Nuevos relatos publicados: 12

La excursión (completa)

  • 18
  • 15.205
  • 9,17 (29 Val.)
  • 2

Ese día habíamos madrugado más que de costumbre, porque teníamos que pasar por el chalet de Escalona a dejar a la abuela de Raúl y a su tía Ana. También a su padre, que había quedado en un bar del pueblo con unos amigos para ir de caza. Nosotros, por nuestra parte, habíamos organizado una pequeña excursión. Así que, la Galaxy iba a tope. Raúl al volante, detrás la abuela y su tía Ana, que llevaba a la Tula en brazos; y en segunda fila, es decir, atrás del todo: su padre, su madre y Laura con su último novio (Daniel), que la llevaba sobre las rodillas. Yo, era el copiloto.

Al llegar al pueblo, paramos frente al bar en el que había quedado el padre con sus amigos; y mientras cogía sus bártulos de caza y Ana dejaba que la Tula bajara y lo olisqueara todo, yo aproveché para entrar en el aseo… ¡que descanso!

Ahora, de camino al chalet, los de atrás iban más dicharacheros...

Raúl coqueteaba sutilmente con Dani, pero no creo que el machito se percatara de nada; y menos aún su hermana Laura, que vivía en los mundos de Yupi...

Por fin, llegamos a Nombela y dejamos a la abuela y su tía Ana, que insistían en que nos pasáramos a tomar café después de comer. No sé cómo que quedaría la cosa, porque mi atención estaba puesta en el novio de Laura, que bajó para estirar las piernas y se reflejaba en el retrovisor... ¡que rico está el condenáo!

La madre se despidió de la tía y subió con nosotros después de coger una cesta que le daba la abuela

- ¡Venga chicos! ¡vámonos!... ¡que vamos a llegar a la hora de comer!

Instintivamente, Raúl y yo miramos nuestros relojes... (ya eran las diez y media)

- ¡Joder, como pasa el tiempo!, dije, sin pensar…

- ¡Bueno, venga! que hace un día estupendo, vamos a bajar al río…

A las once y cinco encontramos un sitio paradisiaco, en el que pudimos dejar la Galaxy y prepararnos para descansar y comer tranquilamente (muy cerca del río). El sol lucía maravilloso... y yo me sentí lleno de vida.

Raúl y su madre empezaron a extender unas mantas encima de la hierba, mientras Laura y Dani organizaban las cosas para la acampada, yo cogí mis prismáticos y me acerqué al río…

- ¡José! si te vas a ir a dar una vuelta, no tardes mucho; que ya sabes que me jode tener que esperar para comer

- ¡Vale!... ¡Oído!…

Estaba mirando unas hormigas que iban y venían por un pequeño camino, que seguro que habían hecho ellas mismas... y, poco a poco, sin apenas darme cuenta, terminé de rodillas, entre unos arbustos, con mis prismáticos sobre un hormiguero tremendo…

Oí un chapoteo en el río, que se iba acercando, y levanté la cabeza para ver que era…

Era un rubio, barbudo y barrigón (con apariencia de cuarentón) que avanzaba tranquilamente por el agua….

Era evidente que el río este año llevaba poca agua, por lo menos en este tramo.

Enseguida oí unas voces que le seguían... y alguna risotada... y vi como avanzaba un tiarrón (y digo tiarrón, por lo bueno que estaba el cabrón), moreno, pelicorto, con barba de un par de días, con un torso de infarto y en calzoncillos blancos y mojados (que dejaban ver un gran zupo) y unas poderosas piernas... (no creo que llegara a los treinta) y encima guapísimo. A su izquierda iba un cincuentón con pinta de guarro y aún más gordo que el rubio, que no dejaba de salpicarle con el agua... (de ahí que llevara los calzoncillos muy mojados)

Procuré no moverme nada, para no llamar su atención y no le quité los ojos al buenorro, que seguía hacia delante mientras era sobado entre risas y bromas por el gordo cincuentón, que le echaba la mano al culo de vez en cuando y se la subía por la raja, en esos andares torpes por el agua.

Esta visión me puso burro del todo y me paralizó totalmente.

Oculto entre los arbustos de la orilla, seguí mirándolos mientras pasaban delante de mí; y según iban pasando, mi visión mejoró..., (¡uff! que culazo tiene el cabrón). Y por el comportamiento del gordo cincuentón, estaba claro que al chico le iba la marcha, ya que no dejaba de tocarle y salpicarle según subían por el río…

- ¡Esteban! −dijo una voz desde atrás … y giré la cabeza para ver a quien gritaba

- ¡joder, tío! esperad un poco, que estamos cogiendo unos juncos para llevárnoslos…

Era un chaval más joven que el buenorro (bueno, ahora ya sé que se llama Esteban, porque fue él quien volvió la cabeza).

El chico, les hizo una señal con el brazo, indicándoles un sitio bajo un árbol en la orilla opuesta y les gritó…

- ¡No tardéis mucho!

Los tres hombres cruzaron a la otra orilla y se situaron bajo la sombra del árbol. El rubio, sacó unas toallas de un pequeño macuto que llevaba y las colocó en el suelo, mientras el chico dejaba a pie de árbol el paquete que llevaba en la mano, en el que iban sus chanclas envueltas en los vaqueros y una camiseta azul. Con mis prismáticos podía verles perfectamente, pero debía cambiar de posición, si no quería perderles de vista. Me tenían palote...

Me aparté de la orilla y lleno de excitación me dirigí a una parte del río por la que se podía cruzar a la otra orilla sin que pudieran verme. Cuando crucé, fui bordeando el río ocultándome entre la maleza hasta situarme en un pequeño montículo desde el que podía verles perfectamente. Estaban esperando a los dos más jóvenes.

Tumbado en el suelo y colocado de forma, que el cincuentón quedaba con la cabeza a la altura de su entrepierna, estaba esa preciosidad, boca arriba y con las piernas recogidas y estaba siendo inspeccionado por el cincuentón que le hurgaba con las manos en el culo; mientras, el rubio le comía el zupo...

¡Uff! ¡que subidón!…

Que cabrones, como se lo montan… seguro que se lo follan.

Miré a mi alrededor y no se veía ni un alma. Todo estaba tranquilo. Y esos dos cabrones dándose un festín...

Volví a mirarlos…

El gordo cincuentón le estaba bajando los calzoncillos y el chico tuvo que subir el culo y levantar las piernas para que pudieran sacárselos; momento en que el rubio aprovechó para cogerle por los pies y dándole la vuelta colocarlo cabeza abajo, dejándole con el culo abierto, de par en par y expuesto para ser disfrutado por sus ávidas y golosas lenguas... que empezaron a devorarle sin ningún miramiento.

¡De repente! un ruidoso chapoteo irrumpió cerca del lugar y unas risas entrecortadas llegaron a nuestros oídos.

Los dos más jóvenes llegaron con juncos y preguntas para el cincuentón. Querían saber si podían ir a dejarlos en el coche y donde les esperaban para ir a comer…

- Mejor los dejáis en mi coche, les dijo el rubio… tiene el maletero más grande y lo llevo vacío. Y sacó las llaves de uno de los bolsillos de sus bermudas y se las dio al más mayor, luego le preguntó al cincuentón si se quedaban ahí o subían más arriba; y el cincuentón miró a su alrededor fingiendo que lo pensaba y dijo…

- Aquí estamos bien, pero no tardéis demasiado que tu madre nos espera a las dos.

- ¡Joder Esteban!, que poca vergüenza tienes… en pelotas delante de mi padre y mi tío… ponte algo coño, que los vas a pervertir...dijo el más joven. Y se echó a reír...

- ¡Anda, anda! dijo el rubio. Tan modernos y mira que cosas dicen… tu Esteban, ni caso, que ahora me pongo en pelotas yo también... ¡coño!... si no hay nadie por aquí.

- ¡Va! dijo el cincuentón, no les hagas caso a estos niñatos, si estás más a gusto en pelotas, pues en pelotas... yo, porque con este cuerpo no me atrevo, si no…

- ¡Vale!… no te preocupes Esteban, que no le decimos nada a mi hermana...

Y se volvieron a ir, llevándose sus juncos, río abajo…

Esteban continuó sin abrir la boca y se dio la vuelta; verle boca abajo era tremendamente excitante... lujuria en estado puro.

El cincuentón se quedó en la orilla, mirando cómo se alejaban los más jóvenes, y yo diría, que vigilando su marcha… pero el rubio se acercó al chico y empezó a darle lengua en el culo a base de bien; el cabrón se lo debía estar pasando en grande, porque se abría de piernas y movía el culo cada vez más. Al rato se acercó el cincuentón y les dijo que ya estaban solos. Así que los maduros colocaron al chico adecuadamente; de forma que el cincuentón pudiera comerle el culo a sus anchas mientras el rubio engullía su zupo… y así estuvieron un largo rato hasta que el rubio dijo que quería follárselo.

Entonces le dieron la vuelta para que el rubio pudiera disfrutarlo; y el rubio empezó a bombear con un ritmo frenético… el cincuentón, por su parte, se amorró a su zupo…

¡Que espectáculo!, ¡por supuesto que yo me estaba haciendo el pajote de mi vida!… ¡Puaff! ¡Que rico!

Cuando terminé de hacerme el pajote, me dejé caer sobre la loma en la que estaba escondido; y descansé unos minutos. Me encontraba agotado; supongo que por la tensión acumulada. Sin embargo, no podía evitar sentir curiosidad por ver lo que hacían esos tres. Me incorporé y volví a colocarme detrás del arbusto que me ocultaba; esos dos carcamales seguían follándoselo a saco. Ahora, era el cincuentón, el que, sujetándole la pierna derecha bien arriba, se la clavaba pegándole fuerte, mientras el rubio barrigón comía zupo. La cara del follado era todo un poema… y con la respiración entrecortada pedía más…

- ¡Dame más fuerte cabrón!... ¡fóllame a tope!

El rubio, abandonó el zupo por un momento, y empezó a comerle la boca, con verdadera ansia. Entonces, el chico bajó la pierna y saco el culo para sentir el rabo del gordo cincuentón, que se le iba y se le venía sin parar. Las embestidas habían aumentado el ritmo y el chico ayudaba moviendo el culo para que le entrara hasta el fondo…

Y, yo no quería que esto se acabara. Así que, empecé a pensar en la manera de poder seguir disfrutando del espectáculo. Miré mi reloj, y eran las doce y veinticinco. Me dejé resbalar por la loma en la que estaba agazapado y decidí volver sobre mis pasos a donde estábamos acampados.

Cuando llegué…

- ¡Joder!, ya estás aquí… ¡estás desconocido!, me dijo Raúl. Laura, Dani y mi madre se han ido a dar una vuelta (señalando en dirección a la carretera).

- ¡Pues, es que!, me duele una muela ¡mogollón!... y me gustaría que me acercarás al pueblo; a ver si en la farmacia me dan algo, porque ya no aguantó más…

- Bueno, llamaré a estos, para que lo sepan; y cogió el móvil…

- Mamá, que voy a acercar a José al pueblo un momento; que está con dolor de muelas y no puede más… si, a ver si nos dan algo en la farmacia… no creo que tardemos mucho, pero, si no estamos a las dos, no nos esperéis ¿vale?

Nos subimos en la Galaxy, y en cuanto salimos del área en la que estábamos, le dije a Raúl que buscara un sitio resguardado para dejar la Galaxy oculta a los ojos de la gente.

- ¡Ah! ... ¡casi se me olvida!... ¿tienes tu prismáticos aquí?

- Si, ¿por?…

- ¡Cógelos!... quiero que veas algo que te va a gustar. Pero, tenemos que bordear el río hacía arriba sin que nadie nos vea; y no me preguntes nada ¿vale?… ya lo entenderás.

Raúl aceptó mis palabras, sin rechistar, y nos dirigimos al río. Lo bordeamos durante un cuarto de hora, más o menos; procurando no ser vistos. No nos encontramos con nadie en el trayecto y cuando llegamos a su altura, vi que Esteban y el rubio, estaban metidos en el agua. Pero, al cincuentón, no se le veía. Continuamos avanzando... y cuando llegamos al paso, cruzamos al otro lado. Raúl, procura no hacer mucho ruido, que vamos a convertirnos en espías; y con el dedo en la comisura de los labios (casi susurrando), le dije: vamos a subir a esa loma y nos vamos a ocultar, con mucho cuidado, detrás de ese arbusto (señalando el arbusto en el que yo había estado antes).

Y cuando ya estábamos bien situados Raúl me mira con cara de ¿y ahora, que?…

- Coge los prismáticos y vamos a mirar lo que hacen esos…

Como he dicho antes, Esteban y el rubio estaban jugando en el agua; y el cincuentón, daba paseos hablando por el móvil. Pero, oímos lo que estaba diciendo sin ningún problema.

Sí, hombre ¡cómo no lo va a entender!, decía el cincuentón… tu dile, que vamos a quedarnos hasta las seis o las siete… que hay que aprovechar el día, que luego lo tiene toda la noche para ella, ¡coño!… y a tu madre, que la guarde para la cena, que nosotros no apañaremos con unos bocatas… además, tú y Andresito, si queréis volver a casa, podéis hacerlo andando, que solo son dos kilómetros… entonces ¿os vais?…. vale, y dile que a las seis o a las siete estamos allí… ¡venga!, que corto.

Luego se quitó la camiseta de tirantes y se tumbó en una toalla a tomar el sol… ¡menuda barriga!

Me di cuenta de que los calzoncillos de Esteban estaban puestos sobre un arbusto, secándose al sol, ¡supongo! Y me entraron unas ganas locas de ir hasta allí y quitárselos; y no me quedé con las ganas…

- ¡Espérame aquí un momento!, le dije a Raúl… ¡y no te muevas!, que no tardo mucho…

Me camuflé como pude y di un rodeo; y logré llegar hasta ellos. Con cuidado los cogí y me di la vuelta como si fuese un gato… y cuando estuve otra vez oculto en mi sitio, Esteban estaba saliendo del agua, completamente desnudo y seguido por el rubio, que le tocaba el culo, sin ningún pudor, y mirando a un lado y a otro; como si le preocupara que le viera alguien...

- ¿Que?… ¿te gusta?, le pregunte a Raúl…

- ¿Esto es lo que querías que viera?… ¡uff!, ¡no veas como está el tío!

- ¡Tranqui!, tu pon atención... que, a lo mejor, se anima la cosa…

Esteban se tumbó en la toalla y se colocó boca abajo

- ¡Néstor! ¿puedes darme crema en la espalda?, dijo; dirigiéndose al rubio, que se estaba secando y en ese momento el cincuentón se levantó y le contestó: ¡espera!... que ahora voy y te la pongo yo…

El rubio, (por lo oído) se llama Néstor... y, al ver que el cincuentón se prestaba a hacerlo, terminó de secarse... y se puso unas bermudas.

No obstante, se acercó a ellos, y se puso crema en las manos, para colaborar con el cincuentón; y situados. uno a cada lado, empezaron a sobarle, con las manos llenas de crema (supongo que de protección solar); sobre todo, y con más ahínco, en ese magnífico culo, tan deseado por ellos; que, por lo visto, se follaban a escondidas, siempre que podían.

Y, ¡la verdad!, a mi manera de ver, hacían muy bien. A un tío con ese cuerpo hay que seducirlo y follárselo sin miramientos de ningún tipo.

Claro está que, así, es como se empieza; poco a poco...

Concentrados en no perdernos nada de lo que le hacían esos dos golfos (aparte, de manosearlo, a base de bien), observamos que el rubio se coordinaba con el cincuentón, para que no le faltaran dedos en el culo, mientras le aplicaban la crema; por lo que el chico lo iba subiendo poco a poco y abriendo las piernas cada vez más. Así, estuvimos disfrutando de una vista muy placentera durante un buen rato; hasta que el cincuentón tiró de él y lo colocó de lado. Luego, se tumbó junto a él y comenzó a comerle el culo; con la colaboración del rubio que cogió una de las piernas y separándola de la otra hacia arriba, despejó el acceso a los huevos y a la excitante hendidura para el disfrute de su cuñado.

Las vistas eran inmejorables; y Raúl y yo, estábamos completamente absortos… pero, tuve la pésima ocurrencia de mirar el reloj, y no pude evitar el sobresalto...

Ya eran las dos menos cinco; y a pesar de estar cachondo perdido, mi cabeza me decía que era el momento de cortar y regresar a comer con todos. Después de todo, esos dos, debían de estar cansados (acababan de darle una caña tremenda) y aunque se veía que querían aprovechar bien el día, supongo que descansarían al sol en cualquier momento.

Se lo comenté a Raúl; y me costó un poco convencerle, pero al final conseguí que viera clara la situación…

- ¡Luego volvemos!, a ver si tenemos suerte y siguen por aquí, pero creo que es el momento de volver a comer, Raúl…

- Ya, pero ¿cómo hacemos?

- Tu dale a la cabeza... ya se nos ocurrirá algo…

Cuando fuimos a buscar la Galaxy, nos costó un poco dar con ella, y hasta nos pusimos bastante nerviosos… pero al final, pudimos llegar a comer antes de las tres. Estos ya habían comido ¡claro!

- ¡Que! ¡se te ha pasado el dolor de muelas, José! Dijo la madre de Raúl…

- Bueno, la verdad es que me ha bajado bastante con la aspirina que me han dado en el bar, porque en la farmacia no me han dado nada…

- La farmacéutica nos ha dicho, que cuando una muela duele, es porque hay infección; y lo que hay que tomar son antibióticos, pero ¡claro!, sin receta, no nos los podía dar…

- También nos ha dicho que, en Maqueda, hay un dentista que atiende los días de fiesta; así que hemos pensado en acercarnos después de comer.

- Os acercamos a casa de la abuela, a tomar café y nosotros vamos a Maqueda, no creo que tardemos más de un par de horas, ¿no, José?

Empezamos a comernos la tortilla de patatas y las chuletas de pavo que había llevado la madre de Raúl, que acompañamos con una pipirrana, que había preparado allí mismo y un tintorro de la zona que había comprado en el bar; mientras Laura y Dani, retozaban en la hierba….

Dani, que iba con pantalón corto, estaba ofreciendo todo un espectáculo; que me estaba poniendo malo. Y miré a Raúl, que se reía disimuladamente de mis caretos, metiéndole toda la prisa que pude con mis miradas asesinas… hasta que, por fin, terminamos.

- ¡Venga, que ya son casi las cuatro, mamá!… ¿vamos a casa de la abuela?, dijo Raúl…

- ¡Las cuatro, ya!, no me digas, hijo… ¡venga Laura!, dejad ya los besitos y subid al coche ¡caramba!

Con todos, bien colocados, en la Galaxy pusimos rumbo a Nombela, a casa de la abuela; y cuando llegamos allí, estuvimos un ratito con ellas, y nos despedimos (alegando, mi dolor de muelas). Volvimos a coger la Galaxy y nos pusimos en marcha en dirección al río.

Pero, pudimos oír la voz de la madre de Raúl, que nos pedía que no tardáramos mucho; ya que su padre nos esperaba en el bar, a las ocho y media, para volver a casa.

Esta vez, nos metimos por un camino que se encuentra, a la salida del pueblo, a la derecha, y que lleva al río; y aparcamos la Galaxy, junto a unos árboles, en la pequeña playa de arena y piedras que, en esa parte del río, se acerca bastante a la otra orilla; por lo que se puede cruzar el río fácilmente.

Raúl se bajó rápidamente; porque se estaba meando... y yo, mientras meaba, me quedé pensando que hacer…

¡De repente!, llegaron un par de coches, con gran estruendo; uno de ellos bastante grande y haciendo diabluras. Todo esto, acompañado de un gran griterío. Por eso, pensé, que se trataba de gente joven con ganas de cachondeo…

Del coche más pequeño, salieron cuatro chicas, que se reían alocadamente... y preparadas para meterse en el agua. Y del más grande, después de hacerle girar endiabladamente hacia la izquierda (para que derrapara a tope), salieron cuatro chavales de unos veintitantos con ganas de chochito…

Se desnudaron y se metieron en el agua, en pelota picada y empezaron a tontear con las chicas; que eran unas histéricas…

Cuando Raúl terminó, subió a la Galaxy…

- ¡No veas que ganas de cachondeo llevan esos!

- ¡Ya lo creo!… pero algunos están muy buenos ¡eh!

- ¡Venga, anda!, ¡no te enrolles!... y nosotros a lo nuestro…

Después de estar un ratito mirando disimuladamente a los tíos que habían llegado y como vacilaban los chavales con las loquitas esas, nos descalzamos y cruzamos a la otra orilla…

Fuimos hasta el sitio en el que habíamos estado antes, un poco más abajo… y allí ya no había nadie…

- ¡Buah!, ya no están aquí... ¡joder!... ¡que rabia!

- No esperarías que todavía estuvieran, ¿verdad?, le dije… pero, seguro que están por ahí ¿no oíste al cincuentón?

- Solo son las cinco menos diez...

- Y les dijo a los más jóvenes que llegarían sobre las seis o las siete… vamos a subir un poco y a meternos más en la maleza… a lo mejor tenemos suerte…

Continuamos adentrándonos entre los arbustos; y al cabo de un buen rato. Nos paramos en seco y miré a Raúl…

- ¡Néstor!... aquí hay un sitio que está fenomenal… tráetelo aquí...

Cogimos los prismáticos y nos movimos con mucha cautela; y subimos un poquito por una pendiente que teníamos frente a nosotros.

- Aquí podemos estar bien resguardados, le oímos decir al rubio barrigón…

Y tirados en el suelo, ocultos por un arbusto (otra vez), los teníamos enfocados con nuestros prismáticos.

Esteban llevaba la camiseta en una mano; y lucía, tremendamente apetecible, con esos vaqueros tan desgastados (que le marcaban el extraordinario zupo y un culazo soberbio). Miró el lugar al que le habían llevado y asintió con la cabeza al tiempo que se aflojaba el botón del pantalón.

- Aquí podemos estar bien… ¡me gusta!...

Era una pequeña hondonada, con hierba bastante alta y rodeada de espesos arbustos (que prácticamente se mantenía oculta), en un lugar lleno de maleza y bastante retirado del río, en el que, difícilmente, podrías encontrarte con nadie.

La barriga del cincuentón se pegó a Esteban por detrás y sus manos atraparon la cintura; y sin que el chico pudiera evitarlo se encaramó a su cuello, besándolo y mordiéndolo hasta que se lo cedió para dar rienda suelta a su lujuria. El rubio, por su parte, había empezado a lamerle los pezones y apretaba sus pechos, amasándolos; mientras que con la mano derecha le bajaba la cremallera del pantalón para meterle la mano…

Otra vez, palote; le di un toque a Raúl…

Quería verle la cara… nos miramos... y sonreímos…

Habían comenzado a magrearle a tope... y el chaval se dejaba hacer de todo; era obvio que le gustaba lo que estaba pasando. Con los pantalones, a media pierna, el cincuentón le empujó, para que cayera sobre la hierba; y así, poder quitárselos más fácilmente. Luego le cogió por los pies y tiró de ellos hacia arriba, obligándole a subir las piernas y así tenerlo con el culo oferente y a disposición de su cuñado, que se había quitado las bermudas y dejado al aire su gran cimbel para darle caña, a tope.

- ¡Venga, Néstor! entra a matar...

Le decía el cincuentón, manteniendo las piernas del chico en alto…

Y el rubio empezó a darle por el culo tranquilamente… a un ritmo muy lento... le iba metiendo el rabo, poco a poco... y se lo sacaba… todo lentamente... poco a poco... sin ninguna prisa… y se inclinaba para comerle la boca... y así, durante un buen rato… hasta que empezó a pegarle fuerte... y el chico empezó a pedir más…

¡Hasta el fondo, cabrón!, ¡dame fuerte!…

El rubio, bombeaba como si le fuera la vida en ello y se lo pasaba en grande zumbándole. Pero la sacó antes de que le viniera; y forzó la postura del chico para chuparle el culito. Entonces el cincuentón, lo colocó a su gusto y se sacó el rabo; quería follárselo él también. Y así lo hizo; se colocó detrás y busco el agujerito entre las carnes del chico, y empezó a embestirle como un bestia.

Nosotros habíamos empezado a meneárnosla, y seguíamos disfrutando de la fiesta con mucho interés.

Parecía que se había vuelto loco, no paraba de darle fuerte a ese culo y jadeaba constantemente…

-¡Así, así!… ¡joder!… ¡ah, que gusto!…

- ¡Dale! ¡dale!. Le decía Néstor

Viendo la locura de mete y saca que le estaba propinando el cincuentón, el rubio agarró al chico y tiró de él, para que se levantara. Y cuando lo hizo, lo cogió por detrás y agarrándolo de la cintura empezó a pegarle zambombazos…

Tirado en el suelo y mirándolos con los ojos, de par en par, el cincuentón no daba crédito a lo que veía, hasta que decidió levantarse y comerse el zupo de Esteban. Se lo estaban trajinando a saco; y el chico sacaba el culo cada vez más, dejando claro que quería rabo a tope...

El espectáculo era lo más golfo que he visto nunca; y sentí que iba a correrme de un momento a otro…

Raúl también estaba pegándose un pajote de la hostia; y me miró con los ojos desorbitados, hasta que paro en seco y relajó el gesto.

Continuamos allí, todavía un ratito más; y después de relajarnos. Poco a poco, y con mucho cuidado nos fuimos alejando de allí…

Les diríamos, que no habíamos encontrado al dentista, pero que ya se me había pasado el dolor de muelas; y los recogeríamos para volver a casa.

(9,17)