Nuevos relatos publicados: 9

Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 58)

  • 5
  • 6.921
  • 9,38 (8 Val.)
  • 0

Capítulo 58

 

Lopetegui llama a una Comisaría de Barcelona.

 

--Comisaría del Distrito. Diga.

--Hola buenas, soy Lopetegui, Comisario de Madrid.

--¡Hola, buenos días señor comisario! Soy Peláez

--Ex comisario, Peláez, ex comisario, que me han jubilado.

--Para esta Comisaría siempre será el Comisario Lopetegui. Las huellas que dejó aquí en aquel caso tan complicado que resolvió, no se han borrado.

--Gracias a vosotros también se resolvió, Peláez. Avisa a Enrique, dile que es urgente.

--¡Hombre Lopetegui! ¡Cuánto bueno! Se te echa mucho de menos. Dime que se te ofrece, ya sabes que aquí se te aprecia.

--Poca cosa necesito Enrique. Que me digas todo lo que tengáis de un tal Ernesto de la Flor Campillo.

--Tardaré unos minutos, ¿dónde puedo llamarte?

Le dio mi teléfono privado; línea ajena a la centralita del Hotel.

--Te llamo en media hora máximo. ¿Qué tal te va el retiro, Lope...?

--Muy bien, pero echo mucho de menos la actividad.

--¡Venga hombre, venga! ¡Si yo pudiera jubilarme...! te llamo enseguida.

A los veinticinco minutos llamo Puig.

--Dime Enrique. y gracias por la celeridad.

--Toma nota de los datos del "pájaro".

Los datos tomados eran los normales de un ciudadano de a pie. Lo que le llamó la atención a Lopetegui, que en la sucursal número 0256 donde era titular de una cuenta corriente con antigüedad de 1987 con movimientos alternativos, hubiera contratado hace unos días una caja de seguridad.

En los tres últimos meses los movimientos de la cuenta habían sido frecuentes, y el último de fecha de 25 de Agosto, (hace seis días); por lo que el domicilio de Barcelona que constaba en los archivos policiales sería el habitual, al menos desde hace años.

La jugada parecía clara, todo encajaba como un puzzle. Al ser elevado su hermano Sergio al cardenalicio, lo grabado en la cinta se había convertido en una bomba de relojería. ¡Joder que fuerte! El cardenal de moda y la puta más famosa de España, amantes en un tiempo atrás.

En manos del partido de la oposición la cinta, (y que no había que dudar de su autenticidad), podía socavar los cimientos de PPP hasta derribarlos. ¡El partido que defiende la ética y la moral de los ciudadanos! ¡Vaya ejemplo que les da!

 --Manolita, el tema es muy delicado políticamente; judicialmente nada tienes que temer. A la Manolita de ayer, hasta le hubiera beneficiado "este culebrón", y a nadie hubiera arrastrado. Pero a la Alcaldesa de Los Alcores y miembro activo de la Ejecutiva de tu Partido, esa cinta os puede hacer mucho, pero que mucho daño.

--No me asustes Lope...

--Tranquila Manolita. El asunto es muy simple en su concepción, pero de efectos muy nocivos para vosotros.

--¿Qué vas a hacer? Estoy muy asustada, no por mí, ya me conoces, es por el daño que le puede  crear a terceros.

--Me lo imagino, me lo imagino. De momento, al Cardenal de moda, Sergio de la Flor le hunde, y suerte tendrá, qué no le excomulguen.

--Y al PPP, ¿qué le pasaría?

--Pues que pedería la credibilidad de muchos ciudadanos, y las próximas elecciones legislativas podría perderlas.

--¡Jo! y todo esto por acostarme con un cura.

--Manolita, ya no sirven lamentaciones; tranquila, que aunque sea lo último que haga en mi vida, te sacaré de este apuro.

--Lope...

--Dime Manolita.

--Desde cuando nos conocemos.

--Ya hablamos de esto otra vez. Si la memoria no me falla, desde el año 1965, fecha que me hice cargo de la comisaría del distrito donde estaba ubicada "tu Casa", ¿Por qué lo preguntas?

--¡Más de treinta años! ¡Madre mía! Por nada Lope, por nada.

Era tal mi agradecimiento a este buen amigo, que a pesar de haberme prestado tantos servicios, y hecho tantos favores personales, ¡jamás! se me había insinuado en demanda de pagos sexuales. ¡Milagros de la verdadera amistad!

Estuve a punto de ofrecerle mi cuerpo, no como pago de un favor, no, ¡juro que no! Era como una muestra de mi más sincero agradecimiento. Pero me di cuenta enseguida de que hubiera sido una rémora para esta amistad tan limpia y pura.

--¡Venga niña! Dejemos los sentimentalismos para otra ocasión. Mañana salgo para Barcelona.

--¿Y eso? Pregunté sorprendida.

--Para empezar a devolverle la jugada a este desgraciado de Ernesto.

--¡Qué bien, qué bien! Ha salido el policía que nunca ha muerto en ti. ¿Tienes preparada ya una estrategia, verdad?

--Sí, y te aseguro que va a ser tan sutil, que le va a dar por el culo su propio cipote.

--Pues pobre de él, apañado va.

--¿Qué quieres decir?

--Que cómo se de por el culo con su propio pene se lo revienta.

 Se rió Lopetegui, había entendido bien la metáfora.

--Antes de partir, pasa por caja, y toma el dinero que necesites.

--Con 250.000 pesetas creo que me bastarán.

--¿Nada más? No, no... Te vas a alojar en el mejor hotel de Barcelona, y como me figuro que tendrás que hacer algún sobornillo que otro, te llevas medio millón. ¡Faltaría más!

--Tienes razón, igual tendré que comprar algún tipo de información.

--¿Te vas a llevar a tu mujer contigo?

--No, no creo que quiera venir; se lo está pasando aquí de las mil maravillas.

--Mira, hablando de Roma, por la puerta asoma.

En ese mismo momento, hacía entrada Antoñita en el despacho.

--¿Se puede?

--Adelante Antoñita.

--¿Qué? Conspirando a mis espaldas.

--Sí, estamos estudiando la forma de matarte.

--Pues si he de elegir, que sea "a polvos", como se mata a las cucarachas.

Reímos los tres de su salida.

--Mañana voy a Barcelona para hacer un servicio a Manolita, ¿me acompañas?

--No querido, no. Ve solo, aquí te espero, y tarda lo que quieras en volver. Además tengo a uno de los camareros a medio ligar.

--Ten cuidado cariño, no sea que te vaya a hacer una barriga. Que se ponga condón.

--Sí, trillizos por lo menos.

--Os dejo con vuestros secretos, me voy a darme un baño.

--Se os ve un matrimonio muy unido, Lope. Antoñita parece una gran mujer.

--Si, afortunadamente nos llevamos muy bien.

(9,38)