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Terapia: Segunda parte

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Luego, que descansamos un rato le pedí que me cuente todo.

―Ahora esclava, cuéntame todo sobre mi madre

―Amo, su mamá está confundida. Sus sentimientos son confusos desde hace unos años y su líbido ha aumentado con la menopausia.

―¡Interesante! Puedo hacerte una confesión –mientras con mis dedos sobaba su panocha― estoy loco por mi madre y necesito que me ayudes a conquistarla.

―¡Amoooo, ah aha! Eso es incesto, sucio.

―¿No te pone cachonda? ¿Te da morbo? Te estás mojando cada vez más. ¿Eres sucia?

― Sí, soy sucia… ¡ah! ¡umhh! Coge a esta perra obscena.

―Entonces, ¿me ayudarás a conquistar a mi madre?

―¡Claro! Pero primero hazme correrme.

Al día siguiente el plan fue puesto en marcha en la sesión de mi madre. Por mi parte me puse a investigar en varias páginas y foros de internet, en algunos se decían que si se hace llegar a una mujer al orgasmo entra por un momento en trance y acepta cualquier orden que se le da (puede ser el motivo por el cual Silvana aceptó mis órdenes sin chistar) y en otro se afirmaba que hacerlo con la madre provoca mayor placer para ambos porque durante 9 meses fueron una misma persona.

El primer paso consistía en sembrar la idea en su cabeza por medio de mensajes subliminales y otro tanto más directos. En la casa abracé a mi madre de una manera muy cariñosa y le di un beso en la mejilla. Luego se marchó al consultorio.

―Cuéntame Marina, ¿desde cuándo tienes esos sentimientos hacia tu hijo?

―Todo empezó cuando Arturo iba a graduarse de la secundaria. Fue difícil escoger un vestido para la cena, porque no iba a bailar con mi esposo, por lo que no quería lucir sexy, pero tampoco quería parecer una abuela, luego de muchas vueltas en el armario encontré un vestido largo, con poco escote y sin mangas. Mi hijo entró:

―Te veo muy bien, mamá. Tú eres la más bonita de las mamás de la escuela.

―Por supuesto ―respondí con una risa. Me sorprendió porque vino y me dio un abrazo

― Te quiero, mamá. –yo estaba muy emocionada.

―Te quiero también, cariño –respondí.

Tuvimos un gran momento en la cena, Arturo parecía estar presumiéndome con sus amigos. Me sentí muy especial. Me hice una foto con mi hijo, pero mi hijo quería una foto donde estuviera sola. Dijo que quería una de mí para ponerla en su habitación y otra para su cartera. Pensé que era algo tierno de su parte.

Cuando llegamos a casa me dio de nuevo un fuerte abrazo y un beso y me dijo: “Te quiero, mamá” Estaba un poco sorprendida porque los niños de su edad no son cariñosos con sus mamás. A la semana imprimimos las fotos de la cena. La foto donde estoy sola la puso en un lado de su cama.

Comprendí que mi niño estaba enamorado de su madre. Era normal, me dije. Pero comenzó a aparecer mientras me estaba vistiendo a decirme algo sin importancia. Se trataba de una evidente excusa.

Un inocente amor a su madre es una cosa, pero el sábado siguiente, las cosas tomaron otro nivel: Yo estaba recogiendo la ropa sucia para lavarla, su puerta estaba cerrada y después de un momento abrió la puerta. Inmediatamente se fue al baño. Sabía que se había estado masturbando, podía oler el jugo caliente. Mi nene estaba creciendo. Entonces mi ojo capturó algo debajo de la cama. Era mi retrato, ¡pero me sorprendió más viendo lo que vi! Había esperma en toda mi foto. Lo toqué para asegurarme, todavía estaba caliente. ¡Mi hijo tenía más que un simple amor hacia su madre! ¡Se ponía caliente cuando veía a su madre!

Después de haber terminado con la ropa, me aseguré que mi esposo estaba viendo el partido en la sala. No podía dejar de pensar en mi hijo masturbándose con mi foto. Fui hasta el dormitorio, cerré la puerta con llave y comencé a masturbarme pensando en mi hijo. ¡El tema de la masturbación fue mi propio hijo!

Para empeorar las cosas, la relación sexual con mi esposo fue peor que nunca. Me dio un apretón, bam, acabó y se durmió. Todo lo que pude pensar fue en mi hijo.

Me encantó la forma en que me hizo sentir cuando pensaba en poner caliente a Arturo. ¡A su edad, debería estar caliente pensando en Natalie Portman o Avril Lavigne, no en mí.

Decidí intentar deliberadamente ver cómo reacciona él. Un día hice una muestra de querer alcanzar una almohada debajo del sofá dejando a la vista mi trasero. También comencé a usar ropa más sexy cuando estábamos solos en casa. ¡No sé lo que mi hijo pensaba, pero me ponía caliente!

Al poco tiempo ingresó a la universidad y para celebrarlo me invitó a cenar, la pasamos genial y sentí que nos estábamos enamorando. Sin embargo, me asaltaron las dudas. ¿Hacía lo correcto? ¿Hacía daño a mi hijo? A menudo tenía estos pensamientos aunque realmente disfrutara de la compañía de mi hijo. ¡La sociedad considera el incesto como tabú!

Luego, él se fue a la universidad. Yo me quedé con mi hija y mi esposo tratando de llenar el vacío en mi corazón. Hasta hace unos años que Pedro (su esposo) falleció.

―Sabes, lo que sientes es absolutamente normal. Tu hijo ha sido muy atento contigo y tu constante apoyo. Por eso tienes esos sentimientos encontrados. Pero hay una cosa, deberías dejar salir y no reprimirlas. ¡Déjate llevar!

―¡No está bien! Yo estoy preocupada por su futuro. Originalmente nuestros hijos estaban en lo más profundo de nosotras.

―Aceptarlos de nuevo en el lugar donde estaban. ¿Qué tiene de malo eso?

―Te leeré un fragmento de una paciente de otra institución extranjera que mantenía relaciones con su hijo: “Cuando él entra en mí mi cuerpo tiembla de felicidad.” –dijo la paciente. “¡Es incorrecto! Traumarás a tu hijo para toda la vida” –dijo el médico. “No importa. Me siento afortunada” –respondió. “¿a… afortunada?” –objetó el médico. “¡Claro! Porque ahora nos entendemos mejor que antes” –finalizó la paciente.

Pensamientos de la niñez de su hijo invadieron su memoria: Cuando tenía dos años y le dio flores, cuando le curó una raspadura al caerse. Busca siempre mi felicidad, pensó Marina.

Arturo, su hijo, estaba escondido en otra habitación y había escuchado todo.

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