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39.3 El pasado doloroso

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Retrospectivo: Algunos años antes.

Desde que Gonzalo comenzó a vivir en la residencia de sus abuelos las cosas entre él y Ál no marchaban bien, iban sorteando tempestades, tuvieron una gran recaída después del viaje de fin de curso, cuando terminamos el bachillerato y teníamos que comenzar en la Uni.

Aunque algunos días se quedaba a dormir en la casa de los tíos de Ál, sobre todo los fines de semana, las cosas no funcionaban bien entre ellos, aunque lo aparentaban.

Esa situación se fue agravando a medida que avanzamos en nuestros estudios de primero de carrera. Había muchas fiestas que organizaban los abuelos de Gonzalo, o le animaban a él a que las hiciera, a las que Ál no acudía. Se había buscado nuevos amigos y Carlos me dijo en una ocasión que salía con una chica.

Esa situación me hizo concebir falsas esperanzas sobre que mi amistad con Gonzalo volviera a ser lo que fue. Ya teníamos el carnet de conducir, para mí era más fácil desplazarme hasta su casa y nuestra antigua amistad, o contacto personal interrumpido hacía seis años, comenzaba a reconstruirse. Mi presencia en su casa se hizo cotidiana, muy frecuente. Cuando tenía un momento libre pedía el coche a mis padres y me desplazaba en un momento.

Jugábamos al tenis, baloncesto, croquet, golf o nadábamos, Borja y sus hermanos estaban con nosotros como unos amigos más, sobre todo Borja, porque el abuelo de Gonzalo sentía pasión hacia él, se llevaban muy bien entre ellos. Era un hombre que quería a su personal de servicio y sobre todo a los niños, hijos de su personal.

Comenzó a invitar a antiguos amigos del liceo, a los amigos de Ál no hacía falta invitarles, la puerta siempre estaba abierta para ellos. También salíamos algunas veces a las playas del litoral o permanecíamos en su casa donde había de todo.

Toda esa situación y circunstancias hacían que volviéramos a nuestra antigua unión de amigos muy cercanos, yo lo veía así y deseaba algo más también, todo ese castillo de arena, construido con tanto cuidado por mí, se desmoronaba como un armazón de naipes sacudido por la brisa más ligera, y ese viento que lo erosionaba y luego derruía era Ál cuando decidía intempestivamente volver a su lado.

Estábamos en cuarto de carrera, terminados los exámenes que resultaron muy bien, tuve unas notas estupendas para la media de mi carrera, mis padres le permitían todo a un hijo tan responsable, para celebrarlo fuimos algunos amigos a la casa de verano de mis padres, Gonzalo y yo nos quedaríamos más tiempo esperándoles y nuestros amigos estarían el fin de semana por las fiestas patronales que se celebraban allí.

Y se produjo la magia en aquellos días que resultaron de ensueño, llegábamos a casa de madrugada después de divertirnos como nunca, ya se habían acabado los viajes de verano al extranjero y comenzaba a disfrutar de la vida y sobre todo de Gonzalo, de tenerlo cerca de mi sin esperar otra cosa, pero deseándolo con toda mi alma.

Yo sentía que habíamos nacido el uno para el otro, y en algunos momentos creía que sus sentimientos eran idénticos a los míos, mi madre se dio cuenta y seguramente muchos más por la forma tan tonta que tenía de comportarme con él, adorándole en todo momento. Un chico enamorado desde siempre y ya tenía 21 años para cumplir 22.

Nunca había sentido algo semejante por otros chicos, me gustaban, sí, muchos y eran una tentación constante pues quería satisfacer mi necesidad de compañía, cariño y amor. Yo vivía en un túnel donde solo le veía a él en la luz del final y lo que pasaba en los laterales me importaba muy poco. Me gustaban todos Ál, Raúl, Carlos, Amadeo y muchísimos más, pero aparte de aquella mamada que me practicó Ál en Sevilla, jamás había tenía algo sexual con alguno.

Con Gonzalo no había tampoco contacto a excepción de lo natural de chicos jóvenes, algún roce al jugar, casual o buscado, ver desnudos nuestros cuerpos, pero nada más, no me volvió a besar desde que nos despedimos a los catorce años en el liceo. Seguramente no había nada, pero yo lo soñaba y lo hacía realidad en mi cabeza.

El día anterior a que marchara para su casa, como despedida, habíamos tenido una merienda con mis amigos del pueblo y de veraneo, y cuando llegamos hacía mucho calor y nos bañamos en la piscina, a la luz de la luna y las estrellas. Me sentía muy feliz y muy triste a la vez.

Mis padres habían salido a cenar, estábamos solos en la casa y después de secarnos y ponernos un bañador seco, nos tumbamos en la terraza mirando al negro cielo, solamente iluminado por la luz plateada de la luna y el parpadear de las estrellas, podíamos ver las luces de algunos aeroplanos que pasaban muy alto y que Gonzalo seguía con su mirada, señalando su trayectoria con el dedo, quizá fuera el inicio de su interés por los vuelos y querer ser piloto.

Y sucedió un milagro, el que llevaba esperando tanto tiempo, no resultó muy novelesco ni soñador o romántico, visto ahora con el tiempo transcurrido. Fue una declaración que más parecía un contrato, como si fuera una cosa natural que se tenía que producir por la inercia de nuestras vidas, pero yo temblaba.

De improviso, sin mirarme, debía estar contando las estrellas.

-Daniel.  –se calló, creía que iba a continuar hablando del sonido de las ranas que se escuchaban en el cercano riachuelo, de las ensordecedoras chicharras de los grillos o de cualquier otra cosa.

-Creo que te quiero. –no me llamó la atención salvo que me gustó lo que dijo, no lo vi connotación amorosa alguna, si no el querer de amigos que siempre nos tuvimos.

-Yo también te quiero.  –y durante unos minutos no hablamos ninguno de los dos.

-Estoy muy bien a tu lado y me gustas.  –aquí se me paró el corazón. Me era muy difícil el hablar, quería creer lo que me apetecía, pero no estaba muy claro lo que intentaba decirme.

-¿Quieres decir, algo como lo de Ál y tú?, ¿qué te intereso de esa forma?

Lo veía tan calamitoso y tan triste dicho así, de esa manera tan simple, sin pasión, cuando me hubiera gustado, no sé, que se pusiera de rodillas para declararme su amor, o que me hubiera abrazado y besado con locura, era tan cursi y patético que sentí vergüenza de mí. Estaba contento a pesar de todo y no me importaba que fuera tan triste y sin entusiasmo, estaba dispuesto a soportarlo todo por tenerle, realmente me parecía todo muy tierno por mi estado emocional.

-Sí, eso mismo, si es que yo te gusto a ti.  –resultaba todo tan frío, me levanté y tomé asiento en el borde de su tumbona, y sujeté su mano.

-No es que me gustes, es que estoy loco por ti, siempre lo he estado.  –se levantó como si un resorte le hubiera disparado. Me abrazó y me beso en los ojos y en los labios, yo no sabía ni besar, nunca había besado de verdad a un chico o chica en la boca.

Gonzalo me besaba con ternura y algunas veces con furia, ahora me gustaban sus besos y no me quería desprender de su boca, miraba a la oscura noche y me parecía de día, y las estrellas se multiplicaban en mi cabeza más rutilantes que las que veíamos colgando en el cielo.

Se excitó, o nerviosos caímos al suelo, sobre las toallas que habíamos abandonado un tiempo antes. Pude notar, a través de la tela del bañador, el bulto tan tremendo que portaba en la entrepierna y el calor que desprendía, el mío también estaba rígido y me dolía, tenía unas ganas locas de correrme por lo excitado que estaba al frotarse contra mí.

Siempre le había visto su polla en reposo, o un poco hinchada, y aquello que sentía presionando sobre mi vientre y mi pene no se parecía en nada. Estaba nervioso y no sabía qué hacer salvo sentirla resbalar sobre mi abdomen, cuando las frotaba deslizando su cuerpo sobre el mío, hasta que de repente sentí que se tensaba y encogía, abría mucho la boca y se vació entre convulsos espasmos en el bañador. Su corazón parecía una locomotora a punto de explotar.

Me sentía genial, aunque con mi polla tiesa que me dolía, me notaba muy a gusto abrazando su cuerpo contra mí, me ponía nervioso y emitía risitas sin controlar como si fuera un bobito, sintiendo su humedad que traspasaba las finas telas, y su olor a semen, me pareció que hasta el aliento le olía y me gustaba. Era una sensación como nunca la había sentido, su proximidad, el poder abrazar su espalda desnuda, besarle la cara y acariciar su cabello y su cuello era suficiente para mí y así hubiera estado toda la noche, y llegaron mis padres.

No hubo problema con el semen que había manchado el bañador, antes de que llegaran a la terraza que está al otro lado de la casa, se lo quitó y se envolvió en una toalla, luego en el cuarto de baño lo lavaría.

Mi madre se dio cuenta de que algo pasaba o había sucedido porque nos miraba con intensidad, con el olfato que tiene seguro que olió el esperma de Gonzalo tan intenso y además, verle envuelto en la toalla, y la misma mancha que lucía yo en mi bañador, no dijo nada y luego se lo contaría unos días más tarde, no lo de la corrida de Gonzalo, solamente le hablé de su declaración.

Esa noche lamenté el tener que dormir en mi habitación de dos camas y que no hubiera sido una, y hablé durante horas con él que respondía con monosílabos hasta que me di cuenta de que se había dormido. Encendí la lámpara de la mesa central y mirándole pasé casi el resto de la noche.

Al día siguiente se marchó, pero hubo un momento para estar solos y decirme lo mucho que me amaba, o puede que fuera yo el que se lo dijera e imagine que era él el que hablaba, ya se refería de otra forma a lo nuestro, y llegó a acariciar mis nalgas dejándome loco de deseo, por último, me dio un largo beso antes de comenzar a bajar las escaleras.

A partir de ese momento nos hablábamos cada día. Dejamos de llamarnos el mes que estuvo en USA con sus abuelos, pero cuando volvió a su casa reanudamos nuestras largas conversaciones que a mi padre molestaban cuando me encontraba con el móvil en la oreja en lugar de en la piscina al sol.

Aunque no había estado con chicos no era tan inocente, había visto pornografía en internet, sabía lo que se hacía entre dos chicos y lo deseaba experimentar, aunque una cosa es verlo a tenerlo que hacer. Después de hablar, algunas veces, me dejaba muy caliente, también me decía que tenía que masturbarse y que me veía desnudo con él en la cama y terminé haciendo lo mismo que él, masturbarme hasta terminar echando chorros de semen, así comenzamos a jugar, no siempre nos masturbábamos, también soñábamos.

De la misma manera que él, me veía a veces en la cama acariciando su verga y lamiéndola como Ál me hizo a mí, y tenía malos pensamientos, imaginándoles a los dos haciendo el amor, sentía celos, a pesar de lo que los quería no deseaba verles juntos nunca más.

Volvimos del pueblo a la ciudad, intenté que Gonzalo volviera a mi casa unos días antes de partir y soñaba con entregarle mi cuerpo, con que me hiciera suyo, en cómo sería tenerle dentro de mí, pasar una noche con él, hacer un viaje solos los dos. Todo el día pensando en él y el amor de niño, de adolescente, se transformó en un amor de hombre inmenso, como creo que jamás lo haya podido sentir alguien.

Me hacia llorar y reír, veía a mi madre preocupada ante mi inmensa felicidad, tenía que estar contenta y alegre y no la notaba así. El rencuentro tenía que ser espectacular, cuando llegue y dejé a mis padres, digo dejé, porque desde el momento en que me entregaron el carnet de conducir siempre me dejaban manejar el coche si es que viajábamos juntos, conduje hasta su casa y saludé alegre al padre de Borja que agitó su mano cuando lo encontré cerca de la portería y de su casa.

Llevé el coche hasta la parte de atrás y busqué una ventana abierta en el ala donde están sus habitaciones, pasé por su sala hasta el pasillo y llegué a su habitación, no estaba en ella, y seguí caminando hasta el salón de las grandes recepciones, anterior al hall de la entrada, allí me encontré con el mayordomo.

Gonzalo había bajado a las pistas para jugar un partido de tenis con Borja. Le agradecí la información y marché antes de que empezara a formular sus preguntas sobre cómo había pasado el verano. Salí por la puerta principal y bordeé la casa hasta llegar a la parte lateral, dejé el edificio de cocheras y casa del chofer y llegué a la piscina, estaban en ella varios muchachos, hermanos de Borja y otros, una niña me conoció y me saludó con la mano, le devolví el saludo muy alegre, debía saber a quien buscaba porque me señaló con su manita las pistas de deporte más abajo.

Hacía crujir la piedrecilla de río, rodada y redonda de los senderos con mí andar decidido y enérgico, quería verle cuanto antes y mi corazón galopaba.

Las pistas estaban desiertas, no había jugadores de tenis, ni de baloncesto, ni en la multiusos, me quedé desilusionado, todo era visible girando la vista y solo quedaba la casita donde se recogían las redes y artículos de deporte en el invierno, la puerta estaba entornada, la abrí para que el mundo estallara en mi alma.

Allí estaban los dos, Borja y Gonzalo, se me quedó grabada la escena como si se tratara de una fotografía, pero marcada a fuego para siempre en mi memoria. Borja estaba tumbado en el suelo sin su pantalón de deporte, encima de él estaba Gonzalo con su pantalón bajado, metiendo y sacando su verga del culo de Borja.

Giraron su cabeza cuando oyeron como se abría la puerta, para encontrase con mi mirada aterrada, durante unos segundos el mundo se paró causando la mayor catástrofe que se pueda en mi corazón, los tres con los ojos muy abiertos permanecíamos mirándonos. Algo retumbaba en mi cerebro llamándome a perder el sentido y caí al suelo que avanzó hacia mí y le contuve con mis manos.

Me incorporé, ellos continuaban quietos, Gonzalo metido aun en el cuerpo de Borja, giré sobre mis pies e inicié el camino de vuelta vacio y sin vida, sin saber lo que me hacía, comencé a correr cuando escuché el chirriar de la piedrilla detrás de mí, no giré mi cabeza, por el ruido eran los dos lo que venían siguiendo mi camino y atronando mi cabeza con el quejido de las piedrillas al ser pisadas, y empecé a correr como un loco llorando de dolor, tropecé y caí sobre la hierba dando unas vueltas, bajando la suave ladera hacia el acantilado.

-Perdóname Daniel.  –Gonzalo se abrazaba a mí y escondía su cabeza en mi hombro llorando, unos pasos más allá, Borja de rodillas lloraba también.

Así permanecimos un tiempo que no podría precisar hasta que nos fuimos calmando, Me sostuvo para ponerme en pie y llegamos a las piscinas, allí nos lavamos la cara, permanecimos un rato sentados mirando las evoluciones y juegos de los pequeños, sin hablar.

-Por favor Daniel, no digas nada a mis padres les dolería y sería terrible. –le miré un momento su cara tan noble que siempre me había encantado, mostraba una terrible tristeza y arrepentimiento a punto de volver a llorar, y Borja ya era un hombre que había terminado su carrera e iba a comenzar a trabajar con el abuelo de Gonzalo como su asistente personal. ¿Cómo iba a decir algo que produjera dolor a los demás que no tenían la culpa?

-Nos dejamos llevar, tampoco queríamos causarte daño, ya está hecho, aunque no quisiéramos y te quiero Daniel, espero que alguna vez puedas perdonarme. –también Gonzalo parecía sincero, pero había roto mi corazón y estaba descompuesto en pedazos, más dolido que cuando comenzó a estar con Ál.

Un rato después me marchaba, me acompañaron los dos hasta el coche, como si tuvieran miedo de que fuera a hablar con alguien, no pude despedirme de ellos, ya no lloraba y un sordo dolor me subía por el pecho estrangulando mi garganta.

A partir de aquel momento las cosas cambiaron, si antes cuando estaba con Ál era difícil vivir ahora resultaba insoportable. Dejé de ir por su casa y solo nos veíamos las veces que no quedaba más remedio, en alguna fiesta o en la casa de Ál.

El inicio del curso me acaparó muchas horas y comencé a salir con compañeros y amigas de la facultad, con David no podía porque vivía en otra ciudad. Los perdí y solo sabía algo de ellos por María y Carlos.

Lo pasé mal y necesité asistencia médica para superar una depresión que no fue tan grave, el estudio me encantaba y me centré en él, en un año que no era fácil precisamente, y al final preparándome para las entrevistas que nos harían los de Cranfield, para decidir si cumplíamos los requisitos que pedían a los que queríamos ir allí.

Me llamó muchas veces, incontables, queriendo encontrar el perdón que no quería otorgar y creo que no hice bien, que debí perdonarle y todo se hubiera curado con más facilidad, sin tanto dolor y amargura, aceptando que la vida es así de cruel y que todos somos débiles humanos.

Terminamos la carrera y tuvimos una gran fiesta en la casa de Gonzalo, sin más novedades importantes, todo se resumía a disimular, menos con mis padres a los que era imposible engañar, parece que a otros tampoco les engañaba.

La relación entre Ál y Gonzalo era una cosa del pasado, y tampoco se hablaban o lo hacían lo justo y estrictamente necesario, únicamente cubrían la apariencia de que eran amigos, la unión familiar y de todo tipo que había entre sus abuelos y la familia de Ál lo hacía imprescindible.

La chispa volvió a saltar entre ellos cuando fuimos a Inglaterra para hacer los másteres que cada uno habíamos elegido, Carlos y yo junto con David, fuimos a Cranfield y Ál y Gonzalo a Londres, su abuelo y tío querían que se prepararan para en un futuro poder dirigir sus empresas.

Alguna vez nos visitaron en Cranfield, yo creo que visitaban más bien a Carlos y aprovechaban para saludarme a mí, quizá no fuera así, pero de esta forma lo sentía. Unos meses después, había pasado Navidad, no pude dejar Cranfield y mis estudios y fue el primer año y único hasta ahora, que no he estado con mis padres en esas fechas.

Gonzalo y Ál volvieron a Cranfield después de Navidad, a vernos y también porque Gonzalo quería información sobre los cursos de pilotos de aeroplanos que impartían en mi universidad.

Cuando los vi me di cuenta al instante de que volvían a estar juntos y parecían ser felices. Me alegré por ellos y me dolió, ¿por celos?, puede ser. Y durante dos años y medio les he visto en muy contadas ocasiones, siempre les he rehuido hasta este año cuando ya estaba con Nicolás y logró redimirme.

                                                                   **********

Me sorprendí sonriéndome ante el espejo, las consecuencias de lo de anoche parecían haber pasado, el ano había dejado de picarme o escocerme, aunque me dormí con él dolorido, me lo había lavado bien y vuelto a aplicar la pomada.

Pero mi sonrisa, mi alegría interna no era por ese motivo. Mi cabeza no podía parar y había empezado a elucubrar unas ideas que me hacían ver la vida de otra manera, más positiva y amable. Era algo que me pasaba cuando tenía otra persona a mi lado por la que preocuparme o simplemente querer.

Pensaba en lo sucedido entre Borja y Gonzalo, intentaba ponerme en su lugar y aunque mi perdón se había producido hace mucho tiempo, empezaba a comprenderlos, más a Borja que a Gonzalo.

Si yo hubiera encontrado a un amigo necesitado de afecto, de cariño, y además le quisiera, ¿no hubiera hecho lo mismo que él? ¿No le hubiera entregado todo mi amor en ese momento? ¿Y no pudo ser esto mismo lo que hubiera ocurrido en aquel instante nefasto?, las circunstancias que les rodeaban, la necesidad biológica de sus cuerpos jóvenes y en ebullición, con la testosterona a flor de piel, mi ausencia.

Mientras me duchaba estaba pensando en todo esto, quizá forzado por la próxima reunión con Gonzalo, y el hecho de que necesitaba tener algunas ideas claras para enfrentarlo.

El verlo desde ése enfoque me había sentado y bien, me había liberado de todos aquellos fantasmas, me sentía libre y como si mi alma volara. Mi intransigencia se evaporaba a marchas forzadas. ¿Quién era yo para juzgarles? ¿En qué parámetros basaba sus sentimientos para pensar que aquello había sido pecaminoso o perverso?

Bien, admitía que me hubiera causado daño y roto el corazón y las ilusiones, intrínsecamente tenía todas las características de que era pérfido e infame en sus efectos, pero quizá las motivaciones no lo fueran.

Pero ahora no era tan fácil cambiar el juicio habiéndoles condenado de antemano. Si yo hubiera estado en el lugar de Borja lo hubiera hecho peor, si es que había que ver algo malo en lo que hicieron.

Y muy posiblemente estuviera equivocado, pero prefería verlo como deseaba que hubiera sido, me beneficiaba ya que me encontraba más feliz y descargado de rencores, no odio porque nuca había dejado de amar a uno y sentir un gran aprecio por el otro.

En una palabra, estaba contento y alegre, escucharía lo que tuviera que decirme Gonzalo y me dejaría llevar por las buenas sensaciones, total el domingo cogería el Eurostar y habría muchos kilómetros entre nosotros.

Esa sensación se debía reflejar en mi rostro, sería impresión mía, pero veía a la gente con otra cara y sus sonrisas me parecían sinceras y preciosas. No vi a Robin, seguramente no había bajado o ya habría subido a lavarse la boca.

Hoy nos tocaba escalada en roca y no había que salir de las instalaciones, tenían su propio roquedal de piedra redonda, con hendiduras que facilitaba la escalada y minimizaba el riesgo. Por la escasez de tiempo habían decidido hacerlo en el lugar y no salir como hubiera sido lo preceptivo y normal, pero hoy teníamos la visita de personal importante de la empresa.

Teníamos que ducharnos y vestirnos para comer en muy poco tiempo, la mañana había transcurrido muy rápida y resultó jovial y entretenida, recordé a Nico cuando visitamos aquel parque rocoso tan bonito y como miraba y envidiaba a los escaladores que vimos.

El lugar de reunión y encuentro era el bar antes de pasar al comedor. Cuando traspasé la puerta vi a Joel, mi mentor, y a André, mi jefe.

Estaban con otros señores, pero se les veía distendidos hablando en grupo. Joel me vio el primero y vino hacia mí con una sonrisa para saludarme y luego llegó André, éste paso su brazo por mis hombros en gesto de camaradería. Joel hablaba de la gente de Barcelona y André de los avances en la instalación de los filtros, bueno un tótum revolútum que sirvió para animar la charla. Al poco tiempo se había añadido más gente al grupo y me vi liberado, terminaron sus bebidas y fuimos al comedor.

Durante la tarde las intervenciones eran rápidas, había sido una visita de protocolo, para quedar bien, tenían que aprovechar el viernes para hacer otras cosas, mi jefe marchaba esta misma tarde a Manchester y Joel tenía que pasar por York.

Tuvimos el tiempo justo para poder hablar con los dos, en realidad hablamos los tres y pude comprobar que cuando estaban juntos no se llevaban tan mal como aparentaban.

Después de cenar todos querían estar en el bar, celebrando una especie de despedida, era nuestra última noche, subí a la habitación para llamar y hablar con tranquilidad a David y confirmarle que llegaría el viernes a la tarde a Derby.

Tenía que enviar algunos mails y al no tener wifi en la habitación decidí bajar el portátil al bar o el salón, me lave la boca y baje, la mayoría estaba en el bar y unos cuantos, en el salón, todos con bebidas en sus manos, pedí mi agua tónica con limón y unas gotas de gin y fui a sentarme en una mesa.

Cuando di por finalizado mi trabajo había transcurrido más de una hora, cerré el portátil y me acerqué a la barra del bar, estuve hablando un rato con todos, algún miembro del grupo que llegó más tarde se había agregado a nosotros.

Robin estaba entre ellos, había terminado mi bebida y no me apetecía una segunda, le hice una seña para que viera que marchaba y vino hasta mí.

-Quédate un rato, vamos a jugar una partida con estos.  –señalo hacia el grupo que había dejado. –No va a ser mucho tiempo.

-De acuerdo, te espero.  –se fueron al salón donde estaba la mesa de billar y continué hablando con los que estaban en el bar. Pude enterarme de que una compañera de investigación había solicitado ir a hacer sus segundos nueve meses a Francia, ella es de los que solo hacen ese tiempo reducido en cada destino y se incorporaría en junio, o sea que la iba a tener dos o tres meses conmigo.

Era simpática y estaba muy interesada en saber y conocer cosas de Francia. Me habían pedido otra bebida y hablando tanto tiempo la terminé. Robin seguía jugando y bebiendo, decidí subir para dormir.

Me había metido en la cama y caído en el sueño después de estar un rato pensando en que llegaría Robin, la llamada sonó cuando estaba dormido, me despertó el sonido del teléfono, tuve que levantarme e ir a la mesa donde se encontraba.

Era Robin que me estaba buscando en el bar, su voz sonaba a que había bebido demasiada cerveza.

-Espérame, subo ahora.  –intenté convencerle que era mejor que fuera a su habitación y dormir, pero no hubo forma. Esperé a que subiera para que no anduviera golpeando en la puerta, llevaba dos horas durmiendo y estaba muerto de sueño, eran las tres de la mañana, ¿qué íbamos a hacer a esas horas?

Cuando llegó dio un pequeño golpe que me alertó, allí estaba él, con la corbata suelta y su cara sonriente. Al entrar se abrazó a mí y me besó, olía a cerveza como si hubiera bebido un tonel. Se apoyó en mi hombro y fuimos hasta la cama.

Cayó como un saco sin vida.

-Tenías que haber ido a tu habitación, ¿sabes la hora que es?  -abrió los ojos y volvió a sonreír con sus dientes tan blancos en el marco negro de sus labios.

-Tenemos que follar, es la última noche que nos queda.  –me hizo gracia su terquedad, pero se le veía tan grande y tan tierno.

El sueño se me había ido y hasta le miraba risueño, me tendí a su lado, se dio la vuelta y me abrazó.

-Se te va a arrugar el traje.

-Ayúdame a quitármelo.

-Te voy a llevar a tu habitación.

-Por favor, déjame dormir aquí esta noche.  –me quedé pensativo y continuó.

-Te prometo que antes de que te levantes me habré ido.

Le fui quitando la chaqueta, la camisa y el pantalón mientras seguía tumbado en la cama, me encontré con que no podía sacar su pantalón y le quité los zapatos le dejé con su slip y calcetines y con dificultad le tapé con la ropa de cama.

 

Vi como tenía su verga abultada, pero era mejor que tuviera el slip puesto, apagué la luz y me tumbé a su lado. Pasaron unos minutos, pasaba su mano por mi cuerpo con suavidad, como si se estuviera durmiendo hasta que paró y comprobé que su respiración era acompasada, aunque algo fuerte, se había dormido.

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