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Viaje de placer en el Caribe (CAP. III)

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El chófer de D Mario me llevó en su coche al Hotel donde me hospedaba. Después de comer algo en la cafetería, subí a la habitación a descansar, tras una noche tan ajetreada. Dormí profundamente y cuando desperté era la hora de la cena, me vestí y bajé al restaurante a tomar una cena ligera. Me encontraba descansada y me acerqué al casino a pasar un rato. Compré algunas fichas, con la sola intención de jugar hasta que se acabaran, nunca había sido afortunada en el juego. Me detuve en la ruleta y a mi lado había un americano con el que entablé conversación. Al cabo de una hora decidí abandonar la sala, al despedirme el americano me dijo que él también se iba y me invitó a tomar una copa que acepté. Aún era temprano para acostarme.

El tipo tendría unos 45 años, era alto, fuerte, me dijo estaba casado con tres hijos, viajaba con frecuencia por trabajo y aunque algunas veces había pensado en acostarse con alguna mujer en sus noches de soledad, nunca había sido infiel, aunque el poco deseo que mostraba su esposa, le hacía pensar cada vez más en tener sexo algún día. Tomamos un par de copas, la conversación era amena sin más. Cuando me despedía para salir hacia mi habitación él me acompañó, subimos en el ascensor y salimos en la misma planta, me pidió tomar la última en su habitación. Directamente le pregunté si lo que quería era follar, y me contestó que sí, le gustaba y había decidido no esperar más y hacerlo conmigo. Le dije que eso le costaría 500$, creí era un buen momento para realizar la fantasía que hacía tiempo rondaba por mi cabeza, con la que me había masturbado tantas veces. El aceptó.

Entramos a su habitación y se apresuró a tocarme las tetas y meterme mano, estaba nervioso y andaba acelerado. Le dije que tranquilo, que primero tenía que pagarme, lo que hizo sin perder tiempo. Me desnudé sin prisas y entré al baño, debía asear mi sexo y de paso lubricarlo con un gel apropiado para tener sexo con el tipo, sabía que no se lubricaría por sí solo, el tipo no me gustaba. Cuando salí ya se había desnudado y estaba esperando intranquilo. Me senté en la cama y acaricié su verga, más bien pequeña, descubrí su prepucio y la metí en la boca para mamársela. Pretendía hacerle correr rápido y evitar que me penetrara, pero el tipo la sacó antes de correrse. Ante lo inevitable me tumbé en la cama boca arriba, abrí mis piernas y le pedí se pusiera el condón. No acertaba a clavarla, así que lleve su verga con mi mano para guiarla hasta mi chocho y él empujó para meterla, una vez dentro empezó una metisaca, dificultado por su barriga, me embestía, sudaba y disfrutaba penetrándome y asfixiándome con su humanidad, yo fingía estar excitada y gemía pidiendo me diera más y diciéndole lo mucho que me hacía gozar. Mis gemidos le excitaron tanto que se vino enseguida cayendo encima de mi exhausto.

Me fui a mi habitación y dormí de un tirón toda la noche. Al día siguiente, mientras desayunaba, pensé de qué manera podría disfrutar del día y pensé en Julio César, el mulato que conocí en la disco, con el que me acosté el primer día, con mi marido roncando en la cama de al lado. Le llamé y me dijo había quedado con amigos para pasar el día en la playa de Boca Chica, pero que, si no me importaba la compañía, venía a recogerme. Me pareció bien y me dispuse a arreglarme para pasar un día de playa.

Me puse un short bien ajustadito a mis nalgas y mi monte de venus abultadito y un top dejando al descubierto mi vientre y marcando mis pechos y los pezones. Debajo un bikini diminuto, solo un triangulito tapando la cuca y la mínima tela en cada pecho, quería impactar a los chicos.  En la bolsa una toalla de baño y cremas solares.

Cuando llegamos a la playa sus amigos ya nos esperaban, dos chicos atractivos, altos, acompañados de dos muchachas más jovencitas bastante guapas. Me quedé en bikini y noté sus miradas llenas de deseo en los chicos. Ellas, que llevaban bikinis convencionales, algo anticuados, me miraron con mala cara y creo les caí mal, estuvieron cuchicheando todo el rato con mala educación.

Llevaban bebidas y música y estuvimos tomando y haciendo bromas, los chicos eran muy simpáticos y estaban pendientes de mí. Jugamos al vóley y tuve alguna dificultad con mis pechos, que se salían de la tela al mínimo movimiento. Nos bañamos todos juntos y recibí más de un chapuzón y de paso noté más de una mano en mi culo y tetas, alguno incluso se atrevió a pasar con disimulo su mano por la rajita, que cubierta por escasa tela quedaba bastante accesible. No me quedé atrás y no me recaté en hacer lo mismo con sus paquetes abultados. Los chicos andaban arrechos con sus vergotas paradas, deseosas de salir de sus bañadores para chingar. Las chicas se fueron al rato y nos quedamos todavía algún tiempo más en la playa.

Se hacía tarde y decidieron ir al apartamento de uno de ellos, que estaba cercano. Allí comimos algo y seguimos tomando y oyendo música. Cubriéndome con la tolla, me había quitado el bikini mojado y me había cubierto con el short y el top sin nada debajo. La bebida me hacía estar desinhibida y bailé con cada uno de los chicos, dejándoles me rozaran toda y repasaran mi cuerpo con sus manos, ellos andaban arrechos y yo caliente. Me pidieron les dedicara un bailecito sensual y me esmeré en complacerles. Me movía cadenciosa y sexi, acariciándome los pechos, la cola, el sexo, mordía mis labios para excitarlos, me relamía con la lengua al tiempo que les miraba provocativa. Me pidieron me quitara la ropa y fui pausadamente sacándome el top, dejando al aire mis tetas, ellos animaban y empezaron a sacar sus pollas para tocarlas y ponerlas más duras. Despacio, con movimientos sexis, fui bajando el short hasta que cayó al suelo y empecé a acariciar mi sexo con movimientos sensuales, entonces se sintieron provocados y los tres se  levantaron con la verga en la mano, erectas, duras, deseosas de explotar y vaciar la leche contenida, me arrodillé en medio de ellos, con una verga en cada mano empecé a mamarlas, los tres querían mi boca para disfrutar de mí, yo intentaba satisfacer a todos mamando una verga detrás de otra, mientras me decían: "que gusto nos das puta, sigue así, lo haces bien mami, que rico la mamas". No tardó el primero en rociarme con su esperma la cara y tetas, a ese siguió otro y finalmente el tercero. Quisieron rebañara sus vergas limpiándolas con la lengua y lamía la leche que resbalaba por aquellas magníficas vergas, que tragaba con deleite. Quedé enfrascada de leche por toda la cara y tetas, mientras quedé deseosa de que alguna de aquellas pollas fantásticas me hubiera penetrado aplacando mi calentura.

Estaba atardeciendo y Julio César me acercó al hotel. Al llegar quise despedirme, pero me pidió pasar la noche conmigo a lo que no accedí. Mi marido llegaba al día siguiente y quería descansar y estar fresca para él. Como estaba con calentura le invité a tomar algo en la habitación, a cambio de que me quitara la calentura con un buen polvo, pero luego se iría.

Aceptó a regañadientes y ya en la habitación, nada más entrar, me lancé a besarle y a tocarle la verga, en segundos la tenía como un mástil, precipitadamente nos desnudamos y tumbamos en la cama sin parar de besarnos y comernos todo. Estaba caliente y necesitaba me cubriera aquel hermoso semental, es lo que hizo, estaba bien lubricada y él tenía prisa por meterla, sin más preámbulos me separó las piernas, se colocó en posición y la metió de un golpe. Empezamos a mover nuestros cuerpos a ritmo frenético, nos entregamos con pasión, gemíamos los dos y pronunciábamos palabras llenas de lujuria y excitación, nos entregamos como animales en celo, no sé cuánto duró aquel bestial apareamiento, pero me corrí de forma salvaje, lanzando alaridos de placer mientras notaba como se inundaba mi vagina con el semen del macho que me follaba. Caíamos rendidos y una vez recuperada la respiración le pedí se marchara para poder descansar.

Se negó a marcharse y me dijo no se iría hasta penetrarme la cola, la tenía demasiado apetecible para dejarla sin usar. Acepté de mala gana, me puse de perrita y me la metió dándome fuerte hasta venirse. Se tumbó en la cama haciéndose el remolón, ante mi insistencia de que debía irse. Me enfadé, le hice levantarse y dándole su ropa, lo eché de la habitación sin darle tiempo a vestirse. Dormí profundamente hasta el día siguiente a media mañana.

Continuará.

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