perdí mi ropa interior.

Me acosté a su lado, sus dedos se apoderaron de mi concha y sus labios de mis senitos. Deseaba sentirlo ya dentro de mí, y el como adivinando se subió encima y después de tantear un momento la entrada por fin me penetró. Que deliciosa sensación estar invadida por el, enchufada a su deliciosa verga, sintiendo todo el peso de su cuerpo. Nuestras caderas iniciaron un movimiento lento, buscándose, intentando acoplarse mas y mas, de manera rítmica. Mis extremidades se aferraban a su cuerpo acariciándolo, sintiéndolo más aún. En el espejo junto a la cama mis ojos recorriendo su cuerpo griego se entendieron, comprendieron y envidiaron.

Minutos después estallamos en una explosión de sudorosa sensualidad y calentura. Fue glorioso cuando se derramó en mi vientre. Luego con mi dedo índice probé dos pequeñas porciones de su delicioso néctar. Lo habría tomado directamente del envase pero siempre he preferido las bebidas frías. Esa tarde me sentí casi sensual y muy deseada.

Nos acostamos en posición fetal, yo le daba la espalda y así estuvimos conversando un rato sobre cosas que solo a los dos nos interesaban, acariciándonos levemente, casi con ternura diría yo.

Me fui a casa con su olor en mi piel y no quise bañarme al llegar. Fingí un dolor de cabeza ante mi esposo para que mi mirada y mis labios rojos de adulterio no me delataran. Me acosté acariciando mi vientre impregnado de su leche y recordando con una semi sonrisa clavada en mi cara todo lo que había pasado.

Resumiendo… él fue puro pecado, sexo del más exquisito en su más natural y peligroso esplendor. Me dejó loca, mirando para el norte... y para el sur, el este y el oeste también.

Es terriblemente masculino, entretenido, descarado y sexy. Como diría un viejo amigo de gusto cuestionable, me le serviría cualquier día de la semana….

T: ¿Ya te has acostumbrado a ser infiel? Veo que hablas con mucha tranquilidad del tema.

Claudia: No creo que uno se acostumbre…. La voz de la conciencia no lo deja…. Sin embargo, debo reconocer que hay cierto deleite en ser promiscua…. Cada nueva aventura es como si me recargaran las baterías…. Me siento más joven, la vida adquiere sentido y me veo mas linda.

T: ¿Realmente crees que tus conquistas te hacen más valiosa?

Claudia: Pues, mis "acciones" suben…. Mi ego se infla…. Para mí es muy importante, es como pasar en autoexamen, ¿me hago entender?

T: ¿No te sientes utilizada?

Claudia: Un poco, es de parte y parte, yo también los utilizo. Gajes del oficio…. Caramba, dije oficio ¿no?

Claudia estaba atrapada en una ambivalencia, era evidente. Su mente saltaba de un extremo al otro y su estado de ánimo también. Como la versión femenina del Dr. Jekyll y el señor Hyde, en ella habitaban la "buena" y la "mala", la santa y la fácil.

¿Por qué no era suficiente la aprobación y la aceptación de su marido, si ella decía amarlo? Para Claudia, la opinión de su esposo estaba contaminada por el afecto: "El me ve con los ojos del enamorado". El testimonio del cónyuge estaba sesgado y por lo tanto perdía validez. El verdadero reto estaba afuera, con los más bellos y codiciados, con los difíciles, con los que no la amaban. Y cuanto más competencia femenina existiera, mayor sería la victoria.

El negocio estaba hecho: sexo/gozo por romanticismo e interés transitorio. El cuerpo, a cambio de bellas palabras y algo de cariño.

En la mayoría de los varones que tienen sexo sin amor, la eyaculación viene acompañada de un efecto rebote. La atracción incontenible, que un rato antes cegaba su mente y alertaba sus genitales, se convierte de repente en desaliento y profundo fastidio. El imán se invierte y el sujeto sale despedido como alma que lleva el diablo.

Claudia no era ajena a esta falta de concordancia. Los finales tristes le enseñaban que era más deseable que querible. Curiosamente, cada conquista terminaba por corroborar lo que en verdad quería negar. La intención de desquitarse y compensar los viejos fracasos hacía que, inevitablemente, los volviera a ratificar. El resultado era una mente debilitada y anclada a los pormenores de una historia que hubiese sido mejor olvidar.

Claudia solo fue capaz de renunciar a su compulsión cuando aprendió a valorarse a sí misma, más allá de su cuerpo, de las conquistas y de los evaluadores externos. Cuando comprendió que la apetencia afectiva desmedida lleva a la insatisfacción, la infidelidad perdió funcionalidad. Con el tiempo y las terapias sexuales logró redimensionar su sexualidad, aprendiendo a disfrutarla y eliminando el significado mercantilista que ella le había otorgado. Hay cosas que no se pueden comprar ni vender.

 

"El hombre es fuego, la mujer estopa y viene el viento y sopla."

ANÓNIMO

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